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Concluyó el XVII Congreso Nacional Misionero (CONAMI)

Texto: P. Ismael Piñón López, mccj
Fotos: OMPE y Misioneros Combonianos

Ayer domingo, 9 de noviembre concluyó el XVII Congreso Nacional Misionero (CONAMI), organizado por las Obras Misioneras Pontificio Episcopales de México (OMPE) en colaboración con las de la Arquidiócesis de Puebla. Durante cuatro días los congresistas participaron de las conferencias, los testimonios misioneros y las celebraciones que, bajo el lema “Discípulos Misioneros: Peregrinos de Esperanza, Artesanos de Paz”, invitaron a vivir la Misión como esencia de la vocación cristiana de la Iglesia en México. (En la foto, los miembros de la Familia Comboniana que participaron en el congreso).

El XVII Congreso Nacional Misionero de México, celebrado del 6 al 9 de noviembre en el Centro Expositor de Puebla, acogió a varios miles de participantes procedentes de toda la república mexicana. Se trata de un encuentro que se celebra cada cinco años, desde que en 1942 tuviera lugar el primero en Guadalajara, Jalisco. Estos encuentros nacionales de México fueron los que dieron origen a los encuentros continentales, conocidos primero como COMLA (Congreso Misionero Latinoamericano) y luego CAM (Congreso Americano Misionero).

Tras los discursos pronunciados por el arzobispo de Puebla, Mons. Víctor Sánchez Espinosa, Mons. Roberto Domínguez Couttolenc, arzobispo de Tulancingo y responsable de la Dimensión Episcopal para la Pastoral de la Misión de la Conferencia del Episcopado Mexicano, y el P. Antonio de Jesús Mascorro Tristán, director nacional de las OMPE, se dio inicio oficialmente al congreso, que acogió con alegría un mensaje del papa León XIV enviado expresamente para la ocasión.

Ponencias

La primera ponencia corrió a cargo del Doctor Rodrigo Guerra López, Secretario del Pontificio Consejo para América Latina, bajo el título de “La Misión de hoy, a la luz y con la fuerza de la historia”. El Dr. Guerra afirmó que la Misión no se basa en conceptos teológicos, sino en hechos reales que acontecieron en la historia y que marcaron a la humanidad y a la Iglesia. El Dr. Guerra hizo alusión a acontecimientos históricos como la encarnación de Jesús, las apariciones de la Virgen de Guadalupe, la III Asamblea General del Episcopado Latinoamericano y el Sínodo de la sinodalidad.

 El segundo día inició con la ponencia del P. Fernando Sedano López, doctor en liturgia, quien presentó el tema “Discípulos misioneros desde el dinamismo de la iniciación cristiana”. Para el Dr. Fernando, no somos cristiano por los sacramentos que hemos recibido (Bautismo, Confirmación y Eucaristía). Somos cristianos cuando acogemos y hacemos nuestra la buena noticia del Evangelio. En el momento que asumimos esa buena nueva, los sacramentos hacen de nosotros discípulos y, por ello, misioneros.

La tercera conferencia fue impartida por el P. Mario Ángel Flores Ramos, rector de la Universidad Lumen Gentium de la arquidiócesis de México con el título “De los signos de los tiempos a los signos de esperanza”. El P. Mario Ángel recordó que la evangelización se realiza siempre como una respuesta a las circunstancias concretas de la realidad en la que vivimos.

La cuarta conferencia, bajo el título “El discípulo misionero, artesano de paz”, corrió a cargo del P. Arturo González González, jesuita, presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad Ibero de Puebla, acompañante de madres buscadoras de desparecidos y de comunidades que luchan por defender sus tierras frente a las compañías mineras, y enlace estatal de la Red Nacional por la Paz, movimiento que surgió a raíz del asesinato de los jesuitas en la Tarahumara. El P. Arturo afirmó que artesano de paz es quien trabaja por construir y promover acciones que lleven a la paz; que da su aporte a la solución de los conflictos de manera no violenta; que fomenta la reconciliación y la armonía entre las personas y las comunidades con miras a reconstruir el tejido social caminando con los involucrados; y que no olvida el camino de acceso a la justicia, porque la justicia es hermana de la paz.

El tercer día comenzó con la conferencia de Mons. Héctor Mario Pérez Villareal, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, titulada “Discípulos misioneros peregrinos en el mundo”. Para él, el gran reto que se nos presenta es cómo ser discípulos hoy, en el mundo actual, e insistió en que nuestra vida de discípulos comienza en Jesús, no en nosotros mismos. El primer paso que tenemos que dar es escucharlo y experimentarlo en nuestras vidas.

La última ponencia corrió a cargo del P. Álvaro Lozano Platonoff, vicario de pastoral de la arquidiócesis de México, quien presentó a María de Guadalupe como peregrina de esperanza y artesana de paz, como una madre que sale al encuentro del más pobre para enviarlo, como hizo con Juan Diego. María escoge al más pequeño, lo reconoce en su dignidad y lo envía a transmitir su mensaje.

Testimonios

Elva (izquierda) y Brenda (derecha) Carrete Guillén. Misioneras Laicas Asociadas a los MG.

Los momentos más esperados y más importantes del congreso fueron los de los testimonios misioneros. En la mañana del segundo día las hermanas Elva y Brenda Carrete Guillén –hermanas de sangre– compartieron su vocación y su trabajo como misioneras laicas asociadas a los Misioneros de Guadalupe (MG). Las dos, hijas únicas de una familia cristiana en la que vieron nacer y florecer su vocación misionera, se encuentran actualmente trabajando en la región tarahumara. Como confesó Elva, sus padres les dieron las bases y las raíces de su vocación cristiana y misionera, pero les dieron también las alas para volar. Elva trabajó como misionera en Guatemala y su hermana Brenda en la misión de Mozambique. «No sabemos cuánto logramos hacer en ellos, –confesó Brenda– pero sí sentimos lo que ellos logran hacer en nuestras vidas. El misionero no va a enseñar, sino a compartir la vida con los hermanos».

El P. Víctor Mejía, misionero comboniano, compartió su experiencia misionera en Asia.

En la mañana del tercer día, el P. Víctor Alejandro Mejía, misionero comboniano que está celebrando sus 25 años de sacerdocio, compartió un hermoso testimonio de su trabajo misionero en Asia, especialmente en China. A través de la historia de En Hui, una joven con parálisis cerebral, llegó al corazón de todos los participantes mostrando cómo Dios se hace presente especialmente en los momentos más difíciles y ante las dificultades que parecen insalvables. Su hermoso testimonio abrió las puertas a un mundo tan desconocido como el asiático, a donde –recordó– el cristianismo llegó 200 años antes que a México. El P. Víctor terminó su testimonio diciendo que más allá de las fronteras, el protagonista de la misión es el Espíritu Santo.

Hna. Judith Genoveva Rosales Jimenez. Misionera Xaveriana en Camerún y Chad

La hna. Judith Genoveva Rosales Jiménez, misionera xaveriana, concluyó el ciclo de testimonios compartiendo su vocación y experiencia misionera en Camerún y Chad, donde trabajó en el mundo sanitario y en las OMP, particularmente con jóvenes y niños de la infancia misionera.

El congreso concluyó el domingo 9 con una peregrinación desde la catedral de Puebla hasta el Centro Expositor. Allí se celebró la Misa de clausura, presidida por Mons. Joseph Spiteri, Nuncio Apostólico en México. Durante la misa se hizo el rito de envío de los misioneros que partirán a la misión y de todos los congresistas, para que sean misioneros de esperanza y artesanos de paz en sus lugares de origen. Al final de la celebración se anunció la sede del próximo CONAMI, que será en Tlalnepantla en 2030.

Compromisos adquiridos en el XVII CONAMI

Estos fueron los compromisos adquiridos por los congresistas:

  • Formar comunidades misioneras organizadas
  • Integrar la dimensión misionera en toda la formación cristiana
  • Ser artesanos de paz desde la familia, en la sociedad y hasta los confines de la tierra
  • Conocer, promover y participar en las OMPE de México

Mensaje Final del XVI Encuentro de Pastoral Afroamericana y Caribeña (EPA)

¡Una Iglesia con rostro afrodescendiente, viva y sinodal!
Mensaje Final del XVI Encuentro de Pastoral

Afroamericana y Caribeña (EPA)

Reunidos en el XVI EPA, en la Arquidiócesis de Mercedes-Luján, casa de la Patrona de Argentina, durante los días del 3 al 7 de noviembre de 2025, más de 144 representantes de las Pastorales Afroamericanas y Caribeñas: México, Honduras, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y el país que nos acoge: Argentina. Hemos orado, reflexionado y analizado, en espíritu de sinodalidad, fe, esperanza y resistencia, los clamores más urgentes que atraviesan las vidas de nuestros pueblos: la invisibilización persistente, el racismo estructural y sistémico y la migración con rostro afrodescendiente.

Estos clamores no son nuevos; son heridas abiertas que gritan por respeto, justicia y dignidad. Nos hemos escuchado, compartido realidades y reconocido que nuestra historia y nuestra fe no pueden seguir siendo marginadas ni excluidas dentro de la Iglesia ni en la sociedad. A su vez nos llaman a la esperanza desde nuestra ancestralidad como signo profético.

A la luz del Evangelio, de la enseñanza del Papa Francisco, hemos discernido que una Iglesia sinodal no puede construirse sin la inclusión plena de los pueblos afrodescendientes. El tema de este EPA nos invita a una conversión pastoral efectiva: “Los afrodescendientes: sus clamores y sus esperanzas dentro de una, Iglesia sinodal” no es solo una consigna, es un llamado urgente a construir una Iglesia del encuentro, de comunión para la misión, donde nadie queda atrás y donde cada voz —también la afrodescendiente— tiene lugar, dignidad y misión.

El compromiso que asumimos

El Papa León XIV en su Exhortación Apostólica “Dilexi Te” (“Te he amado”) sobre el amor hacia los pobres, nos desafía al decir: “Quien dice amar a Dios y no se compadece de los necesitados, miente”. Por ello, con esperanza cristiana, espíritu profético y en clave de sinodalidad, nos comprometemos con acciones concretas que transformen estructuras, conciencias y prácticas:

  • Reconocimiento estructural: Demandamos el reconocimiento formal y explícito de los afrodescendientes como parte constitutiva del Pueblo de Dios en documentos eclesiales, planes pastorales y estructuras de participación.
  • Visibilización de nuestras historias y espiritualidades: Continuaremos visibilizando nuestras realidades desde nuestras voces, nuestras espiritualidades y nuestras memorias colectivas, promoviendo una Iglesia más inclusiva y representativa.
  • Racismo estructural y sistémico: Lo combatiremos en todos los niveles, dentro de la Iglesia y la sociedad, desde una pastoral decidida y formadora de conciencia crítica para descolonizar las mentes y las estructuras.
  • Formación integral afrodescendiente: Fortaleceremos nuestros procesos de formación mediante escuelas de liderazgo de la pastoral afroamericana y caribeña en coordinación con el CEBITEPAL.
  • Mecanismos de comunicación: Tendremos mecanismos de comunicación permanente, utilizando las nuevas plataformas digitales, la inteligencia artificial y los medios de comunicación establecidos en la Iglesia.

Caminamos con esperanza

Celebramos, acogemos y abrazamos con gozo y esperanza profética la presencia de los jóvenes que alzan sus voces para ser escuchadas; la presencia de los abuelos que nos estimulan con su paciencia y su sabiduría; y la presencia viva del pueblo de Dios que no se deja amilanar por los dolores, sino que, como Manuel, se fortalece en la fe para vivir la caridad.

Agradecimiento

Agradecemos al CELAM, su acogida y acompañamiento en la realización de este XVI EPA

Al Padre Obispo, don Juan José Chaparro y a su equipo diocesano y el equipo nacional por haber acogido, como experiencia novedosa del Espíritu, este momento especial en la vida de la Iglesia que nos pone a los pies de la Virgen y de la figura de Manuel de Lujan.

A don Zanoni Demettino Castro, obispo referencial de la Pastoral afro, por su sabiduría y su paciencia en este caminar.

A los demás obispos que desde su testimonio sencillo y cercano nos acompañan. A todos ellos, les decimos, gracias por su presencia.

A todos los participantes provenientes de toda nuestra América Latina y el Caribe, les decimos gracias por acompañar este acontecimiento que nos llena de alegría, nos hace más hermanos y nos abre a la esperanza.

El XVI EPA no termina, sino que comienza una nueva etapa de implementación pastoral en clave sinodal. Porque el Espíritu nos impulsa a pasar de la resistencia silenciosa a la incidencia profética, de la marginación a la dignificación, de la contemplación a la transformación. Nos abre con esperanza a mirar a los jóvenes quienes, desde el silencio y la escucha, están dispuestos a caminar e iluminar los procesos que nos llevan a la inclusión efectiva.

Nos encomendamos con confianza a Nuestra Señora de Luján, Madre de los pobres, refugio de los pueblos y estrella de esperanza para nuestra pastoral y nuestra Iglesia.

Que ella, que no se mueve de donde sus hijos la necesitan, nos enseñe a permanecer firmes, como Manuel, humilde servidor y fiel custodio de su imagen, dispensador incansable del amor y la caridad de Dios, a mantener viva la llama de la esperanza que nunca defrauda.

¡María de Luján, intercede por nosotros! ¡Manuel de Luján, enséñanos a amar sirviendo!

Luján, 7 de noviembre de 2025

Dedicación de la Basílica de Letrán

“Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; a los que vendían palomas les dijo: Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: ¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así? Jesús les respondió: Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré. Replicaron los judíos: Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho”.

(Juan 2, 13-22)


La Casa de mi Padre
P. Enrique Sánchez, mccj

Celebramos hoy la dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán, la basílica más antigua construida a principios del siglo cuarto y consagrada en el año 324, prácticamente  al final de la persecución de los primeros cristianos. Es la catedral del obispo de Roma y por ello ha sido la sede de muchos papas.

En esta fiesta, las lecturas de la Palabra de Dios nos ayudan a hacer una reflexión sobre el templo como morada y casa de Dios, en el que se ha manifestado presente en el Antiguo Testamento y más todavía en Cristo, quien se revela ante nosotros como el nuevo templo.

El profeta Ezequiel nos habla de un templo del cual brotaba agua que a su paso sanaba y fecundaba todo, manifestándose como fuente de agua viva.

Era un templo en donde la presencia de Dios se manifiesta a través del agua que pasa por desiertos y los fecunda y llega hasta el mar salado para sanearlo.

Es un torrente que irradia vida a todo el que se acerca a él.

Es el templo en donde se puede encontrar a Dios que se manifiesta como fuente de vida y dador de vida a todo el que se encuentra con él.

San Pablo, en su primera carta a los corintios, nos dice que somos casa y templo de Dios en donde habita su Espíritu.

Estando a estas palabras, nos damos cuenta de que el Templo no se refiere sólo al edificio  material,  construido  con  piedras  y  cemento,  sino  que  se  trata  del  lugar sagrado en donde reside la presencia de Dios.

Pablo reconoce que el verdadero templo está cimentado en la persona de Cristo. A partir  de  él  es  desde  donde  se  levanta  el  verdadero  edificio, el  templo  en  donde podemos encontrarnos con el Dios vivo, que nos hace vivir.

Tener claro que el Templo es el lugar del encuentro con nuestro Dios nos ayudará a entender la escena que nos describe Juan en su evangelio.

El templo considerado como el lugar más sagrado, el lugar en donde Dios se manifiesta   en   su   esplendor   y   en   donde   se   le   puede   reconocer   presente   y interactuando, como diríamos hoy, con aquellos con quienes había querido compartir su condición humana.

Ese Dios que se había encarnado haciéndose uno de nosotros en Cristo quien quiso asumir lo humano para hacernos entrar en lo divino; ese Dios era el que se podía encontrar en su templo.

Pero ese templo que tenía que ser sagrado lo habían convertido en algo que se parecía más a un mercado.

Los lugares de sacrificios se habían convertido en algo inaceptable, los espacios para la oración eran ocupados por los cambistas, lo que tendría que ser un lugar de recogimiento y de reconocimiento de la presencia de Dios se habían convertido en algo que tenía de todo, menos de templo sagrado.

Seguramente el deseo de ser buenos observantes de la Ley había hecho que poco a poco el templo exterior se fuera degradando y el templo interior que representaba cada persona se fuera olvidando.

Ante ese espectáculo Jesús eleva su voz, como lo habían hecho seguramente muchos profetas antes que él, y denuncia lo inaceptable y lo confundido que estaban sus contemporáneos.

En un templo como el que tenía ante sus ojos era imposible que se pudiese reconocer la presencia de un Dios al cual no se le podía agradar con ofrendas y sacrificios  que  no  tocaban  los  corazones  y  dejaban  indiferentes  a  quienes  se contentaban con cumplir con observancias externas de la Ley.

En ese templo era difícil que Dios estuviera presente y era necesario destruirlo para edificar uno nuevo, uno que tuviera su esplendor ya no en las piedras, sino en la presencia de quien lo habitaba.

Aquí́ es en donde las palabras de Jesús encuentran un sentido e invitan a una conversión. “Destruyan ese templo y yo lo reconstruiré en tres días”. Esto sonaba imposible para quienes sabían que aquel templo había sido construido en cuarenta y seis años.

Pero Jesús, como dice el evangelio, hablaba del templo de su cuerpo, de ese cuerpo que Dios se había dado para estar entre nosotros, ese cuerpo que representaba el abajamiento y la humildad de Dios que había querido hacerse uno de nosotros hasta en lo pobre de nuestra realidad carnal.

El tiempo de las leyes y de todo lo que había sucedido en el Antiguo Testamento, había llegado a su fin; ahora Dios se manifestaba y estaba presente en la persona de su Hijo, en Jesús, quien destruyendo la muerte con su resurrección se presentaba como el templo nuevo en donde el único sacrificio importante era y será siempre la entrega de su propia persona para vencer a la muerte y permitirnos resucitar con él a la vida.

En  ese  nuevo  templo  ya  no  hace  falta  sacrificar  bueyes,  ovejas  o  palomas  para agradar a Dios. Es Cristo mismo quien se ofrece como la única víctima agradable al Padre. Es Él el Templo en donde todos estamos llamados a reconocer la presencia del Dios que nos amó y se entregó por nosotros.

Es en Cristo en quien podemos hacer la experiencia de encontrarnos con nuestro Padre, es Él el Templo en donde podemos rendir nuestro culto, que ya no consistirá en ofrecer animales, sino ofrecernos nosotros mismos en Cristo.

Es Cristo, el Mesías, el nuevo y el único Templo en donde Dios nos espera siempre para llenar nuestras vidas de su Vida, para sanar nuestras heridas con el ungüento de su presencia, para santificar nuestra vida con la santidad de su grandeza, de su misericordia y de su bondad.

Es muy probable que las palabras que hemos escuchado en las lecturas de este domingo nos lleven a preguntarnos ¿qué son hoy nuestros templos? ¿En qué los hemos convertido? ¿Con qué o con quién nos encontramos cuando entramos en esos espacios que deberíamos respetar como sagrados? ¿Seguimos deslumbrados por lo bello de nuestras construcciones, sin descubrir la belleza de quien habita esos espacios que son santos y sagrados?

Pero más todavía, ¿hemos tomado conciencia de que cada uno de nosotros somos esos templos maravillosos en donde está presente el Espíritu de Dios? ¿Hemos caído en la cuenta de que cada persona que tenemos a un lado es templo de Dios y que se merece todo nuestro respeto y cariño?

Ojalá que el recordar hoy la dedicación de la Basílica más antigua de nuestra historia no nos quedemos en la contemplación de lo espectacular de sus muros y lo maravilloso de su arquitectura, sino que sepamos reconocer a Jesús como el Templo siempre bello y actual en el que estamos llamados a encontrarnos con el Padre que tanto nos ha amado, al punto de querer hacerse una morada entre nosotros.

Que Dios nos conceda la gracia de derrumbar nuestros viejos templos para abrir nuestro corazón a Jesús, quien en tres días ha levantado para nosotros el Templo de la vida que nos llega a través de su Resurrección.


Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

Dedicar o consagrar un lugar a Dios es un rito que forma parte de todas las religiones. Es “reservar” un lugar a Dios, reconociéndole gloria y honor. Cuando el emperador Constantino dio plena libertad a los cristianos -en el año 313-, éstos no escatimaron en la construcción de lugares para el Señor. El propio emperador donó al Papa Melquiades los terrenos para la edificación de una domus ecclesia cerca del monte Celio. La Basílica fue consagrada en el 324 ( o 318 ) por el Papa Silvestre I, que la dedicó al Santísimo Salvador. En el s. IX, el Papa Sergio III la dedicó también a San Juan Bautista; y en el s. XII, Lucio II añadió también a San Juan Evangelista. De ahí el nombre de Basílica Papal del Santísimo Salvador y de los Santos Juan Bautista y Evangelista en Letrán. Es considerada como la madre y la cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo: es la primera de las cuatro Basílicas papales mayores y la más antigua de occidente. En ella se encuentra la cátedra del Papa, pues es la sede del Obispo de Roma. A lo largo de los siglos, la basílica pasó a través de numerosas destrucciones, restauraciones y reformas. Benedicto XIII la volvió a consagrar en 1724; fue en esta ocasión cuando se estableció y extendió a toda la cristiandad la fiesta que hoy celebramos.

Lugar de encuentro

Las lecturas bíblicas elegidas para este día desarrollan el tema del “templo”. En el Antiguo Testamento (Primera Lectura, Ez 47), el profeta Ezequiel, desde su exilio en Babilonia (estamos en torno al 592 a.C.), trata de ayudar al pueblo a salir de su desánimo por no tener ya tierra ni lugar para orar. Surge así el mensaje -la Primera Lectura- en el que el profeta anuncia el día en que el pueblo adorará a su Dios en el nuevo templo. Un lugar donde el hombre eleva su oración a Dios y donde Dios se acerca al hombre escuchando su oración y socorriéndolo allí donde suplica: un lugar de encuentro. De este modo, el templo asume el papel de Casa de Dios y Casa del pueblo de Dios. Un lugar donde se practica la justicia, la única capaz de curar al pueblo. De este templo, el profeta ve brotar agua: “Y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa”. Un agua que es don y que traerá vida, bendición.

¡Fuera de aquí!

Todo judío varón estaba obligado a subir a Jerusalén para ofrecer el cordero de la Pascua; tres semanas antes comenzaba la venta de animales aptos para la ofrenda (las palomas eran el sacrificio de los pobres, Lv 5,7). Los cambistas tenían la tarea de cambiar las monedas romanas por monedas acuñadas en Tiro. No era esta una cuestión de ortodoxia religiosa, aunque se hiciera pasar por tal. Al fin y al cabo, también las monedas de Tiro tenían una imagen pagana, pero contenían más plata, por lo que valían más. Los sacerdotes del templo supervisaban este “comercio” y siempre obtenían un beneficio en el cambio.
Este es el entorno que Jesús encontró en el Templo, precisamente en el Hieron, es decir, en el patio exterior del Templo, el Patio de los Gentiles. El Templo propiamente dicho es el Naos, el santuario, que se mencionará en los v. 19-21. “Hizo un látigo de cuerdas… y los expulsó del Templo”: con el látigo Jesús azota este “comercio” presente en el Templo. Derriba los puestos de los vendedores y los expulsa a todos (cfr. Ex 32, el becerro de oro).
«Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre un mercado». Son palabras y acciones que remiten al profeta Zacarías, que anunció lo que sucederá cuando el Señor venga a la ciudad de Jerusalén: “Y aquel día, ya no habrá más traficantes en la Casa del Señor de los ejércitos” (Zc 14,21).
“«¿Qué signo nos das para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar»”. Los sacerdotes del templo le preguntan a Jesús con qué autoridad actúa, y Él responde invitándoles a destruir el templo, porque Él lo hará resurgir. La respuesta de Jesús se refiere no a todo el edificio del templo, sino al “santuario” propiamente dicho, allí donde estaba la presencia de Dios: “Él hablaba del templo de su cuerpo”. Con la Pascua de Jesús -con su cuerpo destruido y resucitado- comienza el nuevo culto, el culto del amor, en el nuevo templo (naos) que es Él mismo. La resurrección será el acontecimiento clave que hará que los discípulos sean finalmente capaces de comprender; el Espíritu Santo (Jn 14:26) les hará recordar los acontecimientos y verlos de una manera nueva.

Jesús, el nuevo templo

La fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán nos permite recordar el camino del pueblo y el cuidado constante y fiel de Dios. Al mismo tiempo, se nos recuerda que hoy cada uno de nosotros, en Jesús resucitado, es “templo de Dios”, porque el Espíritu mismo habita en cada uno de nosotros (1 Cor 3,16). Ser conscientes de ello nos lleva, por un lado, a alabar al Señor; pero, por otro lado, nos lleva a decir, a veces de forma desproporcionada: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa…” (Mt 8,8), olvidando que Él ya está en nosotros, y que nos acoge y nos ama no por cómo quisiéramos ser, sino por cómo somos, aquí, ahora. Son las cosas con las que nos distraemos en nuestro interior las que hacen borroso el Rostro del Señor. Cuando aprendamos a mantener nuestra mirada fija en Jesús, Autor y perfeccionador de nuestra fe, de nuestra amistad con Él (cfr. Hb 12,1-4), nuestro rostro brillará con la luz que brota de un corazón “unificado”. El equilibrio requerido no es el trabajo de un momento, sino el resultado de toda una vida, de un continuo reentrar en nosotros mismos dirigiéndonos directamente al “aposento del Rey” (cfr. Castillo interior, Santa Teresa de Ávila).

http://www.vaticannews.va


La fiesta de hoy celebra un misterio siempre actual
Benedicto XVI

La liturgia nos invita a celebrar hoy la Dedicación de la basílica de San Juan de Letrán, llamada “madre y cabeza de todas las Iglesias de la urbe y del orbe”. En efecto, esta basílica fue la primera en ser construida después del edicto del emperador Constantino, el cual, en el año 313, concedió a los cristianos la libertad de practicar su religión. Ese mismo emperador donó al Papa Melquíades la antigua propiedad de la familia de los Laterani, y allí hizo construir la basílica, el baptisterio y patriarquio, es decir, la residencia del Obispo de Roma, donde habitaron los Papas hasta el período aviñonés. El Papa Silvestre celebró la dedicación de la basílica hacia el año 324, y el templo fue consagrado al Santísimo Salvador; sólo después del siglo VI se le añadieron los nombres de san Juan Bautista y san Juan Evangelista, de donde deriva su denominación más conocida. Esta fiesta al inicio sólo se celebraba en la ciudad de Roma; después, a partir de 1565, se extendió a todas las Iglesias de rito romano. De este modo, honrando el edificio sagrado, se quiere expresar amor y veneración a la Iglesia romana que, como afirma san Ignacio de Antioquía, “preside en la caridad” a toda la comunión católica (Carta a los Romanos, 1, 1).

En esta solemnidad, la Palabra de Dios recuerda una verdad esencial: el templo de ladrillos es símbolo de la Iglesia viva, la comunidad cristiana, que ya los apóstoles san Pedro y san Pablo, en sus cartas, consideraban como “edificio espiritual”, construido por Dios con las “piedras vivas” que son los cristianos, sobre el único fundamento que es Jesucristo, comparado a su vez con la “piedra angular” (cf. 1 Co 3, 9-11. 16-17; 1 P 2, 4-8; Ef 2, 20-22). “Hermanos: sois edificio de Dios”, escribe san Pablo, y añade: “El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros” (1Co 3, 9.17). La belleza y la armonía de las iglesias, destinadas a dar gloria a Dios, nos invitan también a nosotros, seres humanos limitados y pecadores, a convertirnos para formar un “cosmos”, una construcción bien ordenada, en estrecha comunión con Jesús, que es el verdadero Santo de los Santos.

Esto sucede de modo culminante en la liturgia eucarística, en la que la ecclesia, es decir, la comunidad de los bautizados se reúne para escuchar la Palabra de Dios y alimentarse del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En torno a esta doble mesa la Iglesia de piedras vivas se edifica en la verdad y en la caridad, y es plasmada interiormente por el Espíritu Santo, transformándose en lo que recibe, conformándose cada vez más a su Señor Jesucristo. Ella misma, si vive en la unidad sincera y fraterna, se convierte así en sacrificio espiritual agradable a Dios.

Queridos amigos, la fiesta de hoy celebra un misterio siempre actual: Dios quiere edificarse en el mundo un templo espiritual, una comunidad que lo adore en espíritu y en verdad (cf. Jn 4, 23-24). Pero esta celebración también nos recuerda la importancia de los edificios materiales, en los que las comunidades se reúnen para alabar al Señor. Por tanto, toda comunidad tiene el deber de conservar con esmero sus edificios sagrados, que constituyen un valioso patrimonio religioso e histórico. Por eso, invoquemos la intercesión de María santísima, para que nos ayude a convertirnos, como ella, en “casa de Dios”, templo vivo de su amor.

Angelus 9/11/2008


Adulterar la Liturgia
José A. Pagola

Uno de los factores que llevó a Jesús a su ejecución fue sin duda su ataque frontal a la liturgia del templo judío. Criticar la estructura del templo era poner en cuestión uno de los pilares fundamentales de la sociedad judía.
Al subir a Jerusalén, Jesús encuentra el templo lleno de «vendedores y cambistas», hombres que no buscan a Dios, sino que se afanan egoístamente por sus propios intereses. Aquella liturgia no es un encuentro sincero con Dios, sino un culto hipócrita que encubre injusticias, opresiones, intereses y explotaciones mezquinas a los peregrinos.
La crítica profunda de Jesús va a desenmascarar aquel culto falso. El templo no cumple ya su misión de ser signo de la presencia salvadora de Dios en medio del pueblo. No es la casa de un Padre que pertenece a todos. No es el lugar donde todos se deben sentir acogidos y en donde todos pueden vivir la experiencia del amor y la fraternidad.
Uno se explica la reacción de malestar y las quejas que puede provocar en algunos creyentes el ver que algunas celebraciones litúrgicas no se ajustan en todos sus detalles a una determinada normativa ritual. Pero antes que nada, si no queremos adulterar de raíz la liturgia de nuestros templos, hemos de saber escuchar la crítica profunda de Jesús que no se detiene a analizar el ritual judío sino que condena un culto en donde el templo ya no es la casa del Padre.
Solamente recordaremos un hecho que desgraciadamente se repite constantemente entre nosotros. Vivimos en una sociedad en donde los hombres se matan unos a otros y donde todos traen sus muertos al templo cristiano para llorar su dolor y orar por ellos a Dios. Con frecuencia son celebraciones ejemplares en donde la fe, la esperanza cristiana y el perdón sincero prevalecen sobre los sentimientos de impotencia, rabia y venganza que tratan de apoderarse de los familiares y amigos de las víctimas.
Pero, ¿qué decir de otras celebraciones que deforman el significado profundo de la la liturgia cristiana? ¿Se puede orar a un mismo Padre, llorando la muerte de unos hermanos y pidiendo la destrucción de otros? ¿Se puede instrumentalizar la Eucaristía y servirse de lo que debería ser el signo más expresivo de la fraternidad, para acrecentar los sentimientos de odio y venganza frente al enemigo? ¿Se puede oír fielmente la palabra de Dios, escuchando de él solamente una condena para los otros? ¿Se puede intentar «monopolizar» a Dios, tratando de identificarlo con nuestra causa y nuestros intereses parciales y hasta partidistas?
La trágica situación que estamos viviendo, hace todavía más urgente la necesidad de encontrar al menos en el templo un ámbito en donde todos nos dejemos juzgar por el Único que lo hace justamente, un lugar en donde tratemos de encontrarnos como hermanos ante un mismo Padre, un espacio en donde busquemos en el Creador de la vida fuerza para liberarnos del odio y la venganza. No convirtamos la casa del Padre en un lugar de división, enfrentamientos y mutua destrucción.

http://www.musicaliturgica.com


El desafío de presidir la caridad
Romeo Ballan, mccj

Hoy es la fiesta de la Iglesia que vive en el amor: la Iglesia que se alimenta y crece en la caridad, que difunde el amor en el mundo. La motivación histórica de la fiesta de hoy es la consagración de la Basílica de Letrán, en Roma, dedicada al Santísimo Salvador, bajo la doble protección de los santos Juan el Bautista y Juan el Evangelista. Esta es la iglesia catedral del Papa, en cuanto obispo de Roma, y, por tanto, es anillo de comunión con todas las Iglesias locales y sus pastores en el mundo entero. Lo recuerda también una lápida en la fachada de esta Basílica: “madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad (Roma) y del orbe”. La afirmación tiene un alto valor teológico para la Iglesia. Un valor, sin embargo, que se debe interpretar y vivir a la luz de lo que afirmaba, ya en los comienzos del 2° siglo, S. Ignacio de Antioquia, mientras estaba a punto de llegar a Roma para afrontar el martirio entre las fauces de las fieras (+107): la sede de Roma es la primera en cuanto “preside la caridad”.

Se nos invita hoy a descubrir y vivir la dimensión misionera de la comunión de toda la Iglesia en la caridad. Una comunión que tiene sus raíces en el Bautismo, que nos introduce en la comunidad viva de la Iglesia. Este sacramento está simbolizado en el agua abundante que brota del templo (I lectura), capaz de introducir gérmenes de vida en el Mar Muerto y de sanear el ambiente, sembrando en todas partes vida, árboles, hojas y frutos (v. 8-9.12). Para S. Pablo (II lectura) el único fundamento sobre el cual se construye el templo de Dios es Jesucristo (v. 11). Gracias a Él, el cristiano se convierte, por el Bautismo, en templo de Dios (v. 16-17). Y S. Pedro explica: acercándose a Cristo, “piedra viva… también ustedes, cual piedras vivas, entran en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, gratos a Dios, por mediación de Jesucristo” (1P 2,4-5). Son palabras que ilustran las relaciones con Cristo, la vida en la Iglesia y el dinamismo misionero.

El gesto audaz -impensable, si no lo dijeran los Evangelios- de Jesús con el látigo en la mano (Evangelio) para echar a los mercaderes del templo (v. 15-16), pone de manifiesto con cuánta fuerza Él introduce una manera nueva de dar culto a Dios, que ya no se sustenta en el intercambio de obras y favores, sino sobre la gratuidad del don del Padre, que hemos de acoger y adorar “en espíritu y en verdad” (Jn 4,23). El lugar nuevo de culto ya no es el edificio material hecho de piedras muertas, sino Aquel que es la “piedra viva”, es decir, el cuerpo crucificado-resucitado de Cristo (v. 19.21-22). Y los cristianos, unidos a Él, cual piedras vivas, dan a Dios su “culto espiritual”, según la exhortación de S. Pablo: ustedes ofrezcan “sus cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios” (Rm 12,1). El templo material, sea espléndido o pobre, no es sino un mero contenedor exterior. Los valores son otros y más altos.

Tenemos aquí otra prueba de la novedad del Evangelio, el cual ha de iluminar y, eventualmente, purificar las expresiones religiosas presentes en las culturas de los pueblos. “Por tanto, la actualización de esta fiesta es clara: nosotros, como miembros vivos de nuestra Iglesia local, somos corresponsables para que esta sea, a su vez, como la Iglesia-madre, generadora de otras Iglesias y comunidades, saliendo de su recinto y de sus confines geográficos para abrirse al mundo entero” (Enzo Lodi).

El dinamismo de crecimiento y el estilo de expansión misionera -a partir de cualquier centro, pequeño o grande- deben inspirarse en el Maestro que lava los pies a los discípulos (Jn 13,5), porque “no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida” (Mc 10,45). Es la expresión máxima de la caridad (Jn 15,12-13). Este es el proyecto primigenio de la Iglesia, tanto a nivel local como universal. A este ideal se refiere S. Ignacio de Antioquía, allí donde afirma que la sede de Roma es la primera en cuanto “preside la caridad”. Ignacio une genialmente dos valores inseparables: presidencia y caridad, autoridad y amor. El obispo de Roma preside la comunión de todas las Iglesias; preside la comunión de la caridad; preside en la caridad. La caridad es la ley suprema en la nueva familia de Dios, que es la Iglesia. La caridad es el “mandamiento nuevo” de Jesús; el amor mutuo es la señal de los discípulos (cf Jn 13,34-35). Por eso “el servicio de la caridad es una dimensión constitutiva dela misión de la Iglesia”. ¡Un imperativo exigente! Sin la caridad la Iglesia, tanto local como universal, sería: una catedral vacía de sentido; una estructura fría, apuntalada por códigos estériles y por jerarcas acartonados; una agencia de propuestas que no interesan a nadie… En cualquier latitud, el amor vivido y anunciado es el único mensaje misionero que calienta el corazón, da sentido a la vida, puede enriquecer las culturas de los pueblos.

Comienza el XVI Encuentro de Pastoral Afroamericana y caribeña (EPA) en Luján, Argentina

El XVI Encuentro de la Pastoral Afroamericana y Caribeña (EPA) comenzó este 4 de noviembre en la arquidiócesis de Mercedes- Luján, casa de la Patrona de Argentina. Durante cuatro días más de 150 representantes de las pastorales afroamericanas y caribeñas, compartirán trabajos y actividades en torno a lema: “Manuel de la Virgen de Luján: rostro afro del pueblo peregrino”, recordando a Manuel de los Ríos, más conocido como el ‘Negro Manuel’, un esclavo que se convirtió en el primer cuidador y devoto de la imagen original de la Virgen de Luján. (Foto: adn-Celam)

 Por: Micaela Alejandra Díaz, adn-Celam

“¿Qué sería de Luján sin el negro?”: Mons. Jorge Scheinig resalta la figura del esclavo Manuel en la Eucaristía de apertura del EPA 16

La Basílica de Nuestra Señora de Luján se llenó de música, color, alegría y danza durante la Eucaristía de apertura del XVI Encuentro de la Pastoral Afroamericana y Caribeña (EPA 16), presidida por monseñor Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján.

En una celebración festiva, marcada por la espiritualidad popular, el prelado invitó a los participantes a contemplar con detenimiento el Evangelio y el misterio pascual, recordando que “Jesús revoluciona la vinculación, la relación entre Dios y nosotros y entre nosotros”.

En su homilía, el obispo Scheinig resaltó que el cristianismo es “heredero de la relación de las relaciones”. “Cuando Dios se relaciona con nosotros, con las personas, cuando la divinidad entra en relación con lo humano, lo humano queda sanado, queda afianzado y queda promovido”.

El Dios que sana, libera y promueve

El arzobispo subrayó que “los místicos, los de la tradición y los de la vida cotidiana, se dan cuenta de esto”, y evocó con especial cariño la figura del Negro Manuel, a quien definió como “un místico, un hombre que se dio cuenta del misterio de Dios y de lo humano”.

“Él experimentó en su carne un Dios que lo sanó y lo liberó”, dijo. Según la tradición, recordó el obispo, el Negro Manuel, esclavo de origen africano, expresó con plena libertad: ‘Yo soy de la Virgen no más. No necesito ser comprado. No le pertenezco a nadie, le pertenezco a la Virgen’.

Mons. Scheinig dijo que el Negro Manuel “vivió al lado de la Virgen y estuvo largo tiempo al servicio de ella”, y que su fe no se redujo a una experiencia personal, sino que “la transmitió, no se la guardó”. “Nos cuenta la historia que cuando los enfermos se acercaban, él agarraba el aceite de las velas y los ungía”, relató. “Ungió a un sacerdote que se convirtió en el primer capellán porque alcanzó la salud. Este hombre sanado y liberado entendió que su vida también era para sanar y liberar.”

Religiosidad popular que se hace universal

El arzobispo recordó que el Papa Francisco “venía a esta casa” y “quería a la Virgen de Luján en su corazón”. En Luján, afirmó, el Papa “experimentó la fuerza de esa religiosidad popular, de esa mística popular”, una experiencia que luego “universalizó”.

“Lo que experimentó aquí, en América Latina, lo hizo universal. El patrimonio de esta tierra lo universalizó”, dijo, y añadió que “es una de las gracias enormes de un papado latinoamericano que continúa en el Papa León”.

Mencionó también el reciente avance en el proceso de canonización del Negro Manuel: “Hace poquito Roma, el Dicasterio de los Santos, validó toda la documentación que llevamos el año pasado, y entonces ya entra en proceso, y ojalá que rápido”.

“¿Qué sería de Luján sin el negro?”

Mons. Scheinig lanzó una de las frases más recordadas de su homilía: “Muchas veces me he preguntado —por supuesto que es una pregunta imposible de responder—, pero me he preguntado: ¿qué sería de Luján sin el negro?”. Y añadió: “Posiblemente la Virgen se hubiera manifestado de otro modo, pero el negro le dio a esta experiencia de mística popular una originalidad. Porque fue activo, no fue pasivo”.

El prelado aseguró que “un pobre, una persona sencilla, un negro esclavo puede ser un místico con autoridad para hablar de Dios y del hombre”, y que su figura demuestra que “una persona humilde tiene autoridad para mostrarnos la fuerza de esa relación de ese vínculo”.

Mons. Scheinig propuso dos características que deben inspirar la pastoral afroamericana y caribeña: la cercanía y la inclusión activa. “No hay experiencia religiosa, no hay experiencia humana sin cercanía”, afirmó. “Dios se hizo cercano. Nosotros necesitamos hacernos cercanos. El Negro Manuel era un hombre cercano, que acercaba, no impedía, sino que facilitaba la cercanía”. Recordó que la pastoral debe acercarse “a los pobres, a los humildes, a los sencillos, a los esclavos, a los marginados, a las periferias existenciales y geográficas”.

En cuanto a la inclusión, pidió superar la pasividad: “No alcanza con abrir las puertas o dejar que las personas entren. La inclusión es activa. Un hombre esclavo, afro, era un hombre que sanaba, ungía. No era un hombre sin voz, ni un hombre al costado. Era un hombre activo, protagonista de la salvación y de la historia.”

“La pastoral afroamericana necesita ponerse en clave de cercanía e inclusión activa”

Hacia el final, el arzobispo invitó a los participantes del XVI Encuentro a dejarse inspirar por la Virgen de Luján y el Negro Manuel: “Les propongo que le pidamos a la Virgen y al Señor que estos días sean de mucha inspiración, que el diálogo entre ustedes, el encuentro, los momentos de reflexión, de oración, de comida, sean días de encuentro profundo”.

Y concluyó su homilía pidiendo vivir estos días “haciendo la experiencia activa de estar a los pies de la cruz como místicos, como personas que se dejan inspirar por el misterio pascual, el misterio de la cercanía y de la inclusión”.

“Los invito entonces a pedirle al Señor esta gracia, por medio de la Virgen de Luján y de su negro esclavo Manuel”, alentó Mons. Jorge Eduardo Scheinig.

Misa de funeral

Por: P. Gabriel Uribe, mccj
Desde Chama, Zambia

Funerales y aniversarios luctuosos son siempre ocasiones de presencia obligatoria de todos en la aldea. Amigos y familiares en donde vivan, «cerca lejos», toman parte en el funeral. Las mujeres lloran, los hombres gimen. Nadie debe faltar. Si alguien lo hace se sospechará que es la causa de la muerte sufrida.

En la mentalidad de la aldea, la muerte nunca sucede sin que alguien la provoque. Si se observa que los ojos de alguien están secos, no ha llorado y debió hacerlo, los parientes del muerto pensarán que es un brujo que maldijo al desaparecido. Ideas como éstas quedan muy arraigadas entre la gente. Creencias que sólo se entienden escuchando a las mismas personas. Se busca el porqué del mal. Es fácil decir que es ignorancia; es difícil escuchar con paciencia. Camino largo de recorrer.

Ayer celebramos la misa de aniversario del señor Kabambo K. Mbuzi, uno de nuestros cristianos. Todo el mundo se dio cita en el patio de la casa del finado de acuerdo al llamado de la familia doliente. Estuvieron presentes el jefe tradicional de la aldea, un representante de la autoridad civil, vecinos en general y desde luego representantes de la parentela. Esta concurrencia representativa obedece a que, llegado el momento y en estricto orden jerárquico, a cada uno se le pide expresar su posicionamiento respecto al finado. Abre la ronda de intervenciones el representante de la Iglesia a la que el finado perteneció. Estas intervenciones toman tiempo, pero dejan en claro la preocupación de todos por la paz para el finado y para los vivos.

El equipo pastoral siempre considera la pertinencia formativa de celebrar la eucaristía en medio de la gente, que en su mayoría funge como «espectadora», no siendo católicos, y otros tantos ni siquiera cristianos. Al recibir el reporte y las recomendaciones de los dirigentes de la comunidad cristiana del lugar, se decide celebrar la eucaristía o un servicio alternativo. Entre los presentes es apreciable el tono respetuoso que todos guardan. Hay máxima disponibilidad de escucha al sacerdote misionero.

Nunca en la iglesia se ve tanta gente como en los funerales y misas de sufragio. Ocasiones en las que más de un cristiano insiste al misionero que aproveche para evangelizar y dejar de lado tantas consideraciones secundarias. La fe cristiana, dicen, se vive en la aldea por los pocos cristianos que van a misa. Tienen razón quienes así animan al misio-nero, quien cuestiona el entendimiento de una audiencia tan heterogénea.

De hecho, en el patio los católicos fueron la familia Mbuzi y algunos más. Hay que salir y celebrar la eucaristía en medio de las personas dispuestas a participar; salir y buscar a la gente en sus aldeas. Las personas necesitan escuchar el Evangelio que consuela en este momento de sufrimiento común por la pérdida de un miembro de la comunidad.

La gente necesita ver que la Eucaristía es recibida por los católicos, sin importar cuánto entienden los no católicos. Todos verán que la Eucaristía llega y nutre a los aldeanos bautizados católicos. Al ver su actitud tan atenta, las personas hacen eco de las palabras de Jesús «la mies es mucha, y los obreros pocos» (Mt 9,27). Fueron pocos los católicos en esa misa, pero siempre dispuestos para acompañar al misionero y hacer coro.

«Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir»

Por: P. José Manuel Hernández Cruz, mccj

Mi nombre es José Manuel, soy originario de Coatzacoalcos, Veracruz, mis padres son Víctor Hernández León y Aurora Cruz Ventura, los cuales dieron vida a tres hijos; somos una familia católica.

Las oraciones de mi madre nutrieron mi vocación, la cual nació en mi comunidad de fe. Inicié mi servicio como monaguillo en mi parroquia Santa María Reina del Rosario; la amistad con mi párroco, el presbítero José Ayala Madrigal, su cercanía y testimonio me inspiró para conocer la vida sacerdotal. Ingresé al seminario menor de la diócesis de Coatzacoalcos para estudiar la preparatoria en 2007.

Posteriormente en 2010 ingresé al curso propedéutico. Seguí perseverando en la formación y concluí mis estudios filosóficos en 2014; participé de la síntesis filosófica en la Universidad Pontificia de México, donde conocí a monseñor Vittorino Girardi, misionero comboniano, quien dirigió los ejercicios espirituales de ese ciclo escolar en el seminario mayor de Coatzacoalcos. Desde ese encuentro sentí que Dios despertaba la pasión misionera que siempre había estado en mi corazón y había comenzado a encaminar mi vocación hacia el carisma comboniano.

Mi vocación tomó otra dirección

En 2014 ingresé a la facultad de Teología, movido internamente por la pláticas que había tenido con monseñor Girardi y en diálogo con mi director espiritual, oré y discerní la idea de vivir una experiencia misionera; en 2015 inicié mi proceso vocacional con el padre Moisés García, promotor vocacional de los Misioneros Combonianos.

En ese mismo año, al inicio del ciclo 2015-2016, hubo cambio de rector del seminario diocesano; llegó el presbítero Medel Pérez Hernández, amigo y gran hombre, al cual le planteé mi deseo de vivir esta experiencia, me mostró su cercanía, apoyo y acompañamiento en este proceso; tomé la decisión de reconducir mi vocación por el carisma comboniano, dejando la formación diocesana en junio de 2016.

Animado e inquieto, en julio realicé mi preseminario, y en agosto de ese mismo año ingresé al postulantado comboniano, ubicado en San Francisco del Rincón, Guanajuato; ahí viví una etapa de inserción y conocimiento de la vida comboniana durante dos años y tuve la oportunidad de concluir mis estudios teológicos en el seminario conciliar de León.

En agosto de 2018 inicié el noviciado en Xochimilco, Ciudad de México, donde viví una experiencia de encuentro personal con el carisma y espiritualidad combonianas. Realicé mi primera profesión religiosa el 9 de mayo de 2020, y fui destinado al escolasticado de Casavatore, Nápoles, donde realicé mis estudios de Teología Bíblica.

Mi prueba en la fe llegó

En noviembre de 2020, a dos meses de haber dejado mi país, experimenté la muerte de mi madre; una etapa muy difícil que humanamente me destruyó. Cuando la prueba se presenta todo se derrumba, las seguridades se vuelven miedos y dudas, las respuestas se convierten en preguntas, las alegrías en tristezas; pero como hombre de fe, tomé fuerza para continuar la vida y aprender a confiar plenamente en la voluntad de Dios.

Llevamos un gran don en vasijas de barro

Este 2025 ha sido mi año de gracia, pues el 2 de febrero realicé mi profesión perpetua como misionero comboniano; el 8 de ese mismo mes fui ordenado diácono en la arquidiócesis de Monterrey y el 11 de octubre tuve la gracia de recibir el orden del presbiterado en mi diócesis de Coatzacoalcos, Veracruz. No hay palabras para expresar la alegría y el compromiso que representa la experiencia de este estilo de vida en estos tiempos, sobre todo, lo que significa para vivir coherentemente nuestra fe, con la libertad de hijos de Dios.

Animo a los jóvenes a dejarse seducir por el Señor, déjense guiar por el Maestro; les aseguro que Él nos lleva por caminos seguros de vida y verdadera felicidad.