Etiopía: Ordenado sacerdote el primer comboniano de Haro Wato

La comunidad católica de Haro Wato, en el Vicariato Apostólico de Hawassa, en el sur de Etiopía, ofreció su primer sacerdote al Instituto Comboniano. El diácono Abebayehu Tefera Atara, originario de la zona, fue ordenado sacerdote el 16 de marzo de 2024, en la parroquia de Haro Wato, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. El Obispo Seyoum Fransua. vicario apostólico de Hosanna, presidió la Eucaristía y confirió la ordenación en lengua guji.

Por: Padre José Vieira, mccj

Una gran multitud desafió el fuerte sol y se reunió en el campo de fútbol de la misión, buscando alivio bajo la sombra de los árboles adyacentes, para presenciar la primera ordenación sacerdotal celebrada en la parroquia. La ceremonia duró más de tres horas.

Hubo dos docenas de sacerdotes concelebrantes, entre ellos misioneros combonianos, miembros del clero local e institutos misioneros. También estuvieron presentes numerosas monjas misioneras combonianas, algunas Siervas de la Iglesia (un instituto local en Hawassa) y Franciscanas Misioneras de María (FMM). El gran coro parroquial contribuyó a solemnizar y animar cada momento.

Es significativo el pasaje evangélico elegido por el diácono Abebayehu para su gran momento: la triple profesión de amor de Pedro hacia Jesús (Jn 21,15-19). Durante la homilía, Mons. Seyoum elogió el trabajo de los misioneros combonianos durante los últimos 29 años en Haro Wato. Luego añadió: “La ordenación de Abebayehu es uno de los primeros frutos de esta obra misionera”. Refiriéndose al mandato misionero de Jesús, el obispo dijo al futuro sacerdote: «Ve, pues, a todas partes, proclama la Buena Nueva y celebra los sacramentos. El Señor que te llamó, estará siempre contigo”. Gran emoción y prolongados trinos de júbilo acogieron la “entrega” que el padre del ordenando, Tefera, y su madre, Alemitu Gedeccho, hicieron de su hijo, acompañándolo hasta el altar para la ordenación.

Al finalizar la celebración eucarística, el padre Asfaha Yohanes, superior provincial de Etiopía, después de agradecer a todos los presentes, anunció que el nuevo ordenado viajará próximamente a Mozambique, donde ha sido destinado para su primer ministerio misionero. Luego añadió: “Un sacerdote es un servidor del Evangelio, con la fuerza de Dios. Oren por él”. La celebración finalizó con una comida ofrecida a todos.

El padre Abebayehu tiene 36 años. Es el mayor de nueve hermanos: seis niños y tres niñas. Hizo su noviciado en Namugongo (Uganda) y concluyó su formación teológica en Nairobi (Kenia). Tras su ordenación diaconal, el 28 de agosto de 2023, ejerció el diaconado en su parroquia de origen.

El padre Abebayehu dijo: «Para mí, ser sacerdote no significa simplemente cumplir los deberes típicos de la autoridad religiosa. Es un camino de desarrollo espiritual, de servicio desinteresado y de comunión con la comunidad y con el Todopoderoso. En última instancia, ser sacerdote es una vocación santa y compleja, que requiere un fuerte sentido de responsabilidad social, un compromiso constante con el desarrollo espiritual y una voluntad total de dar amor y compasión sin reservas”.

El hermano Desu Yisrashe, animador vocacional de la provincia, preparó la primera ordenación sacerdotal en Haro Wato con una semana de encuentros con jóvenes.

La Misión Haro Wato fue iniciada en 1995 por los misioneros combonianos, como rama de la misión Qillenso, en las montañas de Uraga, entre las poblaciones Guji y Gedeo. Allí abrieron una escuela secundaria. Las combonianas llegaron aquí dos años después para abrir un dispensario e iniciar un programa para la emancipación de la mujer. También dirigen una escuela (desde jardín de infantes hasta octavo grado) en la cercana ciudad de Sollamo.

La misión de Haro Wato cuenta con 49 capillas, agrupadas en ocho áreas. El registro bautismal contiene más de 19.000 nombres.

La experiencia en el postulantado

A unos meses de terminar el postulantado, Aristóteles, Aarón y Pablo nos cuentan un poco sobre su experiencia durante estos tres años. A continuación, nos comparten su testimonio.

Aristóteles Hegel Ortega Trinidad

Mi nombre es Aristóteles y soy originario de Guerrero. Estoy cursando mi último año en el postulantado comboniano, ubicado en San Francisco del Rincón, Guanajuato. Si tuviera que describir mi experiencia en esta etapa me sería complicado, ya que hay mucho que expresar y muy poco espacio para hacerlo. Es bueno mencionar que cada uno vive esta experiencia como prefiera, ya sea de manera provechosa o no. En mi caso resultó muy provechosa, porque los elementos que te presenta el seminario te sirven para la vida.

Obviamente es muy diferente a lo que se cuenta afuera; estar en un seminario no se refiere a estar encerrado rezando todo el día (una parte sí, pero no todo), puesto que hay diversas actividades: rezos, actividades físicas (como el trabajo y el deporte), socializar con el pueblo, convivencia con los hermanos (como ver películas, salidas en conjunto, noche de juegos, etcétera); también están los estudios, que son parte fundamental de esta etapa; entre otras actividades que nos forman.

En esta casa de formación he podido crecer en todos los ámbitos: espiritual, humano, emocional, intelectual, entre otros. Al pasar por una casa como esta, uno no puede notar los cambios en su persona directamente, y a largo plazo te das cuenta que hay mucha diferencia entre el chico que ingresó y el que está apunto de egresar.

Me ha gustado convivir con muchas personas, ver cómo te abren las puertas de su hogar y de su corazón para conocer más de ellas y de su cultura; diría que esta experiencia te cambia la perspectiva.

Al principio, la meta parecía algo lejana, pero no se siente el paso del tiempo cuando haces lo que te gusta. Como sea, hay que soltar, para avanzar; entonces, dejo esta etapa muy feliz y productiva de mi vida, para pasar a otra; en dónde trataré de disfrutar como lo hice en el postulantado de San Pancho.

Aarón Chávez Hernández

¡Hola!, mi nombre es Aarón y soy de Xochimilco, Ciudad de México. Mi experiencia en el postulantado comboniano de San Francisco del Rincón, ha sido un camino de muchos aprendizajes y diversas confrontaciones.

Al llegar al seminario me encontraba emocionado y con mucha ilusión, pero también existía cierta preocupación porque desconocía algunas cuestiones litúrgicas y pastorales. Sin embargo, poco a poco, empecé a estudiar y tuve la oportunidad de seguir avanzando con ayuda de los formadores.

Gracias a las diferentes actividades apostólicas confronté algunos aspectos que me han impulsado a investigar y enseñar temas que antes desconocía, por lo que ha sido una vivencia enriquecedora que me permite crecer, tanto personal como espiritualmente. Asimismo, los encuentros de promoción vocacional en los que participé fueron de gran ayuda para mi vocación, porque en la convivencia con religiosos y laicos comprometidos me he nutrido de ánimos, y me recuerda que no estoy solo en este camino.

Ha sido un tiempo único, de descubrimiento, aprendizaje y servicio, sobre todo de un discernimiento constante, porque cada día hay algo nuevo que enfrentar. Por eso, me encuentro agradecido por todas las oportunidades que tuve para crecer en la fe y en el compromiso con la misión, así como para prepararme y llevar el amor de Dios al estilo de san Daniel Comboni.

Pablo Beraldi Cavazos

Escribo con mucha alegría, por estar cerca de concluir un «pequeño paso» en el gran camino de la formación comboniana y de la vida. Me gusta pensar en la formación como un sendero, una ruta por la que cada uno, a su ritmo, va recorriendo.

Me agrada la metáfora del camino porque simboliza el hecho de que la vida en general, y por tanto la vocación, es movimiento y dinamismo. Significa dar un paso a la vez; viviendo el presente, pero también mirando al pasado y con esperanza en el futuro. En este tiempo de formación, lo importante para mí ha sido andar. El comienzo fue muy bello, el destino aún lo desconozco, pero estoy dispuesto a avanzar.

Creo que hay una escena del Evangelio en donde se revela algo que nos orienta a todos los jóvenes que buscamos un camino en la vida. En Juan 1,35-42, leemos lo siguiente: «Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Él volteó y, al ver que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le contestaron: “Rabí (Maestro), ¿dónde vives?”. Él les dijo: “Vengan y lo verán”».

Una actitud clave para mi formación ha sido esta de «ir y ver», es decir, estar dispuesto a explorar, a conocer, a mirar a Jesús y el proyecto de Comboni. Creo que Dios no nos pide ser perfectos, sino que cultivemos una genuina apertura y disposición a aprender. Espero animar a algún lector que esté interesado en ingresar con los misioneros combonianos o a cualquiera otra opción de vida: no se preocupen demasiado por el modo en el que serán las cosas, sólo ven y mira. No existe la perfección, pero sí el camino: podemos permitir que Dios nos vaya moldeando y preparando para vivir plenamente la vocación.

A propósito del camino, una fotografía tomada en la misión de Cochoapa El Grande, Guerrero. Y otra imagen de un bello encuentro en Dolores, Hidalgo, durante Semana Santa.

Como cada uno de ellos, también tú puedes experimentar el llamado de Dios. No dudes en responder a esa invitación para servir al Señor. Si sientes inquietud, levántate y busca ayuda para aclarar tus dudas y se te brinde acompañamiento. ¡No tengas miedo, llámanos!

Ordenación sacerdotal de Roger Alexander en El Salvador

Una parroquia pequeña, e incluso como su nombre lo indica, Santa María Niña, abrió sus puertas a la generosidad y a la alegría de presenciar la Ordenación Sacerdotal de uno de sus hijos, el Diácono Roger Alexander Cerritos Abarca, misionero comboniano, quien nació cerca de ella en 1980.

Por:  P. Juan Diego Calderón Vargas, mccj

Roger recibió el ministerio del sacerdocio de manos de Monseñor José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador. La comunidad se preparó con una semana de animación por parte de los Misioneros Combonianos de la provincia y así pudo conocer más sobre nuestro carisma.

Durante la Eucaristía de ordenación, el sábado 24 de febrero, en una iglesia llena de gente -sacerdotes del clero diocesano y religioso, religiosos y religiosas y numerosos fieles-, monseñor José Luis subrayó que sólo por la gracia de Dios un joven alcanza el sacerdocio, después de un largo camino de oración y formación. El Arzobispo expresó su agradecimiento a todos los Misioneros Combonianos que trabajaron en la archidiócesis, recordando en particular a los que quedaron entre nosotros, los padres Giacomo Piccinelli y Orlando Borghi.

Roger, que durante su formación estuvo en Costa Rica, México y Kenia, expresó su agradecimiento diciendo que nunca se sintió solo, sino siempre acompañado por el Instituto, los Misioneros Combonianos, sus amigos, sus bienhechores y mucha buena voluntad.

Una comunidad que, en su pobreza, envía al mundo un sacerdote misionero es una invitación a los jóvenes a reflexionar sobre el don de la vocación misionera y una invitación a todos a vivir esta ocasión como un don de fe.

La primera misa de Roger se celebró en la parroquia comboniana de San Daniele Comboni: rezamos para que día y noche, sol y lluvia encuentren a nuestro nuevo sacerdote siempre dispuesto a servir a su pueblo, a decir fielmente “sí” a su vocación, don de Dios.

Una pregunta incómoda

Por: Emmanuel Alejandro Mejía Sánchez

Soy Alejandro, tengo 31 años y soy originario de Magdalena, en el estado mexicano de Jalisco. Conozco a los Combonianos desde siempre  porque todos los meses hacen animación misionera en mi parroquia, sobre todo acompañando a las llamadas Damas Combonianas. A pesar de la avanzada edad de la mayoría de ellas, siguen apoyando y dando lo mejor de sí en favor de los combonianos y de las misiones. Mi madre no pertenecía a este grupo, pero siempre colaboró con las campañas anuales de los combonianos. Después de su fallecimiento, hace ya 21 años, mi familia ha mantenido ese compromiso.

La coordinadora de las Damas Combonianas, María de Jesús Altamiro, ha sido una persona clave en mi decisión de entrar en el instituto comboniano. En 2014 ingresé en el seminario diocesano de Guadalajara, pero salí al año siguiente. De regreso a casa, mi párroco me pidió que le ayudara unas semanas como sacristán mientras encontraba a otra persona, pero lo que iban a ser unos pocos días se convirtieron en cuatro años.

Cada vez que me veía en la parroquia, María de Jesús me hacía una pregunta que me incomodaba: «¿Te vas a pasar la vida limpiando el templo?». Un día me dijo: «El viernes próximo viene el comboniano. Si quieres, habla con él». A pesar de que le respondí que no quería saber nada de seminarios ni de esas cuestiones, hablé con el misionero, que me dio la biografía de san Daniel Comboni. La leí, me impresionó su tenacidad, y el 18 de agosto de 2018 inicié mi formación comboniana. El 13 de mayo de 2023 hice mis primeros votos y fui destinado a Granada para estudiar Teología. Llegué a España el pasado 5 de octubre, cuando ya había comenzado el curso en la Facultad de Teología de Granada, así que solo pude deshacer las maletas y comencé las clases. La primera semana conocí mi lugar de apostolado en la Asociación Calor y Café, donde se ayuda a personas migrantes en situación irregular.

Después de todo el camino recorrido, mezcla de penas y alegrías, desvelos y madrugadas, lágrimas y sonrisas, puedo decir que la vida misionera vale la pena. Me gustaría decirles a los jóvenes que se animen a conocer las «rarezas» de la vocación. La vida religiosa es similar a cuando te gusta una chica o un chico: comienzas con un coqueteo, después llega el noviazgo y vas conociendo a la otra persona hasta tomar una decisión. Por eso animaría a los jóvenes a coquetear con la vida religiosa para conocerla. No se pierde nada, y quizás puedes ganar una gran amiga. Como decimos en México, «el que invita paga». Y si Dios invita, Él pondrá los medios. Será un gusto verte un día por nuestra casa y darte la bienvenida a la gran Familia Comboniana.

“Todo y para siempre”. Votos perpetuos y diaconado del escolástico Fernando Uribe

Texto: P. Ismael Piñón, mccj
Fotos: Seminario Comboniano de Sahuayo

El pasado 31 de enero, el escolástico comboniano Fernando Uribe Mendoza hizo la profesión perpetua en el instituto de los Misioneros Combonianos. Tres días después recibió la ordenación diaconal de manos de Mons. Francisco Figueroa, obispo auxiliar de Zamora.

Terminado su tiempo de formación y tras su experiencia de servicio misionero en la comunidad de Sahuayo, Fernando Uribe quiso dar el sí definitivo, un sí para toda la vida con el que se consagra para siempre al servicio de la misión en la familia de los Misioneros Combonianos. La ceremonia tuvo lugar en el Seminario Comboniano de Sahuayo y estuvo marcada por la emoción que lo embargó al decidir dejarlo todo para servir al Señor, especialmente cuando recibió la bendición de su mamá y de su hermana, que estuvieron presentes para acompañarlo y apoyarlo en este momento tan importante para su vida. “Todo y para siempre”, fueron las palabras pronunciadas en la homilía de la misa y que destacaron la importancia de la profesión perpetua de Fernando.

Tres días después, el 3 de febrero, Fernando recibía por la imposición de manos de Mons. Francisco Figueroa, obispo auxiliar de Zamora, la ordenación diaconal, ceremonia que tuvo lugar en el santuario de Santo Patrón Santiago de Sahuayo. En su homilía, el obispo recordó a Fernando y a todos los presentes que la experiencia de Dios tiene que ser compartida con generosidad y abundancia; es lo que Dios espera de nosotros. “Lo que se impone no seduce -afirmó el obispo-, es el amor de Dios lo que seduce, compartido desde la pobreza y la sencillez”.

Fernando seguirá prestando su servicio misionero en Sahuayo hasta el momento de su ordenación sacerdotal, que tendrá lugar dentro de unos meses. Después, estará dispuesto a ir allá donde los superiores lo envíen, con la alegría de ser ya un misionero comboniano consagrado de por vida para la misión, entregándole a Dios todo y para siempre.