Carta del P. Elio Sassella contando el viaje de los primeros Combonianos que llegaron a México

El 25 de noviembre es el aniversario de la muerte del P. Elio Sassella, superior del primer grupo de Combonianos que llegaron a México. En el Bolletino della Congregazione dei Figli del S. Cuore, nº 26, hay tres páginas sueltas en las que se reproduce la primera carta que escribió narrando el viaje desde la salida de Nápoles hasta la llegada a Tijuana y sus impresiones de los primeros días en México. En memoria de este gran misionero y de aquel primer grupo, reproducimos aquí la carta completa. (En la foto, es el segundo por la derecha, con sombrero y abrigo negro).

«Les escribo desde Tijuana, nuestro destino temporal, para darles un pequeño informe de nuestro viaje y nuestras primeras impresiones de México, país que ya conocemos personalmente.

El viaje, como ya escribí, fue bastante incómodo. Llegamos a Nueva York el 1 de enero (1948), después de trece días de viaje con escalas de unas horas en Palermo y las Azores para desembarcar y embarcar pasajeros. Viajaban con nosotros cinco Padres Menores de varias provincias que iban a China, vía San Francisco-Pacífico, y dos sacerdotes del sur. Era posible celebrar la misa en una sala completamente libre, y los días de fiesta teníamos una gran afluencia de público. El P. Ziller estaba muy perturbado y, un poco menos, el Hno. Garzotti. El penúltimo día fue tormentoso; varios barcos vinieron en nuestra ayuda y uno pequeño se hundió, mientras que uno que transportaba cuerpos de africanos caídos de Europa tuvo un incendio a bordo. Nos alegramos cuando pudimos poner los pies en tierra firme.

En Nueva York encontramos al P. Barbisotti, quien nos ayudó a desembarcar y con él fuimos en coche cama a Cincinnati, donde conocimos a los hermanos, que acogieron con entusiasmo a los “californianos” y nos trataron con exquisita amabilidad durante tres días, en los que descansamos y tuvimos ocasión de visitar las dos parroquias y ver con alegría el Sacred Heart Seminary, al que deseamos grandes éxitos y al que consideramos como nuestra próxima base.

El 20 de enero, a primera hora de la mañana, partimos hacia Los Ángeles; el P. Accorsi vino con nosotros y aprovechó para hacer algunos contactos en el Oeste. Llegamos el 22 por la tarde. Monseñor Torres y Hurtado, que había sido avisado por telegrama desde Cincinnali y que nos dio una conformación, nos esperaba en la estación con dos autos y un coche grande; estaban con él el rector del seminario, un joven sacerdote que estuvo en Roma y que habla muy bien italiano, y un par de teólogos que nos hacen de chófer cuando es necesario.

La acogida fue muy cortés, llena de sincera caridad y atención por parte de todos. Monseñor habla muy bien italiano, le gusta mucho Italia: nada más llegar nos llevó a comer algo en un restaurante italiano y, para la cena en el seminario había dispuesto que  dos cocineros de Vicenza la preparasen a la italiana. Allí estaban los seminaristas alineados para darnos la bienvenida con palmas y cantos mexicanos. Monseñor nos acompañó a la iglesia para dar gracias al Señor y a la Virgen por nuestra llegada. Es un hombre de gran fe, muy devoto de la Virgen, a quien ha confiado todo el Vicariato; un gran trabajador, muy paternal, yo diría fraternal con nosotros, firme frente al poder civil, que a estas alturas ya no lo acosa porque conoce su franqueza y sabe que cuenta con el apoyo del Presidente.

En estos primeros días tuvimos la oportunisdad de ver cuánto se ha hecho en ocho años. Antes en toda la región había ¡sólo 2 sacerdotes! Ahora ha conseguido tener 32 (con nosotros); abrió varias escuelas, algunas incluso numerosas, dirigidas por Hermanas, que antes ni siquiera se conocían; las escuelas son de niñas con niñas de las primeras clases, que son in spe también colegios para chicos.

En el norte nos encontramos en un ambiente que tiene mucho de “americano”, sobre todo para el turismo: americanos que vienen a divertirse aquí. Hay cuatro o cinco ciudades que se han desarrollado en los últimos tiempos: Mexicali, con 100.000 habitantes o más y un solo sacerdote; Tijuana, con 60.000, está un poco mejor atendida; en ella está Monseñor, el seminario, dos parroquias y cuatro conventos con monjas con colegios; Ensenada con 20.000 habitantes, cuenta desde hace un mes con Hermanos Franciscanos de la Provincia de Guadalajara (tres padres y tres hermanos) que han sustituido al único sacerdote que había al principio; hay pueblos de mil, dos mil y más habitantes sin ningún cura.

En el sur es parecido, con el añadido de que faltan los hermosos caminos que hay aquí; hay que establecerse en los tres centros indicados: La Paz (8.000 habitantes en el centro, y unos 20.000 en el territorio), San José del Cabo, Santa Rosalía (no Loreto, como se había entendido erroneamente primero). En San José no hay sacerdote, y allí las Hermanas tienen que hacer un poco de todo: el cura sólo viene a La Paz (6 horas en diligencia) alguna veces al mes; en Santa Rosalía hay un puerto de cierta importancia, porque una empresa francesa explota minas de cobre y tungsteno. Me reservo dar más adelante datos mucho más detallados y precisos.

La entrada en México fue como dar un paseo. Monseñor Torres invitó también al P. Accorsi, que permaneció con nosotros hasta la mañana del día 27 y pudo hacerse una idea del ambiente y quedó bien impresionado por la acogida y el trabajo que nos corresponderá realizar.

El P. Ziller y el P. Piacentini están en Mexicali, donde ayudan al párroco, muy necesitado de ayuda, y practican su español. Tal vez otros dos padres vayan también un tiempo a Ensenada con los Padres Franciscanos, que los acogen de corazón. Los demás (es decir, por ahora cuatro padres y los tres hermanos) están aquí como huéspedes en el seminario, que todavía no está terminado; hay unos cincuenta seminaristas (otros están en los otros seminarios) en todas las clases; Monseñor nos lo ha pedido y no hemos podido rechazar.  Mientras que estamos aquí, yo enseño un poco de dogmática y el P. Ruggera moral (matrimonial) a los nueve teólogos.

El P. Vignato estuvo muy bien durante el viaje; cuando llegó a Cincinnati sufrió una furunculosis en el cuello que le produjo fiebre. Lo visitó un médico de la ciudad y tras tres inyecciones de penicilina, todo pasó, incluso en estas circunstancias nos encontramos con los máximos cuidados y todas las atenciones ya sea por parte de los superiores del seminario como por parte de los médicos, que no quisieron ser recompensados.

En cuanto a la lengua, tenemos máxima facilidad para hablar, porque estamos en medio de seminaristas y con los superiores, todos hablan mucho y de muy buena gana. El primer domingo de febrero comenzaremos a confesar e intentaremos una pequeña prédica: los hermanos se están cansando un poco con los estudios, se está intentando buscar algo que pueda servir para ellos más adelante, algo en lo que se puedan ocupar, pero ellos también están aprendiendo bien.

En lo que respecta al momento de alcanzar el territorio del Sur,  Monseñor pretende que sea en febrero, cuando él y yo vayamos a La Paz. Allí oiremos lo que piensa el Gobernador y, tras el resultado de esta primera reunión, nos ocuparemos de que vengan los demás, con especial urgencia los de San José, ya que allí no hay nadie. Si surgiese alguna dificultad antes de que vengan los padres (si no, más tarde) se hará un viaje a la Ciudad de México para obtener el permiso escrito (hasta ahora sólo tenemos la confirmación oral del Gobernador) y comenzar al pie de la Virgen de Guadalupe el nuevo trabajo. Espera obtener también abundante ayuda material y quiere que yo lo acompañe para conocer a los dirigentes de un comité misionero que trabaja para Baja California, el cual dará seguro su ayuda al territorio Sur.

Este es el plan; si todo va bien este mes o la primera mitad de marzo deberíamos estar en nuestro puesto. Sin embargo, debemos rogar mucho para que podemos obtener fácilmente el permiso de residencia, pero el permiso para ejercer el ministerio no se nos puede conceder, estrictamente hablando, porque va contra la Constitución que los extranjeros lo ejerzan; nadie dirá nada, lo mismo que con tantas otras leyes; el peligro es que algunos masones (y en México la masonería está muy extendida y es muy fuerte, incluso aquí en Tijuana está la logia con edificio propio y emblemas expuestos en público…) plantea quejas por la violación de la Constitución. Sin embargo, no se prevén peligros y dificultades graves; por el contrario, Monseñor Torres nos leyó una carta del subdelegado de Mulegé (en el municipio de S. Rosalia) que dice que el municipio está privado de toda asistencia religiosa; desde su nombramiento, se ha formado una comisión, de la que forma parte el Gobernador de La Paz; se ha restaurado la antesala jesuítica del siglo XVIII, la iglesia está lista. Él mismo vino a bendecirla y a inaugurarla para el culto, disponiendo que a partir de entonces se celebraran oficios religiosos al menos una vez cada 15 días; esto da una idea de la situación religiosa de la región, y también de la actitud de las autoridades a pesar de las leyes anticlericales.

La población es muy religiosa; es fácil ver, como en Sicilia y en nuestro Mezzogiorno, a personas, incluso hombres, rezando en público con los brazos en cruz, arrastrándose de rodillas desde la puerta de la iglesia hasta el altar; comulgan con grandes escapularios de las distintas cofradías; son muy deferentes con el sacerdote, no dejan de besarle las manos… Naturalmente, falta la asistencia y la instrucción religiosa… Ahora, con Mons. Torres, se ha iniciado un hermoso movimiento con los pocos sacerdotes y la ayuda de las Hermanas (todas sin hábito), que hacen una labor verdaderamente misionera: aquí en Tijuana, tienen sus pequeños colegas en los diferentes barrios con capilla, donde el sacerdote viene cuando puede, para celebrar misa; reúnen a la gente los domingos; tienen 32 puestos de catecismo; van casa por casa interesándose por los niños; investigando y analizando las situaciones difíciles, etc.; conducen el automóvil; ahora que hemos llegado nosotros, nos recogen con el auto para llevarnos a celebrar la misa.

Como última curiosidad, el vicerrector del seminario está organizando una corrida de toros en el centro de la ciudad con los toreros más famosos y la presencia de renombrados artistas de Hollywood a beneficio del seminario, y está planeando una hermosa ayuda para continuar con la obra.

Es cierto que cada ambiente tiene su propia fisonomía; es necesario conocer el alma mexicana para entrar en contacto y hacer el bien.

Monseñor nos advierte del peligro que podemos correr los italianos, habituados a costumbres más severas; existe el peligro de irnos al extremo opuesto, como le sucedió al que nos precedió y que formó una triste tradición, especialmente a San José. La Virgen, sin embargo, también ha concedido gracia a este respecto: Monseñor, que falleció hace apenas un mes, la puso en marcha con el permiso de la Santa Sede.

En cuanto a la situación civil y geográfica, la dificultad, como estamos viendo, estará en la comunicación con los pueblos y rancherías dispersas; hay vida civil en los centros, y se puede encontrar un poco de todo; hay luz eléctrica en todos los pueblos, así como comunicación por avión dos veces por semana entre Tijuana, Santa Rosalía y La Paz, y entre La Paz y el continente está la famosa carretera (transitable) por la que se puede hacer el tramo La Paz – S. José en seis horas de diligencia.

He tratado de transmitir la información que pudimos obtener en este primer encuentro con México y se la hago llegar a ustedes. Espero que los hermanos oren por la nueva misión para que sea bendecida por Dios desde el principio, y que cuando estemos asentados vengan otras expediciones a ayudar a las ovejas perdidas que esperan un pastor. Aquí hay tanto por hacer. Hay gente que necesita pastores, hay poblaciones necesitadas de atención pastoral y se realiza una labor verdaderamente misionera por estos sacerdotes y religiosos que no tienen en mente otra cosa que el triunfo de la bondad y de Nuestro Señor. Como decía Mons. Torres, existe también la satisfacción de trabajar y luchar contra las fuerzas del mal que son oficialmente dueñas del campo, pero debemos ser testigos de una manifestación de fe simpre renaciente, a pesar de cien años de constitución anliclerical.

Es fácil encontrarse con verdaderos maestros de la fe, que cuentan la alegría del tiempo en que fueron encarcelados por Nuestro Señor; el propio Monseñor fue juzgado y condenado a muerte, pero luego el juez le mostró en la clandestinidad a dónde tenía que huir. “si no -decía-, mi mujer y mi hija me matan…”.

Nuestra tarea es que este soplo de lo sobrenatural, que se eleva del México mártir, llegue también a las almas abandonadas de la Baja California del Sur.

Concluyo deseándoles lo mejor en todas las obras que nuestros hermanos realizan en todas partes y asegurándoles que estamos, incluso desde este remoto rincón del mundo, íntimamente unidos a todos ellos en la caridad del Sagrado Corazón de Jesús y de María.

Elio M. Sassella F. S. C. J.

P.S. – Si escriben, usan el correo aereo. Si no, tarda meses»