El Corazón de Jesús y la Cruz

San Daniel Comboni y el S. Corazón de Jesús (y IX)

Unas palabras de S. Daniel Comboni

“Pues con la Cruz, que es una sublime efusión de la caridad del Corazón de Jesús, nosotros nos volvemos poderosos”. (Escritos de San Daniel Comboni, 1735)

Quien ha hecho en su vida la experiencia de amar sabe que no hay amor sin renuncias y sacrificios, no hay amor sin entrega y sin dolor, no hay amor sin renuncia, no hay amor sin cruz. Pero, contrariamente a lo que habitualmente pensamos, todo lo que puede representarse con la cruz esconde un misterio de amor que no podemos encontrar en ninguna otra parte.

La Cruz para el cristiano representa el lugar del martirio, de lo absurdo de una muerte indigna e inmerecida, es lo inaceptable de un juicio injusto, de una condena sin pruebas, de un rechazo tonto de un proyecto de vida auténtica. Pero, al mismo tiempo, representa la expresión más grande del Amor que se entrega, el sacrificio gratuito, el despojo total de sí mismo, sólo para cumplir la voluntad del Padre. La Cruz es el lugar en donde Dios quiso mostrar la calidad de su amor de Padre.

Como san Pablo dice en su predicación, también nosotros estamos llamados a predicar la Cruz ocupada por la persona de Jesús, porque ahí se manifiesta el Amor que brotará eternamente de su costado para que todo el que lo contemple sea transformado.

También nosotros hoy, en la Cruz de Cristo, haciendo nuestra la pasión que continúa en cada hermano, nos descubriremos fortalecidos y poderosos, porque estaremos invadidos del amor que brota de su corazón traspasado.

Reflexiono

¿Cómo vivo el sacrificio, el dolor, las renuncias necesarias en mi vida?
¿Acepto amar, aunque implique desprendimiento de mí mismo, de mis gustos y comodidades?
¿Valoro lo que Cristo ha hecho por mí? ¿Reconozco en su entrega y sacrificio una oportunidad para amar?
¿Me entusiasma dar la vida sirviendo a los demás, me alegra ser testigo de Jesús?

Hago una oración

Jesús, que por mí subiste a la cruz, haz que sepa reconocer en tu sacrificio la manera como tu Padre, que es mi padre, ha querido amarme. Dame el coraje para no acobardarme en los momentos de sufrimiento, de renuncia y de dolor. Sostenme a la hora de la prueba, en la hora del dolor y en los túneles de la soledad. Hazme entender el misterio del Amor abriéndome caminos para amar.
Sagrado Corazón de Jesús llena mi vida de tu presencia, ilumina mi camino de discípulo, hazme entusiasta testigo de tu amor. Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.

P. Enrique Sánchez, mccj

Gracias y bendiciones del Corazón Traspasado

San Daniel Comboni y el S. Corazón de Jesús (VIII)

Unas palabras de S. Daniel Comboni

“… del seno misterioso de este divino Corazón traspasado brotarán torrentes de gracias y ríos de celestes bendiciones sobre este gran pueblo de África Central que nos es tan dilecto…” (Escritos de San Daniel Comboni, 3330)

En los días que corren, hoy a muchos de nuestros contemporáneos les resulta muy difícil entender el lenguaje que habla de gracia, de poder recibir algo sin haber pagado un precio. Vivimos en una sociedad en donde hay que competir y sobresalir, estar por encima de los demás. La exaltación del poder y del tener condiciona la vida de muchas personas que tienen que hacer enormes sacrificios para poder estar en la cima o simplemente sobrevivir.

Vivir gratuitamente, ofreciendo la propia vida y recibiendo el don de los demás es algo que nos parece imposible y nos convierte en personas desconfiadas, cerradas en sí mismas y, al mismo tiempo, necesitadas de relaciones, de afectos y de ternura. Y, en profundo de nuestro corazón escuchamos la voz que nos dice que hemos venido a este mundo para darnos, para ser con los demás.

Las gracias y bendiciones que san Daniel Comboni veía brotar del Corazón de Jesús no eran más que la expresión de un amor incondicional por aquellos pueblos de África que se convirtieron en su pasión y en el único motivo de su existencia y la razón que lo movió para vivir entregado a los demás.

Qué bueno sería que aprendiéramos un poquito de ese Corazón abierto de Jesús que sigue derramando gracias y bendiciones sobre cada uno de nosotros. Eso nos ayudaría, seguramente, a vivir dándonos sin medida a los demás.

Reflexiono

¿Siento que las gracias y bendiciones de Dios se están manifestando en mi vida?
¿Cómo manifiesto mi apertura a los demás o vivo en la desconfianza y en temor a quienes están cerca de mí?
¿En qué reconozco las gracias y bendiciones de Dios en lo cotidiano de mis días?

Hago una oración

Te agradezco Señor por el don incondicional del amor que brota continuamente de tu costado abierto. Gracias porque me bendices a diario con la gracia de tu amor que se convierte en vida, en salud, en capacidad de contribuir en la creación de un mundo mejor. Gracias por tantas bendiciones con las cuales me cubres a diario y me permites ser gracia y bendición para las personas que me rodean. Qué tu corazón sea fuente perenne de bendiciones.

P. Enrique Sánchez, mccj

El Corazón de Cristo como fuente de un amor apostólico radical

Por: Fr. Louis Okot, mccj

En la mañana de mi partida de mi pueblo en julio de 1997 a Kenia y luego a Perú, mi primera misión, mi abuela, Tafeng Amafile, me tomó en su regazo, puso su mano sobre mi pecho (corazón) y me bendijo con estas palabras, “que tu corazón sea pacífico y bondadoso… (isiarah taji nohoi he liha – lengua lopit)” y luego molió carbón con sus dientes y escupió sobre mi cabeza y pecho (corazón) diciéndome “ve en paz y trabaja bien en tu misión”. Supe y comprendí que estas bendiciones salían del corazón de una mujer que gasta su vida por el bien de los demás.

El Sagrado Corazón de Jesús está bien demostrado en lo que Jesús dice y hace. Es un Corazón que pone las cosas patas arriba, y esto causó escándalo tanto a los de fuera como a sus seguidores. Declaró una tierra nueva para los pobres y desfavorecidos. Dichosos vosotros los pobres: vuestro es el Reino de Dios (Lc 6, 20.21.24.25; Mt 5, 3.6). Dichosos los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos: serán llamados hijos de Dios. El que quiera hacerse grande entre vosotros debe ser vuestro servidor. Ama a tu enemigo y reza por los que te persiguen (Mt 20, 25-26; 23, 29-36; 5, 5.9.38-44; 23, 4; Lc 10, 29-37).

¿Y qué hace Jesús? Para Jesús no hay nada más importante que estar presente donde hay un paralítico para rehabilitarlo, un leproso para reintegrarlo en la sociedad, un sordo o un ciego para curarlo (Mt 8, 1-17; Mc 5, 23.36). Parece que no tiene nada que hacer. Estaba tan inmerso con los pobres hasta el punto de que se lo reprocharon. “Está mal de la cabeza”, le decían (Mc 3,21; Jn 10,20). De hecho, ni siquiera tuvo tiempo de comer (Mc 6,31; 3,20). Más que predicar con palabras, Jesús nos revela con su comportamiento cómo es el reino de Dios (Lc 24,19). Dios seca personalmente las lágrimas de los que sufren (Lc 7,13), destruye las causas del llanto, se queja, devuelve la vida a los muertos y nos invita a unirnos a esta tarea (Lc 8,50; 12,13-15; 7,14; 8,54; 9,57-62 Jn 11,33-34).

P. Okot Ochermoi Louis Tony, en Chorillos (Perú). P. Okot es un misionero comboniano de Sudán del Sur. Hoy presta servicio en la parroquia St. Lucy en Newark, Nueva Jersey (EE.UU.).

A partir de aquí, presento algunos de los cambios fundamentales en la escala de valores: Aspirar siempre a una justicia superior y no justificarse (Mt 5,20). Los bienes materiales tienen valor si sirven a la humanidad (Lc 12, 15). Y trabajar por la civilización de “nosotros”. La tierra nueva hacia la que Jesús nos pide caminar, no debe ser la civilización del “yo”, sino una civilización del “nosotros” (Mt 6, 9-13). Y, por último, una jerarquía no de dominio, sino de servidores (Mt 9,36; 20,25; Lc 22,25; Mc 10,43-44).

Todo esto me ayuda a comprender que el Sagrado Corazón de Jesús es la fuente excesiva de la vocación misionera y evangelizadora de San Daniel Comboni. Este Sagrado Corazón de Jesús suscitó en muchos santos una profunda experiencia de “permanecer en” Jesús (Jn 15,4) y de ser enviados por Él al servicio de los pobres y de los más abandonados (Jn 20,21; 21,6.15-17.19; Mt 4,18-22).

Comboni, poco a poco, se fue centrando en Jesús. Alimentó su vocación misionera a través de los que permanecieron en Jesús y de su visita a Tierra Santa; Santa Margarita María Alacoque fue una de las principales. Durante su beatificación se inspiró para escribir su “Plan de la Regeneración de África”. Creía firmemente que este Corazón también latía por África. Por eso, para él, ser misionero es predicar a Cristo y el amor incondicional de Dios por la humanidad, especialmente por los más abandonados. Este Corazón apasionado es el centro de su pasión apostólica de construir la “tierra nueva” – “Reino de Dios”. Comboni, en vida y ahora, invita a sus seguidores a fijar la mirada en Jesucristo amándolo tiernamente. Podemos comprender por qué el Sagrado Corazón de Jesús es importante para todo misionero comboniano. De este Corazón sacamos la energía y el espíritu del profetismo radical, haciendo causa común con los más abandonados, defendiendo y trabajando por el cuidado de la casa común y la pasión por la misión por la que vivimos y trabajamos.

Corazón abierto de Jesús

San Daniel Comboni y el S. Corazón de Jesús (VII)

Unas palabras de S. Daniel Comboni

Este corazón divino, que toleró ser atravesado por la lanza enemiga para derramar por esa sagrada abertura los Sacramentos con los que formó la Iglesia, de ningún modo ha dejado de amar a los hombres, sino que vive  permanentemente en nuestros altares, prisionero de amor y víctima propiciatoria por todo el mundo”. (Escritos de San Daniel Comboni, 3324)

Ese Corazón abierto fue el espacio en donde San Daniel Comboni soñó que todos los pueblos de África podrían encontrar un lugar para hacer la experiencia del amor de Dios y ser reconocidos como hijos suyos. El Corazón abierto, atravesado, significa el Amor que se entrega y que se derrama sobre todas la personas, también hoy  en nuestro mundo.

En tiempos de Comboni, los más abandonados eran los pueblos de África. Hoy esa realidad la tenemos cerca, en nuestros pueblos y ciudades, en la persona de tantos hermanos nuestros que son marginados, olvidados y tratados como desechos. Y el Corazón de Jesús sigue estando abierto para que todos encontremos cariño y ternura, reconocimiento y respeto.

Jesús, con su Corazón abierto, “de ningún modo ha dejado de amar a los hombres” y nos sigue invitando a hacer la experiencia de su amor a través de los sacramentos de la Iglesia y por medio del testimonio de tantos misioneros que anuncian la Palabra como buena noticia que cambia el mundo.

Ese Corazón abierto vive en los altares de nuestras Iglesias y en los altares que son cada uno de nuestros hermanos, cuando aprendemos a reconocerlos como sacramentos de la presencia de Dios entre nosotros y cuando intentamos respetarlos por la dignidad que les corresponde como hijos del mismo Padre.

Reflexiono

¿Cómo vivo y siento el amor del Corazón de Jesús en los pequeños detalles de mi vida?
¿Me doy la oportunidad de acercarme a los sacramentos reconociendo que son fuente de gracia y de amor ?
¿Sé agradecer el amor que Jesús me ofrece gratuitamente, sin darme ni pedirme explicaciones? (me ama como soy y tolera que atraviese su corazón)

Hago una oración

Sagrado Corazón de Jesús, dame un corazón agradecido, que sepa reconocerte y apreciar tantas bendiciones con la que me cobijas a diario. Dame la alegría de saber confiar en ti. Haz que nada ni nadie me detenga para abandonarme a ti. Que no sea indiferente ante el sufrimiento de mis hermanos, porque en ellos me llamas a amarte a ti. Ayúdame a reconocerte en todos los sacramentos de la vida y concédeme ser instrumento de tu amor.

P. Enrique Sánchez, mccj

Sagrado Corazón de Jesús y conversión

San Daniel Comboni y el S. Corazón de Jesús (VI)

Unas palabras de S. Daniel Comboni

El 14 de Septiembre hago la solemne consagración de todo el Vicariato al Sagrado Corazón de Jesús, del  cual  espero la conversión de todos”. (Escritos de San Daniel Comboni, 3343)

Convertirse significa darle un giro a nuestra vida que nos reoriente y dirija nuestros pasos hacia lo bello, lo noble y lo santo que sólo podemos encontrar en Dios. Comboni consagró su Vicariato, su misión y el mismo al Corazón de Jesús porque se dio cuenta que sólo el Amor es capaz de cambiarlo todo. Sólo quien ama está en condiciones de reconocer a Dios, que es amor.

Convertirse quiere decir también volver a lo auténtico y verdadero de nuestras vidas, es darnos la oportunidad de reconocer nuestro origen como algo que ha salido extraordinariamente bien de las manos de Dios. Convertirse es volver a Dios para apreciar mejor quienes somos y  el valor que tiene nuestra existencia. Convertirse es poner  a Dios en el centro de todos nuestros anhelos, sueños y esperanzas, es poder descubrirnos que somos los más amados por un Padre que no se cansa de buscarnos.

El Sagrado Corazón, como expresión profunda del Amor de Dios, es el único que nos puede mover a la conversión, porque no son las leyes, las normas éticas o morales o los mandamientos los que pueden cambiar el corazón humano, sólo el Amor mueve al cambio, sólo el amor nos hace personas nuevas, sólo el amor es digno de confianza, sólo el Amor, con mayúscula, es capaz de mover nuestros pequeños amores.

Reflexiono

¿Hay algo en mi vida que necesito cambiar, algo que me invita a cambiar de dirección?
¿En dónde mi corazón está más duro y resistente para dejarse amar?
¿Anhelo la presencia de Dios en mi vida, me dejo interpelar por su amor?
¿Vivo mi vocación misionera (como consagrado o laico) como una invitación a dar testimonio del amor que descubro en el Sagrado Corazón?

Hago una oración

Sagrado Corazón de Jesús  abre nuestros corazones a la gracia de tu amor.
Que tu amor nos empuje cada día más a salir de nuestros egoísmos y nos impulse a salir de nosotros mismos como servidores tuyos. Que sea tu amor el que nos mueva a entregarnos a los más pobres y necesitados. Que tu amor nos mueva a la conversión para que testigos tuyos y nunca seamos indiferentes ante el dolor de nuestros hermanos. Que tu amor se convierta en la alegría de nuestras vidas.

P. Enrique Sánchez, mccj

Fuente inagotable de consuelo

San Daniel Comboni y el S. Corazón de Jesús (V)

Unas palabras de S. Daniel Comboni

“Pero diga a Augusto y a María que se echen a los pies de Jesucristo; que se escondan dentro del Corazón de Jesucristo, y ahí, en esa fuente inagotable de consuelo podrán confortarse”. (Escritos 2833)

“Vengan a mí todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los haré descansar. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón…(Mt. 11, 28-29)

Por todas partes el Señor nos invita a ir a él, a centrar nuestras vidas en él; nos llama a confiar en él de tal manera que lleguemos a hacer de él nuestro consuelo y nuestro refugio.

Pero confiar y abandonarse parecen ser hoy grandes obstáculos en nuestro caminar. Vivimos en un mundo en donde la sospecha y la desconfianza se dibuja en los rostros de nuestros contemporáneos. Quien confía y abre su corazón a los demás, muchas veces en considerado ingenuo o demasiado inocente.

En nuestros tiempos nos gusta postrarnos ante muchas cosas que acaban por entristecer nuestro corazón. Preferimos seguir a los falsos profetas de nuestro mundo y nos dejamos encandilar por engañosas promesas de felicidad. Pero Jesús no se cansa de invitarnos a estar con él, a ponernos a sus pies, a confiar en él.

Sólo Jesús es capaz de convertirse en luz para nuestras oscuridades, sólo él es quien da la fortaleza en el momento de la prueba, él es consuelo que conforta y anima.

Sólo escondiéndonos en su Corazón encontraremos un refugio seguro, que no significa escapar del mundo, sino capacidad de vivir, sin que nada ni nadie nos robe la alegría. El Corazón de Jesús está siempre abierto para ser nuestro consuelo y nuestro refugio. En él confiamos y a él recurrimos para que nuestros corazones encuentren descanso.

Reflexiono

¿Qué agita mi corazón, qué lo aflige y lo hace pesado y cansado?
¿Qué ocupa el centro de mi vida, en dónde están mis intereses más importantes?
¿En dónde necesito experimentar el consuelo del Señor?
¿Tengo a Jesús como el refugio en donde encuentro la paz y la alegría de mi vida?

Hago una oración

A tu amparo nos dirigimos Sagrado Corazón de Jesús sabiendo que en ti encontramos todo consuelo. En los momentos de cansancio, sé tú nuestra fuerza. En los días de desconsuelo, sé tú nuestra fortaleza. En los momentos en que nos invada la desconfianza y la duda, sé tú quien fortifique nuestra fe. En los días de tristeza y de dolor, sé tú el motivo de nuestra felicidad. Sagrado Corazón de Jesús, sé nuestra fortaleza y nuestra confianza.

P. Enrique Sánchez, mccj