Fecha de nacimiento: 05/10/1933
Lugar de nacimiento: Lagosanto, Italia
Votos temporales: 09/09/1952
Votos perpetuos: 09/09/1958
Fecha de ordenación: 14/03/1959
Llegada a México: 1962
Fecha de fallecimiento: 12/10/2018
Lugar de fallecimiento: Castell d’Azzano, Italia
P. Vincenzo nació en Lagosanto (Ferrara) el 5 de octubre de 1933. En 1945 entró en el seminario diocesano de Comacchio y en 1950 en el Instituto de los Combonianos de Verona. Fue ordenado diácono por el Card. Montini, San Pablo VI. En 1959, el 14 de marzo, fue ordenado sacerdote por Mons. Giovanni Mocellini, obispo de Comacchio, en el pueblo de Mezzogoro, donde su tío Mons. Giuseppe Turri era párroco, y el 15 de marzo en Lagosanto celebró su primera misa. En 1962 se fue a Baja California como misionero y en 1970, en México, comenzó su actividad como animador misionero; después de unos años se dedicó a algunas de las comunidades más marginadas entre los indígenas.
De 1982 a 2014 realizó su servicio de animación misionera en Centroamérica: Costa Rica, Guatemala, El Salvador, promoviendo encuentros misioneros en parroquias, cursos de formación para jóvenes, conferencias interparroquiales, escribiendo y distribuyendo libros y revistas misioneras, programas de radio.
Pasó los últimos años en el Centro A. Fiorini de Castel D’Azzano (Verona) donde murió en la tarde del viernes 12 de octubre a la edad de 85 años. Había sufrido durante mucho tiempo de un tumor maligno en su oído izquierdo que había empeorado en las últimas semanas a medida que se extendía a otros órganos del cuerpo.
Así describe el P. Vincenzo su vocación en un texto personal: “Busco en vano el origen de mi vocación: desde niño me sentí casi instintivamente atraído por la vida sacerdotal; sentí que sólo así podía ser feliz. Mis padres y maestros me animaron profundamente. Me gustaba ir al catecismo, a las reuniones y fiestas que se celebraban en mi parroquia. Me sentía feliz cuando los sacerdotes me daban alguna tarea o responsabilidad. Leí con gran entusiasmo la Biblia que me dieron el día de mi primera comunión. Tenía muchas ilustraciones que con gusto mostré a todo el mundo. Durante los años de mi adolescencia recuerdo que un día vi escrito, en letra grande, el número de cristianos y no cristianos en el mundo: la diferencia era enorme. Quedé profundamente impresionado. Escuché una voz interior que me decía que tenía que dedicarme a reducir esa diferencia dando a conocer a Jesús. Leí con gran interés las revistas que me enviaron los Misioneros Combonianos. Me ayudaron a descubrir cada vez más los pueblos y razas del mundo y a amar a todos los hombres, más allá de sus diferencias. Sobre todo, me gustaba preocuparme por los refugiados, los niños abandonados, los pobres… Sentí el deseo de compartir mi vida con ellos para ayudarles a mejorar sus condiciones. Sentí que la misión en otros continentes me atraía irresistiblemente: ese era mi camino”.
P. Vincenzo era un hombre bueno, bondadoso, amable. Por eso tenía muchos amigos, muchos lo recordaban y pedían noticias sobre él. Tenía un alma rica, inflamada por el Espíritu de Jesús y transmitía espíritu a los que encontraba. Hizo de la animación misionera la razón de su vida en México, Costa Rica, Guatemala y El Salvador. Colaboró en la fundación de Centros de Animación Misionera para que los cristianos de esas Iglesias sintieran también la responsabilidad y la alegría de colaborar con sus hermanos y hermanas más pobres.
La experiencia misionera de P. Vincenzo lo llenó de alegría y entusiasmo contagioso hasta el punto de que escribió: “Saboreé la alegría de ser misionero precisamente compartiendo la pobreza y el sufrimiento, la inseguridad, la cruz y el martirio de aquellos pueblos, que están en el límite de toda situación humana. Mi misión: estar con ellos para crecer juntos hacia una verdadera comunidad cristiana que, a su vez, pueda asumir y realizar otros servicios misioneros más allá de sus fronteras, en otros continentes.
(P. Renzo Piazza, mccj).