Fecha de nacimiento: 05/05/1921
Lugar de nacimiento: Massarosa-Bozzano / I
Votos temporales: 29/06/1948
Votos perpetuos: 22/09/1950
Fecha de ordenación: 19/05/1951
Llegada a México: 1951
Fecha de fallecimiento: 29/06/2017
Lugar de fallecimiento: Milano / I
Conocí al P. Valeriano en 1966 cuando llegué a la que en aquel tiempo era la Prefectura Apostólica de La Paz, Baja California Sur, México. Según la praxis misionera de la época, con pocos misioneros se ocupaba el mayor número posible de pueblos. Para esto, en la mayoría de las misiones había sólo un misionero. La primera experiencia de alguien que acababa de llegar era la soledad, el desierto, la dispersión, tanto geográficamente y como en lo humano. Al P. Valeriano le tocó la parte más difícil y desoladora. Fue enviado como párroco de La Purísima, una comunidad ubicada a 300 km al norte de La Paz. La gente era poca y dispersa sobre un área amplia de cactus, con vías de comunicación muy malas y casi inexistentes.
El P. Valeriano llegó a las tierras desérticas de B. California a finales de 1951, la fuerza de sus 30 años, recién ordenado, el olor del crisma en las manos y el verde de la imagen de su patria, Toscana, Italia, en los ojos le ayudó a superar el impacto y dar el salto hacia delante como un misionero: “sal de tu tierra y ve donde te mostraré” (Génesis 12). Valeriano vio aquella tierra y permaneció allí durante muchos años sembrando la Palabra en esperanza y esperando pacientemente que floreciese y madurase la cosecha.
También trabajó en otras misiones de la Prefectura, incluyendo Santa Rosa, donde dejó la impronta más fuerte entre los mineros. Allí puso en buen uso toda su capacidad de militante veterano de la II Guerra Mundial, en un batallón del ejército italiano, que llevaba la locura de Hitler hasta Grecia a través de los Balcanes.
El Interior de la República Mexicana supo de su activismo y su celo misionero en seminarios y la misión de Chinantla, especialmente en Tuxtepec, donde sus líneas pastorales se enfrentaron con los nuevos vientos que soplaban bajo la insistencia de las generaciones del Concilio. Pero su posición teológica permanecía firmemente fiel a las lecciones de enseñanza de la Iglesia.
Cerca de los setenta años, concretamente, en 1987, fue enviado a trabajar en la que hoy es la provincia de América Central. Su presencia era relevante en San José, capital de Costa Rica, en la parroquia de la Sagrada Familia, en un suburbio de la zona sur. Su actividad pastoral era conectada con los inicios de una residencia para ancianos.
De San José fue a San Salvador con el padre Vincenzo Turri, que había iniciado una presencia comboniana en El Salvador, alquilando una casa en la zona Satélite. Además de ayudar en la parroquia para la pastoral, P. Valeriano tomó el cuidado de una zona abandonada desde el punto de vista social y religioso. Él se involucró en organizar una pastoral parroquial, usando la experiencia adquirida y le costó dejarla cuando el Arzobispo Mons. Rivera y Damas aceptó nuestra petición de confiarnos la parroquia de Cuscatancingo.
El P. Valeriano coronó su actividad apostólica con la construcción de una capilla del Sagrado Corazón, en un distrito de la parroquia de Nuestra Señora de los Milagros, en la ciudad de Guatemala. Era una zona marginal, de gente distante e indiferente, donde había grupos protestantes muy activos. Aquí, su dedicación pastoral llegó a su culmen.
Allá por donde pasaba, patrocinaba lo que podríamos llamar un hermanamiento entre las familias. Para cada familia necesitada de la zona, encontraba una familia en Italia dispuesta a adoptarla y ayudarle económicamente. La ayuda pasaba de una familia a la otra sólo a través de él. Este hecho le dio algunos problemas, aunque resolvía muchos otros. Él decía que la caridad debe ser concreta y visible.
El P. Valeriano era tranquilo, humilde y jovial. Era un hombre bueno, y esto le ayudó a estar cercano a la gente y tolerante hacia los límites y defectos de las personas. Identificado con su vocación misionera y con el Instituto Comboniano, demostró una espiritualidad vivida en tolerancia y fidelidad. Pasó los últimos años de su vida en su tierra natal, Italia, donde Dios lo ha llamado a los 96 años de edad.
P. Gianmaria Piu, mccj
(Del Mccj Bulletin n. 274 suppl. In Memoriam, enero 2018, p. 114-118).