Llamados a soñar y responder generosamente

Los años 60s, 70s y 80s se caracterizaron en la historia por los innumerables movimientos juveniles de todos los ámbitos que pretendían cambiar el mundo, ya fuera por medio de la cultura, la religión, la educación, la economía, etcétera. Un mundo marcado por una transformación sociocultural, avances tecnológicos, cambios de modelos políticos… Por ello, en diversos puntos del planeta emergía una juventud que soñaba, casi de manera utópica, un mundo mejor.

Por: P. Wédipo Paixão, mccj

Muchas de las conquistas en el campo de los derechos humanos se deben a esos movimientos. Obviamente, no podemos mirar el pasado y querer hacer lo mismo, porque el contexto histórico es otro, aunque hay asuntos que permanecen iguales. Lo que sí podemos, es preguntarnos: ¿Los jóvenes perdieron la capacidad de soñar? ¿Ya no tienen esperanza en un mundo mejor? ¿Dónde están nuestros movimientos juveniles católicos?

Los jóvenes siguen soñando, y muchos temen «lanzarse» para concretar sus proyectos. Muchas veces, porque la misma sociedad «vende» una idea de vida perfecta, donde no hay dolor ni fracasos, donde todos son «fuertes y bien dotados»; además de mantener los patrones de «cuerpo perfecto y de belleza».

¿Cuántos jóvenes (y no tan jóvenes) se sacrifican para corresponder a esos falsos «ideales» y experimentan inseguridad, vacío y frustración? La vida y los sueños «aterrizan» en la realidad, donde nos descubrimos seres humanos creados a imagen y semejanza de Dios, y donde estamos llamados para amarnos.

Por ello, podemos entender al joven rico del que nos habla el evangelio de san Lucas. Él cumplía con todos los preceptos y, al acercarse a Jesús para preguntarle qué más podía hacer para ganar la vida eterna, la respuesta fue: «Vende todo, reparte al pobre, ven y sígueme» (Lc 18,30). Al joven le faltó la capacidad de desprenderse y dejar libremente la zona de confort para descubrir y experimentar una vida con sentido, con una meta orientada hacia la construcción del Reino, junto al Maestro.

La actualidad, como otras épocas, tiene sus propios desafíos y dificultades, pero también posibilidades que nos invitan a proyectar un mejor futuro. Aquí entra el papel fundamental de la fe en nuestra existencia, pues por medio de ella entramos en comunión con Jesús, que renueva nuestros sentidos: ver, oír, hablar y sentir a partir del Evangelio, es decir, de la Buena Noticia del Reino de Dios.

Este Año Jubilar nos da la oportunidad de experimentar con mayor intensidad nuestra fe, y hacer un profundo discernimiento sobre el llamado que el Señor nos hace. Como peregrinos y mensajeros de esperanza estamos invitados a salir al encuentro de quienes nos necesitan.

La vocación, ese llamado del Señor para «cada uno en el mundo de hoy», es gracia; es un «don gratuito» que, al mismo tiempo, es un compromiso para ponerse en camino, para salir y llevar el Evangelio; una tarea que es «fuente de vida nueva y de alegría verdadera», como lo recordó el papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de 2023.

Estamos invitados a generar iniciativas que refuercen la sensibilidad vocacional en las familias, en las comunidades parroquiales y en la vida consagrada, así como en las asociaciones y movimientos eclesiales. «Capaces –dice el Papa– de llevar la vida a todas partes, especialmente ahí donde hay exclusión y explotación, indigencia y muerte. Para que se dilaten los espacios del amor, y Dios reine cada vez más en este mundo».

Un llamado que pide abrirnos a Dios y a los demás: «Dios llama amando y, agradecidos, nosotros respondemos amando». Un llamado, aclara el Santo Padre, que «incluye el envío», porque «no hay vocación sin misión, y no hay felicidad y plena realización de uno mismo sin ofrecer a los demás la vida nueva que hemos encontrado».
El papa Francisco cita la exhortación apostólica Evangelii gaudium, en donde explica que todos los bautizados pueden decir: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo». Cada vocación específica se muestra plenamente con su propia verdad y riqueza, porque «la Iglesia es una sinfonía vocacional, con todas las vocaciones unidas y diversas, en armonía y a la vez “en salida” para irradiar en el mundo la vida nueva del Reino de Dios».

En nuestras familias, parroquias, escuelas y universidades hay muchos jóvenes creativos y generosos: «¡Que cada uno y cada una se sienta llamado y llamada a levantarse para ir sin demora, y con el corazón ferviente!».

Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2024

Las asociaciones Abowani y Okani, que trabajan con el pueblo baka en Camerún, han sido galardonadas con el Premio MUNDO NEGRO a la Fraternidad 2024. El acto de entrega tuvo lugar el pasado 1 de febrero en Madrid. Luc Ndeloua, presidente de la Asociación Abowani, y Timothée Emini, encargado de asuntos jurídicos y políticos de la Asociación Okani, recibieron el galardón durante el XXXVII Encuentro África, en el que se reflexionó sobre el tema «Los primeros. Pueblos indígenas de África hoy».

Abawoni y Okani

La Asociación Abowani fue fundada en 2007 en la localidad de Mintom, en la provincia del Sur gracias al programa «Acción de gestión duradera de los bosques integrando a las poblaciones pigmeas baka (AGEFO-Baka)», financiado por la Unión Europea. Okani nació un año antes en Bertoua, provincia del Este, impulsada por cinco comunidades pigmeas de la zona –Andom, Loussou, Nkolbikon, Mayos y Bonando– y con el apoyo del programa «Asociación por la autopromoción de las poblaciones del este de Camerún (APEC)», impulsado fundamentalmente por misioneros católicos. Además de contribuir a la elaboración de los estatutos y conseguir la legalización por parte del Estado, los programas AGEFO-Baka y APEC, con el apoyo de Inades-Formation Cameroun, organizaron talleres para que líderes bakas de diferentes comunidades se formasen en la gestión de este tipo de asociacionismo étnico. AGEFO-Baka y APEC llegaron a su fin, pero Abawoni y Okani han seguido adelante con sus actividades gracias al empeño de sus dirigentes, aunque condicionados por proyectos y apoyos financieros externos.

Timothée Emini
Luc Ndeloua

XXXVII Encuentro África

La primera jornada, el 1 de febrero, se desarrolló en la Sala de Exposiciones de los Misioneros Combonianos. Después de la presentación del Encuentro, a cargo del director de la revista MUNDO NEGRO, P. Enrique Bayo Mata, tuvo lugar un espacio para la reflexión con la conferencia «Pueblos y comunidades indígenas en África. Realidad y perspectivas de futuro», a cargo de la profesora María del Ángel Iglesias Vázquez, investigadora principal del Grupo de Investigación y Relevancia del Estatus y la Condición de Indígena, de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

A continuación, Chema Caballero, colaborador de MUNDO NEGRO y autor del libro Edjengui se ha dormido: Del victimismo al activismo de los pigmeos bakas, mantuvo un diálogo con los dos galardonados para conocer la realidad del pueblo baka y el trabajo que realizan las asociaciones Abowani y Okani. Como conclusión del acto, el provincial de los Misioneros Combonianos en España, P. Miguel Ángel Llamazares, hizo entrega del Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2024.

El domingo, 2 de febrero, a las 11:30 h tuvo lugar la clausura del Encuentro con la celebración eucarística en la parroquia de la Santísima Trinidad (Martínez Villergas, 8, MADRID), en la que participaron el coro parroquial Satri y el coro Karibu.

Misa de clausura en la parroquia Santísima Trinidad

Puede ver el encuentro completo en el canal de MUNDO NEGRO en YouTube.

«Donde el desierto florece». Campos de refugiados sudaneses en Chad

Texto y foto: Hno. Enrico Gonzales, mccj
Desde Abeché, Chad

Desde hace unos meses, Cáritas del Vicariato Apostólico de Mongo, en el noreste de Chad, interviene en los campos de refugiados sudaneses que han podido llegar al país, huyendo de una guerra fratricida que aún continúa. Desde el comienzo de esta crisis, el gobierno chadiano ha mantenido una política de apertura, de acogida del cerca de medio millón de refugiados que viven en esta zona semidesértica del país. Las razones de esta política de «puertas abiertas» son múltiples: proximidad étnico-religiosa (los sudaneses son todos musulmanes), lazos familiares y económicos (las minas de oro y otros metales preciosos que todos codician).

Estos campos de refugiados se encuentran en el territorio de la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús, confiada a los Misioneros Combonianos que, entre otras comunidades dispersas por el territorio, se ocupan de las pequeñas comunidades cristianas de dos pueblecitos al norte de la ciudad de Abéché. De una fase inicial de acogida y emergencia (proporcionándoles lo necesario para sobrevivir) -Cáritas y otras ONG internacionales que operan en la zona- se está pasando a otra de autosustento, de autodesarrollo, favoreciendo las intervenciones para mejorar el pastoreo y la agricultura.

En este sentido, nos gustaría informar de lo siguiente. Cáritas, al igual que otros agentes de la zona, ha favorecido un conjunto de iniciativas en las que la población local (a menudo propietarios de las tierras en las que se interviene) y grupos de mujeres sudanesas cultivan juntos, siguen y cosechan en parcelas convertidas en huertos (irrigados gracias a pozos utilizados para este fin así como al consumo de agua potable por parte de la población local y los refugiados) hortalizas, cebollas, tomates y una variedad de otros productos agrícolas destinados al consumo y al mercado tanto local como en la no muy lejana Abéché; especialmente cebollas.

La señora de la foto se llama Khaltouma Gibril. Es una de las animadoras de estos equipos mixtos (mujeres locales – mujeres sudanesas) que, gracias a su trabajo, han transformado estas parcelas, antaño áridas, en huertos verdes y productivos, tanto económicamente como en términos de salvaguarda de la dignidad de las mujeres implicadas en la gestión de los huertos. Khaltouma, como líder de uno de estos grupos, desempeña un papel de «puente»: al conocer la lengua local y las costumbres sociales, le resulta fácil relacionarse con sus hermanas sudanesas.

Es una pequeña historia positiva en una situación humanamente muy difícil (entorno geográfico hostil, escasez de agua, pobreza generalizada de la población local). Es significativo que tanto Cáritas como las ONGs allí presentes favorezcan una serie de intervenciones conjuntas en favor de la población local y de los refugiados. La sinergía así practicada parece ser positiva, favoreciendo la comprensión mutua, la dignidad de las mujeres (a menudo marginadas o peor), un trabajo que literalmente da sus frutos.

¿Hasta cuándo continuará esto? ¿Hasta cuándo permanecerán los refugiados sudaneses en esta zona del Chad? La historia nos dice que hasta que no se den las condiciones para un retorno pacífico al país, estas personas permanecerán donde están.

Un pequeño testimonio personal: en Abéché conocí a hijos y nietos de sudaneses que habían huido como consecuencia de la guerra de los años noventa. Cáritas está comprometida en este proceso de desarrollo y apoyo a la población local sudanesa de refugiados: puede hacerlo gracias a la solidaridad del movimiento internacional de Cáritas; Khaltouma y sus hermanas sudanesas están allí para dar testimonio -trabajando duro- de que es posible hacer florecer el desierto y la esperanza de una vida digna.

El autoritarismo puede cegar

Por: Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

Imagen: Darren Halstead (Unsplash)

HECHOS

Cuando un político asume el poder, al frente de una nación o en cualquier otra instancia, puede convertirse en un autoritario, que piensa que puede hacer lo que quiera, como cambiar leyes y ordenar acciones, sin tomar en cuenta a quienes le presentan otro punto de vista. Esto le puede pasar no sólo al nuevo Presidente de los Estados Unidos, que se cree el dueño del mundo, sino a cualquier otro. Lo hemos vivido en nuestro propio país, en diferentes sexenios. El gobernante en turno decide algo que le parece necesario, como algunas de las obras insignias de nuestro antecesor, con las que deseaba sacar al sur del país del atraso secular, pero sin considerar el impacto ambiental, la viabilidad, el costo y el beneficio real. Cuando alguien no se escucha más que a sí mismo, puede llegar a ser un dictador. Ejemplos sobran, en todos los tiempos y lugares.

Lo mismo puede pasar en nuestra iglesia. Alguien con un cargo como catequista, diácono, sacerdote u obispo, puede decidir sin escuchar ni a la comunidad ni a sus consejeros. Cierto que hay casos muy reservados en que, por respeto a las personas, no se pueden compartir las razones para tomar una decisión, como cuando se trata de suspender a un sacerdote del ejercicio de su ministerio. Divulgar las causas, dañaría gravemente su derecho a ser respetado en su interioridad. Pero estos casos son los menos, afortunadamente. La dimensión sinodal de la Iglesia, que el Papa está impulsando, es evitar precisamente el clericalismo, que es una forma de autoritarismo. Debemos escuchar lo más que sea posible y prudente, antes de tomar una decisión pastoral. No podemos renunciar a nuestra obligación de decidir, pero hemos de educarnos para hacerlo en la forma más comunitaria posible. Sin embargo, hay cuestiones definidas por Dios que no podemos cambiar, aunque grupos de presión nos critiquen por ello. Abortar está prohibido por ley divina y en esto no podemos ceder a presiones o críticas. Nadie tiene más autoridad que Dios, y El la ejerce en forma misericordiosa y respetuosa de la libertad humana.

Cuando, en una familia, uno de los padres es autoritario, no escucha a su pareja, ni a los hijos. Decide sin tomarlos en cuenta, sólo porque es quien manda. Y esto se puede contagiar en alguno de los hijos, como quien, por ser el mayor, se considera que tiene mucha autoridad, replicando los excesos de sus progenitores. Lo mismo puede suceder en la escuela, en la oficina, en la empresa, en el deporte, etc.

ILUMINACION

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice: “Necesitamos una política que piense con visión amplia y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis. Pienso en una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas.

Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, recuerdo que la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación y más aún en un proyecto común para la humanidad presente y futura.

La sociedad mundial tiene serias fallas estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas meramente ocasionales. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes. Sólo una sana política podría liderarlo, convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados. De esa manera, una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común puede abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos” (FT 177-179).

Y en cuanto a las migraciones, que es un asunto muy preocupante ahora con Donald Trump, quien, con una visión muy egoísta, cierra el corazón a tantas personas que huyen de su país por diversos motivos, dice el Papa: Más allá de las diversas acciones indispensables, los Estados no pueden desarrollar por su cuenta soluciones adecuadas, ya que las consecuencias de las opciones de cada uno repercuten inevitablemente sobre toda la Comunidad internacional. Por lo tanto, las respuestas sólo vendrán como fruto de un trabajo común, gestando una legislación global para las migraciones. De cualquier manera, se necesita establecer planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia. Deben servir, por una parte, para ayudar realmente a la integración de los emigrantes en los países de acogida y, al mismo tiempo, favorecer el desarrollo de los países de proveniencia, con políticas solidarias, que no sometan las ayudas a estrategias y prácticas ideológicas ajenas o contrarias a las culturas de los pueblos a las que van dirigidas” (FT 132).

ACCIONES

Quienes ejercemos algún cargo, aprendamos a escuchar a los demás, antes de decidir. No seamos caciques que quieren tener al mundo a sus pies. La sabiduría de un gobernante implica humildad, para reconocer sus límites e implicar a los demás en el camino a seguir.

P. Felipe de Jesús Vázquez, nuevo sacerdote comboniano

Texto y fotos: Hno. Raúl Cervantes, mccj

El 18 de enero pasado, el misionero comboniano Felipe de Jesús Vázquez Hernández fue ordenado sacerdote rodeado de familiares y amigos, en La Guásima, Papantla, estado de Veracruz, de donde es originario. La celebración, presidida por Mons. José Trinidad Zapata Ortiz, obispo de la diócesis de Papantla, y con la participación de la Familia Comboniana, fue un momento que todos guardaremos en la memoria y en el corazón, sin olvidar la importancia de ese día para Felipe.

Sabiendo que el destino del nuevo sacerdote es Sudáfrica, el obispo le dijo: «Debes tener una visión amplia. Siendo misionero comboniano, donde quiera que estés en el mundo tienes que ser servidor del rebaño de Jesús y tienes que cuidarlo», pero, subrayó, «no debes olvidar cuidar también de ti mismo».
El pueblo quiso hacer suya esta ordenación y lo demostró poniendo en juego todos los elementos culturales y espirituales de la región, con el orgullo de sus raíces «totonacas» (indígenas), su lengua, sus danzas, sus costumbres y sus rituales.

Los habitantes de “La Guásima” entregaron con orgullo a uno de sus hijos a la misión y se mostraron agradecidos a Dios. Fue una fiesta para todos, para sus padres, para sus hermanos, para la diócesis y para los combonianos. Felipe está muy agradecido, sabe que detrás de él tiene mucha gente que lo apoya en su vocación misionera.

P. Manuel Casillas, 50 años de sacerdocio

El pasado 25 de enero el P. Manuel Casillas Hernández, misionero comboniano, celebró en su parroquia del Cristo de la Salud en León, Guanajuato, una misa de acción de gracias por sus 50 años de sacerdote. El P. Manuel estuvo rodeado de sus familiares, amigos, sacerdotes diocesanos y un grupo de misioneros combonianos que quisieron acompañarlo en un día tan especial.

El P. Manuel nació en León el 29 de mayo de 1945. Hizo sus primeros votos como misionero comboniano el 9 de septiembre de 1968 y fue ordenado sacerdote el 14 de julio de 1974. Los primeros siete años de su ministerio misionero los ejerció en México, acompañando a jóvenes seminaristas. En 1981 fue destinado a Sudáfrica, donde pasó cerca de veinte años en diversas etapas. De 1987 a 1991 fue Superior Provincial de los Misioneros Combonianos en México, y de 1991 a 1998 Asistente General del instituto en Roma.

Actualmente trabaja en Irlanda, donde se dedica a la animación misionera. A causa de problemas con sus documentos de migración, no pudo venir en julio del año pasado, por lo que se vio obligado a aplazar la celebración de sus bodas de oro en su tierra natal hasta ahora. Pese a ello, la celebración estuvo marcada por la alegría y la acción de gracias a Dios y a tantas personas que lo apoyaron y colaboraron para que le fiesta fuera un momento de compartir un sentimiento agradecido por tantos dones recibidos durante estos 50 años.

Con sus papeles ya en regla, el P. Manuel disfruta ahora de un merecido descanso y se prepara para regresar a Irlanda, a continuar con su labor de anunciar allí el mensaje del Evangelio y de dar a conocer la labor misionera al pueblo irlandés.