Archives mayo 2024

La verdadera resurrección pascual

Con alegría y gratitud, les escribimos con noticias directamente desde Mozambique. Nuestro primer mes pasó muy rápido, intenso y profundo. Desde el principio, fuimos recibidas con gran entusiasmo, por la gente de esta tierra que todavía sufre la injusticia y no tiene muchas esperanzas para el futuro. El pueblo Macua, realmente tiene un corazón grande y generoso, a pesar del sufrimiento en sus ojos.

 En este primer tiempo, donde todavía estamos tratando de entender dónde estamos, tuvimos un gran regalo, el de compartir con ellos, los cuatro días más importantes del tiempo de Pascua, desde el Jueves Santo hasta la Pascua de Resurrección. Salimos de casa el jueves por la mañana temprano y hasta el domingo de Pascua por la tarde, vivimos en el pueblo en estrecho contacto con ellos. Nos llevamos algunas cosas, lo imprescindible para pasar esos días. Evidentemente, en estas comunidades nos recibieron con los brazos abiertos; y vivir en la aldea con ellos significaba no tener agua, ni luz, dormir en el suelo con escorpiones, murciélagos, etc… sin todas las comodidades que ahora en Occidente damos por sentadas.

 

Para nosotras fueron cuatro días de verdadera esencialidad, de puro amor que nos permitieron amar aún más su historia y cuestionarnos sobre nuestra forma de estar cerca de los demás, sobre la importancia del estilo con el que estar en misión. ¡Cuánta riqueza recibimos, cuánto aprendimos de ellos una vez más, a vivir lo esencial en profundidad y riqueza que el Señor nos sigue regalando cada día! A partir de ahora, nuestras vidas están siendo moldeadas con una nueva forma, la que nuestros hermanos y hermanas nos enseñan cada día. Nuestras vidas están experimentando realmente una Resurrección Pascual, gracias a ellos y gracias a lo que el Señor nos enseña cada día gracias a su Palabra que es Vida y vivificante para hacer camino en su Voluntad (y no en lo que nosotras en cambio buscamos para satisfacernos, para dar respuestas a nuestro sentido de estar aquí ejecutando sólo proyectos). Para nosotras, incluso antes de venir, estaba muy claro que la belleza de la vida y de ser misión es precisamente compartir todo nuestro ser con ellos, en el mismo plano con ellos. Creo que este punto es fundamental para nosotras, y sobre todo es una forma de vida que cada uno de nosotros puede sentir en su interior, pero hace falta mucho valor para vivirla en la sencillez y en el amor al otro. Estamos firmemente convencidas de que el mayor testimonio que podemos dar es precisamente el camino y la actitud cristiana, no las palabras… en cambio, muchas veces nos perdemos en esto sin un verdadero testimonio de lo que somos, pero sobre todo de a Quién amamos.

Sentimos que esta presencia nuestra aquí está realmente acompañada por la presencia del Señor. Realmente hemos echado de menos volver a abrazar la pobreza, la esencialidad y el compartir total con los más solos y abandonados. Es un gran don vivir la misión porque es Vida, es alegría, es coraje, es salir de uno mismo para darse totalmente al Otro.

Por esta riqueza que estamos recibiendo en nuestras vidas, queremos agradecer a todas las personas que nos están apoyando, que nos están acompañando con la oración y con su estar cerca de nosotras, porque ésta también es una Iglesia en salida, donde el problema de una persona se convierte en el problema de una comunidad. Creemos firmemente en este sueño de vida, que el Señor ha puesto en nuestros corazones, y confiamos siempre en Él, que conoce mejor que nosotras el camino y la forma de construir una nueva manera diferente de estar en misión. Y recordemos siempre que: «si existo es porque el otro me hace existir» y este debe ser un punto fundamental sobre el cual construir puentes y no muros.

Os abrazamos con mucha estima, gratitud, afecto, y esperamos de verdad que toda nuestra alegría pueda llegar hasta vosotros para construir juntos algo diferente, donde también vosotros estéis en comunión con nosotras en este camino de la vida. Seguimos rezando por todos vosotros y llevándoos en cada uno de nuestros pasos, buscando siempre el Rostro de Dios; nosotros también contamos con vuestras oraciones. Hasta la próxima…

Con afecto Ilaria y Federica, LMC

Caminando con los pueblos originarios de la montaña de Guerrero

Por: P. José Casillas, mccj.
Desde Cochoapa el Grande, Gro.

El misionero deja su tierra y su familia porque escucha la preocupación del Corazón de Dios que busca alguien a quién enviar a los pueblos olvidados y abandonados que se vuelven invisibles ante quienes deberían atender sus gritos y necesidades.

En el corazón y la conciencia del misionero resuena siempre la búsqueda de Dios: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? ( Isaías 6,8-13)… Al sentir y escuchar la búsqueda de Dios y los gritos de su pueblo, al misionero no le queda otra respuesta que decir AQUÍ ESTOY, MÁNDAME A MI…

Está es la razón por la que los Misioneros Combonianos estamos caminando y conviviendo con los pueblos originarios de las montañas del Estado de Guerrero, hasta que dejen de ser abandonados, olvidados y comiencen a ser más visibles por la Iglesia, la sociedad y el Estado.

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Pentecostés

Ven Espíritu Santo

Por: P. Enrique Sánchez G., mccj

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles,
Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía Señor tu Espíritu Santo, y todo será creado, renovarás la faz de la tierra.
Oh Dios, que iluminas los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo,
concédenos gustar de todo lo recto, según el mismo Espíritu, y gozar siempre de sus consuelos.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

Durante estos últimos días, al momento de iniciar el tiempo que trato de consagrar cada día al encuentro con el Señor, me ha venido espontáneo iniciar esos instantes invocando al Espíritu con aquellas palabras tan conocidas que dicen:

“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tu tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía Señor tu Espíritu y todo será creado y se renovará la faz de la tierra”.

Y he querido dejar que ese Espíritu me acompañe para escribir estas líneas a la vigilia de la grande fiesta de Pentecostés.

Durante cincuenta días nos hemos venido preparando a esta gran celebración viviendo con alegría el misterio de la presencia de nuestro Padre Dios en Jesús resucitado y ahora vivo también entre nosotros a través del Espíritu Santo.

Se trata de un Misterio imposible de decir con nuestras pobres palabras, pero presencia vital que nos permite ir avanzando en los caminos tan complicados de nuestra historia humana.

1.- Invocamos la luz del Espíritu para acercarnos a la realidad de nuestro mundo.

¿En dónde estamos en el momento en que nos preparamos a vivir una vez más la fiesta de Pentecostés? ¿Cuál es el panorama que contemplan nuestros ojos y cuáles horizontes se dibujan ante nosotros?

No hace falta que repita lo que con tanta fuerza e insistencia hemos escuchado en todas partes del mundo, sobre todo a través de los medios de comunicación. Vivimos tiempos difíciles y desafiantes en los que nadie puede sentirse ajeno o indiferente a lo que pasa en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia.

Si hasta hace poco a los cristianos nos parecía que el mundo -pensándolo como esa realidad que vive ignorando a Dios o desconociendo el Evangelio- estaba cada vez más enredado en una confusión, en una arrogancia y un egoísmo que no pueden llevar más que al sufrimiento; ahora con mucha humildad nos toca reconocer que no estamos exentos del mal que amenaza siempre al ser humano.

Los últimos tiempos han sido de mucho sufrimiento para la Iglesia y para quienes tratamos de seguir al Señor como discípulos suyos. Nos han lastimado los escándalos y las miserias que descubrimos en nuestra Iglesia, porque de algún modo también nosotros, quien más quien menos, en algún momento no hemos sido los cristianos que deberíamos ser. Y esto duele en lo profundo de nuestro ser.

Seguramente muchos cristianos nos hemos identificado con las palabras del Santo Padre en las muchas ocasiones en que ha pedido perdón y ha reconocido el pecado que como Iglesia no podemos ignorar. El pecado no sólo está fuera de nosotros, está también dentro de nuestra casa, como la cizaña y el trigo en el mismo campo.

El drama de la guerra sigue siendo un látigo que lastima y destruye, que crea dolor y sufrimiento a tantos hermanos nuestros. La violencia y el miedo se han apoderado de nuestros pueblos sencillos y hasta hace poco, tranquilos y hospitalarios. El egoísmo y la indiferencia han contaminado algunos sectores de nuestra sociedad y nos duele en el alma ver a tantas personas tratadas y consideradas como desechos humanos.

Muchas veces me he preguntado ¿qué es lo que sigue después de reconocer nuestra fragilidad y pecado y luego de pedir honestamente perdón?

2.- La posibilidad de comenzar de nuevo.

Siento que del dolor y de la impotencia para hacer desaparecer el mal nace el reto que nos desafía a comenzar de nuevo.

No basta con darse golpes de pecho diciendo: qué mal nos hemos comportado; hace falta volver a lo más profundo de nosotros mismos para recordarnos cuál es nuestra verdad y a qué hemos sido llamados.

Siempre he creído que la experiencia de nuestra pequeñez nos abre caminos nuevos de crecimiento auténtico, pero solos no podemos ir a ninguna parte. Aquí resuenan fuerte las palabras de Jesús que agradece a su Padre el haber revelado los misterios del Reino a los pequeños y a los sencillos. Sólo un corazón humilde puede abrirse al amor de Dios que transforma todo y hace posible que la vida auténtica siga su rumbo y se abra camino en medio de cualquier adversidad.

“Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado todo esto a los pequeños y lo has ocultado a los sabios y a los astutos”. (Mt 11, 25)

Justamente por esto siento que la oración al Espíritu Santo que me ha acompañado en estos días es un don muy especial. Es una gracia que me permite reconocer que el camino de la vida, de nuestras vidas, se hace posible sólo si nos dejamos conducir, llevar de la mano por el Señor.

Pedir al Espíritu Santo que venga y que llene nuestros corazones de su presencia no es otra cosa sino dejar escapar, de lo más profundo de nuestro ser, el deseo de Dios que llevamos inscrito como sello que da garantía y autenticidad a nuestra existencia.

“Si el Señor no construye la casa en vano trabajan los albañiles” (Salmo 127), dice la escritura.

Si no es Dios quien va trabajando nuestro barro como buen alfarero, si no es Él quien nos lleva en sus manos, seguramente diremos como Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tiene palabras de vida eterna.

3.- Suplicar y anhelar la presencia del Espíritu.

Pedir que venga el Espíritu a nosotros es una súplica necesaria e indispensable, pues sólo viviremos si la vida de Dios corre por nuestras venas.

Sólo si el amor de Dios late en nuestros corazones, seremos capaces de desenmascarar nuestros egoísmos y podremos tratar con madurez nuestras naturales flaquezas, sin dejarnos manipulara y llevar a donde no nos conviene.

Sólo si el Espíritu de Dios está en nosotros e invade toda nuestra existencia, entonces podremos superar la amarga constatación que ya san Pablo expresó con tanta claridad:

“Porque yo sé que, por mi condición humana, no habita en mí nada bueno, porque está a mi alcance querer el bien, pero no el realizarlo, ya que no hago el bien que quiero y, en cambio, practico el mal que no quiero. Pero si hago lo que no quiero, ¡no soy yo el que obra así, sino el pecado que me habita! ( Romanos 7, 18-20).

En medio de las borrascas que nos toca afrontar en este tiempo nos tiene que consolar la certeza de que el Espíritu de Dios está siempre a la obra y es un Espíritu que sana, fortifica, consuela, da fuerza y sabiduría, aumenta la esperanza y abre caminos para que nos convirtamos en verdaderos hombres y mujeres de fe.

En esto días deberíamos decir miles de veces, ven Espíritu de Dios, llena nuestras vidas, nuestras familias, nuestras comunidades, nuestra Iglesia, nuestro mundo de tu amor.

Ven y sácanos de nuestras tibiezas, de nuestra incapacidad a vivir nuestro compromiso cristiano sin diluirlo.

Ven y haznos capaces de pagar de persona nuestra convicción de que sólo en ti se encuentra la vida y la felicidad.

Ven para que no vayamos detrás de los ídolos de nuestro tiempo y de todos los tiempos. Ven Espíritu para que tu presencia en nosotros nos permita ser creíbles, auténticos, testigos fieles de tu presencia en este mundo.

Ven Espíritu de Dios y enciendo nuestros corazones con el fuego de tu amor, del amor verdadero que significa renuncia a uno mismo. Amor que se construye en la entrega generosa y cotidiana. Amor que nos hace sensibles y solidarios con los más pobres, los abandonados y miserables de nuestro tiempo.

Ven Espíritu del amor verdadero que no tolera nuestras farsas, nuestras mentiras, nuestras superficialidades. Espíritu de amor que es capaz de calentar lo que nuestros intereses mezquinos han enfriado, lo que nuestras indolencias han congelado.

Ven Espíritu de fuego que consume, destruye y purifica nuestras miserias, las mentiras detrás de las cuales tratamos a diario de hacer creer que puede existir un mundo sin ti. Ven y funde, como el hierro en el horno de la fundición, lo torcido de nuestras mentes, la prepotencia y la arrogancia de nuestros corazones petrificados, disecados e incapaces de latir al ritmo del corazón de nuestro Padre.

Ven, enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor. El fuego de la misericordia, del perdón, de la tolerancia, del respeto al que es más débil.

Ven para que aprendamos lo que significa la compasión, el sacrificio, el olvido de sí en bien de los demás.

Ven para que podamos desprendernos de nuestras inseguridades, de nuestros complejos de inferioridad, de las heridas y rencores añejos que se han incrustado en las paredes de nuestro corazón.

4.- El Espíritu todo lo recrea.

Envía Señor tu Espíritu y todas las cosas serán creadas. Envíalo para que podamos seguir maravillándonos cada mañana al despertarnos y contemplar el don de la vida que nos rodea, la creación que pones a nuestra disposición para que disfrutemos de ella. No para que la contaminemos y la destruyamos como salvajes que no saben de respeto, de cuidado y de ternura.

Ven Espíritu y haz que las cosas ocupen el lugar que les corresponde en nuestras vidas. Crea todo nuevamente, pero crea en nosotros también una conciencia nueva que nos permita vivir libres de las cosas, que no seamos avaros, ni tacaños.

Que no nos convirtamos en víctimas de la ambición y que no caigamos en la tentación de vivir acaparando y atesorando las cosas que jamás nos servirán.

Ven y se creará una humanidad nueva en donde será realidad la fraternidad no como algo caído del cielo, sino construido a base de esfuerzos de solidaridad, de reconocimiento de la riqueza que existe en los demás, de rechazo de la violencia y de la muerte que llena de sangre tantos lugares de nuestra casa tierra.

Esa tierra en donde has pensado que todos pueden tener un espacio para vivir sin ser llamados ilegales, refugiados, migrantes, sino hermanos, hijos de un Padre que no sabe de razas, de colores, de creencias y que nos quiere a todos en su hogar.

Ven Espíritu de Dios y estamos seguros que se renovará la faz de la tierra. Ven y cambiará el rostro de quienes hemos puesto nuestra confianza en ti. Ven y esta faz desfigurada, distorsionada por las incoherencias de quienes nos decimos cristianos volverá a ser una faz resplandeciente y auténtica, reflejo del rostro de Cristo que habita en nosotros.

Ven Espíritu Santo y cambiará no sólo el rostro de la Iglesia, que asistida con tu misericordia volverá a ser signo de tu presencia en la humanidad, sino toda la creación en la que cada persona será capaz de vivir sin ser una amenaza para quienes le están cerca.

Ven y la faz de la tierra cambiará porque aparecerán en todo su esplendor las experiencias magníficas de quienes también hoy siguen siendo testigos anónimos y escondidos de tu amor en tantas partes del mundo.

Ven y resplandecerá el rostro de tantas comunidades cristianas jóvenes que en las misiones están creciendo como árboles robustos prometedores de buenos frutos.

Ven Espíritu Santo porque te necesitamos para seguir caminando por los caminos de este mundo en donde nuestro maestro y Señor nos ha dejado recordándonos que estamos aquí, pero que no podemos olvidar que no somos de este mundo.

Ven para que podamos seguir caminando sin olvidar que el Padre nos lleva de la mano.

Textos para nuestra reflexión:
Juan 20, 19-23
1Co 12
Gálatas 5, 16-26

Misión comboniana en Metlatónoc, México

Por: Esc. Felipe Vazquez, mccj
Desde Metlatónoc, Guerrer
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La mirada de un misionero comboniano que por primera vez ve los pueblos originarios de la región mixteca del Estado de Guerrero, se encuentra con un ser humano que vive envuelto en ritos con elementos católicos y prehispánicos como escudo protector ante la adversidad y la inclemencia social hecha de marginación, exclusión, discriminación, invisibilizacion y olvido.

Las circunstancias generadas por esa inclemencia social lo hunden en el subdesarrollo y la pobreza. Esta es una de las razones por las que se ve obligado a migrar, dejar su tierra y su familia en la desolación para ir a buscar recursos o a estudiar lejos para mejorar sus condiciones de vida para él y para los suyos.

La Iglesia aparece en medio de estos pueblos como compañera de camino y de consuelo de este ser humano originario de estas tierras. Camina con él sin apresurar los pasos, con la única intención de que este ser humano y sus pueblos sientan a Dios cercano, como compañero de camino y de vida que busca junto con ellos caminos de liberación y salvación. Es decir, que tengan la experiencia de Dios como Emmanuel ( Dios-con-nosotros).

Esta experiencia de Dios que camina con los pueblos olvidados en las montañas, hace que recuperen y fortalezcan la actitud y capacidad de caminar juntos como necesidad y estrategia para crecer todos. Eso que ahora la Iglesia pide a todos los bautizados: redescubrir el camino sinodal como vía de salvación social.

El misionero sabe que, a veces, el ser humano al que acompaña en su crecimiento humano y espiritual, no siempre conoce a Jesucristo. Por eso, ayuda a estos pueblos a descubrirlo en medio de ellos, que está caminando junto con ellos, en medio de sus pueblos y comunidades… Porque, con frecuencia, sólo saben de la existencia de Dios, pero no saben quién es ni cómo es, solo le llaman DIOS.

La presencia del misionero hace que, caminando juntos, puedan conocer el Nombre de Dios, aprender a mirarlo como papá de todos y a descubrir a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida que se transforma en la vía más concreta de salvación personal y social: EL SER HUMANO FRATERNO.

El misionero sabe que la fraternidad social nace de la fe en un Dios que es papá, que quiere que sus hijos vivan dignamente y sean felices y que no se conforma sólo con ritos, rezos y sacrificios… que eso a veces le molesta y lo entristece, sobre todo cuando la justicia, la paz y la vida están en riesgo y no se actúa para mejorar a las personas y sus entornos, esperando que una intervención extraordinaria resuelva todo.

Estas son las implicaciones del anuncio del Evangelio que conocemos todos los misioneros y es lo que pretendemos que este ser humano conozca, asimile y lo haga carne ahí donde vive y convive.

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Arquidiócesis de México: “Con el dolor de una mamá no se juega”

Mons. Francisco Javier Acero Pérez, obispo auxiliar de la arquidiócesis de Ciudad de México aseguró que las madres buscadoras tienen mucho que aportar y por ello no se debe ideologizar ni politizar su dolor. Foto: Desde la Fe

Desde la Fe

Luego de reiterar el apoyo incondicional de la Arquidiócesis Primada de México a las madres buscadoras en su lucha, monseñor Francisco Javier Acero Pérez hizo un llamado para no politiza con el dolor de las mamás que han perdido a sus hijos.

“Esto es una acción pastoral y es importante decir que con el dolor de una mamá no se juega, el dolor de una mamá no se ideologiza, no se politiza”, aseguro el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México durante una conferencia ofrecida por las madres buscadoras María Herrera, Verónica Rosas y Jacqueline Palmero en la Basílica de Guadalupe.

Luego de informar que la Arquidiócesis de México está formando una Comisión de la Mujer dentro de la Vicaría de Laicos donde habrá una sección de Madres Buscadoras, monseñor Acero Pérez destacó que las mujeres con dolor tienen muchas soluciones para el país y ojalá se les escuche sin intentar ideologizarlas.

“Las mujeres con dolor, las mujeres cuando viven una situación de dolor, al final el mismo dolor les va dando fuerzas para ofrecer soluciones y estas mujeres buscadoras tienen muchas soluciones para nuestro país, ojalá se las escuche, no para ideologizarlas sino para promover este tejido social, este volver a tejer todo esto”, aseveró.

Madres buscadoras agradecen la apertura y el apoyo de la Iglesia

María Herrera, Verónica Rosas y Jacqueline Palmero reconocieron el apoyo que desde hace más de un año les ha otorgado la Arquidiócesis de México y la apertura que han tenido no solo para escucharlas, sino también para reconfortarlas para soportar el fuerte dolor que representa el hecho de que sus hijos se encuentren desaparecidos.

“Nos sentimos parte de nuestra Iglesia. El ser atendidas, ser escuchadas y estar en este lugar para nosotros es un gran logro, en medio del dolor y del sufrimiento que hemos venido arrastrando. El sentir el amor, la atención de nuestros pastores es uno de nuestros mejores logros, porque con el gobierno puedo decir que no se logró avanzar en lo más mínimo”, indicó Herrera.

Por su parte Verónica Rosas indicó que “su corazón” siente mucha gratitud por esta apertura que ha tenido la Iglesia católica desde el año pasado, cuando les abrieron las puertas de la Basílica de Guadalupe. “Aquí se siente este abrazo, este cobijo de la Iglesia católica que el día de hoy, en especial, nos abraza, porque hoy para muchas madres no hay nada que celebrar porque está esa ausencia, ese vacío en nuestras casas, en nuestro corazón”, subrayó.

En su turno, Jacqueline Palmero agradeció que la Iglesia les ha arropado, lo que es muy reconfortante para su alma, porque acrecienta la fe en los creyentes. “Es muy importante que hoy, 10 de mayo, que para nosotras no es un día que se festeja, sino un día de lucha, que la comunidad católica, y más en este recinto tan preciado para todos los mexicanos, seamos recibidas. Es muy gratificante que nos volteen a ver y que contamos con su apoyo. Algo que impulsa a las madres a seguir buscando es la fe”, recalcó.

Mons. Francisco Javier Acero recibe a las madres buscadoras en la Basílica de Guadalupe para participar en la Santa Misa. Foto: Basílica de Guadalupe.

Avanza la unificación de más de 270 colectivos de todo el país

Las madres buscadoras informaron que más de 270 colectivos nacionales realizan un proceso de unificación a fin de crear una sola instancia nacional para la búsqueda de desaparecidas y desaparecidos en México, para alcanzar acuerdos que les permita fortalecer su lucha y trabajo para localizar a sus seres queridos.

“Hemos venido haciendo una especie de uificación nacional, que es unificar el dolor de todas las madres y las familias, que tienen un familiar desaparecido, porque nos sentimos humilladas, relegadas de la sociedad y a veces de los mismos familiares”, informó María Herrera.

Durante la conferencia de prensa ofrecida en el Auditorio de la Basílica de Guadalupe, Herrera aseguró que la situación más cruel que pueda pasar un ser humano es que le arrebaten un hijo, “es lo peor, porque sabemos que solo Dios tiene esa facultad para dárnoslos y quitárnoslos en el momento que Él lo decida”.

Reitera la Iglesia CDMX apoyo incondicional a las madres buscadoras

Durante la Santa Misa ofrecida en la Basílica de Guadalupe en honor de las madres buscadoras, monseñor Francisco Javier Acero Pérez, señaló que lo más doloroso que puede vivir una madre es la pérdida de su propio hijo, por lo que les indicó que ellas pueden seguir contando con el apoyo de la Iglesia para escucharlas, acompañarlas con respeto y cariño.

En su homilía, el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México señaló que “como sacerdote quiero agradecer el testimonio de amor de las madres buscadoras de nuestro país, porque con su búsqueda en fosas clandestinas nos hacen ver que las dificultades se superan con el amor”.

El Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México preside la Santa Misa en honor de las madres buscadoras en la Basílica de Guadalupe. Foto: Basílica de Guadalupe.

Al presidir la celebración eucarística, recalcó que el amor de las madres buscadoras a sus hijos es lo que nos hace fuertes, “en lo personal en mi vocación como sacerdote”, porque así como él muchos las están acompañando conociendo su testimonio de lucha, su tesón, sus lágrimas y sobre todo sus ganas de encontrar justicia.

En este sentido, monseñor Acero Pérez hizo un llamado a las autoridades de los tres niveles de Gobierno a velar por los derechos de la mujer y para que cese todo tipo de violencia hacia ellas. “Celebramos a las mamás, y en especial recordamos a las mamás que tienen sus familiares desaparecidos en un momento difícil para nuestro país”.

Misioneras de la dignidad humana, sembradoras de paz

El pasado 12 de mayo fallecía en Santa María de los Cayapas (Ecuador) la Hna. Amparo Flores Torres,  misionera comboniana mexicana (en el centro de la foto). En su memoria publicamos este pequeño artículo de otra comboniana, la Hna. Gabriella Botani, en el que nos comparte la realidad de la misión en la que vivió y murió la Hna. Amparito.

comboniane.org

 “Madre”. Oí repetir esta palabra cientos de veces mientras visitaba la comunidad de las Hermanas Misioneras Combonianas en Santa María de los Cayapas. La comunidad de las Hermanas es un lugar de encuentro, un espacio para ser escuchado, para encontrar a alguien en quien confiar. A Santa María, en el río Cayapas, se llega en poco más de dos horas de canoa a motor. Las Hermanas Misioneras Combonianas llegaron aquí hace más de cincuenta años y desde entonces se dedican a la formación de la comunidad cristiana, formando líderes comunitarios como catequistas y diáconos permanentes, promoviendo la educación y la salud, y prestando especial atención a las mujeres. No lejos de la frontera con Colombia, la región está habitada por las comunidades indígenas del pueblo Chachi y afrodescendientes, que han vivido pacíficamente en este territorio durante cientos de años. Esta tierra es rica en agua, vegetación y minerales.  En este contexto, que hoy está profundamente marcado por la falta de oportunidades para los jóvenes, la contaminación de las aguas debido a la explotación ilegal de las minas, los combonianos continúan su presencia misionera privilegiando su compromiso con la pastoral educativa formal en la escuela: que acoge a alumnos de primaria y estudiantes hasta la graduación de bachillerato, con dos cursos superiores de perito agrícola e informático. En estas zonas de difícil acceso, el principal reto es ofrecer una escuela de calidad que permita a los alumnos acceder a estudios universitarios. Escuchar los sueños de los jóvenes de la escuela Santa María es maravilloso: Yo sueño con ser veterinaria, yo profesora de idiomas, yo azafata…. Y pensar que hasta hace unos años, los jóvenes de aquí no soñaban. Hay muchos alumnos de Santa María que han ido a la universidad, entre ellos muchos de los profesores de la escuela. Otros dos éxitos registró esta pequeña escuela en 2023/24: un alumno obtuvo el primer puesto como mejor estudiante de todas las universidades católicas del Ecuador; la escuela, por el curso de perito agrícola, ganó un importante premio por un proyecto que hizo autónoma a la ciudad de Santa María para la producción de esquejes de cacao, un cultivo particularmente apreciado en la región.

Estamos en el vicariato de ‘Esmeraldas’, que corresponde al distrito administrativo, cuya capital y sede episcopal lleva el mismo nombre del distrito. Llegué aquí bajando de los Andes ecuatorianos hacia la costa norte del país. Estamos en la “provincia verde esmeralda”, de ahí el nombre de esta región Esmeraldas. Aquí llegaron las Hermanas Misioneras Combonianas a mediados de los años cincuenta para colaborar con los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, a quienes el Papa Pío XII había confiado el vicariato.

Con vistas al océano Pacífico en la costa norte del país, hasta la frontera con Colombia, esta tierra está habitada por descendientes de africanos traídos a estas tierras como esclavos y por comunidades indígenas, que han coexistido pacíficamente durante siglos.

Desde sus inicios, los Padres, Hermanos y Hermanas Combonianos han recorrido el territorio en canoa, a pie, en coche y otros medios de transporte para organizar comunidades cristianas y formar catequistas, respetando la realidad cultural local. La familia comboniana ha marcado la formación de la Iglesia y la Sociedad en Esmeraldas: San Daniel Comboni es reconocido como el padre fundador de la Iglesia y las Misioneras y Misioneros como verdaderos testigos del Evangelio, mujeres y hombres comprometidos con el anuncio de la Palabra de Dios y la promoción del desarrollo humano integral, construyendo escuelas y centros de salud, e impulsando procesos para contrarrestar la discriminación que vive la población afrodescendiente. Hoy, las Hermanas Combonianas viven el gran desafío de la creciente violencia causada por la penetración de grupos armados y del narcotráfico en el territorio, continuando con el mismo compromiso y pasión. La presencia de las “Madres”, mujeres del Evangelio, es una presencia profética, testigos y sembradoras de paz.

Gabriella Botani, smc
Coordinación General de Misiones