Beatificación del P. Giuseppe Ambrosoli
El 20 de noviembre de 2022 fue beatificado el sacerdote y médico comboniano P. Giuseppe Ambrosoli. Aquí el artículo publicado por la revista Esquila Misional sobre su vida y su vocación.
El 20 de noviembre de 2022 fue beatificado el sacerdote y médico comboniano P. Giuseppe Ambrosoli. Aquí el artículo publicado por la revista Esquila Misional sobre su vida y su vocación.
No esperaba tener que quedarme en Roma, pero en el XIX Capítulo General los hermanos capitulares me han pedido que continúe mi servicio. Acepto su petición con fe, confianza y sencillez para servir a nuestro instituto y a la Misión. Confío en que los capitulares y todo el Instituto retomemos nuestro camino humano, cristiano y comboniano, cada vez más convencidos de que somos los sarmientos y de que Jesús es la vid.
El Instituto ha hecho un camino que no depende de una persona o de un grupo de personas, sino de todos los misioneros combonianos con la ayuda de Dios. Hemos caminado a través de nuestro compromiso con el anuncio del Evangelio, con el testimonio de Cristo y con el servicio a nuestros hermanos según los ministerios a los que hemos sido llamados. Hemos querido ser responsables con las nuevas vocaciones, especialmente las que proceden, en gran número, de algunas provincias [combonianas] de África. Hemos continuado nuestra reflexión sobre la llamada común a la fraternidad en nuestras comunidades interculturales, y hemos crecido con la Iglesia y el mundo en sensibilidad sobre el cuidado de la creación y por vivir bien nuestra relación con la naturaleza a través de la aceptación de las indicaciones del papa Francisco en Laudato si’. Crecemos en el diálogo con el mundo porque creemos que todos somos hermanos y hermanas. Hemos reflexionado juntos sobre cómo administrar los bienes comunes que tenemos para la Misión y cómo ser solidarios tanto dentro como fuera del Instituto. Como vimos durante el Capítulo, también hemos intentado reflexionar y gestionar nuestras fragilidades y limitaciones con un espíritu de responsabilidad y en una actitud de continua conversión. Sin embargo, yo dejaría a los demás la evaluación y el juicio del trabajo realizado por el Consejo General
Creo que lo que surgió del Capítulo, las semillas de vida que tenemos, las enfermedades que sufrimos y los sueños que queremos para nuestro Instituto, nos dicen claramente que estamos tratando de caminar y servir al reino de Dios. A través de la reflexión sobre el fundador y la regla de vida hemos crecido en nuestra identidad. Estamos contentos de que el Papa haya aprobado la posibilidad de que los hermanos no clérigos puedan servir como superiores, lo que también se puede aplicar en el Instituto. Además, en nuestras comunidades hemos caminado estos años como Familia Comboniana junto a las Misioneras Combonianas, las Misioneras Seculares Combonianas y los Laicos Misioneros Combonianos.
Entre los muchos objetivos que tenemos, hemos señalamos cinco: la necesidad de tener una espiritualidad fuerte y una identidad clara vivida en la alegría, comprometernos seriamente en la formación de nuestros jóvenes, ser generosos en el servicio de recalificación de nuestros compromisos según el espíritu de la ministerialidad y utilizar bien los recursos de los que disponemos para servir a la Misión. Estos retos conciernen a cada misionero y a todo el Instituto. Otro reto es la vida comunitaria desarrollada en comunidades interculturales. Haremos un buen itinerario si caminamos juntos, alegres de pertenecer a una comunidad que nos apoya y a la que aportamos nuestra contribución para que sea un cenáculo de apóstoles donde todos somos discípulos y misioneros.
Los retos del papa Francisco son para toda la Iglesia. En lo que se refiere a nosotros, me quedaría con esta frase de entre las muchas y hermosas que el Papa nos dirigió durante la audiencia que tuvo con los capitulares el pasado 18 de junio: «Si somos como sarmientos bien unidos a la vid, la savia del Espíritu pasa de Cristo a nosotros y todo lo que hacemos da fruto, porque no es obra nuestra, sino que es el amor de Cristo el que actúa a través de nosotros».
Los Combonianos, como hemos venido haciendo desde los tiempos de nuestro fundador, san Daniel Comboni, y como han hecho también las Misioneras Combonianas, las Misioneras Seculares Combonianas y los Laicos Misioneros Combonianos, caminamos con la gente que sufre, haciendo causa común con ellos y compartiendo nuestra fe de que Dios está con nosotros, incluso en medio del sufrimiento de los pueblos del mundo. Llevamos el mensaje de la Buena Noticia que da esperanza y fuerza para caminar y construir el reino de Dios.
Los Misioneros Combonianos, siguiendo el ejemplo del propio Comboni, que construyó internados para africanos en El Cairo y que trajo a Europa a africanos liberados de la esclavitud, tienen una larga tradición en el servicio a los inmigrantes, un servicio con el que continuamos en el contexto actual de Europa. Nos alegramos de que nuestros misioneros estén comprometidos en la acogida y la ayuda a los hermanos que se ven obligados a emigrar por diversas razones. La atención pastoral a estos hermanos es un gran reto para las Iglesias locales y para nuestra congregación. La realidad de las migraciones es muy compleja y los Gobiernos europeos responden desde un punto de vista político, mientras que la Iglesia y los Combonianos tratamos de hacerlo según el criterio evangélico, teniendo en cuenta la dignidad humana y el cuidado de las personas. Agradecemos al papa Francisco su ejemplo de vida y su enseñanza sobre la atención a los marginados e inmigrantes.
Como toda la Iglesia, los Misioneros Combonianos también somos realistas y nos damos cuenta de que las vocaciones disminuyen en el continente europeo. Sin embargo, también estamos convencidos de que el Señor sigue llamando en este continente a las personas para llevar la Buena Noticia: pueden ser vocaciones de adultos, de personas llamadas a la vida contemplativa, de discípulos llamados a través de diferentes movimientos eclesiales, y también vocaciones de laicos misioneros. En los últimos años hemos acelerado la internacionalización de nuestras provincias en Europa, donde ya no solo trabajan europeos. Esta es la realidad de la Iglesia. Europa ofrece muchas de sus riquezas como realidad eclesial y también sus desafíos, y sigue siendo parte de la Misión de Dios. Tenemos que discernir continuamente cómo continuar nuestra presencia aquí, acentuando nuestro compromiso con la evangelización y nuestro servicio ministerial en la realidad de las Iglesias en Europa. Al igual que en otros continentes, la Iglesia es dinámica y está en constante cambio, por eso el desafío es discernir los signos de los tiempos en cada lugar y contexto.
¿Me preguntas si es la hora de los africanos? Soy de los que creen que todos somos necesarios y prefiero hablar de la hora de Dios en la que todos participamos. San Daniel Comboni, su compromiso misionero en África y todos los misioneros combonianos pertenecemos a Dios. Nuestra participación en la Misión de Dios va de acuerdo con el plan y la hora de Dios. Siempre es el tiempo de Dios, no el de un grupo particular u otro, aunque a veces los combonianos de un determinado continente durante una etapa concreta hayan contribuido de manera especial.
Es cierto que estos últimos años nuestro Instituto está recibiendo el regalo de nuevos misioneros combonianos procedentes del continente africano. Nosotros, los africanos, que hemos recibido mucho de los misioneros de otros continentes, especialmente de Europa y de América, respondemos a la llamada misionera y comboniana con un espíritu de gratitud. El gran número de nuestros candidatos y jóvenes misioneros africanos en formación exige mucho personal y recursos y todo el Instituto está contribuyendo a ello con un gran sentido de la responsabilidad. La experiencia nos ha demostrado, en todos los continentes, que las vocaciones son un don de Dios y también una respuesta individual y comunitaria a una llamada exigente. Damos gracias por el don de las vocaciones y pedimos a todos que nos comprometamos a vivir nuestra vida consagrada y misionera con alegría, dando un buen testimonio con la ayuda de Dios y de la comunidad.
El hecho de que en los últimos años la mayoría de nuestras vocaciones procedan de África demuestra que las comunidades cristianas del continente son cada vez más generosas y sólidas, y por ello damos gracias a Dios. Como dice el papa Francisco, todos los cristianos estamos llamados a ser misioneros, es más, «a ser Misión». Hay institutos que nacieron y crecieron en Asia, y por lo tanto tienen muchas vocaciones asiáticas, y hoy muchos de los servicios son dirigidos por asiáticos, aunque no exclusivamente. Hay congregaciones que nacieron y crecieron en el continente americano y ahora muchos de sus miembros vienen de América. Y lo mismo ocurre para algunas congregaciones nacidas en Europa. Nosotros, gracias a san Daniel Comboni, nacimos para y con África y hemos crecido en el continente africano; fuimos enviados a otros continentes y nos enriquecimos de esas experiencias y ahora tenemos muchas vocaciones en África. El hecho de que los combonianos de África, al igual que los de otros continentes, estemos llamados a servir en diferentes niveles y lugares forma parte de la historia de nuestro Instituto que, como decía el propio fundador, «no es español ni francés ni italiano ni alemán, sino católico, es decir universal».