Pregón de Navidad

¡Todos los días, en África, son Navidad…!
¡Todo en África nos habla de una eterna Navidad!

Pregón realizado por Monseñor Jesús Ruiz, mccj
Obispo de M’baïki, República Centroafricana

Me han pedido hacer el pregón de Navidad…; yo no sé pregonar. ¿Qué es eso de pregonar, me he preguntado…, sino dar voz a tu vida interior…? Así, permitidme, dar rienda suelta a mi corazón… os voy a pregonar.

Mi pregón quiere ser hoy un recuerdo de infancia en la lonja parroquial de Alfonso VI allá por Navidad. Eran los años `70. Con nuestro párroco don Miguel, subíamos al monte de san Juan para buscar el musgo y adornar el belén repleto de casas de corcho, ríos de plata y figuras que caminan hacia el portal… Mi recuerdo se va a la misa del gallo en familia seguida de una copita y turrón…; mi recuerdo se goza viendo a los catequistas disfrazados en Reyes Magos durante la Misa de niños repartiendo regalos…; regalos siempre, nunca carbón.

Fui creciendo… y descubrí que el verdadero belén está fuera… Ya seminarista, en el nuevo templo parroquial, cada Navidad, con Ester, Mamen y otros jóvenes, visitando las casas del barrio para el concurso de belenes… En cada casa siempre nos esperaba una copita de licor dulce y un trozo de turrón…; cada año ensayábamos en el coro villancicos no comerciales que hacían furor: “uri, uri, ura…” y “en el portalín de piedra estaba María y José, estaba María llorando, estaba nervioso José…” Navidad visitando a los pobres de la parroquia con regalos y comida para así su soledad acompañar…;

Hace 36 años me fui a África…, pero yo…, yo no sé pregonar…

Allí, en África, descubrí que la Navidad no son luces de colores, ni árboles de Navidad…; allá, sin villancicos ni reclamos publicitarios por Navidad… sin mazapanes ni turrones… pero hay Navidad; en África no nieva…, no; hace calor, mucho calor por Navidad. En mi África no es costumbre la cena de Noche buena y menos aún el reveillón…, tampoco hay lotería del Niño ni se canta el gordo de Navidad… ¡Cómo recuerdo aquella mi primera Navidad en África en una lejana capilla donde después de celebrar el misterio de un Niño Dios nacido a las afueras, cené solo, con gran emoción, una lata de sardinas que llevaba en mi zurrón…! No…, en África no se estila nuestra forma de hacer Navidad…// Lo único que añoro en África son los Reyes Magos que nunca van…, y me temo nunca llegarán… ¡Qué pena que mis niños de África no sueñen con Reyes Magos… por Navidad…! Al rey Baltasar le pregunto cada año, tú que eres negro, ¿por qué olvidáis mis niños negros…, sin pasar? Y rezo con fuerza, ¡venid Reyes Magos, venid… que miles de niños negros y buenos, con grandes ojazos blancos, esperándoos están…!

Y cada año constato que la Navidad no es un veinticinco de diciembre… ¡Todos los días, en África, son Navidad…! ¡Todo en África nos habla de una eterna Navidad! La gente, cual belén viviente, por caminos de tierra roja y polvo avanza día a día no obstante su pesar… Unos sufren…, otros gozan…, hay quien llora… hay quien grita… y aquel que no puede más…; los hay que danzan… los hay en duelo… y otros ríen sin parar… Todos sin saberlo buscando van… Como figuras vivientes de barro caminan sin parar… Allí la mujer con su mandioca en la cabeza, erguida al andar…, un joven desde su quiosco contempla los niños danzar…, allá, hombres de piel curtida por el sol caminan hacia su huerto trabajar…, ancianos desdentados sentados frente a su hogar, viendo pasar las motos que como taxis van…, en cada concesión niños jugando a saltar…, una niña llevando a su hermanito pequeño detrás… Todos, cual figuras de barro vivientes, aún sin saberlo…, todos caminan hacia el portal… Cada uno su camino, cada cual su cantar…, pero todos en la misma dirección sin saberlo van a adorar. Y todos te regalan una sincera sonrisa si les saludas al pasar… Cada cual con cada cual, cada quien con cada quien haciendo camino al andar… Todos van buscando…, figuras de arco iris sin igual, en ese gran Belén que es la humanidad… Y al caer la tarde, cansados… a los pies del recién nacido, van sus cuerpos reposar, que esa es su forma de adorar. No tienen oro, ni plata, ni regalos para dar…, pero su cansancio se convierte en ofrenda difícil de igualar. Tienen hambre de comida y sed de verdad… hambre de justicia y de paz…, hambre de amor y también de dignidad. No…, en mi África la gente no pone belenes de barro y cartón, ni buey ni burra en el portal… Que son ellos, mi gente…, ese gran Belén viviente, no decorado, que cada día me encuentro al pasar… Yo, figurita de ese Belén, con ellos me uno adorar.

Van buscando al que ha nacido, tienen hambre de pan y verdad… / A tientas caminan, muchas veces en la oscuridad… / A tientas yo con ellos camino improvisando a veces un cantar… / La alegría en su corazón es la estrella que les guía… y nos dicta dónde andar / Alegría pues al Rey de los cielos van a adorar… / Cual pastorcillos…, con gallinas, mandioca, cacahuetes, bananas… y leña van… / Avanzan siempre pues al Niño quieren a adorar… Como los Reyes Magos sus presentes aportarán; no oro, ni incienso, ni mirra… No… Sus presentes son sus simples y duras vidas, todas ellas al Rey celestial ofrecerán. Y cada vida es preciosa ofrenda que al Niño Dios agradará… Y viéndolos María y José adorar… de sus labios una complaciente sonrisa escapará.

¡Ay, cuando estoy fuera de África, cómo añoro esta mi otra Navidad…!, sin luces, ni decorados, ni reclamos publicitarios de efímera felicidad… Ahora comprendo que Navidad es la vida de mi gente que busca la Luz en medio de tanta oscuridad… Hoy, perdido en la ciudad que me vio crecer, yo también busco y busco a ese Niño pequeño para adorar, mientras luces, escaparates y altavoces me insinúan… ¡Aquí no hay Niño que adorar!

Cuando era niño, en cada Navidad, siempre había algún gamberro que robaba al Niño del parque de Antonio Machado por Navidad… Hoy que soy grande, me gustaría gritar: ¡Que nos han robado al Niño una vez más…! Lo han cambiado por un frondoso abeto de colores y luces artificiales…, lo han suplantado por Papá Noel… Nos quieren vender toda clase de productos para colmar nuestra felicidad… Pero la ternura del Niño ¿quién nos la dará…?, el amor de ese Niño Dios ¿quién lo podrá suplantar…?; su luz maravillosa, no artificial, ¿quién podrá iluminar…?

Amigos, alerta, que nos están robando al Niño con ese consumo desenfrenado donde los pobres -como antaño el de niño de Belén- se quedan siempre a las afueras de la ciudad… “Amigos, despertad…, que nos están robando al Niño… por Navidad…

Amigos, es urgente reaccionar pues están matando al Niño…, por Navidad; los están matando a miles en la franja de Gaza…; los dejan morir de hambre a decenas de miles en África…; permiten que se ahoguen con sus padres en alta mar… No lo saben que Dios se hace Niño en el emigrante, en el refugiado, en el pobre y en el que no puede más… Como antaño en Belén, hoy dicen: “no hay sitio para vosotros… iros a otro sitio pues con nosotros no podéis habitar…” Amigos, hermanos… ¡qué tragedia! como Herodes en otro tiempo, hoy en 2023, están…; estamos… matando al Niño… por Navidad.

Es como si este mundo loco de luces de colores efímeras y girando borracho repleto de sí mismo dijera: ¡No, no vengas Niño a la tierra pues no tienes nada que dar…! Estamos tan llenos de nosotros mismos…, tan satisfechos… ¿qué nos puede un Niño dar? No, no vengas por Navidad.

Amigos, hermanos… despertémonos, unámonos, al Niño hay que salvar… ¡reinventemos la Navidad!

Saint d’Exuperi, el autor de “El principito”, decía que “todas las personas mayores fuimos al principio niños, aunque pocos lo recordamos”. Hermanos, amigos, recuperemos al Niño que llevamos dentro… ahora que es Navidad.

Sí, Navidad es ternura de Dios hacia la humanidad.
Navidad es abrazo al abuelo… Navidad es caricia al niño…
Navidad es sonrisa abierta…
Navidad es mirar con amor a los ojos del extranjero y del pobre…, sin juzgar…
Navidad es visitar al enfermo y al que está solo…
Navidad es pedir perdón…; y al hermano abrazar…
Navidad es contemplar al recién nacido y elevar los ojos al cielo…
Navidad es acompañar un trozo del camino de aquel que no puede más…
Navidad es salir del confort de tu casa para acompañar a la familia que lo está pasando mal…
Navidad es denunciar este mundo injusto y comprometerse por otro más igual…
Navidad es entrar en el templo de tu corazón… y allí a Dios adorar…
Navidad es regalo… TODO UN DIOS QUE SE DA.

Permitidme que os cuente un cuento de Navidad para acabar.

“Se estaba acercando la Navidad en nuestro pueblo…

Una de las grandes jugueterías se había surtido generosamente a fin de satisfacer todos los requerimientos de sus clientes… En las estanterías podían verse de todo. Armamentos de plástico y hojalata con banderas extrañas a nuestro pueblo para defenderse del enemigo, decían…; había también monstruos de pésimo gusto televisivo. Por supuesto, había también muchas otras cosas bonitas y dignas de ser obsequiadas en la alegría navideña.

Entre estas se encontraba un precioso osito de peluche, de gran tamaño. Realmente era bonito. Parecía transmitir cariño, y sus ojitos pequeños y brillantes le daban una extraña vida que cautivaba a quienes quisieran mirarlo con interés. Era un juguete valioso, y por tanto nada barato. Y Peluche lo sabía. Sin delirios de grandeza, él se sentía entre lo mejor que se podía conseguir en aquel lugar.

Justamente ése era su drama. Porque los que tenían suficiente dinero como para comprarlo, no tenían niños a quienes obsequiarlos. Y los que tenían muchos niños carecían de dinero.

El ser valioso era la causa de sus problemas. Porque a medida que se acercaba la Nochebuena, Peluche veía cómo las estanterías se iban vaciando de juguetes, mientras que él continuaba siendo admirado, pero sin que nadie se decidiera a adquirirlo para alegría de un niño.

La ansiedad que había ido creciendo con las horas se le transformó en angustia, cuando vio que el dueño de la juguetería bajaba lentamente las pesadas cortinas metálicas de aquella juguetería. Luego se apagaron las luces y dentro reinó el silencio. De afuera, en cambio, llegaba todo el bullicioso festejo navideño.

En la oscuridad, a Peluche le entraron ganas de llorar. Se dio cuenta que pasaría la primera Navidad de su vida de la manera más triste que se podía imaginar. Solo y sin nadie con quien compartir todo eso valioso que sentía poseer. Lo que más le dolía era saber que se había quedado solo justamente por ser valioso. Si hubiera sido barato ya estaría en manos de alguien, compartiendo la fiesta, aunque más no fuera que por unas horas.

De repente se sobresaltó. Creyendo soñar, vio que la sala se iluminaba con una luz suave y bella. Y sus ojitos brillaron de estupor cuando vio al mismísimo Jesús, que había entrado en la juguetería con una gran bolsa en la mano. Había venido a buscar juguetes a fin de distribuirlos él también. Porque tienen que saber que aquí, a los chicos ricos son sus padres quienes les traen regalos. Mientras que a los pobres, se los manda Dios.

Peluche tuvo la certeza de que esta vez alguien se lo llevaría con él para ser la alegría de un chico. Este Señor tenía muchos niños, y además era suficientemente rico como para pagar su precio y adquirirlo. Esperó, por tanto, con ansiedad, que se le acercara.

Cuando estuvo delante, el Señor lo miró -como nunca nadie antes lo había mirado- y le dirigió la palabra con toda naturalidad:

– Peluche, ¿quieres acompañarme esta Nochebuena para repartir regalos a los chicos pobres del barrio?

Y como la palabra del Señor es poderosa y da vida a todo aquel a quien se dirige, Peluche sintió que un extraño temblor se apoderaba de todo su cuerpo. Saltó de la estantería y dando cuatro vueltas de carnero en el piso se puso a bailar lleno de alegría. De no haber sido de peluche hubiera hecho un ruido infernal. Pero nadie sintió nada. Sobre todo, porque todos estaban ocupadísimos, celebrando la Navidad. Tan entretenidos estaban en ello que ni siquiera vieron a Jesús con la bolsa al hombro y con Peluche de la mano, caminando por sus calles rumbo a la salida. Hubo quienes al verlo desde atrás pensaron que se trataba de un vagabundo, acompañado de su perrito. Es tan fácil confundir al Señor con un pobre cualquiera… ¡y más en Navidad!

Cuando ganaron las afueras del pueblo, Peluche quedó extasiado. Vio por primera vez la noche de los campos. El cielo estaba que hervía de estrellas. A lo lejos los perros y los gallos indicaban donde vivían los pobres.

– ¡Qué hermosa es la noche!, exclamó Peluche.

– Sobre todo, si vas de mi mano, le dijo Jesús.

Y así fueron visitando las casas de las afueras. Cuando se acercaban a una casa pobre, les salían al encuentro los perros. Los perros de los pobres no ladran. Van derecho al bulto. Pero cuando descubrían que era Jesús quien venía, inmediatamente se abuenaban.

Y mientras el Señor los acariciaba para entretenerlos, Peluche sacaba de la bolsa un regalo, y entrando sigilosamente por la ventana abierta lo dejaba al lado de los niños dormidos.

Y todavía se quedaba un ratito para mirarlos sonreír en sueños. Como sucede en Navidad.

Y así se fue gastando la noche. Cuando ya quería ir saliendo el lucero, Jesús le dijo a Peluche:

– Mira, ahora vamos todavía a visitar la casa de Doña Matilde. El mejor de los regalos tiene que ser para su nietita, que está enferma.

Y nuevamente, mientras el Señor se entretenía con los perros de Doña Matilde, Peluche buscó en la bolsa el regalo mejor. Pero descubrió con sorpresa que ya no había más regalos. Estaba completamente vacía. Y perplejo se lo dijo a Jesús. Pero éste, guiñándole un ojo, como quien ya sabía el asunto, le dijo:

– Haz como yo¡Regálate tú mismo!

Nota: Nunca se supo en la barriada cómo hizo Doña Matilde para conseguir a su nietita un regalo tan hermoso. Y hasta hubo gente malintencionada que sospecho de ella… Son tan ladrones los pobres… Si te acercas, te roban el corazón.

Hermano…, hermana… Navidad eres tú… sé peluche… regálate.

Navidad soy yo…

No, yo no soy pregonero, no sé pregonar…, solo figura de barro y cartón que buscando al Niño camino hacia el portal…

Yo he encontrado al Niño; más bien, me he dejado encontrar… Este es mi pregón para dar: ¡Vamos juntos a adorar!

¡FELIZ NAVIDAD!

Es Epifanía

Texto y fotos: Hna. Cecilia Sierra, smc
Desde Belén de Judá

“..Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”, habrán dicho los sabios de oriente a María y José al ver al bebé Jesus.

Ver, venir y adorar…tres verbos que denotan acción, que involucran y comprometen. La vieron surgir…. se pusieron en movimiento, adentrándose en lo desconocido, y se postraron en adoración.
Me llama la atención el verbo “adorar”. Significa entregarse con todo, alma vida y corazón. Significa también orar, elevar el alma a Dios, rendirse, abrirse a respirar por los labios el aliento divino… a eso venimos a Belén, en la fiesta de la Epifanía. “Que te adoren, Señor, todos los pueblos” cantamos en el salmo responsorial.

“Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron”, dice el evangelio. Yo también me incliné, conscientemente en ese lugar, en actitud de adoración. Sí. Sí. Alegres de corazón, llenas de esperanza venimos hacia Belén para ver a Jesús. Vengan, adoremos… que sepa el mundo entero que Dios llegó. El camino a Belén desde Jerusalén es largo, pasamos dos checkpoints, luego, subimos, luego bajamos, y subir otras montañas… Belén esta situada entre pequeñas colinas, con callecillas y callejones estrechos y retorcidos, subidas y bajadas. Siempre tomamos un camino diferente, pero llegamos siempre al Santuario de la Natividad, en el corazón de Belén. Belén, tierra de Judá… “de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.

Había mucha gente a la entrada de la pequeña gruta, sobretodo ortodoxos, es la víspera de la Navidad para ellos. Mientras esperábamos contemplamos la bella Iglesia, los iconos maravillosos con escenas de la natividad y la vida de Jesús colgados, llenando palmo a palmo las paredes. Antiguos y bellos, la belleza de María, su dulzura y ternura al contemplar a su hijo elevan alma y espíritu. Conecta con lo divino que la envuelve.

Un grupo de monjes y curas ortodoxos limpiaban el recinto, otros adornaban con iconos, lámparas, luces y tapetes. Una imagen del niño Jesús se encuentra en el lugar donde según la tradición lo pusieron envuelto en pañales. Aquí abrió sus ojos por primera vez, aquí los brazos de María lo arrullaron, aquí se escuchó el canto de paz de los ángeles. Sobre este lugar se posó la estrella.

Hoy hace 60 años Pablo VI visitó Belén. Primera vez que un papa vino a estas tierras, y suplicó por la paz. En la explanada, fuera, al final de la misa en un cartel enorme esta escrito, Palestina dio al mundo a Jesús, ahora el mundo dé a Palestina la paz. Y decimos, amén, para eso venimos, a adorarlo y como los sabios de oriente anunciarlo a las gentes. Es Epifanía.

Expectativa de Navidad en un país en guerra

Texto y foto: P. Jorge Naranjo, mccj
Desde Yuba, Sudán del Sur

MND

Hacia la segunda semana de Adviento solíamos montar la decoración navideña en los vestíbulos de los edificios de nuestras diferentes facultades. A los estudiantes universitarios, tanto a los cristianos como a los musulmanes, les encantaba fotografiarse alrededor del árbol. Su presencia anunciaba el evento que se aproximaba y las sonrisas de los estudiantes simbolizaban la alegría que el nacimiento del Salvador traía.

Desde el pasado 15 de abril, día en que comenzó la guerra, el barrio de Jartum donde se encuentran nuestras escuelas primaria y secundaria –el Comboni College Khartoum–, la universidad –el Comboni College of Science and Technology–, la capilla y la comunidad, es un campo de batalla donde se enfrentan el Ejército Regular (SAF, por sus siglas en inglés) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). La guerra ya ha causado más de seis millones de desplazados y nos impide volver a nuestro hogar y a nuestro querido College. Los estudiantes y el personal docente están refugiados en escuelas en diversas localidades del país que se han convertido en campos de desplazados, casas de familiares fuera de la capital, en lugares seguros o en otros países más o menos lejanos como Egipto, Sudán del Sur, Chad, Etiopía, Uganda o Kenia. Los más afortunados pudieron ubicarse en países del Golfo, como Emiratos Árabes Unidos.

La Sagrada Familia también tuvo que buscar refugio en Egipto cuando Herodes desencadenó su persecución contra el nuevo mesías. A mí también me ha tocado ponerme en movimiento para encontrarme con mis estudiantes y personal refugiado en Dubái, Yuba, El Cairo o Port-Sudan. El viaje a Yuba, en particular, me permitió ver también a los graduados de años precedentes que hoy dirigen los equipos de tecnología de la información del Ministerio de Universidades, Ciencia y Tecnología de Sudán del Sur, de las universidades de Yuba y de la -Upper Nile University, de compañías de telecomunicaciones, hospitales, centros de formación… Fue una gracia muy grande poder constatar el impacto de nuestro trabajo educativo más allá de las fronteras sudanesas.

Y es precisamente el uso de la tecnología que nuestros graduados propagan lo que nos está permitiendo continuar el curso en medio de una guerra. El 23 de octubre comenzamos en línea el segundo semestre, que el conflicto armado había interrumpido. La conexión a Internet es muy limitada y la mayor parte de los estudiantes no tiene un ordenador ni teléfonos para encontrar el instrumento a través del cual estudiar los diferentes cursos. Pero no faltan la creatividad y el deseo de aprender y construir un futuro mejor más allá de esta maldita guerra.

Hace unos días tuve un seminario web con los estudiantes para introducirles en el uso de la plataforma digital de aprendizaje. Algunos de ellos lo seguían desde el patio de la escuela donde se han instalado tras dejar Jartum. Y desde allí, con un móvil, conexión a Internet, un cuaderno y un bolígrafo se adentran en un proceso acelerado de transformación digital forzada. 

El Verbo se ha encarnado en el contexto concreto de nuestro mundo. Hoy la realidad que nos toca no es solo la material. La red invisible e inmaterial que nos conecta gracias a la tecnología debe ser también un pesebre en el que se encarne la presencia transformadora del Mesías. 

El mesías que viene es príncipe de paz, un don que parece ahora particularmente lejano. No se atisba ningún deseo de reconciliación en los dos contendientes y ambos poseen ejércitos numerosos y bien equipados. Parece imposible a corto plazo que podamos volver a preparar el árbol de Navidad en nuestros vestíbulos y que puedan brillar las sonrisas de los estudiantes fotografiándose alrededor de ellos. Por tanto no queda otra que descubrir una nueva manera de ser misionero y «hacer Misión» que entrelace el movimiento físico para encontrar a los que la guerra ha dispersado con la acción digital a través de la cual ayudamos a nuestros estudiantes a labrarse un futuro y a construir desde ya un nuevo Sudán tras el final de la guerra.

Este nuevo ecosistema de aprendizaje y misión presenta nuevos desafíos. ¿Cómo transmitir los valores de respeto a la diversidad que el College representaba a través de la convivencia diaria en las aulas de cristianos y musulmanes, las celebraciones interculturales o de las propias fiestas religiosas y la oración? ¿Cómo hacerles experimentar la belleza del servicio como hacíamos a través del grupo de voluntarios en cuidados paliativos, iniciativa que transformaba a nuestros estudiantes, musulmanes y cristianos, en misioneros de misericordia?

Dios escogió a los pastores como primeros testigos de la encarnación del Verbo. Ellos eran nómadas cuya palabra no tenía ningún peso en la sociedad, incluso no tenía valor en los juzgados. De modo análogo, la guerra nos ha convertido en itinerantes y la mayor parte de los medios de comunicación dejaron de dar valor a nuestro conflicto. Ojalá que nuestros estudiantes y profesores desplazados puedan también atisbar una luz de esperanza que crece en la medida en que se abre paso la paz en el interior de cada uno de ellos y en el país a través del silencio de las armas y la continuidad del recorrido educativo.   

Celebrar la Navidad en Belén, un privilegio

Así nos narra la Hna. Cecilia Sierra, misionera comboniana, cómo ella y su comunidad celebraron en Belén la noche de Navidad

Por: Hna. Cecilia Sierra, smc

Llegamos a Belén a las 6:30 pm, pedimos posada a las Hermanas de la Presentación y nos acogieron. Comimos y rezamos juntas pues celebraban el aniversario del inicio de su congregación.

Pasadas las 8 pm, nos fuimos a la Basílica de la Natividad, a unos 15 minutos de su casa, a pie. No hay luces navideñas ni el tradicional árbol.

Inmediatamente destaca el nacimiento, los personajes son todos grises, el color del polvo que dejan cuando se derrumban y destruyen los edificios y las casas.

En la plaza, frente a la Basílica está el Pesebre, Jesús, José y Maria y otro personaje aparecen entre escombros y alambrado. La madre sostiene un bebé envuelto en una sábana blanca. Otro personaje sostiene lo que parece ser una sábana mortuoria. Impresionante. Más adelante, vemos a un niño, la tradicional figura de Jesús bebe, pero en gris y dentro de una encubadora. Impresionante. Real.

Nos dirigimos a la cueva de Belén, a la gruta. Antes de la guerra, había filas enormes, ahora entramos como nada. Una señora Palestina de Belén dice que es la primera vez que puede entrar ahí la Noche Buena. Antes, era imposible.

Entramos, está casi solo, silencio.

Consientes del gran privilegio. Oramos ante ese sagrado lugar, en silencio. Permanecemos. Coloco unas imágenes de Jesús bebe, en el preciso lugar donde nació. Aquí fue.

Llegan hermanas y gente Palestina de varias parroquias de Belén e inicia un momento de oración, el rosario meditado. Todo en Árabe, cantos muy sublimes y sentidos. Que hermosa liturgia, sentida. Un pueblo que ora con el corazón en la mano.

Y nosotras Lulu, Julia y yo permanecemos. Sentimos la presencia de Jesús, frágil, vulnerable, marginalizado. En la pobreza, entre los últimos eligió Dios manifestarse. Será que buscamos a Dios en lugares equivocados.

El tercer misterio gozoso. El nacimiento de Jesús en este lugar, aquí…. se siente un escalofrío. Si, fue aquí. Y aquí estuvo Maria con su hijo…. y ángeles cantaron. Miro al techo, la estrella de Belén está ahí. Estamos sentados delante de donde según la tradición fue colocado. Permanecemos horas, cantando y orando.

Casi a media noche llegan los sacerdotes para celebrar la misa. Mientras se prepara, me inclino hacia la estrella en el lugar donde nació Jesús. Permanezco, orando, tantos y tantas que llevo en el corazón y prometí oraciones.

Inicia la misa en árabe. Los niños son quienes más han sufrido los efectos de la guerra, ellos y las mujeres, dice el celebrante. Que esta sea la última vez que celebremos Navidad con guerra. Que sea esta la última guerra en esta Tierra Santa.

Cerca de la una de la madrugada, el Patriarca llega con el Niño en procesión hacia la gruta.

En la gruta, donde nació Jesús, no hay regalos, ni luces, ni esferas ni nochebuena. Todo sencillo, simple, parco, pero mucha fe y un grito que sale de lo profundo… danos tu paz. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz.

Desde Belén, y la martirizada Tierra Santa, bendiciones y paz en esta Navidad, con paz y justicia.

¡Feliz Navidad!

Miren, la joven está en cinta y dará a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel
«Dios con nosotros»
(Isaías 7, 14)

Es Navidad y Dios nos vuelve a sorprender con el don de su presencia entre nosotros.

Es Navidad y el sueño de Dios se hace realidad viene a cargar con nuestra historia para decirnos que sigue creyendo en nosotros.

Es Navidad y la presencia de Dios en Jesús nos recuerda que siempre habrá una oportunidad para la vida, que la guerra es la humillación más escandalosa que cargamos también en nuestros días, que el odio y la violencia no tendrán la última palabra, porque el Dios del amor y de la vida ha entrado en nuestra humanidad para no dejarla jamás.

Es Navidad y la presencia de Jesús en el pesebre llena nuestros corazones de alegría porque descubrimos en su rostro la verdad de nuestras vidas. Somos hijos de Dios en ese pequeño que se nos ha dado para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Es Navidad y vemos a Dios que se hace misionero para venir al encuentro de los pobres, de los humildes y sencillos; viene al encuentro de todos aquellos que con alegría ponen toda su esperanza en Jesús que viene para cumplir la voluntad de su Padre. Viene para que nos demos cuenta que somos lo que más ama su Padre y nuestro Padre.

Que esta Navidad sepamos acoger a Jesús en nuestros corazones
para que podamos ser testigos y misioneros
de su presencia en nuestras vidas.

Con todo mi afecto, mis mejores deseos y mis recuerdos en la oración.
P. Enrique Sánchez G. Misionero Comboniano

Puentes de amistad en tiempos de guerra

El 7 de octubre, comandos de Hamás masacraron a 1.400 israelíes que vivían cerca de la franja de Gaza. Otros 240 fueron tomados como rehenes. El ataque contra civiles fue repentino, y entre las víctimas había activistas de los derechos palestinos como Vivian Silver. Han pasado varios meses desde aquella tragedia, que el gobierno israelí ha reproducido y amplificado bombardeando repetidamente a la población de Gaza. En Israel/Palestina, las Misioneras Combonianas viven cerca del muro que separa a los dos pueblos, pero también son testigos de la amistad que los une.

Por: Hna. Expedita Pérez, misionera comboniana
combonifem

Durante décadas, laos combonianas hemos cultivado relaciones amistosas con palestinos e israelíes, siendo bien recibidos por ambos. Ahora, sin embargo, todas y cada una de nosotras vivimos con miedo y ha crecido la desconfianza hacia los que son del otro pueblo. Inmediatamente después del 7 de octubre, aumentaron los controles del ejército y la policía israelíes, que impedían a la gente desplazarse al trabajo, al hospital o incluso simplemente ir de compras.
La relación entre palestinos e israelíes que viven en los asentamientos se ha deteriorado aún más, con graves abusos por parte de los colonos, especialmente durante la recogida de la aceituna, una tradición muy importante y sagrada en toda Palestina.

Efectos más graves para quienes viven en los márgenes

Si la vida de la población palestina ha empeorado, la de la población beduina se ha vuelto dramática, porque viven cerca de los asentamientos israelíes y a menudo trabajan allí o en la ciudad industrial cercana a Maale Adumin. Muchos de nuestros amigos beduinos llevan más de un mes sin trabajar.
Uno de ellos nos contó que habían llamado a su hijo, pero a los tres días decidió dejarlo porque un soldado le apuntaba todo el tiempo con un fusil: ¿quién puede trabajar bajo semejante estrés?
Desde hace más de un mes, las escuelas beduinas están cerradas porque los problemas de seguridad impiden que lleguen a ellas profesores de otras ciudades de Palestina. Sólo nuestras cinco guarderías, en funcionamiento desde 2008, siguen abiertas gracias a los maestros beduinos que viven allí. Un niño pregunta a su madre todas las mañanas: “¿Hoy hay guerra o hay guardería?”. Si ella responde que hay jardín de infancia, él se levanta rápidamente con alegría para ir al jardín de infancia acompañado de su madre.

Entre dos amores…

También la semana pasada, fuimos a rezar con familias que pertenecen a una de las comunidades judías mesiánicas que hacen voluntariado en las aldeas beduinas. Ellos, judíos, están preocupados por sus amigos beduinos, pero al mismo tiempo ya no tienen ganas de visitarlos porque tienen miedo. Rezan para que la guerra termine, pero sus hijos e hijas, al ser israelíes, ahora se ven obligados a luchar. Así que tienen el corazón dividido por el amor a los dos pueblos, el israelí y el palestino. En este momento sienten que sólo pueden rezar e invocar el don de la paz y la justicia.

Somos muchos los que invocamos la paz en la justicia y se la pedimos a Dios. Todos los puentes de amistad que tantas personas y movimientos han construido a lo largo de los años no pueden ser completamente destruidos por esta guerra. Sabemos que no será fácil recuperar la confianza necesaria para reencontrarnos y compartir, pero sabemos que es posible. Nos encantaría que nuestras palabras y acciones pudieran conducir a la formación de un gobierno más integrador y justo en esta “Tierra Santa”.