Si el pecador se arrepiente…
Palabras para la Cuaresma
Por: P. Enrique Sánchez G., mccj
“Esto dice el Señor: “si el pecador se arrepiente de los pecados cometidos, guarda mis preceptos y practica la rectitud y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá; no me acordaré de los delitos que cometió; vivirá a causa de la justicia que practicó. ¿Acaso quiero yo la muerte del pecador, dice el Señor, y no más bien que enmiende su conducta y viva?” (Ezequiel 18, 21-ss).
La profecía de Ezequiel nos llega en este tiempo como una bocanada de aire fresco para nuestro espíritu. Nadie entre nosotros puede ufanarse o presumir de vivir exento de pecado. Todos, hasta el más justo y santo tiene que luchar a diario contra la tentación, contra las astucias del mal que trata de llevarnos por sus caminos con sus engaños y promesas de una felicidad que se esfuma y decepciona, porque no es fruto del amor ni de la verdad.
Todos descubrimos a diario muchas situaciones en las cuales nos decimos que las cosas podrían haber sido distintas y que el bien estaba a nuestro alcance, pero nos dejamos engañar por el mal que busca mil estrategias para hacernos caer.
Somos pecadores, eso es algo que no necesitamos rompernos demasiado la cabeza para darnos cuenta. Pero cuando nos acercamos al Señor y dejamos que su Espíritu empiece a hacer su obra en nosotros, entendemos que el problema no es que seamos pecadores, sino que encontremos placer en permanecer en esa situación. El pecado, por nuestra condición humana, nos acompañará hasta el final de la vida y siempre estaremos expuestos a vivir esa experiencia.
La buena noticia que nos anuncia el profeta Ezequiel es que hay una posibilidad de ir más allá de nuestra fragilidad y nos habla de un proyecto de Dios que hace que no acabemos vencidos por nuestra pobreza, nuestra debilidad e incluso por la maldad que podemos descubrir en nuestros corazones.
Dios nos ofrece un camino, unos instrumentos que nos pueden liberar del pecado, él nos invita a apropiarnos sus preceptos, a vivir siguiendo sus mandamientos, a ordenar nuestra vida teniendo como criterio el amor. Nos invita a ser instrumentos de justicia y a buscar el bien de los demás.
Quien practica la rectitud y la justicia, dice Ezequiel, esa persona se pone en condiciones de alejarse del mal y, por lo tanto, se aleja del pecado y de la muerte. Quien vive haciendo el bien y preocupado por servir y respetar a los demás, se convierte en una persona que vive en plenitud y se aleja de todas las situaciones de muerte que son frutos del pecado.
Y, precisamente, eso es lo que Dios quiere de nosotros. Dios no desea la muerte ni la destrucción del pecador; Dios sueña con su conversión, con el cambio y la enmienda que lo lleve a reconocer la presencia del bien como llamado personal, como meta de su caminar y manifestación plena de la vida de Dios en su peregrinar por este mundo.
Tal vez sea hoy el momento oportuno para que también nosotros, con humildad reconozcamos nuestros pecados, pero, sobre todo, para que nos demos cuenta de que Dios nos está brindado una oportunidad extraordinaria para hacernos cargo con responsabilidad de esa realidad que llevamos en nosotros.
Sí, somos pecadores, pero Dios nos está dando la oportunidad de liberarnos de todo aquello que nos tiene esclavizado, de todo aquello que descubrimos como realidades de muerte, de todo aquello que nos asfixia y no nos permite vivir plenamente gozando de la felicidad que el Señor nos propone.
Para tu reflexión personal
¿Cuáles son los pecados que más te afligen en este momento?
¿Qué experiencias de tu vida han amargado tu corazón y te tienen paralizado, aturdido y llenan tu corazón de oscuridad?
¿Identificas algunas injusticias que has cometido en tus relaciones con los demás?
¿Te entusiasma saber que Dios está entregado a quien más quiere, a su Hijo Jesucristo, para brindarte una posibilidad de vida y de libertad?
¿Estás dispuesto a retirarte de tus pecados para confiar más en la misericordia y en la bondad del Señor?
¿Cuáles son los signos de rectitud y de justicia en tu vida que puedes seguir practicando para consolidar la vida de Dios en tu caminar?