¿Con Clodovis o con Leonardo Boff?

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

HECHOS

Clodovis y Leonardo Boff son hermanos carnales, ambos sacerdotes brasileños franciscanos, con posturas contrastantes desde hace años. Clodovis insiste en la necesidad de la oración, de la liturgia, de más catequesis sobre los misterios cristianos, incluido el cielo, del anuncio más explícito de Jesucristo, etc. Su hermano Leonardo, quien ya no ejerce el ministerio presbiteral, insiste en lo social del mensaje cristiano, en la liberación de estructuras injustas, y últimamente en la eco-teología; es decir, en la lucha contra la destrucción de la naturaleza, todo con una dimensión teológica. Los dos reflejan las actitudes contrastantes en la Iglesia sobre todo de los últimos años. Hay católicos que insisten más en lo social, y otros en lo llamado “espiritual”, como si la pastoral social no fuera parte de la espiritualidad.

Con ocasión de la reciente asamblea del CELAM en Río de Janeiro en mayo pasado, por el 70 aniversario de su fundación, Clodovis envió una carta a los obispos reclamándoles que, en sus documentos, siguen insistiendo mucho en lo social, haciendo a un lado a Jesucristo. Les dice: “Perdonen mi franqueza, pero siguen repitiendo el mismo viejo estribillo: cuestiones sociales, cuestiones sociales, cuestiones sociales… y llevan haciéndolo más de cincuenta años. Queridos hermanos, ¿no ven que esta melodía se ha vuelto cansina? ¿Cuándo nos traerán las buenas nuevas sobre Dios, Cristo y su Espíritu? ¿Sobre la gracia y la salvación? ¿Sobre la conversión del corazón y la meditación de la Palabra? ¿Sobre la oración, la adoración y la devoción a la Madre de nuestro Señor? En resumen, ¿cuándo transmitirán por fin un mensaje verdaderamente religioso y espiritual? Esto es precisamente lo que más necesitamos hoy en día y lo que hemos estado esperando todos estos años”.

¿Es verdad que, cuando abordamos cuestiones sociales, nos olvidamos de Jesucristo, del Evangelio, de la oración, de la espiritualidad? Puede haber casos, es cierto. No faltan agentes de pastoral muy dedicados a lo social, pero que parecen más bien miembros de una ONG, pues dan poca importancia a la oración, a la liturgia. Por otra parte, tampoco faltan quienes insisten tanto en la oración, en las devociones, en lo piadoso y en las prácticas religiosas, que se molestan cuando les recordamos que el amor a Dios sin amor al prójimo, sobre todo al caído, es incompleto y puede ser falso.

ILUMINACION

Jesucristo armoniza perfectamente ambas dimensiones, la vertical y la horizontal. Es un hombre dedicado plenamente al servicio del pueblo, sobre todo de los excluidos y de los que sufren, pero que pasa largas horas de oración, en comunicación profunda con su Padre. Comparte con sus amigos más cercanos el momento sublime de su transfiguración, pero cuando Pedro insiste en quedarse allí, él les indica que hay que bajar del monte y estar cerca de la gente que le espera. Lo espiritual y lo social están íntimamente unidos; ni lo uno sin lo otro. Como la cruz, que tiene un palo vertical y otro horizontal, y es el vertical el que sostiene al horizontal.

Recordemos algunos documentos del Magisterio eclesial, en que se insiste que debemos unir el mensaje cristiano con el amor social. Por ejemplo, el Concilio Vaticano II, en su Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, les “recomienda con toda insistencia la celebración diaria de la Misa” y la oración (PO 13), pero al mismo tiempo dice: “Aunque se deben a todos, los presbíteros tienen encomendados a sí de una manera especial a los pobres y a los más débiles, a quienes el Señor se presenta asociado, y cuya evangelización se da como prueba de la obra mesiánica” (PO 6).

San Pablo VI nos hizo ver que ambas dimensiones, vertical y horizontal, son indispensables, so pena de perder nuestra identidad de seguidores de Jesús: “No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios” (EN 22). Pero también nos dijo: “Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes… No es posible aceptar que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad” (EN 31).

San Juan Pablo II, a quien algunos tacharon de conservador, dijo con toda claridad: “Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse”. El texto de Mateo 25,35-36 “no es una simple invitación a la caridad: es una página de Cristología, que ilumina el misterio de Cristo Redentor. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia» (NMI 49).Pero nos advirtió: “Hay que preguntarse si una pastoral orientada de modo casi exclusivo a las necesidades materiales de los destinatarios no haya terminado por defraudar el hambre de Dios que tienen esos pueblos, dejándolos así en una situación vulnerable ante cualquier oferta supuestamente espiritual. Por eso, es indispensable que todos tengan contacto con Cristo mediante el anuncio kerigmático gozoso y transformante, especialmente mediante la predicación en la liturgia” (Ecclesia in America, 73).

Benedicto XVI, el gran teólogo y de una profunda espiritualidad, nos dijo en Aparecida: “Ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida en El, supone estar profundamente enraizados en El…. Esta prioridad ¿no podría ser acaso una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos, una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual?… Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano… La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. El encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza… Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios” (Discurso en la Inauguración de Aparecida, 3).

En Aparecida, el episcopado latinoamericano contradice lo que afirma Clodovis, pues la base y el centro de todo es Jesucristo; pero un Cristo que nos lleva a los demás:Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 29). “Los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393).

El Papa Francisco advierte con toda claridad: “No propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad” (EG 262). “La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración. Al mismo tiempo, se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación” (EG 263). “Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268).  “Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! (EG 269).

Y el Papa León XIV nos ha dicho, a propósito del Evangelio reciente sobre las dos hermanas, Marta y María: “Sería erróneo ver estas dos actitudes como opuestas, así como hacer comparaciones de méritos entre las dos mujeres. Debemos aunar estas dos actitudes: por un lado, el “estar a los pies” de Jesús, para escucharlo mientras nos revela el secreto de cada cosa; por otro, ser diligentes y estar listos para la hospitalidad, cuando Él pasa y llama a nuestra puerta, con el rostro de un amigo que necesita un momento de descanso y fraternidad» (Angelus, 20 julio 2025).

ACCIONES

Sepamos combinar ambas actitudes: mucho amor a Dios, mucha oración, consciente participación en la liturgia y en las prácticas piadosas, pero de allí sacar fuerza e inspiración para amar a los demás, sobre todo a quienes sufren en el cuerpo o en el espíritu.

Fase comboniana del Jubileo de los Jóvenes en Roma

LMC-España

El Jubileo de la Juventud en Roma se celebrará del 28 de julio al 3 de agosto de 2025. Este evento forma parte del Jubileo 2025, cuyo lema es » 
Peregrinos de la Esperanza «, y estará dedicado a jóvenes de todo el mundo. En los días previos (del 24 al 27 de julio), jóvenes —en su mayoría europeos— que comparten el carisma de Comboni se reunirán en diversos grupos en las comunidades combonianas italianas de Milán, Verona, Florencia y Roma. El programa de la fase comboniana incluye momentos de oración, reflexión, celebraciones litúrgicas, encuentros, intercambio y recreación.

» Esperar es lo difícil, en voz baja y vergonzosamente.
Y lo fácil es desesperar, y esa es la gran tentación
 .»

Así escribió el francés Charles Péguy en 1911, alabando la esperanza, la segunda virtud teologal que consideraba hermana de las otras dos, a saber, la fe y la caridad. El poeta parece insinuar la dificultad y complejidad de la esperanza, especialmente la paciencia para cultivarla. Recuerda la observación que el papa Francisco expresó al comienzo de «Spes non confundit» , la bula de convocación del Jubileo Ordinario del año 2025 (en adelante SNC ), que sitúa bajo el lema de la esperanza: «La imprevisibilidad del futuro […] suscita sentimientos a veces contradictorios: de la confianza al miedo, de la serenidad a la desesperación, de la certeza a la duda. A menudo nos encontramos con personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad» ( SNC , 1).

Con esta declaración, el predecesor del Papa León XIV compartió las preocupaciones de toda la humanidad. Nuestro mundo está marcado por desafíos globales como la crisis climática, la desigualdad económica, la explotación de los pueblos, la migración forzada y la tendencia hacia una espiritualidad que olvida a Dios, Creador y Padre de todos. Estas situaciones nos hacen comprender que la vida se pone a prueba y destrozan las esperanzas de muchas personas.

Cabe decir, sin embargo, que quizás rara vez se habla de la esperanza, quizás sea poco conocida, pero todos esperan, porque vivir es esperar, y esperar es vivir. Si hay algo que distingue al hombre de otras criaturas, es, en mi opinión, la esperanza. Es lo que nos mantiene vivos, y también podríamos decir que donde se extingue la esperanza, también se extingue la vida.

El Jubileo es necesario y, por lo tanto, nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre temas cruciales como la justicia social, la ecología integral y la dignidad de cada persona —valores fundamentales de nuestra fe—, así como sobre una espiritualidad sana capaz de fomentar la pasión por el cuidado de nuestro ser interior y del mundo que nos rodea. Todas estas preocupaciones son la esencia de la misión comboniana, que, con su atención a las periferias existenciales y la promoción de la dignidad de cada persona, nos impulsa a construir un futuro más justo y sostenible. La Familia Comboniana en Europa cree, por tanto, que este evento eclesial puede ser una oportunidad para reavivar la esperanza, especialmente entre los jóvenes que cada vez manifiestan más su falta de fe en un futuro mejor. Con el deseo de contribuir al camino de la Iglesia en la celebración del Jubileo, hemos decidido organizar una peregrinación para los jóvenes que encontramos en nuestras misiones en Europa.

Creemos que para los jóvenes que participarán con nosotros, el Jubileo será una oportunidad para que la misericordia de Dios y la experiencia de la Iglesia como pueblo en camino, que viviremos en diversas etapas, ilumine sus vidas y sus decisiones diarias. Por lo tanto, están invitados a vivirlo como un momento de gracia, no solo para ellos mismos, sino también para sus comunidades de origen.

Al participar en el «Momento Comboniano» (del 24 al 27 de julio de 2025), que, según nuestro enfoque, pretende ser una preparación para el Jubileo de la Juventud en Roma, los jóvenes, además de la amistad y la alegría de estar juntos con sus compañeros, tendrán la oportunidad de explorar uno de los desafíos globales que acabamos de enumerar, que más les interesa y que eligieron al inscribirse. Por lo tanto, serán acogidos en diferentes grupos en diferentes comunidades combonianas (Milán, Verona, Florencia) con diferentes ministerios en Italia:

  • El grupo de Milán reflexionará sobre el desafío de la participación juvenil. Esto implica abordar la importancia del liderazgo juvenil a pesar de la incertidumbre actual, en la que los jóvenes «a menudo ven sus sueños destrozados […], el futuro parece incierto e impenetrable para sus sueños, la educación no ofrece oportunidades y la falta de trabajo o de un empleo suficientemente estable corre el riesgo de anular sus deseos» ( SNC , 12). El encuentro y la escucha que tendrán con sus compañeros comprometidos tanto en la vida civil como en la eclesial puede, en nuestra opinión, ser un estímulo y una fuente de esperanza para ellos.
  • El grupo de Verona explorará el tema de la información crítica. Esto implicará reflexionar sobre el llamado a » Comunicar (con) Esperanza » en este contexto de crisis que enfrenta nuestro mundo. Es imperativo que los jóvenes se comprometan con una comunicación responsable y con discernimiento, libre de prejuicios, resentimiento, fanatismo, ideología y violencia. De hecho, creemos que corresponde, sobre todo, a los jóvenes de hoy participar en una comunicación capaz de escuchar el clamor de quienes no tienen voz y acoger a los vulnerables.
  • Los peregrinos acogidos en nuestra comunidad en Florencia serán guiados en su reflexión sobre el cuidado de la creación, uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo. Sin embargo, esta época tiende cada vez más a enfatizar modelos sociales que priorizan la búsqueda del lucro en lugar del cuidado de las relaciones (con los demás, con la creación y con Dios).

Todo se desarrollará en un ambiente fraterno y acogedor, en un contexto internacional y multicultural. Esto se logrará inspirándose en la Palabra de Dios, la experiencia humana y la figura de nuestro Fundador, San Daniel Comboni, y su carisma. Durante la primera etapa, los participantes tendrán la oportunidad de escuchar testimonios de jóvenes de su edad, participar en talleres temáticos, momentos de oración y actividades de servicio que les inspirarán un estilo de vida capaz de transformar su vida diaria.

Desde estas comunidades, los jóvenes viajarán luego a Roma, el 28 de julio, donde participarán, junto a otros jóvenes de todo el mundo, en los encuentros programados para esa semana.

El viaje puede ser un momento para recordarnos que hay peregrinaciones que nadie querría emprender jamás: aquellas que llevan a jóvenes, niños y familias enteras a dejar su tierra y su hogar. Este mismo viaje juntos a Roma puede ayudarnos a comprender mejor la primera comunidad cristiana que, desde el asentamiento de los apóstoles, se vio a sí misma como un « nosotros », donde la vocación de cada persona se vive desde un sentido de pertenencia compartido y recíproco.

La Familia Comboniana en Europa desea que esta experiencia pueda convertirse en un punto de (re)partida para todos los jóvenes del mundo, y particularmente para aquellos que han elegido vivir estos momentos con nosotros.

P. Raoul Sohouénou Cakpo Edènan, mccj

Muy católicos, pero…

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

HECHOS

En días pasados, celebré la Primera Comunión de varios niños y niñas. Antes de la Misa, el párroco me dijo que, entre ellos, estaba la hija del líder local del grupo armado dedicado a la extorsión, quien ya no vive en la comunidad, pero su hija participó en la catequesis parroquial. El papá no estuvo en la celebración. Hasta allí, nada preocupante. En la homilía y en la oración de los fieles, hice alguna breve alusión a que Dios no está de acuerdo con el abuso de las armas. Al término de la celebración, el párroco se dio cuenta de que el padrino de la niña era el líder municipal de dicho grupo armado, y lo más grave, que estuvo en la Misa con su arma corta al cinto. No sabemos si antes se confesó en otra parte y si recibió la Comunión. Además, después de la Misa me platicaron que, durante la celebración, estuvieron en las puertas del atrio parroquial dos camionetas con jóvenes con armas largas, quizá para proteger a su líder…

Algo semejante pasa en algunas celebraciones religiosas. Esos criminales participan en ellas, pero siguen extorsionando a todo mundo, incluso asesinan y levantan a quien no se somete a sus órdenes. Son la nueva autoridad en nuestros territorios. Hay diócesis donde levantan a un sacerdote y lo obligan a que vaya a algún lugar de la montaña a celebrar un bautismo, unos quince años o una boda, sin seguir todos los procedimientos normales para estos casos. Algunos obispos han dicho a los sacerdotes que no se pueden resistir violentamente y que vayan y celebren lo que se les pide, pero que hagan muy larga la celebración, supliendo de esa manera las catequesis presacramentales que no han recibido. Hay ocasiones en que los sacerdotes piden a los que llevan armas que las dejen en la sacristía o en otro lugar de la parroquia, mientras es la celebración; después, las vuelven a llevar, como acostumbran. La mayoría de estos grupos son católicos y llevan algún escapulario u otra imagen religiosa, pero no viven conforme a nuestra fe. Muy católicos, pero a su manera. ¡Eso no es verdadero catolicismo!

Algunas instituciones de nuestro episcopado, con ayuda de la Universidad Pontificia de México, han impartido unas charlas a sacerdotes para que sepan cómo dialogar, no negociar, con esos grupos criminales. Yo he hablado con dos líderes de mi región, e intento hacerlo con otro, no para negociar intereses personales, sino para invitarles a cambiar de vida y para que respeten a las personas y a nuestros pueblos. No podemos quedarnos sólo en lamentos y en críticas a las autoridades que no hacen lo suficiente para detener el crimen de la extorsión.

Esto no pasa sólo con grupos armados. En cualquier celebración, por ejemplo del Bautismo o de la Confirmación, en que papás y padrinos se comprometen a renunciar a las obras del demonio y mantenerse firmes en la fe católica, al terminar el rito hacen grandes fiestas con borracheras que la costumbre considera como normales, siendo que son contrarias a la fe. O siguen viviendo en su vida ordinaria como si no fueran creyentes.

ILUMINACION

El Papa León XIV, en diversos momentos, nos ha dicho: “La Iglesia y el mundo no necesitan personas que cumplen con sus deberes religiosos mostrando su fe como una etiqueta exterior; necesitan, en cambio, obreros deseosos de trabajar en el campo de la misión, discípulos enamorados que den testimonio del Reino de Dios dondequiera que se encuentren. Quizás no falten los ‘cristianos de ocasión’, que de vez en cuando dan cabida a algún buen sentimiento religioso o participan en algún evento; pero son pocos los que están dispuestos a trabajar cada día en el campo de Dios, cultivando en su corazón la semilla del Evangelio para luego llevarla a la vida cotidiana, a la familia, a los lugares de trabajo y de estudio, a los diversos entornos sociales y a quienes se encuentran en necesidad. Para hacer esto no se necesitan demasiadas ideas teóricas sobre conceptos pastorales; se necesita, sobre todo, rezar al dueño de la mies. En primer lugar, pues, está la relación con el Señor, cultivar el diálogo con Él. Entonces Él nos convertirá en sus obreros y nos enviará al campo del mundo como testigos de su Reino” (6-VII-2025).

La parábola del buen samaritano “sigue desafiándonos también hoy, interpela nuestra vida, sacude la tranquilidad de nuestras conciencias adormecidas o distraídas y nos provoca contra el riesgo de una fe acomodada, ordenada en la observancia exterior de la ley, pero incapaz de sentir y actuar con las mismas entrañas compasivas de Dios. La compasión, en efecto, está en el centro de la parábola.

La parábola nos desafía también a cada uno de nosotros, por el hecho de que Cristo es manifestación de un Dios compasivo. Creer en Él y seguirlo como sus discípulos significa dejarse transformar para que también nosotros podamos tener sus mismos sentimientos; un corazón que se conmueve, una mirada que ve y no pasa de largo, dos manos que socorren y alivian las heridas, los hombros fuertes que se hacen cargo de quien tiene necesidad. 

Obedecer a los mandamientos del Señor y convertirse a Él no significa multiplicar actos exteriores, sino, al contrario, se trata de volver al propio corazón para descubrir que precisamente allí Dios ha escrito su ley del amor. Si en lo íntimo de nuestra vida descubrimos que Cristo, como buen samaritano, nos ama y se hace cargo de nosotros, también nosotros somos impulsados a amar del mismo modo y seremos compasivos como Él. Sanados y amados por Cristo, nos convertimos también nosotros en signos de su amor y de su compasión en el mundo. Esto nos hace prójimos los unos de los otros, genera una auténtica fraternidad, derriba muros y vallas. Y finalmente el amor se abre camino, volviéndose más fuerte que el mal y que la muerte” (13-VII-2025).

ACCIONES

Tratemos de ser coherentes con nuestra fe católica. Si decimos creer en Dios y estar dispuestos a vivir conforme a sus mandamientos, amémoslo a El con todo el corazón y amémonos unos a otros, procurando siempre el bien de los demás, sin hacerles daño.

Jubileo: Armonía con la creación

Llegamos a la mitad del camino jubilar, tiempo de gracia para renovar, a nivel personal y comunitario, el seguimiento de Jesucristo y el servicio al prójimo, en especial a los más pobres y abandonados. También nos anima la elección del papa León XIV, un misionero, y que, como Iglesia, proclama un no rotundo a la guerra y a la pobreza crecientes que roban la dignidad de las personas. En ese contexto, volvamos a los elementos esenciales del Jubileo desde sus orígenes bíblicos: Lv 25; Dt 15,1-15; Jr 34,8-9; Is 61,1-2); el primero de ellos, «el descanso de la tierra».

JUNIO
(7-8): Jubileo de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades.
(9): Jubileo de la Santa Sede.
(14-15): Jubileo del Deporte.
(20-22): Jubileo de los Gobernantes.
(23-24): Jubileo de los Seminaristas.
(25) Jubileo de los Obispos.
(25-27): Jubileo de los Sacerdotes.
JULIO
(28 de Julio al 3 de Agosto): Jubileo de los jóvenes.

La tierra es un regalo del Creador para la humanidad (Gen 2,15). Este don encabeza su proyecto de amor y exige, en reciprocidad, respeto y cuidado. Un regalo para todos, nadie tiene derecho a acapararlo ni a destruirlo. Esta armonía con la creación engendra la paz. En el Antiguo Testamento, durante el Año Jubilar no se sembraban los campos ni se acumulaban sus frutos, todo se reconocía «santo» y se ponía «disponible para los empobrecidos» (Lv 25,6-7). Promover el descanso de la tierra era una forma concreta de justicia. «Todo esto será posible –exhortó el papa Francisco– si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante…», (carta a monseñor Rino Fisichella al inicio del Jubileo).

Actualmente, dicho descanso debe traducirse en la lucha contra el devastador cambio climático (calentamiento global), la pérdida vertiginosa de la biodiversidad (devastación global) y la contaminación fuera de control (envenenamiento de tierra, aire y agua). La armonía con la creación debe conducirnos a un cambio de mentalidad, a educarnos en el respeto, a crear y seguir normas civiles en favor de la vida integral y, sobre todo, a generar estilos de vida sencillos y austeros. El «descanso de la tierra» debe expresarse en una espiritualidad encarnada en cada signo de amor.

P. Rafael González Ponce, mccj

No corromper el concepto “Pueblo”

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

foto: freepik

HECHOS

A pesar de que el 87% de los electores en México no participamos en las recientes elecciones del Poder Judicial, como una forma de expresar nuestra inconformidad con esa ocurrencia del sexenio anterior, se sigue proclamando que fue el pueblo quien eligió a los nuevos jueces y magistrados, y que el pueblo manda, y que todo con el pueblo y nada sin el pueblo, y que el pueblo decide… ¿Y los que decidimos no votar, no somos pueblo? ¿Nosotros no contamos? ¿Nuestra abstención no es expresión de la voluntad mayoritaria de un pueblo? ¿Nuestro silencio a la hora de votar no es una voz a los cuatro vientos? En vez de descalificar a las instancias internacionales que han criticado esa forma de elegir al poder judicial, habría que analizar, desapasionadamente, la expresión de un pueblo que decidió no votar, a pesar de tanta propaganda con que quisieron convencernos de hacerlo. Nuestra abstención ha sido una expresión mayoritariamente popular.

En mi pueblo, con 1,200 ciudadanos con derecho a votar, sólo acudieron 60; el 5% solamente. Y los que votaron, la mayoría fueron adultos mayores, a quienes el régimen tiene atados con la amenaza de que, si no lo hacen, pierden sus apoyos de los programas sociales. Algunos fueron a la casilla a anular su voto, por la misma razón. ¿Sólo se escucha a los adultos mayores que aplauden lo que el gobierno pide? ¿Ese es el pueblo del que tanto presumen? Y nosotros, los que no estamos atados por los programas sociales del gobierno, ¿no somos pueblo?

Hay diferentes maneras de tomar en cuenta al pueblo. Hay una forma de democracia, que es el poder del pueblo, que es representativa, cuando se eligen, por ejemplo, gobernantes o legisladores, a quienes el voto popular legitima. Hay otras democracias más participativas, como cuando se hace un referendum o un plebiscito, legalmente autorizado. No es un voto a mano alzada en un mitin de los propios seguidores. En los pueblos originarios que conservan la riqueza de su cultura, nadie se hace campaña, sino que el pueblo, en asamblea abierta, elige a quien considera más idóneo para los diversos cargos, aunque se resistan.

En nuestra Iglesia, que no es democrática, hay una forma de que el pueblo participe, por ejemplo, en los consejos pastorales, que están prescritos por nuestra legislación canónica, y en tantas otras formas de participación. La elección de los obispos no se hace por voto popular; pero hay un sistema de consultas para escuchar a diversos miembros del Pueblo de Dios. Se hace en forma muy reservada, pero muy efectiva. No se decide por voto mayoritario en un mitin, que puede estar sujeto a múltiples manipulaciones. Aún más, si alguien se hace campaña para ser obispo, por ese mismo hecho queda ya descalificado. El reciente Sínodo sobre la sinodalidad pide que se consulte más al pueblo para esta elección, pero la decisión no depende de la mayoría de votos. El Papa, habiendo analizado en oración las opiniones y propuestas que le llegan de todo el mundo, toma la decisión final. Jesucristo no nos estableció como democracia, pero sí como Pueblo de Dios con participación y comunión. En la elección del Papa todos participamos, no emitiendo un voto, sino orando al Espíritu Santo para que ilumine a los cardenales electores; y esta nuestra oración fue escuchada; todos participamos en su elección.

ILUMINACION

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice:“Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad.

Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra “pueblo”, puesto que en realidad no hablan de un verdadero pueblo. En efecto, la categoría de “pueblo” es abierta. Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente. No lo hace negándose a sí mismo, pero sí con la disposición a ser movilizado, cuestionado, ampliado, enriquecido por otros, y de ese modo puede evolucionar.

Otra expresión de la degradación de un liderazgo popular es el inmediatismo. Se responde a exigencias populares en orden a garantizarse votos o aprobación, pero sin avanzar en una tarea ardua y constante que genere a las personas los recursos para su propio desarrollo, para que puedan sostener su vida con su esfuerzo y su creatividad. En esta línea dije claramente que estoy lejos de proponer un populismo irresponsable. Por una parte, la superación de la inequidad supone el desarrollo económico, aprovechando las posibilidades de cada región y asegurando así una equidad sustentable. Por otra parte, los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras” (Nos. 159-161).

ACCIONES

Todos nosotros somos pueblo, como sociedad y como Iglesia. No esperemos que todo lo haga y decida el gobierno civil o eclesiástico. Aportemos nuestra palabra y nuestra acción, porque somos miembros vivos de un cuerpo vivo.

Luces y retos que nos dejó el papa Francisco para la vida consagrada

“Como consagrados tenemos que estar vigilantes para no acomodarnos en estilos de vida que no nos comprometan. Hemos recibido en estos años un testimonio extraordinario –gracias al paso del Papa Francisco– de lo bello que es ser Cristianos y de la alegría que produce en nuestro corazón vivir para el Señor. Que las luces y los retos que nos ha dejado el papa Francisco nos ayuden a seguir adelante siendo signos de esperanza, de confianza y de fe en esta hora de nuestro mundo que nos va tocando vivir.” (P. Enrique Sánchez González, en la foto, en una audiencia del Papa Francisco con los Misioneros Combonianos, en 2015)

Por: P. Enrique Sánchez González, mccj

Luces y desafíos que el Papa Francisco nos dejó
como nuevas generaciones de vida consagrada

Para poder hablar del legado que nos ha dejado el Papa Francisco, considero que es necesario ir al pasado, antes de que Francisco fuera el Papa Francisco. La figura de un Papa extraordinario, que todos tenemos en este momento en nuestra memoria, es algo que encuentra sus orígenes en los primeros pasos que Jorge Mario Bergoglio dio, cuando decidió consagrar su vida como religioso y jesuita, y tal vez ya antes, cuando desde pequeño dejó que la pasión por Cristo entrara en su corazón.

Sus palabras, sus acciones como pastor, su sensibilidad por los marginados, la alegría que acompañó su personalidad, su capacidad para romper con protocolos, su estilo de vida, pobre y austero. Todo esto, y mucho más, no le vino a su mente y a su corazón el día que apareció en el balcón de la Basílica de San Pedro saludándonos con el nombre de Francisco.

Lo que el Papa Francisco nos ha dejado en sus 12 años de pontificado no ha sido, sino un poco más de todo lo que había ido sembrando en tantos lugares de Argentina, de Latinoamérica y de toda la Iglesia como un pastor que amaba transmitir el olor de sus ovejas.

Eso que nos apasiona y nos anima hoy, recordándolo como el pastor que supo guiarnos por caminos seguros y que nos entusiasmó en el seguimiento de Jesús; todo eso no es más que el ejemplo de vida, el decir con los hechos y con su compromiso lo que llevaba dentro. Un amor por Cristo que lo llevó a gastarse hasta el último minuto de su vida, sirviendo y amando.

Eso que hoy nos toca guardar como tesoro y herencia del Papa Francisco es lo que ha producido el Evangelio en el corazón de alguien que ha sabido entregarlo todo, olvidándose de sí mismo y poniendo como prioridad de su vida el servir a Cristo en los últimos, en los que no cuentan a los ojos del mundo. Diciendo esto, me parece que la primera cosa que nos ha dejado el Papa Francisco a los consagrados es el ejemplo, un icono bello de lo que nos toca vivir cada día cuando decimos que hemos entregado nuestras vidas al Señor.

Ante la figura de Papa Francisco no se necesita hacer mucha teología de la vida religiosa, ni es necesario perder mucho tiempo con tratados de espiritualidad de la vida religiosa. Sin exagerar, creo que acercándonos a la vida del Papa Francisco podemos darnos cuenta de que la vida consagrada, como religiosos y religiosas al servicio del Evangelio, no es otra cosa más que una vida entregada con sencillez y alegría a los demás en los pequeños detalles de cada día. Y eso vale para consagrados y para cualquier bautizado, pues a final de cuentas, se trata de vivir en Cristo y para él.

Luces que nos ha dejado el Papa Francisco y que nos seguirán iluminando por mucho tiempo

Entre las muchas cosas que significan luces que iluminan nuestras vidas hoy, y que reconocemos como algo que hemos descubierto gracias al paso del Papa Francisco por nuestras vidas, podríamos traer a nuestra memoria las siguientes que no siguen un orden o jerarquía porque todas son importantes.

  • El testimonio de una vida entregada con alegría a Jesús, al Evangelio, a la Iglesia y a los más pobres.

Algo que seguramente a todos nos ha impactado desde el inicio del pontificado del Papa Francisco ha sido el tono de alegría que transmitía a través de sus palabras, de la espontaneidad y libertad de sus gestos y las maneras de acercarse a las personas. Con él se entraba en confianza inmediatamente y hacia que nos sintiéramos acogidos, como si nos conociera desde siempre. La alegría era algo que para él nacía de la acogida del Evangelio. El mensaje de Cristo contiene esa alegría que transforma el corazón y llena el espíritu de confianza y de esperanza.

De ahí nacía su entrega y su dedicación a la misión que abrazó como consagrado y de esa entrega surgían las fuerzas para afrontar cualquier obstáculo y las dificultades, que no faltaron a lo largo de todo su ministerio. Aquí, como en todo lo que iremos diciendo sobre el legado del Papa Francisco, lo más importante y lo que caracterizó su consagración fue el ejemplo, el testimonio de vida, el silencio de las palabras y la fuerza de los gestos y las opciones.

Por ejemplo, más que hablar sobre el problema de los migrantes, uno de sus primeros viajes fue a Lampedusa, el lugar de mayor sufrimiento de los migrantes que atraviesan el Mediterráneo. Su presencia ahí fue anuncio del Evangelio y denuncia de un sistema inhumano e injusto que trata a las personas como objetos.

Nos hay duda de que se trata de una luz intensa que nos ilumina cuando nos preguntamos en dónde tenemos que estar como consagrados hoy, cuáles tienen que ser nuestras opciones y preferencias, en dónde tiene que estar nuestro corazón, aunque estemos lejos geográficamente de los lugares del dolor. El testimonio del Papa Francisco es algo que enseña a los consagrados de hoy en dónde está lo bello de la entrega y qué es lo que le da sentido a la renuncia que implica el haber dejado todo para seguir al Señor.

  • El entusiasmo y la pasión por la evangelización y por el compromiso misionero.

La evangelización y la dimensión misionera de la Iglesia no fueron simple estrategia proselitista en el proyecto de Iglesia del Papa Francisco. En su mente estaba claro que la Iglesia tiene que ser misionera y la tarea de evangelizar no se reduce a la enseñanza del Evangelio. El objetivo de la misión iba mucho más allá, se trataba, y se sigue tratando, de anunciar a Cristo siempre presente entre nosotros como buena noticia para el mundo.

La misión que nace del encuentro con el Señor, el Papa Francisco la vivió como una experiencia que le entusiasmaba y lo apasionaba, moviéndolo a ir hasta los extremos del mundo y a los lugares más lejanos, no sólo geográficamente, en donde Jesús no era conocido.

Él nos enseñó que la razón última de nuestra consagración es el anuncio del evangelio que estamos llamados a llevar con entusiasmo y generosidad a quienes todavía no han tenido la oportunidad de encontrarse con el Señor. Basta recordar a dónde lo llevaron sus viajes apostólicos y nos damos cuenta de que la preocupación de su corazón estaba en los más lejanos del Evangelio.

  • La fuerza del ejemplo personal en el compromiso como consagrado a Cristo.

Ya lo mencionaba anteriormente, una de las luces más intensas en la vida y en el ministerio del Papa Francisco que nos quedan hoy es, sin dudarlo mucho, el ejemplo de vida. La capacidad de anunciar con obras muy concretas, usando menos palabras y más acciones, aunque se pudiese correr el riesgo de equivocarse en algún momento.

Para hablarnos de pobreza no dudó en irse a vivir a Santa Martha, en renunciar a buenos carros, a percibir un salario que por derecho le correspondía. Pero más que privarse de cosas materiales el Papa Francisco supo renunciar, desde hacia mucho tiempo, a la tentación del poder, de la comodidad, del instalarse en un estilo de vida que no fuera solidario con los pobres.

Fue obediente, tratando de hacer la voluntad de Dios en su vida y aceptando una misión que no entraba en sus planes, cuando había llegado al Cónclave con la idea de regresar a Argentina para disponerse a su retiro. Fue obediente, cumpliendo la recomendación que le habían hecho de no olvidarse de los pobres.

Fue alegremente casto entregando su corazón, amando a quienes más lo necesitaban, a los prisioneros, a los vagabundos de Roma, a los enfermos que visitaba en los hospitales, a los pecadores que escuchó en los confesionarios, a los migrantes que supo defender hasta unas horas antes de su muerte en el último encuentro que tuvo con el vice presidente de Estados Unidos.

  • Los valores a los que nunca se puede renunciar: la misericordia, la bondad, la opción por los más lejanos y por los excluidos, el servicio por encima de la autoridad y del poder.

Entre los muchos valores que el Papa Francisco ha puesto en evidencia, seguramente, para quienes vivimos una vocación especifica como consagrados, aparece claro que la visión del Papa estaba fincada sobre aspectos que hablaban de su experiencia de Dios.

La centralidad de la Misericordia reflejaba en él un encuentro continuo y profundo con Dios sentido como Padre. Como un Padre bueno dispuesto siempre a acoger, a abrazar, a perdonar. Sentir a Dios de esa manera no podía traducirse más que actitudes de cercanía y de aprecio por quienes se sentían o se sabían alejados del derecho a reconocerse hijos amados.

Acercar a Dios a quienes se sentían excluidos no era en el Papa Francisco un gesto de filantropía o el humanismo en sus extremos que algunas personas han querido reconocer en él. En Francisco era un movimiento que surgía de lo más profundo de su ser, en donde se vivía la experiencia más clara de Dios. Era la expresión de su consagración a Dios, de su vivir en Dios.

Para él, por lo que pudimos conocer a través de su sencillez y humildad, la consagración se confundía o se convertía en servicio y en disposición a darlo todo, como lo pudimos ver en aquel gesto único de ponerse a los píes de los líderes políticos de Sud Sudán cuando les suplicó que hicieran posible la paz para su nación.

Papa Francisco tenía muy claro en su mente y en su corazón que vivir como consagrado significaba poner el servicio y la humildad por encima del poder y la autoridad. Eso fue lo que les recordó a los Cardenales de la curia romana en su primer saludo de Navidad al inicio de su pontificado. Y, así lo vivió, en sus visitas a los presos, en sus diálogos con las víctimas de abusos en la Iglesia, en la elección de una vida simple y desprendida de lo que podía traerle honores o reconocimientos especiales.

  • La importancia del saber incluir a todos en una comunidad familia en la que estamos llamados a reconocernos hermanos. Nuestra misión será crear fraternidad, todo lo demás pasa.

Como consagrado él mismo, nos enseñó el valor que tiene el trabajar en comunión, el saber crear familia, el apostarle a la amistad profunda. En una palabra, nos iluminó con su experiencia invitándonos a trabajar siempre unidos teniendo como meta el llegar a reconocernos como hermanos.

Como consagrados, no tengo la menor duda, sabemos que el sentido más profundo de nuestra vida está en el llamado a crear fraternidad en un mundo en donde se vive hoy el drama de la violencia, del miedo, de la inseguridad que destrozan la vida de tantos inocentes y desamparados. Su ejemplo fue muy en sintonía con el nombre que escogió como pontífice, Francisco, el hermano universal.

  • Apostar por una iglesia con rostro sinodal, en donde todos sean involucrados y partícipes. Una Iglesia en camino y en salida, no autoreferencial y libre, capaz de aprender de sus límites y de sus pobrezas.

El gran sueño del Papa Francisco fue el de colaborar en la construcción de una Iglesia que viviera las intuiciones del Concilio Vaticano segundo. Un concilio que le apostó al acercamiento a un mundo en cambio, a expresiones culturales nuevas, a experiencias religiosas más profundas y personalizadas.

Las ideas del Papa cuando hablaba de una iglesia en salida, en camino seguramente tenía en mente su experiencia como pastor preocupado por dar espacio a todos para que aportaran su riqueza. Soñaba con una Iglesia en donde la participación de todos creara una comunidad con rostro nuevo, en donde nadie fuera excluido.

Sus intuiciones y sus propuestas pastorales ciertamente son luces que iluminan nuestro ser consagrados, pues por nuestra entrega estamos llamados a vivir en comunidad, a aportar nuestras riquezas y nuestros límites; estamos llamados a caminar juntos, para que el mundo crea en el Señor que nos llamó.

  • Por el diálogo, todos llamados a crear puentes que favorezcan la cercanía, el respeto y la paz.

Finalmente y no porque sea lo último, el Papa Francisco nos ha ayudado a entender que por nuestra consagración estamos llamados a ser constructores de puentes, a trabajar en todo aquello que favorezca la cercanía entre las personas y entre los pueblos. Se trata de ser hombres y mujeres de diálogo, abiertos a enriquecernos con las cualidades y virtudes de los demás, y, al mismo tiempo, disponibles a llevar con alegría la riqueza del Evangelio como instrumento que abre caminos a la construcción de la paz.

Retos y desafíos que no podremos ignorar como consagrados

El ejemplo de vida y el testimonio de entusiasmo de fe, la alegría de su entrega sin límites, su capacidad de empatía y de cercanía a toda clase de personas. La claridad en sus opciones personales y pastorales, la identificación con su carisma como jesuita, su pasión por Cristo y por la Iglesia, su valentía para asumir compromisos y para tomar distancias de lo que niega la dignidad de las personas.

Estos y muchos otros valores que hemos visto e iremos descubriendo y profundizando en la medida que pasa el tiempo, son sólo algunas de las muchas luces que quedan ante nosotros como retos que nos desafían y nos invitan a un discernimiento sobre nuestra manera de ser y de vivir nuestra consagración religiosa hoy.

  • Ahí queda su radicalidad y coherencia como un reto que nos cuestionará siempre en nuestros estilos de vida consagrada, algunas veces cómodos y aburguesados.
  • Salir de nuestros capillismos. La capacidad del Papa Francisco para salir al encuentro, incluso de los más distintos y lejanos de nuestras formas de pensar y de sentir, es un reto que cuestiona fuertemente nuestra tentación a permanecer en lo conocido y seguro de nuestros institutos. Es lo que puede permitir que rompamos con la incapacidad de trabajar en colaboración, abiertos a enriquecernos con los carismas de los demás.
  • Superar la autoreferencialidad que empuja a encerrarse a vivir en el temor de desaparecer como institutos.
  • El sueño de una Iglesia más sinodal y participativa, como la quería el Papa Francisco, nos desafía fuertemente a superar nuestra mentalidad cerrada que nos mueve a ponernos en el centro de todo y de todos considerándonos los únicos y los mejores.
  • Trabajar en la construcción de una Iglesia que transmita alegría y esperanza como fruto del anuncio del Evangelio como Buena Noticia. Como consagrados nos toca asumir el reto de ser presencia alegre de Dios en el mundo en que nos toca vivir. El “hacer bulla”, como decía el Papa Francisco nos reta a pasar un mensaje de optimismo en una sociedad cargada de experiencias traumáticas, en donde la soledad y el abandono ganan terreno y en donde la frustración de muchos jóvenes hace que aumente la desesperanza y la falta de confianza en el futuro. Como religiosos consagrados al servicio del Evangelio tenemos que ser rostro de una Iglesia que se sabe depositaria de una propuesta de vida plena y de una respuesta al anhelo de felicidad que todos llevamos en el corazón.
  • Superar el clericalismo para reconocer el valor y la riqueza que posee cada bautizado y favorecer una comunidad en donde haya mayor participación y comunión. Como consagrados tenemos que superar una mentalidad que pretende hacernos creer que somos personas diferentes o especiales, con privilegios y una autoridad que nos sitúa por encima de los demás. Superar el clericalismo nos pone en una situación de mayor disponibilidad al servicio y al reconocimiento de los demás como tesoros que nos hablan de la presencia de Dios entre nosotros.

La tentación del olvido y el riesgo de acomodarnos

Me gustaría concluir diciendo una palabra para ponernos en guardia y que no nos dejemos sorprender para caer en la tentación del olvido. Es fácil que, pasando los días, también vayamos perdiendo de vista todo lo que el Papa Francisco ha venido a sembrar en nuestros corazones. Nuevas propuestas y diferentes proyectos seguramente llegarán para hacer que la Iglesia siga creciendo y haciendo su camino en el tránsito por este mundo. Pero es importante que no olvidemos aquello que el Papa ha sabido sacudir para ayudarnos a vivir más profunda y auténticamente nuestra fe en Jesús.

Como consagrados tenemos que estar vigilantes para no acomodarnos en estilos de vida que no nos comprometan. Hemos recibido en estos años un testimonio extraordinario de lo bello que es ser Cristianos y de la alegría que produce en nuestro corazón vivir para el Señor.

Qué las luces y los retos que nos ha dejado el Papa Francisco nos ayuden a seguir adelante siendo signos de esperanza, de confianza y de fe en esta hora de nuestro mundo que nos va tocando vivir.

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