Cuaresma para la esperanza

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

HECHOS

Este miércoles, empezamos la Cuaresma, cuarenta días de preparación para la celebración central del cristianismo, la muerte y resurrección de Jesús. Su finalidad es purificarnos de cuanto nos impida resucitar con el Señor a una vida nueva. Esto implica morir a fallas y pecados que cada quien podamos tener. Todos queremos que haya una primavera de paz, de justicia, verdad y amor, en nuestras familias y comunidades, así como en todo el mundo; pero esto, ¿de quién depende? De gobernantes y de otras instancias, ciertamente; pero también de nosotros. Tú y yo hemos de hacer lo que nos toca, ser sembradores de esperanza, y no dejar todo al gobierno, ni culpar sólo a los demás, sino asumir nuestra propia responsabilidad en los cambios que anhelamos.

El nuevo Presidente de los Estados Unidos se siente dueño del mundo y, con sus arranques, intenta incidir en todo, teniendo en su mente y corazón principalmente el mayor bienestar económico de su país. Impone aranceles sin diálogos previos con los afectados; amenaza y humilla a quien no se le arrodilla; expulsa a cuanto migrante sea posible; ¿hay una esperanza de controlarlo? Todos pedimos que se acabe la invasión de Rusia a Ucrania, que haya acuerdos de paz en Medio Oriente, que en Haití, Nicaragua y Venezuela haya respeto y armonía social; ¿de quién depende que estos sueños se materialicen? Hemos denunciado la extorsión y la inseguridad que sufren nuestros pueblos; hemos informado de todo esto a quien corresponde vigilar los derechos de los ciudadanos; pero los problemas subsisten; ¿no hay esperanza?

He atendido a personas con cáncer y a otros enfermos; he escuchado a esposas que sufren un machismo persistente; me han pedido intervenir en conflictos entre estudiantes de una institución educativa; he compartido la pena de quienes han sufrido abusos en su infancia, de quienes no encuentran trabajo, de quienes tienen diversos problemas. ¿Hay esperanza? ¿De quiénes depende que estas situaciones cambien?

ILUMINACION

El Papa Francisco, con quien compartimos la preocupación por su salud, escribió su tradicional mensaje para esta Cuaresma, que tituló Caminemos juntos en la esperanza, precisamente para alentarnos en esta virtud; pero nos indica que esto depende también de nosotros.

“El lema del Jubileo, ‘Peregrinos de esperanza’, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una llamada a la conversión. Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen examen.

Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios; significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia. Preguntémonos ante el Señor si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos.

Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?”.

ACCIONES

¿Qué puedes hacer para que esta Cuaresma sea un camino primaveral para tu persona, para tu familia y para la comunidad? Está muy bien que ofrezcas algún sacrificio corporal, abstenerte de algunos alimentos o bebidas, pero también decide qué hacer para que algunas situaciones personales, familiares o comunitarias se transformen, y seas constructor de paz, de justicia y fraternidad. Quizá digas que nada puedes hacer para revertir los problemas nacionales e internacionales; pero la esperanza familiar y social depende también de ti. ¿Tú eres esperanza, u obstáculo para lograrla?

Mensaje del Papa para la Cuaresma

MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2025

Caminemos juntos en la esperanza

Queridos hermanos y hermanas:

Con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación anual de la santa cuaresma, en la fe y en la esperanza. La Iglesia, madre y maestra, nos invita a preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de Dios para poder celebrar con gran alegría el triunfo pascual de Cristo, el Señor, sobre el pecado y la muerte, como exclamaba san Pablo: «La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» ( 1 Co 15,54-55). Jesucristo, muerto y resucitado es, en efecto, el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida eterna, que ya realizó en Él, su Hijo amado (cf. Jn 10,28; 17,3).

En esta cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, deseo ofrecerles algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria.

Antes que nada, caminar. El lema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida, narrado en el libro del Éxodo; el difícil camino desde la esclavitud a la libertad, querido y guiado por el Señor, que ama a su pueblo y siempre le permanece fiel. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida. Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen “examen” para el viandante.

En segundo lugar, hagamos este viaje juntos. La vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Ga 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.

En esta cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades. Preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos. Esta es una segunda llamada: la conversión a la sinodalidad.

En tercer lugar, recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo, sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” ( Rm 8,38-39)». Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado, y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

Esta es, por tanto, la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?  

Hermanas y hermanos, gracias al amor de Dios en Jesucristo estamos protegidos por la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme. En ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» ( 1 Tm 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo. Así se expresaba santa Teresa de Jesús: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo» ( Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3).

Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe en el camino cuaresmal.

Roma, San Juan de Letrán, 6 de febrero de 2025, memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires.

FRANCISCO

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Del polvo a la luz. Cuaresma 2025

Por: P. Enrique Sánchez González, mccj

Miércoles de Ceniza

Iniciamos hoy un itinerario de cuarenta días, La Cuaresma, que pretende ayudarnos a vivir una experiencia profunda de conversión personal y comunitaria. Un caminar que nos llevará a encontrarnos con lo mejor de nosotros mismos, cuando nos hayamos despojado de todo aquello que se ha convertido en peso que no nos deja ir a lo profundo de nosotros mismos.

Se trata de un tiempo en donde somos invitados a dejarnos trabajar por la eficacia de la Palabra de Dios que se acerca a nosotros proponiéndonos hacer un alto en nuestras vidas.

Hay que encontrarnos con nosotros mismos para agradecer todo lo bello que Dios ha ido realizando en nosotros; pero, al mismo tiempo, es un encuentro con aquello que hemos ido dejando entrar en el corazón y que ha acabado por confundirnos y engañarnos ofreciéndonos una propuesta de felicidad que se ha convertido en tristeza y frustración.

El Señor que viene a nuestro encuentro para que hagamos juntos el camino cuaresmal quiere que tomemos conciencia de lo que ha sido nuestro caminar como peregrinos y buscadores de infinito, mendicantes de la bondad y de la misericordia de nuestro Padre. Nos quiere llevar, a través de nuestros desiertos, al encuentro de aquello que es nuestra verdad profunda y la fuente de nuestra auténtica felicidad. Nos invita a volver a Dios, para que desde él volvamos a reorganizar nuestra vida.

“Como está escrito en el profeta Isaías:

«Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual prepará tu camino; voz del que grita en el desierto:“Preparad el camino

del Señor, enderezad sus senderos”» (Marcos 1, 2-3). Estas palabras, con las cuales inicia el Evangelio, deberían resonar muy fuerte en nosotros durante estos cuarenta días para prepararnos y estar en condiciones de acoger al Señor que se manifestará como quien destruye nuestras situaciones de muerte, de miedo y de esclavitud y nos abre a la vida.y de esclavitud y nos abre a la vida.

Un camino de conversión

La cuaresma se nos ha propuesto siempre como un tiempo privilegiado para vivir una experiencia de conversión, un cambio radical en nuestras vidas. Es un tiempo para dejar a un lado todo lo que nos ha ido esclavizando y robando lo que realmente nos puede hacer felices y gozar con plenitud de lo que somos como hijos de Dios.

Es tiempo para desprendimientos y de aligeramientos; tiempo para volver a lo esencial y a lo que realmente vale la pena en la vida, a lo que no es negociable y que nos garantiza vivir con lo que llamamos hoy calidad de vida. Es tiempo para confirmar nuestro compromiso y la voluntad de vivir como verdaderos discípulos del Señor Jesús.

Pero la conversión no sólo implica alejarnos de lo que nos roba la libertad y la vida; sino que es también una oportunidad para descubrir en nosotros lo que nos va haciendo crecer, madurar y convertirnos en personas que saben darle un sentido pleno a la vida.

Es un tiempo para apropiarnos de lo mejor de nosotros mismos, para agradecer a Dios la paciencia que nos ha tenido y para renovar nuestro deseo de apostarle a lo noble y a lo bello que nos permite avanzar en lo que llevamos dentro como anhelo de plenitud que Dios ha marcado en nuestros corazones.

Travesía a través de nuestros desiertos

Es interesante reflexionar en este día sobre el punto de partida de este largo camino que estamos invitados a recorrer, reconociendo que la gracia, la misericordia y la ternura de Dios nos acompañarán. Se trata de una travesía que nos llevará a nuestros desiertos, en donde a lo mejor nos hemos perdido y en donde se han ido secando las motivaciones y los anhelos que tendrían que haber florecido.

Pero serán nuestros corazones; desiertos que nos devolverán el sentido y el significado de lo que realmente somos y nos permitirán salir de nuestros encantos para darnos cuenta que sólo Dios basta.

Es importante decirnos, en voz alta, lo que somos para no caer en la tentación de pensar que podemos alcanzar la vida plena con nuestros esfuerzos personales y que al final no necesitamos de nada, ni de nadie para lograr nuestras metas y nuestras ilusiones de perfección.

Somos polvo

La cuaresma serán días en los que, si dejamos que la gracia y el Espíritu nos acompañen, podremos liberarnos del polvo que se ha ido pegando a nuestros pies y a nuestros corazones haciendo la vida difícil y complicada. ”Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” (Génesis 3,19).

Somos polvo, venimos del polvo y en polvo terminará este cuerpo que nos va permitiendo ir adelante en nuestra aventura humana de caminantes en el tiempo, anhelantes de eternidad. Sí, somos polvo y todas nuestras fragilidades, debilidades, límites, miserias y pecados logran muy bien recordarnos esa verdad.

Somos polvo que nos habla de lo efímero de nuestra existencia. Polvo que nos pone ante lo inaceptable de nuestros egoísmos, de lo falso de nuestros rencores, de lo triste de nuestros orgullos , de lo estéril de nuestra arrogancia, de lo amargo de nuestras ambiciones.

Somos polvo que se mantiene en pie porque hemos recibido el soplo del Espíritu en nuestro interior, soplo que ha marcado nuestro ser con la fuerza de Dios que nos llama de la nada a compartir su vida, a ser sus hijos sólo por amor.

Del polvo a la luz y a la vida

El punto de partida de la cuaresma nos pone ante la pobreza que cargamos con nosotros y la miseria de la que nos hemos ido revistiendo, pero con paciencia y perseverancia nos irá llevando hasta el punto de llegada que es el vivir el misterio de Cristo resucitado.

Nos llevará del polvo de nuestras debilidades y pecados a la buena noticia de la Resurrección que nos anuncia que la muerte y el pecado han sido vencidos por la entrega de Jesús sobre el madero de la cruz.

Del polvo de nuestras flaquezas seremos llevados de la mano hasta introducirnos en el corazón abierto en el costado de Jesús para que, abriendo los ojos de la fe, nos demos cuenta cuánto Dios nos ha amado. Somos polvo y en polvo nos convertiremos, pero Dios quiere que de ese polvo resurja el espíritu que nos ha dado y que con gratitud y reconocimiento abramos el corazón a la vida, a la esperanza, a la alegría, a la plenitud de Dios que en Cristo se nos ha manifestado.

Tal vez convenga iniciar este tiempo de cuaresma haciéndonos unas pequeñas preguntas:

¿En dónde me encuentra el Señor al inicio de esta Cuaresma?

Revisa tu vida, los sentimientos que te acompañan, las experiencias que has tenido en los últimos meses, tus relaciones con Dios y con los demás, tus alegrías y tus sufrimientos y lo que las han causado, tu vida espiritual y el tiempo o el espacio que le has consagrado a Dios y en lo que vas viviendo.

¿Qué es lo que el Señor espera que cambie en mi vida?

Hay muchas cosas en las que tengo que seguir creciendo y madurando. Hay actitudes, sentimientos y comportamientos que sé que no vienen de Dios y de los cuales no quiero desprenderme. Sigo apostándole a las cosas y a las gratificaciones de este mundo. Me cuesta el sacrificio, la entrega y el servicio a los demás. Me falta confianza y abandono para descubrir la bondad de Dios cerca de mí. Me cuesta desprenderme de mis seguridades, de mis apegos y de mis vicios. No acepto que sea Dios quien lleve las riendas de mi vida.

¿Qué es lo que espero de Dios y qué me está ofreciendo?

Reconozco que Dios me ama e identifico los signos de su amor en muchos detalles de mi vida ordinaria. Vivo hostigando a Dios con mis necesidades y mis problemas y me cuesta ser agradecido o me dejó sorprender por la delicadeza y la ternura de Dios. Espero que este tiempo se convierta en una oportunidad para dejar que Dios me lleve de mis polvos, de mis tinieblas y pobrezas a lo extraordinario de su vida, de su luz y de la alegría de poder vivir como discípulo suyo reconociéndome resucitado con él.

BUENA CUARESMA