Expectativa de Navidad en un país en guerra

Texto y foto: P. Jorge Naranjo, mccj
Desde Yuba, Sudán del Sur

MND

Hacia la segunda semana de Adviento solíamos montar la decoración navideña en los vestíbulos de los edificios de nuestras diferentes facultades. A los estudiantes universitarios, tanto a los cristianos como a los musulmanes, les encantaba fotografiarse alrededor del árbol. Su presencia anunciaba el evento que se aproximaba y las sonrisas de los estudiantes simbolizaban la alegría que el nacimiento del Salvador traía.

Desde el pasado 15 de abril, día en que comenzó la guerra, el barrio de Jartum donde se encuentran nuestras escuelas primaria y secundaria –el Comboni College Khartoum–, la universidad –el Comboni College of Science and Technology–, la capilla y la comunidad, es un campo de batalla donde se enfrentan el Ejército Regular (SAF, por sus siglas en inglés) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). La guerra ya ha causado más de seis millones de desplazados y nos impide volver a nuestro hogar y a nuestro querido College. Los estudiantes y el personal docente están refugiados en escuelas en diversas localidades del país que se han convertido en campos de desplazados, casas de familiares fuera de la capital, en lugares seguros o en otros países más o menos lejanos como Egipto, Sudán del Sur, Chad, Etiopía, Uganda o Kenia. Los más afortunados pudieron ubicarse en países del Golfo, como Emiratos Árabes Unidos.

La Sagrada Familia también tuvo que buscar refugio en Egipto cuando Herodes desencadenó su persecución contra el nuevo mesías. A mí también me ha tocado ponerme en movimiento para encontrarme con mis estudiantes y personal refugiado en Dubái, Yuba, El Cairo o Port-Sudan. El viaje a Yuba, en particular, me permitió ver también a los graduados de años precedentes que hoy dirigen los equipos de tecnología de la información del Ministerio de Universidades, Ciencia y Tecnología de Sudán del Sur, de las universidades de Yuba y de la -Upper Nile University, de compañías de telecomunicaciones, hospitales, centros de formación… Fue una gracia muy grande poder constatar el impacto de nuestro trabajo educativo más allá de las fronteras sudanesas.

Y es precisamente el uso de la tecnología que nuestros graduados propagan lo que nos está permitiendo continuar el curso en medio de una guerra. El 23 de octubre comenzamos en línea el segundo semestre, que el conflicto armado había interrumpido. La conexión a Internet es muy limitada y la mayor parte de los estudiantes no tiene un ordenador ni teléfonos para encontrar el instrumento a través del cual estudiar los diferentes cursos. Pero no faltan la creatividad y el deseo de aprender y construir un futuro mejor más allá de esta maldita guerra.

Hace unos días tuve un seminario web con los estudiantes para introducirles en el uso de la plataforma digital de aprendizaje. Algunos de ellos lo seguían desde el patio de la escuela donde se han instalado tras dejar Jartum. Y desde allí, con un móvil, conexión a Internet, un cuaderno y un bolígrafo se adentran en un proceso acelerado de transformación digital forzada. 

El Verbo se ha encarnado en el contexto concreto de nuestro mundo. Hoy la realidad que nos toca no es solo la material. La red invisible e inmaterial que nos conecta gracias a la tecnología debe ser también un pesebre en el que se encarne la presencia transformadora del Mesías. 

El mesías que viene es príncipe de paz, un don que parece ahora particularmente lejano. No se atisba ningún deseo de reconciliación en los dos contendientes y ambos poseen ejércitos numerosos y bien equipados. Parece imposible a corto plazo que podamos volver a preparar el árbol de Navidad en nuestros vestíbulos y que puedan brillar las sonrisas de los estudiantes fotografiándose alrededor de ellos. Por tanto no queda otra que descubrir una nueva manera de ser misionero y «hacer Misión» que entrelace el movimiento físico para encontrar a los que la guerra ha dispersado con la acción digital a través de la cual ayudamos a nuestros estudiantes a labrarse un futuro y a construir desde ya un nuevo Sudán tras el final de la guerra.

Este nuevo ecosistema de aprendizaje y misión presenta nuevos desafíos. ¿Cómo transmitir los valores de respeto a la diversidad que el College representaba a través de la convivencia diaria en las aulas de cristianos y musulmanes, las celebraciones interculturales o de las propias fiestas religiosas y la oración? ¿Cómo hacerles experimentar la belleza del servicio como hacíamos a través del grupo de voluntarios en cuidados paliativos, iniciativa que transformaba a nuestros estudiantes, musulmanes y cristianos, en misioneros de misericordia?

Dios escogió a los pastores como primeros testigos de la encarnación del Verbo. Ellos eran nómadas cuya palabra no tenía ningún peso en la sociedad, incluso no tenía valor en los juzgados. De modo análogo, la guerra nos ha convertido en itinerantes y la mayor parte de los medios de comunicación dejaron de dar valor a nuestro conflicto. Ojalá que nuestros estudiantes y profesores desplazados puedan también atisbar una luz de esperanza que crece en la medida en que se abre paso la paz en el interior de cada uno de ellos y en el país a través del silencio de las armas y la continuidad del recorrido educativo.   

Celebrar la Navidad en Belén, un privilegio

Así nos narra la Hna. Cecilia Sierra, misionera comboniana, cómo ella y su comunidad celebraron en Belén la noche de Navidad

Por: Hna. Cecilia Sierra, smc

Llegamos a Belén a las 6:30 pm, pedimos posada a las Hermanas de la Presentación y nos acogieron. Comimos y rezamos juntas pues celebraban el aniversario del inicio de su congregación.

Pasadas las 8 pm, nos fuimos a la Basílica de la Natividad, a unos 15 minutos de su casa, a pie. No hay luces navideñas ni el tradicional árbol.

Inmediatamente destaca el nacimiento, los personajes son todos grises, el color del polvo que dejan cuando se derrumban y destruyen los edificios y las casas.

En la plaza, frente a la Basílica está el Pesebre, Jesús, José y Maria y otro personaje aparecen entre escombros y alambrado. La madre sostiene un bebé envuelto en una sábana blanca. Otro personaje sostiene lo que parece ser una sábana mortuoria. Impresionante. Más adelante, vemos a un niño, la tradicional figura de Jesús bebe, pero en gris y dentro de una encubadora. Impresionante. Real.

Nos dirigimos a la cueva de Belén, a la gruta. Antes de la guerra, había filas enormes, ahora entramos como nada. Una señora Palestina de Belén dice que es la primera vez que puede entrar ahí la Noche Buena. Antes, era imposible.

Entramos, está casi solo, silencio.

Consientes del gran privilegio. Oramos ante ese sagrado lugar, en silencio. Permanecemos. Coloco unas imágenes de Jesús bebe, en el preciso lugar donde nació. Aquí fue.

Llegan hermanas y gente Palestina de varias parroquias de Belén e inicia un momento de oración, el rosario meditado. Todo en Árabe, cantos muy sublimes y sentidos. Que hermosa liturgia, sentida. Un pueblo que ora con el corazón en la mano.

Y nosotras Lulu, Julia y yo permanecemos. Sentimos la presencia de Jesús, frágil, vulnerable, marginalizado. En la pobreza, entre los últimos eligió Dios manifestarse. Será que buscamos a Dios en lugares equivocados.

El tercer misterio gozoso. El nacimiento de Jesús en este lugar, aquí…. se siente un escalofrío. Si, fue aquí. Y aquí estuvo Maria con su hijo…. y ángeles cantaron. Miro al techo, la estrella de Belén está ahí. Estamos sentados delante de donde según la tradición fue colocado. Permanecemos horas, cantando y orando.

Casi a media noche llegan los sacerdotes para celebrar la misa. Mientras se prepara, me inclino hacia la estrella en el lugar donde nació Jesús. Permanezco, orando, tantos y tantas que llevo en el corazón y prometí oraciones.

Inicia la misa en árabe. Los niños son quienes más han sufrido los efectos de la guerra, ellos y las mujeres, dice el celebrante. Que esta sea la última vez que celebremos Navidad con guerra. Que sea esta la última guerra en esta Tierra Santa.

Cerca de la una de la madrugada, el Patriarca llega con el Niño en procesión hacia la gruta.

En la gruta, donde nació Jesús, no hay regalos, ni luces, ni esferas ni nochebuena. Todo sencillo, simple, parco, pero mucha fe y un grito que sale de lo profundo… danos tu paz. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz.

Desde Belén, y la martirizada Tierra Santa, bendiciones y paz en esta Navidad, con paz y justicia.

¡Feliz Navidad!

Miren, la joven está en cinta y dará a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel
«Dios con nosotros»
(Isaías 7, 14)

Es Navidad y Dios nos vuelve a sorprender con el don de su presencia entre nosotros.

Es Navidad y el sueño de Dios se hace realidad viene a cargar con nuestra historia para decirnos que sigue creyendo en nosotros.

Es Navidad y la presencia de Dios en Jesús nos recuerda que siempre habrá una oportunidad para la vida, que la guerra es la humillación más escandalosa que cargamos también en nuestros días, que el odio y la violencia no tendrán la última palabra, porque el Dios del amor y de la vida ha entrado en nuestra humanidad para no dejarla jamás.

Es Navidad y la presencia de Jesús en el pesebre llena nuestros corazones de alegría porque descubrimos en su rostro la verdad de nuestras vidas. Somos hijos de Dios en ese pequeño que se nos ha dado para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Es Navidad y vemos a Dios que se hace misionero para venir al encuentro de los pobres, de los humildes y sencillos; viene al encuentro de todos aquellos que con alegría ponen toda su esperanza en Jesús que viene para cumplir la voluntad de su Padre. Viene para que nos demos cuenta que somos lo que más ama su Padre y nuestro Padre.

Que esta Navidad sepamos acoger a Jesús en nuestros corazones
para que podamos ser testigos y misioneros
de su presencia en nuestras vidas.

Con todo mi afecto, mis mejores deseos y mis recuerdos en la oración.
P. Enrique Sánchez G. Misionero Comboniano

Puentes de amistad en tiempos de guerra

El 7 de octubre, comandos de Hamás masacraron a 1.400 israelíes que vivían cerca de la franja de Gaza. Otros 240 fueron tomados como rehenes. El ataque contra civiles fue repentino, y entre las víctimas había activistas de los derechos palestinos como Vivian Silver. Han pasado varios meses desde aquella tragedia, que el gobierno israelí ha reproducido y amplificado bombardeando repetidamente a la población de Gaza. En Israel/Palestina, las Misioneras Combonianas viven cerca del muro que separa a los dos pueblos, pero también son testigos de la amistad que los une.

Por: Hna. Expedita Pérez, misionera comboniana
combonifem

Durante décadas, laos combonianas hemos cultivado relaciones amistosas con palestinos e israelíes, siendo bien recibidos por ambos. Ahora, sin embargo, todas y cada una de nosotras vivimos con miedo y ha crecido la desconfianza hacia los que son del otro pueblo. Inmediatamente después del 7 de octubre, aumentaron los controles del ejército y la policía israelíes, que impedían a la gente desplazarse al trabajo, al hospital o incluso simplemente ir de compras.
La relación entre palestinos e israelíes que viven en los asentamientos se ha deteriorado aún más, con graves abusos por parte de los colonos, especialmente durante la recogida de la aceituna, una tradición muy importante y sagrada en toda Palestina.

Efectos más graves para quienes viven en los márgenes

Si la vida de la población palestina ha empeorado, la de la población beduina se ha vuelto dramática, porque viven cerca de los asentamientos israelíes y a menudo trabajan allí o en la ciudad industrial cercana a Maale Adumin. Muchos de nuestros amigos beduinos llevan más de un mes sin trabajar.
Uno de ellos nos contó que habían llamado a su hijo, pero a los tres días decidió dejarlo porque un soldado le apuntaba todo el tiempo con un fusil: ¿quién puede trabajar bajo semejante estrés?
Desde hace más de un mes, las escuelas beduinas están cerradas porque los problemas de seguridad impiden que lleguen a ellas profesores de otras ciudades de Palestina. Sólo nuestras cinco guarderías, en funcionamiento desde 2008, siguen abiertas gracias a los maestros beduinos que viven allí. Un niño pregunta a su madre todas las mañanas: “¿Hoy hay guerra o hay guardería?”. Si ella responde que hay jardín de infancia, él se levanta rápidamente con alegría para ir al jardín de infancia acompañado de su madre.

Entre dos amores…

También la semana pasada, fuimos a rezar con familias que pertenecen a una de las comunidades judías mesiánicas que hacen voluntariado en las aldeas beduinas. Ellos, judíos, están preocupados por sus amigos beduinos, pero al mismo tiempo ya no tienen ganas de visitarlos porque tienen miedo. Rezan para que la guerra termine, pero sus hijos e hijas, al ser israelíes, ahora se ven obligados a luchar. Así que tienen el corazón dividido por el amor a los dos pueblos, el israelí y el palestino. En este momento sienten que sólo pueden rezar e invocar el don de la paz y la justicia.

Somos muchos los que invocamos la paz en la justicia y se la pedimos a Dios. Todos los puentes de amistad que tantas personas y movimientos han construido a lo largo de los años no pueden ser completamente destruidos por esta guerra. Sabemos que no será fácil recuperar la confianza necesaria para reencontrarnos y compartir, pero sabemos que es posible. Nos encantaría que nuestras palabras y acciones pudieran conducir a la formación de un gobierno más integrador y justo en esta “Tierra Santa”.

El fuego de la damera

Texto y foto: P. Pedro Pablo Hernández, desde Awasa (Etiopía)

Soy misionero comboniano mexicano y la mayor parte de los 20 años que he vivido en Etiopía lo he hecho junto al pueblo guyi. Desde hace más de seis meses continúo mi labor evangelizadora en Awasa, en una realidad diferente donde estoy viviendo nuevas experiencias, como participar en la fiesta de la Cruz de la Iglesia ortodoxa.

«Melkam yemeskel beal» (¡Feliz fiesta de la Cruz!) fue el primer saludo que recibí de un matrimonio conocido nada más salir a la calle. Me dirigía a la plaza central donde miles de personas empezaban a concentrarse. Conforme iba acercándome, constaté que la mayoría llevaban puestos los atuendos típicos de la Iglesia ortodoxa, siempre con una cruz muy elegante y con un largo chal natela, que usan tanto las mujeres como los hombres, aunque de manera diferente.

El cristianismo en el norte de Etiopía acumula siglos de historia y es un baúl de grandes riquezas litúrgicas y religiosas. Cuando llegué por primera vez a este país, me sorprendió saber que el mensaje de Jesús entró en Etiopía en el siglo IV gracias al mensaje de Frumentius, un misionero fenicio, que motivó la conversión de ­Ezana, el rey de Aksum, quien posteriormente declaró el cristianismo como religión oficial de su territorio. Hoy no existen ni reinado ni religión oficial, pero se siguen practicando muchas de las antiguas costumbres, como la de la Cruz.

Frente a la plaza había varios grupos de jóvenes cantado alabanzas a Dios. Era imposible no dejarme llevar por su entusiasmo ni marcar su ritmo con el pie. La Iglesia ortodoxa aglutina al 43 % de los 110 millones de habitantes de Etiopía, frente al 31 % de musulmanes y el 23 % de protestantes. Los católicos somos menos del 0,7 %. El resto siguen otras religiones.

En cuanto entré a la plaza vi de lejos la damera, una especie de construcción con más de 50 varas de cinco metros de altura. Mientras me metía entre la gente, vi que la mayoría de las personas llevaban velas y escuché, a través de las bocinas, que un obispo concluía la oración y se disponía a prender fuego a la estructura.

La relación entre la Cruz y la hoguera se encuentra en una tradición del año 327 que hace referencia a un viaje que la reina Helena, madre del emperador Constantino, hizo a Jerusalén para encontrar la cruz de Cristo. Al no lograrlo, se dispuso a retirarse cuando Kiriakos, un anciano del lugar, le dijo que para encontrarla tenía que poner leña en el suelo, echar incienso encima y después quemarla para que el humo indicara el lugar donde se encontraba. Por este motivo, todos los años, la Iglesia ortodoxa celebra esta fiesta, recordando su hallazgo y expresando su devoción. Los cristianos de otras confesiones nos unimos también a ellos.

En el centro de la plaza presencié cómo muchos feligreses ejecutaban una gran danza rítmica alrededor de la pira. Al mirar a mi alrededor mientras la fogata se debilitaba, noté que las personas que llevaron sus velas las mantenían encendidas, manifestando así su gozo por la Cruz encontrada y su reverencia por la salvación ofrecida.
La fiesta de la Cruz es una profunda manifestación de fe de los cristianos en esta tierra africana, donde se dan gracias a Dios por el don de Jesucristo y el misterio de su cruz. Esa misma fe nos invita a llevar una cruz en el pecho o a colgarla en las paredes de nuestras iglesias y casas.

Caminando de regreso a casa, me di cuenta de que me había dejado contagiar de la alegría que había compartido con los cristianos ortodoxos etíopes y antes de llegar a la puerta, de manera espontánea, le dije a un hombre desconocido que pasó a mi lado: «Melkam yemeskel beal».

En la imagen superior, el P. Pedro Pablo (dcha.) fotografiado delante de la damera durante la última fiesta de la Cruz.

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