Dos vidas consagradas a la misión

Las hermanas Ana Rosa Herrera y María Lourdes García (en el centro de la foto) son dos misioneras combonianas que acaban de hacer sus votos perpetuos, es decir, se acaban de consagrar de por vida para el servicio misionero siguiendo las huellas y el carisma de San Daniel Comboni. Ana Rosa ha sido destinada a Kenia, mientras que María Lourdes espera volver pronto a Palestina, donde lleva ya unos años trabajando con los pueblos beduínos. Las dos nos comparten su testimonio.

Hna. Ana Rosa Herrera Cisneros
El Molino, Huajuapan de León, Oaxaca
Enviada a Kenya

Qué significa para ti tu consagración perpetua para las misiones?

Tiene un sentido de amor, de pertenencia y de compromiso a predicar la Palabra de Dios en tierras lejanas; de ser su testigo para toda mi vida en medio de su pueblo. Significa acoger una llamada a la misión ad gentes y, al mismo tiempo, un compromiso con la Iglesia local y universal. Seguir el envio de Jesús: “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio”.

Qué te motiva regresar próximamente a la misión?

La alegría y la esperanza de compartir la fe en el Resucitado y seguir colaborando con el Reino de Dios con mi presencia y vida misionera. Encontrarme con nuevas personas y realidades, aprender una nueva lengua, conocer una cultura en una comunidad en Kenya; compartir mi fe con los pueblos que aún no conocen a Jesús y ser una mensajera del amor, el perdón, la reconciliación y la paz; saber que Jesús me espera y envía a una tierra nueva, donde me seguirá guiando y acompañando a vivir en plenitud la llamada -“ven y sígueme”- en medio de mis hermanos y hermanas en Kenya.


Hna. María de Lourdes García Grande
Puebla
Enviada a Israel-Palestina

¿Qué significa para ti tu consagración perpetua para las misiones?

para mí es una entrega total a Dios y a los pueblos donde Dios me quiere enviar. En realidad, ya la primera profesión fue para mi esa entrega total, aunque no tenía una experiencia profunda de lo que conlleva la misión. Ahora, con la consagración perpetua, acojo la misión con todo lo que conlleva: tanto alegrías como tristezas y dificultades y, sí, confirmo mi sí para toda la vida con la confianza de que no estoy sola, sino que es Dios quien me guía y va conmigo, con el apoyo de mi familia Comboniana. 

¿Qué te motiva a regresar a tu misión?

El deseo de seguir compartiendo el rostro de Dios con estos pueblos desfavorecidos y decirles: ¡Hey! Dios no te ha abandonado, está aquí y se hace presente aún en tus sufrimientos y dificultades, Dios te ama. Yo no puedo evangelizar con palabras o cursos de pastoral, pero sí en el compartir del día a día con los beduinos (comunidades del desierto en Palestina). Me da mucha vida el compartir con mujeres y niños a través de jardines de infancia y cursos de empoderamiento. Además de eso, también ellos nos hacen partícipes de su vida cotidiana, sus situaciones difíciles o sus alegrías, cuando hay bodas o funerales, cuando los jóvenes obtienen algún logro o en el nacimiento de algún bebé. Son muchas vivencias que me hacen experimentar a un Dios vivo y amoroso que no pone barreras de lengua o religión.