Fecha de nacimiento: 24/05/1920
Lugar de nacimiento: Troia/I
Votos temporales: 19/03/1947
Votos perpetuos: 19/03/1950
Fecha de ordenación: 24/11/1946
Llegada a México: 1980
Fecha de fallecimiento: 24/08/2014
Lugar de fallecimiento: Guadalajara/MEX

El P. Urbano nació en Troia, en la provincia de Foggia, el 24 de mayo de 1920. Fue ordenado sacerdote diocesano, entró después en el noviciado de Florencia empujado por el deseo de hacerse misionero. Hizo la primera profesión el 19 de marzo de 1947 y, 3 años más tarde, hizo los primeros votos. Después de algunos encargos en Italia, como ecónomo en Florencia, profesor y vicerrector del seminario de Padua, padre espiritual en el seminario comboniano de Pesaro, fue enviado a Viseu, en Portugal, para aprender el portugués y para el ministerio.

En 1953 tuvo el primer destino misionero, a Mozambique, en las parroquias de Mossuril y Nacaroa.

Los primeros años fueron serenos pero luego llegaron problemas de salud. El P. Urbano hizo curas y poco a poco se reprendió. Hizo el Curso de Renovación en Roma y organizó un hermanamiento entre Ercolano (Nápoles) y la misión de Lunga, donde se encontraba. El trece de agosto de 1968 había regresado a Mozambique y había sido destinado como vicario parroquial en Lunga, donde permaneció hasta el año 1974.

Regresó a Italia y pasó cuatro años en Troia y Bari como encargado de la animación misionera y, con el mismo encargo, fue durante dos años al postulantado de Maia.

El 17 de diciembre de 1980 el P. Urbano llegó a Ciudad de México, a la sede provincial, en colonia Moctezuma. Permaneció allí un mes para adaptarse a la nueva realidad. Después fue destinado a Baja California como vicario parroquial en el santuario de Nuestra Sra. de Lourdes en Ciudad Constitución.

Llegaba con una gran experiencia misionera, hecha en Portugal y Mozambique, en muchos campos: animación misionera, enseñanza, dirección espiritual, dirección de formación y evangelización, sobre todo como vice párroco.

El P. Urbano tenía un carácter decidido e ideas claras, una buena formación humana y sentido de la ironía. Su permanencia allí no estuvo libre de dificultades, por lo cual fue pasando por varias comunidades de Baja California: Guerrero Negro, Santa Rosalía y La Paz.

En 1983 fue destinado a la comunidad del pre-postulantado de Cuernavaca, donde podía tener cuidado de su salud y encontrar un clima más benigno. Allí permaneció dos años. En 1984 fue nombrado vicario del santuario de los Mártires de Uganda en la colonia Moctezuma. El año después fue destinado al noviciado de Sahuayo, Michoacán, como probus vir y para el ministerio. Pasó allí quince años, con una sola interrupción, en el año 1990 cuando fue a Roma para el Curso de Renovación. A su regreso retomó las actividades apostólicas de la comunidad que le confió el párroco de Jiquilpan, Michoacán, en los ranchos de la Arena, la Cantera y la Lagunita, donde construyó algunas capillas. En aquellas zonas se sintió particularmente a gusto y bien querido de la gente. Por ello pidió ser sepultado allí donde no le faltarían los sufragios después de la muerte.

En el año 2011, a los 91 años de edad, pidió ser trasladado a la comunidad Oasis San Daniel Comboni, en Guadalajara, después de haber superado un cáncer en 1992, cuya curación el P. Urbano atribuía a san Daniel Comboni: “recé mucho al Fundador para que me ayudase y él me ha hecho el milagro”, decía a los amigos. El P. Urbano falleció en Guadalajara por un infarto pulmonar el 24 de agosto de 2014 y fue sepultado en la Lagunita como había deseado él y la gente del lugar.

El P. Urbano, según testimonio del P. Teresino Serra, se había preparado con mucha antelación para el encuentro con Dios. A su lecho de enfermo acudía muchísima gente de las zonas donde había hecho apostolado. A todos pedía el mismo favor: rezad para que pueda morir pronto con la alegría que tengo hoy en el corazón. Había fundado los cenáculos marianos en varios países y era conocido como un hombre de fe inquebrantable y de una oración profunda. Ante la noticia de su muerte, comenzó un peregrinar de varias partes del país a Guadalajara. Después de una primera celebración en nuestra comunidad, sus restos fueron acompañados por un largo cortejo de coches hasta Sahuayo, en nuestro seminario menor donde fue velado durante toda la noche. La multitud desfiló ante el féretro sin pausa hasta el día después. Luego se tuvo una solemne celebración en la parroquia del Sagrado Corazón en Sahuayo. Además de los numerosos hermanos, concelebraron casi todos los sacerdotes y religiosos de la ciudad. Luego el féretro fue nuevamente acompañado durante 30 kilómetros hasta el rancho de la Lagunita. La multitud inmensa que lo acompañó fue un acto de reconocimiento a este pequeño gran hombre que habló de Dios y de la misión como su testimonio simple y humilde.