193 años del nacimiento de Comboni

Este 15 de marzo se cumplen 193 años del nacimiento de San Daniel Comboni, fundador de los Misioneros Combonianos y de las Misioneras Combonianas.

Daniel Comboni nació el 15 de marzo de 1831 en Limone sul Garda, Italia. Recibió su primera educación en el Instituto Mazza de Verona, donde descubrió su vocación misionera para anunciar el Evangelio a los pueblos de África.

Tras su ordenación sacerdotal fue enviado a las misiones de Egipto y Sudán, pero a causa de las enfermedades se vio obligado a regresar a Europa. En 1864, junto a la tumba de San Pedro, tuvo la inspiración de su famoso “Plan para la regeneración de África”, cuyo elemento central fue lo que se convertiría en el lema principal de su misión: “Salvar África con África”.

Tras ser consagrado como Obispo de África Central, continuó su obra de evangelización y de liberación de esclavos hasta el día en que, como tantos de sus compañeros que se dejaron la vida en la misión, murió a causa de las terribles fiebres tropicales. Tenía apenas 50 años. Murió en la tierra donde se entregó por completo el 10 de octubre de 1881, en Khartum, Sudan.

Hoy, sus herederos de la Familia Comboniana (Misioneros Combonianos, Misioneras Combonianas, Misioneras Seculares Combonianas y Laicos Misioneros Combonianos), siguen manteniendo vivo su carisma y trabajan en más de 40 países en todo el mundo llevando el Evangelio a aquellos que no lo conocen y dedicándose en cuerpo y alma a los más pobres y abandonados.

Más información sobre este gran santo misionero AQUÍ.

Descubierta una carta de Comboni de 1858

El descubrimiento de esta nueva carta es extraordinario por muchas razones. La primera razón es que este escrito de Comboni permaneció desconocido para la investigación comboniana durante 166 años, a pesar de ser su primer escrito dado a la prensa que hoy conocemos. Fue publicado el 15 de mayo de 1858 en el periódico bresciano L’Alba.

La fecha de redacción de la carta, el 15 de enero de 1858, también es extraordinaria. En los últimos 30 años se han encontrado varias cartas inéditas de Comboni (muchas de ellas publicadas en el último número de Archivio Comboniano), pero ninguna que se remonte al período de su primera experiencia misionera.

Pero lo que hace más extraordinaria esta nueva carta es su destinatario: Don Filippo Rovetta. Natural de Brescia, fue primero coadjutor en Travagliato, luego, a partir de 1838, vicario del arciprestazgo de Brandico y más tarde ecónomo espiritual. El 3 de enero de 1841 fue promovido a párroco de Limone sul Garda, donde permaneció ocho años. El 18 de septiembre de 1849 fue nombrado párroco de Collebeato, donde murió en 1866.

Así pues, el P. Rovetta fue párroco de Limone durante el primer período veronés de Comboni. Fue su párroco cuando entró en el instituto mazziniano, cuando descubrió su vocación misionera, cuando murió su hermano Virgilio y cuando juró consagrar toda su vida a la misión africana. Todos momentos muy importantes en el camino de Comboni.

Del P. Rovetta sabemos que tenía una sensibilidad particular por la pastoral juvenil. De hecho, en la presentación que de él hizo la Curia de Brescia al gobierno para su nombramiento como párroco de Collebeato se decía: “en 1829 fundó un oratorio en Travagliato, que dirigió hasta 1838, para formar a la juventud en el espíritu de la religión y de la piedad”. El oratorio fundado en Travagliato sigue activo en la actualidad. Este hecho nos hace pensar que Don Filippo también se interesó por la suerte de su joven parroquiano, estudiante en Verona.

La historiografía comboniana ha prestado siempre atención a las relaciones de Comboni con el pueblo y los párrocos de Limone, porque fueron significativas para el desarrollo de su vocación. En particular Don Trebeschi, él mismo párroco de Limone, profundizó el tema en varias ocasiones. En el pequeño capítulo “Los párrocos de Comboni” del libro San Daniele Comboni e Limone sul Garda, publicado en 2011 en colaboración con Domenico Fava, menciona a Don Rovetta y el hecho de que fue él quien celebró el funeral de Virgilio Comboni. Sin embargo, no se menciona su relación con Daniele Comboni, como ocurre cuando habla de los dos párrocos siguientes: don Pietro Grana y don Pietro Milesi.

La única mención que Comboni hace del P. Rovetta en sus escritos conocidos se encuentra en una carta escrita a su padre Luigi Comboni desde El Cairo el 19 de octubre de 1857. En la publicación crítica de esta carta en el tercer número de Archivio Comboniano, la referencia a “D. Rovetta” ¡pasó sin una nota que ayudara al lector a identificarlo!

De la nueva carta de Comboni no sólo se desprende que el vínculo con el P. Filippo Rovetta se mantuvo incluso más de ocho años después de su partida de Limone, sino que su relación se nutrió de frecuente correspondencia (Comboni menciona una carta suya anterior a su ex párroco de poco más de dos meses antes) y que se extendió al primo del P. Filippo que se convirtió en benefactor de Comboni, aunque no lo conociera personalmente.

Una edición crítica del texto de la carta se publicará Archivio Comboniano en su próximo número.

comboni.org

El Papa habla de Daniel Comboni en la audiencia general

El papa Francisco, en su audiencia general de hoy, presentó la figura de san Daniel Comboni como ejemplo de pasión por el anuncio del evangelio.

vaticannews

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el camino de catequesis sobre la pasión evangelizadora, es decir el celo apostólico, hoy nos detenemos en el testimonio de san Daniel Camboni. Él fue un apóstol lleno de celo por África. De esos pueblos escribió: «se han adueñado de mi corazón que vive solamente para ellos» (Escritos, 941), «moriré con África en mis labios» (Escritos, 1441). ¡Es hermoso! …Y a ellos se dirigió así: «el más feliz de mis días será en el que pueda dar la vida por vosotros» (Escritos, 3159). Esta es la expresión de una persona enamorada de Dios y de los hermanos que servía en misión, a propósito de los cuales no se cansaba de recordar que «Jesucristo padeció y murió también por ellos» (Escritos, 2499; 4801).

Lo afirmaba en un contexto caracterizado por el horror de la esclavitud, de la que era testigo. La esclavitud “cosifica” al hombre, cuyo valor se reduce al ser útil a alguien o algo. Pero Jesús, Dios hecho hombre, ha elevado la dignidad de cada ser humano y ha desenmascarado la falsedad de toda esclavitud. Comboni, a la luz de Cristo, tomó conciencia del mal de la esclavitud; entendió, además, que la esclavitud social tiene sus raíces en una esclavitud más profunda, la del corazón, la del pecado, de la cual el Señor nos libera. Como cristianos, por tanto, estamos llamados a combatir contra toda forma de esclavitud. Pero lamentablemente la esclavitud, así como el colonialismo, no es un recuerdo del pasado, lamentablemente. En el África tan amada por Comboni, hoy desgarrada por tantos conflictos, «tras el colonialismo político, se ha desatado un “colonialismo económico”, igualmente esclavizador. (…). Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca». Renuevo por tanto mi llamamiento: «No toquen el África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear» (Encuentro con las Autoridades, Kinshasa, 31 de enero 2023).

Y volvemos a la historia de san Daniel. Pasado un primer periodo en África, tuvo que dejar la misión por motivos de salud. Demasiados misioneros habían muerto después de haber contraído enfermedades, a causa del poco conocimiento de la realidad local. Sin embargo, si otros abandonaban África, no lo hizo Comboni. Después de un tiempo de discernimiento, sintió que el Señor le inspiraba un nuevo camino de evangelización, que él sintetizó en estas palabras: «Salvar África con África» (Escritos, 2741s). Es una intuición poderosa, nada de colonialismo en esto: es una intuición poderosa que contribuyó a renovar el compromiso misionero: las personas evangelizadas no eran solo “objetos” sino “sujetos de la misión”. Y san Daniel Comboni deseaba hacer a todos los cristianos protagonistas de la acción evangelizadora. Y con este ánimo pensó y actuó de forma integral, involucrando al clero local y promoviendo el servicio laical de los catequistas. Los catequistas son un tesoro de la Iglesia: los catequistas son aquellos que van adelante en la evangelización. Concibió así también el desarrollo humano, cuidando las artes y las profesiones, favoreciendo el rol de la familia y de la mujer en la transformación de la cultura y de la sociedad. ¡Y qué importante, también hoy, hacer progresar la fe y el desarrollo humano desde dentro de los contextos de misión, en vez de trasplantar modelos externos o limitarse a un estéril asistencialismo!  Ni modelos externos ni asistencialismo. Tomar de la cultura de los pueblos el camino para hacer la evangelización. Evangelizar la cultura e inculturar el Evangelio: van juntos.

La gran pasión misionera de Comboni, sin embargo, no fue principalmente fruto de un empeño humano: él no estuvo impulsado por su valentía o motivado solo por valores importantes, como la libertad, la justicia o la paz; su celo nació de la alegría del Evangelio, ¡acudía al amor de Cristo y llevaba al amor por Cristo! San Daniel escribió: «Una misión tan ardua y laboriosa como la nuestra no puede vivir de pátina, de sujetos con el cuello torcido y llenos de egoísmo y de ellos mismos, que no cuidan adecuadamente la salud y la conversión de las almas». Este es el drama del clericalismo, que lleva a los cristianos, también los laicos, a clericalizarse y a transformarlos – como dice aquí – en sujetos del cuello torcido llenos de egoísmo. Esta es la peste del clericalismo. Y añadió: «es necesario encenderles de caridad, que tenga su fuente de Dios, y del amor de Cristo; y cuando se ama realmente a Cristo, entonces son dulces las privaciones, los sufrimientos y el martirio» (Escritos, 6656). Su deseo era el de ver misioneros ardientes, alegres, comprometidos: misioneros – escribió – «santos y capaces. […] Primero: santos, es decir ajenos al pecado y humildes. Pero no basta: es necesaria caridad que hace capaces los sujetos» (Escritos, 6655). La fuente de la capacidad misionera, para Comboni, es por tanto la caridad, en particular el celo en el hacer propios los sufrimientos de los otros.

Su pasión evangelizadora, además, no le llevó nunca a actuar como solista, sino siempre en comunión, en la Iglesia. «Yo no tengo otra cosa que la vida para consagrar a la salud de esas almas – escribió – quisiera tener mil para consumarlas con tal fin» (Escritos, 2271).

Hermanos y hermanas, san Daniel testimonia el amor del buen Pastor, que va a buscar a quien está perdido y da la vida por el rebaño. Su celo fue enérgico y profético en el oponerse a la indiferencia y a la exclusión. En las cartas se refería apremiante a su amada Iglesia, que por demasiado tiempo había olvidado a África. El sueño de Comboni es una Iglesia que hace causa común con los crucificados de la historia, para experimentar con ellos la resurrección. Yo, en este momento, os sugiero algo. Pensad en los crucificados de la historia de hoy: hombres, mujeres, niños, ancianos que son crucificados por historias de injusticia y de dominación. Pensemos en ellos y recemos. Su testimonio parece repetir a todos nosotros, hombres y mujeres de Iglesia: “No os olvidéis los pobres, amadlos, porque en ellos está presente Jesús crucificado, esperando resucitar”. No os olvidéis de los pobres: antes de venir aquí, he tenido una reunión con legisladores brasileños que trabajan por los pobres, que tratan de promover a los pobres con la asistencia y la justicia social. Y ellos no se olvidan de los pobres: trabajan por los pobres. A vosotros os digo: no os olvidéis de los pobres, porque serán ellos los que os abran la puerta del Cielo.
 


Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Por intercesión de san Daniel Comboni, pidamos al Señor que nos conceda un corazón semejante al suyo, sensible a los crucificados de hoy, que sufren a causa de la indiferencia y la exclusión. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
 


LLAMAMIENTO

Ayer me llegaron noticias preocupantes de Nagorno Karabaj, en el Cáucaso meridional, donde la ya crítica situación humanitaria ahora se ha agravado por ulteriores enfrentamientos armados. Dirijo mi llamamiento sentido a todas las partes en causa y a la comunidad internacional, para que callen las armas y se realice todo esfuerzo para encontrar soluciones pacíficas para el bien de las personas y el respeto de la dignidad.
 


Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

En nuestra catequesis de hoy nos acercamos a la figura de san Daniel Comboni, un misionero lleno de celo apostólico por el continente africano. Daniel fue un enamorado de Dios y deseaba llevar ese amor a todas las personas que encontraba en su camino. En un contexto marcado por el horror de la esclavitud social, descubrió que la raíz más profunda de toda esclavitud es la del corazón, —es decir el corazón esclavo del pecado—, de la cual nos libra el Señor, y dedicó su vida a combatir esas esclavitudes anunciando el Evangelio.

La experiencia del amor gratuito de Dios nos hace verdaderamente libres. Esta certeza llevó a Daniel Comboni a trabajar incansablemente para que los cristianos no sean sólo “espectadores” sino “protagonistas” de la acción evangelizadora de la Iglesia. Con su testimonio de vida, este santo nos indica que la fuente de toda actividad misionera es la caridad y que la misión no se lleva adelante de manera solitaria, sino siempre en comunión con toda la Iglesia, “caminando juntos”.

150 aniversario de la Homilía de Jartum

Este año se celebra el 150 aniversario de la Homilía de Jartum, que Daniel Comboni pronunció en árabe el día de su “entrada solemne” en la diócesis sudanesa, rodeado de tanta gente que, como él mismo escribió: “la capilla, los pórticos y el patio de la misión estaban llenos de ellos”. Corría el año 1873 y el intrépido misionero acababa de regresar a Jartum…

Por: Hna. María Teresa Ratti, smc
Publicado en Comboniane.org

11 de mayo de 1873 – 11 de mayo de 2023

Por fin y para siempre

Corría el año 1873 y el intrépido misionero acababa de regresar a Jartum (4 de mayo) tras un largo viaje que había comenzado en El Cairo el 26 de enero. Así escribía al Card. Alessandro Barnabò, Prefecto de Propaganda fide, al día siguiente de la fiesta de entrada: “A los noventa y ocho (98) días de mi partida de El Cairo, llegué finalmente con la gran expedición a Jartum. No le puedo expresar con palabras los sufrimientos, las incomodidades, las fatigas, como tampoco las ayudas y las gracias del cielo, ni las vicisitudes, en fin, de esta peligrosa y difícil peregrinación. Los Smos. Corazones de Jesús y María, que fueron incesantemente el dulce y suave argumento de nuestras esperanzas y plegarias, nos han salvado de todos los peligros, y protegido a todos y cada uno de los miembros de nuestra considerable caravana, especialmente en el arduo y terrible recorrido por el gran Desierto de Atmur, en el que durante más de trece días, desde las doce del mediodía hasta las cuatro de la tarde, tuvimos 58 grados Réaumur (72,5 grados Celsius) y en los que cabalgamos sobre los camellos de dieciséis a diecisiete horas diarias; pese a lo cual el 4 de los corrientes todos llegamos sanos y salvos a Jartum”.

El poder inagotable de un sueño

El anuncio del Evangelio en el corazón de África era un sueño que Propaganda Fide había cultivado desde que el Papa Gregorio XVI creó el Vicariato de África Central con un Breve de 3 de abril de 1846. A lo largo de casi tres décadas, innumerables e incansables testigos del Evangelio se habían ido incorporando, paso a paso, a la gran aventura, la mayoría con el don total de sus vidas.

Daniel Comboni había pasado por última vez por Jartum en 1859, procedente de la misión de la Santa Cruz y de camino a Italia para recuperar fuerzas físicas. Entre el primer viaje del joven sacerdote del Instituto de Mazza al corazón de África (1857-1858) y su sexto viaje (1872-1873) todo en él había estado marcado por un crecimiento en la conciencia y en la dedicación a la causa a la que se había consagrado a los veinte años.

Seguro de que Dios le había llamado a predicar el Evangelio en África, no se rindió ante los obstáculos de diversa índole, y con el acontecimiento de gracia que fue la inspiración del Plan para la Regeneración de África con África (Roma, Basílica de San Pedro, 15 de septiembre de 1864) el hijo de Limone sul Garda persiguió el sueño codiciado con el corazón de un enamorado en constante búsqueda de su Amada.

En mayo de 1873, Comboni regresó a Jartum como Provicario Apostólico. Con este nombramiento, el Papa Pío IX le había confiado la responsabilidad pastoral de África Central (11 de junio de 1872). En Jartum, Comboni fue recibido con gran entusiasmo, y en su primera Carta Pastoral no dejó de responder con igual generosidad. “Estoy muy contento, oh amados, de encontrarme por fin de vuelta a vosotros después de tantos acontecimientos angustiosos y tantos suspiros sin aliento”, así comienza la Homilía. El nuevo provicario relee su historia a la luz del “primer amor de mi juventud” por el que -“ahora se cumplen dieciséis años”- se había separado de lo que le era más querido en el mundo, sus dos ancianos padres. Debido a su “mala salud” se había visto obligado a abandonar Sudán, pero en seguida afirma: “Me fui para obedecer; pero entre vosotros dejé mi corazón, y habiéndome recuperado como a Dios le plugo, mis pensamientos y mis pasos fueron siempre para vosotros”.

No podía haber elegido un incipit mejor, y ahora se encuentra de nuevo allí, donde había dejado lo que, con la llamada de Dios, se había convertido en lo más querido para él: “Y hoy por fin recupero mi corazón volviendo entre vosotros”.

Un nuevo Moisés para el Evangelio

Una de las figuras bíblicas que destaca en este itinerario es la de Moisés, con quien Comboni puede presumir de haber compartido una misma experiencia mística. Ambos sintieron los latidos del Corazón de Dios respondiendo a los gemidos del Pueblo oprimido, y ambos se implicaron personalmente en el acompañamiento del Pueblo que les había sido confiado hacia una vida libre y plena. La intervención divina en la vida personal de Moisés y Comboni marca el paso de su unión con el Pueblo que recibieron en herencia.

“Vuelvo entre vosotros para nunca más dejar de ser vuestro”, es el destino del líder que se siente ahora parte del Pueblo que debe conducir. En aquel feliz mayo de 1873, Daniel Comboni acababa de cumplir 42 años, y sostenido por la energía apostólico-martírica que le caracterizaba, bien podía decir: “Hago causa común con cada uno de vosotros”. De ahora en adelante, nada ni nadie le disuadirá de su propósito, porque “el más feliz de mis días será cuando pueda dar la vida por vosotros”.

Como Moisés, también Comboni tendrá que enfrentarse a los fuertes poderes de la época, y no se acobarda: “No ignoro la gravedad de la carga que llevo” y acepta su misión vistiendo la túnica de “pastor, maestro y médico”. Esta investidura le hace capaz de afrontar la vida sin reservas: “Día y noche, sol y lluvia, me encontraréis igualmente y siempre dispuesto para vuestras necesidades espirituales”. Sabe, sin embargo, que no está solo, porque “todos me ayudaréis a llevar esta carga con gozo y alegría en el nombre de Dios”.

Pastor y Pueblo caminarán juntos, y la “Reina de la Negritud como Madre amorosa” velará por ellos. Pasarían pocos meses cuando, en El Obeid, en la región de Kordofán, el 14 de septiembre de 1873, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Comboni consagraría solemnemente el Vicariato de África Central al Sagrado Corazón de Jesús. Esto es lo que escribió en la Carta Pastoral publicada en preparación del acontecimiento: “Confiamos en que este auspicioso acontecimiento, a la vez que producirá en todos vosotros un aumento de fe y de amor, abrirá nuevos caminos de salud para el gran pueblo de la Negritud Interior, al que más amamos”.

Un legado para atesorar, siempre

Daniel Comboni vivió contribuyendo de manera única a la realización de un gran sueño eclesial. A lo largo de los años, el anuncio del Evangelio en Sudán, como en toda África, se ha convertido en una experiencia acogida, vivida y compartida.

En el año en que celebramos el 150 aniversario de la Homilía de Jartum, ¿qué dice Daniel Comboni al Pueblo de Dios con la invitación a “recuperar” su/nuestro corazón?

¿Qué dice Comboni al amado Pueblo de Sudán, sobre el que se ciernen hoy enormes sufrimientos y profundas incertidumbres?

¿Qué dice Comboni a la Iglesia en Sudán hoy, un árbol floreciente de frutos, que ha sostenido el crecimiento de muchas comunidades cristianas, y ha abrazado el camino de sus muchos pueblos, credos y culturas?

¿Qué dice Comboni a la Familia Comboniana, en estas primeras semanas después de la Pascua de 2023, cuando la precipitación de los acontecimientos debida al repentino estallido de violencia impone opciones llenas de sufrimiento y de obligado desapego?

Son preguntas que hay que afrontar, porque éste es el sentido profundo de una celebración jubilar. Las palabras que la Hna. Anne Marie Quigg, Superiora General de las Hermanas Misioneras Combonianas, compartió con todas las comunidades de la Congregación en los últimos días de abril de 2023 pueden servir de orientación y apoyo: “Hermanas, nuestra presencia como Iglesia en Sudán ahora sigue siendo muy pequeña. (…) Intentamos vivir estos acontecimientos con el mismo fuerte sentido de Dios que caracterizó a nuestro Padre y Fundador San Daniel Comboni. El sueño del retorno no se desvanecerá nunca”.

Seguramente, la Homilía de Jartum seguirá marcando el paso, para mantener alta la llama de la pasión misionera que San Daniele Comboni nos dejó como un precioso legado. Siempre.

Texto íntegro de la homilía en español

El Papa ensalzó la figura de San Daniel Comboni durante su visita a Sudán del Sur

El Papa Francisco ha recordado la memoria del santo misionero en la catedral de Santa Teresa de Juba, donde se ha reunido con obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y seminaristas, en el segundo día de su viaje apostólico a Sudán del Sur. «Podemos recordar –ha dicho el Papa al final de su discurso- a San Daniel Comboni, que con sus hermanos misioneros realizó en esta tierra una gran labor evangelizadora. Él decía que el misionero debía estar dispuesto a todo por Cristo y por el Evangelio, y que se necesitaban almas audaces y generosas que sepan sufrir y morir por África».