Archives 2025

El autoritarismo puede cegar

Por: Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

Imagen: Darren Halstead (Unsplash)

HECHOS

Cuando un político asume el poder, al frente de una nación o en cualquier otra instancia, puede convertirse en un autoritario, que piensa que puede hacer lo que quiera, como cambiar leyes y ordenar acciones, sin tomar en cuenta a quienes le presentan otro punto de vista. Esto le puede pasar no sólo al nuevo Presidente de los Estados Unidos, que se cree el dueño del mundo, sino a cualquier otro. Lo hemos vivido en nuestro propio país, en diferentes sexenios. El gobernante en turno decide algo que le parece necesario, como algunas de las obras insignias de nuestro antecesor, con las que deseaba sacar al sur del país del atraso secular, pero sin considerar el impacto ambiental, la viabilidad, el costo y el beneficio real. Cuando alguien no se escucha más que a sí mismo, puede llegar a ser un dictador. Ejemplos sobran, en todos los tiempos y lugares.

Lo mismo puede pasar en nuestra iglesia. Alguien con un cargo como catequista, diácono, sacerdote u obispo, puede decidir sin escuchar ni a la comunidad ni a sus consejeros. Cierto que hay casos muy reservados en que, por respeto a las personas, no se pueden compartir las razones para tomar una decisión, como cuando se trata de suspender a un sacerdote del ejercicio de su ministerio. Divulgar las causas, dañaría gravemente su derecho a ser respetado en su interioridad. Pero estos casos son los menos, afortunadamente. La dimensión sinodal de la Iglesia, que el Papa está impulsando, es evitar precisamente el clericalismo, que es una forma de autoritarismo. Debemos escuchar lo más que sea posible y prudente, antes de tomar una decisión pastoral. No podemos renunciar a nuestra obligación de decidir, pero hemos de educarnos para hacerlo en la forma más comunitaria posible. Sin embargo, hay cuestiones definidas por Dios que no podemos cambiar, aunque grupos de presión nos critiquen por ello. Abortar está prohibido por ley divina y en esto no podemos ceder a presiones o críticas. Nadie tiene más autoridad que Dios, y El la ejerce en forma misericordiosa y respetuosa de la libertad humana.

Cuando, en una familia, uno de los padres es autoritario, no escucha a su pareja, ni a los hijos. Decide sin tomarlos en cuenta, sólo porque es quien manda. Y esto se puede contagiar en alguno de los hijos, como quien, por ser el mayor, se considera que tiene mucha autoridad, replicando los excesos de sus progenitores. Lo mismo puede suceder en la escuela, en la oficina, en la empresa, en el deporte, etc.

ILUMINACION

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice: “Necesitamos una política que piense con visión amplia y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis. Pienso en una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas.

Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, recuerdo que la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación y más aún en un proyecto común para la humanidad presente y futura.

La sociedad mundial tiene serias fallas estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas meramente ocasionales. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes. Sólo una sana política podría liderarlo, convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados. De esa manera, una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común puede abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos” (FT 177-179).

Y en cuanto a las migraciones, que es un asunto muy preocupante ahora con Donald Trump, quien, con una visión muy egoísta, cierra el corazón a tantas personas que huyen de su país por diversos motivos, dice el Papa: Más allá de las diversas acciones indispensables, los Estados no pueden desarrollar por su cuenta soluciones adecuadas, ya que las consecuencias de las opciones de cada uno repercuten inevitablemente sobre toda la Comunidad internacional. Por lo tanto, las respuestas sólo vendrán como fruto de un trabajo común, gestando una legislación global para las migraciones. De cualquier manera, se necesita establecer planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia. Deben servir, por una parte, para ayudar realmente a la integración de los emigrantes en los países de acogida y, al mismo tiempo, favorecer el desarrollo de los países de proveniencia, con políticas solidarias, que no sometan las ayudas a estrategias y prácticas ideológicas ajenas o contrarias a las culturas de los pueblos a las que van dirigidas” (FT 132).

ACCIONES

Quienes ejercemos algún cargo, aprendamos a escuchar a los demás, antes de decidir. No seamos caciques que quieren tener al mundo a sus pies. La sabiduría de un gobernante implica humildad, para reconocer sus límites e implicar a los demás en el camino a seguir.

P. Felipe de Jesús Vázquez, nuevo sacerdote comboniano

Texto y fotos: Hno. Raúl Cervantes, mccj

El 18 de enero pasado, el misionero comboniano Felipe de Jesús Vázquez Hernández fue ordenado sacerdote rodeado de familiares y amigos, en La Guásima, Papantla, estado de Veracruz, de donde es originario. La celebración, presidida por Mons. José Trinidad Zapata Ortiz, obispo de la diócesis de Papantla, y con la participación de la Familia Comboniana, fue un momento que todos guardaremos en la memoria y en el corazón, sin olvidar la importancia de ese día para Felipe.

Sabiendo que el destino del nuevo sacerdote es Sudáfrica, el obispo le dijo: «Debes tener una visión amplia. Siendo misionero comboniano, donde quiera que estés en el mundo tienes que ser servidor del rebaño de Jesús y tienes que cuidarlo», pero, subrayó, «no debes olvidar cuidar también de ti mismo».
El pueblo quiso hacer suya esta ordenación y lo demostró poniendo en juego todos los elementos culturales y espirituales de la región, con el orgullo de sus raíces «totonacas» (indígenas), su lengua, sus danzas, sus costumbres y sus rituales.

Los habitantes de “La Guásima” entregaron con orgullo a uno de sus hijos a la misión y se mostraron agradecidos a Dios. Fue una fiesta para todos, para sus padres, para sus hermanos, para la diócesis y para los combonianos. Felipe está muy agradecido, sabe que detrás de él tiene mucha gente que lo apoya en su vocación misionera.

P. Manuel Casillas, 50 años de sacerdocio

El pasado 25 de enero el P. Manuel Casillas Hernández, misionero comboniano, celebró en su parroquia del Cristo de la Salud en León, Guanajuato, una misa de acción de gracias por sus 50 años de sacerdote. El P. Manuel estuvo rodeado de sus familiares, amigos, sacerdotes diocesanos y un grupo de misioneros combonianos que quisieron acompañarlo en un día tan especial.

El P. Manuel nació en León el 29 de mayo de 1945. Hizo sus primeros votos como misionero comboniano el 9 de septiembre de 1968 y fue ordenado sacerdote el 14 de julio de 1974. Los primeros siete años de su ministerio misionero los ejerció en México, acompañando a jóvenes seminaristas. En 1981 fue destinado a Sudáfrica, donde pasó cerca de veinte años en diversas etapas. De 1987 a 1991 fue Superior Provincial de los Misioneros Combonianos en México, y de 1991 a 1998 Asistente General del instituto en Roma.

Actualmente trabaja en Irlanda, donde se dedica a la animación misionera. A causa de problemas con sus documentos de migración, no pudo venir en julio del año pasado, por lo que se vio obligado a aplazar la celebración de sus bodas de oro en su tierra natal hasta ahora. Pese a ello, la celebración estuvo marcada por la alegría y la acción de gracias a Dios y a tantas personas que lo apoyaron y colaboraron para que le fiesta fuera un momento de compartir un sentimiento agradecido por tantos dones recibidos durante estos 50 años.

Con sus papeles ya en regla, el P. Manuel disfruta ahora de un merecido descanso y se prepara para regresar a Irlanda, a continuar con su labor de anunciar allí el mensaje del Evangelio y de dar a conocer la labor misionera al pueblo irlandés.

III Domingo ordinario. Año C

Vivir el Hoy de la Palabra de Dios

Año C – Tiempo Ordinario – 3er Domingo
Lucas 1,1-4; 4,14-21: “Hoy se ha cumplido esta Escritura”

Hoy comenzamos la lectura continua del Evangelio de San Lucas, que nos acompañará durante este año litúrgico en nuestro camino como discípulos del Señor. Además, este tercer domingo del Tiempo Ordinario es el “Domingo de la Palabra de Dios”, instituido por el Papa Francisco en 2019 para promover el conocimiento y el amor por las Sagradas Escrituras.

El pasaje del Evangelio de hoy comienza con la introducción de San Lucas a su Evangelio (Lucas 1,1-4), dedicado a un cierto Teófilo. Teófilo, cuyo nombre significa “Amante de Dios” o “Amado por Dios”, puede interpretarse como un símbolo de cada uno de nosotros. Acojamos, por tanto, estas palabras como una dedicación personal: “Para ti, excelentísimo Teófilo, para que puedas estar seguro de la solidez de las enseñanzas que has recibido”.

La segunda parte del pasaje presenta el inicio del ministerio público de Jesús: “En aquel tiempo, Jesús regresó a Galilea con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan” (4,14-15). En este contexto, se narra su regreso a la aldea natal y su homilía en la sinagoga de Nazaret (4,16-21). Este episodio nos presenta la “primera palabra” pública de Cristo adulto en el Evangelio de San Lucas.

La homilía programática en la sinagoga de Nazaret

Detengámonos un momento en el discurso de Jesús en Nazaret. Regresa a su aldea después de meses de ausencia. La fama de su predicación, que se había extendido por toda la región de Galilea, también había llegado a Nazaret. Como era su costumbre, en sábado, día de culto, entró en la sinagoga. Todos estaban presentes, curiosos por volver a verle y escuchar sus palabras. ¡Nosotros también, hoy, estamos allí para escucharle!

La celebración de la Palabra comenzaba con la recitación del Shemá Israel (“Escucha, Israel”) y algunas oraciones de bendición, seguida por la proclamación de dos lecturas. La primera se tomaba de la Torá, es decir, el Pentateuco, los cinco primeros libros de Moisés y la parte más sagrada de las Escrituras, equivalente, en importancia, a los Evangelios para los cristianos. La Torá estaba dividida en secciones semanales, para ser leída íntegramente en el transcurso de tres años. Esta lectura constituía el corazón de la liturgia y era realizada por el sacerdote o el jefe de la sinagoga. El texto se proclamaba en hebreo y a menudo se acompañaba de una traducción al arameo para hacerlo comprensible al pueblo.

La segunda lectura se tomaba de los Profetas, y Jesús fue invitado a realizarla. Cualquier persona mayor de treinta años estaba autorizada a leerla. Jesús se levantó y “le entregaron el rollo del profeta Isaías”. Quizá se trataba del único rollo de los Profetas que una sinagoga pequeña y pobre como la de Nazaret podía permitirse, ya que los pergaminos eran muy costosos. Jesús “desenrolló el rollo y encontró el pasaje donde estaba escrito:
‘El Espíritu del Señor está sobre mí; porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres. Me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos; para liberar a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor’.
Enrolló el rollo, lo devolvió al ayudante y se sentó”.

Después de la lectura, solía seguir una homilía o exhortación, pronunciada por un miembro respetado de la comunidad. En esta ocasión, Jesús fue invitado a hacerla. Se sentó en la cátedra, como un nuevo Moisés, y “en la sinagoga, todos tenían los ojos fijos en él”. Nosotros también, como sugiere la Carta a los Hebreos, “fijemos la mirada en Jesús” (Hebreos 12,2).
El evangelista resume su homilía en pocas pero extraordinarias palabras: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”.

Puntos de reflexión

El Hoy de la Palabra de Dios

El texto leído por Jesús (Isaías 61,1-2) habla de un profeta anónimo enviado por Dios para liberar a su pueblo. Con las palabras: “Hoy se ha cumplido esta Escritura”, Jesús declara que Él es ese profeta anónimo, que ha sido “ungido” por el Espíritu (Mesías) y enviado por el Padre, en particular, a cuatro categorías de personas: los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Aquí parece anticiparse la visión de las bienaventuranzas. Su misión es “proclamar un año de gracia del Señor”, es decir, ¡un Jubileo!

En este año de gracia, cada uno está llamado a recuperar la posesión de su propia “tierra”, es decir, de sí mismo; a ser liberado de las cadenas causadas por decisiones erróneas; a pasar de las tinieblas de la ceguera del egoísmo a la luz de una fraternidad redescubierta; a ser aliviado de la opresión de tantos pesos innecesarios para caminar en libertad.

Todo esto sucede HOY, no mañana, no en un futuro lejano ni en un “más allá” etéreo. El Evangelio de San Lucas está lleno de numerosos “hoy”, comenzando por el primero en Belén, dirigido a los pastores: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador” (Lc 2,11); hasta el último, pronunciado en Jerusalén en la cruz, dirigido a uno de los malhechores crucificados con Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43). La vida del cristiano se sitúa entre estos dos “hoy”.

La Palabra de Dios, por lo tanto, debe ser acogida hoy, como pan fresco dado por el Padre: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Al acoger la Palabra en el hoy, entramos en el presente eterno de Dios, capaz de sanar nuestro pasado y abrirnos al futuro. El autor de la Carta a los Hebreos dedica dos capítulos enteros (3 y 4) a exhortarnos a vivir en el hoy de la Palabra de Dios: “Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis vuestros corazones […] Exhortaos mutuamente cada día, mientras dure este hoy”.

Un nuevo Hoy

En la lectura del texto de Isaías, Jesús omite una frase particularmente importante y significativa: “[El Señor me ha enviado a proclamar] el día de la venganza de nuestro Dios”. ¿Por qué?
“En el Antiguo Testamento, ‘el día del Señor’ siempre tiene una doble consecuencia: representa salvación para los pobres y condena para quienes se colocan fuera del proyecto de Dios. Sin embargo, Jesús ejerce su autoridad suspendiendo el juicio y posponiéndolo, como si quisiera conceder un tiempo adicional de gracia, un kairós, para ofrecer a todos la oportunidad de elegir el sentido de sus vidas” (Paolo Farinella). Este tiempo adicional recuerda la parábola de la higuera estéril (Lucas 13,6-9), en la que se concede una nueva oportunidad antes del corte definitivo.

La Carta a los Hebreos describe este tiempo de forma emblemática: “Dios vuelve a fijar un día, hoy” (Hebreos 4,7). Depende de cada uno decidir si quiere o no entrar en este nuevo hoy.

P. Manuel João Pereira Correia, MCCJ


Presentación de Jesús como Profeta de Dios
En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido. La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión.

Ojos fijos en Jesús y en su misión

Nehemías 8,2-4a.5-6.8-10;
Salmo 18;
1Corintios 12,12-31;
Lucas 1,1-4; 4,14-21

Reflexiones
El evangelista Lucas afirma claramente que no tiene la intención de escribir una novela, sino un libro de historia, basado en  hechos ciertos. Quiere dar a sus lectores una seguridad total acerca del protagonista del libro que está a punto de escribir. No quiere inventar hechos, escenas o mensajes; quiere relatar (Evangelio) tan solo “los hechos que se han verificado entre nosotros” (v. 1), transmitidos “por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra” (v. 2). Para el evangelista los hechos son los que inspiran las palabras; los ministros de la Palabra se basan en los hechos. Con documentos en la mano, “después de comprobarlo todo exactamente desde el principio”, Lucas está en condiciones de escribir un relato “por su orden” sobre la historia de Jesús. Con rigor y honestidad, basándose en testigos oculares y creíbles, garantiza a sus lectores la “solidez de las enseñanzas” que han recibido (v. 3-4).

Lucas tiene un claro proyecto catequético y misionero: fortalecer la fe en quienes ya creen y dar seguridad a los que están buscando, a los que se acercan y están en camino hacia Jesús, en cuanto personaje histórico y soporte de la fe. El Evangelio de Jesús se funda en hechos ciertos, en los cuales no tienen cabida inventos humanos o creaciones mitológicas. “La fe bíblica no es la adhesión a una serie abstracta de teoremas teológicos, sino la aceptación de la irrupción de Dios y de su palabra en la trama histórica de los acontecimientos humanos, en la ‘casa’ de carne de nuestras genealogías, en la ‘tienda’ de carne de la encarnación de Cristo… Cristo es centro y explicación del nudo enmarañado de nuestras generaciones, de nuestras esperanzas, de nuestras vicisitudes” (G. Ravasi). Juan Pablo II ha ilustrado varias veces esta centralidad de Cristo (*) y Benedicto XVI afirma: “Hoy, como en tiempos de Jesús, la Navidad no es un cuento para niños, sino la respuesta de Dios al drama de la humanidad que busca la paz verdadera… A nosotros nos toca abrir de par en par las puertas para acogerlo” (20-12-2009).

Con las explicaciones sobre el método de búsqueda, la intención del autor y la finalidad de la obra, Lucas ofrece una guía de lectura de su Evangelio y nos introduce en el programa de vida y en el mensaje de su protagonista, Jesús de Nazaret. En la sinagoga de su aldea de infancia y de juventud, Jesús, a los treinta años, estrena su misión pública, asumiendo en primera persona el programa profético de Isaías (61,1-2): también Jesús, “con la fuerza del Espíritu” (v. 14), se siente “enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”, a los cautivos la libertad y un año de gracia para todos (v. 18-19). Son estas las líneas programáticas de la misión de Jesús: más adelante, serán los milagros de curaciones, las parábolas de la misericordia, la acogida a los pecadores y a los excluidos… los que definan de manera concreta el rostro humano de un Dios que es misericordioso más allá de toda medida.

Jesús llena completamente la escena: como subraya Lucas, “toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él”. Jesús no se detiene en comentar el texto de Isaías, sino que proclama su plena actualización. Es el momento del hoy de Dios para el cumplimiento de las Escrituras (v. 20-21). Es legítimo pensar que, cuando Jesús pronunció la palabra ‘hoy’, hiciera también un gesto para indicar su cuerpo, su persona, como lugar del cumplimiento de todas las Escrituras: hoy, aquí, en mí, delante de ustedes que me están mirando… ¡Para Jesús se trató de un momento de plena identificación como enviado-misionero del Padre! El año de gracia ya está en marcha. A partir de ahora, los signos de la misericordia y de la cercanía de Dios al lado de cualquier persona que sufre, serán cada vez más patentes. Comenzando por Jesús y luego en la historia misionera de la Iglesia por doquier y en cualquier época.

También el pueblo de Israel hizo la experiencia de la actualidad permanente de la Palabra de Dios, cuando volvió a descubrirla después del exilio y la escuchó mientras era proclamada con solemnidad ante  la asamblea (I lectura) en la plaza pública, provocando conversión y gozo. Hoy, la eficacia y la visibilidad de la Palabra se requieren de manera urgente en el campo ecuménico (II lectura), a fin de que todos los creyentes en Jesús, convocados por la Palabra y saciados por “un solo Espíritu” (v. 13), formen el único cuerpo de Cristo, enriquecido por múltiples dones, unidos armónicamente para un proyecto vital, animados por ardor misionero, “para que el mundo crea” (Jn 17,21).

Palabra del Papa

(*) El cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hombre. El cristianismo comienza con la Encarnación del Verbo. Aquí no es solo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo… El Verbo Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad… En Cristo la religión ya no es un ‘buscar a Dios a tientas’ (cf Hch 17,27), sino una respuesta de fe a Dios que se revela… Cristo es el cumplimiento del anhelo de todas las religiones del mundo y, por ello mismo, es su única y definitiva culminación.

Juan Pablo II
Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente (1994), n. 6

P. Romeo Ballan


Oportunidad de renovación
Un comentario a Lc 4, 14-21

A veces pensamos que la vida de Jesús era todo “amor, bondad, paz”, entendiendo estas palabras como si su vida fuera un lago de aguas siempre serenas y plácidas. Pero no, la vida de Jesús estuvo llena de conflictos hasta que terminó en el conflicto final de la cruz. Según Lucas, el incidente que nos cuenta en su capítulo cuarto es el primero de los seis que sucedieron en un sábado, día sagrado para los judíos; el séptimo sábado será el de la resurrección. De este modo la vida de Jesús misma, no sólo sus palabras, representa una propuesta de “año jubilar”, es decir un tiempo de perdón y renovación, tiempo de un nuevo comienzo.

El año jubilar era una institución judía; se celebraba cada 50 años y, en esa ocasión, los campos se dejaban en barbecho, las deudas eran perdonadas y los esclavos liberados. Jesús dice en Nazaret que él ha venido a anunciar este año de perdón y restauración en favor de los pobres, de los que se han equivocado en la vida y han caído en deudas y esclavitudes. Eso, que es una buena noticia para muchos, parece que no todos lo reciben con alegría, quizá porque están anclados en los privilegios o porque les falta fe.

Para nosotros que leemos este texto hoy, es una invitación a acoger el perdón, a dejar atrás nuestros errores del pasado y renovar nuestra vida, guiados por el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús. Acoger el perdón es un gran camino de renovación. De la misma manera, nosotros, discípulos misioneros de Jesús, estamos llamados a ser anunciadores e instrumentos de perdón y renovación para otros.

Esperemos que en ningún caso seamos personas de corazón duro que, por desconfianza o enrocamiento, nos neguemos a la novedad de Dios, una novedad que se hace perdón, renovación, restauración, nuevo comienzo.
P. Antonio Villarino, MCCJ


PROFETA
José A. Pagola

Lucas 1,1-4; 4,14-21

En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.

La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.

Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Según Lucas, la gente “tenía los ojos clavados en él”. La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?

Jesús actúa movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, en su ternura y en su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos “Dios”.

Jesús es Profeta de Dios. No ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido “ungido” por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.

Jesús es Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.

Jesús vive dedicado a liberar. Entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva.
[http://www.musicaliturgica.com]


El programa de Jesús

Un comentario Lc 1, 1-4; 4, 14-21

Después de leer la breve introducción metodológica de Lucas (1, 1-4) y, saltando los primeros capítulos (sobre la infancia de Jesús, sus relaciones con el Bautista y su paso por el desierto), la liturgia nos presenta hoy el gran proyecto apostólico que Jesús, “lleno de la fuerza del Espíritu”, anuncia en la sinagoga de Nazaret. Es un texto que conviene leer pausadamente, situándolo en el contexto de la promesa salvadora del Antiguo Testamento, específicamente del profeta Isaías. Por mi parte destaco los siguientes puntos:

1. “Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu”

Después de haber compartido con el Bautista el deseo profundo de cambio y conversión, expresado en las orillas del Jordán, río que el pueblo de Israel atravesó para entrar en la tierra prometida y que ahora tiene que cruzar de nuevo  (bautismo) para renovarse profundamente. Después de haber superado en el desierto las tentaciones de un mesianismo “patriótico”, orgulloso y prepotente, Jesús regresa a Galilea para tomar, “con la fuerza del Espíritu”, la misión para la que ha sido ungido y consagrado: anunciar un año de gracia, un jubileo.

2. En la sinagoga y en sábado

La actividad de Jesús, según Lucas, empieza un sábado (en Nazaret) y termina otro sábado (en Jerusalén). Toda ella se extiende a lo largo de siete semanas, como si quisiera decir que con Jesús la Creación comienza de nuevo. Y la predicación de Jesús se da en la SINAGOGA, que representa a Israel; en la CASA, que representa a la comunidad cristiana; en LOS CAMINOS, que representan la misión abierta a la humanidad entera.

Pienso que también hoy Jesús predicaría en los templos, en las casas y por los caminos, es decir, en todas partes. Lo importante no son los lugares, si no el Espíritu que acompañaba a Jesús y que hoy acompaña a sus discípulos.

3. Proclamar un año de gracia, un jubileo

Recordemos que en la tradición judía el jubileo –o año de gracia- era precisamente eso: un tiempo de gracia y perdón, para perdonar las deudas del pasado y tener la oportunidad de empezar de nuevo, de enmendar los errores de una vida pasada.

Y eso es precisamente lo que Jesús anuncia de mil maneras a lo largo de su ministerio:

  • Al paralítico le permite superar su enfermedad y volver a caminar
  • A Zaqueo le da la oportunidad de superar el error de una vida centrada en la riqueza y encontrar la alegría de la vida compartida en fraternidad y justicia
  • A la mujer adúltera la libera de una muerte segura y la invita a “no pecar más” y aprovechar el perdón para enderezar su vida.
  • A Pedro no le tiene en cuenta su traición y simplemente le invita a “cuidar sus ovejas”.

Todo el evangelio de Jesús es un anuncio concreto, hecho de palabras y de acciones, de la misericordia de Dios para con los pobres, los enfermos y pecadores. El objetivo es que “los oprimidos” por otros o por sus propios errores olviden un pasado equivocado y aprovechen la oportunidad de empezar de nuevo. En eso consiste el Jubileo. Para eso ha sido consagrado y enviado Jesús. Y en eso consiste la misión de la Iglesia hoy: en anunciar con palabras y hechos la misericordia de Dios para todos aquellos que se sienten atrapados en sus dependencias, opresiones y pecados.

P. Antonio Villarino, MCCJ


Palabra de Vida

El texto de Nehemías narra un hecho importante para el pueblo judío: la lectura pública de la Palabra de Dios. A partir de ese momento va ser considerada una religión del Libro, y va a adquirir una identidad: la relación de Dios con su pueblo, a través de su Palabra.

La Palabra de Dios, tiene como destinatarios a todos los habitantes del pueblo de Israel. Por consiguiente, esta Palabra adquiere una dimensión existencial, porque contiene un mensaje que se actualiza en cada ciudadano judío.

La Iglesia como heredera del antiguo pueblo de la Alianza, valora positivamente la Palabra de Dios, porque encontramos una tradición que anuncia al Mesías esperado. Por tanto, se abre una perspectiva en la revelación del Evangelio de Cristo, que es el que realmente da sentido a nuestra identidad cristiana. La Buena Noticia que trae Jesús es capaz de ofrecernos un nuevo modo de vida, de encuentro y de fraternidad.

Diversidad y Unidad en la Comunidad

La comparación que realiza San Pablo en esta carta, al considerar a la Iglesia como comunidad de creyentes, con el cuerpo humano, es acertada e iluminadora. La cabeza y centro de la Iglesia es el mismo Cristo.

El cuerpo humano está compuesto por distintos miembros y órganos, que a su vez desarrollan una tarea determinada, para un correcto funcionamiento. De igual modo cada cristiano, lleva a cabo una misión o un servicio concreto: unos cumplen el ministerio del sacerdocio, otros tienen la tarea de educar en la fe en la catequesis, otros trabajan en el ámbito social, algunos organizan la liturgia, etc.… En definitiva cada cual vive y realiza un cometido que enriquece a toda la asamblea comunitaria, logrando una Iglesia dinámica y viva.

La Iglesia debe ser una auténtica comunidad que aglutine la diversidad de personas con su propio carisma, personalidad e identidad, dándole un toque de diversidad y pluralidad, y ofreciendo posibilidades de crecimiento. Está encaminada a vivir un espíritu de unidad, como el mismo cuerpo, en el que todas sus partes son necesarias para un funcionamiento óptimo. Sin embargo no podemos confundir la unidad que representan los miembros de la Iglesia, con la uniformidad, ya que el ámbito eclesial está instituido por el Espíritu de Cristo.

La diversidad dentro de la Iglesia va orientada a realizar un proceso dinámico, potenciando la acogida, el encuentro y la realización particular de cada persona. El modelo a seguir es Jesucristo, que nos convoca, y es el centro de la comunidad, en su nombre nos reunimos en cada Eucaristía.

Buena Noticia como itinerario de Vida

El relato de Lucas comienza con una presentación del autor, poniendo por escrito la Buena Noticia de Jesucristo. Ha tenido acceso a otros textos: buscando, indagando y reflexionando. El procedimiento que ha realizado le capacita para poder transmitir esas verdades a su comunidad, dentro de su contexto.

Este ejercicio de Lucas, se hace necesario para nuestra vida de fe, porque en nuestro itinerario descubrimos progresivamente a Cristo, a través de su Palabra, y la aplicamos a nuestras experiencias vitales. El conocimiento de Jesús se hace imprescindible en la oración, en nuestro interior, para luego vivirlo y ofrecerlo a los demás.

En este pasaje Jesús es presentado en su entorno familiar, y en su pueblo de Nazaret, y lo hace en el lugar más importante: la Sinagoga, donde se congrega el pueblo para escuchar la proclamación y la enseñanza de la Palabra de Dios.

La elección del texto del profeta Isaías, no es una casualidad, porque va a marcar un nuevo rumbo en su vida. Jesús va a recuperar el sentido original profético, y lo va a actualizar en su propia persona. Él es el enviado, por eso dice: ‘hoy se cumple está escritura’.

El mensaje que trae Jesús es el anuncio del Reino de Dios, un nuevo tiempo para proclamar y evangelizar, palabras que repite, y que dan una verdadera dimensión de su misión profética y mesiánica. Su enseñanza es activa y renovadora, con el objetivo de no quedarnos ensimismados en tradiciones y modos antiguos, que en ocasiones están vacíos. Recuperar el espíritu profético, para anunciar la Buena Noticia, aquí y ahora, en nuestra realidad, en nuestros ámbitos, porque es una tarea más que necesaria en la actualidad.

El Espíritu de Cristo nos invita a seguir su estela, para llevarla al mundo con nuestros lenguajes y modos, para que se encarnen en nuestra sociedad. Pero sobre todo fijándonos en la autoridad de Jesús, pues no solo enseñaba con palabras y parábolas, sino también con sus obras: curando enfermos, liberando oprimidos, ofreciendo alternativas de vida nueva, sobre todo a los últimos de la sociedad, a los que apenas tienen esperanza, ni ilusiones. Ese debe ser nuestro itinerario de vida cristiana.

Fr. Julio César Carpio Gallego O.P.
dominicos.org

Falleció el Hno. Arsenio Ferrari. Adiós a un gran misionero, pionero de la Baja California

Esta mañana nos llegó la triste noticia de que nuestro querido Hermano Arsenio Ferrari nos ha dejado para irse a la casa de Padre. Acababa de cumplir 103 años y se encontraba en la residencia comboniana del Oasis San Daniel Comboni, en Zapopan, Guadalajara, donde recibió hasta el final todos los cuidados que un veterano misionero como él se merecía. Era el único sobreviviente de los primeros combonianos que llegaron a México en 1948. Con su muerte se cierra una etapa en la historia de nuestro Instituto y, especialmente, una etapa en la historia de los Misioneros Combonianos en México.

El Hno. Arsenio Ferrari nació el 18 de diciembre de 1921 en Grezzana, en la diócesis de Verona, Italia. Ingresó al noviciado de Venegono (Italia) el 1 de agosto de 1941 e hizo sus votos temporales como Hermano comboniano el 13 de junio de 1943. Estuvo en Italia los primeros cuatro años de su vida religiosa (1943-1947) como responsable de mantenimiento de las casas de Rebbio y Thiene. En 1948 su sueño de partir a la misión se hizo realidad. Su destinación no fue África, como sucedía con la mayoría de los combonianos de aquel tiempo, sino México, al Vicariato de la Baja California.

Formó parte del primer grupo de combonianos que partieron de Nápoles el 3 de enero de 1948 rumbo a Baja California Sur. El grupo estaba integrado por los Padres Elio Sassella (superior del grupo), Pedro Vignato, Amadeo Ziller, Antonio Piacentini, Luis Ruggera y Bruno Adami, y los Hermanos Gino Garzotti, Francisco di Domenico y el propio Arsenio Ferrari.

Llegaron a Nueva York el 17 de enero, donde fueron recibidos por el P. Barbisotti. Prosiguieron hacia Cincinnati y de allí, el día 20, partieron hacia Los Ángeles acompañados por el P. Accorsi. El 22 de enero llegaron a Tijuana con la misión de abrir una nueva etapa en la historia del Instituto iniciando la presencia comboniana en México.

El 25 de abril, junto con el P. Amadeo Ziller, llega a La Paz. Ambos iban acompañados por el  Superior General, P. Todesco, en visita a la nueva misión asumida por el Instituto. Tras un viaje de más de cinco horas, el P. Ziller y el Hno Arsenio llegan a la misión de El Triunfo el 24 de mayo. Fue su primera misión.

El 2 de junio de 1949 hizo sus votos perpetuos y en noviembre del mismo año, se traslada a la misión de La Purísima, acompañado por el P. Antonio Piacentini. Su entrada no es que fuera precisamente triunfal, la gente se mostró más bien fría e indiferente. Cuando preguntaron dónde iban a alojarse, les mostraron un cuartito de cuatro metros de ancho con tres puertas, sin ventanas y privado de todo. Se instalan como pueden, tomando prestados dos catres. Ante este panorama, los dos misioneros escriben en su diario: «Aquí el Señor ha hecho su morada sacramental, así que nosotros también podemos instalarnos en la habitación contigua contentos de parecernos a Él en su pobreza». El Hermano Arsenio se pone de inmediato a reparar el local y hacerlo más digno y habitable.

En 1950 lo encontramos en La Paz, en el horfanato que luego se convertiría en la Ciudad de los Niños. Allí puso en marcha una carpintería y comenzó a educar y atraer a los niños y jóvenes especialmente con el deporte. En 1958 va a Italia de vacaciones, por primera vez desde que llegó a México, tras 11 años ininterrumpidos de trabajo misionero. Allí estuvo cerca de un año. Desde 1960 hasta su fallecimiento permaneció siempre en México. En Baja California, el Hno. Arsenio trabajó también en Vizcaíno y Bahía Tortugas.

En el interior de la República el Hno. Arsenio pasó por varios lugares, desde Sahuayo hasta el Valle de Chalco, pasando por las misiones de Jalapa de Díaz, Ojitlán y Usila. En todas ellas dejó un gran recuerdo, especialmente entre los jóvenes que lo conocieron.

El 11 de febrero de 2008 se inauguró en Zapopan, Guadalajara, el Oasis San Daniel Comboni con la finalidad de acoger a los misioneros ancianos y enfermos. El Hno. Arsenio sería uno de sus primeros moradores. En 2021 cumplió los 100 años rodeado de muchos amigos y hermanos de congregación. En aquella ocasión, el P. Enrique Sánchez, entonces Superior Provincial, afirmó en la misa de acción de gracias que «el Hermano Arsenio fue y sigue siendo una bendición para la misión y para el instituto de los combonianos. Su sola presencia en medio de nosotros es un motivo de agradecimiento y un testimonio por tantos años entregado a los demás».

El 21 de enero de 2025, a la edad de 103 años, regresó a la casa del Padre. Aunque ya nos haya dejado, sigue siendo una bendición para nosotros. Quienes le conocieron y tuvieron la dicha de convivir con él lo recuerdan como una persona sencilla y entregada a los demás. Ya no está entre nosotros, pero desde el cielo seguirá intercediendo por este pueblo que tanto amó.


Hermano Arsenio Ferrari, apóstol de México

Por: P. Fernando González Galarza, mccj

comboni.org

La historia de la misión se hace y se escribe con personajes reales que viven su vocación siguiendo a Jesús con pasión en la misión y al servicio del pueblo de Dios. Uno de estos misioneros es el hermano Arsenio Ferrari que cumplió 100 años de edad el 18 de diciembre de 2021 y que ha gastado 73 años de su vida misionera en la evangelización del pueblo mexicano, sólo 5 años ha estado en su natal Italia. El hermano Arsenio llegó a Tijuana, México con el primer grupo de misioneros combonianos en 1948. Con gran energía, entusiasmo y creatividad ha servido al pueblo mexicano en los diversos trabajos y lugares donde ha prestado su servicio misionero.

Todo comenzó en 1947 cuando el Capítulo General de la “Congregación de los Hijos del Sagrado Corazón” (hoy Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús) decidió expandir su servicio misionero a otros países fuera del continente africano (cfr. MCCJ BOLLETTINO, n. 24, Fiesta del Sagrado Corazón, 1947, p. 500). En septiembre de ese año se informó a la Congregación de Propaganda Fide la disponibilidad del Instituto de realizar su labor misionera en otros continentes. En esos día acababa de llegar a Roma Monseñor Felipe Torres Hurtado, M.Sp.S, Administrador Apostólico del Vicariato de la Baja California que estaba buscando el apoyo de alguna congregación misionera que lo auxiliara en la labor evangelizadora de la parte meridional de la Península de la Baja California. Propaganda Fide puso en contacto a Monseñor Torres Hurtado con la Congregación. En octubre, Monseñor Torres Hurtado y el P. General Antonio Todesco formalizaron un acuerdo en el cual la congregación se comprometió a enviar un primer grupo de misioneros, seis sacerdotes: Elio Sassella, superior del grupo, Pedro Vignato, Amadeo Ziller, Antonio Piacentini, Luis Ruggera y Bruno Adami, y tres hermanos: Gino Garzotti, Francesco Di Domenico y Arsenio Ferrari (cfr. MCCJ BOLLETTINO, N. 26, enero 1948, pp. 588-589).

El hermano Arsenio nació el 18 de diciembre de 1921, en Rezzana, Italia. Ingresó al noviciado el 1 de agosto de 1941 e hizo los primeros votos religiosos el 13 de junio de 1943. Estuvo en Italia los primeros cuatro años de su vida religiosa (1943-1947) como responsable de mantenimiento de las casas de Rebbio y Thiene. En 1948 su sueño de partir a la misión se hizo realidad. Su destinación no fue África, como sucedía con la mayoría de los combonianos de aquel tiempo, sino México, al Vicariato de la Baja California. Una misión que a pesar de ser en el continente americano presentaba grandes retos, pero al mismo tiempo suscitaba un gran expectativa y entusiasmo en el hermano Arsenio y el resto de los misioneros porque eran los pioneros de una presencia nueva en un país donde el instituto nunca antes había realizado ningún servicio misionero.

El territorio del Vicariato era toda la península de la Baja California que tenía una longitud de 1.247 km, una extensión total de 143.390 km², además la gran parte del territorio era desértico o semidesértico, la población era de alrededor de 400 mil personas, las comunidades vivían muy aisladas unas de otras y abandonadas en todos los aspectos debido a la carencia de medios de comunicación y la falta de sacerdotes. Por eso es que monseñor Torres Hurtado buscó un instituto misionero que lo apoyara en su labor evangelizadora. A nuestro instituto se le confió la mitad del vicariato, la parte sur, lo que hoy es el estado de la Baja California Sur y una población de alrededor de 150 mil personas. El Superior General después de su primera visita describió la situación con las palabas siguientes: “Confieso que sentí un fuerte dolor en mi corazón al ver cómo esta pobre gente necesita sacerdotes y un apostolado activo” (MCCJ BOLLETTINO, n. 27, luglio 1948, p. 650).

Cuando el hermano Arsenio llegó a México (Tijuana), el 22 de enero de 1948, apenas había cumplido 26 años de edad (el 18 de diciembre de 1947) y por lo tanto llegaba lleno de energía, entusiasmo, generosidad y mucha creatividad, estas actitudes y cualidades suyas caracterizaron toda su vida misionera, así lo describió Francisco López Gutiérrez, historiador sudcaliforniano: “Hablar del hermano Arsenio Ferrari es hablar de “fuerza, carácter y carisma”. Fuerza para iniciar y terminar cualquier tipo de trabajo; carácter para no doblegarse frente a las dificultades y la carencia de insumos materiales; carisma para atraer y entusiasmar a los jóvenes al trabajo y al deporte, en el contexto difícil de los años 50’s a los 70’s del siglo XX”. El realizó muchos trabajos y servicios misioneros diversos, pero supo combinarlos e integrarlos en su visión de misión con el fin de favorecer el desarrollo integral de la persona.

Él contribuyó a la formación de obreros calificados en los diversos campos de la construcción a través de los talleres de artes y oficios, principalmente en el de La Ciudad de los Niños, en La Paz, donde asistía estudiantes residentes y externos. El P. Zelindo Marigo fue el creador de esta obra social adjunta al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe con el fin de acoger niños desamparados. El P. Marigo daba formación religiosa y espiritual a los niños mientras que el hermano Arsenio se encargaba de enseñarles oficios, artes y deportes. Él también trabajó en la reconstrucción y remodelación de varios templos parroquiales y capillas, logró mejorarlos sacarlos del estado deplorable en que se encontraban. El concibió y colaboró con el hermano José Menegoto en la construcción de un estadio deportivo adjunto al santuario y la ciudad de los niños.

Sin embargo, su labor no se redujo a las instituciones y estructuras creadas por los misioneros. Él por las tardes al terminar sus trabajos o los fines de semanas salía a las calles, a los parques, a los lugares donde se reunían niños y jóvenes para encontrarse con ellos. A través de la música y del deporte se relacionaba con ellos con el fin de acercarlos a la Iglesia y alejarlos de los vicios, para que siguieran los caminos de Dios y no los del mundo. Tenía un equipo de sonido adaptado a su camioneta, recorría las calles tocando música mexicana, cuando los jóvenes se acercaban les proponía reunirse para practicar algún deporte y, después, asistir a la Iglesia. De esta manera organizó torneos de futbol, beisbol, voleibol y otros deportes con los jóvenes que encontraba y los de la Ciudad de los Niños.

Los domingos cuando iba a las capillas pasaba por las calles sonando la trompeta de su camioneta, luego en el patio de la capilla colocaba un volantín (juego infantil) que él había creado para la diversión de los niños que se divertían mucho, luego acompañaban al hermano a ir casa por casa invitando a la gente a las actividades de la capilla: temas, oraciones, deportes. En la Paz hay muchas personas que recuerdan con cariño al hermano Arsenio y como a través de este método los ayudó a crecer sanos y en la fe. Él aplicó esta metodología en los diversos lugares donde sirvió. Gente en el Valle de Chalco, a las afueras de la ciudad de México, recuerdan también como de esta manera el hermano los ayudó a crecer en su fe.

El hermano Arsenio gastó la mayor parte de su vida en las misiones de la Baja California: San José del Cabo, Todos Santos, El Triunfo, La Purísima, La Paz, Santa Rosalía, San Ignacio, Bahía Tortugas, Bahía Asunción y El Vizcaino donde sirvió con entusiasmo y generosidad. Pero también hizo su labor misionera en otras comunidades de México: Usila, Oaxaca; Valle de Chalco, Estado de México; San Francisco del Rincón, Guanajuato; Guadalajara, Jalisco. En la actualidad el reside en el Oasis san Daniel Comboni, en Guadalajara, casa para los misioneros ancianos y enfermos.  A pesar de la edad y enfermedad no ha perdido su alegría ni optimismo rasgos típicos de su personalidad y espiritualidad. Ahora dedica los últimos días de su vida terrena a la oración.

Cuando la noticia de su cumpleaños número 100 se dio a conocer en las redes sociales la noticia fue reenviada en México y otros países y muchas personas enviaron felicitaciones al hermano Arsenio y comentaron la manera en que realizaba su ministerio misionero y la manera en que les ayudo a ser mejores personas y mejores católicos, en estos mensajes describen rasgos de la personalidad, espiritualidad y metodología misionera.

El hermano Arsenio cree profundamente en el llamado que le hizo Jesús, además, es un hombre plenamente feliz porque vive su vocación con humildad, confianza en Dios y generosidad, esto se deduce de la entrevista que le hicieron en 2009 (parte final de la entrevista): “¿Cuáles han sido las mayores dificultades que ha pasado en su vida misionera? – Ninguna, porque siempre he tenido fe. – Si pudieras volver al pasado y cambiar de vida, ¿escogerías la misma? – La misma. Una vez le dije sí al Señor y siempre he sido fiel, así quiero permanecer hasta la muerte. Hermano, ¿eres feliz? Siempre, siempre he sido feliz en mi vocación.

Él es único misionero comboniano vivo del primer grupo de 9 misioneros combonianos que llegaron a México en 1948. Ellos nunca se imaginaron que su apostolado misionero produciría muchos frutos para el Reino de Dios y para el bien del Instituto. La presencia comboniana no permaneció sólo en el Vicariato de la Baja California, pronto se extendió al interior de México con diversas comunidades y servicios misioneros: pastoral indígena, pastoral urbana, pastoral social, animación misionera, promoción vocacional, formación. Junto con estas obras y servicios misioneros crecieron grupos de bienhechores que con generosidad han apoyado la obra misionera comboniana en México y en el mundo.

En la persona del hermano Arsenio agradecemos a ese grupo de misioneros pioneros que haciendo a un lado su sueño de ir África, siguiendo los pasos de nuestro fundador, aceptaron con fe y alegría el reto de ir a México para iniciar un nuevo servicio misionero fuera de África, pero siguiendo el carisma heredado de nuestro fundador de servir a los más pobres y abandonados y hacer causa común con ellos.

II Domingo ordinario. Año C

Juan 2,1-11

En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la Madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: Ya no tienen vino. Jesús le contestó: Mujer. ¿qué podemos hacer tú y Yo? Todavía no llega mi hora Pero Ella dijo a los que servían: Hagan lo que él les diga. Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: Llenen de agua esas tinajas.Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo. Así lo hicieron, y en cuanto el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora. Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue la primera de sus señales milagrosas. Así mostró su gloria y sus discípulos creyeron en Él.


En vez de ayuno, banquete de bodas
José Luis Sicre

El domingo pasado leímos el relato del bautismo de Jesús. Si hubiéramos seguido el orden del evangelio de Lucas (base de este ciclo C), hoy deberíamos leer el ayuno de Jesús en el desierto y las tentaciones. Sin embargo, con un salto imprevisible, la liturgia cambia de evangelio y nos traslada a Caná. ¿Por qué?

Las tres epifanías (o “manifestaciones”)

Para la mayoría de los católicos, solo hay una fiesta de Epifanía, la del 6 de enero: la manifestación de Jesús a los paganos, representados por los magos de oriente. Sin embargo, desde antiguo se celebran otras dos: la manifestación de Jesús en el bautismo (que recordamos el domingo pasado) y su manifestación en las bodas de Caná.

Los grupos de peregrinos que van a Israel, cuando llegan a Caná tienen dos focos de interés: la iglesia, en la que bastantes parejas suelen renovar su compromiso matrimonial; y la tienda en la que venden vino del lugar. La boda y el vino son los dos grandes símbolos del evangelio de este domingo.

Un comienzo sorprendente

Si recordamos lo que ha contado hasta ahora el cuarto evangelio, el relato de la boda de Caná resulta sorprendente. Juan ha comenzado con un Prólogo solemne, misterioso, sobre la Palabra hecha carne. Sin decir nada sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, lo sitúa junto a Juan Bautista, donde consigue sus primeros discípulos. ¿Qué hará entonces? No se va al desierto a ser tentado por Satanás, como dicen los otros evangelistas. Tampoco marcha a Galilea a predicar la buena noticia. Lo primero que hace Jesús en su vida pública es aceptar la invitación a una boda.

¿Qué pretende Juan con este comienzo sorprendente? Quiere que nos preguntemos desde el primer momento a qué ha venido Jesús. ¿A curar a unos cuantos enfermos? ¿A enseñar una doctrina sublime? ¿A morir por nosotros, como un héroe que se sacrifica por su pueblo? Jesús vino a todo eso y a mucho más. Con él comienza la boda definitiva de Dios y su pueblo, que se celebra con un vino nuevo, maravilloso, superior a cualquier otro.

El simbolismo de la boda: 1ª lectura (Is 62,1-5)

Para los autores bíblicos, el matrimonio es la mejor imagen para simbolizar la relación de Dios con su pueblo. Precisamente porque no es perfecto, porque se pasa del entusiasmo al cansancio, porque se dan momentos buenos y malos, entrega total y mentiras, el matrimonio refleja muy bien la relación de Dios con Israel. Una relación tan plagada de traiciones por parte del pueblo que terminó con el divorcio y el repudio por parte de Dios (simbolizado por la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia).

Pero el Dios del Antiguo Testamento no conocía el Código de Derecho Canónico y podía permitirse el lujo de volver a casarse con la repudiada. Es lo que promete en un texto de Isaías:

“El que te hizo te tomará por esposa:
su nombre es Señor de los ejércitos.
Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;
como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–.

La primera lectura de hoy, tomada también del libro de Isaías, recoge este tema en la segunda parte. Para el evangelista, la presencia de Jesús en una boda simboliza la boda definitiva entre Dios e Israel, la que abre una nueva etapa de amor y fidelidad inquebrantables.

El simbolismo del vino

En el libro de Isaías hay un texto que habría venido como anillo al dedo de primera lectura:

“El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monte
un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;
manjares enjundiosos, vinos generosos”.

Este es el vino bueno que trae Jesús, mucho mejor que el antiguo. Además, este banquete no se celebra en un pueblecito de Galilea, con pocos invitados. Es un banquete para todos los pueblos. Con ello se amplía la visión. Boda y banquete simbolizan lo que Jesús viene a traer e Israel y a la humanidad: una nueva relación con Dios, marcada por la alegría y la felicidad.

El primer signo de Jesús, gracias a María

A Juan no le gustan los milagros. No le agrada la gente como Tomás, que exige pruebas para creer. Por eso cuenta muy pocos milagros, y los llama “signos”, para subrayar su aspecto simbólico: Jesús trae la alegría de la nueva relación con Dios (boda de Caná), es el pan de vida (multiplicación de los panes), la luz del mundo (ciego de nacimiento), la resurrección y la vida (Lázaro).

Pero lo importante de este primer signo es que Jesús lo realiza a disgusto, poniendo excusas de tipo teológico (“todavía no ha llegado mi hora”). Si lo hace es porque lo fuerza su madre, a la que le traen sin cuidado los planes de Dios y la hora de Jesús cuando está en juego que unas personas lo pasen mal. Jesús dijo que “el hombre no está hecho para observar el sábado”; María parece decirle que él no ha venido para observar estrictamente su hora. En realidad no le dice nada. Está convencida de que terminará haciendo lo que ella quiere.

Juan es el único evangelista que pone a María al pie de la cruz, el único que menciona las palabras de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre”. De ese modo, Juan abre y cierra la vida pública de Jesús con la figura de María. Cuando pensamos en lo que hace en la boda de Caná, debemos reconocer que Jesús nos dejó en buenas manos.

La tercera Epifanía

El final del evangelio justifica por qué se habla de una tercera manifestación de Jesús. “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.” Ahora no es la estrella, ni la voz del cielo, sino Jesús mismo, quien manifiesta su gloria. Debemos pedir a Dios que tenga en nosotros el mismo efecto que en los discípulos: un aumento de fe en él.

http://www.feadulta.com


Un gesto poco religioso
José A. Pagola

“Había una boda en Galilea”. Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética “salvando” una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.

En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.

El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su “primer signo”, el signo que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.

El evangelista Juan no habla de “milagros”. A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre “signos”. No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.

La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuente de que “no les queda vino” y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.

Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy apreciado de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.

Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la Ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.

Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes viven decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.

http://www.musicaliturgica.com


Las bodas de Cana o el realismo cristiano
Maurice Zundel

A la vida ordinaria su nobleza y su belleza

Contra toda previsión, el evangelio más espiritual cobra un sentido muy concreto, que manifiesta el espíritu de Jesús y de María. Jesús es sensible a la confusión de esa familia en un día de bodas, que puede dejarla abochornada toda una vida. Él participa en esta catástrofe doméstica que en la circunstancia no permite a los esposos honorar a los invitados.

No hay que evadirse en un cielo imaginario, hay que darle a la vida la nobleza y la belleza que permitan afirmar la bondad de Dios. Es una muestra de autenticidad que Jesús comience por glorificar la vida en lo que parece más profano, esa fiesta de bodas cuya armonía inaugura toda la vida, y la intervención de Jesús tiene lugar a petición de María.

El amor del prójimo tiende a hacer la vida más hermosa y feliz. La caridad supera todos los milagros, es una atención amorosa hacia la vida para que el rostro de Dios pueda brillar.

El cristiano está llamado a concurrir a la alegría de los demás y los cristianos oran por la felicidad de los demás. Todas las oraciones, visiones, revelaciones o milagros responden a esa exigencia del amor del prójimo que tiende a hacerles la vida más hermosa y feliz. La caridad supera todos los milagros, es una atención amorosa hacia la vida para que el rostro de Dios pueda brillar.

Comenzar por lo más material para poder pensar de manera diferente

Glorificar el universo sensible, liberando el espíritu de las necesidades materiales y asegurándole al hombre un confort suficiente, se crea un espacio de luz que permite hacer del mundo una ofrenda de amor.

Justamente, se debe comenzar por las cosas más materiales, porque cuando se hace sentir la falta material, el hombre se aleja de Dios. Es necesario disponer de bienes materiales para no tener que pensar más en ellos, o mejor, para poder pensar en ellos de otro modo. Cuando tenemos lo necesario para vivir, podemos percibir la bondad de Dios más fácilmente.

Al glorificar el universo sensible, liberando el espíritu de las necesidades materiales y asegurándole al hombre un confort suficiente, se crea un espacio de luz que permite hacer del mundo una ofrenda de amor.

La liturgia exige nuestra presencia

Si la liturgia no lleva al silencio, falla en su primer objetivo. La soledad con Dios está en el centro de la comunidad cristiana cuando cada uno puede llegar a la Presencia de Dios.

Mientras más se sumerge el alma en la Presencia silenciosa se Dios, más capaz es de compartir la presencia de sus hermanos.

Jesús reúne toda la humanidad en torno a la mesa eucarística. La Cena tiene como condición esencial la reunión de todas las almas. Debemos instalar toda la humanidad entre Él y nosotros.

Jesús no hizo ningún discípulo antes de morir; trató de hacerlos entrar en el drama de la cruz pero ellos huyeron o se durmieron en el huerto de la agonía. No entendieron nada del mensaje de Jesús. Si huyeron cuando todo pareció perdido, fue porque veían a Jesús del exterior y no del interior, como lo corrobora esta frase: “conviene que yo me vaya pues si no me voy, el Espíritu no vendrá sobre vosotros”. Los discípulos se querellan aun sobre el primer puesto a la mesa en la cena del Jueves Santo, y Jesús trata de curar todo su error lavándoles los pies.

Juntos, ser la reunión de la humanidad

Si la Iglesia reúne en nuestra oración la humanidad, el universo entero será puesto en el corazón de Dios.

La misa no es un rito mágico que nos santifica automáticamente. La liturgia exige nuestra presencia. Jesús siempre está presente, pero nosotros no. Los apóstoles se equivocaron sobre él y también nosotros corremos el riesgo de equivocarnos haciendo de Él un Señor conforme a nuestras ideas. Mientras no pensemos en las dimensiones del universo haciéndonos cuerpo místico de Jesucristo, no oiremos la respuesta infalible de la consagración. Si la Iglesia reúne en nuestra oración la humanidad y todos los valores o las experiencias del mundo, el universo entero será puesto en el corazón de Dios.

Todo sufrimiento debe hacer otro punto de partida. Nuestra reunión debe reunir toda la humanidad. Que todos los que se consumieron de miedo o de dolor ante una muerte imprevista, en Perú, en Argelia, en el Congo o en otros lugares, que todos reciban la bienaventuranza a través de nosotros. En el corazón del Señor, el tiempo queda suprimido y, en la realidad intemporal, nosotros realizamos la comunión de todos los que no tuvieron tiempo de hacerla: nosotros podemos compensar todo lo que se ha hecho o lo que ha faltado por hacer, sin ninguna exclusión.

Homilía de Mauricio Zúndel en el Cenáculo de Ginebra el domingo 14 de enero de 1962.

http://www.mauricezundel.net


Reflexión del Evangelio de hoy
Fr. Antonio Gómez Gamero O.P.
Convento de San Vicente Ferrer (Valencia)

Tanto en el primer domingo como en este segundo domingo del tiempo ordinario, las lecturas tienen una cierta continuidad con la fiesta de la Epifanía. En el evangelio de la visita de los magos, Jesús se manifiesta (epifanía) a todas gentes (representadas por los magos de oriente). Por su parte, en el Evangelio del Bautismo, Jesús protagoniza la primera manifestación pública de su misión, realizando un gesto programático de humildad sometiéndose voluntariamente al bautismo de penitencia de Juan. En este segundo domingo, Jesús protagoniza la tercera de las epifanías realizando su primer signo en las bodas de Caná.

Esta tercera manifestación de Jesús surge con motivo de una anécdota acontecida en una boda en la que María, Jesús y sus discípulos son invitados. Los judíos no concebían un banquete festivo, ni unas bodas sin vino. El vino se había terminado antes de hora y María advierte el problema. Nadie perdonaría la falta de vino por imprevisión o poca generosidad de los esposos. María comunica la situación a Jesús. A pesar de la evasiva inicial de Jesús, María sabe que Jesús va a solucionar el problema y pone a los criados a las órdenes de Jesús, quien convierte el agua de las purificaciones en un vino excelente, ante el asombro del mayordomo y los servidores.

Es evidente que San Juan en este episodio pretende comunicarnos algo más que una mera anécdota. Varias significaciones de este acontecimiento narrado por San Juan podemos señalar:

Lo primero que llama la atención es que la primera intervención pública de Jesús, (que hemos de considerar también programática) no tiene aparentemente nada de “religioso”. No acontece en el templo o en una sinagoga. Jesús inaugura su actividad profética asistiendo a una boda, con una actitud que define su radiante cordialidad social. Con su presencia Jesús viene a bendecir cristianamente una sana participación en un humanísimo encuentro profano y lúdico, de los que tantas veces el ser humano tiene necesidad.

Es asimismo muy importante notar que la primera acción del ministerio de Jesús es su contribución a una existencia gozosa y feliz compartida con los demás. No hay que olvidar esta dimensión fundamentalísima del cristianismo: su carácter reparador y alegre. Cuando Cristo se hace presente aparece el júbilo y el gozo. Cuando Jesús acontece se hace más feliz la vida dura y dolorosa que tantas veces atraviesa la existencia humana. Es preciso recuperar esa perspectiva gozosa del evangelio de Jesús, capaz de aliviar el sufrimiento y la dureza de la vida. Cuantas personas se han apartado de la fe porque no han visto en la vida de los cristianos esta dimensión, que sin embargo está latente en este primer signo de Jesús. En la conversión de agua en vino se nos propone la clave para captar la acción transformadora de Jesús, que es fermento de vida, gozo y alegría; e indica, asimismo, lo que hemos de vivir y transmitir también sus seguidores.

Con su participación en las bodas de Caná, Jesús bendice también la realidad humana del matrimonio, recalcando que es algo bello y querido por Dios. Pero si relacionamos el evangelio con la primera lectura, la boda de estos dos jóvenes apunta también a la Alianza de Dios con su pueblo. En numerosas ocasiones los profetas expresan la primera Alianza como una relación esponsal entre Dios y el pueblo, y, de manera análoga, también el Nuevo Testamento, con respecto al amor de Cristo por su Iglesia. Las dos realidades se iluminan mutuamente: un verdadero matrimonio humano ayuda a entender el amor de Dios por su pueblo y de Cristo por su Iglesia; y al mismo tiempo, el amor de Dios por el ser humano y la entrega de Cristo por su Iglesia hasta dar la vida, sirven de modelo para los matrimonios humanos.

El agua representa en este evangelio la Alianza ya caduca (el agua de las purificaciones de los judíos) que será sustituida por la Nueva Alianza, sellada en la sangre de Cristo: su amor desbordante por la humanidad y su entrega en su vida, muerte y resurrección. Pero las palabras “no tiene vino” deben hacernos reflexionar no solamente sobre una alianza ya caduca y sustituida por una nueva alianza en Cristo, sino también sobre nuestra manera de vivir la fe. Con frecuencia vivimos una “religiosidad aguada”, que no aporta alegría ni convence. El evangelio es una invitación a redescubrir la fuerza renovadora de un Cristo vivo que viene a ensanchar la vida del hombre y a sacarlo de su mediocridad.

Finalmente resaltar que se alude a la hora de Jesús. Todos los hechos de la vida de Jesús (los hechos de su encarnación) son presentados por el evangelista como manifestación de su indisociable trascendencia divina y como anticipo de su misión (su hora) Todos los signos que el evangelista presenta (el agua convertida en vino, el agua de la samaritana, el pan de vida, la curación del ciego, la resurrección de Lázaro, etc), son signos de su Pascua (Habiendo llegado la hora de pasar (pascua) de este mundo al padre, habiendo amado a los suyos…) La hora, sobre la que Jesús dice que no ha llegado todavía es la hora de su glorificación, el paso de su muerte a la resurrección, el paso de este mundo al Padre (según palabras del mismo evangelista). Pero a pesar de que su hora no ha llegado todavía, todo el evangelio de San Juan es una permanente presentación de los signos que apuntan a la hora de la glorificación de Jesús, su auténtica misión en la Tierra.

¿Vivo la fe como una experiencia gozosa llena de alegría por el acontecer de Cristo en mi vida? ¿Sé transmitir y contagiar la alegría del evangelio en mi trato con los demás, sobre todo con los que más sufren? ¿Se acudir a Cristo para que transforme el agua caduca de mi religiosidad o de mi matrimonio o vida familiar en vino nuevo?

dominicos.org