18 años como sacerdote comboniano

De amasar el pan cotidiano, a consagrar el Pan de la Vida Eterna

Por: P. José de Jesús García
Desde Palencia, España

Nací en Chilpancingo, Guerrero. Tengo 54 años de edad. Mi vocación misionera inició en mi adolescencia. A los 14 años, mi mamá me regaló la Biblia Latinoamericana. Me cautivó el libro de los Hechos de los Apóstoles, el texto donde Jesús los llamó y envió de dos en dos a evangelizar. En aquel tiempo, trabajaba en una panadería como ayudante por la mañana y estudiaba por la tarde, y así concluí la secundaria y la preparatoria. Luego trabajé en la construcción de la autopista Cuernavaca-Acapulco por tres años.

En aquel entonces, mi hermano Salvador frecuentaba el seminario comboniano en Cuernavaca, Morelos. Varios sacerdotes combonianos visitaban a nuestra familia y hacían promoción vocacional. El padre David Esquivel daba seguimiento a jóvenes de Guerrero. Para mí, el momento decisivo fue participar en un retiro de Semana Santa y campo misión en Achichipico, Morelos. Y entré al seminario en Cuernavaca.

Después de cursar Filosofía y el noviciado fui enviado a San Pablo, Brasil, a estudiar Teología, y posteriormente recibí la ordenación sacerdotal en mi natal Chilpancingo, el 17 de abril de 2004. Fui destinado a la parroquia de Cochoapa El Grande, Guerrero, donde la pastoral era integral, es decir, que la evangelización responde a las necesidades de las comunidades. Fue muy interesante acompañaren sus alegrías, preocupaciones y esperanzas a los pueblos mixtecos de la parroquia. Conseguimos fondos para abrir una panadería y enseñar a hacer pan en la comunidad de Arroyo Prieto; también abrimos una carpintería. Faltaban doctores y había mucha pobreza en las comunidades más alejadas, rezábamos por la salud de todos, sentíamos la presencia de Dios y presenciamos algunos milagros.

A principios de 2010 fui destinado a Mozambique, país en el que permanecí hacia finales de 2018. Éramos tres sacerdotes y acompañábamos las parroquias de Namapa y Mirrote, en la diócesis de Nacala; en total atendíamos 287 comunidades. Fue una experiencia edificante conocer las costumbres de cada comunidad y sentir la fe que impulsa a nuestra gente a vivir con alegría y esperanza. En cada comunidad hay catequistas y agentes de pastoral que nos ayudana que la evangelización sea cercana a las familias.

A inicios de julio de 2020 fui destinado a la provincia de España, a la ciudad y diócesis de Palencia. Mi principal responsabilidad es la animación misionera al promover las revistas Mundo Negro, Aguiluchos y otros materiales que hacemos los combonianos. También apoyamos a la diócesis con el servicio a las parroquias que lo soliciten.

Junto al padre Daniel Cerezo, nos alternamos para acompañar a la Unidad Pastoral de Frechilla que comprende: Frechilla, Autillo, Guaza y Mazuecos. Permanecemos abiertos a cualquier imprevisto o necesidad, por ejemplo, por motivo de la guerra de Rusia contra Ucrania, nuestra casa comenzó a ser albergue para refugiados ucranianos. El pasado 25 de abril, hospedamos a 13 ucranianos (dos abuelitas con sus hijas y nietos, un bebé de un año y otros niños de hasta 11 años) que, huyendo de la guerra, buscan un lugar tranquilo y seguro para vivir. Llegaron los niños con sus mamás, pues los hombres están en Ucrania defendiendo su país.

El 29 de abril fuimos en peregrinación al Cristo del Otero, ubicado en una montaña a las afueras de Palencia. Fue un momento de oración y petición a nuestro Creador por la paz. ¡Los organizadores ya tramitaron los documentos para que los ucranianos puedan trabajar y sobrevivir! El 1 de mayo partieron a Paredes de Nava, comunidad donde se establecerán. Así contribuimos con nuestro granito de arena en este momento de mucha necesidad.

Agradezco a Dios, porque realmente he visto y sentido su presencia a lo largo de estos 18 años de ministerio. Siento y veo la pobreza material y espiritual de la gente; a todos les digo que no se desesperen y oren mucho; Dios nos escuchará. Tengamos fe de que los mejores tiempos están por llegar.

Doy gracias al Señor porque, de elaborar el pan material, por su gracia, ahora mis manos consagran el Pan de vida eterna. Y después de abrir carreteras, hoy Dios me usa en la construcción de nuevos caminos para que la Buena Noticia llegue a los últimos rincones de la tierra y, unidos en oración, edifiquemos un mundo más humano y fraterno, donde reine la paz y el amor.

Finalmente, a los jóvenes con alguna inquietud vocacional, les recuerdo que lo puramente material es perecedero, por ello, es necesario que respondan al llamado de Jesucristo para manifestarlo al mundo de los jóvenes de hoy. Pienso que hay futuro para las nuevas generaciones, pero es necesario recuperar la fe en el Dios de la vida. ¡Jóvenes, no tengan miedo! Hagan la prueba de vivir un momento espiritual, de abrir su corazón y seguir a Jesús. Nuestra sociedad los necesita. Jesús no nos defrauda y la recompensa para los que lo siguen y cumplen su Palabra es la vida eterna.