Falleció el P. Héctor Villalva

El P. Héctor Villalva Arroyo, misionero comboniano, falleció en la mañana del 5 de febrero en la residencia del Oasis, en Zapopan, Guadalajara (Jalisco). El P. Héctor, de 89 años, llevaba ya tiempo en la residencia de los combonianos para los misioneros ancianos y enfermos, donde recibía los cuidados que su estado de salud exigían, particularmente su enfermedad de Alzheimer.

Fecha de nacimiento: 12/07/1935
Lugar de nacimiento: Santa Rosalía (Chihuahua) / M
Votos temporales: 09/09/1964
Votos perpetuos: 09/09/1967
Fecha de ordenación: 03/07/1966
Llegada a México: 1973

Fecha de fallecimiento: 05/02/2025
Lugar de fallecimiento: Guadalajara / México

Héctor nació en Santa Rosalía de Cuevas, Municipio de Doctor Belisario Domínguez (Estado de Chihuahua), el 12 de julio de 1935, hijo de Juan Villalba y Ramona Arroyo. Cursó sus estudios primarios y secundarios en la localidad. En 1954 ingresó en el Seminario Conciliar de Chihuahua, donde cursó cuatro años de Humanidades. En 1958 inició el trienio de Filosofía.

En su corazón ya tenía claro el deseo de ser misionero. Ya había conocido a algunos misioneros combonianos en México. Durante su primer curso de teología, también habló abiertamente de esto con el obispo de la diócesis de Chihuahua, quien le dijo que estaba dispuesto a «dejarlo ir», y en agosto de 1962 le entregó sus cartas de renuncia.

El 28 de septiembre, Héctor está en la casa comboniana de Tepepam (Ciudad de México) para comenzar el noviciado de dos años. Allí pasa el primer año. En septiembre de 1963 se encuentra en el noviciado de Florencia (Italia) para el segundo año, durante el cual asiste al segundo curso de teología en el Seminario Episcopal de Fiesole. El 9 de septiembre de 1964 emite sus primeros votos religiosos en manos del Padre Maestro Stefano Patroni. Inmediatamente después, se traslada a Venegono Superiore para continuar sus estudios teológicos. El 3 de julio de 1966 fue ordenado sacerdote por San Pablo VI, en Roma.

De regreso a México, fue destinado inmediatamente al seminario menor de San Francisco del Rincón como formador y profesor. En julio de 1968 se encuentra en la ciudad de México, en la sede provincial, como director diocesano de las Obras Misionales Pontificias y asistente nacional de la Liga Misionera Estudiantil. El 1 de enero de 1971 está en el seminario comboniano de Guadalajara, como propagandista y encargado de la animación misionera. Aquí recibe carta de destino a las misiones de Uganda. En septiembre va a Cincinnati (USA) para un cursillo de inglés. En diciembre de 1971 está en Masindi (Uganda), diócesis de Hoima. Permanece allí seis años como vicario parroquial. A principios de 1976, se trasladó a Nyantonzi, en la misma diócesis.

En marzo de 1977, el Superior General, P. Tarcisio Agostini, le envió una carta de destino: «Le comunico que es deseo del Consejo General que regrese a México para ayudar a la provincia en sus diversas actividades. Conozco el sacrificio que te pedimos: dejar temporalmente Uganda y la obra que has comenzado no será fácil para ti. […] En México el Señor está bendiciendo nuestro instituto de manera especial con muchas vocaciones. El sacrificio que os pedimos se convertirá en alegría cuando veáis que estáis preparando a muchos nuevos misioneros para la misión en el futuro. Por eso, te destino a la provincia de México a partir del 1 de julio de 1977».

Después de unas vacaciones familiares, el padre Héctor fue superior del seminario de Guadalajara en septiembre de 1977. En julio de 1980 fue destinado al Centro Vocacional Comboniano de la Ciudad de México, como promotor vocacional.

Tras siete años en México, el padre Héctor pudo regresar a Uganda. En julio de 1984 se encuentra en la parroquia-misión de Kigumba, diócesis de Hoima. Permanece allí poco tiempo, porque el Padre Colombo Fernando, responsable del escolasticado internacional de Kampala, pide insistentemente un asistente y un posible sustituto, y nombra al Padre Héctor. En junio de 1985, el Padre Héctor recibe una carta del Superior General, Padre Salvatore Calvia, destinándole al escolasticado de Kampala, como ayudante del Padre Colombo: «Hay razones de peso que nos han llevado a esta designación. Sé que no es un gran consuelo para ti, pero he aquí mis razones: es un acto de estima hacia ti; estamos seguros de que tu presencia en el escolasticado será muy positiva, llena de equilibrio y estabilidad; hemos querido poner un formador «no italiano» para acentuar la internacionalidad en todas las estructuras del Instituto; por último, pensamos que no tendrás que sacrificar en absoluto el trabajo pastoral, porque en Kampala encontrarás muchas formas de trabajar en la pastoral, especialmente en la parroquia muy cercana de Mbuja».

En junio de 1988, el escolasticado fue trasladado a Nairobi, Kenia, y el Padre Pierli Francesco, nuevo Superior General, se apresuró a destinar al Padre Héctor a la Provincia de Kenia: «Espero que estés contento en tu nueva situación y que el escolasticado pueda comenzar este nuevo capítulo con la misma seriedad y compromiso que le has dado durante los años de su presencia en Uganda».

Tres meses más tarde, he aquí otra carta del Padre Pierli con un nuevo destino: «Conoces mejor que yo la evolución de los acontecimientos en los últimos tiempos: primero el traslado del escolasticado de Kampala a Nairobi, luego la situación precipitada en términos de personal para la formación en el Centro Internacional de los Hermanos (CIF) en Nairobi debido a la repentina partida del Padre Piergiorgio Prandina. Saben muy bien que los formadores no se improvisan. Por eso, después de varias reflexiones, el Consejo General decidió pedirle que estuviera disponible para ser el formador y superior de la comunidad del CIF». En octubre, está en la nueva casa de formación, donde permanece tres años. Aprende kiswahili, para poder ejercer la pastoral en la parroquia local que dirigen los misioneros mexicanos de Guadalupe.

En 1990 regresa a México para celebrar el 25 aniversario del sacerdocio del primer grupo de combonianos mexicanos. El superior provincial de México insiste en que permanezca en su tierra natal. Pero él no acepta. Está esperando un sustituto en el CIF, y le gustaría hacer trabajo pastoral en uno de los barrios pobres de Nairobi.

En diciembre de 1990, el padre Pierli le pide por carta que regrese a Kenya y espere al menos hasta mediados de 1991. Sabe que no accede al deseo de su cohermano, y le explica: «Los criterios que sigo para pedir “sacrificios especiales” son los siguientes: pido muy pocos, porque, al ser especiales, no es fácil encontrar a alguien que pueda soportarlos; los pido a alguien que creo que tiene la estatura moral y espiritual para soportarlos; y espero que el sufrimiento que causan pueda ser muy fructífero, si se acepta con fe».

En junio de 1991, el padre Pierli le envió una carta con el destino a la provincia de Uganda a partir del 1 de julio. El Superior General sintió la necesidad de añadir: «Le agradezco de todo corazón lo que ha hecho y lo que ha sufrido”.

El padre Héctor regresa a México para pasar las vacaciones. En octubre de 1991 está en Roma para iniciar unos cursos de espiritualidad; en enero de 1992 comienza el curso de actualización, hasta junio. En julio está en Kigumba, Uganda, como superior de la comunidad. Allí permanece hasta junio de 1998, cuando regresa a México para un año sabático, al final del cual recibe una carta del P. Manuel Augusto Ferreira, Superior General, destinándole a la Provincia de México a partir del 1 de enero de 1999.

Se traslada pues a Cuernavaca, al prepostulantado-seminario hasta diciembre de 2000, encargado de la animación misionera. En enero de 2001, se encuentra en Monterrey, donde está el aspirantado y el postulantado, siempre a cargo de la animación misionera.

En junio de 2003, es destinado a Uganda. En noviembre, está en Kampala, en la parroquia de Mbuya. Dos meses más tarde, es destinado a la misión de Rushere, diócesis de Mbarara, con el padre Paolo Tomaino. De junio de 2005 a marzo de 2006, está en la misión de Kyamuhunga (Bushenyi), diócesis de Mbarara, para volver de nuevo a Rushere hasta finales de 2011, cuando ya tiene 76 años y comienza a sentirse débil, con dificultad para recordar las cosas. Él mismo expresa su deseo de regresar a México.

El Superior General le escribe una carta destinándole a la Provincia de México. Entre otras cosas escribe: «Has trabajado durante un buen número de años en Uganda y Kenya. Por ello te doy las gracias de todo corazón, en nombre del Consejo General y de todo el Instituto. Te deseo felices y fructíferos años de apostolado en tu patria. Te encomiendo a la Virgen de Guadaluge y a San Daniel Comboni’.

En enero de 2012 estaba en Guadalajara, en el centro para hermanos ancianos, llamado OASIS, donde pasó el resto de su vida. Aquí falleció el 5 de febrero de 2025, rodeado del cariño y las oraciones de sus hermanos.

(Padre Franco Moretti, mccj)


Los árboles mueren de pie

(Al recibir la noticia del fallecimiento del P. Héctor Villalva Arroyo mccj)

Tres cosas no pudo robar el Alzheimer del corazón del padre Héctor Villalva: el arraigo al terruño que lo vio nacer (de hecho hasta el final le cantó ¡qué bonito es Chihuahua!), el amor a África donde trabajó incansablemente por más de 45 años (de hecho hasta el final siguió creyendo que apenas el día anterior había llegado al Oasis y ya estaba listo para regresar a su misión), su mirada tierna acompañada de una sonrisa bondadosa (de hecho hasta el final su rostro se iluminó con una paz que lo unía con la eternidad).

El P. Héctor Villalva y el P. Rafael González, formando equipo de promoción vocacional

Tres cosas – según me confesó él mismo – le llenaban de alegría: el haber sido ordenado sacerdote por el Papa Pablo VI en el Vaticano allá por el lejano 1966, el haber contagiado en México a tantos jóvenes con la vocación misionera y haber excavado tantos pozos de agua potable en Uganda para los más pobres que eran azotados cada temporada por el hambre, el nunca haberse alejado de la oración hecha con un alma jovial y creyente en la bondad de un Dios Padre misericordioso y un cariño filial a la Morenita de Guadalupe.

Tres cosas, con fe y lágrimas, dejas hoy en mi memoria agradecida: los largos diálogos durante nuestros viajes por el país cuando realizábamos nuestro trabajo de pastoral vocacional (ahí me enteré de tus secretos que te hacían un gigante en humanidad y no sólo por tu altura física), tu identificación con san Daniel Comboni en su entrega incondicional misionera dando todo en tu vida y para siempre (muchos comentaban que te parecías a nuestro Fundador en su constancia, aunque tal vez nunca te lo dijeron), tu capacidad de hacer amigos y amigas que perduran en el tiempo sin condiciones (mi propia familia así lo experimenta y también yo, aunque tu preferías las canciones de Carlos Gardel y yo las de Jorge Negrete, aunque yo podía pasarme toda la jornada sin comer y tú me exigías que nos detuviéramos de vez en cuando para echarnos un taquito, o cuando me acusabas de ser muy estudioso y tú prefería contar tus experiencias de vida)… en resumen, Héctor, no dejarás de ser mi ejemplo de sacerdote-misionero-comboniano aunque, por el momento, hayas surcado a la otra Orilla. Un atardecer, estamos seguros, nos volveremos a encontrar junto a Dios…y entonces nos seguirás dibujando todos los rostros de multiformes colores y lenguas que habitan tu alma misionera. Gracias y hasta pronto.

P. Rafael González Ponce mccj

Uno de los primeros grupos de combonianos mexicanos. De izquierda a derecha: P. Baltasar Zárate, P. Aurelio Cervantes, Mons. Jaime Rodríguez y P. Héctor Villalva
El P. Héctor Villalva con el Hno. Arnaldo Bragutti
El P. Héctor Villalva y el P. Agustín Pelayo, con la Hna. Conchita Vallarta, primera comboniana mexicana