Un pueblo cansado de extorsiones

Por: + Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

MIRAR

El reciente viernes 8 de diciembre, un grupo criminal, que dice ser de La Familia Michoacana y que siempre andacon armas de grueso calibre, citó a los campesinos de Texcapilla y de comunidades aledañas, muy cercanos a mi pueblo natal, del municipio de Texcaltitlán, para exigirles una elevada cantidad de dinero por sus siembras de haba, chícharo, avena, maíz y frijol. La gente les decía que no podían pagar esa nueva cuota, pues sus cosechas no les rinden lo suficiente. Ante la intransigencia del grupo criminal, los campesinos se armaron de valor, sin mayores armas que machetes, azadones, palos y alguna escopeta vieja, y arremetieron contra ellos, matando a todo el grupo, incluido su líder, alias el “Payaso”. Dicen que a éste lo terminó de abatir una mujer, con sólo un cuchillo en su mano. Por cierto, en forma circunstacial, yo había hablado con este líder, al igual que con el del grupo que domina mi pueblo, exhortándolos a un cambio de vida, pero para ellos les importa más el dinero que exigen a los campesinos, que otros valores de la fe cristiana, aunque se declaran católicos. Su dios es el dinero. Aquí no es tanto problema de venta y consumo de drogas, sino extorsión o cobro de piso a todo mundo que trabaja en algo.

Después de algunas horas, llegaron el ejército, la policía estatal y la guardia nacional para proteger el lugar, pero la gran mayoría del pueblo ha huido a otros lugares, pues temen represalias del grupo criminal, que de inmediato han desaparecido a algunos miembros de esas comunidades. Se perdió la paz. Se canceló la fiesta patronal a la Virgen de Guadalupe. El párroco, que es el mismo de mi parroquia nativa, fue a celebrar la Misa dominical acostumbrada, y no encontró gente. Fue a visitar y consolar a varias familias, y encontró varias casas cerradas y otras abandonadas. Yo pasé por ese lugar y vi mucha policía, pero las familias han huido del lugar. El pueblo se sintió abandonado por las autoridades. Cansado de tanta extorsión, se sintió en la necesidad de tomar justicia por sus propias manos. No aprobamos esta reacción, pero a eso orillan las autoridades federales, al dejar indefensos a los pobres campesinos.

De diversas maneras, los obispos hemos acudido a las autoridades federales y estatales, para hacer de su conocimiento el crimen incontrolado de la extorsión, pues a todo mundo le cobran por lo que hace y trabaja. Y si alguien no les paga lo que ellos exigen, se expone a todo tipo de represalias, incluso a ser secuestrado y asesinado. Nuestras autoridades presumen que han logrado disminuir los índices de criminalidad en el país, y qué bueno que así sea, pero nosotros tenemos otros datos, que ellos se resisten a tomar en cuenta. Mandan de cuando en cuando a policías y ejército a nuestros pueblos, pero, como yo le decía a alguien de la guardia nacional, mientras el ejército está presente, todo es tranquilidad; pero apenas se retira, aquellos reaparecen y siguen haciendo sus arbitrariedades. El pueblo se siente desprotegido. Las autoridades piden que la gente denuncie casos concretos, para que ellos puedan proceder legalmente, pero les hemos insistido en que nadie se atreve a denunciar estas extorsiones, porque se expone a perder la vida. El gobierno debería implementar, además de lo que hace en estos casos, un sistema de inteligencia investigadora, con modernos medios tecnológicos, para tener pruebas in fraganti de este crimen de la extorsión, porque esos grupos armados tienen sus halcones que les avisan cuando viene en camino el ejército, y les da tiempo de esconderse; por ello, cuando pasan los soldados, a nadie encuentran. Hay que cambiar la estrategia, aunque el gobierno federal ha decidido seguir con su mismo sistema, que se ha demostrado insuficiente y fallido. Mientras, la población general, también los pobres, siguen expuestos a los abusos de los grupos criminales. ¡Y pensar que muchas personas quieren que la próxima, o el próximo presidente del país, sigan en la misma línea! ¡Sólo por los apoyos sociales que les dan!

DISCERNIR

El episcopado mexicano, el 16 de noviembre pasado, al terminar su asamblea ordinaria, emitió un comunicado en que se dice: “Nuestras comunidades en México siguen padeciendo la inseguridad y la violencia que crecen de manera exponencial en muchas zonas de nuestro país. Y no se trata solo de estadísticas, sino de rostros y corazones de personas concretas que sufren las consecuencias de la violencia extrema, de la impunidad, de la desaparición de sus seres queridos, del cobro de piso, de la migración forzada y de las estrategias de seguridad fallidas… Debemos seguir buscando caminos operativos para construir una cultura de la paz”.

El 23 de junio del año pasado, nos expresamos “con profunda preocupación por la creciente violencia que sufre nuestro querido País y con una gran tristeza por la pérdida de miles de vidas inocentes que llenan de luto a familias enteras. El crimen se ha extendido por todas partes trastocando la vida cotidiana de toda la sociedad, afectando las actividades productivas en las ciudades y en el campo, ejerciendo presión con extorsiones hacia quienes trabajan honestamente en los mercados, en las escuelas, en las pequeñas, medianas y grandes empresas; se han adueñado de las calles, de las colonias y de pueblos enteros, además de caminos, carreteras y autopistas y, lo más grave, han llegado a manifestarse con niveles de crueldad inhumana en ejecuciones y masacres que han hecho de nuestro país uno de los lugares más inseguros y violentos del mundo.

Reconocemos que como Iglesia no hemos hecho lo suficiente en la evangelización de los pueblos y que es necesario redoblar esfuerzos. Queda mucho por hacer en la reconstrucción del tejido social, desde la labor pastoral que nos es propia. Hacemos un llamado a todo el pueblo de Dios, en especial a los sacerdotes, religiosos (as), catequistas, evangelizadores y demás agentes de pastoral, a sumarse en los trabajos por concretar el proyecto de PAZ de Cristo.

Queremos sumarnos a las miles de voces de los ciudadanos de buena voluntad que piden que se ponga un alto a esta situación. ¡Ya basta! No podemos ser indiferentes ni ajenos a lo que nos está afectando a todos.

Ante la gravedad de los hechos, hacemos un llamado al Gobierno Federal y a los distintos niveles de autoridades: es tiempo de revisar las estrategias de seguridad que están fracasando. Es tiempo de escuchar a la ciudadanía, a las voces de miles de familiares de las víctimas, de asesinados y desaparecidos, a los cuerpos policiacos maltratados por el crimen. Creemos que no es útil negar la realidad y tampoco culpar a tiempos pasados de lo que nos toca resolver ahora. Escucharnos no hace débil a nadie, al contrario, nos fortalece como Nación.

Todos somos mexicanos, todos necesitamos vivir en paz y concordia. Es responsabilidad de los gobernantes aplicar la ley con justicia para erradicar la impunidad, respetando los derechos humanos, pero procurando la seguridad de los ciudadanos y la paz social. Como obispos mexicanos en unidad con el Pueblo de México del que también somos parte, hacemos un respetuoso llamado a nuestras autoridades políticas a convocar a un diálogo nacional para emprender acciones inteligentes e integrales con el fin de alcanzar la paz mediante una participación conjunta. Creemos que la paz es posible, que tiene que ser posible. En esta tarea todos los ciudadanos de buena voluntad podemos ser aliados. ¡No perdamos esta oportunidad!”

En la misma línea nos expresamos el 14 de noviembre de 2019: “Otra de nuestras preocupaciones es la escalada de la violencia en amplias regiones de nuestro México. Esa violencia ha provocado más pobreza, abandono e inseguridad. Nos parte el alma constatar los múltiples asesinatos, secuestros y extorsiones, que permanecen impunes. Se debilita, así, el estado de derecho, y eso aumenta la corrupción y ahuyenta la paz. Solamente trabajando todos juntos podemos resolver estas situaciones: como Iglesia debemos fortalecer no solo el conocimiento de la doctrina, sino la vivencia de los valores cristianos, porque muchos de los que se dedican al crimen forman parte de nuestra comunidad; el Estado debe velar por la seguridad de los ciudadanos, ofreciendo condiciones dignas, seguras y bien remuneradas a las fuerzas del orden; y a todos los ciudadanos nos corresponde cuidarnos los unos a los otros.

Pero estos mensajes nada dicen a las autoridades federales. Nosotros vivimos con la gente y hablamos de lo que el pueblo sufre. No estamos pensando en elecciones futuras, sino en hechos concretos.

ACTUAR

Desde la familia, eduquémonos en el respeto a los derechos de los demás y, sobre todo, en el amor a Dios y a nuestros prójimos, pues en eso nos jugamos la paz, la vida presente y futura.

“¡Estoy contra la guerra y a favor de la paz!”

Por: P. Saverio Paolillo
misionero comboniano en Brasil

Medalla “José Gomes da Silva” por los Derechos Humanos

A quienes me preguntan de qué lado estoy en medio de tantos conflictos armados que son sangrientos en varias regiones del mundo, respondo sin lugar a dudas que estoy del lado de las víctimas de la guerra. Estoy con el pueblo de Israel y Palestina, con el pueblo ruso y el pueblo ucraniano, con el pueblo de Sudán y todos los demás países africanos que enfrentan la tragedia de la guerra y pagan el alto precio por ella. Estoy del lado de los civiles que quieren vivir en paz y ya no pueden soportar las consecuencias de conflictos armados decisivos desatados sin su consentimiento por edificios blindados y adecuadamente protegidos. Estoy junto a los niños separados de sus familias y deportados, que explotan en minas confundidas con juguetes. Estoy junto a las víctimas inocentes que lo pierden todo: su salud física y mental, la seguridad de sus hogares y sus relaciones emocionales. Estoy junto a los millones de refugiados. Estoy junto a los jóvenes que son reclutados por la fuerza, obligados a permanecer en primera línea como “carne de cañón”, arrojados al frente por gobiernos beligerantes y mandos militares que no respetan la vida. Estoy junto a las madres y los padres que lloran frente a sus hogares destruidos y excavan incansablemente entre los escombros de los bombardeos con la esperanza de encontrar a sus seres queridos enterrados vivos allí. Estoy junto a los ancianos que no tienen adónde ir y se quedan atrás, totalmente abandonados. Estoy en el lado más débil del conflicto.

Estoy decididamente en contra de la guerra, de la locura sin retorno, de la “masacre entre personas que no se conocen, en beneficio de personas que se conocen, pero que no se masacran” (Paul Valéry). Estoy en contra de los líderes que lo declaran, de los poderosos de la tierra que lo alientan y de los ricos que lo financian. No me interesan sus orígenes, sus ideologías, sus religiones, sus banderas, los bloques a los que pertenecen y los motivos que les llevan a tomar esta decisión, porque la guerra es siempre una opción irracional e inhumana. Por más necesario y justificable que parezca, es el peor crimen contra la humanidad. Nunca es “santo” y nunca es “justo”. Es un certificado de fracaso, la peor solución o más bien la peor irresolución. Es una derrota de la política, pero también una vergonzosa rendición a las fuerzas del mal. “¡La guerra es un monstruo, es un cáncer que se alimenta tragándolo todo! Además, la guerra es un sacrilegio, que destruye lo más preciado de nuestra tierra, la vida humana, la inocencia de los pequeños, la belleza de la creación” (Papa Francisco). Por eso siempre hay que evitarlo. De hecho erradicado.

Me opongo a quienes difunden el odio y alientan la violencia. Contra quienes viven y se enriquecen a través de la guerra. Contra los que producen armas y las venden, los que son elegidos con la financiación de los productores de armas, y hay que inventar una guerra para devolver el favor recibido.

Estoy en contra de los libros de historia que siempre cuentan la versión de los más fuertes, describen los conflictos armados como momentos de gloria y celebran como héroes a los individuos responsables de masacres sin precedentes.

Estoy del lado de la PAZ. Es caro, pero es la única forma de ser y de vivir que nos hace sentir auténticamente humanos. Apoyo a quienes saben que “la paz sólo se hará realidad cuando comience en todos nosotros, y que la guerra debe detenerse en nuestros corazones antes de que llegue al frente. El odio debe ser erradicado de los corazones antes de que sea demasiado tarde. Para ello necesitamos diálogo, negociación, escucha, capacidad diplomática y creatividad, una política amplia capaz de construir un nuevo sistema de convivencia que ya no se base en las armas, las armas y la disuasión” (Papa Francisco).

Estoy del lado de quienes creen en la solidaridad, la justicia y la hermandad. Estoy con quienes saben que los conflictos y todas las guerras “encuentran sus raíces en el desvanecimiento de los rostros” (Don Tonino Bello). Cuando nos cerramos al rostro del otro y no lo reconocemos como hermano y hermana, las armas entran en juego y la violencia se apodera de nuestras relaciones interpersonales. Si mantenemos ante nuestros ojos a la otra persona, su rostro y su dolor, no podemos desfigurar su dignidad con violencia (Papa Francisco).

Estoy con aquellos que quieren encontrarse, mirarse a la cara con serenidad y redescubrir los rasgos del hermano y de la hermana que hay que amar y acoger y no del rival que hay que eliminar. Estoy con aquellos que no sólo quieren hacer la paz, sino que quieren ser paz.

Para despertar la conciencia de ser misioneros de paz en la sociedad

Desde siempre el ser humano ha convivido con «escuelas de violencia». En todas las culturas y en todos las épocas la humanidad se ha preparado para atacar al otro que se ve como rival, como peligro o como amenaza; de hecho, los ejércitos, los centros de adiestramiento… son escuelas donde las personas aprenden distintas técnicas para defenderse, atacar matar a sus semejantes.

Por: Hno. Joel Cruz, mccj

Y ¿qué decir del ambiente que nos rodea? Los medios de comunicación resaltan los hechos de violencia y de muerte, las relaciones interpersonales, familiares, institucionales, laborales… marcadas por la violencia en diverso grado… las mismas sociedades en las que crecemos son escuelas de violencia.
Esto hace que nos acostumbremos y la aceptemos como normal. ¿Qué podemos decir, cuando nuestras sociedades hechas de bautizados, son las más violentas? ¿Qué podemos decir cuando vemos a diario que cristianos agreden y matan a otros cristianos? Es una evidente contradicción con la fe que profesamos.

Desde la experiencia de nuestra convivencia cotidiana, podríamos decir que nuestras comunidades cristianas (parroquias, grupos, movimientos apostólicos, seminarios, escuelas católicas…) deberían ser los lugares donde las personas se encuentran con Dios, y por lo mismo, ser espacios donde se desaprende la violencia. Espacios donde la creatividad del cristiano desarrolla una verdadera cultura de paz, pero la realidad nos dice que no siempre es así.

Creer en la palabra de Dios, implica para todo cristiano, hacerse promotor de una alternativa a la violencia. Todo cristiano debería buscar la manera de que cada ser humano transforme sus armas en instrumentos y fuerza de trabajo para el bienestar de todos. Si eso no lo hacemos nosotros que nos decimos seguidores del «Príncipe de la paz», ¿quién debería hacerlo?

De alguna manera los cristianos somos la presencia de Jesús en esta tierra, en nuestras sociedades. Cada uno de nosotros cree que Jesús es la luz del mundo (Jn 8,12). Ciertamente esta luz puede estar prendida e iluminar en la medida en que nosotros, que somos su cuerpo, la tenemos encendida.

Esto significa que nos corresponde proponer y practicar el Evangelio de la paz, con la conciencia de que se trata de un compromiso exigente que requiere pasión, estudio, dedicación y disponibilidad para dedicar tiempo a esta misión que Jesús nos encomendó realizar en donde vivimos y convivimos.

Para comenzar a sensibilizar y despertar la conciencia de esta misión en los cristianos, te comparto una guía para realizar un taller, retiro o convivencia, ya sea con tu grupo, con los agentes de pastoral de tu parroquia o movimiento religioso, también lo puedes hacer para toda la gente que participa en las misas y actividades de tu parroquia.

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Misioneros con espíritu

Por: P. Enrique Sánchez G., mccj

«Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón» (Evangelii gaudium 262).

Comento aquí esta frase del magisterio del papa Francisco que nos invita a vivir nuestro compromiso cristiano con especial sensibilidad misionera. Detenernos sobre esas palabras nos ayuda a ir un poquito más lejos en nuestro deseo de responder al mandato de Jesús de ir por todo el mundo como discípulos y misioneros suyos.

Entendemos que la misión evangelizadora de la Iglesia no es simple estrategia para ganar adeptos, sino una experiencia de vida que exige entrar al mundo de Jesús para constatar que su misión es única, y que es una bendición que nos la comparta y que nos involucre en ella.

La misión nos obliga a asumir un estilo de vida en donde nuestro corazón está inquieto por anunciar lo que nosotros mismos hemos visto y oído, como bien decía san Juan (1Jn 1,3) y eso nos convierte más en testigos que en predicadores. La misión, como compromiso personal con Jesús, se convierte en experiencia espiritual. Es donde nos encontramos con el Señor, y en donde nos descubrimos instrumentos y colaboradores con el proyecto de Dios, que quiere que todas las personas lo conozcan y tengan vida eterna en Jesucristo (Jn 6,40). Es una experiencia que no podemos guardar para nosotros mismos y que estamos llamados a compartir con quienes están más alejados y necesitados. Pues la misión es algo urgente: ¡Ay de mí si no evangelizo! (1Cor 9,16-19.22-23).

El Papa nos dice que tenemos que ser evangelizadores con Espíritu, que viven su compromiso fundados en la oración y en el trabajo. Una misión que no esté fundada en un encuentro continuo, en oración y en amistad profunda con el Señor, es muy fácil que se convierta en actividad vacía.

La misión es tarea que se cumple desde el corazón y sólo llegaremos a ser auténticos misioneros en la medida en que nos sintamos amados, perdonados y enviados a ser mensajeros de la alegría del Evangelio y de la misericordia infinita de nuestro Padre Dios. Seremos misioneros contentos en la medida en que nos dejemos invadir por la fuerza del Espíritu, que seguirá siendo siempre el protagonista de la misión.

“¿Cómo desafía Laudate Deum nuestra misión?”

Por: P. José Vieira, desde Etiopía

El Papa Francisco publicó su Exhortación Apostólica Laudate Deum (LD) sobre la crisis climática, dirigida a todas las personas de buena voluntad, en la fiesta de San Francisco de Asís, ocho años después de su innovadora Carta Encíclica Laudato si’ (LS) sobre el cuidado de nuestra casa común. El “ecoPapa” retoma el tema ocho años después, porque nuestro sufrido planeta se está derrumbando al borde del colapso y el cambio climático está causando estragos en todas partes. Así lo explica:

“Han pasado ocho años desde que publiqué la Carta Encíclica Laudato Si’, cuando quise compartir con todos vosotros, mis hermanos y hermanas de nuestro sufrido planeta, mis más sentidas preocupaciones por el cuidado de nuestra casa común. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que nuestras respuestas no han sido adecuadas, mientras que el mundo en el que vivimos se derrumba y puede estar acercándose al punto de ruptura. Además de esta posibilidad, es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará cada vez más la vida y las familias de muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la sanidad, las fuentes de empleo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzosas, etc.”. (LD 2).

PLANETA SUFRIENTE: EL DIAGNÓSTICO

Los síntomas de “nuestro planeta sufriente” debido al cambio climático provocado por el calentamiento global debido a la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera son muchos y evidentes: temperaturas más elevadas, fenómenos meteorológicos extremos, olas de calor frecuentes, grandes sequías e inundaciones, fuertes nevadas. El hielo de los polos y de los glaciares se derrite a un ritmo alarmante mientras que el nivel del mar sube inundando las zonas costeras; las aguas del mar son más cálidas, más ácidas y con menos oxígeno, lo que amenaza la vida marina.

Los pobres, los que sufren el peor impacto de la crisis climática a través de problemas de salud, pérdida de propiedades, desplazamientos, son culpabilizados (LD 9). Sin embargo, los países más ricos son los grandes agentes del cambio climático.

“Si consideramos que las emisiones por individuo en Estados Unidos son aproximadamente dos veces superiores a las de los individuos que viven en China, y unas siete veces superiores a la media de los países más pobres, podemos afirmar que un amplio cambio en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo” (LD 72), subraya el Papa al final de su exhortación.

Una investigación de Oxfam y el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo que examina las emisiones de carbono revela que el diez por ciento más rico de la población mundial -unos ochocientos millones de personas- es responsable de la mitad de las emisiones globales de CO2, mientras que la mitad más pobre -unos cuatro mil millones de seres- emite sólo el ocho por ciento.

Francisco señala también como otra causa de la crisis climática el creciente paradigma tecnocrático que proclama el credo del crecimiento infinito e ilimitado y del poder humano, obteniendo el máximo beneficio al mínimo coste.

EL PLANETA QUE SUFRE: LA CURA

Para salvar nuestra casa común del colapso, el Papa propone repensar el uso del poder. Para equilibrar el progreso, la humanidad necesita también “un desarrollo de los valores y de la conciencia de la responsabilidad humana” (LD 24).

La ecología integral es otra respuesta clave a la crisis climática. El Papa escribió en Laudato Si’ que hay que “escuchar tanto el grito de la tierra como el grito de los pobres” (LS 49). En Laudate Deum subraya que “el ser humano debe ser reconocido como parte de la naturaleza” (LD 26). “Dejemos, pues, de pensar en el ser humano como autónomo, omnipotente e ilimitado, y empecemos a pensar en nosotros mismos de otra manera, de una manera más humilde pero más fecunda” (LD 68), añade.

Constatando la falta de voluntad de los políticos para cambiar el actual paradigma del desarrollo -que no suelen ir más allá de las frases hechas-, el Papa propone un nuevo multilateralismo para contrarrestar la concentración de poder en manos de una élite que obtiene enormes beneficios de los combustibles fósiles. Potencia la sociedad civil y la relación global-local apostando por soluciones “desde abajo” a la crisis climática.

Francisco hace un repaso crítico de las cumbres climáticas periódicas -COP o Conferencia de las Partes-. Algunas fueron oportunidades perdidas. Los acuerdos para acelerar la transición energética, pasando de los combustibles fósiles a las fuentes renovables, y para compensar a los países más pobres por los daños climáticos tienen que aplicarse plenamente.

El Papa hace también una lista de motivaciones espirituales, entre ellas la contemplación del universo como revelador de la belleza y riqueza de Dios que se mantiene unido al Señor Resucitado hacia su plenitud. “El mundo canta a un Amor infinito: ¿cómo no cuidarlo? (LD 65), se pregunta.

El “ecoPapa” invita a todos a unirse a la “peregrinación de reconciliación” (LD 69) con nuestra casa común a través de pequeños pasos que incluyen cambios culturales, de estilo de vida y de convicciones.

Concluye su reflexión con un pronunciamiento muy fuerte: “Cuando los seres humanos pretenden ocupar el lugar de Dios, se convierten en sus peores enemigos” (LD 73). Por tanto, hay que dejar que Dios sea Dios.

ALGUNAS PROVOCACIONES MISIONERAS

¿Cómo interpela Laudate Deum a nuestra misión en Etiopía? Tomo cinco provocaciones concretas de la Exhortación Apostólica.

1. Lo pequeño es grande: “Los pequeños cambios pueden provocar otros mayores” (LD 17)

Los católicos en Etiopía son una Iglesia muy pequeña, con menos de un millón de fieles (alrededor del 0,8 por ciento de su población). La presencia comboniana también es diminuta: 24 misioneros en ocho comunidades y otros dos en camino. La pequeñez puede crear un complejo de inferioridad, que nos lleve a escondernos en nuestra zona de confort -nuestras misiones- al margen de la sociedad.

Sin embargo, Jesús presenta el Reino de Dios en términos de pequeñez: un grano de mostaza, un poco de levadura. Llama a su pequeño rebaño a ser la luz, la sal y la levadura del mundo, tres cosas que en grandes cantidades significan un desastre seguro.

El Papa llama a la Iglesia católica y a los combonianos en Etiopía a vivir su plena ciudadanía sin miedo. La Iglesia da una gran contribución a la educación y a la sanidad. También debe ser una voz profética líder para los que no tienen voz en tiempos de disturbios a lo largo de las líneas de fractura étnicas a nivel regional y nacional, especialmente en cuestiones de Justicia, Paz e Integridad de la Creación.

2. Humildad

“[Comencemos] a pensar en nosotros mismos de manera diferente, más humilde pero más fructífera” (LD 68). Como combonianos, pasamos por un gran cambio histórico, especialmente en el Vicariato Apostólico de Hawassa: de sus fundadores con una historia misionera muy exitosa, pasamos a ser un grupo muy pequeño entre sus muchos agentes pastorales. Comboni quería a sus misioneros santos y capaces… y humildes (Escritos 6655). Para Comboni, la humildad es una virtud fundamental para servir a la misión, “fundamento de todas las virtudes” (Escritos 2814).

Este proceso de “despotenciación” nos hace partícipes de la propia kénosis de Jesús. La misión no es nuestra. Es missio Dei, la misión de Dios. Somos humildes trabajadores en la viña de Dios. Este proceso kenótico debería afectar también a nuestra relación con las personas a las que servimos y sus culturas, quitándonos las sandalias de nuestro etnocentrismo para descolonizar el servicio misionero.

3. Multilateralismo

“La globalización favorece intercambios culturales espontáneos, mayor conocimiento mutuo y procesos de integración de los pueblos, que acaban provocando un multilateralismo ‘desde abajo’ y no simplemente determinado por las élites de poder” (LD 38). El multilateralismo es para la sociedad civil lo que la ministerialidad es para la Iglesia: un fuerte remedio contra el elitismo y el clericalismo, donde los curas lo saben todo, lo hacen todo y mandan a todos. Debe venir “desde abajo”: al promover una Iglesia ministerial tenemos que escuchar a la comunidad cristiana, empoderándola y permitiéndole establecer su propia hoja de ruta.

4. La transición energética

“La necesaria transición hacia fuentes de energía limpias, como la eólica y la solar, y el abandono de los combustibles fósiles, no avanza a la velocidad necesaria” (LD 55). El carbono es la principal causa de la crisis climática mundial. La transición energética hacia fuentes renovables es la única forma de detenerla y revertirla. Tenemos que reducir nuestra huella de carbono de dos maneras: 1: prefiriendo la energía solar al gasóleo para alimentar nuestras casas; 2: manteniendo y revisando bien nuestros coches, ya que no tenemos dinero para comprar vehículos eléctricos o nuevos. Otras medidas: programar viajes, compartir coche y, cuando sea posible, utilizar medios de transporte locales.

5. Peregrinación de reconciliación

“Pido a todos que acompañemos esta peregrinación de reconciliación con el mundo que es nuestra casa y que ayudemos a hacerlo más bello, porque ese compromiso tiene que ver con nuestra dignidad personal y nuestros valores más elevados” (LD 69). Hay muchas pequeñas opciones que señalan nuestra participación en esta reconciliación global. Por ejemplo:

  • Optar por un estilo de vida sencillo y sostenible ecológica y económicamente para reducir la huella de carbono y contrarrestar el consumismo.
  • Comer menos carne y más proteínas de origen vegetal, ya que las vacas contribuyen al calentamiento global a través del metano.
  • Comprar a granel o en envases más grandes y elegir envases de vidrio, papel o metálicos para frenar la contaminación por plásticos.
  • Reducir los residuos y reciclar.
  • Comprar ropa de segunda mano en los mercados locales para contrarrestar la moda, responsable del diez por ciento de las emisiones de carbono.
  • Utilizar los ordenadores, teléfonos inteligentes y otros artilugios hasta el final de su vida útil, resistiendo a la tentación de lucir el último modelo.
  • Mantener nuestras casas reparadas, sin pérdidas de energía y agua.
  • Reforestar nuestros recintos con especies autóctonas evitando el eucalipto.

“Cada granito de arena ayuda” (LD 70), afirma Francisco. Pongamos nuestros granitos de arena para salvar al planeta y a nosotros mismos del eminente desastre que se cierne sobre nuestra casa común.

Estoy a la puerta y llamo

Por: P. Enrique Sánchez G., mccj
Imagen: Fano

Iniciamos, una vez más, nuestro itinerario hacia la Navidad. Dios toma el camino que lo conduce a nosotros y vuelve a sorprendernos manifestando su deseo de estar en medio de esta humanidad tan urgida de su presencia.
Escuchando unas palabras del último libro de la Biblia nos sentimos invitados a iniciar este camino hasta las grutas de nuestros corazones para encontrarnos ahí con Jesús que nace cuando le dejamos entrar a nuestros hogares.

Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos. (Ap 3, 20)

El Señor está en la puerta de nuestras vidas y llama, esperando que tengamos la valentía para dejarlo entrar como luz que viene a iluminar nuestras oscuridades para hacer resplandecer su rostro y responder al deseo más profundo de nuestro corazón. El deseo de conocer a Dios, pues sin él nuestras vidas no tienen sentido y nuestros corazones no están en paz.
Como el pueblo de Israel que caminaba en el desierto anhelando un día llegar a la tierra prometida, así nos sentimos hoy, en medio de un mundo que fascina y  desconcierta, que sorprende y encanta, pero al mismo tiempo provoca y desafía.
Nos sentimos bendecidos de Dios por tantos dones que recibimos cada día, pero nos duele ver a tantos hermanos que sufren y son maltratados por la indiferencia y la ausencia de amor que se traduce en violencia y desprecio de la vida.
Pero nos anima la promesa siempre presente en nuestra historia que ya el profeta Isaías anunciaba ocho siglos antes del nacimiento de Jesús.

“ El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz… Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”. (Is 9,1-5)

El anuncio de la venida del Señor en este tiempo de adviento nos llena el corazón de esperanza y nos invita a renovar nuestra confianza, pues Dios sigue derramando su amor sobre cada uno de nosotros. Dios se sigue revelando como el Padre que nos busca porque nos ama. Es el Dios que se entrega a cada instante en la persona de su hijo, nuestro Señor Jesucristo, para compartir con nosotros su vida.
Dios inicia de nuevo el camino que lo conduce hasta lo más profundo de nuestra humanidad para hacernos entender que siempre estará con nosotros y que jamás se cansará de trabajar por nosotros y en nosotros.
El camino que nos conduce a la Navidad no es otro sino aquel que nos lleva a encontrarnos con lo mejor de nosotros mismos y nos permite reconocer que somos lo más querido por Dios.
En el camino nos hará mucho bien recordar las palabras de Jesús que dice: “Yo he venido  para que tengan vida y, vida en abundancia” (Juan 10, 11)
¿Tendremos en valor de abrirnos al don de la vida que se nos ofrece?
¿Cuáles serán las tinieblas que tendremos que hacer desaparecer para poder reconocer el rostro de Dios entre nosotros?
Que nuestro caminar hacia la Navidad sea un tiempo marcado por la alegría y la esperanza.