Etiopía: Ordenado sacerdote el primer comboniano de Haro Wato

La comunidad católica de Haro Wato, en el Vicariato Apostólico de Hawassa, en el sur de Etiopía, ofreció su primer sacerdote al Instituto Comboniano. El diácono Abebayehu Tefera Atara, originario de la zona, fue ordenado sacerdote el 16 de marzo de 2024, en la parroquia de Haro Wato, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. El Obispo Seyoum Fransua. vicario apostólico de Hosanna, presidió la Eucaristía y confirió la ordenación en lengua guji.

Por: Padre José Vieira, mccj

Una gran multitud desafió el fuerte sol y se reunió en el campo de fútbol de la misión, buscando alivio bajo la sombra de los árboles adyacentes, para presenciar la primera ordenación sacerdotal celebrada en la parroquia. La ceremonia duró más de tres horas.

Hubo dos docenas de sacerdotes concelebrantes, entre ellos misioneros combonianos, miembros del clero local e institutos misioneros. También estuvieron presentes numerosas monjas misioneras combonianas, algunas Siervas de la Iglesia (un instituto local en Hawassa) y Franciscanas Misioneras de María (FMM). El gran coro parroquial contribuyó a solemnizar y animar cada momento.

Es significativo el pasaje evangélico elegido por el diácono Abebayehu para su gran momento: la triple profesión de amor de Pedro hacia Jesús (Jn 21,15-19). Durante la homilía, Mons. Seyoum elogió el trabajo de los misioneros combonianos durante los últimos 29 años en Haro Wato. Luego añadió: “La ordenación de Abebayehu es uno de los primeros frutos de esta obra misionera”. Refiriéndose al mandato misionero de Jesús, el obispo dijo al futuro sacerdote: «Ve, pues, a todas partes, proclama la Buena Nueva y celebra los sacramentos. El Señor que te llamó, estará siempre contigo”. Gran emoción y prolongados trinos de júbilo acogieron la “entrega” que el padre del ordenando, Tefera, y su madre, Alemitu Gedeccho, hicieron de su hijo, acompañándolo hasta el altar para la ordenación.

Al finalizar la celebración eucarística, el padre Asfaha Yohanes, superior provincial de Etiopía, después de agradecer a todos los presentes, anunció que el nuevo ordenado viajará próximamente a Mozambique, donde ha sido destinado para su primer ministerio misionero. Luego añadió: “Un sacerdote es un servidor del Evangelio, con la fuerza de Dios. Oren por él”. La celebración finalizó con una comida ofrecida a todos.

El padre Abebayehu tiene 36 años. Es el mayor de nueve hermanos: seis niños y tres niñas. Hizo su noviciado en Namugongo (Uganda) y concluyó su formación teológica en Nairobi (Kenia). Tras su ordenación diaconal, el 28 de agosto de 2023, ejerció el diaconado en su parroquia de origen.

El padre Abebayehu dijo: «Para mí, ser sacerdote no significa simplemente cumplir los deberes típicos de la autoridad religiosa. Es un camino de desarrollo espiritual, de servicio desinteresado y de comunión con la comunidad y con el Todopoderoso. En última instancia, ser sacerdote es una vocación santa y compleja, que requiere un fuerte sentido de responsabilidad social, un compromiso constante con el desarrollo espiritual y una voluntad total de dar amor y compasión sin reservas”.

El hermano Desu Yisrashe, animador vocacional de la provincia, preparó la primera ordenación sacerdotal en Haro Wato con una semana de encuentros con jóvenes.

La Misión Haro Wato fue iniciada en 1995 por los misioneros combonianos, como rama de la misión Qillenso, en las montañas de Uraga, entre las poblaciones Guji y Gedeo. Allí abrieron una escuela secundaria. Las combonianas llegaron aquí dos años después para abrir un dispensario e iniciar un programa para la emancipación de la mujer. También dirigen una escuela (desde jardín de infantes hasta octavo grado) en la cercana ciudad de Sollamo.

La misión de Haro Wato cuenta con 49 capillas, agrupadas en ocho áreas. El registro bautismal contiene más de 19.000 nombres.

San José en la vida de Comboni

La figura de san José ha tenido un pues­to relevante en la vida y espiritualidad de san Daniel Comboni, gran misionero y fundador de los institutos de las Misio­neras y los Misioneros Combonianos. A través de sus escritos, podemos percibir cómo el esposo de María y padre adopti­vo de Jesús fue siempre un referente en su vida y en su obra misionera. A él acu­dió siempre para confiarle, no sólo las necesidades materiales de su vicariato, sino sus preocupaciones y dificultades.

Es muy probable que la devoción de Comboni por san José comenzara en su infancia, viendo en su propio pa­dre, Luigi Comboni, un reflejo del esposo de María. Comboni nació en el seno de una familia humil­de de campesinos en Limone sul Garda, un pequeño pueblo a orillas del lago de Garda, al norte de Italia. Fue el único hijo sobreviviente de un total de ocho que tuvieron sus padres. Las dificultades económicas y los esfuer­zos de su padre por sacar a la familia adelante dejaron sin duda una huella profun­da en el que sería después el gran evangelizador de África Central.

San José en la vida de Comboni

Ahí descubre unas imágenes que don Mazza había colo­cado en la capilla dedicada a san Carlos con la intención de in­fundir en sus alumnos la devoción por la Sagrada Familia. Junto a una imagen del Sagrado Corazón de Je­sús y otra del Corazón Inmaculado de María, se encontraba la imagen de san José. Estas tres imágenes debieron quedar grabadas en su memoria, porque en muchas de las numerosas cartas que Comboni es­cribió a lo largo de su vida hizo re­ferencia a san José y a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.

Cuando el 8 de diciembre de 1870 el papa Pío IX proclama a san José como Patrón de la Iglesia universal, Comboni ve reforzada su devoción por este santo y co­mienza a venerarlo también como «protector de la Iglesia católica y de la Nigrizia». Esto se puede ver claramente en una carta dirigida al padre Sem­bianti, el rector de sus seminarios en Verona, en la que hace referencia a dos pequeños opúsculos sobre el Sagrado Corazón y sobre san José, que quiere recomendar a todos sus misioneros y misioneras. En dicha carta afirma: «desearía que cada misionero y cada hermana de Áfri­ca Central tuviera estos dos estu­pendos libros y se familiarizara bien con ellos para conocer bien las riquezas del Corazón de Jesucristo y la poesía de las grandezas de san José. Estos dos tesoros, unidos a la fervorosa devoción a la gran Madre de Dios e inmaculada esposa del gran Patrón de la Iglesia universal y de la Nigrizia, son un talismán se­guro para quien, ocupado en los in­tereses de las almas en África Cen­tral, ha de relacionarse con gente de ambos sexos en estos países, pues dan el coraje y encienden la caridad de tratarlas familiarmente y con desenvoltura para convertir­las a Cristo y a la Virgen».

Por otra parte, la devoción de Comboni por san José siempre va unida a la de los Sagrados Cora­zones de Jesús y de María. Su fe y confianza en lo que él llama la «triada santísima» o «los tres obje­tos de nuestro amor», serán el prin­cipal sustento espiritual en el que se apoyará en todo momento. Así lo expresaba, por ejemplo, en otra carta al padre Sembianti: «Al niño Jesús (que nunca se hace viejo), a su madre, la Reina de la Nigrizia, y a mi querido ecónomo san José (que no muere nunca, ni jamás da en quiebra, sino que sabe adminis­trar bien y con mucho juicio, y es un perfecto cumplidor), a estos tres queridos objetos de nuestro amor les voy a hacer una novena, para obtener la gracia de que antes de la fiesta de los desposorios de la San­tísima Virgen, o para ese santo día, el querido padre Sembianti esté instalado en su importante cargo de rector de los Institutos Africanos de Verana. San José, que es el pa­radigma del hombre bueno, nunca me ha negado ninguna gracia tem­poral; pero unido a Jesús y María, forma una tríada santísima que sin duda habrá de conceder esta gracia espiritual que pido».

San José y la Providencia

En esta carta se puede percibir también otra de las características de la devoción de Comboni hacia san José, a quien considera como «su ecónomo» y al que no duda en acudir particularmente en lo que concierne las inmensas necesidades económicas de su obra. Debido a su origen humilde y a la formación recibida en el Instituto Mazza, Comboni tuvo siempre claro que estaba en manos de la Providencia divina. Incluso en los momentos de mayor dificultad, no dejó de po­nerse en manos de la que él define como «fuente de caridad para los desdichados y protectora siempre de la inocencia y la justicia».

En una carta dirigida al carde­nal Juan Simeoni, entonces prefec­to de la Congregación para la Pro­pagación de la Fe, se expresaba en estos términos: «Pero como siem­pre se debe confiar únicamente en Dios y en su gracia, pues quien con­fía en sí mismo, confía (con perdón) en el mayor asno de este mundo, y considerando que las obras de Dios nacen siempre al pie del Calvario y que deben ser marcadas con el adorable sello de la cruz, he pensado abandonarme en brazos de la divina Pro­videncia, que es fuente de caridad para los desdicha­dos y protectora siempre de la inocencia y la justicia».

Este convencimiento de que la Providencia nunca le abandona, unida a su devoción por san José, hacen que desde el principio de su misión haya declarado a san José como el ecónomo de su obra, no dudando nunca de él. Así de claro lo expresa al cardenal Alejandro Franchi en 1876: «¿Cómo se podrá dudar jamás de la Providencia divi­na, ni del solícito ecónomo san José, que en sólo ocho años y medio, y en tiempos tan calamitosos y difíciles, me ha mandado más de un millón de francos para fundar y poner en marcha la obra de la redención de la Nigrizia en Verona, en Egipto y en el África interior? Los medios económicos y materiales para sos­tener la misión son la última de mis preocupaciones. Basta con rogar».

Y en otra carta dirigida a mon­señor Jerónimo Verzieri, obispo de Brecia, dice: «Le aseguro, mon­señor, que el banco de san José es más sólido que todos los bancos de Rothschild. De este modo, sin en­contrarme con un sólo céntimo de deuda, este estupendo ecónomo mantiene para la Nigrizia dos casas en Verona, dos en El Cairo, dos en Jartum y dos en El-Obeid, la capital del Kordofán, que tiene más de cien mil habitantes, y donde por prime­ra vez se celebró misa y se adoró a Jesucristo en 1872».

De estas cartas y de otras mu­chas, se desprende también la familiaridad con la que Comboni se dirige a san José, una fami­liaridad que no quita un ápice la devoción y el respeto que siente por su santo protector, pero que es también muestra de la gran confianza que tiene puesta en él. Así hablaba de él en otra de sus cartas: «Además he llamado al orden a mi ecónomo san José, y amenazándolo con dirigirme a su mujer si él no me hace caso, le he exigido que en el plazo de un año, a contar desde el pasado 12 de mayo, equilibre mi presu­puesto; pero no al estilo de Lan­za, Sella y Minghetti, o del actual ministro de economía italiano, Semits Doda; sino el verdadero equilibrio presupuestario; de lo contrario voy a su mujer».

Particularmente, es en los mo­mentos de carestía y dificultad que Comboni muestra su mayor confianza en san José. Durante la hambruna que padeció Sudán en 1878, Daniel Comboni escribe al cardenal Juan Simeoni contándole lo caro que está todo, en particular el pan y el agua, y cómo confía en que san José le ayudará a salir ade­lante: «En las barbas de san José hay miles y millones; y yo lo tengo tan atosigado y he hecho some­terlo a tal acoso de oraciones, que estoy segurísimo de que la crítica situación actual de África Central se trocará dentro de no mucho en prosperidad. El tiempo y las desdi­chas pasan, nosotros nos hacemos viejos; pero san José es siempre jo­ven, tiene siempre buen corazón e intención recta, y ama siempre a su Jesús y los intereses de su gloria. Y la conversión de África Central re­presenta un interés grande y per­manente para la gloria de Jesús».

Aquí se ve otro aspecto de la de­voción de Comboni hacia san José. Según él, José «ama siempre a su Je­sús y los intereses de su gloria». José es ese padre que siente que su hijo es parte de él, los intereses y deseos de su hijo se convierten en sus pro­pios intereses y deseos; y si Jesús quiere la conversión de África Cen­tral, san José hará todo lo posible porque ese deseo se cumpla. No es una paternidad física, pero sí espi­ritual y de corazón. El amor de José por su hijo Jesús se convierte en un amor paternal de José hacia toda la humanidad, por la que Jesús dio su vida en un acto supremo de amor. Así lo ve y así lo vive Comboni.

Fiel hasta el final

Pero, ¿de dónde puede venirle a Comboni esta devoción tan mar­cada por san José? iES sólo una pía devoción espiritual que nació con aquella imagen en la capilla del instituto de Don Mazza o hay otra razón? Si nos fijamos en la persona­lidad de Comboni, en su carácter, en su frenética actividad en los pocos años que tuvo de vida, sus via­jes, sus cartas, o en su obsesión por la conversión de África, diríamos con razón que poco tiene en común con el esposo de María, un hombre sencillo, humilde, del que apenas se habla en los Evangelios. Tiene que haber algo más en san José que llamó la atención de Comboni: ese algo es, posiblemente, su humildad y su fidelidad a Dios.

José no fue un gran personaje en la aldea de Nazaret, no tuvo ningún rango importante en la sociedad judía de entonces; no fue profeta ni sacerdote, no destacó en nada; fue un simple car­pintero que aceptó con fe el proyecto que Dios le pro­puso, y lo hizo de manera humilde y sencilla, desde el silencio y la discreción, pero con una fidelidad absoluta y una enorme confian­za en Dios. ¿Cómo si no hubiera podido acoger en su casa a María cuando ya estaba encinta por obra del Espí­ritu Santo? Visto de esta manera, po­demos afirmar que las figuras de san José y Comboni se asemejan; en la fidelidad a ese proyecto de Dios para sus vidas, una fidelidad que va más allá de los miedos, de las posibles críticas, de cualquier dificultad. Una confianza que va hasta el final. Comboni aceptó la misión que Dios le había encomen­dado y nunca dudó de ella, ni si­quiera en los peores momentos de dificultad o de incomprensión. Fue siempre adelante. Es más, fue en esos momentos de dificultad cuan­do se encomendó de manera parti­cular a san José.

San José, modelo en la vocación del hermano misionero

No podemos dejar de hacer una referencia a san José como modelo en la vocación del hermano misionero. Comboni quiso tener entre sus misioneros a hombres consa­grados que, sin ser sacerdotes, reali­zaran tareas tan importantes como la construcción, la agricultura, la medicina, etcétera. De hecho, en sus escritos y en las reglas de su Ins­tituto, se contempla esta figura de misionero. En una carta dirigida al padre Amoldo Janssen, fundador de los Misioneros del Verbo Divino, Comboni llega incluso a admitir que los hermanos tienen más relevancia en el apostolado que los propios sa­cerdotes: «En África Central los her­manos artesanos bien preparados contribuyen a nuestro apostolado en mayor medida que los sacerdotes a la conversión, porque los alumnos negros y los neófitos (la mayor par­te de los cuales, ya sea para apren­der el oficio o para trabajar, han de permanecer un espacio de tiempo bastante largo con los «maestros» y los «expertos», quienes, con las pa­labras y con el ejemplo son verda­deros apóstoles para sus alumnos) están con los hermanos laicos, y los observan y escuchan más de lo que
pueden observar y escuchar a los sacerdotes».

La labor de los hermanos en la misión, centrada en el trabajo material y profesional, es fun­damental para el éxito de la evange­lización. Su presen­cia es más discreta que la del sacerdote, pero no menos eficaz. Quizás por eso y por ser el santo un carpintero, un hombre de trabajos prácti­cos, san José ha sido siem­pre un modelo para los hermanos, que ven en él un ejemplo de humildad, servi­cio y fidelidad.

Hoy en día, seminarios, escue­las, hospitales, centros de formación, parroquias, y un sinfín de centros asistenciales que la Iglesia católi­ca tiene por todo el mundo, llevan el nombre de san José, patrón de la Iglesia universal y padre y protector de toda la humanidad. La decisión del papa Francisco de dedicarle este año es una magnífica oportunidad que se nos presenta a los cristianos -y en particular a los misioneros ­para que descubramos la profundi­dad y la importancia de este hombre que, de manera humilde y fiel cam­bió el curso de nuestra historia.

P. Ismael Piñón, mccj
Esquila Misional, marzo 2021

Nuevo obispo coadjutor de Bangassou, RCA

El Santo Padre nombró el pasado 23 de febrero al Rev. P. Aurelio Gazzera, carmelita descalzo, obispo coadjutor de Bangassou (República Centroafricana), diócesis de la que es obispo titular el comboniano español Mons. Juan José Aguirre.

Mons. Aurelio Gazzera, O.C.D., nació el 27 de mayo de 1964 en Cuneo, Italia, y comenzó su formación en el Seminario Menor de los Carmelitas Descalzos de Arenzano en 1974. En 1979 emitió la profesión simple en la Orden de los Carmelitas Descalzos de la Provincia de Génova y luego pasó un año de formación en la Delegación Carmelita de África Central, emitiendo la profesión solemne el 11 de octubre de 1986.
Cursó estudios de filosofía y teología en la “Facoltà Teologica dell’Italia Settentrionale” – Sección de Génova y fue ordenado sacerdote el 27 de mayo de 1989.

Después de haber sido formador en el Seminario Menor de los Carmelitas Descalzos de Arenzano, comenzó su misión en África Central.

Ha ocupado los siguientes cargos: asistente en el Seminario Menor de Yole (1992-1994), director del 1er ciclo del mismo Seminario Menor (1994-2003), párroco de San Miguel de Bozoum (2003-2020), superior de la Delegación de Carmelitas Descalzos en África Central (2014-2020). Desde 2003 es responsable de Cáritas en Bouar y, desde 2020, miembro de la comunidad de Baoro, responsable de los cristianos de los pueblos de la sabana y director de la Escuela de Mecánica de Baoro.

Al ser nombrado obispo coadjutor, será él quien suceda al frente de la diócesis a Mons. Aguirre en el momento de su retirada. Su ordenación episcopal se celebrará el próximo 9 de junio.

Una pregunta incómoda

Por: Emmanuel Alejandro Mejía Sánchez

Soy Alejandro, tengo 31 años y soy originario de Magdalena, en el estado mexicano de Jalisco. Conozco a los Combonianos desde siempre  porque todos los meses hacen animación misionera en mi parroquia, sobre todo acompañando a las llamadas Damas Combonianas. A pesar de la avanzada edad de la mayoría de ellas, siguen apoyando y dando lo mejor de sí en favor de los combonianos y de las misiones. Mi madre no pertenecía a este grupo, pero siempre colaboró con las campañas anuales de los combonianos. Después de su fallecimiento, hace ya 21 años, mi familia ha mantenido ese compromiso.

La coordinadora de las Damas Combonianas, María de Jesús Altamiro, ha sido una persona clave en mi decisión de entrar en el instituto comboniano. En 2014 ingresé en el seminario diocesano de Guadalajara, pero salí al año siguiente. De regreso a casa, mi párroco me pidió que le ayudara unas semanas como sacristán mientras encontraba a otra persona, pero lo que iban a ser unos pocos días se convirtieron en cuatro años.

Cada vez que me veía en la parroquia, María de Jesús me hacía una pregunta que me incomodaba: «¿Te vas a pasar la vida limpiando el templo?». Un día me dijo: «El viernes próximo viene el comboniano. Si quieres, habla con él». A pesar de que le respondí que no quería saber nada de seminarios ni de esas cuestiones, hablé con el misionero, que me dio la biografía de san Daniel Comboni. La leí, me impresionó su tenacidad, y el 18 de agosto de 2018 inicié mi formación comboniana. El 13 de mayo de 2023 hice mis primeros votos y fui destinado a Granada para estudiar Teología. Llegué a España el pasado 5 de octubre, cuando ya había comenzado el curso en la Facultad de Teología de Granada, así que solo pude deshacer las maletas y comencé las clases. La primera semana conocí mi lugar de apostolado en la Asociación Calor y Café, donde se ayuda a personas migrantes en situación irregular.

Después de todo el camino recorrido, mezcla de penas y alegrías, desvelos y madrugadas, lágrimas y sonrisas, puedo decir que la vida misionera vale la pena. Me gustaría decirles a los jóvenes que se animen a conocer las «rarezas» de la vocación. La vida religiosa es similar a cuando te gusta una chica o un chico: comienzas con un coqueteo, después llega el noviazgo y vas conociendo a la otra persona hasta tomar una decisión. Por eso animaría a los jóvenes a coquetear con la vida religiosa para conocerla. No se pierde nada, y quizás puedes ganar una gran amiga. Como decimos en México, «el que invita paga». Y si Dios invita, Él pondrá los medios. Será un gusto verte un día por nuestra casa y darte la bienvenida a la gran Familia Comboniana.

Animación misionera en España

P. José de Jesús García
desde Palencia, España

Del 13 al 15 de febrero pasados los combonianos que trabajamos en España tuvimos en Madrid un taller de animación misionera. Uno de los temas que tratamos fue: “San Daniel Comboni: animador misionero”. Para nutrirnos del Espíritu comboniano, reflexionamos sobre las iniciativas y el espíritu emprendedor que movió e impulsó a San Daniel Comboni para animar a la Iglesia católica europea, para comprometerla en la evangelización de África. Después de la muerte de San Daniel Comboni, muchos misioneros combonianos, han contribuido en la causa misionera comboniana e inclusive han dado su vida en las misiones en diversas partes del mundo.

Queremos recordar al P.  Enrique Faré, un misionero muy importante para las provincias combonianas de México y España, sobre todo por haber fundado la revistas misioneras Mundo Negro y Aguiluchos de España y haber dado un gran impulso a la revista Esquila Misional en México.  

Profeta de la animación misionera

El P. Enrique Faré nació en Milán, Italia, el 10 de julio de 1912. Fue ordenado sacerdote el 27 de marzo de 1937. Realizó diferentes trabajos en la economía, formación y animación misionera, sólo por mencionar algunos. En 1958 fue nombrado Superior Provincial de México. Y en tan sólo en un año mejoró sustancialmente la revista Esquila Misional, editada por los misioneros combonianos, que hasta entonces era una hoja de enlace con los bienhechores y amigos de los misioneros. Gracias a su nuevo diseño y nuevo impulso, Esquila Misional llegó a ser tal como la conocemos hoy. En 1959 el P. Faré fue destinado a España con el mismo cargo, y en abril de 1960 fundó la revista Mundo Negro.  

Hoy en día, tiempo de las redes sociales de comunicación, tiempo de las imágenes digitales, es un desafío para nuestras revistas, el número de suscriptores cada día disminuye. En este taller para animadores misioneros, reflexionamos y nos comprometimos a aprovechar, las ferias del libro, visitar parroquias, grupos parroquiales y todo momento y ocasión que se presente para continuar y reactivar las suscripciones a nuestras revistas Mundo Negro y Aguiluchos y continuar con la venta de libros. Gracias a nuestras revistas misioneras damos a conocer el trabajo misionero y mucha gente ora por las misiones, además de que hemos tenido muchos bienhechores y muchas vocaciones para la vida misionera.

Invitamos a todos nuestros lectores de Esquila misional y Aguiluchos a que nos ayuden promoviendo las suscripciones y cada uno las divulgue con sus amigos. Y también que continúen apoyándonos con oraciones. Es gracias a su apoyo que muchos misioneros combonianos nos encontramos evangelizando en diversas partes del mundo. Unidos en la oración y en la evangelización.     

Comunidad formativa de Graz-Messendorf

Desde hace algún tiempo, algunos hermanos sueñan con un itinerario de formación ligeramente diferente para los futuros misioneros. No debería tener lugar en el mundo especial de un seminario, sino en estructuras más sencillas y pequeñas, y estar más cerca de la realidad concreta de la vida de las personas. (En la foto: Padre Karl Peinhopf -segundo por la izquierda- con los nuevos escolásticos en Graz-Messendorf (de izquierda a derecha) Tonito Teaneque (Mozambique), Wilson Wairimu (Kenia), Daniel Osuna (México)

El Capítulo General de 2022 concedió este deseo y dio a la Dirección General la oportunidad de “alojar a pequeños grupos de escolásticos en una comunidad local normal si fuera necesario”. Deberán estar acompañados por un hermano y combinar bien los elementos esenciales de la formación: oración, estudio, vida comunitaria y compromiso pastoral-misionero.

Nuestra comunidad de Messendorf, llamada “comunidad formativa”, fue elegida para ese “itinerario formativo alternativo”. Cuatro escolásticos viven en la comunidad y se preparan para su futuro trabajo misionero en Europa o en otra parte del mundo. Se presta a ello porque en Graz hay una facultad de teología de gran calidad y la comunidad comboniana es una mezcla variopinta en cuanto a edad y origen. Dos hermanos proceden del Tirol del Sur, uno de Alemania y otro de Austria, y dos de países africanos. A esto se añade nuestra larga presencia en la Iglesia local y en la atención pastoral a los emigrantes a través de la Casa de África, que funciona aquí desde hace más de veinte años. Las afueras de Graz ofrecen muchas oportunidades para que nuestros escolásticos se dediquen a labores pastorales, sociales y misioneras paralelamente a sus estudios.

Concretamente, este proyecto comenzó a finales de septiembre de 2023 con la llegada del primer escolástico, Jesús Daniel Osuna, de México. Desde entonces, también han llegado Wilson, de Kenia, y Tonito, de Mozambique. Todavía estamos esperando a Ilolube del Congo. En el primer año, están ocupados estudiando alemán. Les acompaña el padre Karl Peinhopf, que procede de la Iglesia local de Estiria. Toda la comunidad local es corresponsable de todo el proyecto. Así pues, la comunidad de Messendorf cuenta con diez hermanos de un total de nueve naciones. El más joven tiene 24 años y el mayor 87, lo que la convierte en un reflejo de la mayoría de las comunidades combonianas del mundo, que tienen una composición similar.

Padre Karl Peinhopf, MCCJ