Fecha de nacimiento: 27/02/1963
Lugar de nacimiento: Tierra Nueva / México
Votos temporales: 07/05/1988
Votos perpetuos: 12/10/1992
Fecha de ordenación: 04/09/1993
Fecha de fallecimiento: 22/04/2018
Lugar de fallecimiento: Ciudad de México / México

El 25 de abril del 2018 la par­roquia de Tierra Nueva, San Luis Potosí vivió uno de los momen­tos seguramente más intensos en su camino de fe. Desde el día anterior se habían multiplicado las celebraciones y los momen­tos de oración y de duelo con los que miles de personas quisieron acompañar al padre Rafael Rico Hernández, luego de haber reci­bido conmovidos la noticia de su inesperada muerte.

Ahí se habían dado cita mu­chísimas personas que habían acompañado la vida, la vocación misionera, el ministerio de Rafa­el. Sacerdotes, familiares y fieles de la parroquia y muchos otros venidos de distintos lugares en donde había estado presente el padre Rico, como le gustaba a la gente llamarlo, no podían creerlo, pero al mismo tiempo daban gra­cias por el don de este combonia­no que supo ganarse el corazón de todas las personas que encon­tró en su caminar misionero.

Su vida y formación

Rafael nació el 27 de febrero de 1963 en Tierra Nueva, SLP., un pequeño poblado escondido entre montañas áridas y despo­bladas en donde en su infancia se había ocupado del diminu­to rebaño de cabras y en don­de habían nacido sus primeros sueños de ir lejos a ocuparse de otras ovejas. Ahí recibió el teso­ro de su generosidad y sencillez, en el seno de una familia sencil­la, pobre, pero llena de fe que supo sembrar en su corazón los valores que lo llevaron a abrazar el proyecto de dejarlo todo para ponerse al servicio de los demás.

Terminados los estudios de pri­maria, Rafael ingresó al Semina­rio de San Francisco del Rincón en el estado de Guanajuato. Se­guramente se había encontrado con el hermano Pedro García, un misionero comboniano español, que en aquellos años hacía el trabajo de promotor vocacional adentrándose hasta los lugares más lejanos de toda la región. A San Francisco llegó como un adolescente que acababa de dejar la niñez, pero que se sentía ya con el coraje de seguir una voca­ción que no le asustaba por sus exigencias.

Durante toda su formación se le recuerda como un joven sencil­lo, respetuoso, generoso y alegre. Supo comprometerse siempre con entusiasmo en todo lo que el seminario le iba presentan­do, ofreciendo y exigiendo y su respuesta fue siempre un sí, sin muchos regateos.

Rafael hizo toda su formación con los combonianos, la secun­daria, preparatoria, el postulan­tado y el noviciado en México. Esto le ayudó significativamente a crecer en su identificación con el carisma de San Daniel Combo­ni y le permitió irse enamorando de África, de su gente y sus mi­siones, en donde viviría la mayor parte de su experiencia misione­ra.

El 7 de mayo de 1988, termina­da la experiencia del noviciado, hizo su primera profesión reli­giosa en Sahuayo, Mich. Duran­te los meses de noviciado, había tenido la oportunidad de madu­rar su opción por las misiones y su deseo de consagrar su vida al Señor. En la evaluación de sus padres maestros se lee: Rafael ha crecido en la familia comboniana desde la secundaria y lo vemos profundamente identificado con el lnstitutu y a la vida misionera. Es una persona rica de humani­dad, transparente en su manera de ser y sensible a las exigencias de la comunidad. Sus compañe­ros lo estiman por su franqueza y su disponibilidad. Sus capaci­dades académicas son normales y la buena voluntad es lo que lo caracteriza.

Después de su primera profesión religiosa, Rafael fue desti­nado al escolasticado de Nairobi, en Kenya en donde se dedicó al estudio de la teología y tuvo su primer contacto con África. De 1988 al 1993 fueron años de estudio, por momentos con difi­cultades y exigencias que nunca lo desanimaron. Sus formadores y compañeros supieron recono­cer su sencillez y su deseo de en­tregarse a la misión.

En una carta del padre Fernan­do Colombo, formador del esco­lasticado, al superior general y su consejo escribía: Apoyo la so­licitud de Rico para los votos per­petuos en vista del sacerdocio en nuestro instituto, previstos para el 10 de octubre de 1992. Rico ha madurado en los encuentros for­mativos, en la oración y en gran­de libertad, la conciencia de su opción definitiva. En julio hará los ejercicios ignacianos… Todos los miembros de la comunidad a quienes se les ha preguntado in­dividualmente se han mostrado favorables a su admisión a los vo­tos perpetuos y a las órdenes sa­gradas.

El 12 de octubre de 1992 hizo su profesión perpetua y el 4 de septiembre de 1993 recibió la or­denación sacerdotal de manos de monseñor Arturo A. Szymanski, arzobispo de San Luis Potosí.

Su primera destinación fue a la provincia de México y su pri­mer servicio lo desempeñó en el seminario de San Francisco del Rincón, en donde había iniciado su camino de preparación a la misión.

En San Francisco se dedicó con entusiasmo a la promoción vocacional Muchos jóvenes fue­ron llevados por él al seminario y estos años se caracterizaron por un trabajo intenso de visita a co­legios, parroquias, grupos juve­niles, encuentros vocacionales y preseminarios. Al mismo tiempo, en san Francisco se entregó con alegría al ministerio sacerdotal mostrando una gran disponibili­dad y cercanía a la gente.

Muchas personas lo recorda­ron hasta el final de su vida con gratitud y aprecio, por su fami­liaridad y sencillez. Algunos lo llamaban con aprecio “el padre Vaquero” por su forma de vestir y sus inseparables botas de vaque­ro a las que nunca quiso renun­ciar. Más allá de su apariencia, Rafael llevaba consigo el alma de una persona buena, sencilla y amable. Era difícil verlo di­sgustado y siempre acogía a los demás con una sonrisa que acortaba las distancias y permitía encon­trarse con un corazón lleno de bondad. Siempre fue una perso­na respetuosa y le gustaba tratar de “usted” a los demás, en una actitud de aprecio y cercanía.

Nunca fue hombre de grandes discursos, pero mucha gente lo recuerda por sus palabras atina­das y sus consejos certeros que ayudaban en el momento de la dificultad, del dolor o de obscuri­dad. Era el sacerdote que habla­ba más con su ejemplo que con sus sermones.

En las misiones de Kenya

En octubre de 2001 fue desti­nado a las misiones de Kenya en donde pasaría el resto de su vida. Llegando se dedicó al estudio de la lengua local en la parroquia de Lokichar. De ahí pasó a su primer trabajo en misiones en la parro­quia de Lokori en donde trabajó hasta el año 2006. En ese año volvió a Lokichar para continuar con su trabajo pastoral. Siempre en la región de los Turkana, el pueblo que ganó su corazón, ahí quería quedarse, entre ellos y se entregó con gran pasión.

De septiembre del 2009 a mayo de 2010 fue destinado a México para que participara en al Año Comboniano de Formación per­manente. Al final de esta expe­riencia volvió a Kenya y de nuevo a la parroquia de Lokichar.

Poco a poco Rafael había ido asumiendo responsabilidades y trabajos, no sólo en la misión, sino también en la diócesis. Su presencia y su trabajo eran re­conocidos y apreciados por su obispo, por el clero local y por la gente de su misión.

Su última misión en Kenya fue la parroquia de Nakwamekwi, situada en una zona lejana y con muchísimas carencias. Una parroquia rodeada de pequeñas montañas áridas y un panorama que hacía pensar a lo que Rafael había contemplado durante sus pocos años de vida en su pueblo natal.

No fue fácil dejar esa misión y durante más de seis meses tuvo que ir desprendiéndose, segura­mente con gran dolor de aquella que había sido la misión de su vida. Al final apareció el Rafael que conocimos siempre y obedeciendo llegó a México en enero del 2018.

Lo esperábamos para confiarle un trabajo en una misión entre los indígenas en las montañas del estado de Guerrero, en una rea­lidad desafiante y en una misión exigente. Aún recuerdo su re­spuesta: Padre, usted mándeme a donde me necesiten, pues yo también he hecho la experiencia de tener que pedir la obediencia a otros hermanos. Sí, lo había hecho durante sus años de servi­cio como consejero provincial en Kenya. Y con sus palabras mo­straba, una vez más, el corazón generoso y disponible para la mi­sión.

Llegó a Metlatónoc poco antes de semana santa y sin tardanza empezó a trabajar visitando los pueblos y celebrando en las di­stintas comunidades. Ahí lo em­pezaban a conocer como el padre chinito por lo rizado de sus lar­gos cabellos.

Bastó poco para que la gente lo empezara a conocer y a apreciar y ha dejado un vacío ahí y en to­dos los lugares en donde estuvo presente que será difícil de llenar.

Como muestra, recuerdo aquí las palabras del padre Joseph Maina, quien fue su compañero y hermano en los caminos de la misión.

Las palabras del P. Mwariri Jo­seph Maina

Muy Querido P. Enrique y toda la Provincia de México,

por favor, con mucho dolor, quisiera enviarle mis más pro­fundas condolencias a usted, a la provincia y a la Familia de P. Ra­fael Rico. Yo recibí con profunda tristeza la noticia de su muerte y permanecí todo este tiempo sin saber qué decir ni cómo expre­sarme.

Es Dios quien nos había dado P. Rico y es el mismo Dios quien se lo ha llevado tan temprano y tan rápido, que su nombre sea glorificado.

Yo estudié con P. Rico en Nairo­bi y luego trabajé con él en Kenia y para ser específico en el Con­sejo Provincial. P. Rico siempre ha sido una persona muy espe­cial para mí desde el momento en que lo conocí en el Escolasti­cado de Nairobi. Él es una per­sona llena de humildad, obedien­cia, misericordiosa, generosa y muy humana. Yo tenía mucha confianza en él y siempre estaba seguro de que, donde quiera que él estuviera, las cosas iban bien. Solía llamarlo misionero de 24 horas porque era muy activo en la misión.

Sinceramente, su muerte me ha dolido mucho y estoy tratan­do de consolarme sabiendo que la muerte es la única forma de llegar a nuestro destino final.

Rezo por el descanso eterno de su alma y por la paz para todos Ustedes y especialmente para su familia. Que Dios le dé un buen descanso en el cielo.

P. Enrique Sánchez G., mccj
MCCJ Bulletin. Supl. In Memoriam nº 278 enero 2019