Indulgencia: misericordia ilimitada
En ocasiones resulta difícil hablar sobre indulgencias debido a los abusos que se dieron en el pasado; es decir, cuando se utilizaron como medios para obtener recursos económicos más que como gracias que Dios regala, por mediación de la Iglesia, a los que las buscan con amor y humildad. Las indulgencias son algo muy hermoso que nunca debemos perder.
MAYO
(01-04): Jubileo de los Trabajadores
(04-05): Jubileo de los Empresarios
(10-11): Jubileo de las Bandas Musicales
(16-18): Jubileo de las Cofradías
(24-25): Jubileo de los Niños
(30 mayo-1 junio): Jubileo de las Familias, de los Abuelos y de los Mayores
El papa Francisco afirma: «la indulgencia permite descubrir cuán ilimitada es la misericordia de Dios». Y enseguida nos explica: «…como sabemos por experiencia personal, el pecado “deja huella”, lleva consigo unas consecuencias no sólo exteriores… sino también interiores, en cuanto “todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio”. Por tanto, en nuestra humanidad débil y atraída por el mal, permanecen los “efector residuales del pecado”. Estos son removidos por la indulgencia, siempre por la gracia de Cristo…» (Spes non confundit 23).
Además de la sinceridad de corazón, las condiciones para recibir este don de la plena indulgencia son las siguientes: la purificación a través del sacramento de la reconciliación; recibir la santa comunión; la oración por las intenciones del Santo Padre; pasar por la Puerta Santa en alguna de las catedrales o basílicas asignadas para ello; realizar alguna obra de misericordia; igualmente se nos enseña que dichas indulgencias pueden ser ofrecidas en intercesión orante por nuestros difuntos.
En definitiva, en el significado profundo de las indulgencias hay un llamado a experimentar el amor incondicional de Dios que nos lleve a ser mejores discípulos de Jesucristo y audaces misioneros de la «esperanza que no defrauda» (Rom 5,5) al interno de este mundo tan herido.
P. Rafael González Ponce, mccj