Apertura de la causa de beatificación del P. Alberto Ferri Garavelli

El 22 de octubre se abrirá en Portoviejo (Ecuador) la causa de beatificación del misionero comboniano P. Alberto Ferri Garavelli (1935-2009). La decisión fue comunicada por la curia de la archidiócesis de Portoviejo, tras un minucioso trabajo de recopilación de datos y testimonios, mediante decreto del arzobispo monseñor Edoardo Castillo el pasado 15 de septiembre.

Originario de Cologno al Serio, en la provincia de Bérgamo, el P. Alberto Ferri Garavelli ejerció su ministerio en Ecuador, en las parroquias de Limones y Viche (Vicariato de Esmeraldas) y, posteriormente, en diversas comunidades de la archidiócesis de Portoviejo, provincia de Manabí. A su muerte, acaecida en Cologno al Serio el 16 de octubre de 2009, por deseo de los fieles que lo habían conocido y amado, su cuerpo fue trasladado a Ecuador y enterrado en la iglesia de Honorato Vásquez (Manabí), donde había dedicado trece años de su vida visitando y formando numerosas comunidades cristianas.

La gente sigue recordándolo con gran afecto y dando testimonio de su santidad. Por ello, el 22 de octubre, Mons. Castillo abrirá la fase diocesana de la causa, en presencia de numerosos fieles, sacerdotes y una delegación de la provincia comboniana de Ecuador.

Con gratitud al Señor por su vida y testimonio misionero, invocamos para todo el Instituto la gracia de renovar, a la luz de su ejemplo, la pasión misionera que lo animó.

Fecha de nacimiento: 05/09/1935
Lugar de nacimiento: Cologno al Serio/BG/I
Votos temporales: 09/09/1954
Votos perpetuos: 09/09/1960
Fecha de ordenación: 18/03/1961
Fecha de fallecimiento: 16/10/2009
Lugar de fallecimiento: Cologno al Serio/Bergamo/I

«Ánimo y adelante en el Señor, trato de aceptar todo por voluntad de Dios y por la esperanza de volver pronto a la misión. Gracias, P. Ravasio, por los contactos que mantienes por mí con los superiores mayores, que me ayudan a sentirme parte viva de nuestro Instituto». Estas son las últimas frases de una carta, quizá una de las últimas, enviada desde Bérgamo al P. Pietro Ravasio. En estas palabras se pueden ver los dos grandes principios que motivaron la vida y la misión del P. Alberto: la pasión por la evangelización y la pertenencia al Instituto.

El P. Alberto Ferri nació el 5 de septiembre de 1935 en Cologno al Serio, cerca de Bérgamo, tierra de familias llenas de fe y amor a la Iglesia. Era el primogénito de una familia de clase media y su padre quería que continuara su trabajo en la empresa familiar. Tras vencer la resistencia inicial de su padre, el joven Alberto ingresó en la escuela apostólica de Crema: en aquellos años, un numeroso grupo de jóvenes respondía a una eficaz animación misionera de la diócesis de Bérgamo. Alberto emitió sus primeros votos en el noviciado de Florencia el 9 de septiembre de 1954 y comenzó el escolasticado en Verona, pasando luego, para el curso de teología, a Venegono. Emitió sus votos perpetuos el 9 de septiembre de 1960 y fue ordenado sacerdote por el cardenal Giovanni Battista Montini, en la catedral de Milán, el 18 de marzo de 1961.

Su primer destino fue España, donde colaboró con el P. Enrique Faré en la administración de nuestras revistas.

Enviado, después de dos años, a Ecuador, comenzó su apostolado en Quito ocupándose de los indígenas de la periferia de la ciudad. Mientras tanto, el norte de Esmeraldas necesitaba misioneros generosos y atentos a las necesidades de los pobres. El P. Alberto fue enviado a Limones, una isla del Pacífico, donde realizó su labor pastoral con el P. Luigi Zanini, el P. Alberto Vittadello, el P. Lino Campesan y el P. Rafael Savoia. Desde Limones, repartiéndose el trabajo, atendían a las numerosas comunidades de afrodescendientes de los ríos Onzole y Santiago. Permaneció en Limones hasta 1972. Después de las vacaciones y del Curso de Renovación en Italia, que le impulsó a profundizar en el estudio de los documentos conciliares y de la nueva eclesiología de comunión, fue enviado por el obispo Mons. Angelo Barbisotti a Viche, en la carretera de Quinindé, para iniciar una nueva parroquia.

Todas las cartas de este período se recogen en un libro publicado por EMI, 1976, «Una Iglesia sobre los ríos». Reproducimos dos breves extractos, de los que se puede entender el estilo muy personal que el P. Alberto adoptó, desde los primeros años, como su metodología misionera permanente.

Viche, 8 de abril de 1978: «El Sábado Santo, durante la celebración de la Vigilia de Resurrección, bauticé a unos treinta nuevos cristianos, muchos de ellos adultos… El Señor ha resucitado verdaderamente y esto lo cambia todo. Lo anuncié el día de Pascua en tres zonas: Viche, Male y Lagartera. Me da mucha alegría y esperanza ver también en este mundo la victoria sobre la muerte, el mal, la injusticia, la miseria, el hambre, sobre todo lo que el Señor ya ha vencido con su resurrección».

Chigue, 3 de junio de 1972: «Aquí seguimos talando árboles para poder empezar a sembrar… He visitado zonas en las que nunca había estado, caminando por los ríos, pasando de cabaña en cabaña y reuniendo a la gente por la noche en un lugar preestablecido, llevándoles el poco consuelo que puedo, con medicinas y algunas risas… Para visitar una nueva capilla, estuve tres horas con el barro hasta las rodillas y con la mochila a la espalda, y creo que nunca había sudado tanto, y eso sólo para llegar a la primera cabaña. Toda mi vida es así: un continuo anunciar al Señor y un continuo despertar a esta pobre gente aislada».

En 1978 formó parte del primer grupo de combonianos que, fieles al carisma y atentos a las necesidades de otras diócesis, se prestaron a salir de Esmeraldas para iniciar una nueva experiencia misionera en la diócesis de Portoviejo, mucho más extensa que Esmeraldas y que contaba con muy pocos sacerdotes. Eligió la difícil zona de Honorato Vásquez donde, junto con el P. Livio Martini, dedicó trece años de su vida visitando y formando numerosas comunidades cristianas.

Tenía una metodología que nosotros, los combonianos en Ecuador, hicimos nuestra y que dio muchos frutos pastorales. Consistía en involucrar y comprometer a la gente: a los laicos locales, no sólo a ser fieles a las promesas bautismales, sino también a comprometerse con la construcción y el crecimiento de su comunidad cristiana. De esta atención surgieron los diversos ministerios, con personas que seguían los distintos cursos de formación para convertirse en guías de comunidad, catequistas, ministros de la Eucaristía, ministros de la salud, ministros de la capilla y de los pobres. El P. Alberto también supo responsabilizar a los laicos en la administración del dinero de la comunidad, hasta el punto de iniciar, como su última obra, una cooperativa de ahorro.

De esta implicación de la gente, pero sobre todo de su ejemplo y de su estilo de vida, nacieron las primeras vocaciones a la vida religiosa, misionera y diocesana en una tierra donde era difícil prever tanta riqueza. Además, precisamente en este período y en línea con el fuerte compromiso que el P. Alberto pedía a los cristianos, nació el grupo de las «misioneras laicas», chicas que se comprometían al servicio de la Iglesia local para una actividad misionera en las zonas de la diócesis que, por diversas razones, requerían una presencia misionera. Este grupo se fue definiendo cada vez mejor, hasta convertirse en una asociación de personas consagradas, aprobada por el obispo.

Recordemos que Mons. Mario Ruiz, arzobispo de Portoviejo, repetía siempre que la metodología del P. Alberto era «admirable», pero no «imitable».

De hecho, era extremadamente meticuloso y exigente a la hora de programar las visitas a las comunidades sin dejar ninguna de lado y, sobre todo, a la hora de ser fiel, a cualquier precio, al compromiso adquirido con Dios, con la gente y con el Instituto. Había hecho suyo el lema de Comboni: «Tengo una vida, ojalá tuviera mil para entusiasmar al mundo con las misiones».

Honorato Vásquez lo envió, con gran sufrimiento por su parte, a El Carmen, para continuar la labor pastoral en las numerosas comunidades rurales, donde permaneció siete años. Sin embargo, el P. Alberto quería ocuparse de «Manga de cura», donde los cristianos eran más numerosos, y así, desde 1988 hasta su muerte, permaneció en esa zona, con el P. Antonio Mangili. Fundó la parroquia de La Bramadora y El Paraíso-La 14 y también tenía en proyecto las parroquias de Santa Teresa y Santa María.

Durante todos estos años, se construyeron numerosas capillas e iglesias con la colaboración de la gente, muchas aulas de catequesis y edificios para albergar los cursos de formación de sus colaboradores. En muchas capillas, la comunidad crecía con tanto fervor que dejó allí la Eucaristía.

En 2008, los médicos le diagnosticaron un tumor en el páncreas, pero después de un ciclo de quimioterapia, el P. Alberto quiso volver a su misión de La 14 para ayudar a los jóvenes sacerdotes de la archidiócesis a continuar su labor pastoral.

En abril de 2009 pidió a la Dirección General permanecer en familia para recibir cuidados en la casa de su hermano Mario, en Bérgamo, cerca del hospital «Beato Luigi Palazzolo». En las últimas semanas, su hermana quiso llevarlo cerca de su madre, de 103 años, también gran misionera como su hijo. Murió serenamente, abrazando al P. Enea Mauri, que había ido a visitarlo, en la tarde del 16 de octubre en Cologno al Serio, en la casa paterna.

Sólo la insistencia de los obispos locales y de la gente impulsó a los familiares a aceptar que el cuerpo del P. Alberto regresara a tierra manabita para permanecer allí y ser un «punto de referencia misionero y sacerdotal para los obispos, el clero y los fieles manabitas», en particular durante este año sacerdotal.

El P. Alberto fue un verdadero hijo de San Daniel Comboni. Se le puede aplicar lo que se escribió sobre el Fundador en los documentos para la canonización: «Desde que tomó conciencia de la autenticidad de su vocación misionera, toda su vida se convirtió en una dedicación sin reservas, coherente y constante frente a todas las dificultades. Su celo parecía sostenido constantemente por la fe en el valor universal del sacrificio de Cristo y por la urgencia de su mandato de evangelizar a todos los pueblos».

Tomado del Mccj Bulletin n. 242 suppl. In Memoriam, octubre de 2009, pp. 70-76.

70 años de presencia comboniana en Esmeraldas

Los Misioneros Combonianos llegaron a Ecuador el 2 de abril de 1955. De inmediato – 11 días más tarde – asumen el trabajo pastoral de la Prefectura de Esmeraldas. El Papa Pio XII había invitado a los Combonianos a abrir esta nueva misión, fue, movido por la situación de extrema pobreza social y religiosa de los grupos afrodescendientes. Hoy, 70 años después de la llegada a Esmeraldas, el Consejo General ha enviado un mensaje a los misioneros combonianos que trabajan en Ecuador, que publicamos a continuación. (En la foto, Mons. Eugenio Arellano, obispo emérito de Esmeraldas).

Mensaje del Consejo General

Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza;
denle gracias, alaben su nombre.
” (Salmo 100,4)

Queridos Cohermanos,
reciban nuestro saludo fraterno en esta memorable celebración del 70 aniversario de nuestra llegada a las hermosas tierras de Esmeraldas en Ecuador.

Ha sido un largo y fructífero camino de presencia misionera comboniana iniciado con una inspiración del Espíritu Santo, Quien a través de la invitación fraterna del Papa Pío XII invitó a los Misioneros Combonianos a tomar la misión de Esmeraldas.

La actividad pastoral en la Prefectura de Esmeraldas, iniciada bajo el liderazgo de Monseñor Angelo Barbisotti, ha sido siempre una oportunidad para servir al Señor, caminando con el pueblo de Dios en estrecha comunión con los pastores, que fueron también Misioneros Combonianos, Mons. Enrique Bartolucci y Mons. Ezequiel Eugenio Arellano. Particular atención en el servicio misionero se ha prestado siempre a las diversas zonas y etnias del Vicariato, especialmente afro e indígenas. Al estilo de San Daniel Comboni, nuestros misioneros se esforzaron siempre por hacer causa común con la gente. Por ello la pastoral afro nació en Esmeraldas y a partir de Esmeraldas se ha expandido a toda América Latina. El reconocimiento ofrecido por la Universidad Católica a nuestro cohermano P. Raffaello Savoia por su compromiso en el campo de la pastoral afro, atestigua que el corazón de Comboni sigue alimentando un gran amor y cuidado pastoral por los afros a través de sus misioneros.

La misión continúa y nuestra presencia actual en las parroquias de La Merced, de Borbón y de San Lorenzo son un signo claro de nuestro humilde servicio en el Vicariato. Renovamos nuestro compromiso de seguir trabajando junto a muchos laicos comprometidos que comparten con nosotros la pasión de San Daniel Comboni.

A toda la familia comboniana, a las personas que caminan con nosotros y al Vicario Apostólico Antonio Crameri, SSC, nuestra gratitud de corazón.

Que el Señor de la Misión siga concediendo a todos el don del Espíritu Santo en un renovado entusiasmo por la misión en el Vicariato de Esmeraldas.

Fraternalmente,
El Consejo General
Roma, 4 de junio 2025

comboni.org

Misioneras de la dignidad humana, sembradoras de paz

El pasado 12 de mayo fallecía en Santa María de los Cayapas (Ecuador) la Hna. Amparo Flores Torres,  misionera comboniana mexicana (en el centro de la foto). En su memoria publicamos este pequeño artículo de otra comboniana, la Hna. Gabriella Botani, en el que nos comparte la realidad de la misión en la que vivió y murió la Hna. Amparito.

comboniane.org

 “Madre”. Oí repetir esta palabra cientos de veces mientras visitaba la comunidad de las Hermanas Misioneras Combonianas en Santa María de los Cayapas. La comunidad de las Hermanas es un lugar de encuentro, un espacio para ser escuchado, para encontrar a alguien en quien confiar. A Santa María, en el río Cayapas, se llega en poco más de dos horas de canoa a motor. Las Hermanas Misioneras Combonianas llegaron aquí hace más de cincuenta años y desde entonces se dedican a la formación de la comunidad cristiana, formando líderes comunitarios como catequistas y diáconos permanentes, promoviendo la educación y la salud, y prestando especial atención a las mujeres. No lejos de la frontera con Colombia, la región está habitada por las comunidades indígenas del pueblo Chachi y afrodescendientes, que han vivido pacíficamente en este territorio durante cientos de años. Esta tierra es rica en agua, vegetación y minerales.  En este contexto, que hoy está profundamente marcado por la falta de oportunidades para los jóvenes, la contaminación de las aguas debido a la explotación ilegal de las minas, los combonianos continúan su presencia misionera privilegiando su compromiso con la pastoral educativa formal en la escuela: que acoge a alumnos de primaria y estudiantes hasta la graduación de bachillerato, con dos cursos superiores de perito agrícola e informático. En estas zonas de difícil acceso, el principal reto es ofrecer una escuela de calidad que permita a los alumnos acceder a estudios universitarios. Escuchar los sueños de los jóvenes de la escuela Santa María es maravilloso: Yo sueño con ser veterinaria, yo profesora de idiomas, yo azafata…. Y pensar que hasta hace unos años, los jóvenes de aquí no soñaban. Hay muchos alumnos de Santa María que han ido a la universidad, entre ellos muchos de los profesores de la escuela. Otros dos éxitos registró esta pequeña escuela en 2023/24: un alumno obtuvo el primer puesto como mejor estudiante de todas las universidades católicas del Ecuador; la escuela, por el curso de perito agrícola, ganó un importante premio por un proyecto que hizo autónoma a la ciudad de Santa María para la producción de esquejes de cacao, un cultivo particularmente apreciado en la región.

Estamos en el vicariato de ‘Esmeraldas’, que corresponde al distrito administrativo, cuya capital y sede episcopal lleva el mismo nombre del distrito. Llegué aquí bajando de los Andes ecuatorianos hacia la costa norte del país. Estamos en la “provincia verde esmeralda”, de ahí el nombre de esta región Esmeraldas. Aquí llegaron las Hermanas Misioneras Combonianas a mediados de los años cincuenta para colaborar con los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, a quienes el Papa Pío XII había confiado el vicariato.

Con vistas al océano Pacífico en la costa norte del país, hasta la frontera con Colombia, esta tierra está habitada por descendientes de africanos traídos a estas tierras como esclavos y por comunidades indígenas, que han coexistido pacíficamente durante siglos.

Desde sus inicios, los Padres, Hermanos y Hermanas Combonianos han recorrido el territorio en canoa, a pie, en coche y otros medios de transporte para organizar comunidades cristianas y formar catequistas, respetando la realidad cultural local. La familia comboniana ha marcado la formación de la Iglesia y la Sociedad en Esmeraldas: San Daniel Comboni es reconocido como el padre fundador de la Iglesia y las Misioneras y Misioneros como verdaderos testigos del Evangelio, mujeres y hombres comprometidos con el anuncio de la Palabra de Dios y la promoción del desarrollo humano integral, construyendo escuelas y centros de salud, e impulsando procesos para contrarrestar la discriminación que vive la población afrodescendiente. Hoy, las Hermanas Combonianas viven el gran desafío de la creciente violencia causada por la penetración de grupos armados y del narcotráfico en el territorio, continuando con el mismo compromiso y pasión. La presencia de las “Madres”, mujeres del Evangelio, es una presencia profética, testigos y sembradoras de paz.

Gabriella Botani, smc
Coordinación General de Misiones

I Asamblea internacional ECOPAX

Del 19 al 21 de enero de este año 2024 se encontraron 46 laicos de diversos lugares de México, Ecuador y Estados Unidos, comprometidos en la Misión Social de Paz inspirados en los principios misioneros de San Daniel Comboni.

El encuentro se realizó en la ciudad de Sahuayo Michoacán teniendo como sedes el Centro Cultural de Paz que anima ECOPAX-Sahuayo y el Seminario Misionero Comboniano del mismo lugar.

Este encuentro, organizado y animado por ECOPAX-Sahuayo tuvo como finalidad compartir experiencias, iniciativas y procesos de paz en los diferentes contextos en los que desarrollan esta misión social los animadores y animadoras de ECOPAX para fortalecerse y animarse mutuamente en esta tarea misionera en ámbito social que se siente cada vez más necesaria y urgente en todos los ámbitos de convivencia humana.

El encuentro terminó con la definición de compromisos y metas comunes para este año 2024 a nivel local e internacional. Se concluyó con la misa de acción de gracias en el seminario comboniano y una comida que ofrecieron las personas beneficiarias del Centro Cultural de Paz de Sahuayo y sus familias, como agradecimiento por los beneficios que reciben de ECOPAX.

Primer encuentro ECOPAX Internacional

Del 19 al 21 de enero de este año 2024 se encontrarán laicos de los Equipos Combonianos de Paz (ECOPAX) de diversos lugares de México, Ecuador y Estados Unidos, comprometidos en la Misión Social de Paz inspirados en los principios misioneros de San Daniel Comboni.

El encuentro se realizará en la ciudad de Sahuayo Michoacán teniendo como sedes el Centro Cultural de Paz que anima ECOPAX-Sahuayo y el Seminario Misionero Comboniano del mismo lugar.

Este encuentro, organizado y animado por ECOPAX-Sahuayo tiene como finalidad compartir experiencias, iniciativas y procesos de paz en los diferentes contextos en los que desarrollan esta misión social los animadores y animadoras de ECOPAX para fortalecerse y animarse mutuamente en esta tarea misionera en ámbito social que se siente cada vez más necesaria y urgente en todos los ámbitos de convivencia humana.