Blog

XXIII Domingo ordinario. Año C

“En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y Él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo.
Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar.
¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz.
Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”.

(Lucas 14, 25-33)


Quien no renuncie a sus bienes, no puede ser mi discípulo
P. Enrique Sánchez, nccj

El tema de la renuncia y del desprendimiento parece asegurar la continuidad en la reflexión del evangelio que hemos venido haciendo en estos últimos domingos del año litúrgico.

Renunciar a ser los primeros, a ocupar los primeros lugares, a sobresalir como expresión de poder. Estas han sido algunas de las recomendaciones que Jesús ha ido sembrando en el corazón de sus discípulos y seguramente también en los nuestros. En el evangelio de este domingo no se habla explícitamente de renuncia, al menos al inicio, sino de preferencias que pueden condicionar y limitar la libertad para seguir al Señor como auténticos discípulos.

El seguimiento del Señor, como lo entiende san Lucas, implica un desprendimiento no sólo de las cosas o de los bienes que pudiésemos tener, aunque Jesús llega a exigir no anteponer nada a su persona.

La exigencia va más lejos y pide que estemos disponibles a ponerlo a Él en el centro de nuestras vidas como lo más importante y eso implica situarlo por encima incluso de todos nuestros mejores afectos.

Evidentemente, no se trata de despreciar o rechazar a nuestros seres queridos o a las personas que consideramos necesarias en nuestra vida; se trata de recordar que quien mejor nos ayudará a vivir nuestras relaciones con los demás, como auténticos discípulos, será precisamente el Señor cuando le hayamos entregado nuestro corazón.

Muchas veces invocamos al Señor en nuestras celebraciones cantando: “danos un corazón, grande para amar, danos un corazón fuerte para luchar”. Ese es uno de nuestros anhelos más profundos y lo alcanzamos sólo cuando nos liberamos de todo aquello que nos puede mantener atados a las cosas, a las costumbres, a las personas; a todo aquello que nos hace dependientes y que condicionan la libertad que nos brinda la espontaneidad para amar verdaderamente.

El desprendimiento es lo que nos da un corazón misionero, que empuja a ir siempre más lejos, a no detenerse jamás, quedándose complacidos en aquello que da seguridad. Y no hay alegría más grande que dar la vida por los demás.

Leyendo la parábola que Jesús nos presenta en este evangelio parecería contrastar con las primeras palabras que hemos leído.

Por una parte, se nos habla de “dejar” y en la parábola se parte de calcular bien y asegurarse en donde se están poniendo los cimientos de lo que se quiere construir.

En realidad, el mensaje del evangelio nos quiere llevar a tomar conciencia de que la renuncia y el desprendimiento que exige Jesús para poderlo seguir, en la práctica se transforma en un cimiento sólido y firme sobre el cual podemos confiar y construir todo lo que soñamos.

Poner toda nuestra confianza en Jesús es garantía de éxito de todo lo que podamos ir construyendo en nuestra vida.

Por otra parte, las palabras del Evangelio nos ayudan a entender que la decisión de seguir a Jesús no es algo que se pueda improvisar o tomar a la ligera. Es una opción que exige discernimiento y claridad en la mente y en el corazón.

Es importante ser conscientes y serios en el momento de decidir seguir a Jesús, pues de lo contrario nos sumaremos a tantas personas que se dicen cristianas porque un día fueron bautizadas, pero que han considerado que el ser discípulos de Jesús es sólo algo que se pone en práctica en algunos momentos muy contados de la vida.

Vivimos en un mundo en donde, en algunos lugares, las estadísticas registran poblaciones que se declaran católicas en un 80 o 90 por ciento y luego vemos en la celebración dominical que apenas el 6 o 7 por ciento asisten a misa, casi dejando entender que se trata de algo opcional.

Cada año, miles de niños hacen la primera comunión o la confirmación, pero a muchos de ellos no los volvemos a ver sino hasta el día en que quieren casarse por la iglesia, y eso también ya se registra a la baja. Se considera que los sacramentos pueden entrar entre los muchos otros compromisos sociales a los que no hay que faltar. Se entiende que es un rito con el cual basta cumplir, pero no se descubrió que lo importante era crecer y profundizar nuestra pertenencia al Señor.

No es extraño encontrarse con católicos que no sienten la necesidad de practicar su fe y tienen sus conciencias muy en paz, diciendo que ellos viven su fe cuando les nace del corazón. No sienten la necesidad de vivir y de hacer crecer su relación con el Señor y con la comunidad a la que pertenecen.

No faltan los que han confundido el ser discípulos de Jesús con pertenecer a un club social en donde se participa sólo cuando se tiene necesidad de reposo y de descanso. Y en el caso de la comunidad cristiana se recurre a ella sólo cuando surge algún problema o se presenta una necesidad, que sólo Dios puede resolver.

Por lo tanto, la exigencia de Jesús, no se limita a la renuncia de algunas cuantas cosas o de unos afectos que consideramos importantes. Lo que pide el Señor a los que lo quieren seguir es que organicen su vida tomándolo en cuenta, no como el florero que adorna la sala, sino como la persona con quien se vive una relación profunda personal.

Ojalá que estas palabras de Jesús nos ayuden a renovar nuestro deseo de seguirlo con entusiasmo y valentía. Sobre todo, en aquellos momentos en los que nos cuesta desprendernos de todo lo que nos da una seguridad inmediata o que nos hace sentir satisfechos con una vida que no implica sacri2icios y renuncias.

Que el testimonio de tantos misioneros que han aceptado dejarlo todo para ir a anunciar la buena noticia del Evangelio nos ayuden a entender y a hacer la experiencia de no tener miedo a renunciar a lo que nos puede estar dando una seguridad, convencidos de que al Señor jamás le ganaremos en generosidad.

Para nuestra reflexión más personal

¿Hay algo o alguien que me cuesta dejar para seguir a Jesús?

¿Qué podría poner en práctica para vivir más intensamente mi relación con Jesús?

¿Me considero buen discípulo de Jesús, aunque todavía tenga camino por recorrer, o me pongo en la fila de los cristianos de ocasión?

¿A cuáles bienes me pide el Señor que renuncie?


Sentarse y calcular
Dolores Aleixandre

Es tan fuerte el tema central de este evangelio (…)  que resulta casi imposible abordarlo de frente. Por eso, lo mejor es poner en práctica el consejo que recibimos en él: sentarnos a pensar. Tenemos la sensación de que el seguimiento de Jesús  implica siempre el dinamismo de moverse, desplazarse y caminar pero a veces lo más aconsejable resulta ser eso de sentarse. He probado más de una vez en grupos cristianos a hacer esta pregunta: ¿cuál fue la primera acción de Jesús de la que dan cuenta los evangelios, el primer verbo del que Jesús aparece como sujeto? Las respuestas suelen ser; “curar”, “anunciar el reino”, “llamar…” y nadie se  acuerda de este texto de Lucas cuando narra la escena del niño Jesús perdido en el templo: “Al cabo de tres días, lo encontraron en el templo sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas” (Lc 2,46). Los epígrafes de las Biblias y los títulos de los cuadros que representan la escena suelen ser engañosos: vemos a Jesús de pie con el dedito en alto en actitud de maestro y un grupo de sabios sentados escuchándole: “Jesús niño enseñando en el Templo”, o, “El Niño  enseñando a los doctores”.  Nada de eso: él estaba sentado, escuchando y preguntando.

En las dos parábolas de hoy se nos proponen como modelo a dos personajes que supieron sentarse y calcular. Este segundo verbo tiene también poco predicamento porque parece ser lo contrario de ser generoso y dar sin medida que parecen sintonizar mejor con el talante de Jesús. Sí, pero no siempre porque en estas parábola lo sensato no es arriesgarse a emprender algo (una construcción, una empresa militar…), sino algo muy distinto: sacarla calculadora, hacer cuentas, acudir a expertos, estudiar costos, prever resultados  Seguir a Jesús es una tarea de construcción y para eso hay que estudiar qué espacios hay que cavar, a qué profundidad hay que echar los cimientos, qué materiales serán necesarios, cuántos obreros harán falta. El seguimiento tiene también mucho de combate: habrá que enfrentarse con enemigos, hará falta valentía, se correrán riesgos, habrá que afrontar fatigas, hambre, sed y cansancio.

Nos viene bien sentarnos. Y levantarnos después si la reflexión nos ha hecho más conscientes de la gravedad de la decisión que hemos tomado. Y también de su dicha.


Realismo responsable
José A. Pagola

No puede ser discípulo mío.

Los ejemplos que emplea Jesús son muy diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.
Ningún labrador se pone a construir una torre para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para calcular si podrá concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada, provocando las burlas de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate con un adversario poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o será un suicidio.

A primera vista, puede parecer que Jesús está invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado de la audacia con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la realidad. La misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que nadie ha de comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o presuntuosa.

Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama, antes que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de las parábolas «se sientan» a reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar, ni con qué medios han de trabajar.

¿Cuándo nos vamos a sentar para aunar fuerzas, reflexionar juntos y buscar entre todos el camino que hemos de seguir? ¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento a Jesús?

Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar la fe en este mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin comprenderlo desde dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer?

Sería una temeridad en estos momentos actuar de manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la frustración y hasta el ridículo. Según la parábola, la “torre inacabada” no hace sino provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser “fermento” en medio del pueblo o puñado de “sal” que pone sabor nuevo a la vida de las gentes.

http://www.musicaliturgica.com


No podemos caminar en dos direcciones
Fray Marcos

Sigue en camino hacia Jerusalén y Jesús advierte a la multitud, que le seguía alegremente, de las dificultades que entraña un auténtico seguimiento. Les hace reflexionar sobre la sinceridad de su postura. Solo en el contexto del seguimiento de Jesús, podemos entender las exigencias que nos propone. Hace unos domingos, Jesús decía al joven rico: Si quieres llegar hasta el final… Hoy nos dice: si no piensas llegar hasta el final, es mejor que no emprendas el camino. Si no eres capaz de concluir la obra has fracasado. Si decides caminar con él, deja de caminar en otra dirección.

Una de las interpretaciones equivocadas de este radicalismo, es entender el mensaje como dirigido a unos cuantos privilegiados, que serían cristianos de primera. Jesús no se dirige a unos pocos, sino a la multitud que le seguía. Pero lo hace personalmente. “Si uno quiere…” La respuesta tiene que ser también personal. No hay cristianismo a dos velocidades; una la de los clérigos, y otra la de los laicos. Esta visión no puede ser más contraria al mensaje. Todos los seres humanos estamos llamados a la misma meta.

No se trata de machacar o anular el instinto (es lo que hemos predicado con frecuencia). Sería una tarea inútil porque el instinto es anterior a mi voluntad y escapa a su control. Se trata de que el instinto no sea manipulado por la voluntad, torciéndolo hacia una chata obtención de placer o seguridades. El fin que el instinto quiere garantizar es bueno en sí. El placer que ha desplegado la evolución es un medio para garantizar el objetivo. Si nuestra voluntad convierte el placer en fin, estamos tergiversando el instinto.

Tres son las exigencias que propone Jesús: 1ª.- Posponer a toda su familia. 2ª.- Cargar con su cruz. 3ª.- Renunciar a todos sus bienes. Las tres se resumen en una sola: total disponibilidad. Sin ella no puede haber seguimiento. No es fácil entender bien lo que Jesús propone. La manera de hablar nos puede despistar. En una lengua que carece de comparativos y superlativos, tiene que valerse de exageraciones para expresar la idea. Lo notable es que se haya mantenido la literalidad en el texto griego, que dice “misei” = odia, aborrece, ten horror. No podemos entenderlo al pie de la letra.

Tampoco podemos ignorarlas. Son como los famosos “koan” del zen. Tienen que hacernos trascender la formulación y meternos por el camino de la intuición. Fallamos estrepitosamente cuando queremos comprenderlas racionalmente. La verdad que quieren trasmitir no es una verdad lógica, sino ontológica. No podemos entenderla con la razón, pero podemos intuir por dónde van los tiros. Para la primera exigencia la clave está en: “incluso a sí mismo”. El amor a sí mismo puede ser nefasto si se refiere al falso yo que lleva al egoísmo. El ego tiene también su padre y su madre, sus hijos y hermanos.

El amor a la familia puede ser la manifestación de un egoísmo amplificado, que busca afianzar el individualismo en los “yoes” de los demás. Lo que se busca en ese amor es mi egoísmo, sumado al egoísmo de los demás. Ese yo ampliado es mucho más fuerte y asegura mejor el pequeño yo de cada uno. El seguir a Jesús está basado en el amor. Perro el amor que nos pide no está reñido con el verdadero amor al padre o a la madre. Si el seguimiento es incompatible con el amor a la familia es que ese amor está mal planteado. Seguir a Jesús nos enseñará a amar más también a nuestros familiares.

Otro problema muy distinto es que ese seguimiento provoque en los familiares la oposición y el rechazo, como le pasó al mismo Jesús. Entonces no se puede ceder a las exigencias del instinto, porque está maleado. Si los familiares, muy queridos, te quieren apartar de tu verdadera meta, está claro que no puedes ceder. El hombre alcanza su plenitud cuando despliega su capacidad de amor, que es lo específicamente humano. Este amor no puede estar limitado, tiene que llegar a todos. Por eso, el profesar un verdadero amor a una persona no puede impedir ni condicionar la entrega a otros.

Cargar con la cruz hace referencia al trance más difícil y degradante del proceso de ajusticiamiento de una condenado a muerte de cruz. El reo tenía que transportar él mismo el travesaño de la cruz. Jesús va a Jerusalén precisamente a ser crucificado. No olvidemos que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y la tienen siempre presente. Está haciendo referencia a lo que hizo Jesús, pero a la vez, es un símbolo de las dificultades que encontrará el que se decide a seguirle. Una vez emprendido el camino de Jesús, todo lo que pueda impedirlo, hay que superarlo.

Renunciar a todos sus bienes. Recordemos que a los que entraban a formar parte de la primera comunidad cristiana se les exigía que pusieran a disposición de todos lo que tenían. No se tiraban por la borda los bienes. Solo se renunciaba a disponer de ellos al margen de la comunidad. El objetivo era que en la comunidad no hubiera pobres ni ricos. Hoy sería imposible llevar a la práctica este desprendimiento. Pero podemos entender que la acumulación de riquezas se hace siempre a costa de otros seres humanos. Hoy tendríamos que descubrir que lo que yo poseo puede ser causa de miseria para otros.

Debemos aclarar otro concepto. El seguimiento de Jesús no puede consistir en una renuncia, es decir, en algo negativo. Se trata de una oferta de plenitud. Mientras sigamos hablando de renuncia, es que no hemos entendido el mensaje. No se trata de renunciar a nada, sino de elegir lo mejor. No es una exigencia de Dios, sino una exigencia de nuestro ser. Jesús vivió esa exigencia. La profunda experiencia interior le hizo comprender a dónde podía llegar el ser humano si despliega todas sus posibilidades de ser. Esa plenitud fue también el objetivo de su predicación. Jesús nos indica el camino mejor.

En cuanto a las dos parábolas, lo que propone Jesús es que no se puede nadar y guardar la ropa. Queremos ser cristianos, pero a la vez, queremos disfrutar de todo lo que nos proporciona la sociedad de consumo. No tenemos más remedio que elegir. Preferir el hedonismo es un error de cálculo. Las parábolas quieren decirnos que se trata de la cuestión más importante que nos podemos plantear, y no debemos tratarla a la ligera. Para que un avión despegue debe alcanzar una velocidad crítica. Si no la consigue, seguirá rodando por la pista indefinidamente. Es lo que hacemos nosotros.

Antes de poner los cimientos de un edificio debemos calcular si podré terminarlo con los medios que tengo. Si no me alcanza, es mejor que no empiece a construir porque será perder lo que tengo. Si declaro la guerra a otro y no calculo bien mis fuerzas, está claro que el que va a salir perdiendo soy yo. Los cristianos nos conformamos con rodar y rodar por la pista sin darnos cuenta de que estamos haciendo el ridículo. Estamos diseñados para despegar. Si nos conformamos con rodar, nuestro diseño no ha servido para rada. Bien entendido que lo logrado no va ser el resultado de nuestro esfuerzo.

http://www.feadulta.com


“ Quien no renuncia a todos sus bienes
no puede ser discípulo mío 
Fr. Bernardo Sastre Zamora O.P.

La Sabiduría: don que ilumina el plan divino

«¿Quién comprende lo que Dios quiere?» (Sb 9,13-18)

La sabiduría de Dios es un don. Es un regalo necesario y valioso: siendo un don imprescindible para ordenar nuestra vida cristiana conforme al amor divino, resulta la paradoja de que no es alcanzable solo por esfuerzo humano, a fuerza de voluntad. Nuestro pensamiento está condicionado por el cuerpo y lo terrenal; incluso los grandes filósofos no logran un consenso absoluto acerca de esta materia. La realidad es que humanamente somos limitados, y necesitamos de la fuerza que viene de lo alto: la pasión que nos infunde el Espíritu de Dios. Dios se nos revela, nos habla de forma cercana, adaptándose a nuestra condición humana, y nos concede sabiduría que no es erudición, sino camino de gozo y de vida.

La sabiduría es una opción. Como un rey que mide fuerzas antes de la batalla, el discípulo del Señor debe discernir si está dispuesto a seguir a Jesús: se trata de evaluar nuestro compromiso religioso, moral y social con la Iglesia de Cristo. Apostar por Dios implica a su vez renunciar a afectos, valores y proyectos que se oponen a Cristo, y esto pasa por una batalla interior, una ineludible lucha espiritual. Si bien la entrega al plan de salvación del Señor conlleva esta pugna, a su vez conduce a la amistad con Cristo: paz profunda, luz imperecedera.

El Señor, refugio ante la fragilidad de la vida

«Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación» (Sal 89)

El Salmo 89 nos recuerda que, frente a la fragilidad y la brevedad de la vida humana, Dios es nuestro refugio constante y seguro, a lo largo de todas las generaciones. Aunque sintamos que nuestra existencia es efímera como la hierba o una vela nocturna, la misericordia de Dios, dispensada por su fidelidad, perdura por siempre. Este salmo nos invita a confiar en el amor protector del Señor, a buscar en Él la fortaleza para vivir con sentido y esperanza, especialmente en los momentos de incertidumbre. Para el creyente Dios se convierte en el ancla firme que sostiene nuestra vida, y esto nos llena de paz y alegría, de gozo y felicidad.

El amor cristiano que transforma y libera: la carta a Filemón

“Recíbelo no como esclavo, sino como hermano querido” (Flp 9b-10.12-17)

En esta carta, Pablo nos muestra cómo el amor cristiano transforma las relaciones humanas. Onésimo, antes esclavo y ahora hermano en Cristo, es un signo vivo de la reconciliación que Jesús realiza en nuestras vidas. No solo un perdón, instantáneo, sino todo un proceso de reconciliación. Pablo no solo pide que Filemón reciba con cariño a quien antes fuere su siervo esclavo, sino que lo considere como a un igual, un hermano querido. Este llamado nos desafía a vivir una comunidad basada en el respeto y la igualdad en dignidad, donde las barreras culturales, de causa humana, se disuelven en un amor superior: la gracia de Cristo Jesús. La fe no solo transforma el corazón, sino nuestra vida moral en general, según el ideal del Evangelio. Cristo, por su Espíritu, renueva nuestras actitudes y relaciones. Nuestro mundo interior termina teniendo efectos externos.

Gloria y cruz del discipulado

«Quien no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío» (Lc 14,25-33)

Cristo describe la vida de sus discípulos con dos comparaciones oportunas: como una torre que hay que construir o como una batalla que hay que librar (y en la cual es preciso saber cómo y cuándo entrar).

1. Torre que edificar. Una torre representa algo sólido, visible y que perdura. Una edificación de altura. Así, el discipulado es una construcción que lleva tiempo y esfuerzo, e implica cierta actitud religiosa. No se hace de la noche a la mañana. Igual que el arquitecto calcula el coste antes de poner el primer ladrillo, el discípulo se pregunta:

  • ¿Estoy dispuesto a poner a Cristo por encima de todo?
  • ¿Acepto que esta misión comprometerá toda mi vida?

La gloria está en ver la torre erguida, firme en medio del mundo; la cruz, en asumir el trabajo paciente y la renuncia que supone superarse a uno mismo, en medio de retos y dificultades.

2. Batalla que librar. El seguimiento de Jesús es también una lucha espiritual, contra aquello que nos aparta de Él: el egoísmo, la comodidad (zona de confort), el miedo irracional, la tentación de abandonar el barco que es la Iglesia. Como un rey que evalúa sus fuerzas antes de ir a la guerra, el discípulo ha de discernir si está dispuesto a entrar en esta pugna vital. La victoria está asegurada en el Resucitado, pero hay que llevarla a cabo a lo largo del camino, y camino de la fe.

  • La gloria está en luchar del lado de Cristo, Señor de la victoria.
  • La cruz, en enfrentar la dureza del combate, en medio de «la noche».

¿Victoria garantizada?

El éxito que promete Jesucristo no se da según los criterios del mundo. Desde fuera, el discipulado puede parecer una derrota, un fracaso a priori: perder bienes, status de vida o incluso la vida misma (en el caso del martirio). Pero, según la lógica del Evangelio, la victoria está asegurada, porque el Maestro ya ha vencido al pecado y a la muerte, enemigos de Dios. La condición para nuestro éxito: perseverar en la santidad, abrazar la cruz que viene con el seguimiento de Cristo.

En definitiva, la gloria del discípulo es participar en la vida y la misión de Jesús, su Señor, Nuestro Señor. Si bien implica renunciar a todo lo que impida esa comunión. Quien acepta ambas dimensiones (luz y cruz), edifica la torre y libra la batalla definitiva, con la certeza de que la victoria ya es nuestra, incluso por adelantado. Nuestra vida crucificada es el único camino al cielo: la vida eterna.

dominicos.org

Laicos Misioneros Combonianos en Kitelakapel, West Pokot

Kitelakapel pertenece a la parroquia de Kacheliba. Cuenta con 17 aldeas y 17 ancianos, con un jefe que trabaja estrechamente para velar por el bienestar de la comunidad.

El condado de West Pokot es uno de los 14 condados de la región del Valle del Rift. Está situado en el norte del Rift, en la frontera occidental de Kenia con Uganda. Limita con el condado de Turkana al norte y noreste, con el condado de Trans Nzoia al sur, y con los condados de Elgeyo Marakwet y Baringo al sureste y este, respectivamente. El condado tiene una superficie aproximada de 9,169.4 km2. El condado de West Pokot, cuya capital es Kapenguria, está habitado principalmente por la comunidad pokot y la comunidad minoritaria sengwer. Son personas religiosas, en su mayoría cristianas, pero también hay musulmanes. La cultura es rica y la acogemos con entusiasmo.

El condado es conocido por su rico patrimonio cultural, la agricultura y la ganadería. El sector agrícola y ganadero es la columna vertebral de la economía, ya que más del 80% de la población se dedica a la agricultura y actividades relacionadas. El condado se caracteriza por una gran variedad de accidentes topográficos. En las partes norte y noreste se encuentran las llanuras secas, con una altitud inferior a 900 m sobre el nivel del mar. En la parte sureste se encuentran las colinas de Cherangani, con una altitud de 3370 m sobre el nivel del mar. Los paisajes asociados a esta gama de altitudes incluyen espectaculares acantilados de más de 700 m. Las zonas de gran altitud tienen un alto potencial agrícola, mientras que las de altitud media se encuentran entre 1500 y 2100 m sobre el nivel del mar y reciben pocas precipitaciones, además de ser predominantemente tierras de pastoreo. Las zonas de baja altitud incluyen Alale, Kacheliba, Kongelai y Kitelakapel.

Los pokot siempre han estado sólidamente arraigados en sus propias tradiciones y estilo de vida, por lo que solo recientemente han comenzado a valorar la educación escolar, y el nivel general de escolarización sigue siendo bajo. Las familias son principalmente polígamas, las niñas suelen casarse a una edad muy temprana, lo que significa, para las que van a la escuela, abandonar los estudios, como en el caso de los embarazos precoces, que también son bastante comunes.

Las familias están bastante fragmentadas, con casos de divorcios y separaciones, lo que tiene consecuencias inevitables en el comportamiento, los sentimientos y el bienestar de los niños. Entre los jóvenes y los adultos existe un problema generalizado de adicción al alcohol y las drogas, así como de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. La comunidad de Kitelakapel tiene un 90% de personas muy pobres y un 10% de clase media, compuesta principalmente por profesores y funcionarios del gobierno local y unos pocos agricultores dedicados al comercio.

El sector agrícola está creciendo y mejorando gracias a las lluvias favorables y constantes y a la fertilidad del suelo gracias a la aplicación de estiércol de vaca. En su mayoría, plantan maíz y hortalizas en amplias zonas valladas para evitar que los animales en régimen de pastoreo libre las destruyan, y se han introducido animales de cría selectiva en algunas explotaciones para aumentar la producción de leche y carne.

Miembros de KICE-CBO durante la junta general anual «Era un ambiente lleno de alegría, gran unidad, sonrisas para la foto y una buena sensación de pertenencia a una organización comunitaria certificada en uno de los pueblos más pobres y abandonados».

Gracias a la mejora del suelo y a las lluvias constantes, los miembros se dedican plenamente al cultivo de maíz a gran escala, que se utiliza para el consumo doméstico y comercial. Dado que la mayoría tiene mucha tierra, la necesidad de equipos como tractores, suelo fértil y buenas semillas ayudará a la comunidad a disponer de suficientes alimentos que puedan almacenarse y utilizarse en las estaciones secas y de sequía. Dado que el maíz es un cultivo alimenticio y comercial, algunos hogares lo utilizan para criar pollos y otros animales, lo que ha aumentado los ingresos y los alimentos como la carne, los huevos, etc. Gracias a la recuperación de las tierras secas e idóneas mediante el riego, que requiere la disponibilidad de agua bombeada del subsuelo, en las tierras abandonadas están creciendo cebollas, tomates y verduras.

Un nuevo proyecto: la Organización Comunitaria Integrada para el Empoderamiento Comunitario de Kitelakapel (KICE-CBO)

Se trata de una organización comunitaria que hemos creado recientemente en Kitelakapel como instrumento para empoderar a nuestra comunidad y a los hogares familiares. 175 miembros se han inscrito oficialmente y se han unido a la organización comunitaria, y seguimos recibiendo más solicitudes de personas que desean unirse al grupo. Ahora estamos totalmente registrados y certificados por el gobierno, y nos encontramos en la fase de poner en marcha una serie de actividades generadoras de ingresos, como la apicultura, la artesanía, la restauración, la avicultura, etc. También es una cooperativa de ahorro y crédito, por lo que los ingresos se entregarán a los miembros en forma de préstamos, así como intereses por sus ahorros. Esperamos que esto permita a hombres y mujeres, especialmente a aquellos que no tienen ninguna otra fuente de ingresos, participar en actividades económicas que les permitan ser independientes y mantenerse alejados de las adicciones y la violencia. A la gente le encantan los grupos de unidad y autoayuda, a través de los cuales pueden obtener oportunidades, ahorrar dinero, comerciar y participar en actividades socioeconómicas.

El laico misionero comboniano Pius Oyoma muestra el certificado de registro y constitución a los miembros de The Kitelakapel Integrated Community Empowerment-CBO.

Como coordinador de la comunidad internacional de Kitelakapel, miembro del comité de desarrollo parroquial y tesorero de CLMK, con mi profesión de administrador de empresas y contable y mis habilidades en gestión de proyectos, compartir mis habilidades para unir y empoderar a las personas me da satisfacción a través de una influencia positiva e impactante en la población local que necesita mi trabajo. Esto ayudó al grupo a ser certificado y reconocido por el gobierno y la comunidad. La Iglesia católica universal fomenta la unidad y el desarrollo a través de JPIC, CARITAS, el consejo parroquial, el comité de desarrollo y otras ONG.

Los miembros de la junta directiva y los líderes de la KICE CBO.

Otros efectos positivos de la creación de la KICE-CBO:

En mi encuentro durante el primer año, la mayoría de los hombres nunca querían ir a la iglesia, solo se podían encontrar dos, pero después de la campaña “envía a los hombres a la iglesia” a través de CMA y KICE-CBO, hoy celebramos que más de 30 hombres asisten a la iglesia y están entusiasmados por integrarse con las mujeres para trabajar por un objetivo común.

La CWA y la CMA se visitan mutuamente y apoyan a quienes tienen necesidades graves con contribuciones económicas y oraciones.

Reunión de la Asamblea General Anual de la KICE-CBO

La integración y el empoderamiento de la CMA, la CWA, los jóvenes y los no católicos para construir una comunidad sólida supone un cambio radical para Kitelakapel, ya que antes la gente no estaba unida, sino muy separada entre sí.

Pius Oyoma, LMC Kitelakapel (Kenia)

50 años del comienzo de nuestra reunificación

En la tarde del 2 de septiembre de 1975, hace hoy justamente 50 años, en la colina de Josefstal, en Ellwangen (Alemania), en un ambiente festivo, se llevó a cabo el «entierro» de un ataúd llamado “separación” (Trennung) y se plantó el robusto roble de la “reunificación” (Wiedervereinigung). 

Los dos superiores generales, el padre Georg Klose (a la derecha) y el padre Tarcisio Agostoni (a la izquierda), fueron los primeros en cubrir el ataúd con tierra y plantar las raíces del roble. Fue el comienzo de la reunificación de nuestro Instituto, que se culminaría en el Capítulo de 1979.

Tiempo de la creación. Un llamado por la justicia climática y la casa común

Mensaje de las Conferencias y Consejos Episcopales Católicos de África, Asia y América Latina y el Caribe, en ocasión de la COP30
El 1 de septiembre se celebra la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación, una jornada que abre el llamado «Tiempo de la creación», que se celebra del 1 de septiembre al 4 de octubre, fiesta de san Francisco. Por otra parte, el próximo mes de noviembre tendrá lugar en Belem, Brasil, la 30 Conferencia de las Partes (COP30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que reunirá a representantes de 198 estados y otras partes para abordar la amenaza global del cambio climático.
En este contexto, las Conferencias y Consejos Episcopales Católicos de África, América Latina y el Caribe, y Asia han elaborado un documento conjunto en el que exhortan a los líderes mundiales a trabajar por una ambiciosa implementación del Acuerdo de París en favor de las personas y del planeta. El llamado también se dirige a la Iglesia y al público en general para que vivan la «conversión ecológica» (papa Francisco) y aborden «las heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a la diferencia y un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres» (papa León XIV). 
Un llamado  por la justicia climática y la Casa Común:
Conversión  ecológica, transformación  y resistencia  a las falsas  soluciones

La Iglesia católica presente en África, América Latina y el Caribe, y Asia, inspirada tanto en el legado del papa Francisco en su encíclica Laudato si’ (2015) y en su exhortación apostólica Laudate Deum (2023), como por el llamado del papa León XIV a vivir una ecología integral con justicia, paz y valor profético, presenta este documento como una expresión de su compromiso inquebrantable con la dignidad humana, la paz, la opción preferencial por los empobrecidos, la justicia climática y social-ecológica y el cuidado de la Casa Común.

Huerto ecológico en el centro de formación de catequistas de Bendoné, Chad

En reconocimiento del consenso científico –como el del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC)– sobre la necesidad de limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados para evitar consecuencias catastróficas, elevamos una voz profética que llama a la paz desde una conversión ecológica que transforme el modelo de desarrollo actual, basado en los extractivismos, la tecnocracia y la mercantilización de la naturaleza.

En la COP30, exigimos a los Estados una acción transformadora fundamentada en la dignidad humana, el bien común, la solidaridad y la justicia social, priorizando a los más vulnerables, entre estos, a la hermana madre Tierra.

I. Principios fundamentales

Con el calentamiento global alcanzando 1.55 grados centígrados en 2024 y la desertificación que ya afecta a 500 millones de personas en el sur global, la acción inmediata es esencial para evitar impactos irreversibles en los sistemas del clima y de la naturaleza. Nuestras decisiones actuales impactan a las generaciones futuras; abogamos por una justicia intergeneracional que asegure un planeta habitable y próspero para todas las formas de vida.

“Si te quedas sentado, no tendrás bosques en pie”

La crisis climática es también una crisis de valores que genera violencias; las soluciones deben unir justicia, ecología, derechos de la naturaleza y dignidad humana, aspectos fundamentales de la ecología integral y la construcción de la paz, superando la visión antropocéntrica.

La ecología integral propone un cambio estructural en las economías y los modelos de desarrollo, superando paradigmas tecnocráticos y extractivistas que perpetúan la explotación de los pueblos y la degradación ambiental.

El cambio climático, generado principalmente por el norte global, afecta a todos, pero de manera desproporcionada a los países del sur global; las políticas climáticas deben basarse en la equidad y en responsabilidades comunes, pero diferenciadas, y capacidades respectivas.

Madera procedente de talas masivas en Brasil

Las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada por el cambio climático, sobre todo en el sur global, ya que se enfrentan a problemas que van desde la inseguridad alimentaria hasta la violencia, y arriesgan sus vidas como defensoras del medio ambiente.

Las soluciones deben integrar las cosmovisiones y prácticas de los pueblos y comunidades locales, garantizando el acceso a sus derechos vulnerados; no pueden limitarse a ajustes meramente técnicos y financieros.

II. Compromisos y responsabilidades

Oración por el cuidado de la Tierra durante el FOSPA X

Desde nuestra misión, nos comprometemos y reafirmamos que:

-Rechazamos las «falsas soluciones» de la financiarización y mercantilización de la naturaleza, oponiéndonos a los mecanismos de compensación de carbono y a la financiarización de los bienes comunes, que transfieren indebidamente la carga de reducir las emisiones de quienes las causan a quienes las sufren y anteponen el lucro a la vida; y que perpetúan la explotación de la tierra, sus seres vivos y sus pueblos, en lugar de abordar las causas de la crisis.

-Defendemos la justicia climática, asegurando que las decisiones de la COP30 y otras prioricen a las personas empobrecidas sobre las lógicas corporativas que profundizan las desigualdades.

-Exigimos la eliminación progresiva de los combustibles fósiles y rechazamos toda nueva exploración, explotación e infraestructura, en una trayectoria alineada con la meta de 1.5 grados centígrados, garantizando una transición energética justa, inclusiva y sostenible.

-Condenamos el «capitalismo verde», la minería, el «monocultivo energético», que sacrifican comunidades y ecosistemas; y exigimos una transformación económica radical que favorezca las condiciones para que la vida en la Tierra prospere.

-Fortalecemos la resistencia y la resiliencia de las comunidades, incidiendo en el acceso universal a recursos para la reparación de pérdidas y daños, mitigación y adaptación, desde estrategias locales de medios de vida y seguridad alimentaria, soberanía hídrica, gestión de emergencias y planificación territorial.

-Defendemos la soberanía de los pueblos indígenas y comunidades tradicionales sobre sus territorios, clave para la protección de los ecosistemas acuáticos y terrestres.

San Lorenzo, Ecuador. Río contaminado por la extracción de oro.

-Promovemos un nuevo paradigma de desarrollo basado en la solidaridad, la justicia social, la cooperación y el respeto por los límites planetarios y por las culturas de los pueblos, impulsando la agroecología, las nuevas economías y el desarrollo humano integral.

-Implementamos programas educativos sobre el cuidado de la Casa Común, la ecología integral, los derechos humanos, la sostenibilidad ambiental y la economía popular y solidaria.

-Cultivamos la espiritualidad en las artes, las culturas y los medios de comunicación para sensibilizar y promover narrativas de esperanza y acción colectiva.

-Crearemos el «Observatorio eclesial sobre justicia climática», mediante la Conferencia Eclesial de la Amazonia, para monitorear los compromisos de las COPs y su cumplimiento en el sur global, así como denunciar los compromisos incumplidos.

III. Llamado a la acción

Siderurgia de Tequia, Brasil. Foto: comboni press

Exigimos que los países ricos reconozcan y asuman su deuda social y ecológica como principales responsables históricos de la extracción de recursos naturales y de la emisión de gases de efecto invernadero, y que se comprometan con un financiamiento climático justo, accesible y efectivo, que no genere más deuda, para recuperar las pérdidas y daños existentes y la capacidad de resiliencia en el sur global.

Invitamos a una coalición histórica de actores tanto del sur como del norte global, comprometidos con la ética y la justicia, para abordar la cuestión de deudas, promover la resiliencia, y asegurar las condiciones para que la vida en el planeta prospere.

Exigimos alcanzar la deforestación cero en todos los biomas para 2030, como compromiso urgente ante la crisis climática.

Exigimos que los Estados implementen ¿NDC? ambiciosos a la altura de la urgencia climática y que comuniquen al mundo cómo implementarán las decisiones colectivas tomadas en COPs anteriores, incluida una transición energética socialmente justa.

Exigimos a los Estados la implementación de mecanismos de gobernanza climática con participación activa y vinculante de las comunidades, la sociedad civil y las organizaciones basadas en la fe para tomar decisiones.

Exigimos la protección de los pueblos y comunidades locales vulnerables al cambio climático y amenazados por conflictos sociales y ecológicos, reconociendo su rol clave en la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad.

Exigimos políticas que transformen los ciclos productivos y la cultura del consumo, para que sean cada vez más justas y sostenibles, asegurando que las transiciones económicas y energéticas no perpetúen desigualdades ni comprometan los derechos humanos ni los del medioambiente.

Exigimos con urgencia acción colectiva en pro del clima, de la biodiversidad y de los derechos de todos los seres vivientes, así como un cambio de modelo socioeconómico y cultural en favor del bien común y de las futuras generaciones.

Tala de árboles en Uruguay. Foto: comboni press

Tras la profunda decepción que ha supuesto el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG); exigimos que la financiación climática sea transparente, accesible y llegue de forma directa y efectiva –sin intermediarios– a las comunidades más vulnerables, impidiendo que los bancos de desarrollo y las instituciones financieras inviertan en combustibles fósiles y proyectos extractivos, y que no se base en la financiarización de la naturaleza ni aumente la deuda de los países del sur global.

Exigimos liberar las soluciones basadas en la naturaleza de la lógica mercantil, precisando su objetivo de mitigar el cambio climático, regenerar la biodiversidad y sostener los medios de vida de los pueblos.

Exigimos políticas alineadas con los límites planetarios: reducción de demanda y consumo, metas de decrecimiento, y transición hacía modelos económicos más circulares, solidarios y restauradores.

IV. Un camino de esperanza y conversión ecológica

Las Iglesias de África, América Latina y el Caribe, y Asia, en una alianza intercontinental que fortalece nuestra voz profética y promueve la cooperación entre pueblos del sur global, hacen un llamado a todas las personas de buena voluntad a emprender un camino de conversión ecológica, inspirados en la espiritualidad del cuidado, el «buen vivir» (Querida Amazonía, 8) y en la «sobriedad feliz» (Laudato si’, 223) propuestos por el papa Francisco.

Invitamos a la comunidad humana a educar en la conciencia ecológica, promoviendo estilos de vida que reduzcan el consumo excesivo y respeten la creación.

Alentamos a fortalecer redes de solidaridad y acción climática entre comunidades, organizaciones sociales, académicas y personas comprometidas con la justicia ecológica para defender la Casa Común.

En comunión con las víctimas y en alianza con comunidades y liderazgos amenazados por proteger sus territorios, exigimos la reparación de los daños y el respeto a los derechos humanos, así como el reconocimiento de una voz profética en defensa de los empobrecidos y de la hermana madre tierra.

Nos comprometemos con la formación de las nuevas generaciones para que comprendan la crisis climática como un desafío ético y moral, y lideren la transformación del mundo hacia un futuro justo y sostenible.

Fomentamos el diálogo entre el conocimiento científico y la sabiduría ancestral, valorando su aporte conjunto para la conservación de la naturaleza y la adaptación climática.

Pacto comboniano por la casa común

Reiteramos que la Iglesia, en su misión profética, no cesará de alzar la voz ante las injusticias ecológicas y sociales, recordando que el clamor de la Tierra es también el clamor de los pobres (Laudato si’, 49). Viendo la COP30 como una oportunidad histórica para una transformación estructural hacia la justicia climática y social-ecológica, nos comprometemos a seguir en diálogo con religiones vecinas por la justicia climática y el cuidado de la Casa Común. De igual manera, nos comprometemos a seguir en diálogo con la comunidad científica para que las acciones climáticas, basadas en la mejor evidencia, respondan a las necesidades locales, regionales y globales, incidiendo permanentemente en las políticas de los Estados.

Hacemos eco de las palabras del papa León XIV: lo que necesitamos en este momento es amor y unidad para «construir un mundo nuevo donde reine la paz».

Fruto del discernimiento colectivo de las Iglesias de África, América Latina y el Caribe, y Asia en preparación para la COP30 en el continente de la esperanza, invocando la inspiración del Espíritu Santo y en comunión con la misión de la Iglesia universal.

África, América Latina y el Caribe, y Asia, 12 de junio de 2025.


Recursos para vivir el Tiempo de la Creación

Para apoyar a parroquias, comunidades y familias, se han publicado materiales litúrgicos, pastorales y educativos, incluyendo:

Oración y LiturgiaVia Creationis, Nueva Misa Pro Custodia CreationisGuía de Celebración y libro de oraciones del Movimiento Laudato Si’.

Recursos ecuménicos y pastoralesmensaje del Papa León XIV para la X Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, materiales del Instituto de Investigación Laudato Si’ (Universidad de Oxford) y diversas iniciativas eclesiales de América y Europa.

Niños, jóvenes y familias: recursos educativos y actividades como Los creadores del bosque de Isaías, para que los más pequeños descubran que también son “semillas de paz”.

Jubileo: Condonación de las deudas

Hablar de Jubileo es hablar de amor, pero cuando se trata de «perdonar las deudas» nos referimos al amor más bello y fino. Dios nos ama siempre, más aún, cuando somos frágiles hasta el punto de no poder corresponderle, entonces todo se vuelve gratuidad. Por ello, esta propuesta jubilar nos invita a que desborde el amor (cf Jn 13,1) que va más allá de obligaciones, normas o contratos. Un afecto incondicional que abarca lo espiritual, lo emotivo y llega hasta lo socio-político-económico.

Por: P. Rafael González Ponce, mccj

SEPTIEMBRE
16.- Jubileo de la Consolación
20.- Jubileo de los Trabajadores de la Justicia
26-28.- Jubileo de los Catequistas

El Antiguo Testamento coloca la condonación de las deudas como fundamento de la vida comunitaria del pueblo: «Que no haya entre ustedes ningún necesitado… y si hay entre ustedes algún hermano necesitado, no endurezcas tu corazón ni cierres tu mano» (Dt 15,4.7). El Nuevo Testamento propone, como lo más sublime del discipulado cristiano, ser «misericordiosos como el Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Una versión antigua de la oración del Padre nuestro rezaba: «perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores».

La bula Spes non confundit (La esperanza no defrauda) hace un llamado apremiante, dirigido a las naciones más ricas: «…a condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas. Antes que tratarse de magnanimidad, es una cuestión de justicia… Si verdaderamente queremos preparar en el mundo el camino de la paz, esforcémonos por remediar las causas que originan las injusticias, cancelemos las deudas injustas e insolutas y saciemos a los hambrientos» (16).

En resumen, la condonación de las deudas reconstruye el mapa original de Dios, donde todos los pueblos entrelazan sus manos en un cántico de fraternidad, justicia y paz. Es decir, un Jubileo concreto y verdadero.

Nuestros pies nos llevan a donde está nuestro corazón

Del 22 al 27 de julio, siete jóvenes provenientes de diversos lugares de la República Mexicana, vivieron en Sahuayo, Michoacán, el preseminario realizado por los Misioneros Combonianos. Ahí, los muchachos que, previamente fueron acompañados en su camino vocacional, experimentaron durante unos días la rutina cotidiana del seminario, es decir, probaron diversos momentos marcados por la oración, la formación, la vida comunitaria, el apostolado y también la diversión.

En un ambiente de fraternidad y calidez se desarrollaron diversos temas, algunos de ellos fueron la «Vocación de los apóstoles», impartido por el padre Mario Alberto Pacheco, mccj; «¿Quién soy yo?», ofrecido por el sacerdote Wédipo Paixão, mccj; «¿A qué soy llamado?», expuesto por el diácono José Hernández, mccj; mientras que el padre Víctor Mejía, misionero comboniano que vivió durante muchos años en China, compartió el tema de «La identidad, carisma y espiritualidad comboniana». Finalmente, el padre Josef Etabo, comboniano originario de Kenia, presentó su testimonio vocacional y misionero, enriqueciéndonos con su historia y su cultura.

El día 22, fiesta de santa María Magdalena, recordamos que ella estuvo motivada por su amor a Jesús, razón por la que va a llorar a su tumba, pero no se encuentra con un cadáver, sino con el Resucitado. El Evangelio del día nos ayudó a reflexionar sobre la importancia de «escuchar la voz del Señor y buscarlo», para ser cautivados por Él y vencer obstáculos.

En ese contexto, meditamos que vivimos una época con muchas facilidades, con medios de comunicación y transporte accesibles; donde moverse o informase ya no es tan complicado como antes. Pero ante tantas comodidades, nos desafía una realidad un tanto triste: el miedo a tomar una decisión para seguir al Señor.

De hecho, se invitaron y acompañaron vocacionalmente a muchos jóvenes, pero sólo respondieron y asistieron unos cuantos. Por ello, interpretamos las palabras del Evangelio: «muchos son llamados, pero poco los elegidos» (Mt 22,14), y nos preguntamos: ¿Por qué son tan pocos los que responden?
Hay quienes se dejan dominar por el miedo, otros prefieren continuar sus propios proyectos y permanecer en sus comodidades. No nos falta vocación, ¡nos falta valor para decir «sí»! Falta el ímpetu para buscar, y eso sólo es posible cuando realmente se ama a Jesús.

Nuestros pies nos mueven en la dirección de aquello que amamos. Y para lo que es prioritario y esencial, encontramos los medios y modos para conseguirlo. Si tomamos nuevamente el Evangelio de Juan (20,1-18) que nos dice que Magdalena va a buscar a Jesús, podemos ver que sus pies la llevan en la dirección de aquello que su corazón busca, en este caso, el Maestro. Ella pensaba ir a llorar ante un túmulo, donde aparentemente la vida se termina, pero se encuentra con la piedra movida y al Señor resucitado.

Esto nos enseña dos cosas: primero, que Jesús nos llama para la vida, «anda, ve y di a mis hermanos que voy a mi Padre, que es el Padre de ustedes; a mi Dios, que es también su Dios» (cf Jn 20,17) y segundo, que quien ama vence los obstáculos y no se conforma con una simple respuesta; quien ama, cree necesario ir más allá. ¿Hacia dónde está orientado nuestro corazón? ¿Hacia dónde se dirigen nuestros pies (nuestros proyectos)?

Hay quienes piensan que los seminaristas se pasan todo el día rezando, y aunque la oración es importante, el acontecer de un seminarista comboniano está sostenido por cuatro pilares: vida, oración, estudios y comunidad-apostolado; por tanto, tiene una dinámica interna que ayuda a los jóvenes a responder a la vocación a la que están siendo llamados; y al mismo tiempo, que se preparan para ir a las misiones.

Screenshot

Finalmente, toda elección no está libre de retos y obstáculos. Todo el tiempo optamos por hacer elecciones de forma consciente y, en muchos casos, de manera inconsciente, puesto que no podemos hacer de todo y ser todo a la vez. Por ejemplo, sabemos cuánto nos cuesta dejar a los papás, pero en determinado momento de la vida tendremos que hacerlo, ya sea por causa de estudios, trabajo o incluso para formar la propia familia.

Dejar no significa abandonar. «Cortar el cordón umbilical» para construir la propia experiencia implica que la familia siempre nos acompañará con su amor, pero no podrán vivir nuestros proyectos, porque esos son personales. San Daniel Comboni tuvo que elegir ante la situación de sus papás (pues era hijo único) y su amor por África; al final eligió ésta última, y confiado en que alguien los cuidaría, partió para la misión.

A cada uno de ustedes que reciben la revista Esquila Misional, le pedimos sus oraciones por la perseverancia de los jóvenes que participaron en el preseminario y respondieron con un «sí» al llamado de Jesús, un primer paso en su etapa formativa para prepararse y partir a las misiones.