Fecha de nacimiento: 20/09/1947
Lugar de nacimiento: Huajúmbaro/México
Votos temporales: 09/09/1969
Votos perpetuos: 03/01/1973
Fecha de ordenación: 07/07/1973
Fecha de fallecimiento: 07/12/2009
Lugar de fallecimiento: Ciudad de México/M
Con las palabras de Jesús “Aquí tienen un hombre en el cual no hay falsedad” recordamos al P. José Luís López Marín, un grande misionero, auténtico, que amó su misión, su Instituto, su vocación. En una carta que escribiera a Mons. Jaime Rodríguez Salazar, resaltaba la prioridad que la misión tenía en nuestra vida de misioneros; decía: “personalmente,… aparte de la satisfacción humana de desvivirse por los demás,… creo que un aspecto muy bello de la misión es, que al contacto con los pobres, yo me doy cuenta ahora mejor de mi propia pobreza espiritual y veo más claramente el camino para que podamos juntos enriquecernos en Cristo. Los caminos de Dios son de verdad desconcertantemente bellos”.
El P. José Luís, nació el 20 de septiembre de 1947, en Huajúmbaro, Michoacán. Ingresó al seminario comboniano en Sahuayo a muy temprana edad, de ahí pasó al noviciado, en el Seminario de Xochimilco el 8 de septiembre de 1967. Celebró sus primeros votos el 9 de septiembre de 1969 y el día 31 de enero de 1973 hizo sus votos perpetuos. Fue ordenado sacerdote el 07 de julio del mismo año por el entonces Arzobispo de Morelia, Mons. Estanislao Arcarás Figueroa. Estudió la teología en el escolasticado de Paris.
Después de su ordenación sacerdotal fue solicitado para trabajar como educador al lado del P. Alberto Vittadello, asistiendo en la educación de los aspirantes filósofos, en la comunidad formativa de Xochimilco. En una bellísima carta, el P. Tarcisio Agostoni, entonces Superior General, agradece al P. José Luís su excelente desempeño como formador en Xochimilco y lo asigna a su primera experiencia de misión a la delegación del Burundi a partir del 1 de julio de 1976. En aquel entonces le escribía así: “Haz tratado con la Obra del Señor, atento a su llamado y por amor a Él. Has tratado con lo más hermoso que el Señor nos ha dado, las criaturas humanas, las personas, hijos de Dios y hermanos en Cristo… hoy tal vez no veas el fruto de tu trabajo, lo verás mañana y le darás gracias a Dios”. Hoy estas palabras proféticas se cumplen en el recuerdo de tantos hermanos nuestros que trabajaron a su lado y de tantos otros que fueron sus alumnos en el seminario. Esto lo confirma el P. José Luís Rodríguez López, cuando desde Mozambique, le escribe y le agradece por su empeño y exigencia en todo. “Porque siempre acredité que la mejor metodología de la formación es la exigencia en el amor. Y de todo esto te agradezco porque fue la base de mi formación hasta llegar a lo que ahora soy”. Como él, tantos otros se reflejan en este pensamiento y en esta gratitud al P. José Luís.
La misión en Burundi y Centroáfrica
Su primera experiencia de misión fue muy corta, muy triste y sin duda marcó fuertemente la vida y la vocación del P. José Luís. A este respecto en una carta enviada al P. Giampiero Pini, se muestra muy contento y dice que tanto el clima y los paisajes de su reciente misión son muy similares a los de su tierra natal, Michoacán; esto le hace sentir menos nostalgia, aunque extraña mucho a su gente; encuentra providencial la dificultad del dialecto (kirundi), “para que no queramos decirlo todo nosotros, los extranjeros, sino que seamos solo animadores de una Iglesia que debe comenzar a sentirse responsable de si misma, de su pueblo y no caiga en el burocratismo burgués…”.
Recuerda con mucha tristeza el momento, cuando junto con otros Combonianos ha sido expulsado del Burundi y escribe el 7 de mayo de 1977 al P. Giampiero lo que la radio ha notificado sobre ellos: “Estas personas que llegaron al país con el fin de predicar el Evangelio, se dedican en cambio a actividades que ponen en peligro la paz y la seguridad del país”. “Esta experiencia de solo seis meses aunque intensa y profunda no ha hecho sino aumentar en mi el amor y el interés por mis hermanos mas pobres y abandonados”. Por este motivo queda disuelta la delegación del Burundi el 31 de mayo de 1977, y a partir del 1 de junio del mismo año el P. José Luís pasa a pertenecer a la región Centroafricana.
Es en este mismo año que fallece su mamá y a este propósito escribe: “trato también de aceptar en la fe y en la esperanza su separación temporal… y le pido (a Dios) que así como me ayuda a aceptar las pruebas inesperadas, de igual forma me ayude a saber darle lo que libremente me pide”. La solidaridad que experimentó, de sus co-hermanos combonianos, en este triste acontecimiento lo llevó a vivir un sentido fuerte de pertenencia a la Familia Comboniana: “he encontrado que mi familia se ha cuadruplicado… que la Congregación es también mi familia”.
En el 1977 es asignado a la misión de Grimari (CA). A finales de 1982 le es notificada la noticia de su regreso a la provincia de México programada para la mitad de 1983, pero a principios del año, recibe la noticia de que su padre se encuentra muy enfermo por lo que regresa a la provincia para atender las necesidades de su familia. Es asignado como superior y formador de la comunidad de Guadalajara (seminario). A principios de 1990 viajó de nuevo a Paris, para de ahí volver a su querida Centroáfrica. En una carta a P. José Manuel Casillas Hernández, entonces provincial, le notifica que será mandado a la misión de Dekoa, dice: “después de la despedida bastante sentimental (así la sentí) de mis parientes y amigos (y Uds.) me siento en paz en Bangui con Marcellin, los seminaristas mayores y la gente. Me piden ir a Dekoa, en donde estuvieron Escanciano, Valle y Zanate, con P. Bertolucci Faustino”.
Las palabras de P. Giovanni Zaffanelli
El P. José Luís llegó a la República Centroafricana en 1978. Venía de Burundi. Era la época en la que todos los Combonianos habían sido expulsados. El P. José Luís era el único entre los expulsados que no quería volver a su patria, ni ir a Roma para un breve periodo de descanso en preparación a la nueva misión.
En la República Centroafricana fue destinado a Boda para aprender la lengua. Por algún tiempo permanecimos juntos. El hecho de pasar de una misión a la otra, de Burundi a la República Centroafricana, me hizo pensar en el texto evangélico que dice: si te echan de un lugar, ve a otro. Sin poner demasiados problemas, él lo hizo.
Aquel inicio marcaba lo que serían los años futuros del P. José Luís en estas tierras: un hombre sencillo, sin complicaciones, que iba a lo esencial: estaba en África para la misión y la misión debía ocupar el primer lugar en su vida.
Era también cuestión de coherencia y de comunión con la pobreza de la gente con la que compartía la vida: esta gente no podría permitirse gastos para largos viajes.
Nos volvimos a encontrar dos años más tarde en Grimari, que entonces se había convertido en su primera misión. En su ministerio mantenía buenas relaciones con los “funcionarios”: maestros, enfermeros, empleados públicos. Pasaba de la media hora a horas enteras a charlar con ellos. En ocasiones ese hecho nos molestaba. Pero cuando dos años más tarde dejó Grimari, quien se quedó se dio cuenta de que el trabajo que realizaba con los “funcionarios” no podía ser sustituido fácilmente. Tras de sí dejaba un vacío en este sector de la pastoral.
Era fiel y riguroso en respetar su compromiso de visitar las aldeas. A veces podía parecer duro con la gente, tanto que algunas ocasiones tuvo que sufrir venganzas y retorsiones por parte de personas exaltadas. Él, sin embargo, era profundamente bueno y quería bien a la gente en el sentido más auténtico: es decir, quería su bien.
Como carácter era más racional que afectivo y huía del paternalismo. Su respuesta a quien le pedía algo podía ser. “No te doy lo que me pides, porque sé que eres capaz de obtenerlo con tu trabajo y tu inteligencia”. Algo parecido a lo que hizo San Pedro con el paralítico del templo: “No tengo nada que darte, pero en el nombre de Jesús, levántate y camina”.
En casa con los hermanos estaba atento para que no les faltara nada de cuanto él podía brindarles. Para ello se valía de un don inconfundible que hacía de él, en los momentos de lo que podía disponer, un experto hortelano. Criaba gallinas para ayuda de la misión. En la atención hacia los hermanos asumía actitudes que podrían definirse maternas, aunque él sabía ocultarlas bajo cierto manto de discreción y pudor.
Debía sufrir mucho con su carácter que lo llevaba a lo esencial y a lo racional. Pero sufría en silencio y no hacía pesar a los otros sus estados de ánimo. Una vez tuvo que alejarse de la misión por el despecho muy evidente de una persona malévola. Obedeció sin recriminar y sin amargura: “como un cordero manso llevado al matadero”, dijo alguien. Y cuando en la provincia se necesitó de él, se le pidió que regresara y el volvió con sencillez y reinició humildemente su servicio en una comunidad con la misma disponibilidad y fidelidad a los principios que treinta años antes lo había llevado de Burundi a la República Centroafricana.
Dejó Bangui por última vez en julio del 2009. Nada hacía presagiar un final y una muerte tan rápidos. Mientras esperaba el día de su partida, se ocupaba espontáneamente de los humildes y útiles servicios de la casa provincial. Cuando nos avisaron de México que le habían descubierto un cáncer que lo había invadido no lo podíamos creer. También la noticia de su muerte nos dejó perplejos.
El P. José Luís se fue en la víspera de la Inmaculada, discretamente, como discreto había sido su constante estilo de vida, como si no quisiera hacer pesar a quien le estaba cerca este hecho decisivo de su vida. Pero a su muerte parecía preparado desde hacía mucho tiempo. A los hermanos centroafricanos que iban a visitarlo les repetía: “ofrezco mi enfermedad y mi muerte por África”.
El P. José Luís fue fiel y coherente hasta el fondo a su vocación misionera comboniana en favor de África.
Testimonio de P. Luis Enrique Ibarra Hernández
A partir del 01 de julio de 1997 le piden para que regrese a la provincia de origen y es destinado al seminario de San Francisco del Rincón, donde trabaja primero como formador y después como animador misionero. En febrero de 2005 regresó de nuevo a Centroáfrica, primero a la misión de Grimari y después a su antigua misión de Dekoa, donde trabajó en la pastoral y luego como superior de la comunidad. A partir del 01 de julio de 2008 fue a la misión de Boda; ahí trabajó en la pastoral y dio el servicio como ecónomo local. En la última misión en la que estuvo, sufrió persecuciones y amenazas; un militar que lo persiguió le quemó la puerta de su casa porque el P. José Luís no quiso hacer arreglos poco honestos con ellos. Vivió con heroicidad esos momentos.
En Julio de 2009 regresó a México, en donde ya se tenía para él un programa de trabajo. Estando de vacaciones en familia, en un dialogo con el P. Rafael González Ponce, provincial de México, expresó sentirse algo enfermo. Primero los médicos hablaban de una salmonelosis, después de ameba. Mejoró y mostró su disponibilidad para cualquier servicio en la provincia. Últimamente, un estudio más detallado reveló un cáncer en el páncreas. El provincial decidió, en diálogo con su familia, que se viniera a la Ciudad de México para una atención médica especializada. Ese mismo día fue internado en el hospital Español; desde el quirófano el médico se comunicó para informar que la situación era muy delicada. Se le había diagnosticado un cáncer muy agresivo en el páncreas y que había ya invadido varios órganos más.
Durante el relativamente corto periodo de su enfermedad, nunca se quejó de nada, los médicos y enfermeras que lo atendieron quedaron admirados por la manera como lo soportaba todo. El P. Gerardo Arturo Sandoval Fregoso, quien lo acompañó en los últimos momentos de su vida, quedó fuertemente tocado por el grande testimonio de fe, con el que enfrentó la realidad que estaba viviendo. Juntos el P. Gerardo y él, en oración, ofrecían por las misiones todo el dolor y el sufrimiento que estaba experimentando. Fueron muchos los correos en los que se mostró el cariño que tantos hermanos nuestros le profesaban. El P. Enrique Sánchez González, dijo en un mensaje muy emotivo que la muerte del P. José Luís López, representaba “haber perdido a alguien que nos ha dejado a lo largo de su vida un testimonio muy bello de vida misionera”.
El P. José Luís fue siempre admirado por su radicalidad y su entrega a la misión. Ha sido una figura que ha marcado la vida de nuestra provincia y la vida de muchos jóvenes, sobre todo aquellos que pasaron por los seminarios de Xochimilco, Guadalajara y San Francisco del Rincón en donde trabajó tantos años.
El P. José Luís ha sido un Comboniano de una sola pieza y nos deja un recuerdo muy bello de alguien que amó, vivió y compartió siempre con convicción profunda el carisma comboniano. Era comboniano de pies a cabeza y vivió la misión como la pasión de una vida. Cuando partía para su misión en Centroáfrica, es recordado como el misionero que parte a la misión como si fuese la primera vez, con gran entusiasmo y alegría. En estas misiones le tocó vivir de todo, pero nunca se quejó o lamentó, siempre estuvo dispuesto a dar su vida por la misión que amaba y que amó hasta el último momento de su existencia aquí en la tierra.
En el último diálogo que el P. Enrique sostuvo con el P. José Luís, le sorprendió su serenidad y la paz interior con que estaba viviendo la cruz de la enfermedad, “como él la llamó en nuestro diálogo”. Pero más le sorprendió escucharlo decir que estaba listo para vivir esta última misión, aunque nunca la había pensado de esa manera. Se sentía listo para partir de nuevo, esta vez a donde el Señor le estaba esperando. “Con sencillez me indicó la puerta de su cuarto en donde me decía que tenía ya las maletas hechas y que estaba listo”.
En la Misa de exequias celebrada por el P. Rafael González Ponce, provincial de México, en el seminario de Xochimilco a la que participaron muchos sacerdotes combonianos, hermanas combonianas, familiares y amigos del P. José Luís, fue reconocida ante todo la autenticidad de su vida misionera, su exigencia a la misión y su cercanía con los que más sufren.
El P. José Luís fue trasladado a su tierra donde, en medio de la alegría y mucha tristeza fue recibido por sus familiares y por tanta gente que le conocía y le quería. En la Misa que se celebró en su pueblo, Cd. Hidalgo. Michoacán, para despedir los restos de nuestro hermano, a la que participaron varios sacerdotes combonianos, diocesanos, familiares, autoridades del pueblo y tantos amigos, el P. Rafael les agradeció por haberle dado a la Familia Comboniana un grande misionero, que amó a su pueblo y dedicó con entusiasmo y esmero toda su vida a la misión.
El P. Enrique dijo en su mensaje: “Se ha ido en paz y contento de haber realizado en su vida lo que más quiso, ser sacerdote, misionero y comboniano. Ante todo esto no podemos más que decir, gracias Señor por habernos dado al P. José Luís. Siento que se va de nuestra vida un hermano mayor que con su sencillez, su coherencia de vida y su pasión por la misión nos ha enseñado mucho y nos anima a seguir adelante tomando el relevo”.
Que José Luís nos siga acompañando ahora desde el cielo e interceda por nosotros las gracias que necesitamos para seguir siendo fieles a nuestra vocación misionera comboniana.
Del Mccj Bulletin n. 244 suppl. In Memoriam, abril 2010, pp. 11-17.