El Papa León XIV, un misionero agustino

El cardenal Robert Francis Prevost, nacido en Estados Unidos, fue elegido el 8 de mayo de 2025 como el 267.º papa de la Iglesia Católica. Nacido en Chicago el 14 de septiembre de 1955, Prevost es el primer pontífice estadounidense en la historia de la Iglesia y el primero en tener doble nacionalidad: estadounidense y peruana, ya que residió más de 30 años en Perú y se naturalizó peruano. Ha elegido como nombre León XIV. (Foto: Vatican media live).

Robert Francis Prevost nació el 14 de septiembre de 1955 en la ciudad estadounidense de Chicago. Hijo de Louis Marius Prevost, de ascendencia francesa e italiana, y Mildred Martínez, descendiente de españoles y franceses asentados en Nueva Orleans, en el siglo XIX.​

Realizó su formación secundaria en el Seminario Menor de los Agustinos, donde se graduó en 1973. El 1 de septiembre de 1977 ingresó en el noviciado de la Orden de San Agustín de la Provincia Agustiniana de «Nuestra Señora del Buen Consejo» en San Luis. Realizó su primera profesión de votos religiosos el 2 de septiembre de 1978, y la profesión solemne el 29 de agosto de 1981. Su ordenación sacerdotal fue el 19 de junio de 1982, en Roma, a manos del arzobispo Jean Jadot. En 1977 obtuvo en la Universidad Villanova el grado en Ciencias Matemáticas, junto con una especialización en Filosofía. Al año siguiente obtuvo una maestría en Divinidad en la Unión Teológica Católica de Chicago. Mientras estuvo allí enseñó matemáticas en el Mendel Catholic High School, y trabajó ocasionalmente como profesor de física suplente en la escuela secundaria St. Rita of Cascia.​

Posteriormente se trasladó a Roma para proseguir sus estudios en Derecho canónico en la Universidad Angelicum, donde obtuvo la licenciatura en 1984, y se doctoró con mención «magna cum laude» gracias a la tesis El rol del prior local de la Orden de San Agustín (1987). Habla inglés, español, italiano, francés, portugués y lee en latín y alemán.​

Tras su ordenación fue destinado a trabajar en la misión de Chulucanas, en Perú (1985-1986), siendo vicario parroquial de la Catedral y canciller de la diócesis.​

Entre 1987 y 1988 fue promotor de la pastoral vocacional en Estados Unidos y director de misiones de la Provincia Agustiniana «Nuestra Señora del Buen Consejo» en Olympia Fields. Además, se dedicó a conseguir fondos económicos para las misiones de su provincia, en especial para la misión de Chulucanas.

A su regreso a Perú en 1988 fue enviado a la misión de Trujillo para ser el director del proyecto de formación común de los aspirantes agustinos de los Vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. Allí se desempeñó como prior de la comunidad (1988-1992), director de formación (1988-1998) y maestro de profesos (1992-1998).

En la arquidiócesis de Trujillo prestó servicio como vicario judicial (1989-1998) y profesor de Derecho canónico, Patrística y Moral en el Seminario Mayor; también ejerció como director de estudios del mencionado centro de formación sacerdotal, y fue rector encargado durante un año.

Fue fundador de la parroquia Nuestra Señora de Monserrat (1992-1999) y de la Capilla Nuestra Señora, Madre de la Iglesia (Parroquia Santa Rita de Cascia), entre 1988 y 1999. En 1998 fue elegido prior provincial de su Provincia «Nuestra Señora del Buen Consejo» (Chicago), para asumir el cargo en marzo de 1999.

En 2001 el Capítulo General Ordinario lo eligió como prior general. Fue elegido para un segundo mandato de seis años en 2007. Fue moderador del Instituto «Augustinianum» y responsable de las relaciones de su Orden con los dicasterios vaticanos.

De 2013 a 2014 fue director de formación en el Convento de San Agustín en Chicago, así como primer consejero y vicario provincial de la Provincia de «Nuestra Madre del Buen Consejo».

El 3 de noviembre de 2014 el papa Francisco lo nombró obispo titular de Sufar y administrador apostólico de Chiclayo.​ El 7 de noviembre siguiente tomó posesión canónica de la Sede ante la presencia del entonces nuncio apostólico en Perú, James Patrick Green, y del Colegio de Consultores. Fue consagrado el 12 de diciembre del mismo año en la Catedral de Chiclayo, a manos del arzobispo James Patrick Green. El 26 de septiembre de 2015 el papa Francisco lo nombró obispo de Chiclayo y ese mismo año obtuvo la nacionalidad peruana. El 13 de julio de 2019, fue nombrado miembro de la Congregación para el Clero.

El 15 de abril de 2020 fue nombrado administrador apostólico sede vacante del Callao, cargo que ocupó hasta el 26 de mayo de 2021. El 21 de noviembre de 2020 el papa Francisco lo nombró miembro de la Congregación para los Obispos.​

Desde marzo de 2018 hasta enero de 2023 fue vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Peruana, siendo también parte del consejo permanente, así como presidente de la Comisión de Educación y Cultura. También fue miembro del consejo económico y miembro de la dirección de Cáritas Perú.

El 30 de enero de 2023 el papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, elevándolo a la vez a la dignidad de arzobispo ad personam.​

El 7 de febrero de 2023 fue nombrado miembro de la Sección para la primera evangelización y las nuevas Iglesias particulares del Dicasterio para la Evangelización, y de los dicasterios para la Doctrina de la Fe, para las Iglesias Orientales, para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y para la Cultura y la Educación. El 25 de abril de 2023 fue nombrado miembro del Dicasterio para los Textos Legislativos, ad quinquennium et durante munere.​

Fue nombrado cardenal por el papa Francisco durante el consistorio del 30 de septiembre de 2023, con el titulus de cardenal diácono de Santa Mónica.​

El 4 de octubre de 2023 fue nombrado miembro de la Sección para la primera evangelización y las nuevas Iglesias particulares del Dicasterio para la Evangelización, de los dicasterios para la Doctrina de la Fe, para las Iglesias Orientales, para el Clero, para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, para la Cultura y la Educación, para los Textos Legislativos y de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano.​

El 6 de febrero de 2025 fue promovido a la orden de los obispos del Colegio Cardenalicio, asignándole la sede suburbicaria de Albano.​

El 8 de mayo de 2025 el cónclave, integrado por 133 cardenales, alcanzó el consenso necesario en la cuarta votación, celebrada durante el segundo día de deliberaciones. A las 18:08 (hora local de Roma), la tradicional fumata blanca se elevó desde la chimenea de la Capilla Sixtina, anunciando al mundo la elección de un nuevo papa. Se convirtió en el primer papa perteneciente a la Orden de San Agustín en la historia de la Iglesia y el primero con la nacionalidad peruana y estadounidense.

En su primer discurso desde la Plaza de San Pedro, León XIV expresó su gratitud por el legado del papa Francisco e hizo un llamado a la paz, la unidad y la justicia. Habló en italiano y español, dirigiéndose especialmente a la comunidad latinoamericana y a su antigua diócesis en Perú .

¡Todos! ¡Todos! ¡Todos!

Por: Mons. Vittorino Girardi Stellin
Obispo Emérito de la Diócesis de Tilarán Liberia

Foto: www.synod.va

1. Acababa de volver de la celebración de la Semana Santa y en la mañana del lunes de Pascua, me avisaron que el Papa Francisco había fallecido.

Me sorprendió mi primera y espontánea reacción, y sentí el impulso de expresarla a alguien cercano. Lo mío quería ser un simple desahogo, pero unos amigos guardaron lo que les expresé y así ahora tengo la posibilidad de ponerlo por escrito.

Sabía que el Papa Francisco estaba enfermo, y muy enfermo por una neumonía bilateral, pero parecía que, lentamente, se estaba recuperando, por lo cual jamás pensaba que pudiera fallecer tan pronto; para mí, inesperadamente.

Un conjunto de sentimientos, amigos todos, afloraron en mi corazón. Sin embargo, me sorprendía ante todo, el sentir su muerte como la de alguien de mi familia. Me preguntaba espontáneamente, a qué podía deberse este sentimiento, y tan profundo… No pensaba de poderme sentir tan cercano con el Papa Francisco… Pronto surgieron los recuerdos.

La primera vez que conocí de cerca al Card. Jorge Bergoglio, fue en Quebec, en aquel Congreso Eucarístico Internacional; allá escuché su convencida y serena catequesis eucarística, para todos los muy numerosos participantes.

En el 2007, siendo él coordinador de las intervenciones en la V Asamblea General del Consejo Episcopal de América Latina y del Caribe (CELAM), en Aparecida, Brasil, me pidió que me dirigiera a los Pastores presentes, iluminando el tema central de Aparecida: “nuestra identidad misionera de cristianos”.

De ahí en adelante, la cercanía se fue haciendo… familiaridad. Una sorprendente e inmerecida familiaridad. Con ocasión de varios y necesarios viajes a Roma, en los días de audiencia general (los miércoles), aprovechaba para acercarme a él, con los demás obispos, y el abrazo espontáneo y fraternal, siempre quedaba acompañado por la expresión: “¡En Aparecida, Santidad!”

Estos encuentros hicieron que la cercanía aumentara, hasta sentirla “familiar”, y su fallecimiento ha sido para mí una “derrota”.

Gracias, Santidad, por su modo de ser, tan cristiano. Usted bien lo manifestaba, quería ser un auténtico “compañero de Jesús”, compañero y amigo de Jesús como lo había ido aprendiendo en los largos años de formación y de trabajo en la Compañía de Jesús. Su presencia era de la imagen de Jesús entre todos sus hermanos.

Lo manifestó a los pocos días de haber sido elegido Papa, cuando el Jueves Santo del 2013, se acercó a la cárcel para menores Casal del Marmo, allá en Roma y lavó los pies de aquellos jóvenes, y entre ellos a una joven musulmana. Su amor, su ternura, no debía tener frontera alguna. El suyo ha sido siempre un corazón abierto a todos, todos, todos, y soñaba entonces con una Iglesia sin fronteras, abierta a todo el mundo.

Santidad, Dios en su providencia, le permitió (¿o lo quiso?) que su último Jueves Santo, usted, ya muy enfermo y débil, repitiera ese gesto con que abrió su servicio petrino, yendo a la cárcel romana de Regina Coeli para estar y amar a setenta privados de libertad. No pudo lavarles los pies. No pudo celebrar la Eucaristía con ellos, no pudo darles más, pero les dio todo su amor.

De ese mismo amor, Santidad, sacó las últimas fuerzas para impartir, el día de Pascua, su bendición “Urbi et Orbi”, a Roma y al mundo. Fue su último regalo, para todos nosotros, para todo el mundo.

¡Gracias! Santidad; ¡muchas gracias!

Ya casi de su edad, me brota decirle. ¡hasta pronto! E interceda por mí, para que haga tesoro de su herencia, de quien nos repetía: “¡No se dejen robar la alegría de amar y de evangelizar!”.

2. Hace unos años, cuando todavía hacía parte de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, con ocasión de una Asamblea, mis hermanos obispos, me pidieron que, en nombre de todos, le escribiera al Papa Francisco, una carta para expresarle lo que se acostumbra a llamar, el “affectus communionis”, el afecto de la comunión con el sucesor de Pedro. En esa carta le decía al Papa que todos le agradecíamos, sobre todo, su “magisterio de los gestos”.

Los “gestos”, que siempre nos parecían espontáneos, del Papa Francisco, nos sorprendían, nos enseñaban y fueron los gestos que acompañaron todos los breves doce años de su pontificado.

Su primer y sorprendente gesto, fue el de pagar, él personalmente, ya elegido Papa, la cuenta de su hospedaje durante los días del Cónclave… Esa sorpresa se prolongó cuando nos enteramos que seguiría viviendo en la Casa Santa Marta. La conozco por haberme hospedado en ella; es una casa digna, de acogida, pero ciertamente no de estilo palaciego…

Aunque no nos lo dijera, pronto nos hizo comprender que su “sueño” era de una Iglesia que sale de sí misma, hacia las periferias, y no sólo económicas, sino, existenciales, en el sentido más amplio y profundo del término. Nos ha hecho pensar, que las que más le preocupaban eran las periferias de cuantos aún no conocen la Buena Noticia de Jesucristo, de cuantos aún no pueden sentirse “peregrinos de la esperanza”. “De tantos gestos”, uno de los últimos fue su muy largo viaje misionero a Indonesia, Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental, precedido por el otro a Mongolia, enorme territorio con su diminuto número de católicos (dos mil), pastoreado por uno de los Cardenales más jóvenes, Misionero de la Consolata, Jorge Marengo.

Cabe preguntarse, amigos lectores, si el Papa Francisco tuviera una especie de “instinto” por las periferias… Él no quería fronteras; no quería una Iglesia con “aduanas”, por eso es que la prefería “hospital de campaña”, adonde se llevan los muy heridos y todo esto lo manifestaba con gestos y medidas prácticas que -obviamente- sorprendían a todos, unos para aprobarlos, otros para juzgarlos inapropiados. ¡Cuánta atención concedió a lo que él llamaba “genio femenino”!, para integrar a mujeres en puestos de autoridad en el Vaticano… Nunca el limosnero vaticano tuvo tanta importancia entre los colaboradores del Papa, como la tiene el actual Card. Konrad Krajewski. Nunca la Iglesia tuvo tantos cardenales de los confines del mundo. Ese mismo “instinto” lo impulsó a pedirnos que invocáramos a María con el título de “Alivio de los migrantes”…

3. No pretendo establecer de dónde le derivase al Papa Francisco lo que alguien ha descrito como el “instinto de las periferias”. Recordemos aquí una de sus primeras manifestaciones, cuando visitó la isla de Lampedusa, triste testigo de que el mar Mediterráneo, se estuviera transformando, dijo el Papa Francisco, en mare Mortuum, mar de los Muertos, ahogados en él, por el intento de escapar de varias formas de esclavitud, hacia la libertad. Sin embargo, me atrevo a considerar su servicio petrino, como una prolongada expresión de fidelidad a su texto programático que es la exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, del 24 de noviembre de 2013, a los pocos meses de haber sido elegido. El título mismo, conecta abiertamente con otra exhortación Apostólica, la Evangelii Nuntiandi, de San Pablo VI, de 1975, a los 10 años de la conclusión del Concilio Vaticano II. Aunque hayan pasado cincuenta años de su publicación, se comenta que la Evangelii Nuntiandi, sigue siendo el documento del magisterio pontificio, aún hoy, más citado.

La afirmación de San Pablo VI que atraviesa y da sentido a toda su exhortación apostólica, es bien conocida: “la Iglesia nace de la evangelización, vive de la evangelización y para la evangelización; sin ella no sería la Iglesia de Cristo”. Esta misma afirmación, no cabe duda, expresa la que podemos llamar el alma de Evangelii Gaudium. El mismo título sugiere la conexión de la segunda con la primera, de San Pablo VI. El Papa Francisco nos ha presentado en ella su programa, envolviéndolo en una viva atmósfera de gratitud a Dios y por eso, de íntima alegría.

De su parte, San Pablo VI, así describió el deber fundamental de anunciar el Evangelio: “Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] con un impulso interior que nada ni nadie sea capaz de extinguir. Sea esta la mayor alegría de nuestra vida entregada. Ojalá que el mundo actual, pueda recibir la Buena Nueva no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes y ansiosos, sino, a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo” (80).

Es espontáneo pensar que San Pablo VI, ha descrito aquí el “alma” del Papa Francisco, quien hizo suyo el grito de San Pablo, ¡Ay de mí si no evangelizara! (1Cor 9, 16)… El Papa Francisco nos lo exhortaba con su estilo propio, diciéndonos: “¡no se dejen roba la alegría de evangelizar!”

Para el Papa Francisco, conocer a Jesús es el mejor regalo que pueda recibir cualquier persona; habiéndolo nosotros encontrado, es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestras obras y palabras, es nuestro gozo (cfr. EG 264-267).

Sólo así podemos comprometernos con heroísmo y fidelidad para que la Iglesia de Cristo, pueda ser el lugar de la misericordia gratuita, en donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio (EG 114).

Para nuestro Papa Francisco todo esto se hacía anhelo y súplica a María y le decía a ella: “Estrella de la Nueva Evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor de los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra, y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio Viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya (EG 288).

P. Aarón Cendejas, 50 años al servicio de la misión

El pasado 27 de abril, segundo Domingo de Pascua, el P. Aarón Cendejas, misionero comboniano, presidió una misa de acción de gracias en su Morelia natal para celebrar los 50 años de sacerdocio. Estuvo acompañado por un buen número de feligreses de la parroquia, su familia y varios combonianos que quisieron acompañarlo en un día tan especial.

El P. Aarón Cendejas, en el centro, acompañado por varios sacerdotes combonianos de la Provincia de México

Como misionero comboniano, el P. Aarón inició su formación en los años 60 en el seminario de Sahuayo, Michoacán, dejando su ciudad natal, Morelia. En 1969 hizo sus primeros votos y el 10 de octubre de 1974 profesó perpetuamente, para luego ser ordenado sacerdote el 27 de abril de 1975. Actualmente sae encuentra trabajando entre los turkana, uno de los pueblos de Kenia, país al que ha dedicado más de 25 años de su vida. Siente que su corazón ha echado raíces entre aquellas personas que se han convertido en su segunda familia. 

Su trabajo misionero se desarrolla a través de la presencia y el acompañamiento de quienes se van acercando poco a poco al Evangelio, y que hoy dan origen a las primeras pequeñas comunidades cristianas. La catequesis y la celebración de los sacramentos son algunas de las ocupaciones que llenan sus jornadas. 

A lo largo de estos 50 años de vida sacerdotal y misionera, el padre Aarón también ha colaborado con otras actividades de los combonianos en México. Durante varios años trabajó en la redacción de Esquila Misional y Aguiluchos, y compartió su experiencia misionera desde la comunidad de Sahuayo al visitar a grupos. 

A través de su camino misionero, el padre Aarón siempre ha sido acompañado por su familia, que demostró un cariño muy especial por las misiones. 

Dios te necesita para amar

Monseñor Daniel Comboni, santo y fundador de los misioneros y misioneras combonianas, escribió a sus superiores: «Dios puso en mis manos una obra sagrada, una misión en África entre los más pobres y olvidados. Prometí a Dios entregar mi vida, siempre fiel a mi vocación misionera». Asimismo, él indicó a sus discípulos misioneros y misioneras el camino para seguir sus pasos y consagrarse a Dios para la Iglesia y para el mundo.

Por: Hna. Kathia di Serio, smc

Por tanto, la misión para Comboni es cuestión de entrega y amor; significa dejar la casa, la patria y la cultura para ir a encontrar el rostro de Dios en la vida de los que sufren en las tierras olvidadas de África. ¡Es un proyecto de amor!

Caridad sin límites bajo el signo de la cruz. El amor vence siempre y, por ello, después de más de un siglo que el mundo continúa siendo torturado por guerras y conf lictos, injusticias y persecuciones… Comboni nos enseña que vale la pena «dar la vida para la misión» a todas las personas, de manera particular a los más pobres, a los últimos y olvidados.

En el corazón de esta entrega radical, las misioneras combonianas seguimos las huellas de san Daniel Comboni, quien dedicó toda su existencia a la evangelización y la promoción humana de los más necesitados. Ser misionera comboniana hoy, exige valentía, amor y una profunda confianza en Dios. Esta vocación es un llamado a seguir a Cristo de manera radical, dejándolo todo para servir en tierras lejanas o en contextos de pobreza y marginación.

Hace 22 años, decidí seguir el carisma comboniano y, en varios años de misión entre África, Europa y ahora en México, he compartido mi vida con los más pobres, trabajando por la justicia, la paz y la dignidad de las personas. En cada misión, la fuerza y la audacia me han llegado siempre desde la Palabra de Dios, mensaje que me ha guiado en diferentes situaciones y realidades de la misión en donde me ha tocado trabajar.

La oración me ha dado fuerza y entusiasmo para compartir todo con mi gente, escuchando con el corazón y acompañando cada proceso de crecimiento y de desarrollo humano y espiritual. Es un gran don y gracia de Dios poder estar al lado de quien lucha cada día, entre dificultades y sufrimientos, con la esperanza de un futuro mejor.

Cada rostro encontrado en estos años de vida misionera ha sido para mí una historia sagrada; un regalo que Dios me ha dado para amar cada vez más profundamente la historia de cada pueblo por el que he pasado.

Como Misioneras Combonianas estamos presentes en África, América, Asia y Europa, donde desarrollamos nuestra labor en diferentes ámbitos:

  • Evangelización y pastoral. Anunciamos el Evangelio a través del acompañamiento de comunidades cristianas, la formación de líderes laicos y el testimonio de vida.
  • Promoción humana y justicia social. Trabajamos en la educación, la salud, la promoción de la mujer, la defensa de los derechos humanos y el cuidado del medio ambiente.
  • Diálogo intercultural e interreligioso. Buscamos construir puentes de fraternidad y de riqueza humana y espiritual en contextos de diversidad religiosa y cultural.
  • Animación vocacional y formación misionera. Acompañamos a jóvenes en el discernimiento vocacional y nos comprometemos en actividades de animación misionera en la Iglesia local.

Creemos que la vida consagrada sigue teniendo sentido si somos capaces de ser signo de esperanza, fraternidad y justicia en nuestra sociedad. Hoy, más que nunca, es necesario un testimonio auténtico de fidelidad misionera en la aventura del Espíritu, dejando que la realidad del Evangelio siga donando luz en el camino de los pueblos.

La vida religiosa debe ser una búsqueda continua, camino hacia lo nuevo de Dios y, sobre todo, un espacio de esperanza que nos ayude a superar esa fe pasiva, para estar y vivir con la gente en sus luchas y sufrimientos, en un mundo sediento de esperanza.

Nuestro mensaje de misioneras es para ti, estimada joven: Si sientes alguna inquietud por la misión, Jesús te llama a dar un paso más en tu fe. La vocación misionera comboniana es para mujeres y hombres valientes, dispuestos a amar y entregarse a Dios por la misión. A lo mejor, Dios tiene un mensaje urgente y especial para ti. Dios cree en ti y necesita de tu ayuda. Ora y escucha su voz en tu corazón.

Las Misioneras Combonianas tienen las puertas abiertas para escucharte, informarte y orientarte en la búsqueda de la voluntad de Dios. Él espera tu respuesta segura y generosa. ¡Anímate! Te invitamos a conocer nuestra vida y nuestra misión. El Señor no se cansa de llamar a la puerta de tu corazón y espera tu respuesta y entrega generosa.

Campo misión 2025. Jubileo de la esperanza en Metlatonoc, Guerrero. México

Por: Tadeo, Felisa, Mariana, Beatriz, LMC de México y Carol LMC de Costa Rica

Una vivencia con esperanza en común de los LMC que participaron del Campo Misión de Semana Santa en la Parroquia de San Miguel Arcángel, descubrir cómo nos recibirían las personas de las colonias donde participamos ya que era la primera vez que tendrían LMC en las colonias de la parroquia. En nuestro pensamiento era algo complicado pero la realidad cambio nuestra visión ya que al estar ahí la experiencia fue llevadera, fructífera y de mucha enseñanza para todos. Nosotros compartimos nuestra fe desde nuestra experiencia aún con la dificultad y limitación de no conocer el idioma ni las costumbres; ellos nos abrieron su corazón, con su atención y participación; manifestaron también a cada uno de nosotros en diferentes momentos su agradecimiento.

Los obstáculos que encontramos fueron diversos, el principal era la lengua, algunos nos enfermamos, el material que llevamos, desconocer las costumbres y la cultura. Afortunadamente hay algo que nos une, la Fe que tenemos en Jesucristo vivida en esta Semana Santa 2025 año jubilar en la cual pudimos compartir con las personas dentro de una sana convivencia, temas en las colonias, procesiones, oración y eucaristía siempre con algo característico de cada día de la Semana Mayor.

Por eso como LMC creemos que debemos tener en cuenta: el sabernos escuchar, conocer sin juzgar, dejarnos enseñar por las personas que nos reciben, enriquecer nuestros valores, resaltar la riqueza que descubrimos, disponibilidad a los cambios que se puedan presentar, trabajar la obediencia y respeto a los lideres que encontramos, olvidarse de lo que te pueda distraer y vive la MISIÓN, sobre todo sin dejar atrás el Ideal Comboniano, Evangelizando a los más pobres y abandonados, Amando nuestra Cruz sin desanimarte por las circunstancias que puedas encontrar, problemas o adversidades, recordando siempre a quien servimos y por quien estamos aquí, haciendo todo con Amor para dar Gloria a nuestro Señor Jesucristo.

Tras las huellas del Resucitado

Por: Carmen Aranda, LMC España

Pues sí, a veces vemos a personas como nosotros y no nos podemos imaginar la vida que tienen detrás. En Cáritas atendemos a mucha gente, casi a “todos” los que llegan esperando soluciones inmediatas, comida, ayuda, consuelo, o lo que sea. Cuando vienen muchos corres el riesgo de no “ver” a la persona, sino al número, de no ver por dónde han pasado, ni lo que han vivido, sino “lo que piden”.

Se presentan historias de familias, de chicos que vienen solos, de mujeres con hijos…

Vienen a España heridos y con expectativas. Algunos por decisión y otros empujados por los conflictos que los echan de tierras, de casas y del abrazo de sus familias. Cuando escuchas historias que no te imaginas ni en una película, te das cuenta de lo grande que es el mundo y de la maldad humana, pero también de lo que necesitamos a Dios, y tener una mente y un corazón dispuestos.

En medio de ese acompañamiento, a veces en el desahogo se verbaliza estar “peleado con Dios”, “¡cómo un Dios bueno, ha permitido que yo haya sufrido tanto!”. “¿Dónde estaba Dios cuando he estado amenazado de muerte?” “¿Dónde estaba Dios cuando me han echado de mi casa y robado todo lo que tenía?”

Me ha pasado…por inspiración, estar en la oficina y se me ocurre invitar a una de estas personas heridas a participar de la Pascua en la parroquia. Un Triduo vivido en Comunidad. No dice que no, pero no estaba segura de que vendría. Tiene la valentía de hacerlo. Se sienta en el último banco de la iglesia, como queriendo ver pero de lejos, cerca de la puerta. Yo respeto la distancia, y el espacio, pero estoy atenta.

Jueves Santo. Se emociona y dice haber estado tranquila, después de seis años sin pisar una iglesia. Le ha gustado, ha sentido paz. Dice que sus problemas se han quedado por un momento en la puerta, se ha parado todo. Lleva meses medicándose para poder dormir, dice que ha respirado.

Viernes Santo. En la cruz se clavan todas las noticias que hablan de los Cristos que se siguen crucificando cada día. Y se responde a su famosa pregunta “¿Dónde está Dios?” y resulta que Dios está sufriendo al lado de cada persona, y lo que nos toca preguntar es ¿dónde están los hombres y mujeres de buena voluntad para acercar la caricia y el consuelo de Dios a los que están desesperados?”

Sale muy tocada de esta celebración, dice que ha sentido que lo que ha pasado en la iglesia “era verdad”… pero que necesita tiempo para digerir y entender. Necesita tanto tiempo, que no da el salto para participar del Sábado, de la fiesta de la Resurrección.

Me ha dado las gracias por invitarla, a través del móvil. Dice que duerme mejor, que se siente mejor. Quiero pensar que la puerta de la reconciliación se está abriendo, y en ese camino, en esa experiencia ojalá se encuentre pronto con el resucitado que no abandona nunca, que siempre sostiene, que nos ama con locura.

Seguiremos acompañando despacio y atentos.