Veinticinco años difundiendo el Evangelio al servicio de la sociedad de Macao

El 1 de mayo celebramos el 25 aniversario de la fundación de la Parroquia de San José Obrero. La arquitectura moderna de la iglesia es muy inusual en comparación con otras iglesias más antiguas de Macao. Encima del altar, en el centro del enorme mosaico en forma de cruz, está la imagen de Cristo resucitado ascendiendo al Cielo, con los brazos abiertos

Solemos preguntar a los visitantes qué significa para ellos la imagen de Cristo con los brazos abiertos. La mayoría lo ve como un gesto cálido y acogedor: “Cristo les está invitando al banquete de la Eucaristía, a una comunión más profunda con Él, a echar sobre Él todos nuestros miedos y preocupaciones”.

Otros, lo entienden como un envío misionero, como se describe en el Evangelio de este domingo de la fiesta de la Ascensión: “vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura”, dijo Jesús antes de ser llevado al cielo (Mc 16, 15-20). Al final de cada Eucaristía, alimentada con el Pan de Vida y llena del Espíritu de Cristo resucitado, la comunidad cristiana es enviada al mundo (es decir, a sus familias, a sus lugares de trabajo, a sus escuelas, etc.) para testimoniar la Buena Nueva de Jesucristo con palabras y, sobre todo, con hechos.

Ambas interpretaciones de los brazos abiertos de Jesús, acogida y envío, han sido igualmente relevantes para la vida de la Parroquia de San José Obrero. Hace treinta años, la parte norte de Macao, especialmente el distrito de Iao Hon, adyacente a la Puerta de la Frontera, se consideraba una zona insegura para vivir, incluso para pasear, sobre todo por la noche. La cercana Areia Preta (Hac Sa Wan) tenía entonces muchas fábricas textiles, y muchos inmigrantes vinieron a vivir a esta zona, que se convirtió en una de las más densamente pobladas del mundo, con un nivel de vida generalmente pobre y un alto índice de delincuencia. Tanto desde el punto de vista social como cultural, era sin duda un ambiente diferente al de otros barrios históricos y más renombrados de Macao.

Como no había iglesia en la zona, a principios de los 90 los primeros católicos empezaron a reunirse en una sala del Centro Pastoral del barrio, y poco a poco se fue convirtiendo en una comunidad cristiana vibrante y llena de vida. Tras la inauguración de la iglesia recién construida en 1999, dedicada a San José Obrero debido a la presencia de tantos trabajadores en el barrio, la comunidad siguió creciendo y atrayendo a más y más gente, especialmente a través del servicio de muchos laicos que ofrecieron tiempo y energía para los esfuerzos evangelizadores de la recién creada parroquia. La celebración del 25 aniversario es un homenaje a ellos y una acción de gracias a Dios por el crecimiento que hemos presenciado a lo largo de todos estos años.

En los últimos 25 años, la realidad social, económica y cultural del Distrito Norte ha cambiado mucho, y han surgido nuevas necesidades y desafíos. La misión se ha vuelto más exigente en esta compleja época de la historia. Esto no debería sorprendernos. Hace muchos años, el Papa Juan Pablo II subrayó que “la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está todavía muy lejos de completarse […] Una visión de conjunto del género humano muestra que esta misión no ha hecho más que comenzar y que debemos comprometernos de todo corazón a su servicio. La actividad misionera renueva la Iglesia, revitaliza la fe y la identidad cristiana, y ofrece un nuevo entusiasmo y nuevos incentivos. ¡La fe se fortalece cuando se entrega a los demás! […] Pero lo que me mueve aún más a proclamar la urgencia de la evangelización misionera es el hecho de que es el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada persona y a toda la humanidad en el mundo moderno, un mundo que ha experimentado logros maravillosos, pero que parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la existencia misma” (Redemptoris Missio 1, 2).

En esta celebración del 25 aniversario, que cada uno de nosotros escuche la invitación de Cristo, en realidad un “encargo”, a continuar la misión que Él confió a los Apóstoles y, a través de ellos, a cada uno de nosotros.

Que el Señor y San Daniel Comboni bendigan a todos los Misioneros Combonianos que durante estos 25 años han compartido su vida y su experiencia de fe con la gente de Macao y de China.

P. Víctor Manuel Aguilar Sánchez, mccj

comboni.org

Congreso Aka

Por: Mons. Jesús Ruiz, mccj
desde Mbaïki, RCA

Llevamos casi tres años intentando poner en marcha la pastoral con el pueblo Aka; al final esta semana hemos conseguido reunir a todas las comisiones parroquiales de la diócesis para hacer este primer congreso.

Congreso una palabra grandilocuente, pero este pueblo Aka se lo merece. Nos hemos juntado cincuenta personas; la mitad Aka, para, sobre todo, escuchar la voz de este pueblo oprimido. Hemos tenido la suerte de contar con dos animadores Aka, Simon Pierre Ekondo, y Celestin, que son dos jóvenes pigmeos con estudios universitarios.

El lema de la comisión diocesana es: “Ita Aka, longo; eglise a ye ti m amo”, que quiere decir: “hermano Aka levántate; la iglesia te escucha”; este eslogan marca la idea primera del Congreso; luego también hemos querido reforzar las capacidades de los miembros de las distintas comisiones parroquiales de pastoral Aka.

Que sean ellos mismos los que marquen el camino a seguir en este pastoral. Hasta ahora la Iglesia hemos hecho muchas cosas por ellos (escuelas de integración, salud, evangelización, justicia y paz, etc.); ahora quisiéramos saber dónde quieren ir ellos…, que tomen las riendas y que marquen el camino de cómo llegar hasta allí. No sé si hemos alcanzado el objetivo, pero ha sido un tiempo precioso de liberación de la palabra, donde han gritado su dolor, han reivindicado ser tratados con dignidad y han soñado con otra realidad distinta donde se sientan incluidos y respetados.

¿Cómo emanciparse, guardando su propia cultura?; ¿Cómo integrarse en la sociedad y en la Iglesia?; ¿Cómo marcar ritmos para que ellos sean los verdaderos artífices de su liberación? El sueño de Dios para la humanidad ha estado en el centro de nuestra reflexión: “Dios los creó a su imagen”; “el que ama conoce a Dios… el que aborrece a su hermano no conoce a Dios”. Somos la imagen de Dios.

También hemos recurrido a la Constitución Centroafricana que en sus números 11, 12, 13 y 16 llaman al respeto y la dignidad de toda persona, sea cual sea su raza, credo o condición social. Somos conscientes de que estamos muy lejos del famoso lema de nuestro padre fundador, Boganda, “zo kwe zo”, “toda persona es una persona”; pero es en esa dirección que queremos caminar como pastoral diocesana, siguiendo los cuatro famosos verbos del Papa Francisco para la pastoral de inmigrantes: Acoger; Proteger; Promover e Integrar.

Con escenificación, danzas y cantos han gritado el dolor que les habita, ilustrando ciertos casos de violación de los derechos más fundamentales.

Aquí algunas de las recomendaciones que han salido:

  • Somos nosotros, pueblo Aka, los que tenemos que comprometernos por conquistar nuestros derechos…, sin esperar que sean siempre los de fuera que nos les otorguen.
  • Los Aka tenemos que tomar el futuro de nuestras vidas entre nuestras manos…
  • Los Aka optamos por enviar a nuestros hijos a la escuela, para poder suscitar líderes de nuestro pueblo.
  • Los Aka tenemos que transmitir nuestros conocimientos y nuestro saber tradicional a las generaciones futuras, para valorizar y perennizar nuestra cultura.
  • Nuestra fuerza como Akas vendrá si permanecemos unidos entre nosotros, en comunidad con los otros…
  • Somos conscientes que el abuso del alcohol y las drogas están destruyendo nuestro pueblo.
  • Los animadores que quieran trabajar con nosotros en la pastoral Aka tendrán que estar imbuidos de un espíritu de respeto y amor hacia nuestro pueblo.

Estoy buscando algún líder Aka para trabajar a tiempo pleno en esta comisión diocesana, pues la hermana comboniana Lucia, -que ha sido el alma de esta comisión en estos años-, dentro de unos meses se va a seguir su formación a Europa. Estoy preocupado buscando quién podría ponerse a la cabeza de esta comisión, que es la única que yo he querido presidir para darle fuerza; sin la hermana Lucia tendremos un desafío importante.

Una bonita aventura, esta de caminar hacia la libertad de un pueblo, sabiendo que esta libertad no es gratuita, tiene un precio. Finalizando el Congreso, cuando hemos preparado el día diocesano del Aka, que será el próximo 24 de mayo, hemos descubierto que este pueblo, que el año pasado acudió en masa a la convocatoria de la Comisión pastoral Aka, reivindica que sea pagado por participar en la manifestación donde reclaman sus derechos delante de las autoridades y la sociedad civil. Así han estado siempre acostumbrados por las ONG; cada vez que hacen algo con ellos, pagan; cuando forman a los maestros o a los agentes sanitarios les pagan por ser formados… Les hemos dicho que la libertad tiene un precio; no es gratis. Nos queda mucho camino por andar.

Los Ángeles, una misión entre católicos

Por: P. Enrique Sánchez, mccj
desde Covina, California (USA)

Son las 7 de la tarde, está oscuro y a lo lejos se escucha sólo el rumor de los vehículos que van y vienen de los lugares de trabajo, que aquí nunca se detiene. Estamos a unos cuantos kilómetros de Los Ángeles, California, en donde abunda lo grande y lo bello; pero al mismo tiempo, el dolor y el sacrificio de muchas personas que llegaron a este país con un sueño, y que se alcanza con lágrimas y desvelos.
Las historias se multiplican y detrás de cada una de ellas se esconden años de trabajo, miedo a ser deportados, noches de desvelo, humillaciones y desprecios. Asimismo, encontramos ejemplos extraordinarios de superación, de resiliencia ante los obstáculos, de logros profesionales y de experiencias de fe simplemente maravillosas.

Cae la tarde, cuando toca con fuerza la puerta de nuestra casa un hombre con el semblante triste y preocupado. Busca a un sacerdote que pueda ir al hospital para ungir a su madre que se está muriendo y no puede dejarla ir sin ponerla en manos de Dios, a lo mejor esperando un milagro. Sus palabras hacen eco de las pocas nociones de catecismo que le enseñaron y lo único que recuerda de los mandamientos es que tenía que honrar a su padre y madre.

Es un mundo donde los más pobres guardan como tesoro una fe que aprendieron balbuceando Padres nuestros y Aves Marías, en el regazo de sus madres y que conservan como la única herencia que les han dejado. La fe vivida por esta gente nos evangeliza antes de que podamos ser evangelizadores. Vamos aprendiendo que su fe es algo vivido y sentido en cada momento, sobre todo cuando todo parecía perdido.

Otra lección de misionología

«Hoy vine a confesarme aquí con ustedes –me dice una señora que hizo más de una hora para llegar a nuestra misión– porque nadie habla nuestra lengua en mi parroquia. Pedimos una misa en español, pero no hay quien nos atienda. Juntamos más de 800 firmas para que nos tomaran en cuenta; pero en la oficina nos han dicho que no hay tiempo para eso y que es imposible que nos la concedan». De repente, nuestra misión comboniana se convierte en oasis de escucha y misericordia, y donde cientos de personas vuelven a sentir que son hijas e hijos de un Padre que no los abandona.

En estas ciudades que circundan la urbe de Los Ángeles también abundan las iglesias, los predicadores, las ofertas de experiencias espirituales; al igual que un mundo subterráneo por donde circulan adivinos, santeros, lectores de cartas, hechiceros, brujos y curanderos con sus ofertas de soluciones fáciles a todo tipo de problemas y dificultades. Hay de todo y para todos los gustos. Pero lo más triste es constatar que para muchas personas, lo que tiene que ver con la religión, lo espiritual o lo sagrado simplemente es un tema que no se toca por respeto a los derechos individuales.

Así, casi sin querer, nos encontramos en una misión en la que nos toca entender que sirve más el testimonio que los elocuentes discursos o sermones para invitar a quienes viven simplemente indiferentes a lo que podría ser y hacer Dios estando a su lado.

Vivimos rodeados de lo más moderno y sofisticado. A nadie parece faltarle lo necesario, porque lo que abunda aquí, son cosas con las que, muchas veces, quieren llenarse espacios existenciales. Sin embargo, encontramos mucha gente que no esconde su necesidad de crecer y conocer su fe; de vivir la experiencia de ser cristianos en el seno de una comunidad en donde se sientan hermanos.

Muchos padres de familia se han empeñado en transmitir los valores cristianos a sus hijos; muchas veces llegan preocupados y angustiados a decirnos: «Padre, ¿en qué me equivoqué? Sufro al ver que mis hijos no quieran acompañarnos a la iglesia. Se han alejado sigilosamente y han abandonado lo que nos esforzamos por enseñarles».

Una realidad donde lo que cuenta es tener y sobresalir; una dinámica interna de esta sociedad que propone otro estilo de vida. Aparece como lo más importante e irrenunciable la exaltación del yo, de mis intereses y conveniencias; una existencia en donde Dios y los valores del Evangelio pasan a segundo término. Muchos de ellos son jóvenes generalmente buenos, respetuosos, inteligentes, sensibles con el cuidado de la naturaleza y capaces de comprometerse con causas que defienden los derechos de los demás. Pero Dios, la Iglesia, la vida en comunidad y el encuentro con la Buena Noticia, parece lejano a sus intereses.

La misión va adelante, aunque no lo percibamos

En ese contexto, ¿qué hacer para tocar el corazón de nuestros contemporáneos? Lo primero es liberarnos de la idea de que todo será como antes, cuando el mundo casi era cristiano, y aceptar serenamente que, pese a todo, Dios trabaja en su obra; la misión de Jesús se sigue realizando y va creciendo, ciertamente no de manera cuantitativa como nos gustaría.

El Espíritu es el protagonista de la misión y nos invita a ser sus colaboradores para mostrar a nuestros hermanos dónde pasa Dios en nuestro mundo. Seamos más testigos que protagonistas; que nos mueva más la escucha y acogida del que está solo, necesitado y sufre, y menos, las enseñanzas. Estemos más orientados al servicio, la caridad y la entrega discreta, y menos, a pretender ser los que llegamos a realizar grandes transformaciones.

San Daniel Comboni diría que estamos llamados a ser piedras escondidas en los cimientos de la gran construcción. Misión en una realidad de contrastes: California es considerado el estado más rico de todo Estados Unidos, pero la pobreza y la miseria son los dramas de muchas personas que han caído en las trampas de esta sociedad. Estafas que son las drogas, el alcohol, el desorden moral, el individualismo y la indiferencia. Nuestra misión consiste en estar presentes, ser un rayito de esperanza y confianza para quienes buscan a Dios.

Nuestra misión se convierte en experiencia de oración silenciosa, y mediante ella, nos volvemos intercesores de tanta gente que se acerca a nosotros anhelando consuelo y fuerza para seguir adelante. Con sencillez, esta misión nos empuja al anuncio del Evangelio, porque estamos convencidos de que en él se encuentra la fuente de todas nuestras alegrías.

La tarde cae, y en la capilla de la misión, una pequeña comunidad cristiana entona el canto de entrada para la celebración eucarística… La esperanza seguirá creciendo en el corazón de estas personas a quienes acompaño en un tramo del camino hacia el encuentro del Señor. La tarde va cubriendo los bellos escenarios de Disneylandia, Hollywood, Santa Bárbara y las bellas playas californianas, y en mi ánimo misionero brilla la esperanza en esta misión tan extraordinaria, compuesta por gente con un corazón que desborda amor, porque ha sido purificada por el sacrificio y el dolor.

Viacrucis en Etiopía

En Etiopía todavía estamos en Cuaresma, siguiendo el calendario de la Iglesia Ortodoxa que tiene sus fechas propias para festejar la Semana Santa, la cual empezará en una semana, el domingo 28 de este mes.

Dentro de las diversas prácticas religiosas, propias de esta temporada, se encuentra la oración del Viacrucis el cual he dirigido esta vez en la casa de asistencia a enfermos (de todo tipo) que las Hermanas Misioneras de la Caridad (Madre Teresa) tiene en la ciudad. El Viacrucis lo realizamos para el pequeño grupo de católicos enfermos, trabajadores y religiosas que ahí están.

Una tercera parte de los enfermos, 100 de los 300 que las religiosas asisten, se unen a nuestra oración, habiendo entre ellos un número equitativo entre protestantes, ortodoxos y musulmanes. Para mi sorpresa, no sólo van al Viacrucis para ‘ver’ lo que hacemos, para ser observadores, sino que ellos también se unen para ser participantes, a nuestras prácticas, como arrodillarnos o postrarnos en el suelo para mostrar nuestra devoción a la cruz. Cuando noté que muchos de ellos se acercaban a rezar el primer viernes de Cuaresma que dirigí, les mencioné que al final todos tenemos un solo Dios, aunque nuestros caminos para llegar a Él son diferentes… y que todos podemos adorar al mismo Dios en nuestros corazones con este tipo de prácticas externas.

1/ El primer viernes que hicimos el Viacrucis, un muchacho que participaba mostraba la cruz en alto mientras otro enseñaba una foto de cada una de las estaciones. 2/ Para el segundo sugerí y lo realizamos en el corredor de sus habitaciones para orar por los ‘sufrientes y enfermos’ que ahí estaban y que no podían salir. 3/ Para el tercero improvisé y llevé mantas, palos, una corona de espinas, una corona de plástico, máscaras de papel, etc. Llamé unos minutos antes a varios niños que ahí estaban para que hicieran la representación (Jesús, Pilatos, María, soldados, Simeón, mujeres, etc.), juntamente con la foto del Viacrucis, donde ellos no decían nada, solamente realizaba la representación de cada estación. 4/ El cuarto, este viernes pasado, en vez de llamar a niños, lo hice con los jóvenes. No cabe duda de que la mayoría de ellos son actores naturales y representaron cada una de las estaciones de una manera ‘magistral’, pero sobre todo con mucha, mucha devoción, (aún si la gran mayoría no eran católicos).

Esta vez el Viacrucis fue seguido con mucha atención… La representación de los chicos fue impresionante, incluyendo la reacción espontánea de una anciana que de repente salió del grupo de mujeres y se interpuso entre Jesús y el soldado que tenía el cargo de golpearlo con su látigo. Ella primero le gritó diciéndolo que se detuviera y después se puso en medio de los dos, agarrándole con la mano el látigo, para que no lo azotara más, aunque todo era solamente una representación.

Sigamos haciendo oración por todos nuestros enfermos que, así como Jesús, sufren en su cuerpo los dolores de las enfermedades y en sus mentes la desesperación de no ver pronto la recuperación.

El estar ahí, en una casa de asistencia de las Hermanas para enfermos (el cuál no es hospital ni clínica), me ha ayudado de manera más concreta, una vez más, a pensar en todos nuestros amigos, parientes, familiares y conocidos que están enfermos y nos piden que nos unamos a ellos en su intención de oración por su salud y por su tranquilidad emocional ante los sufrimientos que padecen.

Que Nuestro Señor extienda su mano y les conceda la salud que necesitan. Así sea.

El misionero de los ocho nombres

No, esta crónica no es sobre la novela de José Saramago que más me costó leer. Es sobre los muchos nombres que gané durante mi estancia en Etiopía.

Por: P. José Vieira, desde Etiopía

Abba Yooseefi. Abba significa padre y por extensión sacerdote, aunque en la nueva traducción del Padre Nuestro decimos Abbo en lugar de Abba. Yooseefi es la forma guji de José. El nombre procede del hebreo Yowceph (con la traducción griega de Iosef) y significa “Él [Dios] añade” o “Dios multiplica”. Y Dios sigue añadiendo su ternura, misericordia y gracia a mi vida. Heredé el nombre de mi padrino José, el marido de mi difunta tía Arnalda, la hermana menor de mi padre y mi madrina. Así era en aquella época. Los gujis llaman a sus hijos según las circunstancias de su embarazo y nacimiento. Nuestra cocinera se llama Guyyate porque nació a la una de la tarde, cuando la mañana (bari) se convierte en día (guyya). Su hermana pequeña se llama Bontu porque nació gordita.

Abba Joe. Así me llaman en inglés. Joe es el diminutivo de Joseph, nuestro Zé en portugués.

Farenji/Farenjicha. Farenji significa extranjero en amárico. Farenjicha es la versión guji. Una de sus posibles raíces es francesa. Los galos construyeron hace más de cien años el ferrocarril que une Addis Abeba con Yibuti vía Dire Dawa. Farenji es el antónimo de habesha, el término con el que los etíopes se llaman a sí mismos y la marca de una buena cerveza. Técnicamente, habesha es el nombre de los pueblos etíopes de origen semítico, que proceden del mestizaje de pueblos locales con emigrantes de la península arábiga: amaras, tigrines y gurags… Abisinia, la tierra de los habesha, fue el nombre de Etiopía hasta el siglo XIX, antes de que el país acogiera a los pueblos del sur. La palabra también ha entrado en la lengua portuguesa: abexim es sinónimo de etíope. Etíope procede del griego y significa cara(s) quemada(s), palabra utilizada en la Biblia para referirse a los habitantes del sur de Egipto (Sudán, Etiopía). La famosa reina de Saba podría haber sido etíope o sudanesa, del reino de Meroe, donde las reinas se llamaban Kandake.

China. Es la nueva forma en que los niños -y los adultos en menor medida- llaman a los extranjeros blancos. Lo oí por primera vez en Addis Abeba la tarde que llegué al país hace dos años. Cuando me llaman “China”, respondo: “China no. Portugal!” (o Burtukan, que es la forma etíope de decir Portugal y significa naranja). Los chinos tienen una presencia muy notable en el país a través de la construcción de infraestructuras (autopistas, carreteras, ferrocarriles -renovaron y electrificaron la línea de Yibuti y crearon un metro de superficie en la capital-, fábricas, líneas de alta tensión, etc.). Presencia en casi toda África. Los chinos son los nuevos amos del continente negro, más interesados en las materias primas (petróleo y otros minerales, madera, etc.) a cambio de préstamos o de la construcción de infraestructuras. Cuando los Estados no pagan sus deudas, se apoderan de las infraestructuras locales (puertos, aeropuertos, autopistas, etc.) y las gestionan en beneficio propio, como garantía de los préstamos.

Petros. Así me llaman en la zona de Anfarara, un pueblo a unos 25 kilómetros de Qillenso, camino de Adola. El comboniano mexicano P. Pedro Pablo Hernández -conocido en Guji como Abba Petrosi- abrió durante un tiempo un catecumenado en Anfarara. ¡Ser blanco es ser Petros!

Lio. En la carretera que atraviesa el bosque hacia la misión de Soddu Abala -hija de la misión de Qillenso, donde vivo-, los pequeños gritan “Lio, Lio” cuando ven pasar el vehículo. El padre Leonardo d’Alessandro, sacerdote de la diócesis de Bari que trabaja como misionero en Etiopía desde hace treinta años, fue párroco de Soddu Abala durante mucho tiempo. Se le conoce como Abba Leo.

Beka. Cerca del barrio donde viven las Misioneras de la Caridad y tienen su centro de acogida para enfermos terminales y bebés rechazados, en las afueras de Adola, cuando los niños ven el todoterreno que conduzco, empiezan a gritar “Beka, Beka”. Es el nombre del conductor de los misioneros que tienen el mismo vehículo.

you, you. Tú, tú en inglés. Hace treinta años, cuando llegué por primera vez a Etiopía, al ver a un extranjero los niños coreaban: “¡you, you, ¡Money, money!”, “¡Tú, tú, Dinero, dinero!”. Ahora se limitan a “¡Tú, tú!” cuando quieren llamar mi atención.

¡Ocho nombres para la misma persona! ¡Soy rico para nada!

Reconciliarse en Año Nuevo

Dentro de Etiopía hay más de 80 grupos étnicos que tienen sus propias lenguas o dialectos y costumbres, pero también tienen celebraciones nacionales que todos juntos festejan, como puede ser la celebración del Año Nuevo a principios de septiembre, después de las cosechas, al seguir un calendario agrícola.

Aun así, en la zona donde ahora me encuentro, llamada Sidamo, la gente sigue el calendario lunar que los lleva a celebrar el Año Nuevo en otra fecha. Los líderes locale (‘ancianos’, como son llamados), observan de manera astronómica la luna y las estrellas y, después de consultarse entre ellos, hacen saber cuándo es la fecha del inicio del nueve año.

Bueno pues esa fecha es el 6 de abril, el primer día del Año, llamada Chambelala en lengua Sidamo. Sin embargo, esta noche, la última del calendario Sidamo, también se celebra ‘fiche’, una reunión familiar que se realiza en cada casa con el fin de hablar de cómo vivieron el año, pero sobre todo para pedirse perdón y reconciliarse entre aquellos que han ofendido de forma ligera o profunda. La motivación es que todos deben comenzar el año nuevo sin ningún conflicto entre ellos, deben de iniciar el año estando en paz unos con otros. Una vez que lo hacen, con gran alegría comen juntos ‘cochxio’ (harina de árk de plátano con mantequilla, a veces con carne también) y jocoque.

Debido a que un amigo me invitó a ir al auditorio regional para ver bailes tradicionales charlas sobre la cultura Sidamo, (atendida por los principales personajes de la política local), antes de entrar al salón la cadena de televisión nacional me pidió si les podía dar mi opinión sobre el evento. Primeramente, los felicité por su fiesta en preparación al añc nuevo y luego les comenté el profundo valor humano que tienen entre ellos, los miembros de la familia, de llenarse de humildes para reconocer los errores cometidos y tener la valentía de pedirse disculpas unos a otros. Este es un valor y una tradición que muchos de nosotros podemos aprender de ellos, en vez de hacer muchas ‘barbaridades nosotros en nuestros ambientes, cuando celebramos el año nuevo del calendario gregoriano, en primero de enero.

Dios nos ayude a reconocer ese valor en la gente Sidamo y poder imitarlo en nuestras vidas al final de cada año (o cada día) que concluye. Así sea.