El Superior General de los Combonianos nombrado obispo auxiliar de Addis Abeba

El Santo Padre ha nombrado hoy al Rev. P. Tesfaye Tadesse Gebresilasie, misionero comboniano, hasta ahora Superior General de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, Obispo Auxiliar de la Archieparquía de Addis Abeba (Etiopía), asignándole la sede titular de Cleopátride.

Elegido como Superior General en el Capítulo de 2015, el P. Tesfaye fue reelegido para un nuevo mandato de seis años en el Capítulo de 2022, que se celebró con un año de retraso a causa de la pandemia del Covid-19. Con su nominación como obispo auxiliar de la Archieparquía de Addis Abeba, el Instituto de los Misioneros Combonianos debe ahora elegir un nuevo Superior General hasta el término del mandato en 2028.

El padre Tesfaye Tadesse Gebresilasie nació en Harar el 22 de septiembre de 1969 y pocos meses después llegó a Addis Abeba, de donde era y es su familia. Realizó todos sus estudios, desde la escuela primaria hasta el final de la secundaria, en la ciudad de Addis Abeba. En 1986 entró en el postulantado de los Misioneros Combonianos, hizo sus estudios de Filosofía, en el Philosophicum del CFIPT en Addis Abeba. Inmediatamente después de terminar los estudios de Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (91-94), hizo el Año Propedéutico de Estudios Islámicos (94-95) en el Pontificio Instituto de Estudios Islámicos y Árabes de Roma (PISAI). Estudió árabe en el centro académico de Dar Comboni en El Cairo y luego siguió otro año de estudios islamológicos en el PISAI de Roma, (96-97). Posteriormente obtuvo la licencia en Estudios Árabes e Islamología en Roma, en el mismo instituto, en 2000-2001.

Emitió sus primeros votos en el Instituto de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, el 1 de mayo de 1991, en el noviciado de Awassa, Etiopía, y sus votos perpetuos en Roma el 1 de noviembre de 1994. Fue ordenado diácono en Roma el 06/01/95 y sacerdote en Addis Abeba, en su parroquia dedicada a San Salvador, el 26 de agosto de 1995. Después de sus estudios de lengua árabe e islamología, ejerció como párroco en Jartum (Sudán) en la parroquia de Omdurman (1997-2000) y en el Vicariato de Awassa en Etiopía en los años (2001-02); después de un breve curso de formación en la Universidad Salesiana de Roma (UPS), ejerció su ministerio en la promoción vocacional y la formación (2003-04).

De 2002 a 2004 fue Consejero Provincial en Etiopía, y en 2005 fue elegido Superior Provincial de los Combonianos en Etiopía, cargo que desempeñó hasta septiembre de 2009, cuando fue elegido Consejero General en el XVII Capítulo General de 2009. De 2005 a 2009 fue presidente de la Asociación (Conferencia) de Superiores Mayores Religiosos de Etiopía (CMRS).

En 2015, durante el XVIII Capítulo General, fue elegido Superior General y en el XIX Capítulo General fue reelegido Superior General para un segundo mandato.

De 2017 a 2022 fue Vicepresidente y Presidente de SEDOS y de 2018 a 2021 miembro del Consejo Ejecutivo de la USG (Uniones de Superiores Generales); participó en la primera y segunda sesiones del Sínodo sobre la Sinodalidad (octubre de 2023 y 2024) como delegado electo de la USG.

El 6 de noviembre el papa Francisco lo nombró obispo auxiliar de la Archieparquía de Addis Abeba, Etiopía, asignándole la sede titular de Cleopátide.

Mons. Odelir José Magri, nuevo arzobispo metropolitano de Chapecó, en Brasil

Mons. Odelir José Magri, misionero comboniano y hasta ahora obispo de Chapecó, en Brasil, acaba de ser nombrado por el papa Francisco arzobispo metropolitano al elevar el rango de la diócesis de Chapecó a arquidiócesis.

La arquidiócesis de Chapecó (en latín: Archidioecesis Xapecoënsis) es una circunscripción eclesiástica de la Iglesia católica en Brasil. Se trata de una arquidiócesis latina, sede metropolitana de la provincia eclesiástica de Chapecó. Desde el 5 de noviembre de 2024 su arzobispo es Odelir José Magri, misionero comboniano.

La arquidiócesis tiene 15 663 km² y extiende su jurisdicción sobre los fieles católicos de rito latino residentes en 80 municipios del estado de Santa Catarina. La sede de la arquidiócesis se encuentra en la ciudad de Chapecó, en donde se halla la Catedral de San Antonio de Padua. La arquidiócesis tiene como sufragáneas a las diócesis de Caçador, Joaçaba y Lages.

En 2021, en la entonces diócesis, existían 46 parroquias agrupadas en 9 regiones pastorales: São Miguel do Oeste, Itapiranga, Campo Erê, Chapecó, Seara, Palmitos, Xanxerê, Quilombo y Pinhalzinho. La diócesis fue erigida el 14 de enero de 1958 mediante la bula Quoniam venerabilis del papa Pío XII, obteniendo el territorio de la diócesis de Lages y de la prelatura territorial de Palmas (hoy diócesis de Palmas-Francisco Beltrão).​ El 12 de junio de 1975 cedió una parte de su territorio para la erección de la diócesis de Joaçaba mediante la bula Quo aptius del papa Pablo VI.​

El 5 de noviembre de 2024 el papa Francisco elevó el rango de la diócesis a sede metropolitana y nombró a Mons. Odelir Magri, su titular, primer arzobispo metropolitano.

Mons. Odelir José Magri, misionero comboniano, nació el 18 de abril de 1963 en Campo Erê, diócesis de Chapecó, estado de Santa Catarina. Estudió Filosofía en la Pontifícia Universidade Católica do Paraná en Curitiba-PR y Teología en el Institut Catholique de Paris. Asistió al curso para Formadores de Seminaristas organizado en São Paulo-SP en colaboración con la Pontificia Università Gregoriana de Roma.

El 26 de junio de 1988 hizo su Profesión Religiosa en la Congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, recibiendo la ordenación sacerdotal el 18 de octubre de 1992.

Ha ocupado los siguientes cargos: misionero en Kinshasa (República Democrática del Congo), donde también fue formador de postulantes; formador y párroco en São Paulo-SP; consejero provincial; maestro de noviciado y superior de la comunidad en Contagem-MG; vicesuperior provincial; asistente general y después vicario general de los Misioneros Combonianos en Roma.

El 11 de octubre de 2010 fue nombrado obispo de Sobral, recibiendo la ordenación episcopal el 12 de diciembre del mismo año. El 3 de diciembre de 2014 fue trasladado como obispo de Chapecó. desde el 5 de noviembre es su nuevo arzobispo metropolitano.

En la Conferencia Episcopal Brasileña, fue presidente de la Comisión Episcopal de Acción Misionera y Cooperación Intereclesial y actualmente es presidente CNBB (Conferência Nacional dos Bispos do Brasil) de la región Sul 4.

La Comisión Justicia y Paz de Haití y la Hermana Gladys Montesinos, Premios Pax Christi de la Paz 2024

Pax Christi Internacional ha otorgado su premio de la Paz 2024 a la Comisión Justicia y Paz de Haití (JILAP) y la Hermana Gladys Montesinos, misionera carmelita peruana dedicada a la Comunidad indígena amazónica Tsimanes de Bolivia. La ceremonia de entrega tuvo lugar en Cali, Colombia, el 28 de octubre de 2024, durante la COP 16 sobre la Biodiversidad.

Según el comunicado, hecho público el pasado mes de julio cuando se otorgó el premio, este galardón “honra las notables contribuciones de JILAP y la Hermana Gladys Montesinos a la paz y la justicia, celebrando sus incansables esfuerzos y profundo impacto en sus comunidades”.

La Comisión Justicia y Paz de Haití (JILAP) es una organización de la pastoral social de la Iglesia católica en Haití, comprometida con la promoción de la dignidad y los derechos humanos. Creado como un grupo informal en los años 70 bajo la influencia del Concilio Vaticano II, JILAP estableció una secretaría permanente en 1986. A lo largo de las décadas, ha ampliado su alcance a todas las diócesis de Haití, operando tanto en créole, como en francés.

La impactante labor de JILAP incluye el monitoreo de las violaciones a los derechos humanos, la formación ciudadana, la construcción de la paz a través de la transformación no violenta de conflictos y el apoyo a las víctimas. Aborda cuestiones cruciales como la ecología, la equidad de género y el fomento de la paz. JILAP es también miembro fundador de la Concertación por los Derechos Humanos en Haití y participa activamente en iniciativas como «Collectif mines» y ECC (Juntos contra la Corrupción).

La organización aboga incansablemente por reformas en los sistemas judicial y penitenciario de Haití y reta periódicamente al gobierno y a los líderes políticos a reducir la violencia de las bandas armadas, esforzándose por mejorar el Estado de Derecho en Haití. Actualmente está presente en 320 parroquias de todo el país con grupos locales comprometidos. Como una de las organizaciones de la sociedad civil más importantes de Haití, JILAP es miembro asociado de Pax Christi Internacional desde hace mucho tiempo, y ha participado activamente en el Programa Regional de PCI sobre Justicia Restaurativa y No violencia Activa.

La Junta Directiva Global de Pax Christi reconoce la inmensa contribución de JILAP a la paz y a la transformación no violenta de conflictos en Haití. Sus esfuerzos en la promoción de la asistencia humanitaria y del diálogo por la paz y el imperio de la ley sin corrupción son cruciales para el futuro de Haití, basado en la reconciliación y la paz justa.

La hermana Gladys Montesinos, la otra galardonada, ha dedicado más de seis años a apoyar a diversas poblaciones indígenas de la Amazonía boliviana. Desde 2018, se ha centrado por completo en los pueblos indígenas Tsimanes del departamento amazónico de Beni (Bolivia), abarcando regiones como San Borja, San Ignacio de Moxos, Rurrenabaque y Santa Ana de Yacuma.

La comunidad Tsimán, que reside en pequeñas aldeas de 20 a 30 familias, se enfrenta a violaciones sistemáticas de sus derechos, como la falta de reconocimiento territorial, la discriminación y el despojo por parte de asociaciones y empresas privadas. La hermana Gladys, deseosa de acompañarles en sus luchas, pidió permiso a su congregación religiosa para vivir y aprender de los Tsimanes, compartiendo sus experiencias, esperanzas y necesidades.

Lamentablemente, su inquebrantable compromiso la ha expuesto a amenazas contra su seguridad por parte de quienes pretenden explotar el territorio Tsimán. A pesar de estos desafíos, la hermana Gladys se mantiene firme en su misión de apoyar y defender los derechos y la justicia autónoma del pueblo Tsimán.

La Junta Directiva Global de Pax Christi reconoce la dedicación y valentía de la Hermana Gladys en la defensa de los derechos de la comunidad indígena Tsiman a la tierra y la cultura. Apoyada por Cáritas Bolivia y su congregación, su trabajo ejemplifica la llamada del Papa Francisco a la conversión ecológica y el rol de la Iglesia en acompañar, proteger y prevenir a comunidades vulneradas en sus derechos. Este premio honra las luchas de los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe, destacando la interconexión entre sus creencias ancestrales en el cuidado de la Creación y su relación con la Madre Tierra, o Pacha Mama.

Establecido en 1988, el Premio Internacional de la Paz de Pax Christi está financiado por el Fondo de Paz Cardenal Bernardus Alfrink y honra a personas y organizaciones contemporáneas que defienden la paz, la justicia y la no violencia en diferentes partes del mundo.

Con información de Pax Christi Internacional

Fallece el teólogo dominico Gustavo Gutiérrez

Ayer, 22 de octubre falleció en Lima el gran teólogo peruano Gustavo Gutiérrez. Ordenado sacerdote en 1959 y dominico desde 2001, fue el padre y uno de los principales representantes de la corriente teológica denominada “teología latinoamericana de la liberación”, una de las más influyentes del siglo XX. Fue, asimismo, fundador del Instituto Bartolomé de las Casas con sede en Lima. Sus restos serán velados en la Sala capitular del Convento Santo Domingo de Lima (Foto: Dominican University).

Por: Fr. Miguel Ángel Gullón, OP.
dominicos.org

Gustavo Gutiérrez nació en Lima el 8 de junio de 1928 y pertenece a la etnia quechua. Siendo estudiante en el colegio de los maristas, manifestó una gran sensibilidad por la poesía y la mística. Estudió medicina con la intención de especializarse en psiquiatría. Su militancia en la Acción Católica despertó en él una gran inquietud social. A los 24 años tomó la decisión de hacerse sacerdote católico e ingresó en el seminario, recibiendo la ordenación presbiteral en 1959. Completó estudios de filosofía en la Universidad de Lovaina, y de Teología en la Facultad de Lyon y en la Universidad Gregoriana de Roma, donde conoció de cerca a algunas figuras muy destacadas por sus intervenciones en la gestación del concilio Vaticano II.

 Vuelto de nuevo a Perú enseñó en la Universidad Católica de Lima y, al mismo tiempo, se encargó de una parroquia en el barrio popular de Rímac, donde realizó una intensa labor pastoral, colaborando con estudiantes comprometidos políticamente. En esa época fue elegido consiliario nacional de la Unión de Estudiantes Católicos (UNEC).

En 1968, como consultor teológico del Episcopado Latinoamericano, participó activamente en la Asamblea de Medellín. En el contexto de este decisivo acontecimiento para la Iglesia Latinoamericana, escribió la más famosa e influyente de sus obras: Teología de la liberación. Perspectivas (1971). Tres años después puso en marcha el Instituto Bartolomé de Las Casas. Su labor intelectual, tanto teológica como humanista, ha sido reconocida por distintas Universidades, que le han otorgado el título de doctor «honoris causa», entre ellas están las Universidades de Nimega (1987), Tubinga (1985), Friburgo en Bresgovia (1990) y Yale (2009). En el 2003 fue galardonado en España con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Según resaltó el jurado este premio se le otorgó principalmente «por su coincidente preocupación por los sectores más desfavorecidos y por su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje».

Especial interés tiene su contacto con grandes maestros dominicos franceses –Chenu, Congar, Duquoc–, en cuyo magisterio bebió. Conociendo la teología de estos maestros, sobre todo la genial visión de Chenu, podemos apreciar la marca en la reflexión teológica de G. Gutiérrez:

«El estudio de la primera cuestión de la Suma de Santo Tomás, el aporte de Melchor Cano sobre los lugares teológicos, el clásico libro de Gardeil sobre estos asuntos me apasionaron. Devoré en unas vacaciones el artículo “Teología” de Y. Congar en el Diccionario de Teología Católica; su perspectiva histórica me sacó de un modo casi exclusivamente racional de enfocar el estudio teológico, abriéndome a otras orientaciones (la Escuela de Tubinga, por ejemplo). Más tarde la lectura de un libro, de discreta circulación, de M. D. Chenu, La Escuela de Le Saulchoir, me descubrió el alcance de la historia humana y la vida misma de la Iglesia como un lugar teológico […]. Este interés hizo que en los tratados de teología que estudié estuviese muy atento al aspecto metodológico y a la relación de la teología con las fuentes de la Revelación. A ello contribuyó de manera particular la insistencia de muchos de mis profesores de Lyon en la Sagrada Escritura».

En el año 2000, confirmando su profunda sintonía con el carisma dominicano, entró en la Orden de Predicadores. No fue una veleidad del momento, sino la profesión pública del carisma que Gustavo llevaba dentro, pues él mismo comenta:

«Mi relación con la Orden de Predicadores llega tan lejos como cuando conocí personalmente la obra teológica de Congar, Chenu y Schillebeeckx, todos teólogos dominicos. Me atrajo enseguida su profunda intuición de la íntima relación que debe existir entre la teología, la espiritualidad y la predicación del Evangelio. La teología de la liberación comparte esta misma convicción. Mis posteriores investigaciones sobre la vida de Bartolomé de Las Casas y su ardiente defensa de los pobres de su tiempo (los indígenas y los negros esclavos) ha jugado un papel importante en mi decisión: Mi larga amistad con muchos dominicos, junto a otras circunstancias, me han llevado finalmente a esta meta. Aprecio y agradezco mucho la forma tan fraterna con la que he sido acogido».

La pertenencia al pueblo quechua y la sintonía con la tradición dominicana dieron su fruto en el singular libro sobre Bartolomé de Las Casas, donde se unen historia, teología y espiritualidad, evocando el gesto profético de los dominicos en La Española del s. XVI.

Teología de la Liberación, obra principal de G. Gutiérrez, «padre de la teología de la liberación», apunta los senderos a recorrer en orden a la construcción de la dignidad de la persona. El concepto de «teología de la liberación» tiene su origen en la conferencia del mismo nombre que G. Gutiérrez dictó en 1968 en Chimbote, en el norte de Perú. Esta formulación sirve también de título a su libro, con el que esta magnífica obra se hizo mundialmente conocida. El autor, años más tarde, escribirá lo siguiente a este respecto:

«Hace pocos años me preguntó un periodista si yo escribiría hoy tal cual el libro Teología de la Liberación. Mi respuesta consistió en decirle que el libro en los años transcurridos seguía igual a sí mismo, pero yo estaba vivo y por consiguiente cambiando y avanzando gracias a experiencias, a observaciones recibidas, lecturas y discusiones. Ante su insistencia le pregunté si hoy escribiría él a su esposa una carta de amor en los mismos términos que veinte años atrás; me respondió que no, pero reconoció que su cariño permanecía… Mi libro es una carta de amor a Dios, a la Iglesia y al pueblo a los que pertenezco. El amor continúa vivo, pero se profundiza y varía la forma de expresarlo».

La idea de teología que plasma en este libro, germen de su pensamiento liberador, se expresa en los siguientes términos:

«Una teología como reflexión crítica de la praxis histórica, una teología liberadora, una teología de la transformación liberadora de la historia de la humanidad y, por ende, también de la porción de ella –reunida en ecclesia– que confiesa abiertamente a Cristo. Una teología que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del proceso a través del cual el mundo es transformado: abriéndose en la protesta ante la dignidad humana pisoteada, en la lucha contra el despojo de la inmensa mayoría de los hombres, en el amor que libera, en la construcción de una nueva sociedad, justa y fraternal, al don del reino de Dios».

Su obra teológica tiene numerosas referencias a esta nueva teología que está germinando en el continente americano:

«Un auténtico y profundo sentido de Dios no sólo no se opone a una sensibilidad al pobre y a su mundo social, sino que en última instancia ese sentido se vive únicamente en la solidaridad con ellos. Los hoy ausentes de la historia hacen suyo el don gratuito del amor del Padre creando nuevas relaciones sociales, relaciones de fraternidad. Ese es el punto de partida de lo que llamamos una teología desde el reverso de la historia».

En la misma línea abunda Jesús Espeja cuando afirma lo siguiente:

«Hace unos años en los pueblos pobres de América Latina, motivados por un justo anhelo de liberación, los teólogos evocaron las intervenciones gratuitas de Dios en la historia bíblica para liberar al pueblo pobre y oprimido bajo el poder del faraón en Egipto; ahí encontraron buena base para impulsar el proceso de los pueblos latinoamericanos para salir de su postración. Pero la modalidad de esta intervención liberadora de Dios se ha revelado en la conducta humana de Jesús, donde el poder y la justicia de la divinidad no funcionan con la lógica de la dominación y de venganza, sino con la lógica del amor que se entrega sin recibir nada a cambio».

A este propósito G. L. Müller comentará lo siguiente:

«A semejanza de Dietrich Bonhoeffer, que en el contexto europeo de la secularización descubrió al no creyente como el verdadero interlocutor de la teología cristiana al preguntar: ¿cómo hablar de Dios en un mundo que ha alcanzado la mayoría de edad?, Gustavo Gutiérrez pregunta con vistas a sus interlocutores en Latinoamérica, en su mayoría creyentes: “¿cómo hablar de Dios frente al sufrimiento de los pobres en Latinoamérica, frente a su muerte prematura y a la violación de su dignidad como persona?”».

Según el estudioso Juan Pablo García Maestro, estamos ante una teología distinta, que no puede incluirse dentro de las teologías del genitivo, pues el término liberación engloba todo lo que Dios quiere en la historia:

«Es decir, una salvación-liberación integral de la persona que tiene tres niveles: el político, es decir liberación de las estructuras sociales y económicas que nos esclavizan; el segundo nivel que sería la liberación individual, de problemas psicológicos, que no nos dejan ser libres… el tercer nivel sería la liberación del pecado, que es por otra parte el origen de todas las injusticias. Esta liberación es la que aporta Jesucristo a la humanidad».

Este mismo autor sigue abundando en el tema en los siguientes términos:

«La Teología de la liberación quiere ser una nueva inteligencia de la fe, abordando los grandes temas de la teología, pero desde la praxis histórica y teniendo en cuenta las mediaciones sociales y políticas con su propia racionalidad. Por eso es una teología de la salvación en las condiciones concretas, históricas y políticas de hoy».

Para muchas personas el nombre de G. Gutiérrez y de otros reconocidos teólogos de la liberación está ligado al conflicto y a la polémica con la Congregación para la Doctrina de la Fe. Salvo casos muy puntuales nada más lejos de la realidad; su reflexión teológica no es «algo revolucionario de contenido violento, teñido, por ejemplo, por la ideología del foquismo de los años 60, por la revolución cubana o por el sandinismo, etc. A Gustavo Gutiérrez le importa el anuncio del Dios de la vida de todos en dignidad según su filiación divina». Su pensamiento nace de su mismo origen humilde. Como afirma J. Sayer:

 «[G. Gutiérrez] no pertenece al estrato superior blanco de Lima, sino que lleva en sí también raíces indígenas, ha sido sensible al racismo presente en la sociedad peruana frente a la población indígena, sobre todo en la región andina y en la zona amazónica. Su marginación y la marginación de los pobres en los barrios bajos de los conglomerados urbanos fueron y siguen siendo su inquietud central: los pobres son los “insignificantes” –como Gutiérrez no se cansa de repetir–de una sociedad caracterizada por la economía neoliberal. No se los necesita para nada».

 Por las mismas razones con las que se sostiene que nada permanece de la misma forma a cómo fue concebido, ni tampoco tendrá un fin anticipado, el mismo G. Gutiérrez, a la pregunta sobre si ya no tiene sentido su reflexión, responde:

«La Teología de la Liberación no habrá muerto mientras haya hombres que se dejen incitar por el actuar liberador de Dios y hagan de la solidaridad con sus semejantes que sufren y cuya dignidad es degradada la medida de su fe y el impulso de la acción social. La Teología de la Liberación significa creer en Dios como Dios de la vida y como garante de una salvación del hombre entendida de manera integral, y ofrecer resistencia en los dioses que significan la muerte prematura, la pobreza, la depauperación y la degradación del hombre».

Asesinan en Chiapas al padre Marcelo Pérez

El sacerdote Marcelo Pérez Pérez, originario de San Andrés de Larraínzar, fue asesinado a balazos ayer en Chiapas al salir de una celebración eucarística. El padre Marcelo, párroco del templo de Guadalupe, en San Cristóbal de las Casas, salía de celebrar la misa en la iglesia de Cuxtitali y se disponía a regresar a su parroquia de Guadalupe cuando fue abordado por dos individuos que circulaban en una motocicleta y abrieron fuego contra él.

El P. Marcelo llevaba varios años luchando en favor de la paz en una tierra marcada por la violencia creciente causada por los grupos de delincuencia organizada, por lo que había recibido reiteradas amenazas.

Compartimos y nos unimos a los comunicados publicados por la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Religiosos y Religiosas de México y el Cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, que fue quien ordenó sacerdote al P. Marcelo. (Foto: Desde la Fe)


Comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano
sobre el asesinato del P. Marcelo Pérez, de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas

«La paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de toda la humanidad. […] La violencia y la injusticia no tienen la última palabra en la historia» Papa Francisco.

La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) expresa su más enérgica condena y profundo dolor ante el brutal asesinato del P. Marcelo Pérez, sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, ocurrido en el barrio de Cuxtitali. Este acto de violencia, perpetrado al terminar la misa cuando el padre salía para continuar con sus labores pastorales, no solo priva a la comunidad de un pastor dedicado, sino que también silencia una voz profética que incansablemente luchó por la paz con verdad y justicia en la región de Chiapas.

Expresamos nuestra más sincera solidaridad y cercanía espiritual con Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de San Cristóbal de Las Casas, con Mons. Luis Manuel López Alfaro, Obispo Auxiliar, con el presbiterio, los religiosos, religiosas y fieles laicos de esta querida diócesis. Compartimos su dolor y nos unimos en oración, ofreciendo todo nuestro apoyo en estos momentos difíciles.

El P. Marcelo Pérez fue un ejemplo vivo del compromiso sacerdotal con los más necesitados y vulnerables de la sociedad. Su labor pastoral, caracterizada por su cercanía al pueblo y su apoyo constante a quienes más lo necesitaban, deja un legado de amor y servicio que perdurará en el corazón de todos aquellos a quienes tocó con su ministerio.

Como Iglesia, lamentamos profundamente la pérdida de una vida consagrada al servicio de Dios y del prójimo. Este acto de violencia no solo afecta a la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, sino que hiere a toda la Iglesia en México y a la sociedad en su conjunto, especialmente en una región que hoy vive situaciones delicadas de violencia y pugna entre grupos del crimen organizado.

Hacemos un llamado urgente a las autoridades de todos los niveles de gobierno – federal, estatal y municipal – para que:

  1. Se realice una investigación exhaustiva y transparente que conduzca al esclarecimiento de este crimen y a la justicia para el P. Marcelo Pérez.
  2. Seimplementenmedidasefectivasparagarantizarlaseguridaddelossacerdotes y agentes pastorales que, como el P. Marcelo, dedican su vida al servicio de los más necesitados, especialmente en zonas de alto riesgo.
  3. Seredoblenlosesfuerzosparacombatirlaviolenciaylaimpunidadqueafligen a la región de Chiapas y a nuestro país en general.

A la comunidad de fieles y a toda la sociedad mexicana, los invitamos a unirse en oración por el eterno descanso del P. Marcelo Pérez, por el consuelo de su familia, amigos y feligreses, y por la paz en Chiapas y en todo México.

Que el sacrificio del P. Marcelo Pérez no sea en vano, sino que nos impulse a todos a trabajar con mayor eficacia por la construcción de una sociedad más justa, pacífica y fraterna en Chiapas y en todo el país, fiel al mensaje del Evangelio que él predicó con su vida y su muerte.

Que Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de México, interceda por nosotros y nos guíe en estos momentos de dolor y tribulación.

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» Mt 5, 9.

+ Mons. Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey Presidente

+ Mons. Ramón Castro Castro
Obispo de Cuernavaca Secretario General


Comunicado de la CIRM (Conferencia de Religiosos de México)

Nos unimos en solidaridad al profundo dolor que embarga a la familia, amigos, comunidad y Diócesis de San Cristóbal de las Casas por el asesinato Padre Marcelo Pérez Pérez acaecido esta mañana a quemarropa cuando salía de celebrar la Eucaristía en el Barrio de Cuxtitali, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

Como Conferencia de Superiores Mayores de México, hacemos nuestra la condena que hace el Episcopado Mexicano por estos hechos violentos: “como Iglesia, lamentamos profundamente la pérdida de una vida consagrada al servicio de Dios y del prójimo. Este acto de violencia no solo afecta a la Diócesis de San Cristóbal de la Casas, sino que hiere a toda la Iglesia en México y a la sociedad en su conjunto, especialmente en una región que hoy vive situaciones de violencia y pugna entre grupos del crimen organizado”.

Por ello, unidos al Diálogo por La Paz, exigimos a las Autoridades de los gobiernos municipal, estatal y federal que detengan inmediatamente la violencia en Chiapas y recuperar la Paz a la que todas y todos tenemos derecho.

Con tristeza e indignación reconocemos que este hecho violento del asesinato del P. Marcelo es un dato más de la impunidad que se vive en el país y es señal de una violencia que impera en distintos territorios del País.

No dejemos que nos roben la dignidad y la defensa de los derechos humanos por los que Jesús también entregó la vida, mostrándonos la vía de la Paz con Justicia como camino en la construcción de fraternidad social donde todos nos reconocemos como hermanos y hermanas.

Que Jesucristo Resucitado acoja en su presencia al P. Marcelo y que su testimonio de cercanía y servicio al Pueblo de Dios, nos muevan a buscar caminos de paz, reconciliación y justicia.

Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino del Padre. Mt. 13,43

P. José Luis Loyola Abogado MSpS Presidente de la CIRM


Comunicado del Cardenal Felipe Arizmendi

Lamento muchísimo el asesinato del P. Marcelo Pérez, sacerdote indígena de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, la mañana de este domingo, en el Barrio de Cuxtitali, de la misma ciudad, al terminar de celebrar la Misa. Estoy muy adolorido e iré a su sepelio este lunes. Fue de los primeros sacerdotes indígenas que ordené como presbítero. Siempre estuvo comprometido con la justicia y la paz entre los pueblos originarios, sobre todo en Simojovel y acompañando a las víctimas de la violencia interna en Pantelhó. Nunca se metió en políticas partidistas, sino siempre luchando por que los valores del Reino de Dios se hicieran vida en las comunidades. Son los valores de verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz.

En las luchas internas de Pantelhó por el poder político y económico, no se inclinó por un partido, sino por el respeto entre todos, por la defensa de los desplazados y por el diálogo entre las partes, para llegar a soluciones pacíficas.

Sacerdote muy centrado en su vocación, de mucha oración, muy pegado al Sagrario, y muy comprometido con su pueblo. Nunca se avergonzó de su origen, en San Andrés Larráinzar. Supo tratar siempre bien a los no indígenas

Su asesinato nos demuestra, una vez más, el clima de violencia que se ha desatado en Chiapas y en casi todo el país. Hay una descomposición social, que empieza por la destrucción de la familia y se consolida por la impunidad en que actúan grupos armados. No todo es culpa del gobierno, pero es indicativo de que el gobierno y todos nosotros, incluso las iglesias, estamos rebasados. No hemos logrado que la violencia se detenga, sino que va en aumento. Esto nos debe hacer reflexionar a todos, a los creyentes también, pero sobre todo al gobierno en el poder, para que busquen cómo desmantelar a estos grupos armados, que están haciendo tanto daño a la comunidad.

En la fe, esperamos su descanso en paz con Cristo Resucitado, porque son dichosos los que sufren por construir la justicia y la paz.

+Felipe Cardenal Arizmendi
Obispo emérito de San Cristóbal de las Casas