Misioneros Combonianos en Chad: El pueblo no se beneficia del dinero del petróleo

Chad, crisis climática y pobreza
Desde uno de los países más pobres, la petición de condonación de la deuda, como quiere el Papa, para apoyar los servicios básicos y las actividades agrícolas, crear infraestructuras para frenar los daños medioambientales. Los combonianos denuncian la explotación de las multinacionales y piden «una llamada de atención» a la comunidad internacional. «Eternizar la ayuda es sólo una solución amortiguadora: hay que desencadenar procesos de paz, justicia y promoción humana».

Vatican News

Con más del 40% de la población por debajo del umbral de la pobreza, Chad vive en un sufrimiento crónico agravado por los daños climáticos de una magnitud sin precedentes en las últimas semanas, los violentos enfrentamientos con los grupos armados del fundamentalista islámico Boko Haram y la dificultad de gestionar un flujo continuo de desplazados que huyen de la sangrienta guerra civil en el vecino Sudán. Los misioneros combonianos presentes en el país cuentan el enorme esfuerzo que hay que emplear en una tierra al límite de la habitabilidad, sobre todo en los meses de verano.

El dinero del petróleo va a parar a las armas o a las multinacionales

Chad es un país que desempeña un papel importante en el equilibrio del Sahel, entre otras cosas por su disposición a acoger refugiados, y sus esfuerzos deben ser reconocidos. Así lo afirmó la Representante Especial de la UE para el Sahel, Emanuela Del Re, en la apertura de la reunión convocada en Yamena con los enviados especiales de la UE en la región, así como los de EEUU, Canadá, Reino Unido, Noruega, Suiza y Japón. Que, a pesar de todo, se encuentra entre los países más pobres del mundo es un hecho, y que desde 2003 Chad se ha convertido en exportador de petróleo, sin dejar de ser el segundo país menos desarrollado del planeta precedido por Sudán del Sur, es un defecto que lleva décadas a la vista y que preocupa mucho a quienes han estado allí en varias ocasiones para apoyar a una población que está agotada.

Chad: la pobreza de las periferias

Uno de ellos es el padre Renzo Piazza, que llegó aquí en 1982; estuvo nueve años, a los que siguieron otros nueve de ausencia y regresó en 2000 para diez años. Después de 14 años, en septiembre, se encontró con una capital que le resultaba irreconocible: desbordada, caótica. Explica que en las capitales africanas la población se duplica cada diez años. «Como ya no se encuentra sitio en el centro, se para en los suburbios, donde la vida es difícil, sin carreteras ni electricidad. Sin embargo, la gente prefiere quedarse allí porque el terreno es más barato y pueden construir una pequeña casa con el riesgo de que la derriben cuando haya que hacer obras de infraestructura». El misionero cuenta que «aquí todo es una lucha, viajar, trabajar bajo un sol abrasador, con traslados en furgonetas que son una ruina. Si no eres capaz de luchar aquí no sobrevives». De marzo a mayo, pues, es invivible por el calor. Casi todo el dinero va a las multinacionales. «Hace unos 20 años, señala, planearon que gran parte de los beneficios de la venta de petróleo fueran a parar a las generaciones futuras. Luego, en cambio, se compraron armas para garantizar la seguridad. Se han hecho algunas obras públicas, pero en esencia se mantiene una situación de gran pobreza».

Apoyo al llamamiento del Papa en favor de la anulación de la deuda

Para un país como el Chad, la anulación de la deuda podría tener repercusiones importantes y positivas, aunque ello dependería de la gestión de los fondos liberados. Así comenta una mujer, feligresa del Padre Renzo y con un cargo de responsabilidad a nivel ministerial, el llamamiento del Papa Francisco en su mensaje a Cop29 en favor de la condonación de la deuda de los países pobres. «Una operación de este tipo para un país como Chad, explica, debería funcionar teniendo en cuenta el refuerzo de los servicios básicos (acceso al agua potable, atención sanitaria y educación); el apoyo a la agricultura y la seguridad alimentaria, sectores bajo presión debido a la sequía y la degradación de la tierra (con menos deudas que devolver, el gobierno podría invertir más en mejorar los sistemas de riego o las técnicas de cultivo); invertir en infraestructuras (transporte, energía y comunicación) para desarrollar el comercio, pero también la conexión entre las zonas rurales y urbanas; reducir la pobreza y la desigualdad con una mejor asistencia social, especialmente en las regiones aisladas donde el acceso a los recursos y a las oportunidades económicas es limitado».

Inundaciones y residuos, ultraje a un territorio degradado

Para agravar un contexto de carencias como el del Chad, las recientes inundaciones, como informa el padre Piazza, siguen afectando a muchas familias y han afectado a 16 países de África Occidental y Central. El misionero afirma que en la capital «la vida es bastante tranquila, no hay signos tangibles en comparación con lo que ha ocurrido en las regiones del lago Chad». Explica, sin embargo, que el riesgo de acabar inundado se da cada vez con más frecuencia, ya que Yamena es el lugar donde confluyen los dos grandes ríos del país y, cuando el periodo es más crítico, si uno no se refugia con sacos de arena, muchos barrios se inundan. «En algunas zonas vi camiones con arena para crear barreras. En el sur, donde había campos cultivados, los frutos se echaron a perder. La Iglesia puso a disposición terrenos que tenía para acoger a los que tuvieron que abandonar sus casas. Recibieron sacos de arroz. Hoy en día se organizan para atender a los necesitados. Se trata de soluciones provisionales, señala, pero hay que adelantarse». Está claro, añade, que «nos enfrentamos a los daños del cambio climático». Al agua le acompaña el otro efecto desestabilizador, el de los residuos: «Las carreteras están llenas de canales para que el agua escurra, pero éstos están llenos de basura porque la recogida no funciona. Y con el viento, como ahora, la arena también se espesa. El resultado es que todo está obstruido». El ACNUR, que se ha comprometido a proporcionar asistencia inmediata y apoyo a largo plazo a los desplazados y a las comunidades de acogida, ha expresado su preocupación al respecto: «Es probable que los efectos catastróficos de las inundaciones se prolonguen mucho más allá de la temporada de lluvias de este año, exacerbando las dificultades a las que ya se enfrentan las comunidades vulnerables».

Ataques de Boko Haram e inestabilidad interna

En el Ángelus del 1 de noviembre, Francisco expresó su cercanía a los chadianos azotados por las inundaciones, del mismo modo que se dolió por las víctimas del grave atentado terrorista de los días inmediatamente anteriores, que costó la vida a decenas de personas y del que se culpó al ejército local, que habría matado por error a decenas de pescadores en un intento de golpear a los yihadistas de Boko Haram. Desde 2009, cuando este grupo armado somalí inició su campaña de violencia en el noreste de Nigeria, la insurgencia se ha extendido rápidamente a los países vecinos, entre ellos Níger, Camerún y Chad, con una amenaza que prácticamente ha remitido. Para intentar frenar estos repetidos brotes, las naciones vecinas de Chad «han pedido ayuda al ejército local, que tiene mucha experiencia, a pesar de que Boko Haram ha sufrido más bajas», explica el padre Piazza. El clérigo afirma que ha conocido a varias personas que han perdido a miembros de su familia en los enfrentamientos. «Seguro que Boko Haram no será derrotado porque está demasiado arraigado en muchas zonas», admite y se refiere al estado de ánimo -en su opinión falso- de ciertos sectores de la población convencidos de que en realidad no se trata de Boko Haram sino de movimientos rebeldes. Ciertamente, los grupos yihadistas han reorganizado y relanzado sus operaciones aprovechando la inestabilidad política interna de Chad, donde la transición presidencial de 2021 sigue marcada por las protestas y los disturbios.

La dolorosa acogida de los refugiados sudaneses

Desde la frontera con Camerún, donde se encuentra la capital, hasta Abéché, al noreste, hay unos 700 kilómetros. El Hermano Enrico Gonzales, también comboniano, vive aquí desde hace tres años. Junto con un hermano y un sacerdote diocesano, anima la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús que cubre el territorio fronterizo con Sudán. Se trata de una zona muy delicada, en perpetuo desamparo, puerta de entrada de los refugiados de Sudán. Los campos de refugiados acogen hasta cincuenta mil personas, con el desierto acechando. «El agua es un problema muy grave. Casi todas las agencias humanitarias del mundo han intervenido para intentar paliar la situación, pero es realmente muy difícil. Intentamos hacer lo que podemos», confiesa el misionero. La parroquia se encuentra en el vicariato de Mongo, una ciudad a 400 kilómetros de Abéché: «Aquí, Cáritas diocesana está interviniendo en algunos campamentos para construir refugios, pozos, pero es complicado. No es tanto la cuestión de la seguridad lo que crea problemas, porque la situación aquí es relativamente tranquila, pero desde el punto de vista logístico hay cuestiones críticas. Por ejemplo, aquí hay un aeropuerto pero, al ser militar, es de uso exclusivo de las fuerzas chadianas. El transporte de convoyes tarda demasiado, especialmente durante la temporada de lluvias. Algunos refugiados han sido trasladados aquí, a la espera de ser reconocidos. El flujo es continuo. Estuve en Sudán hace 20 años y ahora me he encontrado con hijos y nietos de refugiados de la guerra de Darfur», afirma.

«Llegué a Chad hace diez años y todavía encuentro desplazados sudaneses que ahora se han instalado aquí. Creo que se quedarán aquí seguro porque, a pesar de todo, sigue siendo seguro», continúa Gonzales, satisfecho de que al menos el gobierno no haya cerrado la frontera, pues de lo contrario los sudaneses se verían atrapados en un destino de muerte segura debido al conflicto civil que no les da tregua. El hermano Enrico utiliza el arma de la ironía para exorcizar el cansancio y la rabia que siente ante una guerra civil, la del vecino Sudán -a la que también el Papa dirige continuamente su pensamiento-, que califica de «espantosa» y en la que el propio Comboni College se ha llevado la peor parte, saqueado e incendiado. Gonzales también tuvo que tratar con refugiados sudaneses cuando vivía en Egipto, pero nunca se acostumbró a la carnicería y el sufrimiento de los campos, hoy olvidados por la comunidad internacional. «Es necesario un toque de atención», advierte.«Las grandes organizaciones intentan hacer lo que pueden, pero aquí el problema es siempre el mismo: eternizar la ayuda en lugar de resolver el problema de fondo, que sería desencadenar procesos de paz, reconciliación y justicia. Pero es extremadamente complejo».

Por una pastoral sinodal que supere el clericalismo

La zona de Abéché está habitada por una minoría muy reducida de cristianos, donde «las relaciones con los musulmanes son formalmente buenas», informa el Hermano Enrico. El padre Piazza vuelve de la capital para hablar de la colaboración interna en la vida de la Iglesia, comprometida en la pastoral penitenciaria y en los suburbios «donde no hay nada, pero hay gente, personas de buena voluntad que se han organizado para encontrar un lugar donde rezar los domingos». Cuenta que trabajan duro en la animación tratando de cuidar la formación en esta zona que poco a poco se convertirá en vicaría y luego en parroquia. «Actualmente sólo hay un toldo que cobija a los que rezan. En la fiesta de Comboni había 1.500 personas. Un cambio hermoso que he visto, cuenta el misionero, es que ahora encuentras en las comunidades personas que se han hecho mayores, cristianos que han crecido en fidelidad a la Iglesia y que garantizan los servicios dando continuidad. Aquí ya se pone en práctica la sinodalidad y la ministerialidad, con el trabajo de los equipos principalmente en manos de los laicos, sin los cuales el sacerdote no podría realmente hacer nada». Su último pensamiento se refiere al Papa Francisco, «un don que el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia de hoy, un don también para la Iglesia del Chad. Mi deseo, concluye, es que se le escuche más en esta Iglesia que tiene tendencia a replegarse en el clericalismo. Debemos tener paciencia para que crezca en los dos pulmones, en la oración pero también en la dimensión de la promoción humana». Concluye con una anécdota que vale por años y años de misión, la mayor recompensa: «una vez la mujer de un catequista me dijo “Tú eres mi hermano”».

Mensaje del Consejo General de los Combonianos a los misioneros que trabajan en Mozambique

El Consejo General de los Misioneros Combonianos ha enviado un mensaje de solidaridad a sus hermanos que trabajan en la Provincia de Mozambique, en el que dicen seguir con gran preocupación las noticias e imágenes de violencia y destrucción que les llegan desde allí. Al tiempo les animan a seguir dando testimonio de su solidaridad con las personas con las que conviven y les recuerdan que «hoy, más que nunca, estamos llamados a proclamar la Buena Nueva de la paz como único camino para construir una sociedad basada en el respeto a la dignidad humana y en la atención a los más desfavorecidos».

comboni.org

Mensaje a los Hermanos de Mozambique

Queridos Hermanos de la Provincia de Mozambique:

Como Consejo General, seguimos con gran preocupación las noticias e imágenes de violencia y destrucción de bienes públicos y privados que nos llegan de Mozambique como reacción al fraude y a la falta de transparencia en el anuncio de los resultados de las elecciones generales -presidenciales, legislativas, asambleas provinciales y gobernadores- del pasado 9 de octubre.

Las manifestaciones populares, que debían ser pacíficas, degeneraron en actos de violencia, que fueron reprimidos por la fuerza por la policía -especialmente en las grandes ciudades- causando más de veinte muertos y centenares de heridos. Estas manifestaciones de violencia, que sólo generan odio y muerte, angustia y miedo, nos han llevado a expresar, en nombre del Instituto, nuestra cercanía a cada uno de ustedes y a todo el pueblo de Mozambique.

Sabemos que todo el país atraviesa momentos difíciles y que, por regla general, quienes acaban sufriendo las consecuencias nefastas de los conflictos violentos son las personas más pobres e indefensas.

Ante el agravamiento de la situación, pedimos a todos los hermanos que permanezcan vigilantes e informados sobre los acontecimientos, y que sean solidarios con quienes buscan la verdad y la justicia, en comunión con la Iglesia local. Sin duda, la resiliencia puede y debe ayudarnos a superar la adversidad actual y a encontrar vías pacíficas para orientar y dar esperanza al pueblo y al país.

Nuestra presencia en Mozambique en los últimos 77 años, inspirada en la Palabra de Dios y en el testimonio de San Danilo Comboni, se ha distinguido siempre por la capacidad concreta de asumir un estilo de misión comprometido e inserto en la realidad de la gente, y de hacer causa común con las alegrías y los dolores de quienes nos han sido confiados.

Les animamos, por tanto, a seguir siendo solidarios con las personas que los rodean, transmitiéndoles la esperanza que brota del Evangelio. Hoy más que nunca, estamos llamados a proclamar la Buena Nueva de la paz como único camino para construir una sociedad basada en el respeto de la dignidad humana y en la preocupación por los más desfavorecidos.

Damos gracias a Dios por su testimonio de entrega al pueblo con el que comparten la misión, y nos sentimos también solidarios con todos los mozambiqueños y mozambiqueñas que anhelan un futuro mejor y -hoy sobre todo- la paz.

Esperamos también que la profunda tradición cristiana y los valores ancestrales del pueblo sean el pilar desde el que construir una reflexión serena y justa que ayude a superar la actual polarización de fuerzas entre el gobierno y la sociedad civil.

Rezamos por el cese inmediato de la violencia en Mozambique y pedimos la intercesión de San Daniel Comboni, para que os ayude a vivir con fe y esperanza este doloroso momento.

Que Dios los bendiga, los proteja y les dé la fuerza y la sabiduría para afrontar estos momentos difíciles.

Permanezcamos unidos en la solidaridad, rezando juntos por la paz.

El Consejo General

Martas y Marías

Por: Mons. Jesús Ruíz Molina, mccj
Desde Mbaïki, República Centroafricana

Betania fue para Jesús un lugar de reposo, un oasis donde cargar pilas humana y espiritualmente. La casa de Lázaro y sus hermanas, Marta y María, sabía a hogar, a amistad profunda, a lugar donde solazar el corazón. ¿Qué habría sido de Jesús y sus discípulos si Marta no se hubiera afanado en acogerles, darles una buena comida y proporcionales un lugar para descansar? ¿Dónde se habría explayado el corazón de Jesús si María no hubiera sabido escuchar y acoger los secretos del Maestro? Y ese Lázaro amigo, al que Jesús tanto quería. Marta y María, dos caras de una misma realidad que no siempre es fácil conjugar. Marta, la ama de casa que supo arranca a Jesús palabras de vida eterna: «Yo soy la resurrección y la vida, el que crea en mí, aunque haya muerto, vivirá». María, que a los pies del Maestro aprende los secretos que esconde su corazón: «María ha escogido la mejor parte y no se la arrebatarán».

Me vienen a la memoria estas reflexiones sobre la vida de Jesús mientras escribo en mi diario todo lo que voy viviendo junto al pueblo centroafricano de la diócesis de Mbaiki, que me ha sido encomendada como obispo. Tal vez me equivoque, pero tengo la sensación de que desde hace un buen tiempo, en la Iglesia hemos inclinado la balanza del lado de María en detrimento de Marta. El hecho de que el papa Francisco se haya ido a vivir a la Casa de Santa Marta es todo un símbolo que pudiera equilibrar esa realidad del discípulo que tiene que nadar entre dos aguas, la acción y la contemplación, dos alas de un mismo pájaro. No es cuestión de escoger una en detrimento de la otra, las dos juntas nos permiten volar hacia las alturas del Reino.

Este difícil equilibrio debe existir también dentro de la vida religiosa y misionera. En estos últimos tiempos me enfrento a una situación que genera conflicto entre las dos alas de la vida del discípulo. En la diócesis trabajan 40 religiosas de una docena de congregaciones, entre las que apenas hay cinco Martas con las que puedo contar incondicionalmente para cualquier misión. El resto no necesariamente son Marías. Estas cinco Martas de las que hablo son mujeres preparadas, activas, dispuestas a afrontar nuevos retos, a romper moldes, a mezclarse con el pueblo pigmeo aka, a curar enfermos que nadie se atreve a tocar, a emprender caminos inexplorados por una religiosa antes, a vivir un liderazgo femenino en la Iglesia…, pero lo que descubro es que el hecho de actuar como Martas, mujeres del Evangelio en el servicio diocesano, las pone en serio conflicto con sus congregaciones. Varias superioras provinciales han venido a quejarse: que si siempre están fuera de la comunidad, que si viajan demasiado, que si duermen en los poblados con la gente, que si abandonan la comunidad de la que son a veces las superioras, que si privilegian los compromisos diocesanos antes que los congregacionales… Esto está haciendo sufrir a tres de ellas.

En algunos casos, el conflicto es latente con sus congregaciones y les lleva a acentuar su identidad y pertenencia a una Iglesia diocesana, pero otras veces el conflicto me huele a celos escondidos, como si hubiera infidelidad a la congregación cuando hay gran donación a la pastoral diocesana. Y me digo: si el carisma de la congregación no está al servicio de una Iglesia particular, entonces hay riesgo de «capillismo». Pero, también, si el carisma se edulcora suprimiendo la comunidad, entonces la Iglesia se empobrece. ¡Qué difícil ese equilibrio entre esa Marta y esa María que cada institución, cada congregación, cada discípulo, lleva dentro! La Iglesia, durante siglos ha idealizado a María y ha encerrado a las religiosas en los conventos sin apenas percatarnos de que Marta es imprescindible para las cosas de Jesús.

Sufro viendo el conflicto de las cinco religiosas con sus congregaciones, que les recriminan su alejamiento. Intento no meterme en asuntos internos, pero qué difícil me resulta cuando lo que está en juego es un estilo de Misión, un estilo de Iglesia. Sufro porque presiento las amenazas que acechan a algunas de ellas y que sean cambiadas de comunidad. Una de las superioras me dijo que había dado un ultimátum a una. Le dije: «Sé qué tenéis la sartén por el mango, pero os pido también que reviséis vuestro carisma fundacional. Estoy seguro de que vuestra fundadora fue una mujer que rompió esquemas, que franqueó no pocas fronteras eclesiales y sociales. Ah, y por favor, diga a sus superioras de Roma que el obispo está muy agradecido de vuestra preciosa presencia en la diócesis, y sobre todo de la ­hermana N…». ¡Qué difícil equilibrio!

Más tarde, hablando con una de las Martas, sabiendo la espada de Damocles que tiene sobre su destino, le he pedido que no rompa con su congregación, que cree puentes, que intente ejercitar el ala de las Marías que su orden le reclama. No quisiera perderla.

Acción y contemplación, Marta y María. La una sin la otra no generan vida de Dios.

El Superior General de los Combonianos nombrado obispo auxiliar de Addis Abeba

El Santo Padre ha nombrado hoy al Rev. P. Tesfaye Tadesse Gebresilasie, misionero comboniano, hasta ahora Superior General de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, Obispo Auxiliar de la Archieparquía de Addis Abeba (Etiopía), asignándole la sede titular de Cleopátride.

Elegido como Superior General en el Capítulo de 2015, el P. Tesfaye fue reelegido para un nuevo mandato de seis años en el Capítulo de 2022, que se celebró con un año de retraso a causa de la pandemia del Covid-19. Con su nominación como obispo auxiliar de la Archieparquía de Addis Abeba, el Instituto de los Misioneros Combonianos debe ahora elegir un nuevo Superior General hasta el término del mandato en 2028.

El padre Tesfaye Tadesse Gebresilasie nació en Harar el 22 de septiembre de 1969 y pocos meses después llegó a Addis Abeba, de donde era y es su familia. Realizó todos sus estudios, desde la escuela primaria hasta el final de la secundaria, en la ciudad de Addis Abeba. En 1986 entró en el postulantado de los Misioneros Combonianos, hizo sus estudios de Filosofía, en el Philosophicum del CFIPT en Addis Abeba. Inmediatamente después de terminar los estudios de Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (91-94), hizo el Año Propedéutico de Estudios Islámicos (94-95) en el Pontificio Instituto de Estudios Islámicos y Árabes de Roma (PISAI). Estudió árabe en el centro académico de Dar Comboni en El Cairo y luego siguió otro año de estudios islamológicos en el PISAI de Roma, (96-97). Posteriormente obtuvo la licencia en Estudios Árabes e Islamología en Roma, en el mismo instituto, en 2000-2001.

Emitió sus primeros votos en el Instituto de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, el 1 de mayo de 1991, en el noviciado de Awassa, Etiopía, y sus votos perpetuos en Roma el 1 de noviembre de 1994. Fue ordenado diácono en Roma el 06/01/95 y sacerdote en Addis Abeba, en su parroquia dedicada a San Salvador, el 26 de agosto de 1995. Después de sus estudios de lengua árabe e islamología, ejerció como párroco en Jartum (Sudán) en la parroquia de Omdurman (1997-2000) y en el Vicariato de Awassa en Etiopía en los años (2001-02); después de un breve curso de formación en la Universidad Salesiana de Roma (UPS), ejerció su ministerio en la promoción vocacional y la formación (2003-04).

De 2002 a 2004 fue Consejero Provincial en Etiopía, y en 2005 fue elegido Superior Provincial de los Combonianos en Etiopía, cargo que desempeñó hasta septiembre de 2009, cuando fue elegido Consejero General en el XVII Capítulo General de 2009. De 2005 a 2009 fue presidente de la Asociación (Conferencia) de Superiores Mayores Religiosos de Etiopía (CMRS).

En 2015, durante el XVIII Capítulo General, fue elegido Superior General y en el XIX Capítulo General fue reelegido Superior General para un segundo mandato.

De 2017 a 2022 fue Vicepresidente y Presidente de SEDOS y de 2018 a 2021 miembro del Consejo Ejecutivo de la USG (Uniones de Superiores Generales); participó en la primera y segunda sesiones del Sínodo sobre la Sinodalidad (octubre de 2023 y 2024) como delegado electo de la USG.

El 6 de noviembre el papa Francisco lo nombró obispo auxiliar de la Archieparquía de Addis Abeba, Etiopía, asignándole la sede titular de Cleopátide.

Mons. Odelir José Magri, nuevo arzobispo metropolitano de Chapecó, en Brasil

Mons. Odelir José Magri, misionero comboniano y hasta ahora obispo de Chapecó, en Brasil, acaba de ser nombrado por el papa Francisco arzobispo metropolitano al elevar el rango de la diócesis de Chapecó a arquidiócesis.

La arquidiócesis de Chapecó (en latín: Archidioecesis Xapecoënsis) es una circunscripción eclesiástica de la Iglesia católica en Brasil. Se trata de una arquidiócesis latina, sede metropolitana de la provincia eclesiástica de Chapecó. Desde el 5 de noviembre de 2024 su arzobispo es Odelir José Magri, misionero comboniano.

La arquidiócesis tiene 15 663 km² y extiende su jurisdicción sobre los fieles católicos de rito latino residentes en 80 municipios del estado de Santa Catarina. La sede de la arquidiócesis se encuentra en la ciudad de Chapecó, en donde se halla la Catedral de San Antonio de Padua. La arquidiócesis tiene como sufragáneas a las diócesis de Caçador, Joaçaba y Lages.

En 2021, en la entonces diócesis, existían 46 parroquias agrupadas en 9 regiones pastorales: São Miguel do Oeste, Itapiranga, Campo Erê, Chapecó, Seara, Palmitos, Xanxerê, Quilombo y Pinhalzinho. La diócesis fue erigida el 14 de enero de 1958 mediante la bula Quoniam venerabilis del papa Pío XII, obteniendo el territorio de la diócesis de Lages y de la prelatura territorial de Palmas (hoy diócesis de Palmas-Francisco Beltrão).​ El 12 de junio de 1975 cedió una parte de su territorio para la erección de la diócesis de Joaçaba mediante la bula Quo aptius del papa Pablo VI.​

El 5 de noviembre de 2024 el papa Francisco elevó el rango de la diócesis a sede metropolitana y nombró a Mons. Odelir Magri, su titular, primer arzobispo metropolitano.

Mons. Odelir José Magri, misionero comboniano, nació el 18 de abril de 1963 en Campo Erê, diócesis de Chapecó, estado de Santa Catarina. Estudió Filosofía en la Pontifícia Universidade Católica do Paraná en Curitiba-PR y Teología en el Institut Catholique de Paris. Asistió al curso para Formadores de Seminaristas organizado en São Paulo-SP en colaboración con la Pontificia Università Gregoriana de Roma.

El 26 de junio de 1988 hizo su Profesión Religiosa en la Congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, recibiendo la ordenación sacerdotal el 18 de octubre de 1992.

Ha ocupado los siguientes cargos: misionero en Kinshasa (República Democrática del Congo), donde también fue formador de postulantes; formador y párroco en São Paulo-SP; consejero provincial; maestro de noviciado y superior de la comunidad en Contagem-MG; vicesuperior provincial; asistente general y después vicario general de los Misioneros Combonianos en Roma.

El 11 de octubre de 2010 fue nombrado obispo de Sobral, recibiendo la ordenación episcopal el 12 de diciembre del mismo año. El 3 de diciembre de 2014 fue trasladado como obispo de Chapecó. desde el 5 de noviembre es su nuevo arzobispo metropolitano.

En la Conferencia Episcopal Brasileña, fue presidente de la Comisión Episcopal de Acción Misionera y Cooperación Intereclesial y actualmente es presidente CNBB (Conferência Nacional dos Bispos do Brasil) de la región Sul 4.

¡Siempre recordaré a los Combonianos!

Por: Hna. Mary Ortiz, hpssc

Soy Mary Ortiz, originaria de Torreón, Coahuila. Nací el 20 de septiembre de 1962.  Soy religiosa de la congregación de Hermanas de los Pobres, Siervas del Sagrado Corazón (HPSSC), de Zamora, Michoacán, y actualmente radico en la ciudad de Querétaro en la Casa de Oración.

Hace muchos años, cuando yo era adolescente y estudiaba la secundaria en el colegio La Luz que dirigían entonces las Hijas del Corazón de María y luego en el colegio La Paz de las Hermanas del Verbo Encarnado, conocí al hermano Pedro García, español, comboniano y misionero de corazón, gracias a la comunidad de Carmelitas Descalzas de San José de Ávila, de Celaya, Guanajuato, en donde tenía una tía, hermana de mi papá.

A Dios y al hermano Pedro debo mi vocación misionera, mi amor por la misión ad gentes y por África, muy especialmente por el Chad, a donde fui enviada por mis superiores como una gracia del Señor.

Empecé a participar en algunas jornadas de vida cristiana y misionera que organizaba el Padre Enzo Canonici, también comboniano, quien tenía contactos en Torreón y organizaba sus retiros en Casa Íñigo. Ahí fue despertando algo, sin embargo, terminaban las jornadas y seguía mi vida ordinaria. Fue hasta que mi tía invitó al hermano Pedro, quien quería ir a Torreón a hacer promoción vocacional, a quedarse con nuestra familia. Nosotros lo veíamos poco, él salía temprano y llegaba tarde, solo mi madre y yo lo esperábamos para ofrecerle la cena. Celebró su cumpleaños con nosotros, le hicimos una fiesta, éramos todos unos niños, él se emocionó mucho y entonces vino lo bueno, sacó su proyector y nos enseñó unas filminas de su misión en Ecuador compartiendo lo bello que era entregar la vida y llevar el Evangelio y el Rosario a los lugares más alejados.

El Hno. Pedro García, mccj

Pedro terminó su apostolado en Torreón y se fue, pero se quedó la emocionante y desafiante motivación que despertó en mí. Comenzamos a escribirnos y él entabló una amistad conmigo (creo vivía en un pueblo de Guanajuato); me enviaba rosarios misioneros, libros para leer, como la vida de Daniel Comboni, el Héroe de Molokai, San Agustín, etc. No tuve más contacto con misioneros ni misioneras combonianas porque en Torreón ellos no tenían obras, evangelizaban a través de la revista Esquila Misional.

Cada año, íbamos a Zamora a visitar a mis tías, hermanas de mi papá, de las cuales dos pertenecían al instituto al que pertenezco yo ahora. Yo sentía algo de inquietud en mi corazón, y la invitación que Dios me hacía a través del hermano Pedro dejó una huella profunda en mi corazón.

En 1979 conocí a la Hermana Silvia del Carmen Fernández HPSSC. Trabajaba en Torreón en una escuela que tenían con los jesuitas. Sólo nos veíamos en la iglesia de San José, en misa los domingos. Ella me invitó a una jornada vocacional a Zamora y Dios tuvo a bien llamarme a su servicio para esa comunidad. Mi primera experiencia en la misión ad gentes fue en el Perú, en el departamento de Cajamarca y en el vicariato apostólico de San Francisco Javier que dirigían los jesuitas.

Con el tiempo, nuestras superioras respondieron (como un regalo de Dios) a la invitación de Monseñor Michele Russo, obispo comboniano, para ir a su diócesis en Chad, en donde próximamente cumpliremos 25 años de presencia..

Fui feliz en el Chad, en las misiones de Maybombay y de Mbikou durante 15 años, conocí gente maravillosa, tengo experiencias inolvidables de gente que me hizo gozar la vida con muy poco y vivir el momento presente, con fe inmensa, con el corazón incansable. Ahí volví a tener contacto con los misioneros y misioneras combonianos. Pregunté por el Hermano Pedro García. Nos volvimos a poner en contacto. Creía que volvería a encontrarme con él personalmente, pero Dios tenía otros planes. El Hermano me invitó a su casa en Madrid, él iría por mí al aeropuerto, pero el Señor Jesús quiso llamarle a su presencia un día antes de que pudiéramos vernos.

No puedo dejar de agradecer a Dios el haber puesto a Pedro en mi camino; gracias a Monseñor Russo, hombre de paz y de generosa bondad, a los combonianos por su labor evangelizadora y gracias a mi congregación por haberme regalado la oportunidad de compartir mi vida en África.