Jóvenes santos y capaces, conectados a Cristo
Durante una entrevista le preguntaron a João Carlos Martins, gran maestro brasileño de música, ¿qué es la vida para ti?, y él contestó: «la vida es el derecho a reinventarse. La vida puede ser llevada con la disciplina de un atleta y el alma de un poeta. En el momento en que descubres que tienes una misión y crees que recibiste dones y que tienes que desarrollar esos dones y compartirlos con los demás; siempre que te equivoques, tienes el derecho a reinventarte y recomenzar con la disciplina de un atleta que busca una meta, y con el alma de un poeta enamorado por la vida».
Por: P. Wédipo Paixão
Decimos que la primera vocación que todos tenemos es el llamado a la vida, es decir, que no sólo Dios nos ha llamado a esta existencia, sino también a vivir plenamente este don que Él nos ha regalado. A nuestra generación le tocó un tiempo en que la tecnología avanza rápido, los algoritmos que no necesitan de un largo pro-ceso, pues reaccionan según su propia lógica matemática, producen cambios significativos en nuestro modo de vivir. Si bien la tecnología cambia de un día a otro, nosotros no.
Somos seres de proceso, y eso nos lo enseña nuestra propia biología; desde el momento de la fecundación hasta el nacimiento, el cuerpo tarda nueve meses para formarse. Al nacer requerimos de cuidados especiales, pues no hablamos ni caminamos; son habilidades que desarrollamos con el pasar del tiempo en la medida en que vamos creciendo. Tendremos tiempo, hasta el final de nuestra existencia, para aprender y madurar. Por eso las diferentes emociones y sentimientos que vivimos en nuestras experiencias cotidianas requieren de tiempo de nuestra parte para absorberlas. Necesitamos de relaciones interpersonales, es más, sólo nos reconocemos como personas cuando interactuamos con el otro.
No somos como los algoritmos, nuestra capacidad de absorber información y asimilarla no tiene la misma velocidad que una computadora. Hay que reconocer también, que si por un lado la tecnología disminuyó la distancia geográfica, por otro, aumentó la distancia física. Hay jóvenes que tienen toda una vida con miles de seguidores en Facebook, Instagran, Tik Tok, Twitter, pero al cerrar la puerta del cuarto les depara la soledad, no encuentran con quién platicar y confrontarse. En las redes sociales uno puede ser lo que quiere, pero en la realidad, donde la vida acontece, no es así. Las diversas recetas de una vida feliz basadas en la apariencia y en el consumo roban el lugar de los sueños y llevan muchas veces a una sensación de vacío y falta de sentido de la vida.
Debemos aprender a usar los medios digitales, de modo que contribuyan para nuestra formación y la de otros jóvenes. La vida a la que hemos sido llamados, no es virtual, sino de virtudes. Hoy más que nunca, estamos llamados a asumir nuestro protagonismo conectándonos a Cristo y compartiendo nuestra propia vida en la Iglesia y en la sociedad. Estamos invitados a redescubrir nuestras raíces, cultura y tradiciones, aceptándolas y ofreciendo lo mejor de nuestra vida en ellas.
No seamos indiferentes ante la corrupción, la violencia y la pobreza que producen tanto sufrimiento. Recordemos las palabras del papa Francisco: «Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que “juguemos en su equipo. Y un jugador debe entrenarse” (…). Así, integrados en nuestras comunidades, no tengan miedo de arriesgar y de comprometerse en la construcción de una nueva sociedad, permeando con la fuerza del Evangelio los ambientes sociales, políticos, económicos y universitarios. No tengan miedo de luchar contra la corrupción y no se dejen seducir por ella» (Mensaje de la XXXII Jornada Mundial de la Ju-ventud, Brasil, 2013).
Usemos las redes sociales para crear redes de solidaridad, de justicia e igualdad; que nos conectemos al Evangelio y partamos de él para vivir en comunión con el prójimo y con toda la creación.