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Profesiones religiosas en Xochimilco, México

El sábado 11 de mayo, en una solemne ceremonia celebrada en el noviciado comboniano de Xochimilco (México), emitieron sus primeros votos siete novicios, de los cuales cinco son mexicanos, uno de Colombia y uno de Perú. Estuvieron acompañados por sus familiares y numerosos grupos de amigos venidos de todo México y del extranjero. (Arriba, en la foto, de izquierda a derecha: César Daniel, Luis Omar, Carlos Yonatan, Raúl Alfredo, Marco Antonio, Raúl Alexander y Jairo Manuel)

Después de dos años de formación y de tiempos fuertes de desierto y de experiencias comunitarias y de misión, siete novicios combonianos dieron su sí al Señor y consagraron sus vidas a la misión a través de los votos de pobreza, castidad y obediencia en el Instituto de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús. Se trata de Raúl Alexander Prieto Gómez (de Colombia), Luis Omar Tasson Rodríguez (de Perú), Raúl Alfredo Cervantes Rendón, Jairo Manuel Navarrete García, Carlos Yonatan Patiño Cruz, César Daniel Pérez de León y Marco Antonio Calderón Granados (estos cinco últimos mexicanos).

De izquierda a derecha: Luis Omar Tasson Rodríguez (Perú); Carlos Yonatan Patiño Cruz (México); César Daniel Pérez de León (México); Jairo Manuel Navarrete García (México); Raúl Alexander Prieto Gómez (Colombia); Marco Antonio Calderón Granados (México); y Raúl Alfredo Cervantes Rendón (México).

La misa estuvo presidida por el P. David Costa Domingues, Vicario General, y concelebrada por numerosos combonianos, entre los que estaban los superiores provinciales y de delegación del continente americano, venidos para la ocasión, y que aprovecharon los días precedentes para tener un encuentro a nivel continental. También asistieron varios miembros de la Familia Comboniana: Misioneras Combonianas y Laicos Misioneros Combonianos. El P. Jorge Benavides, Superior de la Delegación de Colombia, fue el encargado de pronunciar la homilía, en la que recordó que es Dios quien nos ha escogido, tal y como se leyó en la primera lectura, tomada del libro de Jeremías. Haciendo referencia al evangelio, cuyo texto fue el de las bienaventuranzas, el P. Jorge invitó a los profesos a ser portadores de esperanza y de misericordia, estando siempre disponibles para servir a los más pobres. Recordó también la importancia de la vida de oración, sin la cual no hay misión y concluyó diciendo que el misionero debe ser siempre una persona alegre.

Los siete neoprofesos con el P. David Costa Domingues, Vicario General de los Misioneros Combonianos.

La alegría de la celebración estuvo marcada también por un sentimiento -mezcla de dolor y de esperanza en el Resucitado- al recordar al P. José Luis Valle y a la Hna. Bertha Peralta, dos misioneros combonianos fallecidos en estos días (el P. José Luis en México y la Hna. Bertha en Chad). El funeral del P. José Luis coincidió casualmente el mismo día y a la misma hora que la ceremonia de los votos. Unos se van, pero otros toman el relevo, Así son los caminos de Dios.

Durante la misa los nuevos profesos recibieron los tres símbolos que marcarán su nueva vida como religiosos combonianos:
– La Regla de Vida, como receta de santidad en la entrega total en la vivencia de lo que han profesado, siendo custodios del carisma de San Daniel Comboni.
– El Crucifijo, como signo de su consagración. Reciben la Cruz como su fiel y amada esposa, atendiendo a la invitación de nuestro fundador a mantener fija la mirada en el corazón traspasado de Jesucristo Buen Pastor.
– El Código Deontológico, como signo de fidelidad en vivir sus tres votos evangélicos, conscientes de la responsabilidad que desde el día de su profesión libremente han aceptado.

Un momento de la fiesta después de la celebración.

Una vez terminada la ceremonia, llegó el momento de compartir una sencilla comida en un ambiente festivo en el que no faltaron ni la música ni el baile, bien característicos de toda fiesta mexicana.

Los nuevos profesos continuarán su formación en los siguientes destinos: César Daniel en Nairobi (Kenia); Carlos Yonatan en Chicago (USA); Marco Antonio en Casavatore (Italia); Jairo Manuel y Raúl Alexander en Kinshasa (Nairobi); Luis Omar en Lima (Perú) y Raúl Alfredo, Hermano Comboniano, irá al Centro de Animación Misionera de Ciudad de México (CAM), sede de las revistas Esquila Misional y Aguiluchos, para completar sus estudios de periodismo.

El Hno. Dario Laurencig, premio al “Optimismo comprometido”

La redacción de la revista española “Anoche Tuve un Sueño” organiza una vez al año un acto de reconocimiento a personas u organizaciones que promueven una sociedad global más humana. Entre los diversos galardones se encuentra el concedido a los Optimistas comprometidos, que este año ha recaído en el Hermano Darío Laurencig, misionero comboniano italiano de Cividale del Friuli (Udine), que lleva 44 años trabajando en Kenia.

comboni.org

El Hermano Laurencig, de 73 años y especializado en mecánica del automóvil, es “especial” en mil cosas más, entre las que destaca su capacidad radiestésica, que le permite detectar elementos naturales bajo tierra, en particular el agua.

Esta habilidad le ha hecho muy conocido no sólo en el norte de Kenia, en gran parte desértico y sin cursos de agua, sino también en otras partes del país, e incluso más allá de las fronteras de Kenia. A menudo le llaman para “buscar agua” en Sudán del Sur, Uganda y Tanzania. Y si la hay, sin duda la encuentra, y de la forma más sencilla posible: con un palo de madera, normalmente en forma de “Y”, que es un amplificador de los movimientos de su cuerpo a la radiación emitida por lo que busca. Si hay agua bajo sus pies, el palo empieza a girar entre sus dos manos, y puede saber a cuántos metros de profundidad está el preciado líquido y también cuánta hay. Puede percibir la presencia de agua incluso a 120 o 150 metros de profundidad.

Pero el Hermano Darío no se limita a buscar y encontrar agua, como un imbatible adivino; también la hace brotar a la superficie. Entre las muchas cosas que hace, de hecho, está perforar pozos en lugares áridos y desiertos. Ha cavado muchos, sobre todo en escuelas y misiones del norte de Kenia, entre poblaciones nómadas o seminómadas: Pokot, Turkana, Borana, Rendille… Obispos, misioneros, organizaciones no gubernamentales, gobernadores locales e incluso embajadas europeas han recurrido a él para abastecer de agua a las poblaciones nómadas de África Oriental. Ha creado a su alrededor un equipo de excelentes trabajadores, siempre en movimiento: todo el mundo le busca, porque -¡sucede! – un pozo excavado por él, rematado con una bonita bomba manual, cuesta mucho menos que uno equivalente excavado por otras empresas.

El jurado (Optimistas comprometidos) de Anoche Tuve un Sueño reconoció en el Hermano Darío no sólo su gran sentido de la solidaridad con los necesitados, sino también su asombrosa capacidad para afrontar las cosas con optimismo alegre y batallador.

En la foto, junto al Hermano Laurencig, el Padre Obwaya Justus Oseko, un keniano comboniano de Gucha, actuando como intérprete del inglés al español, la noche de la entrega del premio, el pasado martes 7 de mayo. El padre Obwaya estudia periodismo en Madrid, mientras trabaja para la revista comboniana Mundo Negro.

La revista Anoche Tuve un Sueño escribe de sí misma: “Anoche Tuve un Sueño nació para ser un espacio de esperanza donde el heroísmo de la razón y el optimismo de la voluntad se unan para organizar una sociedad civil global que exija la igualdad de derechos para todos, pero que no olvide sus deberes. Por eso ésta es una revista para gente con sueños que vive despierta”.

P. José Luis Valle Castellanos

Fecha de nacimiento: 01/12/1940
Lugar de nacimiento: Tepatitlán / México
Votos temporales: 09/06/1972
Votos perpetuos: 03/04/1976
Fecha de ordenación: 04/10/1976

Fecha de fallecimiento: 09/05/2024
Lugar de fallecimiento: San Francisco del Rincón / México

José Luis nació el 1 de diciembre de 1940 en Tepatitlán de Morelos, en el estado de Jalisco. Ingresó en el Colegio Apostólico de Sahuayo, en el estado de Michoacán, y cursó secundaria y bachillerato. En 1967, se trasladó al Colegio-Noviciado de Xochimilco para realizar sus primeros cursos de filosofía. El 13 de noviembre de 1968 tomó el hábito, y el 10 de octubre de 1970 comenzó el noviciado de dos años, también en Xochimilco, donde hizo su primera profesión religiosa el 9 de junio de 1972. Permanece un año más en Xochimilco para completar los cursos de filosofía. Al año siguiente estuvo en Francia para aprender francés y, en octubre de 1973, comenzar los cursos de teología, en Issy-Les-Moulineaux (París).

El 19 de enero de 1976, cuando se acercaba el final de los estudios teológicos para José Luis, los dos responsables de la formación en el escolasticado de París, el P. Vittorio Moretto y el P. Fabio Gilli, enviaron al Superior General, el P. Tarcisio Agostoni, un informe sobre él, con una valoración más que positiva: “José Luis está muy comprometido con la vida comunitaria. Actúa con espontaneidad, tratando de ser él mismo en todo. Se dedica fielmente a la oración personal y participa activamente en la oración comunitaria. Está muy comprometido con el estudio de la teología, con resultados satisfactorios. Su “historia” personal y lo que sabemos de él nos llevan a creer que su llamada a la vida comboniana viene de Dios”.

El “sí” del Consejo General no tardó en llegar, pero en la carta del Superior General había una noticia destinada a entristecer no poco a Luis: “No partes inmediatamente para la misión, como hubieras deseado… A partir del 1 de julio de 1976, después de tu profesión religiosa perpetua, estarás a disposición de tu Superior Provincial, el P. Giampiero Pini, y de su consejo”. Luis pone buena cara y responde: “Acepto lo ‘poco’ de hoy, en espera de lo ‘mucho’ de mañana”.

El 3 de abril de 1976, Luis hizo su profesión perpetua y fue ordenado sacerdote el 4 de octubre en Tepatitlán de Morelos, de manos de Mons. Francisco Javier Nuño y Guerrero, arzobispo de San Juan de los Lagos (Jalisco). Inmediatamente después, fue destinado al Colegio Apostólico de Sahuayo, como formador de jóvenes seminaristas. Allí permaneció hasta finales de 1980.

Tras una primera carta de destino a Kenia, el padre Alois Eder, sólo un mes después, le escribió una segunda: “Hemos recibido confirmación de su Superior Provincial, el padre Jaime, de que prefiere ir a una misión francófona… Nos apresuramos a cambiar su destino y le destinamos a la Provincia de Centroáfrica a partir del 1 de noviembre de 1980”.

El padre Luis voló a Bangui, donde le esperaba el superior provincial, el padre Luciano Benetazzo. Se lanzó a aprender la lengua local y el 1 de julio de 1981 ya era vice párroco en la misión de Dékoa. En 1984, se trasladó durante un año a la misión de Doba (Chad), donde el superior de la comunidad era el padre Michele Russo, que se convertiría en el primer obispo de la diócesis de Doba desde 1989 hasta octubre de 2013, cuando fue expulsado por su postura crítica con la gestión gubernamental de los recursos petrolíferos.

En 1985, el padre Luis fue destinado a la misión de Grimari, en la República Centroafricana, primero como ecónomo de la comunidad local y luego como vice párroco. También pasó unos meses en Mongoumba.

En julio de 1989, fue llamado de vuelta a casa, destinado al seminario de San Francisco del Rincón, como formador. El P. Luis regresó de buen grado a México: tenía una rica experiencia misionera en África y creía que podía aportar algo específico y valioso a los futuros combonianos de su provincia. Permanece allí hasta junio de 1997. Sin embargo, cada año, cuando envía sus mejores deseos a los superiores mayores, les recuerda: “No olvidéis que siempre sueño con África”.

En febrero de 1997, el Superior General, padre David Glenday, le comunica que ha sido destinado a la Provincia de Centroáfrica, a partir del 1 de julio de 1997. Le siguieron palabras de agradecimiento por su trabajo en el seminario mexicano.

El padre Luis se marchó inmediatamente. En agosto de 1987 estaba en Boda, como superior de la comunidad y dedicado al ministerio. En 1999 volvió a Grimari, diócesis de Bambari, donde se estableció un Centro Catequético. Es el lugar con el que el padre Luis siempre soñó, y allí permaneció hasta 2006, cuando el superior provincial le llamó a Bangui, a la residencia provincial, como ecónomo de la comunidad. La capital le brinda muchas oportunidades para lanzarse al ministerio de la animación misionera de la Iglesia local, en el que destaca.

La última carta de destino le llegó del padre Teresino Serra, Superior General, en marzo de 2009. A partir del 1 de julio, el padre Luis volverá a su provincia de origen. Sabe que tal vez ya no tenga la oportunidad de volver a África. ¿Qué hace entonces? Durante cuatro meses se queda en Centroáfrica y visita todas las misiones en las que vivió durante los dos periodos que pasó allí. En noviembre, coge el vuelo de vuelta y disfruta de tres meses de merecidas vacaciones. A mediados de enero de 2010, se instala en Guadalajara, en el Centro para misioneros mayores, llamado Oasis, como ecónomo local. Allí permanece hasta julio de 2011, cuando es destinado al Postulantado, situado en Ciudad de México, de nuevo como ecónomo. El 1 de julio de 2011, el Postulantado fue trasladado a San Francisco del Rincón, lugar del “propedéutico”. Dos años después, el padre Luis es llamado ahí como formador de postulantes. En 2016, es elegido probus vir de la provincia: signo de que los hermanos lo estiman y lo consideran una persona sabia.

Nunca más se moverá de San Francisco del Rincón. Y es aquí donde el Señor le llama a sí el 9 de mayo de 2024, rodeado del cariño y cuidado de sus hermanos, que le recordarán durante mucho tiempo como un misionero comboniano ejemplar por su dedicación y duro trabajo, que siempre realizó con espíritu alegre.

(Padre Ramón A. Orendáin Camacho, mccj, y Padre Franco Moretti, mccj)

Un camino trazado por otro

P. Fugain Dreyfus Yepoussa, mccj
Desde Granada, España

P. Zoé Musaka, Mundo Negro

El P. Fugain Dreyfus Yepoussa es un joven comboniano de la República Centroafricana. Durante los últimos seis años ha realizado su trabajo misionero en Perú. Ahora se encuentra en España para apoyar en la formación de jóvenes misioneros en la comunidad de Granada.

Mi vocación a la vida sacerdotal nació muy temprano. Cuando terminé la escuela primaria, pedí a mis padres que me permitieran ingresar en el seminario menor de la archidiócesis de Bangui, la capital de mi país, República Centroafricana (RCA). Mis padres aceptaron, pero mi párroco no presentó la solicitud de ingreso, por lo que no pude entrar. En mi país, para que un joven ingrese en el seminario tiene que llevar una carta firmada por su párroco que avale ese ingreso. Lo volví a intentar cuando era estudiante de Secundaria y mi párroco se volvió a negar, alegando que mis padres no estaban casados por la Iglesia. Me sentí muy decepcionado y, aunque seguía sintiendo la llamada vocacional, se enfrió un poco mi deseo de ser sacerdote. Al terminar Secundaria comencé a estudiar Telecomunicaciones en el Instituto Superior de Tecnología de la Universidad de Bangui.

Todo cambió en tercero de carrera, cuando me encontré en el campus con un antiguo postulante comboniano de mi parroquia. Aunque había dejado el camino formativo, conversar con él suscitó en mí el deseo de convertirme en misionero comboniano. Hasta entonces yo quería ser sacerdote para trabajar en mi país, pero a partir de entonces surgió en mí la inquietud misionera. Me habló de san Daniel Comboni, de los Misioneros Combonianos y me ofreció el libro Salvar África a través de África. A medida que lo leía sentía que Dios me llamaba para ofrecer mi pequeña contribución para «salvar África». Me decidí a contactar con los combonianos de la parroquia Nuestra Señora de Fátima, en Bangui. Así comenzó mi camino de discernimiento y formación en la congregación. En 2006 ingresé en el postulantado San José de Bangui y al terminar la Filosofía me enviaron al noviciado de Cotonú (Benín).

Encuentro de fieles de la parroquia del Buen Pastor, de Arequipa. Fotografía: Hno. José Valverde

La etapa del desierto

Era la primera vez que salía de mi país y comenzaba a tener contacto con jóvenes de otros países. Éramos un grupo de novicios procedentes de RCA, RDC, Benín y Togo. El período del noviciado que llamamos «de desierto» me permitió confirmar, en diálogo con el padre maestro, que este era el camino que el Señor había trazado para mí, lo que me dio una cierta paz interior.

Todo en el noviciado tenía su razón de ser, sobre todo la oración, pero también el estudio de los escritos de nuestro fundador, el trabajo manual y el deporte. También hice una experiencia comunitaria y pastoral de seis meses en la parroquia Espíritu Santo de Tabligbo (Togo), y realicé mis primeros votos religiosos en 2011. Ya era oficialmente misionero comboniano.

Para los estudios de Teología fui destinado al escolasticado de ­Kinshasa (RDC). Los cuatro años de estudios en el Instituto San Eugenio de Mazenod fueron muy enriquecedores a nivel intelectual, comunitario y pastoral. La capital congoleña es una de las ciudades más pobladas de África y me sumergí en la realidad de su gente para confrontarla con los estudios. Quería establecer la relación entre la teoría y las realidades sobre el terreno. En 2015, al concluir la Teología, regresé a mi país para un tiempo de servicio misionero.

Cambio de continente

Mi ordenación sacerdotal tuvo lugar el día de San José de 2017. Poco después salí por primera vez de mi continente rumbo a Perú. Durante seis años he tenido una experiencia misionera en la parroquia Buen Pastor de Arequipa. Conocer otro pueblo, otra cultura, otro idioma y, sobre todo, otra forma de vivir la fe cristiana y católica me ha enriquecido; ha sido una gracia haber compartido mi fe con ellos.

Visitar a las familias de la parroquia me ayudó a conocer mejor la realidad pastoral peruana. Recuerdo con especial cariño los seis meses que dediqué al sector llamado ­Huarangal. Todas las tardes iba casa por casa para saludar y pasar tiempo con la gente. Estas visitas me permitieron entrar en contacto con la realidad de pobreza que se vive allí. Algunas familias preferían recibirme en la calle porque les daba vergüenza que viera que en su casa no tenían casi nada. Sin embargo, lo que más me impresionó fue la alegría de la gente sencilla. Esto me ayudó a comprender que la felicidad no depende de los bienes materiales.

Especialmente difíciles fueron los años de la pandemia, que en Perú se cobró muchas vidas. Mis compañeros en la parroquia, con más de 70 años, tenían que protegerse más del virus, mientras que yo era el sacerdote más joven, por lo que durante ese período tuve que hacer casi todo. Salía con frecuencia a dar la unción de enfermos a las personas afectadas por la COVID-19 y, desgraciadamente, también tuve que realizar muchos responsos porque los familiares de los fallecidos no querían enterrarlos sin una oración. Nuestro arzobispo nos pidió ofrecer este servicio y viví momentos duros, pero también ­inolvidables.

No todo en Perú fue de color de rosa. No faltaron los momentos de soledad al estar tan lejos de mi familia. Además, la vida en una cultura nueva y tan diferente a la propia no es fácil. Me sentí incomprendido algunas veces y me chocaban ciertas reacciones de la gente hacia mí por ser africano, pero entiendo muy bien que todo eso forma parte de los retos misioneros.

El P. Dreyfus con una comunidad durante su servicio misionero en Perú. Fotografía: Hno. José Valverde

La otra cara

Después de seis años en Perú puedo afirmar sin equivocarme que la vida misionera es el camino que el Señor ha trazado para mí. Vale la pena ser comboniano porque para mí no existe mayor alegría que compartir mi fe cristiana con los más pobres y abandonados. He comprobado muchas veces que mi simple presencia junto a las personas desanimadas o decepcionadas es fuente de esperanza para ellas. Como decía santa Teresa de Calcuta: «Hay enfermedades que no se curan con dinero, sino con amor». Puedo resumir mi vida misionera diciendo que soy testigo del amor de Cristo junto a los más pobres y abandonados.

Llegué a España el día de Nochebuena. Comienza para mí una nueva misión como formador en el escolasticado de Granada. Es una misión difícil y me asusta un poco. Soy joven y no tengo una larga experiencia, pero confío en Dios, que me eligió para esta misión. La Iglesia necesita sobre todo buenos sacerdotes que muestren a los hombres y mujeres de nuestro tiempo el camino de Cristo con sus palabras, sus gestos y su testimonio de vida. Estoy feliz de participar en la formación de futuros sacerdotes combonianos.

A los jóvenes que aún dudan de comprometerse en la vida misionera les digo que no teman. Hay una alegría inmensa en ser misionero y Cristo necesita de ellos para transmitir amor, alegría y esperanza a todo el mundo. Si se sienten llamados deben ponerse en camino sin miedo ni vacilación. Si hoy tuviera que volver a elegir una vocación, sin dudarlo elegiría la misma. Me doy cuenta de la necesidad de jóvenes entregados totalmente a la Misión. Por eso, los jóvenes que sientan la llamada del Señor deben responder con generosidad, no serán decepcionados.

50 años presencia comboniana en Ghana

Los Misioneros Combonianos llegaron a la costa occidental africana, precisamente a Togo, en enero de 1964. Diez años más tarde, se extendieron a los dos países vecinos, Ghana y Benín, para formar la actual provincia de Togo-Ghana-Benín. Los días 26 y 27 de abril de 2024 se organizaron dos actos para conmemorar los 50 años de presencia de los Misioneros Combonianos en Ghana: una conferencia y una misa de acción de gracias.

En la parroquia del “Buen Pastor” de Mafi-Kumase, después de la oración de apertura del obispo de la diócesis de Keta-Akatsi, Mons. Gabriel Edo Kumordji, svd, unas las palabras de bienvenida y una breve historia de la presencia de los Misioneros Combonianos en Ghana fueron pronunciadas por el P. Giusepppe Rabbiosi, svd. Giusepppe Rabbiosi, uno de los pioneros de la misión comboniana en Ghana, el P. Tesfaye, asistido por el P. Elias Sindjalim, presentó el tema “Salvar África con África”.

Comenzando con una breve presentación sobre la formulación del plan de nuestro fundador San Daniel Comboni, la regeneración de África en 1871 y puesta en práctica en 1874, el Superior General afirmó que se trataba de un plan de regeneración porque ya existía una vida dada por Dios a todos, incluidos los africanos. El África que Daniel Comboni conocía era Sudán y Uganda, en definitiva, África Central. El plan de regeneración de Daniel Comboni consistía en hacer a los africanos protagonistas de la evangelización de sus propios hermanos y hermanas. Para Comboni, hay que destruir el “reino de Satanás” en África e instaurar la verdadera religión de Cristo. En esto, Daniel Comboni es un gran profeta y un gran misionero de África. Por supuesto, al decir esto, no excluimos a los sacerdotes SMA y a los de las Misiones de África que se han dedicado específicamente a África.

El sueño de Daniel Comboni de convertir a los africanos en protagonistas de la evangelización de sus propios hermanos y hermanas se está haciendo realidad hoy con la participación de un número significativo de obispos, religiosos y laicos en el reciente Sínodo. De hecho, “el creciente número de Misioneros Combonianos africanos en el mundo lo dice todo”, añadió el P. Elias.

El legado de los Misioneros Combonianos como Instituto

Las estadísticas hasta el 1 de enero de 2024 muestran que hay 1477 combonianos en todo el mundo, de los cuales 631 son europeos, 251 de América y Asia y 576 de África. 664 trabajan en África, 333 en Asia y América y el resto se encuentran en Europa. Ghana cuenta actualmente con 13 combonianos, entre ellos 10 sacerdotes y otros 3 en formación.

El P. General concluyó la conferencia dando gracias a Dios por todos los misioneros combonianos que han trabajado y siguen trabajando en Ghana, tanto jóvenes como ancianos, en parroquias, escuelas y en la promoción humana con el ejemplo de “En casa de mi Padre”, una obra de promoción humana. También dio las gracias a los responsables de las iglesias locales por su colaboración.

Misa de acción de gracias

El punto culminante de la celebración de las bodas de oro de la presencia de los Misioneros Combonianos en Ghana tuvo lugar en Accra, en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, con una Misa presidida por Mons. John Bonaventure Kwofie, concelebrada por los Padres Tesfaye Tadesse y Elias Sindjalim, varios combonianos y algunos sacerdotes diocesanos. En su homilía, Mons. Bonaventure agradeció al Señor el don de Daniel Comboni a la Iglesia y de los Misioneros Combonianos al pueblo de Ghana. Se sintió pequeño al hablar de las bodas de oro de los Misioneros Combonianos en Ghana porque él era todavía joven (17 años) cuando los primeros Misioneros Combonianos llegaron a Ghana. El obispo saludó de manera particular al P. Eugenio Petrogalli por su misión en Ghana. El mandato de Jesús invitando a los apóstoles a ir por el mundo llevó a Comboni a África y a los Misioneros Combonianos a Ghana. Mons. Buenaventura invitó a todos los cristianos a tener paciencia consigo mismos, aunque se equivoquen, y a reconocer que todo lo que nace al pie de la Cruz resiste y permanece para siempre, como muy bien dijo Daniel Comboni: “Las obras de Dios nacen y crecen al pie de la Cruz”.

comboni.org

Mi experiencia en las misiones de Oaxaca

Por: Jair Antonio Castillo Solis
Liga Misional Juvenil, Merida (Yucatan)

Comencé esta misión con muchas inquietudes, pero volvería a salir de mi hogar como cada Semana Santa, no como siempre he misionado en mi estado, sino llevando la experiencia y formación como una bandera para representar a mi amada arquidiócesis de Yucatán. Quería dar lo mejor de mí y de mi hogar. Con mucho entusiasmo empezamos formándonos y recordando que a la misión no se va solamente a enseñar a Cristo Resucitado, sino a aprender de la gente que nos recibe, porque ellos también tienen a Cristo Resucitado en su corazón y lo aman.

Se me encomendó formar parte del grupo que se quedaría en el municipio de San Pedro Sochiápam para apoyar en la cabecera parroquial y vivir la Semana Santa acompañado de sus costumbres y tradiciones. Comenzamos el viaje con toda la actitud y entusiasmo, las adversidades del camino fueron muy pocas. Siempre traté de estar en oración e ir concentrado para que el Señor obre en mi y mostrar la mejor cara de un Cristo joven  a las personas de la comunidad. Afortunadamente las personas del municipio fueron alertadas de que estábamos en camino y vinieron a buscarnos para llevarnos de manera segura a la comunidad más cercana y de allí dividirnos para llegar cada uno a la comunidad donde se quedaría. No tardamos mucho y llegamos a la cabecera parroquial con la bendición de Dios y un gran entusiasmo. Nos encontramos con la grata sorpresa de que en la comunidad nos esperaban, y con un gran gesto de buena voluntad, se tomaron la molestia de servirnos una deliciosa cena para poder convivir con ellos y así empezar a conocernos de corazón.

Llegó la mañana del Domingo de Ramos y empezamos con muchas ganas para iniciar la Semana Santa. Algo que sin duda no voy a olvidar es la forma tan bella de sus tradiciones, que me hacían ver lo grande que es la fe y el mundo. La gente empezó a juntarse para iniciar la procesión con sus palmas de huano acompañando a Jesús, adornadas con las flores y ramas de las plantas que crecen allí. También Había una persona que les ayudaba a representar ese momento tan especial en el que Jesús entra en la ciudad montado en un burro. Eligieron a un joven para que entre junto con ellos en un burro hasta llegar a la iglesia, donde empezó la misa y, con ella, este tiempo tan importante para nosotros los católicos: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesús.

Los días empezaron a transcurrir, y la verdad es que se vivía un ambiente diferente. Los más emocionados, gracias a Dios, eran los jóvenes, que tenían la inquietud de conocernos y de aprender de nosotros. Nuestro objetivo principal era acercarlos a la Iglesia. Dios nos dio las palabras para poder decir de manera coherente las cosas y poder tener ese tacto con ellos. Dimos nuestros temas de formación en los primeros días, referentes al Triduo Pascual y a todo lo que estábamos a punto de vivir, pues teníamos que hacer que sus corazones empezasen a desarrollar esa pequeña llama en ellos y puedan ser luego los formadores de la primera pastoral juvenil del lugar. Les hablamos de quienes éramos y de dónde veníamos, así como lo que hacíamos y como llegamos a formar parte de esta Obra de la Propagación de la Fe. Quedaron fascinados y mostraron un gran interés por buscar su lugar en la Iglesia, a pesar de muchas dudas en sus corazones. Nos las expusieron y empezaron así a dar el primer paso para integrarse como miembros activos y empezar a participar en la Iglesia. Afortunadamente la tecnología estaba a nuestra disposición y ellos incluso formaron su grupo de chat para poder estar avisados siempre y comunicarse.

Los hombres y las mujeres adultos mostraban una gran devoción y deseo de seguir en la Iglesia, sin embargo les había carcomido la tristeza de ver cómo muchos de sus hijos y nietos se alejaron de ella. Nuestra misión era animarlos y apoyarlos para que se dieran cuenta de que tienen que acercarse a ellos, pues pueden ayudarlos mucho. Tienen bellas tradiciones, como sus cruces de huano y muchas más cosas. Nosotros les dijimos que su tarea ahora es tomar como discípulos a sus hijos y nietos para enseñarles esas tradiciones. De esa misma manera deben hablarles del amor que tienen a Dios y del por qué de ese amor, para que los jóvenes lo entiendan y se acerquen a Él para conocerlo y luego adorarlo.

Mi experiencia en este lugar me dejó con un vacío y una tristeza en mi corazón, porque me quedé con las ansias de seguir fortaleciendo a aquella comunidad. Sin embargo, me he dado cuenta que ese es el sentimiento que he experimentad, de amor a la comunidad, así como de la acogida me han brindado. Ellos a mi me enseñaron que no se trata solo hacer las cosas de una manera, sino que hay muchas más formas de dejar llevar mi creatividad, de que el amor se puede demostrar en muchas realidades.

Hoy mi corazón está lleno de gozo y me siento feliz, porque me ayudaron a abrirme y a dar el primer paso para ser un mejor joven y misionero; a darme cuenta que es uno mismo el que a veces tropieza en la misma piedra del camino. Son las ataduras del pasado y de los miedos lo que nos hace caer, pero sobre todo lo que nos hace tener un corazón de piedra y ser ese grano que no tiene vida y se hace infértil. A pesar de que uno conozca sus errores, no actúa verdaderamente para cambiar. Ahora me doy cuenta de que no es sólo saber, sino que es necesario dar un paso más profundo para acercar mi corazón al cambio con la ayuda del Señor.