Mons. Carlassare, nuevo obispo de Bentiu, en Sudán del Sur

La Santa Sede hizo público el 3 de julio la creación de la nueva diócesis de Bentiu, en Sudán del Sur y el nombramiento de Mons. Christian Carlassare, misionero comboniano, como su nuevo obispo.

La nueva diócesis de Bentiu nace por desmembramiento de la Diócesis de Malakal y se convierte en una de las diócesis sufragáneas de la Arquidiócesis de Juba, la única sede metropolitana del país que obtuvo su independencia de Sudán en julio de 2011. Tiene un área de 37.836 kilómetros cuadrados y una población de 1.131.886 habitantes de los cuales 621.643 son fieles católicos, lo que representa el 54,92% de la población total del territorio de la diócesis.

Mons. Carlassare, su nuevo obispo, era hasta ahora obispo de Rumbek. En abril de 2021 había sido tiroteado cuando se conoció su nombramiento episcopal, lo que obligó a retrasar la ceremonia de su consagración. Apenas dos años después de haber sido consagrado obispo, el Papa le confía una nueva diócesis, en este caso de nueva creación. El joven obispo comboniano seguirá pastoreando también la diócesis de Rumbek como administrador apostólico, hasta que el Papa nombre un nuevo obispo.

Hno. Andrés Gaspar: «Mostrar a Cristo a través de nuestras obras»

El hermano Andrés Gaspar Abarca es un misionero comboniano originario de Chilpancingo, Guerrero, enfermero de profesión. Lleva más de 15 años en Sudán del Sur, trabajando en el hospital de Mapuordit, en el estado de Lagos, en el centro del país. Aprovechando sus vacaciones en México, le pedimos que nos hablara un poco de este pequeño país africano y nos compartiera su experiencia misionera.

Entrevistó: P. Ismael Piñón, mccj

–¿Cómo está ahora la situación en Sudán del Sur?

En este momento la situación política es estable, porque las dos etnias enfrentadas, los dinka y los nuer, llegaron a un acuerdo, pero siempre vivimos con incertidumbre, porque en cualquier momento puede estallar de nuevo el conflicto, ya que ninguno de los dos quiere ceder. Por otra parte, la guerra en Sudán nos ha afectado mucho; la gente que es del sur y estaba en el norte ha regresado. También nos afecta a nivel económico, porque mucha mercancía venía de Sudán, y ahora tenemos mucha escasez de suministros. Existe un acuerdo con China sobre el petróleo, pero ahora escasea y la devaluación de la moneda nacional es muy grande. En tiempos de la independencia, un dólar costaba dos libras sursudanesas, ahora un dólar cuesta mil 700 libras.

Yo trabajo en una región dinka. La situación conflictiva ahora está un poquito mejor, aunque entre ellos mismos sigue habiendo divisiones. Hace unos años aún era común ver a la gente con armas. En Mapuordit, donde estoy, salías a la calle y veías a toda la gente con armas. Los asaltos eran muy frecuentes, yo fui asaltado dos veces; una de ellas nos dispararon, pero gracias a Dios salimos vivos, aunque un padre fue herido. A veces me preguntaba, «¿qué hago aquí?». Hace unos dos años cambiaron al gobernador y llegó uno muy rígido que ordenó matar a los delincuentes. Eso hizo que haya menos asaltos. Para mí vivir esos momentos de conflicto fue bastante difícil. Al menos con la llegada del nuevo gobernador todos esos conflictos cesaron y ahora vivimos con cierta tranquilidad, aunque la gente sigue sufriendo por la situación económica.

¿Y en el campo sanitario?

–Todavía tenemos que trabajar mucho en la concientización de la gente en lo que se refiere a la prevención. Por ejemplo, no comprenden ni aceptan la cuestión de las vacunas, especialmente a los niños. Estamos intentando hacer una profilaxis contra la malaria, pero no lo entienden ni lo aceptan. A parte de eso, el gobierno invierte muy poco en sanidad y en educación. La mayor parte del dinero lo gasta en armamento.

En el hospital de Mapuordit se pide a la gente que pague sólo un dólar por la consulta, los análisis y las medicinas; pero evidentemente eso no cubre los gastos del hospital, que son cubiertos en su mayor parte por la diócesis y los combonianos. Hay un acuerdo con el gobierno por el que la diócesis cubre el 60 por ciento de los gastos y los combonianos contribuimos con un 30 por ciento gracias a las donaciones que recibimos. El gobierno debería cubrir el 25 por ciento de los salarios y contribuir también con medicinas, pero ahora, con la devaluación, apenas llega al 5 por ciento, el resto lo deben pagar la diócesis y los combonianos. Por eso la gente tiene muy poca confianza en las autoridades; ya no sólo en el campo de la salud, sino también en la educación, incluso los militares tienen salarios insuficientes. Por miedo, nadie protesta contra estas situaciones.

–Con todas estas dificultades, ¿dónde encuentras la fuerza y la motivación para aguantar y mantenerte ahí?

Yo siempre tengo esperanza. Cuando llegué a Mapuordit todavía era Sudán, aún no se había declarado la independencia de Sudán del Sur. Ya se había hecho el referéndum y la situación estaba bastante tranquila. Fue una época muy bonita para mí. Venían muchas personas al hospital y era muy gratificante ayudar y estar con la gente. Por desgracia todo cambió después de la independencia, cuando estalló el conflicto armado entre las dos etnias, especialmente en 2015. Todo el mundo andaba armado. En ese tiempo, me dije que ya me regresaría para México, pero aguanté. Ayudar a la gente es lo que me hacía sentir mejor. Ahí vivíamos con la esperanza de que algún día volvería la paz. Con la llegada del nuevo gobernador y sus métodos autoritarios, volvió la paz y la gente viene de muchas partes del país para ser curada en el hospital.

–¿Cómo vives tu vocación misionera de Hermano en este campo de la salud?

Trato de vivir con esperanza y dar buen ejemplo. La gente se da cuenta. En los tiempos de conflicto, muchos voluntarios se fueron porque no querían arriesgar sus vidas. Nosotros, sin embargo, decidimos quedarnos para seguir trabajando por la gente. Mostrar a Cristo a través de nuestras obras, de nuestro trabajo, a veces no es fácil, pero hacemos el esfuerzo de ayudar y decimos a la gente que no somos nosotros los que estamos ayudando, sino que es Cristo quien nos envía para ayudarles; eso es lo que nos ha dado la fuerza para trabajar como Hermanos.

–¿Qué le dirías a tus paisanos mexicanos?

En primer lugar, que sigan rezando por Sudán del Sur, porque estamos aún muy lejos de la paz y esperamos llegue pronto, además, que se estabilice la situación económica para que la gente ya no sufra más. Les diría también que sigan haciendo oración por nosotros y que no dejen de apoyar a la misión, también materialmente, porque cuando lo hacen están apoyando nuestro trabajo y ayudando a la gente. Y si hay alguno que es médico o enfermero y quiere venir como voluntario, el hospital está abierto y da la bienvenida a quien quiera venir a colaborar. Allá lo esperamos.

Construyendo la Iglesia del mañana

El misionero comboniano congoleño P. Emmanuel Denima Darama enseña filosofía en el seminario mayor de Juba. Comparte con nosotros sus diez años de docencia. “La filosofía nos ayuda a pensar y dota a nuestros alumnos de un espíritu crítico que les ayuda a liberarse del sentimentalismo”, afirma. (En la imagen, el P. Emmanuel, a la izquierda con un joven sacerdote)

Por: P. Emmanuel Denima, mccj

Mi misión es enseñar filosofía en el Seminario Mayor St. Paul en Juba, una institución que los Misioneros Combonianos ayudaron a fundar. Damos la bienvenida a seminaristas de las siete diócesis de Sudán del Sur y dos de Sudán. Los dos países forman una única conferencia episcopal y este es su único seminario. Aunque durante un tiempo el seminario se trasladó a Jartum debido a la guerra, en 2011, tras la independencia de Sudán del Sur, regresó a Juba, su ubicación original.

Me resultó difícil aceptar este puesto docente, para el que fui designado en 2014. Mi deseo era regresar a algunas de las parroquias sudanesas donde años antes había realizado un gratificante servicio pastoral. La tarea de enseñar no es tan gratificante porque requiere mucha preparación, pero poco a poco fui descubriendo la importancia de lo que hago.

La filosofía nos ayuda a pensar y dota a nuestros alumnos de un espíritu crítico que les ayuda a liberarse del sentimentalismo.

Siento que mi servicio es cien por cien misionero porque trabajo para construir la Iglesia del mañana. No vivo en el seminario sino en la comunidad de Moroyok, donde acompaño a jóvenes aspirantes a misioneros combonianos.

El seminario está ubicado a 13 kilómetros de nuestra casa y voy allí de lunes a viernes para dar las clases. Un equipo de unos ocho sacerdotes diocesanos procedentes de diferentes partes del país gestionan el instituto y el acompañamiento formativo de los seminaristas. Todos son residentes. El año escolar comienza en marzo y termina en diciembre. Este año tenemos alrededor de 150 seminaristas con tres años de filosofía y cuatro de teología.

Uno de los problemas más graves que tenemos es el bajo nivel educativo de los estudiantes y su escaso conocimiento del inglés, que es el idioma que utilizamos para enseñar.

Además, todos nuestros estudiantes han experimentado directa o indirectamente la guerra y, en ocasiones, son un poco violentos. Sin embargo, el desafío fundamental que enfrentamos es el tribalismo, que es mucho más fuerte en Sudán del Sur que, por ejemplo, en mi país, la República Democrática del Congo.

La gente se identifica mucho con su etnia y los dinka, por ejemplo, consideran a los nuer como sus enemigos y viceversa. Desde su llegada al seminario, hemos intentado ayudar a los alumnos a conocerse mejor y mejorar sus relaciones interpersonales. Aunque en los primeros años siempre forman pequeños grupos, conviviendo juntos se dan cuenta de lo falsos que son los prejuicios étnicos y empiezan a hacer amigos. Esto es algo maravilloso de ver.

Otras dificultades a las que nos enfrentamos son los cortes de energía, la mala calidad de nuestra biblioteca, especialmente la de filosofía, o la desesperadamente lenta conexión a Internet. Otro problema que genera preocupación es el elevado número de abandonos escolares en los últimos años de la escuela. Cuando los seminaristas tienen una educación sólida, en lugar de servir a la Iglesia, algunos tienden a buscar trabajo en una ONG u organización internacional que les pague bien. Gracias al apoyo de la Santa Sede y de algunas organizaciones internacionales, el seminario cuenta con buenas instalaciones y todos los estudiantes de teología tienen sus propias habitaciones.

Llevo diez años en Juba, por lo que algunos de mis antiguos alumnos son sacerdotes o diáconos que trabajan en sus diócesis. Esto me da una gran satisfacción porque veo que mis esfuerzos están dando frutos para el bien de la Iglesia.

Jóvenes de Rumbek peregrinan por la paz

Por: Agnes Aineah, ACI África
Fotos: Diócesis de Rumbek

Crédito: ACI África

Jóvenes de la diócesis católica de Rumbek, en Sudán del Sur, caminaron de Rumbek a Tonj, unos 125 kilómetros, en una peregrinación de siete días que iniciaron el domingo 7 de enero para sensibilizar a las comunidades de la nación centro-oriental africana sobre la necesidad de la paz.

Procedentes de las 17 parroquias católicas de la diócesis sursudanesa, los 96 jóvenes, a los que se han unido algunos sacerdotes, así como religiosas y religiosos que sirven en la diócesis, han estado haciendo caminatas de cinco horas por la mañana y pasando las horas de la tarde participando en las actividades de las comunidades donde son acogidos. Su objetivo es demostrar a los miembros de las comunidades locales a lo largo del camino, y donde son acogidos, la importancia de vivir en comunión unos con otros, ha dicho a ACI África el Ordinario Local de la Diócesis de Rumbek, Mons. Christian Carlassare. El Obispo Carlassare habló con ACI África el martes 9 de enero, tercer día de la peregrinación por la paz. Los peregrinos ya habían estado en al menos cuatro parroquias, atrayendo más participación en la peregrinación a lo largo del camino.

Comenzaron marchando por las calles de Rumbek, en el Estado de los Lagos de Sudán del Sur, pasando por las cuatro parroquias del municipio de Rumbek, y terminando en la escuela primaria y secundaria de Loreto Rumbek, donde pasaron la primera noche. Desde Loreto, se dirigieron a Abiriu, una localidad a unos 30 kilómetros de Rumbek donde los jóvenes tuvieron “una maravillosa experiencia ecuménica”, dijo el obispo Carlassare.”Una Iglesia protestante de Abiriu nos acogió en su seno”, recordó la experiencia del lunes 8 de enero. Y añadió refiriéndose al Instituto de Formación del Profesorado Mazzolari de Cueibet, dirigido por miembros de la Compañía de Jesús (jesuitas): “Ahora estamos en un instituto de formación del profesorado dirigido por los jesuitas. Iremos a muchas otras parroquias y esperamos visitar muchas capillas y comunidades”. Y continuó: “La respuesta ha sido muy alentadora. En total, somos unas 100 personas en marcha. Sin embargo, estamos unidos espiritualmente por todos en nuestra Diócesis y en las comunidades donde somos acogidos a lo largo de nuestro viaje.”

El obispo Carlassare dijo que la intención de la peregrinación por la paz ha sido reunir a jóvenes de diferentes parroquias e instituciones de la diócesis de Rumbek para tener una experiencia de viaje juntos, conocerse y hacer comunión unos con otros. Organizada bajo el lema “Sed semillas de esperanza”, la peregrinación se guía por el mensaje que el Papa Francisco pronunció en su peregrinación de paz a Sudán del Sur en febrero de 2023.

El 9 de enero, los peregrinos meditaron sobre dos palabras clave relacionadas con el tema del día, “Viajar”, a saber, “Memoria y compromiso: recordar las huellas de quienes nos han precedido con un buen ejemplo para alcanzar el objetivo común de la comunión” y “comprometernos hacia la unidad y el amor”, publicó uno de los peregrinos en el muro de WhatsApp de la diócesis de Rumbek.

El peregrino continuó: “Predicando el Evangelio de Cristo para llegar a los miembros de nuestra familia y hermanos y hermanas y hacer la obra de Caridad y ser compasivos unos con otros aceptando el sufrimiento de cada uno de nosotros para la gloria de Dios y para dar testimonio de Jesucristo.”

En la entrevista del 9 de enero con ACI África, el obispo Carlassare dijo: “Nuestro tema viene de la llamada del Papa Francisco el año pasado para que seamos ‘semillas de esperanza'”.

Añadió que la peregrinación se inspiró en el Santo Padre, que se refirió a sí mismo como un “Peregrino de la paz” cuando visitó Sudán del Sur. “Estamos haciendo una peregrinación que es una experiencia de oración, un sentimiento de estar en contacto con Dios y con los demás y de comprender la llamada que hemos recibido”, dijo el obispo Carlassare, y añadió: “La segunda palabra es ‘caminar’, que implica un movimiento en el que tenemos que ser activos en la paz que tanto deseamos. La última palabra es caminar y eso significa no quedarnos estancados en nuestros propios lugares”.

El líder de la Iglesia Católica, que comenzó su ministerio sacerdotal en Sudán del Sur en la diócesis católica de Malakal en 2005, dijo además a ACI África: “Sentimos que estamos llamados a ser peregrinos junto con el Papa Francisco”.

“Tenemos que continuar el viaje cada año. Nuestros jóvenes se reúnen para rezar y compartir nuestra esperanza. La esperanza de una paz en la que la juventud deje de estar manipulada por quienes detentan el poder. No queremos ver a la juventud marchando por las calles con armas dispuesta a la violencia. Queremos ver a los jóvenes capaces de cambiar el curso de la historia”, dijo el obispo Carlassare.

El miércoles 10 de enero, cuarto día de la peregrinación, los peregrinos se embarcaron en una caminata de 21 kilómetros, de Cueibet a Angrial. “Seguimos contemplando el mensaje del Papa Francisco de ser Semillas de Esperanza que en un futuro producirán un fruto”, compartió uno de los peregrinos en el muro de WhatsApp de la Diócesis. Antes de la peregrinación, el 7 de enero, fiesta de la Epifanía, el obispo Carlassare compartió este poema y reflexión, que concluyó con su oración de peregrinación:

¿Por qué estás tan confundido, Herodes?
¿Por qué temes al Señor que viene?
Él no derriba ningún reino humano.
El que abre la puerta al reino de Dios. Así puedes acabar enterrado bajo tu palacio
Mientras que los Reyes sabios dejaron sus palacios de antaño
Por algo mejor que la mirra, el incienso y el oro.
No se pusieron en camino a causa de la estrella.
Sino que vieron la estrella porque comenzaron a caminar
una peregrinación de toda la vida junto a todo tipo de personas.
Siempre dispuestos a acoger sueños de amor fraterno
Siempre dispuestos a abrir nuevos caminos de esperanza
Para encontrar al Señor de la Vida en cada pobre choza
De cada nuevo Belén.

Que los jóvenes de Rumbek tengan una peregrinación de paz bendecida y fructífera, ya que comienza hoy y les llevará a encontrarse con varias comunidades hasta llegar a Tonj el domingo 14 de enero.

Expectativa de Navidad en un país en guerra

Texto y foto: P. Jorge Naranjo, mccj
Desde Yuba, Sudán del Sur

MND

Hacia la segunda semana de Adviento solíamos montar la decoración navideña en los vestíbulos de los edificios de nuestras diferentes facultades. A los estudiantes universitarios, tanto a los cristianos como a los musulmanes, les encantaba fotografiarse alrededor del árbol. Su presencia anunciaba el evento que se aproximaba y las sonrisas de los estudiantes simbolizaban la alegría que el nacimiento del Salvador traía.

Desde el pasado 15 de abril, día en que comenzó la guerra, el barrio de Jartum donde se encuentran nuestras escuelas primaria y secundaria –el Comboni College Khartoum–, la universidad –el Comboni College of Science and Technology–, la capilla y la comunidad, es un campo de batalla donde se enfrentan el Ejército Regular (SAF, por sus siglas en inglés) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). La guerra ya ha causado más de seis millones de desplazados y nos impide volver a nuestro hogar y a nuestro querido College. Los estudiantes y el personal docente están refugiados en escuelas en diversas localidades del país que se han convertido en campos de desplazados, casas de familiares fuera de la capital, en lugares seguros o en otros países más o menos lejanos como Egipto, Sudán del Sur, Chad, Etiopía, Uganda o Kenia. Los más afortunados pudieron ubicarse en países del Golfo, como Emiratos Árabes Unidos.

La Sagrada Familia también tuvo que buscar refugio en Egipto cuando Herodes desencadenó su persecución contra el nuevo mesías. A mí también me ha tocado ponerme en movimiento para encontrarme con mis estudiantes y personal refugiado en Dubái, Yuba, El Cairo o Port-Sudan. El viaje a Yuba, en particular, me permitió ver también a los graduados de años precedentes que hoy dirigen los equipos de tecnología de la información del Ministerio de Universidades, Ciencia y Tecnología de Sudán del Sur, de las universidades de Yuba y de la -Upper Nile University, de compañías de telecomunicaciones, hospitales, centros de formación… Fue una gracia muy grande poder constatar el impacto de nuestro trabajo educativo más allá de las fronteras sudanesas.

Y es precisamente el uso de la tecnología que nuestros graduados propagan lo que nos está permitiendo continuar el curso en medio de una guerra. El 23 de octubre comenzamos en línea el segundo semestre, que el conflicto armado había interrumpido. La conexión a Internet es muy limitada y la mayor parte de los estudiantes no tiene un ordenador ni teléfonos para encontrar el instrumento a través del cual estudiar los diferentes cursos. Pero no faltan la creatividad y el deseo de aprender y construir un futuro mejor más allá de esta maldita guerra.

Hace unos días tuve un seminario web con los estudiantes para introducirles en el uso de la plataforma digital de aprendizaje. Algunos de ellos lo seguían desde el patio de la escuela donde se han instalado tras dejar Jartum. Y desde allí, con un móvil, conexión a Internet, un cuaderno y un bolígrafo se adentran en un proceso acelerado de transformación digital forzada. 

El Verbo se ha encarnado en el contexto concreto de nuestro mundo. Hoy la realidad que nos toca no es solo la material. La red invisible e inmaterial que nos conecta gracias a la tecnología debe ser también un pesebre en el que se encarne la presencia transformadora del Mesías. 

El mesías que viene es príncipe de paz, un don que parece ahora particularmente lejano. No se atisba ningún deseo de reconciliación en los dos contendientes y ambos poseen ejércitos numerosos y bien equipados. Parece imposible a corto plazo que podamos volver a preparar el árbol de Navidad en nuestros vestíbulos y que puedan brillar las sonrisas de los estudiantes fotografiándose alrededor de ellos. Por tanto no queda otra que descubrir una nueva manera de ser misionero y «hacer Misión» que entrelace el movimiento físico para encontrar a los que la guerra ha dispersado con la acción digital a través de la cual ayudamos a nuestros estudiantes a labrarse un futuro y a construir desde ya un nuevo Sudán tras el final de la guerra.

Este nuevo ecosistema de aprendizaje y misión presenta nuevos desafíos. ¿Cómo transmitir los valores de respeto a la diversidad que el College representaba a través de la convivencia diaria en las aulas de cristianos y musulmanes, las celebraciones interculturales o de las propias fiestas religiosas y la oración? ¿Cómo hacerles experimentar la belleza del servicio como hacíamos a través del grupo de voluntarios en cuidados paliativos, iniciativa que transformaba a nuestros estudiantes, musulmanes y cristianos, en misioneros de misericordia?

Dios escogió a los pastores como primeros testigos de la encarnación del Verbo. Ellos eran nómadas cuya palabra no tenía ningún peso en la sociedad, incluso no tenía valor en los juzgados. De modo análogo, la guerra nos ha convertido en itinerantes y la mayor parte de los medios de comunicación dejaron de dar valor a nuestro conflicto. Ojalá que nuestros estudiantes y profesores desplazados puedan también atisbar una luz de esperanza que crece en la medida en que se abre paso la paz en el interior de cada uno de ellos y en el país a través del silencio de las armas y la continuidad del recorrido educativo.   

“Una comunidad cristiana renacerá en la Navidad de 2023”

Por: Mons. Christian Carlassare, mccj
Obispo de Rumbek en Sudán del Sur

Este año celebraré la Santa Navidad con la comunidad cristiana de Thiet. El nacimiento de esta comunidad se remonta a 1934, tras una primera visita de misioneros seguida de muchas otras. Procedían de Kwajock, a 150 kilómetros de distancia. Sólo en 1949 se instaló una primera comunidad de misioneros combonianos en Mayom, situada a 6 km de la ciudad de Thiet, por la sencilla razón de que la comunidad protestante había cuestionado la posible presencia católica en la ciudad.

La primera comunidad religiosa estuvo formada por dos sacerdotes y un hermano. La misión, que estaba dedicada al Niño Jesús, creció rápidamente. El pueblo cambia el nombre del lugar a Mayom-Abun, reconociendo así que Mayom es Pan-Abun, es decir, la casa de los Padres o misión. La primera comunidad de monjas llegó en 1955. Pero con la independencia de Inglaterra también llegó el conflicto Anya-nya-1 y, en 1964, con la expulsión de todos los misioneros de Sudán del Sur, las estructuras de las misiones quedaron abandonadas y presa del saqueo. Sólo en los años 1980 se produjeron los primeros intentos de reapertura, pero sin éxito debido a la presencia de soldados del gobierno sudanés. Los salesianos se instalan en la cercana Tonj, a unos 50 km de distancia.

En 1994, Mons. Mazzolari envió a Don Benjamín Madol, sacerdote diocesano, para evaluar una posible reapertura. Pero debido a la inseguridad, don Benjamín se desplazó unos 80 kilómetros más al norte, estableciendo la misión de Marial-Lou, a la que luego se unieron el padre Mario Riva y el padre Mattia Bizzarro, misioneros combonianos. El momento de Thiet aún no había llegado. Tras el acuerdo de paz de 2005 y la posterior independencia de Sudán en 2011, la comunidad cristiana de Thiet se ha ido recomponiendo. En los últimos años la comunidad cristiana ha sido acompañada pastoralmente por los Salesianos de Tonj, que la apoyaron en la construcción de una iglesia y una escuela primaria. Las estructuras de la antigua misión Mayom-Abun están en ruinas; imposible rehabilitarlos. Pero la comunidad cristiana está viva gracias a la presencia de catequistas que, a lo largo de los años, han transmitido la fe a las generaciones más jóvenes.

Ya he tenido la oportunidad de visitar esta comunidad cuatro veces. En la Navidad de 2022 envié a un sacerdote diocesano para que se quedara allí y guiara a la comunidad en el camino hacia la erección de la nueva parroquia. Esta vez justo en el pueblo de Thiet. La comunidad eligió como patrón a San Esteban, el primer mártir cristiano. Me dijeron que Santo Stefano habla de su historia: una comunidad apedreada y dispersada por tanta violencia. Pero también una comunidad que renace gracias a la fe de los catequistas y agentes pastorales laicos; una fe que se expresa en su resistencia y testimonio de vida.

Aquí la fiesta de San Esteban cae justo el día después de la Natividad de Jesús, como para recordarnos que la vida de este niño no será todo rosas y flores, sino que también encontrará espinas y cruces. Pero la victoria no pertenece a quienes hacen alarde de ambición, poder y riqueza. Lo que salva al mundo es la belleza de los sencillos, de los humildes, de los pobres. Es el niño Jesús quien devuelve la humanidad al mundo a partir de quienes se reúnen a su alrededor: los pastores, la gente sencilla del pueblo común. Ésta es también la esperanza de esta pequeña comunidad cristiana de Thiet. Se reúnen en torno a Jesús y los acompañamos con oración para que San Esteban inspire los próximos pasos, proteja a los líderes de la comunidad, reúna a todos en unidad y ayude a las personas a tomar decisiones valientes.

Actualmente nuestra intención es concentrar nuestra intervención en la sede parroquial situada en la localidad. Cavamos un pozo. Tendremos que hacer algunas intervenciones en la iglesia. Construir algunos salones parroquiales. En este mes de noviembre también queremos iniciar la construcción de la rectoría: un edificio sencillo capaz de albergar al párroco y a otros dos colaboradores. También hay que vallar el terreno, incluida la escuela primaria. No falta la necesidad de disponer de instalaciones sanitarias. Luego, con el tiempo, desarrollaremos un proyecto para la antigua misión de Mayom-Abun, probablemente un centro de formación que, además de artes y oficios, también pueda transmitir fe y humanidad. El Señor, a través del genio de la comunidad local, indicará los pasos futuros.

Todavía se necesita más de un mes para celebrar la Navidad, pero por supuesto, como ocurre con todas las vidas nuevas que llegan al mundo, se necesita una buena preparación: acoger la vida y apreciarla cada día. Oremos para que la Navidad sea una celebración de la humanidad redescubierta y de la comunión de la familia humana.