Dar a los refugiados esperanza para el futuro

El hermano Erich Fischneller recibe apoyo activo de muchos sectores para su labor de desarrollo en el campo de refugiados de Palorinya, en el norte de Uganda, en la frontera con Sudán. Recuerda con horror los acontecimientos de 2017.

Hermano Erich Fischler
Desde Palorinya, Uganda

Fueron días malos cuando nuestra misión en Lomin (Sudán del Sur) fue atacada. Durante muchos años nos esforzamos mucho en construir una misión próspera allí con una nueva iglesia, talleres y una serie de instituciones sociales. El ataque rebelde nos golpeó como un rayo caído del cielo. Fue más que terrible. Muchos, incluidos algunos de mis amigos y confidentes, fueron asesinados. Proporcioné todos nuestros vehículos para escapar a la cercana Uganda y luego escapé yo mismo. Las cosas se complicaron, pero muchos se salvaron. Desde finales de 2017 hasta principios de 2018, llevamos a personas a un lugar seguro en Uganda. En aquel entonces, evacuamos a la gente de la zona de guerra día y noche en tres coches durante cuatro semanas. Nunca habrían llegado a pie. Hubo que reunirlos desde muchos lugares diferentes y transportarlos en nuestros coches: los ancianos, los que tenían problemas en los pies, las mujeres y los niños no podían quedarse atrás.

Hno. Erich Filehner, en el campo de refugiados de Palorinya, en el norte de Uganda, en la frontera con Sudán.

Escribo estas líneas desde el enorme campo de refugiados de Palorinya, que ahora se ha convertido en hogar para mi pueblo y también para mí. La gente aquí tiene espacio suficiente para construir sus chozas y campos en los que pueden cultivar algunas cosas esenciales. Sin embargo, todavía dependemos de la ayuda exterior. Sigue siendo una batalla constante por la supervivencia. Cada día tengo que asegurarme, junto con otros, de que aquí todo funcione, de que la gente tenga suficiente para comer y, sobre todo, de que esté garantizado el suministro de combustible diésel necesario para el funcionamiento de los generadores. La electricidad que generan la necesitamos principalmente para nuestros distintos talleres.

Hemos comenzado a dar a los jóvenes refugiados una perspectiva de futuro dándoles la oportunidad de recibir formación profesional. Por eso hemos creado varios talleres donde los jóvenes pueden aprender los oficios relevantes de carpintería, metalurgia y panificación. También formamos a electricistas y ofrecemos cursos de informática, y tenemos una granja relativamente grande con ganado, cultivos y hortalizas. Nuestro objetivo a largo plazo es construir algo así como una granja modelo donde los agricultores de los alrededores también puedan aprender cómo pueden mejorar su propia agricultura. Todo esto debería ser una verdadera ayuda para la autopromoción.

Nuestros talleres ya no son sólo empresas de formación, sino que también se han convertido en instalaciones de producción para todo el norte de Uganda. Es impresionante lo que ha ocurrido en los últimos cinco años desde la huida de Sudán. De este modo, el proyecto ya puede mantenerse parcialmente a flote. Sin embargo, todavía dependemos de la contribución de las organizaciones de ayuda, con las que a menudo no podemos contar de forma constante. A menudo todavía tenemos que buscar por nosotros mismos de dónde obtener los fondos. Dado que el gobierno de Uganda ha suspendido la ayuda alimentaria, vuelve a haber hambre en el campo y la gente viene a nosotros todos los días pidiendo ayuda.

El gobierno quiere obligar a la gente a regresar a su antigua patria en Sudán del Sur. Sin embargo, las personas que hacen esto suelen dejar a sus ancianos y niños en los campos.

Las perspectivas de futuro de quienes se aventuran a regresar no son nada buenas. Otros ahora han tomado posesión de las tierras que tuvieron que dejar atrás. Naturalmente, existen grandes discrepancias. Hay muchas discusiones y conflictos. No está claro quién recibe qué tierra y cuánta tierra se otorga a quienes regresan a casa. Medio millón de refugiados del norte de Uganda han regresado ya a su antigua patria.

Aquí en la parroquia vivo con tres hermanos africanos que no reciben donaciones de su tierra natal. Desde que murió repentinamente un hermano de México que trabajaba con nosotros, ya no hemos recibido ninguna ayuda de su provincia de origen. También tenemos que mirar qué recursos financieros podemos utilizar para mantener el trabajo pastoral.

A pesar de los numerosos problemas a los que nos enfrentamos a diario, nuestra gente todavía parece muy motivada. No quieren darse por vencidos. Esto también es alentador para nosotros. Cuando les pregunto cómo están, no se quejan, sino que expresan su gratitud por seguir vivos. Pero si luego haces más preguntas, entonces sale a la luz todo el sufrimiento y la tristeza por la muerte de muchos de sus familiares. Pero todos quieren volver a su antiguo hogar en Sudán del Sur.

Cuando miro hacia atrás en los últimos años, el pensamiento de la ayuda que pude brindar a muchas personas me llena de profunda alegría y gratitud interior. Pude ayudar a miles de personas a escapar y ahora puedo brindarles a muchas un futuro mejor a través de la capacitación que les ofrecemos. Pude experimentar la protección y guía de Dios en todo lo que pude hacer como misionero.

Comboni.org

“Dios escuchó nuestras oraciones”. Nueva Diócesis de Bentiu, en Sudán del Sur

“Estamos alegres porque Dios escuchó nuestras oraciones y nos bendijo con una nueva diócesis y un obispo nuevo”. La alegría y acción de gracias caracterizaron la creación de la nueva Diócesis de Bentiu y la instalación de su primer obispo, monseñor Christian Carlassare, que es un misionero comboniano.

P. Fernando González GatKuoth
Desde Bentiu, Sudán del Sur

La fiesta comenzó el jueves 8 de agosto cuando monseñor Carlassare llegó al aeropuerto de Rubkona (cercano a Bentiu). Fue recibido por una delegación compuesta por representantes de la Iglesia y del gobierno del Unity State. El prelado llegó acompañado por el obispo de Malakal monseñor Stephen Nyodho Ador Majwak, el P. John Malou Beny, vicario general de la Diócesis de Rumbek, el padre Fernando González Galarza, secretario general de la misión de los misioneros combonianos del Corazón de Jesús, que representó al Superior General, el P. Tesfaye Tadesse Gebresilasie, y una docena de sacerdotes de la nueva Diócesis de Bentiu, de la Diócesis de la Malakal y de la Diócesis de Rumbek. La ceremonia de bienvenida en el aeropuerto fue breve y muy festiva: cantos, danzas, saludos, regalos y símbolos de bienvenida.

La caravana comenzó su peregrinación hacia Bentiu. En primer lugar, se dirigió a la misión de Yoynyang, fundada en 1925 por los misioneros combonianos y dedicada a Nuestra Señora del Rosario. Es la primera misión en la historia de la nueva Diócesis de Bentiu. Monseñor Stephen Nyodho explicó a la multitud que el objetivo de su visita era la inauguración de la nueva Diócesis de Bentiu creada por su santidad el Papa Francisco y para acompañar a monseñor Christian Carlassare en su nueva misión como primer obispo de la diócesis naciente e invitó a todos a recibir con alegría su nuevo pastor y a trabajar junto con él. A su vez monseñor Carlassare se dirigió a la multitud y manifestó su disponibilidad y alegría en llevar adelante esta nueva misión que el Papa Francisco le encomendó e invitó a todos a formar una sola familia en la Iglesia, en comunión Cristo. La multitud acompañó las palabras de ambos obispos con aplausos, cantos, gritos de júbilo y danzas.

El camino rumbo a Bentiu continuó con una multitud que era cada vez mayor ya que en las calles se unía más gente a la marcha. Todos vestían los uniformes coloridos representativos de sus parroquias y grupos parroquiales (Legión de María, coros, etc.) y portaban su bandera o estandarte que los representaba. Finalmente, entre cantos y danzas, la comitiva y la multitud que los acompañaba llegaron a la parroquia de Bentiu, dedicada a san Martín de Porres. Varios coros y grupos parroquiales ya los esperaban.

El obispo Stephen Nyodho informó que acompañaba al obispo Christian Carlassare para la inauguración de la nueva Diócesis de Bentiu, entregarle su nueva oficina y presentarlo al pueblo de Dios como su nuevo pastor. El obispo Christian dijo que promoverá la paz y la unidad en toda la diócesis. También agradeció la afectuosa recepción en la que participaron miles de personas. El vicegobernador James Tor Tungwar dio la bienvenida al nuevo obispo: “Nosotros, el gobierno del Unity State, le damos la bienvenida y esperamos un periodo de paz y unidad”. La bienvenida terminó y fue animada por cantos de diversos coros y gritos de júbilo de las mujeres.

El 10 de agosto, por la tarde, víspera de la gran celebración, llovió alrededor de tres horas. La gente interpretó esta tormenta como signo de que Dios bendecía al pueblo católico del Unity State con una nueva diócesis y un nuevo obispo, confirmando así, que había escuchado sus oraciones y que a través de la nueva diócesis seguirá derramando bendiciones abundantes sobre ellos. Además, el Unity State está también estrenando un gobernador nuevo, que es católico. En la cultura del pueblo nuer la lluvia es siempre una bendición, aunque en ocasiones causa desastres.

El día tan esperado llegó: el 11 de agosto de 2024, marcó no sólo la historia de la Iglesia en Sudán del Sur, sino también la historia del país, porque el nacimiento de una nueva diócesis tiene repercusiones positivas más allá del pueblo católico, más allá de la Iglesia. La celebración eucarística se realizó en el terreno que el gobierno del Unity State regaló a la diócesis para que ahí se construya la catedral, la casa del obispo y otros edificios necesarios para el buen funcionamiento de la naciente diócesis.

Antes de iniciar la celebración eucarística se leyeron y mostraron al pueblo de Dios las bulas papales de la creación de la Diócesis de Bentiu y el nombramiento de monseñor Christian Carlassare como primer obispo. Él, también, hizo la Profesión de Fe y el Juramento de Fidelidad a la Iglesia. Presidió la celebración eucarística como obispo titular de la nueva diócesis. Participaron varios lideres de la Iglesia de Sudán del Sur, entre ellos: su eminencia Stephen Cardenal Martin Ameyu, arzobispo de Juba y el obispo de Malakal, Mons. Stephen Nyodho Ador Majwak, junto con otros obispos. Participaron también prominentes miembros del gobierno del país y del Unity State, entre ellos: la ministra de Asuntos Internos: Angelina Teny, que es católica, y el gobernador del Unity State: Justice Riek Bim.

En su homilía, monseñor Carlassare exhortó a todos los fieles católicos a trabajar en comunión con él para construir juntos esta nueva diócesis y ser una sola familia en Cristo Jesús. A su vez, el cardenal Stephen Martin Ameyu reconoció la fortaleza en la fe, la resiliencia del pueblo católico al enfrentar grandes retos y conflictos, y su perseverancia en la oración que se han visto coronados con esta nueva diócesis. Por su parte, monseñor Stephen Nyodho Ador Majwak señaló que la creación de una nueva diócesis no es una división, por el contrario, fortalece la presencia y el servicio de la Iglesia al pueblo de Dios. Tanto la ministra de asuntos internos Angelina Teny y el gobernador del Unity State prometieron la colaboración del gobierno nacional y estatal en el crecimiento y desarrollo de la Diócesis de Bentiu. La ceremonia que duró tres horas estuvo animada por diversos coros, grupos de danza litúrgica y equipos de liturgia de varias parroquias.

Por la tarde, monseñor Carlassare convivió con fieles de las diversas parroquias de la Diócesis de Bentiu y representantes de algunas parroquias de las diócesis vecinas de MalaKal y Rumbek. El obispo recibió una gran variedad de regalos: grandes toros, borregos, cabras, ropas, collares de chaquira y tantas otras cosas más según la creatividad de cada comunidad cristiana. Cada delegación presentó su regalo entonando un canto y realizando una danza. Fue el primer encuentro informal entre el nuevo pastor y su rebaño. Un momento marcado por la familiaridad, la cercanía, la alegría, la fe, la generosidad y la esperanza de que Dios está creando cosas nuevas y que Dios seguirá derramando bendiciones abundantes sobres su pueblo amado a través de la Diócesis de Bentiu y de su primer pastor el obispo Christian Carlassare.

Las celebraciones por la nueva diócesis y nuevo obispo terminaron el 12 de agosto cuando monseñor Carlassare celebró una Misa de acción de gracias a Dios. También agradeció a quienes colaboraron en la organización y realización de todos los eventos realizados. Las autoridades eclesiásticas ya habían regresado a Juba, la capital del Sudán del Sur. El nuevo obispo estuvo acompañado por su clero, representantes de los diferentes ministerios de las diversas parroquias, algunos sacerdotes de las diócesis de Malakal y Rumbek, el vicario general de la diócesis de Rumbek P. John Malou Beny y el P. Fernando González Galarza, representante de los misioneros combonianos. Participaron también por parte del gobierno: la ministra de Asuntos Internos, Angelina Teny, y el gobernador del Unity State, Justice Riek Bim. En su mensaje, el gobernador dijo que trabajará junto con el obispo por la paz, la reconciliación y la unidad dentro de la diócesis, pero también con las diócesis y estados vecinos. El P. Fernando leyó el mensaje que el P. Tesfaye Tadesse Gebresilasie, Superior General de los misioneros combonianos, envió a monseñor Carlassare, en el cual lo felicitaba por su nombramiento y le manifestó que el Consejo General y los misioneros combonianos lo tendrán siempre presentes en sus oraciones y que colaborarán con él. La celebración litúrgica fue animada por los coros y grupos de danza litúrgica de la parroquia de San José Obrero, de la cual el padre Fernando fue párroco durante 14 años.

Todo lo vivido en estos días se puede resumir en cuatro palabras: Agradecimiento, Fe, Alegría y Esperanza. 

Agradecimiento: Todas las celebraciones fueron de agradecimiento a Dios por los dos grandes regalos que dio a su pueblo amado: una nueva diócesis y un nuevo obispo, a través de los cuales seguirá bendiciendo esta porción de su amado rebaño. 

Fe: Todos en la Diócesis de Bentiu creen firmemente que Dios escuchó sus oraciones, vio su situación, escuchó sus lamentos y, como en el pasado mandó a Moisés a liberar a su pueblo, a este pueblo que clamó a él, le da una diócesis y un pastor que los guíe por los senderos de la vida. 

Alegría: Todas las celebraciones litúrgicas y no litúrgicas se celebraron en un ambiente festivo al ritmo de los tambores, los cantos, las danzas, los gritos de júbilo. La mejor manera que el pueblo católico de la diócesis tiene para expresar su gratitud a Dios y su alegría por los dones recibidos es cantar, bailar, alabar y gritar de gozo por lo maravilloso que Dios ha estado con ellos. 

Esperanza: Todo nuevo inicio es un motivo de esperanza. Si todo se inicia con confianza en Dios, agradecimiento por los dones recibidos y la decisión de trabajar juntos por el bien común, el futuro no sólo se ve prometedor, más bien se confía que estará lleno de las bendiciones de Dios y, además, la labor evangelizadora del obispo, sus agentes pastorales y los fieles católico producirá muchos frutos de vida.

Mons. Carlassare, nuevo obispo de Bentiu, en Sudán del Sur

La Santa Sede hizo público el 3 de julio la creación de la nueva diócesis de Bentiu, en Sudán del Sur y el nombramiento de Mons. Christian Carlassare, misionero comboniano, como su nuevo obispo.

La nueva diócesis de Bentiu nace por desmembramiento de la Diócesis de Malakal y se convierte en una de las diócesis sufragáneas de la Arquidiócesis de Juba, la única sede metropolitana del país que obtuvo su independencia de Sudán en julio de 2011. Tiene un área de 37.836 kilómetros cuadrados y una población de 1.131.886 habitantes de los cuales 621.643 son fieles católicos, lo que representa el 54,92% de la población total del territorio de la diócesis.

Mons. Carlassare, su nuevo obispo, era hasta ahora obispo de Rumbek. En abril de 2021 había sido tiroteado cuando se conoció su nombramiento episcopal, lo que obligó a retrasar la ceremonia de su consagración. Apenas dos años después de haber sido consagrado obispo, el Papa le confía una nueva diócesis, en este caso de nueva creación. El joven obispo comboniano seguirá pastoreando también la diócesis de Rumbek como administrador apostólico, hasta que el Papa nombre un nuevo obispo.

Hno. Andrés Gaspar: «Mostrar a Cristo a través de nuestras obras»

El hermano Andrés Gaspar Abarca es un misionero comboniano originario de Chilpancingo, Guerrero, enfermero de profesión. Lleva más de 15 años en Sudán del Sur, trabajando en el hospital de Mapuordit, en el estado de Lagos, en el centro del país. Aprovechando sus vacaciones en México, le pedimos que nos hablara un poco de este pequeño país africano y nos compartiera su experiencia misionera.

Entrevistó: P. Ismael Piñón, mccj

–¿Cómo está ahora la situación en Sudán del Sur?

En este momento la situación política es estable, porque las dos etnias enfrentadas, los dinka y los nuer, llegaron a un acuerdo, pero siempre vivimos con incertidumbre, porque en cualquier momento puede estallar de nuevo el conflicto, ya que ninguno de los dos quiere ceder. Por otra parte, la guerra en Sudán nos ha afectado mucho; la gente que es del sur y estaba en el norte ha regresado. También nos afecta a nivel económico, porque mucha mercancía venía de Sudán, y ahora tenemos mucha escasez de suministros. Existe un acuerdo con China sobre el petróleo, pero ahora escasea y la devaluación de la moneda nacional es muy grande. En tiempos de la independencia, un dólar costaba dos libras sursudanesas, ahora un dólar cuesta mil 700 libras.

Yo trabajo en una región dinka. La situación conflictiva ahora está un poquito mejor, aunque entre ellos mismos sigue habiendo divisiones. Hace unos años aún era común ver a la gente con armas. En Mapuordit, donde estoy, salías a la calle y veías a toda la gente con armas. Los asaltos eran muy frecuentes, yo fui asaltado dos veces; una de ellas nos dispararon, pero gracias a Dios salimos vivos, aunque un padre fue herido. A veces me preguntaba, «¿qué hago aquí?». Hace unos dos años cambiaron al gobernador y llegó uno muy rígido que ordenó matar a los delincuentes. Eso hizo que haya menos asaltos. Para mí vivir esos momentos de conflicto fue bastante difícil. Al menos con la llegada del nuevo gobernador todos esos conflictos cesaron y ahora vivimos con cierta tranquilidad, aunque la gente sigue sufriendo por la situación económica.

¿Y en el campo sanitario?

–Todavía tenemos que trabajar mucho en la concientización de la gente en lo que se refiere a la prevención. Por ejemplo, no comprenden ni aceptan la cuestión de las vacunas, especialmente a los niños. Estamos intentando hacer una profilaxis contra la malaria, pero no lo entienden ni lo aceptan. A parte de eso, el gobierno invierte muy poco en sanidad y en educación. La mayor parte del dinero lo gasta en armamento.

En el hospital de Mapuordit se pide a la gente que pague sólo un dólar por la consulta, los análisis y las medicinas; pero evidentemente eso no cubre los gastos del hospital, que son cubiertos en su mayor parte por la diócesis y los combonianos. Hay un acuerdo con el gobierno por el que la diócesis cubre el 60 por ciento de los gastos y los combonianos contribuimos con un 30 por ciento gracias a las donaciones que recibimos. El gobierno debería cubrir el 25 por ciento de los salarios y contribuir también con medicinas, pero ahora, con la devaluación, apenas llega al 5 por ciento, el resto lo deben pagar la diócesis y los combonianos. Por eso la gente tiene muy poca confianza en las autoridades; ya no sólo en el campo de la salud, sino también en la educación, incluso los militares tienen salarios insuficientes. Por miedo, nadie protesta contra estas situaciones.

–Con todas estas dificultades, ¿dónde encuentras la fuerza y la motivación para aguantar y mantenerte ahí?

Yo siempre tengo esperanza. Cuando llegué a Mapuordit todavía era Sudán, aún no se había declarado la independencia de Sudán del Sur. Ya se había hecho el referéndum y la situación estaba bastante tranquila. Fue una época muy bonita para mí. Venían muchas personas al hospital y era muy gratificante ayudar y estar con la gente. Por desgracia todo cambió después de la independencia, cuando estalló el conflicto armado entre las dos etnias, especialmente en 2015. Todo el mundo andaba armado. En ese tiempo, me dije que ya me regresaría para México, pero aguanté. Ayudar a la gente es lo que me hacía sentir mejor. Ahí vivíamos con la esperanza de que algún día volvería la paz. Con la llegada del nuevo gobernador y sus métodos autoritarios, volvió la paz y la gente viene de muchas partes del país para ser curada en el hospital.

–¿Cómo vives tu vocación misionera de Hermano en este campo de la salud?

Trato de vivir con esperanza y dar buen ejemplo. La gente se da cuenta. En los tiempos de conflicto, muchos voluntarios se fueron porque no querían arriesgar sus vidas. Nosotros, sin embargo, decidimos quedarnos para seguir trabajando por la gente. Mostrar a Cristo a través de nuestras obras, de nuestro trabajo, a veces no es fácil, pero hacemos el esfuerzo de ayudar y decimos a la gente que no somos nosotros los que estamos ayudando, sino que es Cristo quien nos envía para ayudarles; eso es lo que nos ha dado la fuerza para trabajar como Hermanos.

–¿Qué le dirías a tus paisanos mexicanos?

En primer lugar, que sigan rezando por Sudán del Sur, porque estamos aún muy lejos de la paz y esperamos llegue pronto, además, que se estabilice la situación económica para que la gente ya no sufra más. Les diría también que sigan haciendo oración por nosotros y que no dejen de apoyar a la misión, también materialmente, porque cuando lo hacen están apoyando nuestro trabajo y ayudando a la gente. Y si hay alguno que es médico o enfermero y quiere venir como voluntario, el hospital está abierto y da la bienvenida a quien quiera venir a colaborar. Allá lo esperamos.

Construyendo la Iglesia del mañana

El misionero comboniano congoleño P. Emmanuel Denima Darama enseña filosofía en el seminario mayor de Juba. Comparte con nosotros sus diez años de docencia. “La filosofía nos ayuda a pensar y dota a nuestros alumnos de un espíritu crítico que les ayuda a liberarse del sentimentalismo”, afirma. (En la imagen, el P. Emmanuel, a la izquierda con un joven sacerdote)

Por: P. Emmanuel Denima, mccj

Mi misión es enseñar filosofía en el Seminario Mayor St. Paul en Juba, una institución que los Misioneros Combonianos ayudaron a fundar. Damos la bienvenida a seminaristas de las siete diócesis de Sudán del Sur y dos de Sudán. Los dos países forman una única conferencia episcopal y este es su único seminario. Aunque durante un tiempo el seminario se trasladó a Jartum debido a la guerra, en 2011, tras la independencia de Sudán del Sur, regresó a Juba, su ubicación original.

Me resultó difícil aceptar este puesto docente, para el que fui designado en 2014. Mi deseo era regresar a algunas de las parroquias sudanesas donde años antes había realizado un gratificante servicio pastoral. La tarea de enseñar no es tan gratificante porque requiere mucha preparación, pero poco a poco fui descubriendo la importancia de lo que hago.

La filosofía nos ayuda a pensar y dota a nuestros alumnos de un espíritu crítico que les ayuda a liberarse del sentimentalismo.

Siento que mi servicio es cien por cien misionero porque trabajo para construir la Iglesia del mañana. No vivo en el seminario sino en la comunidad de Moroyok, donde acompaño a jóvenes aspirantes a misioneros combonianos.

El seminario está ubicado a 13 kilómetros de nuestra casa y voy allí de lunes a viernes para dar las clases. Un equipo de unos ocho sacerdotes diocesanos procedentes de diferentes partes del país gestionan el instituto y el acompañamiento formativo de los seminaristas. Todos son residentes. El año escolar comienza en marzo y termina en diciembre. Este año tenemos alrededor de 150 seminaristas con tres años de filosofía y cuatro de teología.

Uno de los problemas más graves que tenemos es el bajo nivel educativo de los estudiantes y su escaso conocimiento del inglés, que es el idioma que utilizamos para enseñar.

Además, todos nuestros estudiantes han experimentado directa o indirectamente la guerra y, en ocasiones, son un poco violentos. Sin embargo, el desafío fundamental que enfrentamos es el tribalismo, que es mucho más fuerte en Sudán del Sur que, por ejemplo, en mi país, la República Democrática del Congo.

La gente se identifica mucho con su etnia y los dinka, por ejemplo, consideran a los nuer como sus enemigos y viceversa. Desde su llegada al seminario, hemos intentado ayudar a los alumnos a conocerse mejor y mejorar sus relaciones interpersonales. Aunque en los primeros años siempre forman pequeños grupos, conviviendo juntos se dan cuenta de lo falsos que son los prejuicios étnicos y empiezan a hacer amigos. Esto es algo maravilloso de ver.

Otras dificultades a las que nos enfrentamos son los cortes de energía, la mala calidad de nuestra biblioteca, especialmente la de filosofía, o la desesperadamente lenta conexión a Internet. Otro problema que genera preocupación es el elevado número de abandonos escolares en los últimos años de la escuela. Cuando los seminaristas tienen una educación sólida, en lugar de servir a la Iglesia, algunos tienden a buscar trabajo en una ONG u organización internacional que les pague bien. Gracias al apoyo de la Santa Sede y de algunas organizaciones internacionales, el seminario cuenta con buenas instalaciones y todos los estudiantes de teología tienen sus propias habitaciones.

Llevo diez años en Juba, por lo que algunos de mis antiguos alumnos son sacerdotes o diáconos que trabajan en sus diócesis. Esto me da una gran satisfacción porque veo que mis esfuerzos están dando frutos para el bien de la Iglesia.

Jóvenes de Rumbek peregrinan por la paz

Por: Agnes Aineah, ACI África
Fotos: Diócesis de Rumbek

Crédito: ACI África

Jóvenes de la diócesis católica de Rumbek, en Sudán del Sur, caminaron de Rumbek a Tonj, unos 125 kilómetros, en una peregrinación de siete días que iniciaron el domingo 7 de enero para sensibilizar a las comunidades de la nación centro-oriental africana sobre la necesidad de la paz.

Procedentes de las 17 parroquias católicas de la diócesis sursudanesa, los 96 jóvenes, a los que se han unido algunos sacerdotes, así como religiosas y religiosos que sirven en la diócesis, han estado haciendo caminatas de cinco horas por la mañana y pasando las horas de la tarde participando en las actividades de las comunidades donde son acogidos. Su objetivo es demostrar a los miembros de las comunidades locales a lo largo del camino, y donde son acogidos, la importancia de vivir en comunión unos con otros, ha dicho a ACI África el Ordinario Local de la Diócesis de Rumbek, Mons. Christian Carlassare. El Obispo Carlassare habló con ACI África el martes 9 de enero, tercer día de la peregrinación por la paz. Los peregrinos ya habían estado en al menos cuatro parroquias, atrayendo más participación en la peregrinación a lo largo del camino.

Comenzaron marchando por las calles de Rumbek, en el Estado de los Lagos de Sudán del Sur, pasando por las cuatro parroquias del municipio de Rumbek, y terminando en la escuela primaria y secundaria de Loreto Rumbek, donde pasaron la primera noche. Desde Loreto, se dirigieron a Abiriu, una localidad a unos 30 kilómetros de Rumbek donde los jóvenes tuvieron “una maravillosa experiencia ecuménica”, dijo el obispo Carlassare.”Una Iglesia protestante de Abiriu nos acogió en su seno”, recordó la experiencia del lunes 8 de enero. Y añadió refiriéndose al Instituto de Formación del Profesorado Mazzolari de Cueibet, dirigido por miembros de la Compañía de Jesús (jesuitas): “Ahora estamos en un instituto de formación del profesorado dirigido por los jesuitas. Iremos a muchas otras parroquias y esperamos visitar muchas capillas y comunidades”. Y continuó: “La respuesta ha sido muy alentadora. En total, somos unas 100 personas en marcha. Sin embargo, estamos unidos espiritualmente por todos en nuestra Diócesis y en las comunidades donde somos acogidos a lo largo de nuestro viaje.”

El obispo Carlassare dijo que la intención de la peregrinación por la paz ha sido reunir a jóvenes de diferentes parroquias e instituciones de la diócesis de Rumbek para tener una experiencia de viaje juntos, conocerse y hacer comunión unos con otros. Organizada bajo el lema “Sed semillas de esperanza”, la peregrinación se guía por el mensaje que el Papa Francisco pronunció en su peregrinación de paz a Sudán del Sur en febrero de 2023.

El 9 de enero, los peregrinos meditaron sobre dos palabras clave relacionadas con el tema del día, “Viajar”, a saber, “Memoria y compromiso: recordar las huellas de quienes nos han precedido con un buen ejemplo para alcanzar el objetivo común de la comunión” y “comprometernos hacia la unidad y el amor”, publicó uno de los peregrinos en el muro de WhatsApp de la diócesis de Rumbek.

El peregrino continuó: “Predicando el Evangelio de Cristo para llegar a los miembros de nuestra familia y hermanos y hermanas y hacer la obra de Caridad y ser compasivos unos con otros aceptando el sufrimiento de cada uno de nosotros para la gloria de Dios y para dar testimonio de Jesucristo.”

En la entrevista del 9 de enero con ACI África, el obispo Carlassare dijo: “Nuestro tema viene de la llamada del Papa Francisco el año pasado para que seamos ‘semillas de esperanza'”.

Añadió que la peregrinación se inspiró en el Santo Padre, que se refirió a sí mismo como un “Peregrino de la paz” cuando visitó Sudán del Sur. “Estamos haciendo una peregrinación que es una experiencia de oración, un sentimiento de estar en contacto con Dios y con los demás y de comprender la llamada que hemos recibido”, dijo el obispo Carlassare, y añadió: “La segunda palabra es ‘caminar’, que implica un movimiento en el que tenemos que ser activos en la paz que tanto deseamos. La última palabra es caminar y eso significa no quedarnos estancados en nuestros propios lugares”.

El líder de la Iglesia Católica, que comenzó su ministerio sacerdotal en Sudán del Sur en la diócesis católica de Malakal en 2005, dijo además a ACI África: “Sentimos que estamos llamados a ser peregrinos junto con el Papa Francisco”.

“Tenemos que continuar el viaje cada año. Nuestros jóvenes se reúnen para rezar y compartir nuestra esperanza. La esperanza de una paz en la que la juventud deje de estar manipulada por quienes detentan el poder. No queremos ver a la juventud marchando por las calles con armas dispuesta a la violencia. Queremos ver a los jóvenes capaces de cambiar el curso de la historia”, dijo el obispo Carlassare.

El miércoles 10 de enero, cuarto día de la peregrinación, los peregrinos se embarcaron en una caminata de 21 kilómetros, de Cueibet a Angrial. “Seguimos contemplando el mensaje del Papa Francisco de ser Semillas de Esperanza que en un futuro producirán un fruto”, compartió uno de los peregrinos en el muro de WhatsApp de la Diócesis. Antes de la peregrinación, el 7 de enero, fiesta de la Epifanía, el obispo Carlassare compartió este poema y reflexión, que concluyó con su oración de peregrinación:

¿Por qué estás tan confundido, Herodes?
¿Por qué temes al Señor que viene?
Él no derriba ningún reino humano.
El que abre la puerta al reino de Dios. Así puedes acabar enterrado bajo tu palacio
Mientras que los Reyes sabios dejaron sus palacios de antaño
Por algo mejor que la mirra, el incienso y el oro.
No se pusieron en camino a causa de la estrella.
Sino que vieron la estrella porque comenzaron a caminar
una peregrinación de toda la vida junto a todo tipo de personas.
Siempre dispuestos a acoger sueños de amor fraterno
Siempre dispuestos a abrir nuevos caminos de esperanza
Para encontrar al Señor de la Vida en cada pobre choza
De cada nuevo Belén.

Que los jóvenes de Rumbek tengan una peregrinación de paz bendecida y fructífera, ya que comienza hoy y les llevará a encontrarse con varias comunidades hasta llegar a Tonj el domingo 14 de enero.