Carta a los LMC: «No podemos olvidar nuestro primer amor»
Estamos todos empeñados en la preparación de la próxima asamblea internacional de los Laicos Misioneros Combonianos (LMC), que se realizará del 9 al 15 de diciembre de 2024, en Maia (Portugal), acontecimiento fundamental en la vida de nuestro movimiento misionero. Sólo cada seis años tenemos la oportunidad de reunirnos los LMC de los tres continentes (Europa, África y América) y de los más de 21 países en los que estamos presentes. (En la foto: Misión de Mongoumba, República Centroafricana).
Es sin duda un momento de ilusión que queremos preparar bien. Un momento que determinará las orientaciones para los próximos 6 años. Este año de una manera especial con el horizonte puesto en el reconocimiento de nuestro carisma por parte de la iglesia universal en un futuro cercano, muestra de nuestro caminar a través de los años y nuestra madurez.
No podemos, ni queremos olvidar nuestro servicio misionero en nuestros países de origen, sabemos que la misión está en todos lados, pero seguimos teniendo presente nuestra llamada a servir fuera de nuestras fronteras. En medio de todo esto surge de nuevo una emergencia de continuidad en alguna de nuestras misiones, en este caso Mongoumba, que celebraba hace poco nuestro 25 aniversario de presencia continuada.
No podemos olvidar nuestro primer amor… Cada uno de nosotros ha sido llamado a la misión y en particular el LMC nació con el objetivo de hacer posible ese sueño misionero de salir a otros países a compartir nuestra vida con otros pueblos, a ser misioneros allá donde el Señor nos llamase.
No podemos olvidar nuestro primer amor… De nada sirven nuestras asambleas internacionales, continentales o nacionales si no damos respuesta a ese primer amor. Si entre todos no somos capaces de dar continuidad y apoyo a nuestras presencias misioneras. Toda organización que queramos tener, todos nuestros documentos solo tienen el fin de servir a la misión, de hacer un movimiento fuerte que posibilite el servicio misionero, un movimiento que nos ayude a permanecer fieles a nuestra vocación.
No podemos olvidar nuestro primer amor… Porque sabemos las dificultades que tenemos para partir en muchos momentos de nuestra vida, toca siempre volver al primer amor. Para que la organización de nuestra vida no nos ate en demasía y nos permita salir ahora o en un cierto futuro. Para que en nuestra vida mantengamos presentes las presencias misioneras donde estamos y donde están nuestros hermanos y hermanas. Presentes en nuestro pensamiento, en nuestras oraciones, en nuestra organización, en nuestra economía…
No podemos olvidar nuestro primer amor… Cada uno de nosotros fue llamado a la misión. El amor recibido de Dios nos desborda y nos impulsa a entregarnos. Ese amor es el que deseamos contagiar y ofrecer a nuevas personas. Que en nuestros grupos esté siempre presente y sepamos transmitirlo. Que cada nuevo curso pensemos en cómo abrir nuestros grupos a nuevas personas que se puedan acercar, no olvidemos darnos a conocer, decir “Estamos dispuestos a acompañar a cualquiera que sienta una vocación misionera”. Que cada vez que alguien llame a nuestra puerta o realicemos una animación misionera sepamos presentar nuestra vocación y en particular la llamada y el compromiso común a servir a la misión. La Iglesia necesita voces que griten en el desierto y proclamen que es necesario seguir saliendo en primera persona a servir a nuestros hermanos y hermanas más pobres y abandonados.
No podemos olvidar nuestro primer amor… Y damos gracias a Dios por cada LMC que ha dejado casa, familia, país, para servir a la misión. De manera particular en estos momentos tenemos presentes a Agnieszka, que aun quedándose sola permanece en Arequipa a la espera de un apoyo, de un relevo. Ojalá que Mercedes y Carolina puedan completar su preparación y salir para Arequipa. A Xoancar que tras tantísimos años continua firme en Piquiá, o a Anna y Gabriele que en seis meses también necesitarán ser sustituidos tras dos años de misión, o Flavio y Liliana que tras muchos años ahora tomarán un descanso tras acompañar a una familia fidei donum que se ocupa de Ipê Amarelo. Y con estas próximas salidas nuestra situación en Brasil se fragiliza de nuevo. Gracias a Élia que regresó a Mongoumba a acompañar a Cristina que en breve regresará a Portugal y a la que agradecemos su entrega. Si Dios quiere, noticia de última hora, Teresa acudirá de nuevo a esta llamada de necesidad en Centro África (RCA). Misioneras que tras el paso de los años siguen respondiendo a su primer amor. Pero que no son suficientes para una misión como la de Centro África y que necesitan de ayuda. Gracias por la juventud que representan Linda, Marzena o Pius en Kenia. Que con entusiasmo llevan adelante el reto de abrir camino en Kitelakapel, nuestra última presencia misionera. Probablemente en unos meses puede que Iza se una desde Polonia para dar mayor estabilidad si cabe a nuestra presencia. Gracias a Regimar y Tito que han renovado para estar en Carapira, porque el tiempo es necesario para hacernos hueco, nuestra misión no habla de inmediatez sino de caminar paciente. También a IIaria y Federica que se han unido a Carapira y están poco a poco entrando en la realidad del pueblo macúa. Y por último a Maria Augusta, gran veterana, que vuelve literalmente a su primer amor en Mozambique tras haber estado también en Mongoumba o en Portugal en Camarate. Vemos que el Señor no solo llama a los más jóvenes, o quizás sí, pero de espíritu. Tendremos en breve a Mercedes con 79 años, pero tenemos a más de una en los sesenta y tantos. La edad no es un límite para salir, aunque sabemos que con seguridad el Señor les pedirá otro tipo de presencia, no con el vigor de la juventud sino aprovechando la madurez de los años. De todas formas, necesitamos completar esas comunidades y preparar personal.
No podemos olvidar nuestro primer amor… No podemos dejar de atender a nuestros hermanos, y sobre todo hermanas LMC que son la mayoría que están, en su día a día. Para nosotros dos personas no son suficientes, no es justo, es demasiado cansado, necesitamos comunidades de 4 o 5 personas. Aunque después, seamos más a entendernos y sabemos que no es siempre fácil, si colocamos al Señor en el centro lo hará posible. Pero para completar nuestras comunidades debemos prepararnos, que la lengua no sea un problema para dar continuidad, por ejemplo en Mongoumba. Nuestra disponibilidad a partir donde existe mayor necesidad debe estar acompañada con la capacitación necesaria para ir a estos lugares. Sabemos que no es solo cuestión de buena voluntad, así que desde el inicio propongamos la misión, pero a la vez recordemos que debemos ofrecer el mejor servicio y para ello ser Santos y Capaces como quería Comboni.
No podemos olvidar nuestro primer amor… Por último, pero quizás más importante, toca aceptar el desafío a todos y cada uno de nuestros países. Cada uno de nuestros países está llamado a enviar LMC a nuestras comunidades. No es con el esfuerzo de unos pocos que será posible sino con la colaboración de todos. Que sea un reto a cumplir en cada país, preparar, acompañar, apoyar la salida de algún misionero de nuestro país en los próximos meses o pocos años. Sabemos que a veces no es fácil disponer de ese tiempo, sabemos también que a veces existen dificultades económicas para hacer frente a esos envíos, pero si todos y cada uno de nosotros como LMC, y todos y cada uno de nuestros países ponemos de nuestra parte será posible, será sostenible en el tiempo, será incluso ampliable. Si cada uno aportamos nuestro granito de arena tendremos pronto una montaña, si cada vez que podamos animamos a la misión y proponemos la salida misionera pronto tendremos más personas dispuestas, que con el soporte de los que de momento estemos en la retaguardia, haremos posible el ser fieles a nuestro primer amor, a nuestro primer sueño por el que nacimos como LMC para servir la misión allá donde el Señor nos quiera enviar.
Un abrazo.
Comité Central de los Laicos Misioneros Combonianos
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