Peregrinos de esperanza desde dondequiera que estemos.

Mons. Christian Carlassare, obispo comboniano de Bentiu, en Sudán del Sur, nos comparte cuatro maneras de participar en el Jubileo desde donde quiera que estemos.

Por: Mons. Christian Carlassare, mccj

 La peregrinación es un viaje

La primera palabra clave del Año Jubilar es peregrinación. La peregrinación es un viaje. No solo un viaje físico, sino sobre todo un viaje espiritual para encontrar al Señor. Mucha gente viaja, pero eso no significa que esté en peregrinación. La primera forma de ser peregrino, por lo tanto, es la oración, y especialmente la contemplación. Esto significa poder ver a Dios, que está en todas partes, y escuchar su mensaje en los acontecimientos de la vida que experimentamos. Podemos estar en casa y, sin embargo, emprender un viaje porque caminamos con el Señor, con los signos de los tiempos y la llamada que Él tiene para cada uno de nosotros.

Proteger la dignidad de la vida en todas sus etapas

La segunda palabra clave específica del Año Jubilar 2025 de la Iglesia Católica es la esperanza. La esperanza es una virtud teologal. Es un don de Dios. Pero también es una actitud que debemos aprender a practicar fortaleciendo nuestra fe y amor, porque la esperanza tiene sus raíces en la fe y se nutre del amor. Pertenecemos a Dios y somos parte de un plan mayor de salvación. ¿Cómo miramos el mundo? A veces podemos vivir sin rumbo, sin esperanza. También podemos tener miedo y estar confundidos, pero la esperanza nos dice que no debemos tener miedo de vivir nuestras vocaciones dondequiera que estemos.

La segunda manera de ser un peregrino de esperanza es ofrecer nuestra contribución única al mundo. Podemos hacerlo cuando respondemos al llamado de Dios. Cuando somos profundamente la persona que hemos sido creados para ser, con nuestros dones específicos, con nuestros valores, con nuestros sueños y deseos, y cuando no tenemos miedo de expresarnos. También, cuando vamos a contracorriente de una sociedad que deshumaniza a las personas; de una sociedad que no reconoce la dignidad y los dones de la persona misma. La segunda manera de participar en esta peregrinación, por lo tanto, es viviendo nuestra vocación y protegiendo la dignidad de la vida en todas sus etapas. Cada vida es única, y nadie puede reemplazar a otro en algo que no le ha sido concebido.

Este Jubileo es un tiempo de renovación para cada persona, un tiempo de conversión personal para cada persona, un tiempo de “sí” personal al Señor y a las situaciones que vivimos.

Reparando las relaciones rotas

La tercera palabra clave que debemos explicar es la Puerta Santa. Sabemos que el Santo Padre abrió la Puerta Santa en la Catedral de San Pedro y posteriormente en las demás Basílicas. La Puerta Santa representa un pasaje que nos permite entrar en la Iglesia desde los pueblos y aldeas donde vivimos. Esto representa un paso a una nueva vida, un paso a la vida de fe, a la vida de la comunidad cristiana.
La tercera forma de ser peregrinos de esperanza, por lo tanto, es la conversión que se experimenta en el Sacramento de la Reconciliación. Durante este año, podemos acercarnos a este Sacramento y vivirlo profundamente como un tiempo de conversión personal. Cuando experimentamos el amor misericordioso de Dios, nuestras vidas cambian. Nos reconciliamos con Dios, nos reconciliamos también con nosotros mismos, con quienes somos, con nuestros errores del pasado, y miramos al futuro con nueva esperanza. Pero también nos reconciliamos con nuestros hermanos y hermanas, especialmente con aquellos con quienes hemos roto relaciones o que aún necesitan sanar.

Actividades comunitarias… Hacer el entorno más habitable

La cuarta palabra clave es comunidad. Toda peregrinación es comunitaria. Nunca he oído hablar de peregrinaciones donde solo una persona la haya hecho. Suele ser un movimiento de un grupo de personas unidas por la fe. Una peregrinación comunitaria nos impulsa a redescubrir la comunidad y la belleza de caminar juntos; la comunidad donde vivimos. Por lo tanto, la cuarta forma de ser un peregrino de esperanza es comprometernos con nuestras comunidades locales para no caminar solos. Debemos avanzar juntos con el compromiso comunitario. Esto es importante en nuestras parroquias, capillas, pequeñas comunidades cristianas y barrios.
También podemos considerar nuestro compromiso con la integridad de la creación. En una sociedad que experimenta la degradación ambiental, debemos mejorar nuestro entorno y hacerlo más habitable.