El Vicariato Apostólico de Hawassa, en el sur de Etiopía, ya tiene nuevo obispo: Mons. Gobezayehu Getachew Yilma. La noticia fue publicada el 15 de noviembre en el Boletín de la Oficina de Prensa del Vaticano. El Vicariato había sido administrado, durante estos últimos años, por el P. Juan Antonio González Núñez, misionero comboniano español, que cumplió 80 años el pasado 13 de octubre
El pasado 15 de noviembre de 2024, el Papa nombró Vicario Apostólico de Awasa (Etiopía) a Mons. Gobezayehu Getachew Yilma, hasta ahora Vicario Delegado del Vicariato Apostólico de Meki y Director Ejecutivo de Cáritas Diocesana. Mons. Gobezayehu sucede al P. Juan Antonio González Núñez, que ha asegurado la continuidad en este ministerio como Administrador Apostólico desde 2020, a la espera del nombramiento de un nuevo obispo.
Estamos muy agradecidos al P. Juan Núñez y también al P. Nicolás de Ioril (misionero comboniano fallecido el 6 de octubre de 2024 en Addis Abeba/Etiopía), que le ayudaron en su servicio en una iglesia particular muy vinculada a nuestra historia comboniana en Etiopía, por la tarea emprendida por ambos con celo y sacrificio. Recemos por Mons. Gobezayahu para que el Señor le conceda abundantes gracias para su ministerio.
El Rev. Dr. Gobezayehu Getachew Yilma nació el 4 de diciembre de 1978 en Dodola, Zona Bale, Región de Oromia, Etiopía. Estudió Agricultura en la Universidad de Agricultura de Jima antes de unirse al Instituto Franciscano Capuchino en Addis Abeba, donde estudió filosofía y teología. Es Diplomado en Filosofía con distinción máxima y Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma con Summa Cum Laude.
Fue ordenado sacerdote el 16 de enero de 2005 por Su Excelencia Monseñor Abraham Desta. Trabajó como Secretario del Obispo de Meki y Coordinador de Jóvenes del Vicariato de 2004 a 2005. Fue designado para trabajar como Secretario General Adjunto y posteriormente como Secretario General del Secretariado Católico Meki del año 2006 al 2009. Como Secretario General, fue responsable de coordinar las actividades, proyectos y programas sociales y de desarrollo de todo el Vicariato.
En el año 2009 viajó a Irlanda para continuar sus estudios. Allí realizó un Máster en Estudios de Desarrollo en el Kimmage Development Studies Institute, en Dublín, y una Licenciatura en Teología, con especialización en Enseñanza Social Católica, en la Pontificia Universidad de Maynooth, Irlanda.
Posteriormente realizó su doctorado en la misma Universidad con una disertación centrada en una evaluación ética del paradigma del Estado desarrollista basada en la antropología cristiana de Juan Pablo II en su enseñanza social y el enfoque de capacidades de Amartya Sen (premio Nobel de economía y profesor de la cátedra universitaria Thomas W. Lamont, profesor de economía en la Universidad de Harvard). Su examinador externo fue el Rev. Dr. Daniel Groody, CSC, Profesor Asociado de Teología y Asuntos Globales en la Universidad de Notre Dame, EE.UU.
El Rev. Dr. Gobezayehu regresó a Etiopía en agosto de 2016 y desde septiembre de 2016 ha sido designado para ocupar dos cargos: Vicario Delegado del Vicariato Apostólico de Meki y Director Ejecutivo de Cáritas Diocesana (Secretariado Católico de Meki). Como Vicario Delegado, administra los sacerdotes, las propiedades, las finanzas y el personal del Vicariato delegando al obispo.
Como Director Ejecutivo de Caritas, está planificando, dirigiendo, coordinando y supervisando proyectos sociales y de desarrollo y liderando y trabajando con más de 1.800 profesionales que atienden a 11 millones de beneficiarios directos de los Proyectos Caritas Meki. Estos proyectos se centran en ayudar a las personas en extrema pobreza en el área de la prestación de servicios de educación y salud de calidad; proporcionando agua potable e instalaciones de saneamiento; empoderando a las niñas y mujeres vulnerables para fortalecer sus capacidades educativas, socioculturales y económicas para alcanzar su potencial; e implementando programas de seguridad alimentaria y de emergencia para la comunidad rural pobre en el Vicariato Apostólico de Meki.
Mons. Víctor Hugo Castillo Matarrita, misionero comboniano costarricense, hasta ahora superior de la Delegación Comboniana en Centroáfrica, fue nombrado Obispo de Kaga-Bandoro (República Centroafricana) por el Papa Francisco el pasado 5 de septiembre. El pasado domingo 17 de noviembre, en el atrio de la catedral Santa Teresa del Niño Jesús de Kaga-Bandoro, tuvo lugar su ordenación episcopal y su instalación como nuevo obispo de dicha diócesis. La solemne celebración estuvo presidida por Su Eminencia el Cardenal Dieudonné Nzapalainga, Arzobispo Metropolitano de Bangui.
La Carta Apostólica, fechada el 5 de septiembre de 2024, por la que Mons. Víctor Hugo Castillo Matarrita es nombrado Obispo de Kaga-Bandoro, fue leída durante la celebración eucarística en presencia del Cardenal Dieudonné Nzapalainga, C.S.Sp, los obispos presentes -entre ellos los combonianos Mons. Juan José Aguirre Muñoz, obispo de Bangassou, y Mons. Jesús Ruiz Molina, obispo de M’Baïki-, el colegio de consultores, numerosos hermanos combonianos, el clero diocesano y religioso y el Pueblo de Dios.
Mons. Castillo Matarrita, después de haber recibido la imposición de manos del consagrante, Card. Nzapalainga, y de los dos obispos co-consagrantes, Mons. Nestor-Désiré Nongo-Aziagbia, S.M.A, obispo de Bossangoa, y Mons. Miroslaw Gucwa, obispo de Bouar, se dirigió a los fieles con estas palabras: «Hermanos y hermanas, cristianos de Kaga-Bandoro, hombres y mujeres de buena voluntad que viven en las prefecturas de Nana Grebizi, Bamingui Bangoran y La Kemo, sé que han sufrido mucho por los acontecimientos que han sacudido nuestro país. Pero quisiera invitarlos a mirar lejos, hacia el futuro. Mirémoslo juntos con ojos de esperanza. Cristo está ante nosotros. Confíen en Dios, no tengan miedo. Nuestro desaliento nunca podrá vencer la cercanía del Dios de la Vida. Trabajemos juntos para reconstruir la fraternidad, la comunión en la Iglesia. Mi deseo es que en esta tierra bendita podamos experimentar la imparcialidad de Dios. También quisiera invitarlos a no perder la alegría de la acogida, del encuentro. La alegría es esa hermosa característica que Dios les ha dado. Y se desarrolla aún más cuando se acogen unos a otros como hermanos y hermanas».
Representando al Consejo General de los Combonianos estuvo el Padre Elias Sindjalim Essognimam, Asistente General, que describió el evento como «un día lleno de emoción» y belleza. «Fue hermoso ver la alegría del pueblo de Dios, subrayó, que se consideraba huérfano y que ahora ha encontrado un pastor; ver las danzas africanas, la generosidad de la gente que, en su pobreza, ha dado tantas cosas al nuevo obispo, para su vida y para su misión. También fue hermoso ver a los dos obispos combonianos imponiendo las manos a su hermano. Fue una hermosa celebración, una hermosa fiesta». Sin embargo, dijo el padre Elías, «ante los retos que afronta la diócesis, y que serán los mismos retos que afrontará el obispo Victor Hugo, me han surgido muchas preguntas, que no tienen respuesta, pero -concluyó- lo importante es ser conscientes, como nos dice nuestra fe, de que Dios está con nosotros, en esta misma barca, y nunca nos abandonará».
Mons. Víctor Hugo Castillo Matarrita nació el 19 de marzo de 1963 en Mansión, Diócesis de Tilarán, Costa Rica. Ingresó en la Congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús e hizo su profesión perpetua el 27 de septiembre de 1991 en París, donde estudió teología. Fue ordenado sacerdote el 8 de agosto de 1992 en Costa Rica. Ha desempeñado los siguientes cargos: misionero en Centroáfrica y párroco en Grimari (1993-1998); formador y superior local en el postulantado comboniano de Bangui (1998-2001); superior provincial y presidente de la Conferencia de Superiores Mayores de África Central (2002-2007); formador de postulantes en San José y consejero de la Delegación de América Central (2009-2012); superior provincial para América Central (2013-2019) y superior local de la comunidad de hermanos estudiantes en Roma (2020-2022). Desde el 1 de enero de 2023 es superior de la Delegación de los Combonianos en Centroáfrica.
El pasado 13 de noviembre, el Consejo Universitario de la Universidad Teológica de América Central (UTAC), en Costa Rica, confirió el doctorado Honoris Causa al profesor Mons. Vittorino Girardi, misionero comboniano, obispo emérito de Tilarán-Liberia y gran colaborador de nuestra revista Esquila Misional, por su labor docente y su colaboración en el acompañamiento pastoral de muchas generaciones de religiosos. La ceremonia de investidura había sido precedida por una celebración eucarística, presidida por Mons. Mario Enrique Quirós Quirós, obispo de Cartago.
Por: P. Carlos Humberto Rodríguez Cascante,mccj
“¿Quién es Mons. Vittorino Girardi? Como a él mismo le gusta definirse, es un pecador arrepentido y perdonado por Dios”. Con estas palabras, Philogène, un joven haitiano, alumno suyo, en nombre de los estudiantes, agradecía su labor docente en la Universidad Teológica de América Central (UTAC) desde su fundación en 2010 y aún antes, cuando los diferentes institutos religiosos de Costa Rica establecieron el Instituto Teológico de América Central (ITAC) como centro de formación filosófica y teológica para sus candidatos a la vida consagrada.
En una ceremonia sobria pero emotiva, con la presencia de las autoridades académicas de la Universidad, de los estudiantes de filosofía, teología y ciencias de la religión, de los misioneros combonianos presentes en Costa Rica y de un nutrido grupo de amigos y bienhechores, el día 13 de noviembre, Fray Mario Madrigal, Rector de la Universidad, en nombre del Consejo Universitario, dio lectura al decreto por el que la UTAC, por primera vez en su historia, confería el doctorado Honoris Causa, por su labor docente y su colaboración en el acompañamiento pastoral de muchas generaciones de religiosos de toda Centroamérica y el Caribe, al misionero comboniano Mons. Vittorino Girardi, obispo emérito de Tilarán-Liberia.
Enseguida, en el acto de la investidura, le fueron entregados el traje académico y los demás símbolos universitarios, a saber, la toga, la muceta, el birrete, el libro de la ciencia (en su caso fue la Biblia), así como una placa conmemorativa y un diploma. Con un breve discurso de agradecimiento del nuevo doctor finalizó el acto de investidura.
La ceremonia de investidura había sido precedida por una celebración eucarística, presidida por Mons. Mario Enrique Quirós Quirós, obispo de Cartago, como encargado ante la Conferencia Episcopal de la Comisión Nacional de Cultura y Educación y de la Universidad Católica de Costa Rica.
Por: P. Pedro Pablo Hernández, mccj Desde Hawassa, Etiopía
Desu, mi compañero de misión, un hermano comboniano etíope, regresó el viernes pasado de un viaje de dos semanas visitando en diferentes partes del país a los jóvenes candidatos que desean entrar a nuestro seminario. Platicamos sobre su viaje y sus ‘aventuras misioneras’ al ir de un pueblo a otro, de encontrarse con los párrocos de los jóvenes y de las entrevistas que les hizo en sus casas. Al final de la conversación lo noté cansado y no me llamó la atención de que no se presentara a la oración vespertina ni a la cena… dejé que descansara.
Al día siguiente lo noté más débil y al preguntarle si se encontraba bien, me contestó que estaba saliendo de un resfriado que no sabía dónde lo había agarrado.
El Domingo no lo vi en el día y pensé que después de ir a Misa en la catedral, había ido a visitar una familia. Sin embargo, cuando lo vi en la noche me dijo que se había vuelto a sentir mal y había dormido todo el día en su cuarto.
El lunes lo vi muy activo durante todo el día realizando todas sus tareas. Su entusiasmo y energía en lo que estaba haciendo era tan solo temporal pues el martes en la mañana, después de que regresé de misa, no lo vi. Así que fui a su cuarto y al verlo metido en cama y enfermo todavía, le dije que se parara, que se lavara y que en 10 minutos lo llevaría al hospital de las Hermanas Franciscanas para que valorizaran qué tenía.
Así lo hicimos y en el camino me dijo que estaba muy cansado y débil pues no había dormido nada durante la noche. Al salir del carro lo dejé caminar delante de mí mientras yo iba a registrarlo, y vi que se tambaleaba y caminaba en zig-zag. Tres de las Hermanas Franciscanas vinieron rápido y lo ayudaron a sentarse en la sala de espera. El doctor de turno lo vio y le pidió que se hiciera varios tipos de análisis, llevando al de la sangre a mostrar lo que padecía: había agarrado la terrible malaria. Lo más probable es que un mosquito lo haya picado en la visita que hizo al candidato que se encuentra cerca de la frontera con Sur Sudan.
El doctor les dijo de inmediato a las hermanas que le llevaran la medicina que les indicó, que le hicieran una canaleta en la vena de la mano y empezaran a subministrarle los medicamentos vía intravenosa. Así lo hicieron y me dijo que lo tendrían bajo observación y con medicamentos fuertes por 24 horas.
Las hermanas hicieron todo lo posible para hacerlo sentir bien, le llevaron comida y, como es de costumbre en toda religiosa y mamá de casa, le empezaron a dar miles de consejos, recomendaciones o indicaciones de lo que tenía que hacer para mejorar más rápido. A eso había que multiplicarlo por tres, pues no era una monjita, sino tres, y las tres hablando al mismo tiempo. (¡!!) Al final me dio gusto que lo había dejado en buenas manos: con la medicina del doctor y el cuidado de las religiosas.
Al finalizar la misa de esta mañana que presidí junto con el diácono que fue ordenado el sábado pasado y otros cinco sacerdotes de diferentes países: Tanzania, Uganda y Etiopía, (estaban de paso para la reunión de directores de escuelas que el Vicariato organizó para las cinco zonas étnicas donde la Iglesia Católica tiene presencia), le hablé al Hermano Desu para preguntarle cómo estaba y si necesitaba algo de casa. Le llevé un cambio de ropa y al encontrarlo lo vi ya muy recuperado y con entusiasmo, la alegría y la sonrisa habían regresado a su rostro, pues ya había dormido toda la noche y los medicamentos estaban dando resultado. Pero no lo dieron de alta todavía; tenía que seguir recibiendo la medicina y seguir observando si la malaria abandonaba su cuerpo. Sabiendo esto, empecé mi camino de regreso.
Pero no me fui derecho a casa. Entre el pequeño pueblo de Bushulo y la ciudad de Hawassa que ya están prácticamente pegados, hay un lugar muy bonito y relajante donde las aguas del lago llegan hasta la carretera. Ahí me paré no solamente para contemplar la belleza del lugar, sino para elevar también una pequeña oración de acción de gracias por la salud del Hermano Desu.
Mientras lo hacía, escuché a dos hombres que desde lejos me decían algo que no entendía, pero al acercarse más comprendí su pregunta amárico: “¿Has visto las barcas? Tienen pescado por si quieres comprar”. Les dije que no, pues el de ahí era más pequeño que el que vendían al otro lado del lago. Pensé que comenzarían a molestarme, insistiendo en que le comprara algo a sus amigos pescadores.
Sin embargo, la conversación poco a poco se volvió muy amena, platicando de las diferencias de estilo de vida en diferentes países. Yo les hacía notar, por ejemplo, el gran don que tienen los etíopes de hacer amigos con mucha facilidad y que saludaban a todos con mucho respeto. Y como muestra, los invité a que nos paráramos en medio del camellón de la calle-carretera y que se pusieran a ver que a todas las personas que yo saludaría, responderían elevando la mano y mostrando una sonrisa. Lo hice con las personas que pasaba a pie, en moto, en tuk-tuk (triciclo motorizado), o en minibús. Cada vez que alguien contestaba mi saludo, ellos reían abiertamente, junto con los otros jóvenes que ya se habían acercado a seguir nuestra platica.
Entre ellos uno de repente me dijo ‘Padre’. Me sorprendí y le pregunté cómo sabía que era sacerdote. Me contestó que era porque me había puesto a platicar con ellos, así como otros misioneros lo hacían antes cuando empezaron su misión por esos rumbos. Después me dio una lista de los primeros misioneros Combonianos que habían llegado ahí, empezando con el P. Bruno Lonfernini y con el P. Tomasoni quien empezó el hospital.
Posteriormente otro de ellos, el que me había preguntado si quería pescado, salió con que él también era católico, y lo mismo dijo el que estaba a su lado. Al final de nuestra plática, uno de ellos me preguntó: “Bueno, y al final de todo, ¿por qué te detuviste aquí, frente al lago?” Le dije que hice porque quería orar un tenish gizie, un ratito. Al escuchar mi respuesta, uno ellos, me dijo que se despedía para que siguiera mi oración.
En ese momento, en mi mente una ‘vocecita’ me dijo: si ya te dijeron que eran católicos, que conocen a varios misioneros y ya han entablado el inicio de una amistad, ¿qué te detiene a que los invites a orar contigo? Así que inmediatamente les dije, “antes de que nos vayamos, ¿les parece si rezamos el Padre Nuestro juntos?” Sin ninguna demora asintieron a mi pregunta y al poner mis manos en señal de oración, poniendo las palmas hacia arriba, ahí donde estábamos, sin movernos y mientras pasaban carros y motores de un lado y el otro del camellón donde estábamos parados, nos pusimos a rezar juntos el Padre Nuestro en amárico. Mientras lo hacíamos, me fijé que uno de ellos, el que me había preguntado si quería pescado y que decía que era católico, no había abierto la boca durante la oración. Le pregunté por qué no lo había hecho y me contestó que era porque sólo la sabía en Sidamo. Por tal motivo, los invité a que rezaran ahora la misma oración, pero en su lengua.
Terminamos, de mi parte, con mi bendición y de su parte con una invitación: “Padre, ¿cuándo vienes a nuestra capilla a saludar a la comunidad que tenemos aquí cerca y a orar un rato con nosotros? Les dije que con alegría lo haría en el futuro, cuando se lo comente al párroco de ahí me de permiso de ir.
No me sorprendió que antes de que, así como dice el dicho mexicano “aquí se rompió una taza y cada uno se va a su casa”, Fierewu, el joven que me quería vender pescado me pidiera que intercambiáramos números telefónicos. Por este motivo ahora conozco también su nombre y lo recordaré no solamente porque me invitó a visitar la comunidad cristiana (capilla) a la cual pertenece, sino también porque hoy rezamos junto con sus amigos y conocidos sobre el camellón de la calle-carretera.
No hay lugar en el mundo que impida a uno entablar una relación con Dios por más incómodo o impropio que pueda parecer. En cualquier lugar se puede hacer oración y en cualquier lugar uno puede dar testimonio de su fe, incluso en momentos cuando uno menos lo espera. ¡Dios conceda total salud al Hermano Desu y bendiga a Firewu y su comunidad cristiana!
Desde uno de los países más pobres, la petición de condonación de la deuda, como quiere el Papa, para apoyar los servicios básicos y las actividades agrícolas, crear infraestructuras para frenar los daños medioambientales. Los combonianos denuncian la explotación de las multinacionales y piden «una llamada de atención» a la comunidad internacional. «Eternizar la ayuda es sólo una solución amortiguadora: hay que desencadenar procesos de paz, justicia y promoción humana».
Con más del 40% de la población por debajo del umbral de la pobreza, Chad vive en un sufrimiento crónico agravado por los daños climáticos de una magnitud sin precedentes en las últimas semanas, los violentos enfrentamientos con los grupos armados del fundamentalista islámico Boko Haram y la dificultad de gestionar un flujo continuo de desplazados que huyen de la sangrienta guerra civil en el vecino Sudán. Los misioneros combonianos presentes en el país cuentan el enorme esfuerzo que hay que emplear en una tierra al límite de la habitabilidad, sobre todo en los meses de verano.
El dinero del petróleo va a parar a las armas o a las multinacionales
Chad es un país que desempeña un papel importante en el equilibrio del Sahel, entre otras cosas por su disposición a acoger refugiados, y sus esfuerzos deben ser reconocidos. Así lo afirmó la Representante Especial de la UE para el Sahel, Emanuela Del Re, en la apertura de la reunión convocada en Yamena con los enviados especiales de la UE en la región, así como los de EEUU, Canadá, Reino Unido, Noruega, Suiza y Japón. Que, a pesar de todo, se encuentra entre los países más pobres del mundo es un hecho, y que desde 2003 Chad se ha convertido en exportador de petróleo, sin dejar de ser el segundo país menos desarrollado del planeta precedido por Sudán del Sur, es un defecto que lleva décadas a la vista y que preocupa mucho a quienes han estado allí en varias ocasiones para apoyar a una población que está agotada.
Chad: la pobreza de las periferias
Uno de ellos es el padre Renzo Piazza, que llegó aquí en 1982; estuvo nueve años, a los que siguieron otros nueve de ausencia y regresó en 2000 para diez años. Después de 14 años, en septiembre, se encontró con una capital que le resultaba irreconocible: desbordada, caótica. Explica que en las capitales africanas la población se duplica cada diez años. «Como ya no se encuentra sitio en el centro, se para en los suburbios, donde la vida es difícil, sin carreteras ni electricidad. Sin embargo, la gente prefiere quedarse allí porque el terreno es más barato y pueden construir una pequeña casa con el riesgo de que la derriben cuando haya que hacer obras de infraestructura». El misionero cuenta que «aquí todo es una lucha, viajar, trabajar bajo un sol abrasador, con traslados en furgonetas que son una ruina. Si no eres capaz de luchar aquí no sobrevives». De marzo a mayo, pues, es invivible por el calor. Casi todo el dinero va a las multinacionales. «Hace unos 20 años, señala, planearon que gran parte de los beneficios de la venta de petróleo fueran a parar a las generaciones futuras. Luego, en cambio, se compraron armas para garantizar la seguridad. Se han hecho algunas obras públicas, pero en esencia se mantiene una situación de gran pobreza».
Apoyo al llamamiento del Papa en favor de la anulación de la deuda
Para un país como el Chad, la anulación de la deuda podría tener repercusiones importantes y positivas, aunque ello dependería de la gestión de los fondos liberados. Así comenta una mujer, feligresa del Padre Renzo y con un cargo de responsabilidad a nivel ministerial, el llamamiento del Papa Francisco en su mensaje a Cop29 en favor de la condonación de la deuda de los países pobres. «Una operación de este tipo para un país como Chad, explica, debería funcionar teniendo en cuenta el refuerzo de los servicios básicos (acceso al agua potable, atención sanitaria y educación); el apoyo a la agricultura y la seguridad alimentaria, sectores bajo presión debido a la sequía y la degradación de la tierra (con menos deudas que devolver, el gobierno podría invertir más en mejorar los sistemas de riego o las técnicas de cultivo); invertir en infraestructuras (transporte, energía y comunicación) para desarrollar el comercio, pero también la conexión entre las zonas rurales y urbanas; reducir la pobreza y la desigualdad con una mejor asistencia social, especialmente en las regiones aisladas donde el acceso a los recursos y a las oportunidades económicas es limitado».
Inundaciones y residuos, ultraje a un territorio degradado
Para agravar un contexto de carencias como el del Chad, las recientes inundaciones, como informa el padre Piazza, siguen afectando a muchas familias y han afectado a 16 países de África Occidental y Central. El misionero afirma que en la capital «la vida es bastante tranquila, no hay signos tangibles en comparación con lo que ha ocurrido en las regiones del lago Chad». Explica, sin embargo, que el riesgo de acabar inundado se da cada vez con más frecuencia, ya que Yamena es el lugar donde confluyen los dos grandes ríos del país y, cuando el periodo es más crítico, si uno no se refugia con sacos de arena, muchos barrios se inundan. «En algunas zonas vi camiones con arena para crear barreras. En el sur, donde había campos cultivados, los frutos se echaron a perder. La Iglesia puso a disposición terrenos que tenía para acoger a los que tuvieron que abandonar sus casas. Recibieron sacos de arroz. Hoy en día se organizan para atender a los necesitados. Se trata de soluciones provisionales, señala, pero hay que adelantarse». Está claro, añade, que «nos enfrentamos a los daños del cambio climático». Al agua le acompaña el otro efecto desestabilizador, el de los residuos: «Las carreteras están llenas de canales para que el agua escurra, pero éstos están llenos de basura porque la recogida no funciona. Y con el viento, como ahora, la arena también se espesa. El resultado es que todo está obstruido». El ACNUR, que se ha comprometido a proporcionar asistencia inmediata y apoyo a largo plazo a los desplazados y a las comunidades de acogida, ha expresado su preocupación al respecto: «Es probable que los efectos catastróficos de las inundaciones se prolonguen mucho más allá de la temporada de lluvias de este año, exacerbando las dificultades a las que ya se enfrentan las comunidades vulnerables».
Ataques de Boko Haram e inestabilidad interna
En el Ángelus del 1 de noviembre, Francisco expresó su cercanía a los chadianos azotados por las inundaciones, del mismo modo que se dolió por las víctimas del grave atentado terrorista de los días inmediatamente anteriores, que costó la vida a decenas de personas y del que se culpó al ejército local, que habría matado por error a decenas de pescadores en un intento de golpear a los yihadistas de Boko Haram. Desde 2009, cuando este grupo armado somalí inició su campaña de violencia en el noreste de Nigeria, la insurgencia se ha extendido rápidamente a los países vecinos, entre ellos Níger, Camerún y Chad, con una amenaza que prácticamente ha remitido. Para intentar frenar estos repetidos brotes, las naciones vecinas de Chad «han pedido ayuda al ejército local, que tiene mucha experiencia, a pesar de que Boko Haram ha sufrido más bajas», explica el padre Piazza. El clérigo afirma que ha conocido a varias personas que han perdido a miembros de su familia en los enfrentamientos. «Seguro que Boko Haram no será derrotado porque está demasiado arraigado en muchas zonas», admite y se refiere al estado de ánimo -en su opinión falso- de ciertos sectores de la población convencidos de que en realidad no se trata de Boko Haram sino de movimientos rebeldes. Ciertamente, los grupos yihadistas han reorganizado y relanzado sus operaciones aprovechando la inestabilidad política interna de Chad, donde la transición presidencial de 2021 sigue marcada por las protestas y los disturbios.
La dolorosa acogida de los refugiados sudaneses
Desde la frontera con Camerún, donde se encuentra la capital, hasta Abéché, al noreste, hay unos 700 kilómetros. El Hermano Enrico Gonzales, también comboniano, vive aquí desde hace tres años. Junto con un hermano y un sacerdote diocesano, anima la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús que cubre el territorio fronterizo con Sudán. Se trata de una zona muy delicada, en perpetuo desamparo, puerta de entrada de los refugiados de Sudán. Los campos de refugiados acogen hasta cincuenta mil personas, con el desierto acechando. «El agua es un problema muy grave. Casi todas las agencias humanitarias del mundo han intervenido para intentar paliar la situación, pero es realmente muy difícil. Intentamos hacer lo que podemos», confiesa el misionero. La parroquia se encuentra en el vicariato de Mongo, una ciudad a 400 kilómetros de Abéché: «Aquí, Cáritas diocesana está interviniendo en algunos campamentos para construir refugios, pozos, pero es complicado. No es tanto la cuestión de la seguridad lo que crea problemas, porque la situación aquí es relativamente tranquila, pero desde el punto de vista logístico hay cuestiones críticas. Por ejemplo, aquí hay un aeropuerto pero, al ser militar, es de uso exclusivo de las fuerzas chadianas. El transporte de convoyes tarda demasiado, especialmente durante la temporada de lluvias. Algunos refugiados han sido trasladados aquí, a la espera de ser reconocidos. El flujo es continuo. Estuve en Sudán hace 20 años y ahora me he encontrado con hijos y nietos de refugiados de la guerra de Darfur», afirma.
«Llegué a Chad hace diez años y todavía encuentro desplazados sudaneses que ahora se han instalado aquí. Creo que se quedarán aquí seguro porque, a pesar de todo, sigue siendo seguro», continúa Gonzales, satisfecho de que al menos el gobierno no haya cerrado la frontera, pues de lo contrario los sudaneses se verían atrapados en un destino de muerte segura debido al conflicto civil que no les da tregua. El hermano Enrico utiliza el arma de la ironía para exorcizar el cansancio y la rabia que siente ante una guerra civil, la del vecino Sudán -a la que también el Papa dirige continuamente su pensamiento-, que califica de «espantosa» y en la que el propio Comboni College se ha llevado la peor parte, saqueado e incendiado. Gonzales también tuvo que tratar con refugiados sudaneses cuando vivía en Egipto, pero nunca se acostumbró a la carnicería y el sufrimiento de los campos, hoy olvidados por la comunidad internacional. «Es necesario un toque de atención», advierte.«Las grandes organizaciones intentan hacer lo que pueden, pero aquí el problema es siempre el mismo: eternizar la ayuda en lugar de resolver el problema de fondo, que sería desencadenar procesos de paz, reconciliación y justicia. Pero es extremadamente complejo».
Por una pastoral sinodal que supere el clericalismo
La zona de Abéché está habitada por una minoría muy reducida de cristianos, donde «las relaciones con los musulmanes son formalmente buenas», informa el Hermano Enrico. El padre Piazza vuelve de la capital para hablar de la colaboración interna en la vida de la Iglesia, comprometida en la pastoral penitenciaria y en los suburbios «donde no hay nada, pero hay gente, personas de buena voluntad que se han organizado para encontrar un lugar donde rezar los domingos». Cuenta que trabajan duro en la animación tratando de cuidar la formación en esta zona que poco a poco se convertirá en vicaría y luego en parroquia. «Actualmente sólo hay un toldo que cobija a los que rezan. En la fiesta de Comboni había 1.500 personas. Un cambio hermoso que he visto, cuenta el misionero, es que ahora encuentras en las comunidades personas que se han hecho mayores, cristianos que han crecido en fidelidad a la Iglesia y que garantizan los servicios dando continuidad. Aquí ya se pone en práctica la sinodalidad y la ministerialidad, con el trabajo de los equipos principalmente en manos de los laicos, sin los cuales el sacerdote no podría realmente hacer nada». Su último pensamiento se refiere al Papa Francisco, «un don que el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia de hoy, un don también para la Iglesia del Chad. Mi deseo, concluye, es que se le escuche más en esta Iglesia que tiene tendencia a replegarse en el clericalismo. Debemos tener paciencia para que crezca en los dos pulmones, en la oración pero también en la dimensión de la promoción humana». Concluye con una anécdota que vale por años y años de misión, la mayor recompensa: «una vez la mujer de un catequista me dijo “Tú eres mi hermano”».
El Consejo General de los Misioneros Combonianos ha enviado un mensaje de solidaridad a sus hermanos que trabajan en la Provincia de Mozambique, en el que dicen seguir con gran preocupación las noticias e imágenes de violencia y destrucción que les llegan desde allí. Al tiempo les animan a seguir dando testimonio de su solidaridad con las personas con las que conviven y les recuerdan que «hoy, más que nunca, estamos llamados a proclamar la Buena Nueva de la paz como único camino para construir una sociedad basada en el respeto a la dignidad humana y en la atención a los más desfavorecidos».
Como Consejo General, seguimos con gran preocupación las noticias e imágenes de violencia y destrucción de bienes públicos y privados que nos llegan de Mozambique como reacción al fraude y a la falta de transparencia en el anuncio de los resultados de las elecciones generales -presidenciales, legislativas, asambleas provinciales y gobernadores- del pasado 9 de octubre.
Las manifestaciones populares, que debían ser pacíficas, degeneraron en actos de violencia, que fueron reprimidos por la fuerza por la policía -especialmente en las grandes ciudades- causando más de veinte muertos y centenares de heridos. Estas manifestaciones de violencia, que sólo generan odio y muerte, angustia y miedo, nos han llevado a expresar, en nombre del Instituto, nuestra cercanía a cada uno de ustedes y a todo el pueblo de Mozambique.
Sabemos que todo el país atraviesa momentos difíciles y que, por regla general, quienes acaban sufriendo las consecuencias nefastas de los conflictos violentos son las personas más pobres e indefensas.
Ante el agravamiento de la situación, pedimos a todos los hermanos que permanezcan vigilantes e informados sobre los acontecimientos, y que sean solidarios con quienes buscan la verdad y la justicia, en comunión con la Iglesia local. Sin duda, la resiliencia puede y debe ayudarnos a superar la adversidad actual y a encontrar vías pacíficas para orientar y dar esperanza al pueblo y al país.
Nuestra presencia en Mozambique en los últimos 77 años, inspirada en la Palabra de Dios y en el testimonio de San Danilo Comboni, se ha distinguido siempre por la capacidad concreta de asumir un estilo de misión comprometido e inserto en la realidad de la gente, y de hacer causa común con las alegrías y los dolores de quienes nos han sido confiados.
Les animamos, por tanto, a seguir siendo solidarios con las personas que los rodean, transmitiéndoles la esperanza que brota del Evangelio. Hoy más que nunca, estamos llamados a proclamar la Buena Nueva de la paz como único camino para construir una sociedad basada en el respeto de la dignidad humana y en la preocupación por los más desfavorecidos.
Damos gracias a Dios por su testimonio de entrega al pueblo con el que comparten la misión, y nos sentimos también solidarios con todos los mozambiqueños y mozambiqueñas que anhelan un futuro mejor y -hoy sobre todo- la paz.
Esperamos también que la profunda tradición cristiana y los valores ancestrales del pueblo sean el pilar desde el que construir una reflexión serena y justa que ayude a superar la actual polarización de fuerzas entre el gobierno y la sociedad civil.
Rezamos por el cese inmediato de la violencia en Mozambique y pedimos la intercesión de San Daniel Comboni, para que os ayude a vivir con fe y esperanza este doloroso momento.
Que Dios los bendiga, los proteja y les dé la fuerza y la sabiduría para afrontar estos momentos difíciles.
Permanezcamos unidos en la solidaridad, rezando juntos por la paz.