Los Misioneros Combonianos y la Arquidiócesis de Beira celebraron un encuentro para la presentación de dos libros, “la Biblia (Mazwi en Mwari)” y “Elementos de la Lengua Ndau, Gramática y Diccionario”, para rendir homenaje a sus autores combonianos, el P. Giocondo Pendin (fallecido en Matola, el 9 de marzo de 2021) y el P. Manuel dos Anjos Martins (fallecido en Tete, el 27 de noviembre de 2022)
El acto tuvo lugar el 8 de octubre en la Facultad de Economía y Gestión (FEG) de la Universidad Católica de Mozambique. Contó con la presencia de Mons. Claudio Dalla Zuanna, Arzobispo de Beira, Mons. António Constantino Bogaio, Obispo Auxiliar de Beira, el Superior Provincial de los Misioneros Combonianos en Mozambique, P. José Joaquim Luis Pedro, el Rector Magnífico, P. Filipe Sungo, el Alcalde de Beira, Albano Carige, religiosos y religiosas, laicos y otros invitados.
Los dos libros fueron presentados por el profesor Samuel Simango, conferenciante de EYF, que elogió el trabajo intenso, dedicado y generoso de los dos misioneros combonianos. Las figuras de los dos autores, el P. Giocondo y el P. Manuel dos Anjos, fueron presentadas por el P. José Joaquim y el P. Jeremias dos Santos Martins, respectivamente.
Estas presentaciones se complementaron con el conmovedor testimonio de Rosa Paz, catequista de la parroquia de Alto da Manga, donde el padre Giocondo trabajó mientras traducía la Biblia.
Los dos misioneros vivieron muchos años en Mozambique, estudiaron a fondo las lenguas locales y siguen siendo un punto de referencia en la salvaguardia del patrimonio inmaterial que representan las lenguas locales.
El 18 de octubre se cumplen 50 años de la llegada de los Misioneros Combonianos a Mongoumba, Centroáfrica. El P. Fernando Cortés Barbosa, misionero comboniano mexicano y con varios años de trabajo misionero en Mongoumba, nos ofrece este pequeña crónica histórica de nuestra presencia en esta misión centroafricana.
Por: P. Fernando Cortés Barbosa, mccj
Una misión de echar las redes mar adentro
Los inicios de la evangelización en 1911
La misión de Mongoumba recibía sus primeras visitas pastorales hacia 1911 de parte del padre Marc Pédron, misionero espiritano, de nacionalidad francesa, como parte del recorrido que realizaba por la región de la Lobaye. El testimonio más antiguo que se tiene de la iglesia en Mongoumba es una carta del padre espiritano George Ratzmann, que data del 1 de marzo de 1950, en la que lamenta haber encontrado el templo en ruinas a causa de las fuertes lluvias. Mas no se arredró porque se apresuró a levantar uno nuevo el año siguiente.
Fundación de la parroquia de Mongoumba en 1968
Había Misioneros Dominicos, de nacionalidad española, desempeñando su labor en el antiguo Zaire (actual República Democrática del Congo), pero a causa de los conflictos políticos que se vivían en ese país, en la década de los 60, fueron recibidos en 1966 por el arzobispo de Bangui, Mons. Cucherousset, quien les ofreció la misión de Mongoumba. Ellos aceptaron y en febrero de 1968 ya se encontraban en la misión, que tres meses después se convertiría en parroquia. En este mismo año llegaron tres religiosas Dominicas de Namur, quienes se dedicaron a atender la maternidad, el servicio social y el apostolado, hasta que concluyeron su misión en 1983.
Misioneros Combonianos en Mongoumba hacia 1974
Seis años después de haber tomado posesión de la parroquia de Mongoumba, los Padres Dominicos la entregarían a los Misioneros Combonianos. De modo que, el 18 de octubre de 1974, llegaban a instalarse a la misión los padres italianos Euro Casale y Paolo Berteotti, que fueron recibidos por una comunidad católica de 2 mil miembros y con apenas veinte aspirantes a bautizarse. No fueron fáciles los primeros años de labor pastoral. Sucede que algunos misioneros no duraban suficiente tiempo en la misión a causa de enfermedades, por agotamiento físico y hasta psíquico o porque no se adaptaban al ambiente. Y no faltaron quienes tuvieron que repensar seriamente su vocación misionera frente a los desafíos u otras propuestas que se les iban presentando. Eran momentos críticos para meditar las palabras que san Daniel Comboni dirigía a quienes aspiraban ir a las misiones: “El misionero que no tuviera un real sentimiento de Dios y un vivo interés por su gloria y por el bien de las almas, le faltaría aptitud para su ministerio y con el tiempo caería en una suerte de vacío y de soledad insoportables”.[1]
Además, la misión contaba con sus propias dificultades, entre ellas, la gente no vivía con entusiasmo su fe cristiana, tanto así que en algunas comunidades la catequesis no funcionaba. El director de la escuela había prohibido la enseñanza religiosa y Mongoumba ya no era más que un lugar de esparcimiento que atraía visitantes de otros lados. Una realidad así recordaba aquella advertencia, tan actual, que en 1937 hiciera por carta el Provincial de Toulouse a los Misioneros Capuchinos destinados a Centroáfrica: “Los religiosos deben ser resistentes y de fe probada, porque continuamente tendrán que vivir solos… El país es difícil y agotador, por lo tanto se requiere de una gran voluntad para permanecer como un buen religioso y para resistir a diversas tentaciones”[2].
La falta de una asistencia estable de Padres Combonianos en la misión llevó a considerar hacia 1980 la idea de atender Mongoumba desde una localidad vecina, Mbata, que en noviembre de 1982 se convertiría en parroquia comboniana. La crisis no era fácil de sortear, tanto así que en 1988 los padres combonianos Venanzio Milani, asistente general en Roma, y Michele Russo, provincial de Chad y Centroáfrica, decidieron cerrar la casa de los padres en Mongoumba, con la indicación que desde Bangui y Mbata algunos sacerdotes se trasladaran a la misión al menos los fines de semana y las fiestas importantes. Y finalmente, a partir de 1995, Mbata se tomaría por sede para atender tres parroquias combonianas, entre ellas Mongoumba. Si ampliamos un poco la visión, nos daremos cuenta que la Delegación Comboniana de Centroáfrica a duras penas se daba abasto con su escaso personal para sostener las misiones que tenía a su cargo en el país y los padres tenían que hacer malabares para dar una mayor atención pastoral posible.
La labor misionera de Marisa Caira 1978-1999
No obstante la escasez de sacerdotes para atender adecuadamente la misión, la Divina Providencia no se olvidaría de Mongoumba al enviar un soporte valioso en la persona de Marisa Caira, una laica italiana, consagrada, de 52 años de edad, quien llegaría a Centroáfrica en 1978, procedente de una misión en Burundi, para poco después instalarse en Mongoumba donde permanecería hasta 1999, prestando sus servicios a la misión por más de 20 años, siendo al día de hoy la persona que por más tiempo y de modo ininterrumpido ha permanecido en Mongoumba desarrollando su labor misionera. Marisa Caira tuvo que echarse en hombros la misión, llegando a ser el referente de la labor pastoral, pues tuvo que guiar la catequesis, fundar algunas capillas, encargarse del área de la salud, dirigir la educación de la escuela católica y dar atención a los pigmeos. A ella se debe la fundación de la “Da ti ndoye” (Casa de acogida) el 1 de agosto de 1988, para personas con alguna discapacidad que requiriesen de rehabilitación o de alguna operación, que aun hoy sigue en funcionamiento. En octubre de 1991, para la conformación de una comunidad, Marisa recibía a Lucía Belloti y más tarde a Giuseppina Braga, ambas laicas consagradas de nacionalidad italiana, quienes poco antes de la partida de Marisa fueron destinadas a otra misión centroafricana.
Los Laicos Misioneros Combonianos en 1998
Hacia el final del servicio de Marisa Caira, y a petición de la Delegación Comboniana de Centroáfrica, los Laicos Misioneros Combonianos (LMC) de España envían a las laicas Teresa Monzón y Monserrat Benajes, que llegan a Mongoumba el 1 de junio de 1998. Marisa las recibió y las introdujo a la vida de la misión hasta su retorno definitivo a Italia ocho meses después. Con una presencia a distancia de los Padres Combonianos, también las laicas tuvieron que conducir la misión por algunos años. Cabe señalar que, desde entonces y hasta la fecha, han pasado 17 laicos por Mongoumba, siendo mujeres la mayoría. Algunas renovaron sus servicios a la misión. Las nacionalidades más representativas han sido de España, Portugal y Polonia. Ellas, además de asumir las obras creadas por Marisa, se hicieron cargo del servicio de Caritas, de la gestión de medicamentos, del seguimiento a la educación católica y de una atención más cercana al pueblo Aka. Los LMC junto con los Misioneros Combonianos constituyen actualmente la comunidad apostólica para la organización de la vida de la misión.
Reapertura de la comunidad de los Combonianos en 2009
La parroquia de Mbata pasaría al clero diocesano el 24 de octubre de 2009. Es entonces cuando se tiene pensado reabrir la comunidad comboniana en Mongoumba con tres objetivos específicos: servicio pastoral permanente en la parroquia, acercamiento al pueblo Aka y vivencia de la comunidad apostólica entre padres y LMC. Con esta novedad, en diciembre de 2009 llegaría el padre italiano Giuseppe Brisacani, pero antes, en octubre, había llegado para dirigir la parroquia el padre español Jesús Ruíz Molina, quien llegará a ser consagrado obispo en 2017, para pasar en 2021 a dirigir la diócesis de Mbaïki, a la que actualmente pertenece la misión. Con él serían dos los padres que, habiendo pasado por Mongoumba, terminarían siendo obispos. El otro es Michele Russo, italiano, que de 1976 a 1979 estuvo en Mongoumba, fue obispo de Doba, en Chad y falleció en 2019.
A partir de finales de 2009 la misión gozará de una mayor permanencia de padres combonianos, quienes comenzarán a hacer períodos de entre tres, seis y nueve años en la misión. Entre ellos, además de los ya mencionados, en orden de llegada se encuentran Maurice Kokou, de Togo; Samuel Yacob, de Etiopía; Fernando Cortés, de México; y más recientemente Giovanni Zaffanelli, de Italia; y Billo Junior, de Centroáfrica. Además, fueron recibidos un par de sacerdotes diocesanos para que comenzaran su servicio sacerdotal en la misión. La parroquia, dividida en sectores pastorales, gozará de un mayor seguimiento por parte de los misioneros. Con la apertura de las comunidades eclesiales de base se buscará que los católicos den testimonio de la Palabra de Dios en lo concreto de la vida cotidiana. Además, la comunidad apostólica se repartirá las comisiones, grupos y movimientos existentes para mejorar su atención a la gente. Se elaboró un plan pastoral para seguir ciertos objetivos por año y una carta de la comunidad religiosa que guiara un horario cotidiano, la vida fraterna y el fomento espiritual entre sus miembros. Tan bien había comenzado la reapertura de la comunidad de los Combonianos que, por esas vueltas que da la vida, también tuvieron que hacerse cargo de la pastoral en Mbata hasta 2011, no sin poco sacrificio, mientras se regularizaba la presencia de sacerdotes diocesanos en esa parroquia.
Una pastoral misionera puesta a prueba
Cuando el 6 de diciembre de 2009 el padre Jesús Ruiz tomaba posesión de la parroquia, apenas dos días después el territorio de Mongoumba se cimbraba con una avalancha de refugiados provenientes de la República Democrática del Congo huyendo de la violencia que se desataba en aquel país. En pocas semanas los refugiados eran alrededor de 25 mil. Este suceso supuso una dura prueba a la pastoral parroquial. Muchos refugiados, con el paso del tiempo, se dispersaron por el territorio o buscaron regresar poco a poco a su país. Fue en la comunidad de Batalimó donde unos 7 mil 500 fueron reagrupados. A los católicos, que venían, se dio atención pastoral durante cuatro años.
Ni bien se calmaba el asunto de los refugiados congoleños, en marzo de 2013 a Centroáfrica le tocaría vivir un golpe de Estado que dejaría profundas heridas entre sus habitantes. Por un lado los “Seleka”, de raigambre musulmana, eran los que habían dado el golpe; y de otro lado los “Antibalaka”, que los medios presentaban como milicias cristianas, eran los que se habían alzado contra los golpistas. Ambas partes provocarían muerte, destrucción y un sinnúmero de refugiados. Mongoumba no fue ajena a este conflicto, que también supuso una dura prueba para la misión. Los musulmanes que vivían en Mongoumba temían las represalias por parte de antibalaka, quienes llegaron a destruir su mezquita, razón por la cual tuvieron que salir huyendo. A causa de esta situación católicos, evangélicos y musulmanes, convocados por la parroquia, crearon el Comité de Acuerdo Interreligioso para la defensa de la justicia y la procuración de la paz. El 8 de diciembre de 2013 hacían una marcha por la unidad y para manifestarse por el cese de la violencia.
En la actualidad
En los últimos quince años la misión de Mongoumba ha visto cómo se ha vuelto más estable y significativa la presencia de los Combonianos, quienes, junto con los LMC, además de asegurar una mayor permanencia y cercanía con el pueblo, se han dado a la tarea de realizar algunas construcciones como capillas, salas de reuniones y una biblioteca, y en rehabilitar algunos espacios para un mejor servicio, especialmente en las áreas de la educación y de la salud. De hecho el templo parroquial, aquel que levantara el padre George Ratzmann en 1951, como dijimos al inicio, fue mejorado para su reinauguración el 1 de enero de 2017, bajo la gestión de Mons. Jesús Ruíz Molina, cuando fungía como párroco de la misión. Las casas de los padres y de los laicos también recibieron algunas mejoras para volverlas más confortables, y se pudo conseguir algunos vehículos para llegar a toda la parroquia en menos tiempo.
Una misión que se abre paso
La parroquia actualmente cuenta con unos 5 mil bautizados, de los cuales la mitad están confirmados. En sus diecisiete comunidades hay catequistas preparando a niños y jóvenes para los sacramentos de iniciación cristiana, y casi todas cuentan con grupos, movimientos o fraternidades que tienen una espiritualidad específica para el crecimiento de su fe y de su pertenencia eclesial. Se ha conseguido que algunas parejas lleguen al altar para el sacramento del matrimonio, pero ésta sigue siendo una ardua tarea. Se busca impulsar una mayor conciencia misionera para que los cristianos se sientan llamados y enviados por el Señor. No han faltado incluso el surgimiento de algunas vocacionales sacerdotales. También se procura acompañar al pueblo Aka en la vivencia de su fe cristiana y para atender a sus necesidades dada la exclusión en la que vive. El principal reto es hacer que los bautizados vivan como cristianos y que se liberen de creencias tradicionales que juegan en su contra, como el “likundú” o hechicería. Sin duda alguna hay mucho por hacer y mejorar. Pero la misión, que la hacen todos, sigue abriéndose paso según su lema: “Église londo, tambula, kpe mbeto pepe” (Iglesia levántate, avanza sin miedo).
A cincuenta años de atención pastoral en Mongoumba los misioneros han visto tanto sus límites como sus capacidades, pues no pocas veces les faltaron algunas condiciones o recursos para asegurar una permanencia más estable en la misión, y no obstante, por gracia de Dios, podían recoger con gusto los frutos del evangelio que como semilla iban sembrando con esfuerzo por el camino. Es entonces cuando se aprende aquel sentido de lo que Jesús dijera a sus discípulos, de no llevar ni oro ni plata por el camino mientras se anuncia el Reino, se curan enfermos y se expulsan demonios, pues al trabajador no le faltará su salario (Mt 10, 7-10). Lo cierto es que, de cualquier modo, con o sin personal suficiente, de cerca o de lejos y aun en medio de duras pruebas, los Misioneros Combonianos jamás dejaron de anunciar el evangelio y de brindar asistencia por básica que fuera a una misión a la que el Señor los envió no para quedarse en la comodidad de la orilla, sino para echar siempre las redes mar adentro (Lc 5,4).
P. Fernando Cortés Barbosa Misionero Comboniano Misión de Mongoumba, Centroáfrica
Fuentes de consulta:
Les Missionaires Comboniens en Republique Centrafricaine. Fundazione Nigrizi Onlus. 2015.
Ruiz Molina Jesús, MCCJ. Jubilé de la paroisse St. George de Mongoumba 1968-2018. Mundo Negro, Madrid, 2018.
[1] Reglas del Instituto de las Misiones para el África, 1871. Décimo capítulo del reglamento destinado a desarrollar el espíritu y las virtudes de los postulantes.
[2] Centrafrique, un siecle d’evangelisation. Carlo Toso, ofm, cap. Bangui, Conference Episcopale Centrafricaine, 1994, p. 137.
Fecha de nacimiento: 11/01/1932 Lugar de nacimiento: Zanica, Bergamo (Italia) Votos temporales: 09/09/1951 Votos perpetuos: 09/09/1957 Fecha de ordenación: 01/03/1958 Llegada a México: 1978 Fecha de fallecimiento: 14/10/2024 Lugar de fallecimiento: Castel d’Azzano, Italia
En la madrugada de este 14 de octubre, hora de Italia, nos dejaba el P. Pierluigi Cadé, conocido en México como el P. Pedro Cadé. Llegó a nuestro país en 1978 y dejó una gran huella en Ciudad Constitución, donde trabajó con gran entusiasmo misionero y donde construyó el hermoso Santuario de la Virgen de Guadalupe que hoy conocemos.
El P. Cadé nació el 11 de enero de 1932 en Zanica, en la diócesis de Bérgamo, en Italia. Hizo sus primeros votos en 1951 y fue ordenado sacerdote el 1 de marzo de 1958. Tras 5 años de labor misionera en Italia fue destinado a Burundi, donde trabajó hasta 1965, año en que se vio obligado a regresar a Italia para recuperarse de una fuerte malaria.
Tras pasar 15 años trabajando en la formación de misioneros, pidió ir a la misión de Centroáfrica, pero fue destinado a la Baja California, a donde llegó en 1978. Estuvo diez años en la parroquia del Corazón de María. Luego fue destinado a Ciudad Constitución, con la misión de ocuparse de la comunidad de Guadalupe, donde permanecería 16 años. Allí se dedicó en cuerpo y alma no sólo al cuidado pastoral de una comunidad que no dejaba de crecer, sino a construir el hermoso templo del Santuario de Guadalupe que conocemos hoy. En Ciudad Constitución dejó una gran huella entre la gente, que siempre lo recordará. Regresó a la Paz, al que era entonces templo expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús, donde estuvo otros nueve años. Lo remodeló para darle el aspecto que tiene hoy, ya convertido en parroquia.
En 2013, mayor y enfermo, tuvo que regresar a Italia. Fueron 92 años de vida y 66 años de sacerdocio, de los cuales 35 los dedicó a la Baja California Sur. A sus espaldas, una gran labor misionera que muchos recuerdan y agradecen. Descansa en paz.
Compartimos también algunos videos de hace algunos años en los que el P. Cadé hace un repaso a su trabajo misionero en Baja California durante los 35 años que vivió entre nosotros.
Por: + Felipe Arizmendi Esquivel Obispo Emérito de SCLC
Foto: EneasMx – Trabajo propio, CC BY 4.0
MIRAR
Estamos iniciando un nuevo sexenio en el gobierno federal de nuestro país. La nueva Presidenta se ha comprometido a continuar, así dice ella, lo hecho por el gobernante anterior, como si todo hubiera sido exitoso y benéfico para las mayorías. Pedimos a Dios que la inspire, así como a su equipo, para que sea el bien común lo que les mueva, y encuentren otras formas más eficaces para la tan anhelada paz social, que se ha debilitado mucho.
Algunos se preguntan cuál es la religión de la Presidenta. Tiene antecedentes familiares judíos, que podrían suponer en ella los principios básicos de esa religión, pero eso no aparece en ninguna parte de su vida. Se le considera científica y académica, no creyente, como si lo científico prescindiera de lo religioso. Sin embargo, durante su campaña electoral, fue a visitar al Papa Francisco, hizo una presentación de su proyecto ante el pleno del episcopado mexicano y aceptó firmar nuestra propuesta de construcción de la paz, aunque expresó no estar de acuerdo con algunos de nuestros análisis de la realidad nacional. Sus enemigos difundieron que, si ganaba, cerraría templos y convertiría la Basílica de Guadalupe en museo, lo cual es falso; no es tonta para hacer eso. Esperamos que sea respetuosa con todas las opciones religiosas, con apertura de mente y de corazón para aceptar la colaboración que nuestra religión aporta a la paz y a la justicia social.
En la historia nacional, sobre todo de 1926 a 1929, sufrimos una grave persecución religiosa, pues el gobierno de entonces quería suprimir la Iglesia; muchos católicos murieron por defender nuestra fe. Hemos tenido gobernantes con diferentes opciones y actitudes religiosas, desde unos más indiferentes y contrarios, hasta otros más respetuosos y hasta practicantes. El Presidente que sale nos dijo a los obispos que era católico, pero a su manera; hacía alusiones a Jesucristo, cuando lo quería jalar hacia su opción política, pero no le hizo caso en muchas otras cosas. Por ejemplo, Jesús nos enseña amar y perdonar, y en consecuencia no odiar, ni ofender y tratar de destruir a los que piensan diferente. Jesús nos ordena amar preferencialmente a los pobres, pero no usarlos en campañas políticas. Jesús nos indica no mentir; por tanto, no desvirtuar la realidad cada mañana.
En Nicaragua, la Iglesia está sufriendo una persecución muy arbitraria, con muchas detenciones contra los contrarios al régimen imperante. Se ha expulsado y privado de su nacionalidad a muchas personas, también a obispos, sacerdotes y religiosas, incluso a la representación de la Santa Sede, por el simple hecho de no aplaudir todo lo que el gobierno hace. La Iglesia sigue viva, aunque sufriendo mucho. Tarde que temprano, ese imperio caerá. Al pueblo sencillo se le puede engañar y comprar con dádivas, pero sólo temporalmente; las injusticias evidentes hacen que se abran los ojos.
DISCERNIR
El episcopado mexicano envió un mensaje a la nueva Presidenta del país, en que, entre otras cosas, se le dice:
“Como Pastores de la Iglesia Católica en México, pero también como ciudadanos mexicanos,
además de nuestras felicitaciones, oraciones y buenos augurios, nos permitimos expresar los sentimientos de esperanza que tenemos al comienzo de esta nueva etapa de gobierno, tratando de reflejar lo que hay en el ánimo de millones de ciudadanos.
Nos parece que la realidad habla por sí misma y exige, de manera inmediata, políticas públicas que garanticen la seguridad ciudadana, superen la pobreza y la desigualdad, y promuevan la unidad nacional y la concordia entre todos. Nunca más el dominio del crimen organizado ni de la delincuencia en general.
Tenemos la convicción de que México debe ser un país donde gobierno y ciudadanos respeten las Leyes, teniendo como marco de referencia la Constitución con la que nos identificamos y que no puede ser violentada por sectores sociales o políticos que pasen por encima del conjunto de la Nación. Estamos convencidos que México está llamado a volver a vivir en un verdadero Estado de Derecho Democrático, constituido por una Federación de Estados autónomos, con equilibrio de poderes, que nos hace ser una República confiable para todos. Sin confianza no hay desarrollo, ni futuro estable.
Desde el pensamiento humanista de la Iglesia, reconocemos la dignidad de toda persona como un principio inviolable y fundamento de todos los derechos humanos. Necesitamos vivir en un Estado democrático que respete los derechos humanos para todos los ciudadanos, fortaleciendo las instituciones que garantizan el ejercicio pleno de estos derechos y fomentando una cultura de respeto mutuo y participación ciudadana.
México tiene grandes retos que son oportunidad para crecer en participación y diálogo, superando la polarización, buscando la reconciliación hasta llegar a los acuerdos necesarios junto a todas las fuerzas políticas, -sin aniquilar a las minorías-, para construir, desde el diálogo y el consenso, el proyecto del bien común para que la sociedad mexicana viva en paz. Reiteramos nuestra voluntad de sumarnos a esta dinámica para convivir con justicia y solidaridad para todos”.
ACTUAR
Que Dios ilumine y fortalezca a nuestras nuevas autoridades, pero cada quien hagamos lo que podamos por mejorar nuestro entorno, y no esperemos que todo lo haga el gobierno.
La provincia de los misioneros combonianos de Egipto-Sudán tiene una comunidad de formación cerca de Beirut, Líbano. El padre Diego Dalle Carbonare (en el centro de la foto), superior provincial, visitó la comunidad -compuesta por cuatro escolásticos y un formador- para comprobar con sus propios ojos la situación en la que se encuentran los misioneros. Según Naciones Unidas, más de 720 personas han muerto ya en Líbano y 211.000 han sido desplazadas desde el pasado lunes, cuando se produjo la nueva escalada del conflicto en Oriente Medio con las incursiones israelíes en territorio libanés. El sábado 28 de septiembre, desde el Líbano, el Padre Diego envió el mensaje que publicamos a continuación.
«Esta vez no os envío el “boletín de guerra” desde Sudán (donde, sin embargo, la guerra continúa, aunque los medios de comunicación lo hayan olvidado), sino desde el Líbano, donde vine la semana pasada para visitar a nuestros escolásticos y su formador. Aproveché también para hacer ejercicios espirituales en una casa jesuita en la frontera con Siria, en la zona de Zahle. A pesar del silencio de los ejercicios, escuchamos más de una vez por la noche -y hoy también a plena luz del día- algunas explosiones, pero todas lejanas de nosotros. Hasta donde sabemos, los ataques en curso sólo se producen en lugares estratégicos de Hesb. El Líbano es un país pequeño, pero dividido en zonas, por lo que para aquellos que no viven en la zona chií, la vida parece transcurrir con normalidad. Estamos al norte de Beirut, en una zona cristiana, y estamos lejos de las explosiones de misiles y de las columnas de humo que se elevan al sur de la ciudad. Sin embargo, incluso hoy, mientras regresábamos a casa por la carretera principal del país que bordea el mar de sur a norte, comprobamos con nuestros propios ojos que por cada 4 ó 5 coches que se dirigían al norte, uno era un coche chiita que huía de la zona de guerra: coches y camiones repletos de mujeres, niños, maletas y colchones, que huyen hacia el norte. ¿Dónde exactamente? Cada familia tiene su propia dirección en estos caminos de esperanza. Como siempre, ante cualquier tipo de guerra la pregunta es: ¿Por qué? ¿Con qué propósito? ¿Para quién? El Líbano es una perla de rara belleza, pero la crueldad de los poderosos no conoce motivos. Como siempre, pido sus oraciones.»
Padre Diego Dalle Carbonare, mccj Superior Provincial de Egipto-Sudán
El 23 de septiembre de 2024 comenzó oficialmente el Año Comboniano de Formación Permanente (ACFP) 2024-25. Dieciocho Misioneros Combonianos, dieciséis Padres y dos Hermanos, de doce Provincias, caminarán juntos durante unos ocho meses «hacia más vida», como reza el lema del curso de este año. Recemos por estos hermanos para que vivan plenamente esta experiencia de crecimiento y renovación.
En la Misa que inauguró este viaje, el P. Tesfaye, Superior General de los Misioneros Combonianos, recordó la importancia de esta iniciativa, en la que se invita a los misioneros a participar después de 10-15 años de trabajo misionero, para reexaminar su experiencia misionera -a la luz de la Palabra y del carisma comboniano- y volver a la misión con más fuerza y energía. El P. Tesfaye subrayó que este viaje es un don y un privilegio, teniendo en cuenta que a muchos laicos también les gustaría poder detenerse durante un tiempo tan largo, para renovar sus fuerzas, y no pueden hacerlo.
En la semana de apertura, los dos miembros de la Comisión de Formación Permanente -el P. Alberto Silva y el Hno. Alberto Degan- presentaron la carta de formación que, después de una panorámica de la historia del Año Comboniano, explica la propuesta formativa para el curso, que se centra en cuatro «pilares»: una profundización en la relación con Dios y su Palabra; un encuentro renovado con San Daniel Comboni y con nuestro Instituto; una revisión de la propia experiencia misionera y una profundización en los desafíos de la misión de hoy; y un mayor autoconocimiento en la verdad, la acogida y la integración.
Un elemento clave de este viaje será el intercambio de experiencias entre los dieciocho participantes, que ya han tenido la oportunidad en esta primera semana de compartir sus expectativas sobre el curso. He aquí lo que dijo un participante sobre el camino que les espera: «Espero poder reencontrarme conmigo mismo, relacionarme más profundamente con la persona de Comboni y con Cristo, el Maestro de la Misión».
La primera semana del Año Comboniano terminará con una misa celebrada en la Basílica de San Pablo Extramuros. En la segunda semana comenzarán las conferencias. El Año Comboniano contará con la colaboración de unos 30 conferenciantes, algunos combonianos y otros no.
Hay tres palabras que resumen el significado de este período sabático: don, derecho y deber. El Año Comboniano es ante todo un don, es decir, un período de gracia, ofrecido a todos los Combonianos que se encuentran en la fase de «media vida»; es un derecho, en el sentido de que todos los Combonianos tienen derecho a participar en este camino para renovar su motivación y energía; y es un deber, en el sentido de que los participantes están llamados a vivir este camino con una actitud participativa y responsable para después volver en medio de su pueblo con un compromiso renovado.