Una pregunta incómoda

Por: Emmanuel Alejandro Mejía Sánchez

Soy Alejandro, tengo 31 años y soy originario de Magdalena, en el estado mexicano de Jalisco. Conozco a los Combonianos desde siempre  porque todos los meses hacen animación misionera en mi parroquia, sobre todo acompañando a las llamadas Damas Combonianas. A pesar de la avanzada edad de la mayoría de ellas, siguen apoyando y dando lo mejor de sí en favor de los combonianos y de las misiones. Mi madre no pertenecía a este grupo, pero siempre colaboró con las campañas anuales de los combonianos. Después de su fallecimiento, hace ya 21 años, mi familia ha mantenido ese compromiso.

La coordinadora de las Damas Combonianas, María de Jesús Altamiro, ha sido una persona clave en mi decisión de entrar en el instituto comboniano. En 2014 ingresé en el seminario diocesano de Guadalajara, pero salí al año siguiente. De regreso a casa, mi párroco me pidió que le ayudara unas semanas como sacristán mientras encontraba a otra persona, pero lo que iban a ser unos pocos días se convirtieron en cuatro años.

Cada vez que me veía en la parroquia, María de Jesús me hacía una pregunta que me incomodaba: «¿Te vas a pasar la vida limpiando el templo?». Un día me dijo: «El viernes próximo viene el comboniano. Si quieres, habla con él». A pesar de que le respondí que no quería saber nada de seminarios ni de esas cuestiones, hablé con el misionero, que me dio la biografía de san Daniel Comboni. La leí, me impresionó su tenacidad, y el 18 de agosto de 2018 inicié mi formación comboniana. El 13 de mayo de 2023 hice mis primeros votos y fui destinado a Granada para estudiar Teología. Llegué a España el pasado 5 de octubre, cuando ya había comenzado el curso en la Facultad de Teología de Granada, así que solo pude deshacer las maletas y comencé las clases. La primera semana conocí mi lugar de apostolado en la Asociación Calor y Café, donde se ayuda a personas migrantes en situación irregular.

Después de todo el camino recorrido, mezcla de penas y alegrías, desvelos y madrugadas, lágrimas y sonrisas, puedo decir que la vida misionera vale la pena. Me gustaría decirles a los jóvenes que se animen a conocer las «rarezas» de la vocación. La vida religiosa es similar a cuando te gusta una chica o un chico: comienzas con un coqueteo, después llega el noviazgo y vas conociendo a la otra persona hasta tomar una decisión. Por eso animaría a los jóvenes a coquetear con la vida religiosa para conocerla. No se pierde nada, y quizás puedes ganar una gran amiga. Como decimos en México, «el que invita paga». Y si Dios invita, Él pondrá los medios. Será un gusto verte un día por nuestra casa y darte la bienvenida a la gran Familia Comboniana.

“Todo y para siempre”. Votos perpetuos y diaconado del escolástico Fernando Uribe

Texto: P. Ismael Piñón, mccj
Fotos: Seminario Comboniano de Sahuayo

El pasado 31 de enero, el escolástico comboniano Fernando Uribe Mendoza hizo la profesión perpetua en el instituto de los Misioneros Combonianos. Tres días después recibió la ordenación diaconal de manos de Mons. Francisco Figueroa, obispo auxiliar de Zamora.

Terminado su tiempo de formación y tras su experiencia de servicio misionero en la comunidad de Sahuayo, Fernando Uribe quiso dar el sí definitivo, un sí para toda la vida con el que se consagra para siempre al servicio de la misión en la familia de los Misioneros Combonianos. La ceremonia tuvo lugar en el Seminario Comboniano de Sahuayo y estuvo marcada por la emoción que lo embargó al decidir dejarlo todo para servir al Señor, especialmente cuando recibió la bendición de su mamá y de su hermana, que estuvieron presentes para acompañarlo y apoyarlo en este momento tan importante para su vida. “Todo y para siempre”, fueron las palabras pronunciadas en la homilía de la misa y que destacaron la importancia de la profesión perpetua de Fernando.

Tres días después, el 3 de febrero, Fernando recibía por la imposición de manos de Mons. Francisco Figueroa, obispo auxiliar de Zamora, la ordenación diaconal, ceremonia que tuvo lugar en el santuario de Santo Patrón Santiago de Sahuayo. En su homilía, el obispo recordó a Fernando y a todos los presentes que la experiencia de Dios tiene que ser compartida con generosidad y abundancia; es lo que Dios espera de nosotros. “Lo que se impone no seduce -afirmó el obispo-, es el amor de Dios lo que seduce, compartido desde la pobreza y la sencillez”.

Fernando seguirá prestando su servicio misionero en Sahuayo hasta el momento de su ordenación sacerdotal, que tendrá lugar dentro de unos meses. Después, estará dispuesto a ir allá donde los superiores lo envíen, con la alegría de ser ya un misionero comboniano consagrado de por vida para la misión, entregándole a Dios todo y para siempre.