Archives mayo 2023

Transformados por el Corazón del Buen Pastor

Muchas instituciones, grupos, asociaciones y parroquias tienen su fuente de espiritualidad o están consagradas al Sagrado Corazón de Jesús. Dada la importancia de la celebración quisiera ref lexionar en el ámbito vocacional sobre esta devoción que ha iluminado, sostenido y guiado a tantos santos en su misión.
Primero, tomemos como fundamento que el corazón es mencionado varias veces en las Sagradas Escrituras como lugar donde la razón y la emoción se encuentran; a partir de éstas (razón y emoción) se toman decisiones, por ello es una forma de simbolizar la conciencia de la persona. Tan es verdad lo anterior, que el mandamiento más importante es «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 27,37-39).
Los salmos 51 y 85 rezan «crea en mí un corazón nuevo» (Sal 51) y «mantiene mi corazón en el temor de tu nombre» (Sal 85). Por tanto, el corazón es el símbolo del amor, de lo más íntimo, del afecto, del cariño, de la entrega total. Cuando los enamorados se declaran dicen: «te amo con todo mi corazón» o «te guardo en mi corazón».
Jesús dice en los Evangelios: «donde está el corazón, ahí está el tesoro, ahí está el corazón de la persona» (cf Lc 12,34) y que «del corazón salen las cosas malas» (cf Mt 15). El corazón refiere a lo más íntimo que tenemos, a lo más escondido y vital; el «tesoro» es lo que tiene más valor, lo que nos da seguridad para el hoy y para el futuro. Por eso Cristo nos invita a aprender de Él, que tiene un «corazón manso y humilde» (Mt 11,28-30).
Pues bien, al hablar del corazón hablamos metafóricamente del amor. Y amar exige responsabilidad y compromiso, requiere un constante donarse a sí mismo, como una vela encendida que se consume en silencio para iluminar a los demás. Del mismo modo que una vela que no se enciende no sirve para nada, una vida sin amor, no tiene sentido.

Qué pena saber que muchos jóvenes han perdido esa capacidad de enamorarse de la vida, de entregarse de corazón, asumiendo los riesgos que eso pueda traer. Por eso debemos pedir que seamos transformados por la caridad, es decir, por el amor que brota del corazón de Jesús, pues al mirar al Crucificado entendemos cuál es la medida a la que es-tamos llamados: amar hasta dar la vida por el prójimo.
Toda vida puesta al servicio del Reino de la verdad y de la justicia, es una existencia que no se pierde, sino que se multiplica. En eso consiste la libertad que viene de Cristo, Él nos entrega su vida, y quien con Él sube a la cruz, «muere» por toda la humanidad; ese amor no excluye a nadie… Amar es siempre «un morir» para que otros tengan vida. Una vocación sólo puede realizarse realmente cuando se ama de verdad.
Quizá esta sea la paradoja de nuestro tiempo, querer amor sin antes amar, pedir sin antes ofrecer. Amar es un ejercicio que se aprende cada día. Cada vez que abrimos el corazón a la gracia de Dios y al prójimo, nos volvemos más sensibles al dolor del otro, y aunque no podamos resolver todos los sufrimientos ajenos, seremos solidarios con el prójimo.
Queridos jóvenes, abramos nuestro interior al corazón del Buen Pastor, para que cada instante de nuestra vida sea un constante «perder la vida» al amar a los más necesitados y abandonados… para que encontremos en el rostro de cada hermano que sufre el rostro del mismo Cristo, que desde la cruz tiene su Corazón desbordado y da su vida para que todos tengamos vida en abundancia (Jn 10,10).

Profesión religiosa en Xochimilco

Por: P. Ismael Piñón, mccj

En el marco de los 75 años de la llegada de los primeros combonianos a México, ocho novicios hicieron sus primeros votos el pasado 13 de mayo en el noviciado interprovincial americano de Xochimilco. Tres de ellos mexicanos.

El pasado 13 de mayo, fiesta de Nuestra Señora de Fátima, ocho jóvenes procedentes de varios países de América Latina hicieron su primera profesión religiosa en una ceremonia festiva que tuvo lugar en el noviciado interprovincial americano, con sede en Xochimilco, Ciudad de México. En presencia de la comunidad cristiana, de numerosos miembros de la familia comboniana y de algunos de sus familiares que estuvieron presentes, los novicios se consagraron a Dios a través de los votos de pobreza, castidad y obediencia.

Jesús Daniel Osuna, Emmanuel Alejandro Mejía y Martín Xalamihua son mexicanos; José Leonardo Rosado, Jonathan Fabricio Rodríguez y Carlos Enrique Loor proceden de Ecuador; Roy Manuel Arroyo Gálvez de Perú y Didier Alonso Bermúdez de Colombia.

La ceremonia, presidida por el P. Ottorino Poletto, Provincial de Ecuador, se inició con el ritual náhuatl de acogida con una ofrenda de flores, preparada por la comunidad cristiana de Comalapa. La homilía estuvo a cargo del P. Nelson Mitchell, Provincial de Perú. En ella, el P. Nelson dijo a los novicios que aunque harán votos por un año, la profesión religiosa es para siempre y que esto se logrará sólo si conocemos de verdad a Jesús y si somos hombres de Dios al encuentro de los necesitados.

Tras la homilía, cada novicio hizo su profesión religiosa, que fue recibida por su Provincial respectivo. Luego recibieron la Regla de Vida y la cruz oficial del Instituto, como signo de su consagración a Dios dentro de la familia comboniana.

Terminada la celebración y tras hacer las tradicionales fotos de familia, la jornada concluyó con una comida compartida y un momento festivo amenizado por un conjunto musical.

Nuevo obispo comboniano

El Santo Padre ha nombrado al misionero comboniano, Rev. P. Léonard Ndjadi Ndjate, Provincial de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús en la República Democrática del Congo, Obispo Auxiliar de la Archidiócesis de Kisangani, asignándole la sede titular de las Casas de Numidia.
Mons. Léonard Ndjadi Ndjate, nació el 2 de enero de 1976 en Yanonge, en la archidiócesis de Kisangani. En 1995 ingresó en la Congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús. Tras el noviciado, estudió Filosofía en el Philosophat Edith Stein de Kisangani y después Teología en el Instituto San Eugenio de Mazenod de Kinshasa. Hizo la profesión solemne el 10 de octubre de 2005 y fue ordenado sacerdote el 13 de agosto de 2006 en Kisangani. Ha desempeñado los siguientes cargos y proseguido los siguientes estudios: Párroco en Bangui y Consejero Provincial (2006-2013); Licenciado en Teología Espiritual en la Universidad Gregoriana Pontificia, Roma (2013-2015); Maestro de Novicios en el Noviciado Internacional de los Combonianos para el África francófona en Cotonou, Benín (2015-2019); desde 2020 hasta hoy, Superior Provincial de la Congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús en la República Democrática del Congo.

Fallece en Congo un novicio comboniano

El novicio comboniano Dieudonné Bembide Zabede, falleció repentinamente el pasado 10 de mayo en Isiro, República Democrática del Congo, sede del noviciado comboniano en aquel país africano. El joven Dieudonné había participado en un partido de fútbol que los novicios suelen jugar todos los miércoles y al regresar a casa se desvaneció. Ya no hubo manera de reanimarlo y al llegar al hospital los médicos sólo pudieron certificar su muerte. Tenía apenas 25 años y no sufría ninguna enfermedad. Este hecho repentino ha supuesto un duro golpe para su comunidad de novicios y para toda la familia comboniana. Descanse en paz.

150 aniversario de la Homilía de Jartum

Este año se celebra el 150 aniversario de la Homilía de Jartum, que Daniel Comboni pronunció en árabe el día de su “entrada solemne” en la diócesis sudanesa, rodeado de tanta gente que, como él mismo escribió: “la capilla, los pórticos y el patio de la misión estaban llenos de ellos”. Corría el año 1873 y el intrépido misionero acababa de regresar a Jartum…

Por: Hna. María Teresa Ratti, smc
Publicado en Comboniane.org

11 de mayo de 1873 – 11 de mayo de 2023

Por fin y para siempre

Corría el año 1873 y el intrépido misionero acababa de regresar a Jartum (4 de mayo) tras un largo viaje que había comenzado en El Cairo el 26 de enero. Así escribía al Card. Alessandro Barnabò, Prefecto de Propaganda fide, al día siguiente de la fiesta de entrada: “A los noventa y ocho (98) días de mi partida de El Cairo, llegué finalmente con la gran expedición a Jartum. No le puedo expresar con palabras los sufrimientos, las incomodidades, las fatigas, como tampoco las ayudas y las gracias del cielo, ni las vicisitudes, en fin, de esta peligrosa y difícil peregrinación. Los Smos. Corazones de Jesús y María, que fueron incesantemente el dulce y suave argumento de nuestras esperanzas y plegarias, nos han salvado de todos los peligros, y protegido a todos y cada uno de los miembros de nuestra considerable caravana, especialmente en el arduo y terrible recorrido por el gran Desierto de Atmur, en el que durante más de trece días, desde las doce del mediodía hasta las cuatro de la tarde, tuvimos 58 grados Réaumur (72,5 grados Celsius) y en los que cabalgamos sobre los camellos de dieciséis a diecisiete horas diarias; pese a lo cual el 4 de los corrientes todos llegamos sanos y salvos a Jartum”.

El poder inagotable de un sueño

El anuncio del Evangelio en el corazón de África era un sueño que Propaganda Fide había cultivado desde que el Papa Gregorio XVI creó el Vicariato de África Central con un Breve de 3 de abril de 1846. A lo largo de casi tres décadas, innumerables e incansables testigos del Evangelio se habían ido incorporando, paso a paso, a la gran aventura, la mayoría con el don total de sus vidas.

Daniel Comboni había pasado por última vez por Jartum en 1859, procedente de la misión de la Santa Cruz y de camino a Italia para recuperar fuerzas físicas. Entre el primer viaje del joven sacerdote del Instituto de Mazza al corazón de África (1857-1858) y su sexto viaje (1872-1873) todo en él había estado marcado por un crecimiento en la conciencia y en la dedicación a la causa a la que se había consagrado a los veinte años.

Seguro de que Dios le había llamado a predicar el Evangelio en África, no se rindió ante los obstáculos de diversa índole, y con el acontecimiento de gracia que fue la inspiración del Plan para la Regeneración de África con África (Roma, Basílica de San Pedro, 15 de septiembre de 1864) el hijo de Limone sul Garda persiguió el sueño codiciado con el corazón de un enamorado en constante búsqueda de su Amada.

En mayo de 1873, Comboni regresó a Jartum como Provicario Apostólico. Con este nombramiento, el Papa Pío IX le había confiado la responsabilidad pastoral de África Central (11 de junio de 1872). En Jartum, Comboni fue recibido con gran entusiasmo, y en su primera Carta Pastoral no dejó de responder con igual generosidad. “Estoy muy contento, oh amados, de encontrarme por fin de vuelta a vosotros después de tantos acontecimientos angustiosos y tantos suspiros sin aliento”, así comienza la Homilía. El nuevo provicario relee su historia a la luz del “primer amor de mi juventud” por el que -“ahora se cumplen dieciséis años”- se había separado de lo que le era más querido en el mundo, sus dos ancianos padres. Debido a su “mala salud” se había visto obligado a abandonar Sudán, pero en seguida afirma: “Me fui para obedecer; pero entre vosotros dejé mi corazón, y habiéndome recuperado como a Dios le plugo, mis pensamientos y mis pasos fueron siempre para vosotros”.

No podía haber elegido un incipit mejor, y ahora se encuentra de nuevo allí, donde había dejado lo que, con la llamada de Dios, se había convertido en lo más querido para él: “Y hoy por fin recupero mi corazón volviendo entre vosotros”.

Un nuevo Moisés para el Evangelio

Una de las figuras bíblicas que destaca en este itinerario es la de Moisés, con quien Comboni puede presumir de haber compartido una misma experiencia mística. Ambos sintieron los latidos del Corazón de Dios respondiendo a los gemidos del Pueblo oprimido, y ambos se implicaron personalmente en el acompañamiento del Pueblo que les había sido confiado hacia una vida libre y plena. La intervención divina en la vida personal de Moisés y Comboni marca el paso de su unión con el Pueblo que recibieron en herencia.

“Vuelvo entre vosotros para nunca más dejar de ser vuestro”, es el destino del líder que se siente ahora parte del Pueblo que debe conducir. En aquel feliz mayo de 1873, Daniel Comboni acababa de cumplir 42 años, y sostenido por la energía apostólico-martírica que le caracterizaba, bien podía decir: “Hago causa común con cada uno de vosotros”. De ahora en adelante, nada ni nadie le disuadirá de su propósito, porque “el más feliz de mis días será cuando pueda dar la vida por vosotros”.

Como Moisés, también Comboni tendrá que enfrentarse a los fuertes poderes de la época, y no se acobarda: “No ignoro la gravedad de la carga que llevo” y acepta su misión vistiendo la túnica de “pastor, maestro y médico”. Esta investidura le hace capaz de afrontar la vida sin reservas: “Día y noche, sol y lluvia, me encontraréis igualmente y siempre dispuesto para vuestras necesidades espirituales”. Sabe, sin embargo, que no está solo, porque “todos me ayudaréis a llevar esta carga con gozo y alegría en el nombre de Dios”.

Pastor y Pueblo caminarán juntos, y la “Reina de la Negritud como Madre amorosa” velará por ellos. Pasarían pocos meses cuando, en El Obeid, en la región de Kordofán, el 14 de septiembre de 1873, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Comboni consagraría solemnemente el Vicariato de África Central al Sagrado Corazón de Jesús. Esto es lo que escribió en la Carta Pastoral publicada en preparación del acontecimiento: “Confiamos en que este auspicioso acontecimiento, a la vez que producirá en todos vosotros un aumento de fe y de amor, abrirá nuevos caminos de salud para el gran pueblo de la Negritud Interior, al que más amamos”.

Un legado para atesorar, siempre

Daniel Comboni vivió contribuyendo de manera única a la realización de un gran sueño eclesial. A lo largo de los años, el anuncio del Evangelio en Sudán, como en toda África, se ha convertido en una experiencia acogida, vivida y compartida.

En el año en que celebramos el 150 aniversario de la Homilía de Jartum, ¿qué dice Daniel Comboni al Pueblo de Dios con la invitación a “recuperar” su/nuestro corazón?

¿Qué dice Comboni al amado Pueblo de Sudán, sobre el que se ciernen hoy enormes sufrimientos y profundas incertidumbres?

¿Qué dice Comboni a la Iglesia en Sudán hoy, un árbol floreciente de frutos, que ha sostenido el crecimiento de muchas comunidades cristianas, y ha abrazado el camino de sus muchos pueblos, credos y culturas?

¿Qué dice Comboni a la Familia Comboniana, en estas primeras semanas después de la Pascua de 2023, cuando la precipitación de los acontecimientos debida al repentino estallido de violencia impone opciones llenas de sufrimiento y de obligado desapego?

Son preguntas que hay que afrontar, porque éste es el sentido profundo de una celebración jubilar. Las palabras que la Hna. Anne Marie Quigg, Superiora General de las Hermanas Misioneras Combonianas, compartió con todas las comunidades de la Congregación en los últimos días de abril de 2023 pueden servir de orientación y apoyo: “Hermanas, nuestra presencia como Iglesia en Sudán ahora sigue siendo muy pequeña. (…) Intentamos vivir estos acontecimientos con el mismo fuerte sentido de Dios que caracterizó a nuestro Padre y Fundador San Daniel Comboni. El sueño del retorno no se desvanecerá nunca”.

Seguramente, la Homilía de Jartum seguirá marcando el paso, para mantener alta la llama de la pasión misionera que San Daniele Comboni nos dejó como un precioso legado. Siempre.

Texto íntegro de la homilía en español

Encuentro de Ecología Integral de Latinoamérica y el Caribe

Entre 24 al 26 de abril de 2023, las RETEI (Redes eclesiales de ecología integral) de América Latina y el Caribe, reunidas en la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), junto con representantes de la pastoral afroamericana, pastoral de pueblos originarios y pueblos garífunas, han suscrito la siguiente declaración conjunta con miras a dar forma a un proceso de articulación “aún mayor”.

«Nos encontramos en la sede del CELAM en Bogotá, mujeres y hombres que representamos a las redes REPAM, REMAM y REGCHAG; la Comisión de Pueblos Originarios, Secretaría de Pastoral Afroamericana y del Caribe – SEPAC, Pastoral Garifuna PAGAICEYNA, Comisión de Ecología Integral de CLAR, Secretariado de Cáritas América Latina y el Caribe – SELACC, y particularmente la experiencia de Cáritas El Salvador, la misión dominicana en El Seibo República Dominicana, y los cuatro centros pastorales del CELAM que están al servicio de acompañarnos y fortalecernos en estos procesos de Ecología Integral.

Los territorios en donde vivimos, los biomas de la Amazonia, el Mesoamericano y el Gran Chaco y el Acuífero Guaraní, están siendo invadidos y ultrajados por el extractivismo, la minería, la explotación de hidrocarburos, la deforestación, las hidroeléctricas y el monocultivo de palma, caña de azúcar, teca, arroz, palma aceitera y banano, entre otros. Esto deja resultados abominables, como son la desertificación, la interrupción de los cauces naturales de los rios y su contaminación, la explotación de las personas, la agresión contra los pueblos originarios, campesinos, afrodescendientes, garifunas, colonos, los migrantes y empobrecidos de las ciudades. Nos preocupa particularmente la dolorosa situación de los PIAVs (Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario).

Nos alarma el crecimiento del número de asesinatos de los defensores del territorio, líderes indígenas y comunitarios, la trata de personas, especialmente de mujeres y niños, por las manos del crimen organizado, particularmente, el narcotráfico. Esta realidad muchas veces es invisibilizada, de esa manera todos ellos quedan vulnerados, siendo explotados y despojados de sus tierras y medios de vida digna. La ilegalidad, la cultura de la indiferencia y la corrupción silencian a los actores involucrados.

Pusimos especial atención al tema del agua, derecho humano, derechos colectivos al que todos debemos tener acceso. Constatamos que está siendo mercantilizada y envenenada; dañando la salud, no permitiendo que se regeneren los ecosistemas. Así se transforma en un motivo de conflicto entre pueblos vecinos, regiones y naciones. Pero también, reconocemos que el agua es nuestra fuente de vida, y que nos conecta a todos, somos un continente de agua.

Nos preguntamos: ¿Cuáles son los temas y opciones que tenemos en común? ¿Qué nos une? ¿Cuáles son los desafíos que podemos enfrentar juntos?. Rápidamente nos sentimos identificados, en consonancia y comunión. Así fue que la esperanza se hizo presente con fuerza en nuestro encuentro. Los principales signos de esperanza que reconocemos son: las redes y experiencias insertas y comprometidas, la voz y magisterio del Papa Francisco en la Encíclica Laudato Sí’, la Asamblea Eclesial de Latinoamérica y el Caribe, la enseñanza de tantos profetas locales, el Sínodo de la Amazonia, el profetismo y la sangre derramada de tantos mártires, amigos y hermanos nuestros. Las esperanzas son más grandes que los dolores.

Reconocemos y creemos que el territorio es un lugar teológico. Unidad, diversidad y relaciones amorosas y cuidadosas, reflejan la imagen trinitaria. El Sínodo de la Amazonia  declara que la destrucción de la Casa Común es pecado ecológico. El Papa Francisco reclama un desborde de la Iglesia para asumir con claridad el clamor de la tierra y el grito de los pobres como “no un camino más, sino el único camino posible” (DF 67) en estos biomas.  Queremos promover la evangelización, desde una espiritualidad que dialogue con las cosmovisiones de cada uno de los distintos pueblos que están presentes en nuestros  territorios. Porque todo está conectado y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad (LS 240).

En estos días vivimos una dinámica de sinodalidad, donde pudimos escucharnos con profundidad y respeto. Este encuentro también fue sentipensante, porque nos involucramos  desde nuestro interior, con nuestros cuerpos y sentimientos, en medio de una realidad que nos grita y clama por justicia, en la cual nos reconocemos en los diversos pueblos originarios, afros, garífunas, y campesinos a lo largo y ancho del continente enfrentamos los mismos dolores y amenazas, pero también compartimos la misma esperanza de la resistencia, y la confianza que Dios nos acompaña, y nos da su fuerza.

Asumimos el desafío y compromiso de seguir conociéndonos más, buscando la cercanía en la mirada y práctica pastoral. Así como lo hacemos al interno de cada uno de nuestros espacios, queremos abrimos y enredarnos más entre todos los que compartimos esta opción pastoral por la Ecología Integral. Como Iglesia tenemos que optar y vivir en coherencia, en todas nuestras prácticas y opciones; para que este compromiso no sea sólo  declarativo, sino que nos lleve a una vida abundante.

Acogemos con alegría la invitación del CELAM a articularnos en torno a la Ecología Integral, y queremos animamos a que CELAM, SELACC, CLAR, las redes y pastorales presentes puedan dar continuidad a este espacio ampliado sobre Ecología Integral de nuestro  continente. Confiados en que nuestro Dios Padre/Madre infundirá su Espíritu para renovar la profecía y la opción misionera capaz de transformarlo todo».