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“¿Cómo desafía Laudate Deum nuestra misión?”

Por: P. José Vieira, desde Etiopía

El Papa Francisco publicó su Exhortación Apostólica Laudate Deum (LD) sobre la crisis climática, dirigida a todas las personas de buena voluntad, en la fiesta de San Francisco de Asís, ocho años después de su innovadora Carta Encíclica Laudato si’ (LS) sobre el cuidado de nuestra casa común. El “ecoPapa” retoma el tema ocho años después, porque nuestro sufrido planeta se está derrumbando al borde del colapso y el cambio climático está causando estragos en todas partes. Así lo explica:

“Han pasado ocho años desde que publiqué la Carta Encíclica Laudato Si’, cuando quise compartir con todos vosotros, mis hermanos y hermanas de nuestro sufrido planeta, mis más sentidas preocupaciones por el cuidado de nuestra casa común. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que nuestras respuestas no han sido adecuadas, mientras que el mundo en el que vivimos se derrumba y puede estar acercándose al punto de ruptura. Además de esta posibilidad, es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará cada vez más la vida y las familias de muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la sanidad, las fuentes de empleo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzosas, etc.”. (LD 2).

PLANETA SUFRIENTE: EL DIAGNÓSTICO

Los síntomas de “nuestro planeta sufriente” debido al cambio climático provocado por el calentamiento global debido a la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera son muchos y evidentes: temperaturas más elevadas, fenómenos meteorológicos extremos, olas de calor frecuentes, grandes sequías e inundaciones, fuertes nevadas. El hielo de los polos y de los glaciares se derrite a un ritmo alarmante mientras que el nivel del mar sube inundando las zonas costeras; las aguas del mar son más cálidas, más ácidas y con menos oxígeno, lo que amenaza la vida marina.

Los pobres, los que sufren el peor impacto de la crisis climática a través de problemas de salud, pérdida de propiedades, desplazamientos, son culpabilizados (LD 9). Sin embargo, los países más ricos son los grandes agentes del cambio climático.

“Si consideramos que las emisiones por individuo en Estados Unidos son aproximadamente dos veces superiores a las de los individuos que viven en China, y unas siete veces superiores a la media de los países más pobres, podemos afirmar que un amplio cambio en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo” (LD 72), subraya el Papa al final de su exhortación.

Una investigación de Oxfam y el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo que examina las emisiones de carbono revela que el diez por ciento más rico de la población mundial -unos ochocientos millones de personas- es responsable de la mitad de las emisiones globales de CO2, mientras que la mitad más pobre -unos cuatro mil millones de seres- emite sólo el ocho por ciento.

Francisco señala también como otra causa de la crisis climática el creciente paradigma tecnocrático que proclama el credo del crecimiento infinito e ilimitado y del poder humano, obteniendo el máximo beneficio al mínimo coste.

EL PLANETA QUE SUFRE: LA CURA

Para salvar nuestra casa común del colapso, el Papa propone repensar el uso del poder. Para equilibrar el progreso, la humanidad necesita también “un desarrollo de los valores y de la conciencia de la responsabilidad humana” (LD 24).

La ecología integral es otra respuesta clave a la crisis climática. El Papa escribió en Laudato Si’ que hay que “escuchar tanto el grito de la tierra como el grito de los pobres” (LS 49). En Laudate Deum subraya que “el ser humano debe ser reconocido como parte de la naturaleza” (LD 26). “Dejemos, pues, de pensar en el ser humano como autónomo, omnipotente e ilimitado, y empecemos a pensar en nosotros mismos de otra manera, de una manera más humilde pero más fecunda” (LD 68), añade.

Constatando la falta de voluntad de los políticos para cambiar el actual paradigma del desarrollo -que no suelen ir más allá de las frases hechas-, el Papa propone un nuevo multilateralismo para contrarrestar la concentración de poder en manos de una élite que obtiene enormes beneficios de los combustibles fósiles. Potencia la sociedad civil y la relación global-local apostando por soluciones “desde abajo” a la crisis climática.

Francisco hace un repaso crítico de las cumbres climáticas periódicas -COP o Conferencia de las Partes-. Algunas fueron oportunidades perdidas. Los acuerdos para acelerar la transición energética, pasando de los combustibles fósiles a las fuentes renovables, y para compensar a los países más pobres por los daños climáticos tienen que aplicarse plenamente.

El Papa hace también una lista de motivaciones espirituales, entre ellas la contemplación del universo como revelador de la belleza y riqueza de Dios que se mantiene unido al Señor Resucitado hacia su plenitud. “El mundo canta a un Amor infinito: ¿cómo no cuidarlo? (LD 65), se pregunta.

El “ecoPapa” invita a todos a unirse a la “peregrinación de reconciliación” (LD 69) con nuestra casa común a través de pequeños pasos que incluyen cambios culturales, de estilo de vida y de convicciones.

Concluye su reflexión con un pronunciamiento muy fuerte: “Cuando los seres humanos pretenden ocupar el lugar de Dios, se convierten en sus peores enemigos” (LD 73). Por tanto, hay que dejar que Dios sea Dios.

ALGUNAS PROVOCACIONES MISIONERAS

¿Cómo interpela Laudate Deum a nuestra misión en Etiopía? Tomo cinco provocaciones concretas de la Exhortación Apostólica.

1. Lo pequeño es grande: “Los pequeños cambios pueden provocar otros mayores” (LD 17)

Los católicos en Etiopía son una Iglesia muy pequeña, con menos de un millón de fieles (alrededor del 0,8 por ciento de su población). La presencia comboniana también es diminuta: 24 misioneros en ocho comunidades y otros dos en camino. La pequeñez puede crear un complejo de inferioridad, que nos lleve a escondernos en nuestra zona de confort -nuestras misiones- al margen de la sociedad.

Sin embargo, Jesús presenta el Reino de Dios en términos de pequeñez: un grano de mostaza, un poco de levadura. Llama a su pequeño rebaño a ser la luz, la sal y la levadura del mundo, tres cosas que en grandes cantidades significan un desastre seguro.

El Papa llama a la Iglesia católica y a los combonianos en Etiopía a vivir su plena ciudadanía sin miedo. La Iglesia da una gran contribución a la educación y a la sanidad. También debe ser una voz profética líder para los que no tienen voz en tiempos de disturbios a lo largo de las líneas de fractura étnicas a nivel regional y nacional, especialmente en cuestiones de Justicia, Paz e Integridad de la Creación.

2. Humildad

“[Comencemos] a pensar en nosotros mismos de manera diferente, más humilde pero más fructífera” (LD 68). Como combonianos, pasamos por un gran cambio histórico, especialmente en el Vicariato Apostólico de Hawassa: de sus fundadores con una historia misionera muy exitosa, pasamos a ser un grupo muy pequeño entre sus muchos agentes pastorales. Comboni quería a sus misioneros santos y capaces… y humildes (Escritos 6655). Para Comboni, la humildad es una virtud fundamental para servir a la misión, “fundamento de todas las virtudes” (Escritos 2814).

Este proceso de “despotenciación” nos hace partícipes de la propia kénosis de Jesús. La misión no es nuestra. Es missio Dei, la misión de Dios. Somos humildes trabajadores en la viña de Dios. Este proceso kenótico debería afectar también a nuestra relación con las personas a las que servimos y sus culturas, quitándonos las sandalias de nuestro etnocentrismo para descolonizar el servicio misionero.

3. Multilateralismo

“La globalización favorece intercambios culturales espontáneos, mayor conocimiento mutuo y procesos de integración de los pueblos, que acaban provocando un multilateralismo ‘desde abajo’ y no simplemente determinado por las élites de poder” (LD 38). El multilateralismo es para la sociedad civil lo que la ministerialidad es para la Iglesia: un fuerte remedio contra el elitismo y el clericalismo, donde los curas lo saben todo, lo hacen todo y mandan a todos. Debe venir “desde abajo”: al promover una Iglesia ministerial tenemos que escuchar a la comunidad cristiana, empoderándola y permitiéndole establecer su propia hoja de ruta.

4. La transición energética

“La necesaria transición hacia fuentes de energía limpias, como la eólica y la solar, y el abandono de los combustibles fósiles, no avanza a la velocidad necesaria” (LD 55). El carbono es la principal causa de la crisis climática mundial. La transición energética hacia fuentes renovables es la única forma de detenerla y revertirla. Tenemos que reducir nuestra huella de carbono de dos maneras: 1: prefiriendo la energía solar al gasóleo para alimentar nuestras casas; 2: manteniendo y revisando bien nuestros coches, ya que no tenemos dinero para comprar vehículos eléctricos o nuevos. Otras medidas: programar viajes, compartir coche y, cuando sea posible, utilizar medios de transporte locales.

5. Peregrinación de reconciliación

“Pido a todos que acompañemos esta peregrinación de reconciliación con el mundo que es nuestra casa y que ayudemos a hacerlo más bello, porque ese compromiso tiene que ver con nuestra dignidad personal y nuestros valores más elevados” (LD 69). Hay muchas pequeñas opciones que señalan nuestra participación en esta reconciliación global. Por ejemplo:

  • Optar por un estilo de vida sencillo y sostenible ecológica y económicamente para reducir la huella de carbono y contrarrestar el consumismo.
  • Comer menos carne y más proteínas de origen vegetal, ya que las vacas contribuyen al calentamiento global a través del metano.
  • Comprar a granel o en envases más grandes y elegir envases de vidrio, papel o metálicos para frenar la contaminación por plásticos.
  • Reducir los residuos y reciclar.
  • Comprar ropa de segunda mano en los mercados locales para contrarrestar la moda, responsable del diez por ciento de las emisiones de carbono.
  • Utilizar los ordenadores, teléfonos inteligentes y otros artilugios hasta el final de su vida útil, resistiendo a la tentación de lucir el último modelo.
  • Mantener nuestras casas reparadas, sin pérdidas de energía y agua.
  • Reforestar nuestros recintos con especies autóctonas evitando el eucalipto.

“Cada granito de arena ayuda” (LD 70), afirma Francisco. Pongamos nuestros granitos de arena para salvar al planeta y a nosotros mismos del eminente desastre que se cierne sobre nuestra casa común.

Mundo Negro recibe el VI Premio de Periodismo Ángel Herrera Oria

La revista Mundo Negro, editada por los Misioneros Combonianos de España, acaba de ser galardonada con el premio de periodismo otorgado por la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria. Según reza en la nota publicada por la Fundación, Mundo Negro recibe este premio “por tratarse de la revista de referencia para conocer la realidad del continente africano, que demuestra cómo los misioneros de la Iglesia católica se convierten en los mejores “corresponsales” sobre el terreno, terreno que conocen de primera mano porque forman parte de él. Esta publicación, elaborada por los Misioneros Combonianos, decana en el sector, una vez al mes nos acerca a la realidad política, económica, social, religiosa y humana de este continente africano, tantas veces olvidado”.

La Fundación Cultural Ángel Herrera Oria toma el nombre del que fuera primer presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, el Siervo de Dios Ángel Herrera Oria, para mantener perdurable en la memoria todo el legado de obras y pensamiento de este insigne laico y cardenal de la Iglesia Católica. Es una obra de la Asociación Católica de Propagandistas de España, que tiene como fin contribuir a la promoción de la cultura en todas sus manifestaciones, como ejemplo del desarrollo intelectual de la persona, de su afán por la belleza y de la búsqueda de lo trascendente. La Fundación pretende hacer expresa la compatibilidad entre el conocimiento del hombre fruto del conocimiento y la investigación con la verdad revelada por Cristo a los hombres.

Estoy a la puerta y llamo

Por: P. Enrique Sánchez G., mccj
Imagen: Fano

Iniciamos, una vez más, nuestro itinerario hacia la Navidad. Dios toma el camino que lo conduce a nosotros y vuelve a sorprendernos manifestando su deseo de estar en medio de esta humanidad tan urgida de su presencia.
Escuchando unas palabras del último libro de la Biblia nos sentimos invitados a iniciar este camino hasta las grutas de nuestros corazones para encontrarnos ahí con Jesús que nace cuando le dejamos entrar a nuestros hogares.

Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos. (Ap 3, 20)

El Señor está en la puerta de nuestras vidas y llama, esperando que tengamos la valentía para dejarlo entrar como luz que viene a iluminar nuestras oscuridades para hacer resplandecer su rostro y responder al deseo más profundo de nuestro corazón. El deseo de conocer a Dios, pues sin él nuestras vidas no tienen sentido y nuestros corazones no están en paz.
Como el pueblo de Israel que caminaba en el desierto anhelando un día llegar a la tierra prometida, así nos sentimos hoy, en medio de un mundo que fascina y  desconcierta, que sorprende y encanta, pero al mismo tiempo provoca y desafía.
Nos sentimos bendecidos de Dios por tantos dones que recibimos cada día, pero nos duele ver a tantos hermanos que sufren y son maltratados por la indiferencia y la ausencia de amor que se traduce en violencia y desprecio de la vida.
Pero nos anima la promesa siempre presente en nuestra historia que ya el profeta Isaías anunciaba ocho siglos antes del nacimiento de Jesús.

“ El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz… Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”. (Is 9,1-5)

El anuncio de la venida del Señor en este tiempo de adviento nos llena el corazón de esperanza y nos invita a renovar nuestra confianza, pues Dios sigue derramando su amor sobre cada uno de nosotros. Dios se sigue revelando como el Padre que nos busca porque nos ama. Es el Dios que se entrega a cada instante en la persona de su hijo, nuestro Señor Jesucristo, para compartir con nosotros su vida.
Dios inicia de nuevo el camino que lo conduce hasta lo más profundo de nuestra humanidad para hacernos entender que siempre estará con nosotros y que jamás se cansará de trabajar por nosotros y en nosotros.
El camino que nos conduce a la Navidad no es otro sino aquel que nos lleva a encontrarnos con lo mejor de nosotros mismos y nos permite reconocer que somos lo más querido por Dios.
En el camino nos hará mucho bien recordar las palabras de Jesús que dice: “Yo he venido  para que tengan vida y, vida en abundancia” (Juan 10, 11)
¿Tendremos en valor de abrirnos al don de la vida que se nos ofrece?
¿Cuáles serán las tinieblas que tendremos que hacer desaparecer para poder reconocer el rostro de Dios entre nosotros?
Que nuestro caminar hacia la Navidad sea un tiempo marcado por la alegría y la esperanza.

P. Obwaya Justus Oseko: «Sin la fe en Dios estaría corriendo como un pollo sin cabeza»

El P. Obwaya Justus Oseko, misionero keniano de 35 años, está en Madrid, España para estudiar Comunicación Digital, pero también para trabajar en el centro de Pastoral Juvenil Vocacional, desde el que acompaña a jóvenes en discernimiento vocacional misionero. En esta entrevista nos cuenta la historia de su vocación.

Entrevistó: P. Zoé Musaka, mccj
Mundo Negro

Háblanos de ti y de tu familia.

Nací el 12 de febrero de 1988 en el distrito de Gucha, que está en el condado de Kisii (Kenia), en el seno de una familia católica. Soy el cuarto de cinco hermanos, cuatro chicos y una chica. La benjamina de la familia es religiosa de la Congregación de la Adoración y reside en la actualidad en Alemania. Mi padre se llama Evans Obwaya y es maestro de Primaria, mientras que mi madre se llama Florence Moraa y tiene una pequeña granja.

¿Cómo nació tu vocación misionera?

Cada sábado era costumbre en mi familia reunirnos para leer y reflexionar juntos la Palabra de Dios, normalmente el texto del Evangelio del día siguiente. Mi padre jugaba un rol crucial en estos encuentros, era como el presidente de esa pequeña Iglesia doméstica. Nos pedía a cada uno de nosotros que leyéramos el texto y después nos invitaba a compartir aquello que nos había tocado personalmente. Por otro lado, mi madre insistía mucho en que rezáramos el Rosario, una oración que siempre menutrió y me ayudó a comprender la importancia de la Virgen María en nuestro camino de fe. Estas experiencia familiares de cercanía con Dios me animaron a unirme al grupo vocacional de mi parroquia, Nuestra Señora de Asunción, en Nyamagwa, donde creció la semilla que habían plantado mis padres. Entonces me comprometí a ser monaguillo para ayudar a los sacerdotes durante las celebraciones eucarísticas

¿Cómo evolucionó ese compromiso?

Al completar la Secundaria comencé a participar en el coro de la parroquia Reina de los Apóstoles de Nyakegogi. Durante este tiempo aprendí música y cuando los dos maestros principales del coro estaban ausentes, yo mismo dirigía los ensayos del grupo. La presencia en el coro me permitió conocer a mucha gente comprometida con la Iglesia y saber por primera vez de la existencia de los Misioneros Combonianos cuando un compañero me entregó un folleto que hablaba de ellos y de su fundador. 

El P. Obwaya Justus con un grupo del World Youth Comboni Gathering.

¿Aquella publicidad fue importante en tu decisión de ser misionero comboniano?

Creo que sí. El folleto se titulaba «Gente de coraje», y me lo entregaron mientras asistía al taller de música en el coro parroquial. Su lectura produjo en mí un gran asombro y el deseo de servir a los más necesitados a través de la vida misionera. Desgraciadamente, no siempre las decisiones que toman los hijos son fáciles de aceptar por los padres. Puede sonar contradictorio, pero mi padre, que tanto me había influenciado para que fuera un buen cristiano, no quería que fuera sacerdote. Estaba convencido de que lo mejor para mí era ser médico. Necesitamos un largo tiempo de reflexión y muchas discusiones entre los dos para que aceptara mi decisión. Estaba entusiasmado con el ejemplo de san Daniel Comboni y su decisión de servir y aliviar los sufrimientos de los pobres. Conocer la vida de este santo fue una epifanía para mí que me motivó a querer seguir sus pasos y unirme a la congregación y colaborar en su acción misionera. Escribí al promotor vocacional, que en aquel momento era el P. Paul Kambo. Me invitó a participar en el encuentro vocacional para candidatos al sacerdocio que tenía como tema «Ven y verás»,donde reafirmé mi opción por la vida misionera.

¿Iniciaste tu formación después de este encuentro?

Sí, apenas unos meses después entré en la etapa que llamamos ­prepostulantado, que es un tiempo de preparación antes de comenzar los estudios de Filosofía. Esta primera etapa la viví en el barrio de Mukuru Kwa Reubende Nairobi, en el centro que dirigenlas Hermanas de la Misericordia, fundadas por Catalina McAuley. Durante mi estancia, participé en numerosas actividades sociales y me acerqué al sufrimiento de muchas personas. Este servicio junto a los últimos y ­desechados incrementó en mí el anhelo de servirlos siguiendo el ejemplo de san Daniel Comboni. Al final del prepostulantado me encontraba muy feliz y satisfecho con la labor realizada; mis deseos de ser misionero y de servir a los más necesitados se habían incrementado.

¿Qué vino después?

En 2010 comencé el postulantado y, por tanto, los estudios filosóficos. Después salí por primera vez de mi país para ir a Lusaka (Zambia). La etapa del noviciado, de dos años, fue maravillosa porque tuve una profunda experiencia de la gracia de Dios, que sentía inmerecida. No puedo dejar de citar al P. John ­Peter Alenyo, que me ayudó mucho a comprender la espiritualidad comboniana. Después di el salto a la comunidad de Pietermaritzburg, en Sudáfrica, para los estudios de Teología. Después de terminar esta etapa en 2018 fui enviado a la parroquia de ­Amakuriat, en el noroeste de Kenia, para mi servicio misionero, una etapa de preparación pastoral antes de la ordenación sacerdotal. Fueron dos años muy ricos, acompañando a las poblaciones seminómadas pokots. El 6 de agosto de 2020 fui ordenado sacerdote.

Una de las celebraciones de la JMJ en Lisboa.

¿Cómo has vivido estos primeros años de sacerdocio en África y ahora en Europa?

Mi experiencia sacerdotal en África ha sido muy corta, porque enseguida me destinaron a España. Sin embargo, durante el tiempo que permanecí en Kenia ya como sacerdote tuve ocasión de acompañar a diferentes grupos de personas y participar de sus sufrimientos y alegrías. Siempre me han estimulado la fe sencilla y el buen ánimo de las personas que, a pesar de tantas dificultades, mantienen viva la esperanza. A España llegué sin saber absolutamente nada de la lengua y tuve que dedicarme de lleno a estudiarla. No ha resultado nada fácil para mí y agradezco de todo corazón a mis compañeros combonianos de la comunidad de Granada su cálida hospitalidad y, sobre todo, la paciencia que han tenido conmigo. En cuanto mi español me lo permitió, comencé a integrarme en las actividades parroquiales y en el acompañamiento de los grupos infantiles y juveniles. Desde el pasado mes de septiembre estoy en Madrid estudiando Comunicación Digital, con la esperanza de que todo lo que aprenda sea un instrumento para comunicar mejor la Misión.

¿Cómo podrías resumir tu vida misionera? 

Mi hasta ahora corta vida misionera ha sido un camino que he realizado con esfuerzo y una constante renovación espiritual. La oración no es opcional para un misionero, sino que es algo fundamental. La oración me ayuda a conocerme mejor, me introduce en una lucha constante por deshacerme de aspectos innecesarios de mi persona e incentiva la adquisición de valores fundamentales para poder servir a la Misión. Siento que el Señor me llama a tener una relación de amor con Él y en la medida que viva esta relación podré reflejar la misericordia de Dios y ayudar a los demás. 

¿En qué se traduce esto?

Siempre que pienso en mi vida, siento la necesidad de mostrar mi más sincero agradecimiento a todas las personas que han contribuido positivamente en mi camino de fe y de acercamiento a Dios. Me siento feliz, con una felicidad que no puedo expresar con palabras. Si no fuera por la fe en Dios estaría corriendo como un pollo sin cabeza, bullicioso y apresurado por la vida.

¿Qué dirías a los jóvenes sobre la vocación misionera?

A los jóvenes que anhelan ser misioneros y realizar este noble servicio les digo: ánimo, permitid que Dios obre en vosotros y os moldee. No os desaniméis, no dejéis que las nuevas tecnologías os influyan negativamente, salid y marcad la diferencia en el mundo. Abrid vuestros corazones de par en par a Dios, que os está diciendo: «Venid en pos de mí». Os puedo asegurar que si sois generosos, Dios os dará las fuerzas que necesitáis, pero por vuestra parte tenéis que ser disciplinados y dejaros confrontar y ayudar. Tenéis que creer que el cambio comienza en vosotros mismos y que Dios no se deja ganar en generosidad. Tened confianza, animaos y dejad que Él os guíe. ¡Vamos juntos a servir a Dios!  

“Escucha, hijo mío, el más pequeño, Juanito. ¿A dónde te diriges?” (Nican Mopohua)

Con estas palabras llenas de amor y ternura, es como María, la Madre de Dios
se dirige a Juan Diego, a quien encomienda una ardua tarea. En la historia de la salvación, María es una figura que expresa una cercanía sin igual a la humanidad, no sólo por ser madre, sino porque ella también nos enseña que es posible y seguro hacer caso a la voz de Dios.

Por: Esc. Fernando Uribe, misionero comboniano

Por ello, el relato de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe en tierras americanas, no es simplemente una historia fantasiosa, sino que demuestra la cercanía y el amor de Dios a un pueblo y a las personas que lo necesitan. Asimismo, nos convoca a una tarea, a una misión, la de llevar el mensaje de reconciliación y unión a donde sea necesario.

De manera personal, María ha sido una figura muy importante en mi camino vocacional, porque en ella he encontrado no sólo una acompañante, sino una guía hacia el encuentro de su Hijo Jesús y una apertura hacia la voluntad de Dios. Recordar a la Guadalupana, es tener presentes las palabras que encontramos en el evangelio de Juan, en donde Jesús entrega a María, su madre, a su discípulo amado, y es en este momento de amor y generosidad total que muestran el gran amor de Dios por nosotros.

Las frases «Mujer, he ahí tu hijo» e «hijo, he ahí tu madre», son palabras que no podemos pasar sin meditarlas realmente con un corazón sencillo y abierto. Tener a María como Madre de Dios y ahora como Madre nuestra, es una gran responsabilidad que nos invita a ser como ella, a seguir su ejemplo, así como un niño ve a sus padres y aprende de ellos. Recibir a María en nuestra casa (cf Jn 19,26-27), no es para guardarla celosa y egoístamente, sino para tener en ella a alguien quien nos consuela y anima a seguir adelante en nuestras vidas.

Muchas veces pensamos que cuando Dios llama, llama a unos pocos, a aquellos que tienen vocación, pero María nos recuerda que Dios nos llama a todos. No tengamos miedo de escuchar la voz de Dios y lo que Él quiere de nosotros, porque no estamos solos, así como María recuerda esto a Juan Diego cuando él, cansado y temeroso de la tarea que se le había encomendado, escucha unas palabras de ternura y amor: «Hijo, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre?». María es nuestra Madre y quiere lo mejor para nosotros, y lo mejor que nos puede dar es el encuentro con su hijo Jesús.

Por eso, vivamos esta gran fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe con gran devoción y apertura a lo que Dios quiere de nosotros, y no tengamos miedo de aventurarnos a lo que Él nos pida, porque no estamos solos; tenemos a María, una gran guía en nuestro camino. Presentémonos con un corazón sencillo ante nuestra Madre, la Morenita del Tepeyac, para que sea ella quien nos acompañe y guíe en nuestra vocación, y seamos así unos grandes mensajeros de la Palabra de Dios con nuestra vida.

Jubileos sacerdotales

Durante este año varios misioneros combonianos mexicanos celebraron sus bodas de oro o plata sacerdotales. Estuvieron acompañados por sus familiares, amigos y hermanos de congregación. Damos gracias a Dios por su vocación y su servicio pastoral.

El padre Crisóforo Contreras Ramírez, originario de Celaya, Guanajuato, celebró el pasado 9 de septiembre sus bodas de oro sacerdotales. Son 50 años al servicio de la misión en México y en Kenia, casi siempre en el delicado trabajo de formar jóvenes misioneros. En la actualidad se encuentra en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Temixco, donde sigue ejerciendo su ministerio con alegría.

P. Crisóforo Contreras

El padre Roberto Pérez Córdova, originario de Torreón, Coahuila, festejó sus bodas de plata sacerdotales el pasado 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de María. Ejerció su ministerio sacerdotal en Brasil y en México, donde se encuentra actualmente en la comunidad de Cochoapa El Grande, entre los indígenas mixtecos.

El mismo día se cumplieron 25 años de la ordenación sacerdotal del padre José Alberto Pimentel, nacido en Guadalajara, Jalisco. Él tiene una gran experiencia misionera en el mundo árabe y también trabajó en Sudáfrica y Estados Unidos. Actualmente se encuentra en la comunidad de la colonia Moctezuma, en Ciudad de México, desde donde coordina la página de Facebook de los combonianos: «Misión Digital Comboniana».

De izquierda a derecha: P. José Rodrigo Arizaga, P. José Alberto Pimentel y P. Roberto Pérez

El padre José Rodrigo Arizaga Catarino nació en La Barca, Jalisco, y fue ordenado el mismo día que sus compañeros anteriores. Trabajó como misionero en Perú y Centroamérica. Actualmente espera ser destinado a una comunidad en México.

También el 15 de agosto celebró sus bodas de plata sacerdotales el padre José Luis Rodríguez López, oriundo de Yurécuaro, Michoacán. Estudió la Teología en São Paulo, Brasil, donde se encuentra actualmente como formador. Trabajó como misionero en Mozambique y México.

P. José Luis Rodríguez

Que, por intercesión de san Daniel Comboni y de María de Guadalupe, el Señor les ayude a seguir fieles a la vocación misionera y sacerdotal.