Ataque a un hospital de MSF en Sudán del Sur

El hospital de MSF (Médicos Sin Fronteras) de Old Fangak, en Sudán del Sur, fue bombardeado en la madrugada del 3 de mayo. Como consecuencia del ataque la farmacia del hospital y algunas otras instalaciones quedaron completamente destruídas. La ONG Médicos Sin Fronteras ha condenado enérgicamente el ataque afirmando que “Los hospitales no deben ser nunca un objetivo y debe protegerse población civil, pacientes y personal sanitario”.

Texto y fotos: MSF

Condenamos enérgicamente el bombardeo deliberado de nuestro hospital en Old Fangak, Sudán del Sur. El ataque comenzó sobre las 4:30 h. de esta madrugada, cuando dos helicópteros de combate lanzaron primero una bomba contra la farmacia del hospital, que quedó totalmente calcinada, y luego dispararon durante una media hora contra la ciudad de Old Fangak. Hacia las 7 de la mañana, un avión no tripulado bombardeó el mercado de Old Fangak. Hay al menos siete muertos y 20 heridos.

Nuestro coordinador general en Sudán del Sur, Mamman Mustapha, ha declarado:

“A las 8 de la mañana recibimos en nuestro hospital de Old Fangak unos 20 heridoscuatro de ellos en estado crítico. Hay informes de más víctimas mortales y heridos en la comunidad. Un paciente y dos cuidadores, entre ellos uno de nuestro personal, que estaban dentro del hospital resultaron heridos en el bombardeo. Los pacientes que no se encontraban en estado crítico huyeron del centro. 

El bombardeo de nuestro hospital en Old Fangak ha provocado importantes daños, entre ellos la destrucción total de la farmacia, que ha quedado totalmente calcinada. Aquí es donde se almacenaban todos nuestros suministros médicos para el hospital y para nuestras actividades en las comunidades que atendemos. Lo ocurrido compromete gravemente nuestra capacidad de prestar asistencia. 

Condenamos enérgicamente este ataque, que se ha producido a pesar de que todas las partes beligerantes conocen la geolocalización de todas nuestras estructuras e instalaciones, incluido el hospital de Old Fangak”.

“Condenamos enérgicamente este ataque, que se ha producido a pesar de que todas las partes beligerantes conocen la geolocalización de todas nuestras estructuras e instalaciones, incluido el hospital de Old Fangak”, declara nuestro coordinador general en Sudán del Sur, Mamman Mustapha.

“El hospital de Old Fangak es el único del condado de Fangak y da servicio a más de 110.000 personas, que ya tenían un acceso extremadamente limitado a la atención sanitaria antes de este ataque. Todavía estamos evaluando el alcance total de los daños y el impacto en nuestra capacidad para prestar asistencia médica y humanitaria, pero este ataque significa claramente que la población se verá ahora aún más privada de recibir tratamientos vitales.

Hacemos un llamamiento a todas las partes del conflicto para que protejan a población civil, pacientes y personal sanitario, así como infraestructuras civiles, incluidos centros de salud. Los hospitales no deben ser nunca un objetivo y debe protegerse la vida de la población civil“.

Esta es la segunda vez que un hospital de MSF se ve afectado por la violencia durante el último mes. El pasado 14 de abril, se produjo un saqueo armado en el hospital de Ulang, en el estado del Alto Nilo, que provocó que toda la población del condado de Ulang quedara sin acceso a atención sanitaria secundaria.

¿Y si la edad es relativa?

Texto y foto: Hna. Odette Riad Ibrahim Abdelsayd, smc
Desde Asuán (Egipto)

Desde hace seis años me encuentro en la misión de Asuán, ciudad conocida por la famosísima presa que lleva su nombre y que controla las aguas del río Nilo. Llegué aquí después de una larga, desafiante y hermosa experiencia en Sudán del Sur, país que amo y guardo en mi corazón y al que ya no sé si volveré un día. Todo dependerá de mi salud y de la decisión de las superioras de mi congregación, las Hermanas Misioneras Combonianas.

Tanto en Sudán del Sur como ahora en Egipto siempre he trabajado en la guardería con niñas y niños encomendados a nuestro cuidado. Estar con ellos es algo hermoso porque son como pequeños ángeles inocentes, pero debo confesar que ahora, a mis 77 años, con mucha menos energía que cuando era joven y muchos más achaques, el trabajo me cansa bastante. Los misioneros no nos jubilamos, seguimos aportando lo que somos y podemos aunque aparentemente no se vea gran cosa. En la guardería, el ritmo de trabajo es exigente para mí, aunque no me quejo y lo hago todo con gusto.

En un día normal, las clases comienzan a las ocho y media de la mañana y concluyen a la una, aunque son muchos los niños que ya están aquí a las siete porque sus padres tienen que ir a trabajar temprano y pasan primero a dejarnos a sus hijos.

Esta misión de Asuán me está enseñando a entender y a vivir cotidianamente la acogida, la esperanza y la fe, porque veo a muchos niños y niñas cristianos y musulmanes que viven juntos sin hacer ningún tipo de distinción. Los adultos tendríamos que aprender mucho de ellos. A estas edades, ellos viven la amistad y la acogida de verdad, de un modo transparente, porque en sus corazones no existe la mentira y no identifican ningún tipo de diferencia social, religiosa o política. Son todos iguales, son todos amigos.

Una de mis mayores alegrías está siendo ver que las maestras que trabajan con nosotras han asumido la vivencia sincera de los valores del Evangelio basados en el amor a los más pequeños de los que habla Jesús. Me conmueve ver que son mujeres unidas por el cuidado de nuestros niños y se interesan por ellos como verdaderas madres. 

Frente a eso, me entristece descubrir que hay niños que proceden de familias rotas y pobres donde muchas veces no reciben afecto y atención. No es bueno que al llegar a sus casas no encuentren una continuación de los valores que se enseñan y promueven en nuestra guardería. Hay mucha violencia en nuestro entorno, por eso en nuestro centro nos aseguramos de que todos los niños se sientan amados y acogidos.

Hace algunos días, un padre de familia cristiano vino a la parroquia con su hija para una actividad. Ella no quería quedarse en la iglesia e insistió para que su padre la llevara a la guardería. Este señor me comentó después que estaba conmovido al ver el amor de su hija por nuestra guardería, y para mí es una alegría constatar que los padres y madres estén contentos de cómo los niños son amados y educados en nuestra institución.

Me siento profundamente agradecida con Dios, sobre todo cuando veo que nuestros niños, amados y contentos, crecen en espontaneidad, acogida, respeto y libertad. Igual que las maestras, creo que nuestra guardería, que lleva el nombre de Santa Teresa, está poniendo las bases para el futuro y que los niños y niñas de Asuán encomendados a nuestro cuidado crecen en valores humanos fundamentales que generan convivencia y fraternidad. Pensar en esto hace que se me olvide la edad que tengo y trabaje como una joven.