Deseo que estén celebrando Pascua en santa paz y Alegrías. Escribo para informarles de la situación por la que estamos pasando por acá. Sé que ya están enterados por las noticias y por las postales que algunos miembros de la congregación han compartido en varias redes sociales. Yo estoy en la ciudad de Port Sudan, a unos 900 kilómetros de la capital. Solamente la madrugada del domingo 16 de abril hubo aquí confrontaciones entre las dos facciones. El Obispo llegó el viernes 14 para celebrar las confirmaciones, pero debido a los enfrentamientos no pudimos celebrar el domingo. Los disparos y explosiones siguieron hasta el medio día. Desde el lunes hasta ahora 20 de abril acá se vive en ordinaria paz, pues los militares de una de las facciones se rindieron y huyeron abandonando las instalaciones militares. Pero se teme que esto sea una situación frágil y que en cualquier día vuelvan a contraatacar. Khartoum esta en una situación muy critica. Los enfrentamientos no cesan. La población civil esta entre dos fuegos, sitiados sin servicios públicos ni atención medica. Por lo que sé, nuestras comunidades aunque en riesgo, están bien.
He estado en contacto con mi familia y los tengo al tanto de la situación en lo posible.
Nos seguimos encomendando a sus oraciones. Que San Daniel Comboni interceda por la paz y la reconciliación en este país que él mismo consagró al Sagrado Corazon de Jesus.
Reitero mis saludos y les aseguro mis oraciones. Permanezcan en la paz que nos trae el Resucitado
La a visita del Papa a Sudán del Sur del 3 al 5 de febrero pasado, se esperaba con ansias mucho tiempo antes, o al menos desde que las autoridades civiles fueron invitadas por el Papa al Vaticano para vivir juntos un retiro de reconciliación el 16 de marzo de 2019. Al llegar el Papa a Sudán del Sur, no hizo su habitual recorrido desde el aeropuerto a la ciudad en el papamóvil, fue en un auto regular, creando un desconcierto en la gente que lo esperaba para saludarlo y hacerlo sentir bienvenido desde las banquetas de sus calles. Para muchos fue un poco frustrante al verlo pasar en carro cerrado, velozmente y sin dar sus habituales bendiciones. La razón fue que iba con líderes de otras religiones y no querían exponerlos a ningún tipo de peligro.
Para los conocedores de los viajes del Papa, esta visita fue puesta de forma positiva sobre el valor inestimado de presencia en este país ensangrentado por tantos conflictos internos entre sus habitantes. Llegó para impulsar los acuerdos de paz entre las diferentes facciones políticas. Este interés no era sólo de él, sino que lo realizaba junto a los líderes de las iglesias del norte de Europa; con el arzobispo de la Iglesia anglicana y con el coordinador de las Iglesias de Escocia. Por tanto, fue una visita con carácter eminentemente ecuménico. Este gesto ha sido ampliamente elogiado por fieles de otras denominaciones cristianas que le reconocen su deseo por la paz de Sudán del Sur y la unidad de las Iglesias cristianas. Las grandes expectativas se fueron cumpliendo, una a una, con las homilías de los tres líderes religiosos, haciendo presente el concepto cristiano de «paz», con toda su dimensión actual, dirigido específicamente a los gobernantes de este país.
El encuentro de oración que se realizó junto a los cristianos de diferentes denominaciones siempre tuvo una dimensión ecuménica. El papa Francisco, líder de la Iglesia católica; Justin Welby, arzobispo de Canterbury y primado de la iglesia anglicana; e Iain Greenshields, moderador de la asamblea general de Escocia, agradecieron con palabras de aprecio y ánimo al pastor Thomas Tut Puot Mut, presidente del Concilio de Iglesias de Sudán del Sur, quien realiza grandes acciones para mantener la unión de los cristianos. Los tres líderes religiosos se refirieron al valor de la vida en fraternidad que se encuentra en el Evangelio, enfatizando una humanidad donde todos sean considerados hijos de Dios y hermanos en Jesucristo, que nos propone ser embajadores de paz (cf Mt 5,9). El Papa resaltó con sus palabras que la Iglesia, además de su unión íntima con Dios, es también un signo de unidad entre el género humano, dejando a un lado todo tipo de divisiones tribales, raciales, religiosas y nacionalistas, así como san Pablo lo expresa al comunicar que Cristo es nuestra paz y la unidad entre todos. (cf Ef 2,14). Las reacciones a la visita del Papa han sido diversas: el presidente Salva Kiir Majardit se ha comprometido a restablecer el diálogo con las diversas facciones y actores que forman un frente independiente de oposición al gobierno federal. El presidente dijo que la visita papal es una piedra histórica milenaria que permanecerá en la mente de sus ciudadanos; de ella se esperan muchos frutos en beneficio de la nación y un «alto» al tráfico de armas, un punto final a las diferencias tribales y participación política en todos los ámbitos de la sociedad.
En este país, que ha estado en guerra por más de cuatro décadas, el Papa motivó a sus habitantes a fomentar una paz duradera. Luego de su visita a los campos de desplazados internos (refugiados) declaró que «el futuro no puede estar en los campos de desplazados… ¡Es necesario que todos los niños tengan la oportunidad de ir a la escuela e incluso el espacio para jugar futbol! Hay necesidad de crecer como sociedad abierta, mezclándose, formando un sólo pueblo a través de los desafíos de la integración, incluso aprendiendo las lenguas que se hablan en todo el país y no sólo dentro del propio grupo étnico». Durante su encuentro con los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, Francisco los motivó a que, en su búsqueda por la justicia y la paz, no pueden ser neutrales, y los alentó a que hablaran siempre con la verdad. Haciendo alusión a san Daniel Comboni, como ejemplo, los exhortó a comprometerse con todas sus fuerzas a la evangelización, incluso hasta la muerte, así como lo hizo el fundador de los Misioneros Combonianos. Por otra parte, en las diócesis católicas se organizaron peregrinaciones desde lugares alejados de Yuba, la capital del país. La diócesis de Rumbek, con su obispo –el comboniano Christian Carlassare– y los pastores de otras iglesias cristianas, se pusieron así en movimiento en un largo camino que duró nueve días. A su paso por tantos poblados mucha gente se les unía, provocando una inusitada alegre esperanza. Este fue un signo más que mantiene viva la fe de este enorme y rico país, que un día logren la tan anhelada paz.
La visita del Papa a Sudán del Sur era esperada con ansias con mucho tiempo de anticipación, o al menos desde que las autoridades civiles fueron invitadas por el Papa al Vaticano para vivir juntos un retiro de reconciliación en el año 2019, el 16 de marzo.
Al llegar el Papa a Sudán del Sur, no hizo su habitual recorrido desde el aeropuerto a la ciudad, como en todos los países visitados hasta ahora. Se suprimió el papamóvil por un auto regular, creando un desconcierto en la gente que lo esperaba para saludarlo y hacerlo sentir bienvenido desde las banquetas de sus calles. Para muchos de ellos fue un poco frustrante al verlo pasar en carro cerrado, velozmente y sin dar sus habituales bendiciones. La razón fue que iba con los otros líderes de otras religiones y no quería exponernos a ningún tipo de peligro.
Para los conocedores de los viajes del Papa, esta visita fue puesta de forma positiva sobre el valor inestimado de presencia en este país ensangrentado por tantos conflictos internos entre sus habitantes. El pontífice llegó como pastor para inducir o reimpulsar los acuerdos de paz entre las diferentes facciones políticas, cosa que ya se había acordado claramente, pero que no se ha puesto en práctica, hasta ahora. Este interés no era sólo de él, sino que lo realizaba juntamente con los líderes de las iglesias del norte de Europa; con el arzobispo de la Iglesia Anglicana y con el coordinador de las Iglesias de Escocia. Por lo tanto, fue una visita con carácter eminentemente ecuménico. Aquí cabe resaltar que este gesto del Papa ha sido grandemente elogiado por los fieles comunes de las otras denominaciones cristianas, se le reconoce su deseo por la paz del Sudán del Sur y la unidad de las Iglesias cristianas.
Las grandes expectativas se fueron cumpliendo, una a una, con las homilías de los tres líderes religiosos que dieron en los diversos actos en que se celebraron, haciendo presente desde el inicio el concepto de ‘paz’ cristiano, con toda su dimensión actual, y dirigida específicamente a los gobernantes de este país.
El encuentro de oración que se realizó junto con los cristianos de las diferentes denominaciones cristianas tuvo siempre una dimensión marcadamente ecuménica, cumpliendo así, un objetivo de este viaje. En esta línea, el Papa Francisco, líder de la Iglesia Católica; Justin Welby, arzobispo de Canterbury y primado de la iglesia anglicana; y Iain Greenshields, moderador de la asamblea general de Escocia, agradecieron con palabras de aprecio y animo al pastor Thomas Tut Puot Mut, presidente del Concilio de Iglesias de Sudán del Sur, quien realiza grandes obras para mantener la unión de los cristianos.
Los tres líderes religiosos hicieron referencia al valor de la vida en fraternidad que se encuentra en el Evangelio, enfatizando una humanidad donde todos son considerados hijos de Dios, hermanos en Jesucristo, donde Jesús nos propone que todos seamos embajadores de paz (Mt 5,9).
El Papa Francisco, resaltó con sus palabras que la Iglesia, además de su unión intima con Dios, es también un signo de unidad entre el género humano, dejando a un lado todo tipo de divisiones tribales, raciales, religiosas y nacionalistas, así como San Pablo lo expresa al comunicar que Cristo es nuestra paz, con un solo sentido, el de la unidad entre todos. (Ef 2,14).
En las varias esferas de la vida de este país, las reacciones a la visita del Papa han sido varias: el presidente Salva Kiir Majardit se ha comprometido intencionalmente a restablecer un diálogo con las diversas facciones y actores que forman un frente independiente de oposición al gobierno federal. El líder del país ha declarado que la visita papal a es una piedra histórica milenaria que siempre permanecerá en la mente de sus ciudadanos; de ella se esperan muchos frutos en beneficio de todo el país, se espera también un alto al tráfico de armas, un final a las diferencias tribales, y una participación política positiva en todos los ámbitos de la sociedad.
En este país que ha estado en guerra por más de 4 décadas, el Papa motivó a sus habitantes a fomentar una paz duradera. Luego de su visita a los campos de desplazados internos (refugiados) declaró que “el futuro de Sudán del Sur no puede estar en los campos de desplazados.” Enseguida expresó su convencimiento sobre este punto: “¡Es necesario que todos los niños tengan la oportunidad de ir a la escuela e incluso el espacio para jugar al fútbol! Hay necesidad de crecer como sociedad abierta, mezclándose, formando un solo pueblo a través de los desafíos de la integración, incluso aprendiendo las lenguas que se hablan en todo el país y no sólo dentro del propio grupo étnico”.
Durante su encuentro con los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, el Papa los motivó a que, en su búsqueda por la justicia y la paz, no pueden ser neutrales, y a que hablaran siempre con la verdad. Haciendo alusión a San Daniel Comboni, como ejemplo, los motivó a comprometerse a la evangelización con toda fuerza, incluso hasta la muerte, así como lo hizo el fundador de los Misioneros Combonianos.
Por otra parte, las diócesis católicas se movilizaron cuando la fecha de la visita fue confirmada. Se organizaron peregrinaciones desde lugares alejados de Yuba, la capital del país. La diócesis de Rumbeck, con su obispo -el comboniano Christian Carlassare- y los pastores de otras iglesias cristianas, se pusieron así en movimiento en un largo camino que duró nueve días. A su paso por tantos poblados mucha gente se les unía, provocando en ellos una inusitada alegre esperanza. Este fue un signo más que mantiene viva la fe para que los habitantes de este enorme y rico país, con sus casi doce millones de habitantes, un día obtengan aquello que siempre se le ha escabullido cada vez han tenido la oportunidad de obtener la tan anhelada paz.
El 4 de junio del año pasado, tuvo lugar la consagración episcopal de monseñor John Mbinda (espiritano), como cuarto obispo de la diócesis de Lodwar (al noroeste de Kenia). Previamente, el 3 de junio, el padre Mbinda fue recibido en la parroquia de Kainuk, al sur de la diócesis. Durante el trayecto hacia la ciudad de Lodwar, el «nuevo obispo» tuvo que hacer varias «paradas», para saludar a la gente a lo largo de la carretera. Su mensaje, tomado de su «escudo de armas», siempre era: «Estén alegres…», añadiendo una palabra sobre la importancia de la paz en las regiones fronterizas de su territorio.
El 4 de junio, en el Centro Cultural «Ekaales», el padre John Mbinda, originario de Kanzalu (Machakos, al sur del país), fue consagrado y entronizado obispo de Lodwar, en una colorida ceremonia, presidida por el nuncio apostólico de Kenia y Sudán del Sur, monseñor Bert Van Megen. Para acompañar al nuevo pastor, asistió la mayoría de los obispos de Kenia. Acudieron a la celebración cerca de 10 mil fieles procedentes de todo el país y del extranjero.
Al final de la misa, monseñor Mbinda agradeció a Dios por haberlo elegido, «entre otros sacerdotes mejores y más santos que un servidor». Espera contribuir, con su experiencia de seis años entre los pokot (vecinos y «enemigos» de los turkana), para ayudar a estos pueblos a vivir en armonía y en paz. La Conferencia Episcopal de Kenia felicitó a monseñor Mbinda y le dio la bienvenida al grupo, asegurándole su apoyo.
El nuevo pastor celebró una eucaristía de agradecimiento en la catedral de Lodwar, dedicada a san Agustín y, el 28 de junio visitó la parroquia de Nakwamekwi, atendida por los Misioneros Combonianos. En su homilía, monseñor Mbinda exhortó a los fieles a seguir con valentía a Jesucristo y a convertirse en anunciadores de la Palabra de Dios.
Silas, sacerdote para siempre
El segundo regalo de 2022 consistió en la ordenación sacer-dotal del diácono Silas Mukafwa. La ceremonia tuvo lugar el pasado 28 de agosto en el atrio de la catedral de Lodwar, con gran afluencia de fieles, religiosas, religiosos y sacerdotes. Unas 150 personas, entre familiares y amigos de Silas, llegaron de Kitale y alrededores, ya que él pertenece a la etnia luhya, pero quiso desarrollar su apostolado en la diócesis de Lodwar, entre los turkana.
Vivía en Nakuru con sus padres, William y Florence Mwanambisi; luego, se cambiaron a Sirende-Kitale, región colindante con tierras turkanas. Como seminarista, realizó en 2012 su curso propedéutico y de espiritualidad en Molo; cursó Filosofía en Mabanga (2013-2016) y Teología en Tindiño (2017-2022). Monseñor Mbinda lo ordenó diácono.
En la liturgia de la Palabra, se presentó la vocación de Jeremías sacerdote (Jer 1,4-9), según el orden de Melquisedec (Heb 5,1-10) y enviado a ser «pescador de hombres» (Lc 5,1-11). En la homilía, el obispo exhortó a Silas a ser hombre de oración, «como Pedro, Juan y Santiago, que dejaron sus redes y todo lo demás, incluida la pesca milagrosa… y siguieron inmediatamente a Jesús. Así tú, busca el tiempo, deja cada día todas las “redes” de tu vida, y encuentra a Jesús en la oración. Ponte en las manos de Dios, pues el trabajo apostólico no es nuestro, sino de Él». Monseñor Mbinda también le recomendó a Silas que estuviera siempre dispuesto a celebrar la eucaristía y atender las necesidades espirituales de los fieles: «Has sido elegido –afirmó el prelado– entre el pueblo, para ser “sacrificio”, unido a Jesús… para perdonar los pecados, para ser santificado y hacer que los fieles reciban los dones divinos». Por último, le dijo: «Sé un sacerdote obediente a tu obispo y superiores, un trabajador incansable que ame a su gente sin condiciones ni discriminar naciones… un sacerdote que valora la paz, el amor y la unidad; un clérigo que se da a sí mismo por el bien de los fieles».
Silas ejerce sus primicias sacerdotales como vicario en la parroquia de Lokori, misma que abrió el instituto de los Misioneros Combonianos en 1992.
Por: P. Aldo Sierra, desde Pietermaritzburg, Sudáfrica
Nací en Torreón, Coahuila, y desde hace una década trabajo en África, primero en Zambia, en donde pasé ocho años. Desde hace dos, soy el encargado de la formación de jóvenes misioneros. Al inicio me desempeñé como misionero en medio de la gente, ahora soy formador de candidatos a la misión; un estilo de vida muy diferente.
En el primer destino, la necesidad pastoral me condujo a estar más con la gente sencilla y compartía sus penas y alegrías; ahora me enfoco más en la guía de nuestros estudiantes; la mayoría de las veces desde la paciente escucha y guía en una oficina o en el espacio enmarcado sólo por los cuatro muros que circundan el terreno de nuestra casa formativa.
Como misionero, si bien no hay tanta acción en esta segunda etapa, sí tiene mucha pasión. Es un poco como comparar el libro del Apocalipsis y el de Job, mientras que el primero está lleno de fascinación y acción, el segundo carece de acción, pero está lleno de pasión.
En estos años de trabajo en la formación, constato que hay actitudes que deben inculcarse a todo candidato a misionero, me gustaría mencionar tres de ellas: pasión por las personas a la que se es enviado; testimonio y actitud de escucha; y el compromiso por la justicia, la paz e integridad de la creación. Veamos cada una de ellas.
Pasión: Es el compromiso constante de compartir la vida y destino sobre todo con los más pobres y abandonados. Es una entrega fuera de toda ideología, pues no se trata de salvar o cambiar la vida de esas personas vulnerables, sino de regalarles esperanza y confianza en el futuro. El mundo está herido y necesita de misioneros entregados y humildes, que compartan la causa de los que sufren, como nos recuerda la Gaudium et spes: «La alegría y la esperanza, la tristeza y la angustia de las personas de nuestro tiempo, especialmente de los pobres y afligidos por diversas circunstancias, son también la esperanza y la alegría, la tristeza y la angustia de los seguidores de Cristo» (GS 1).
Testimonio y actitud de escucha: El Pueblo de Dios no quiere maestros, sino testigos (cf Redemptoris missio 42) y esto es lo que hay que despertar en los candidatos. No se trata de ir a la misión con la idea de corregir y enseñar, sino de compartir su experiencia de fe y vida. El discípulo humilde es el favorito de Dios y, al igual que María, guarda las cosas en su corazón (Le 2,19) como primera actitud antes de hablar, decir, opinar y juzgar. En la cultura africana se dedica mucho tiempo para escuchar; es más, en las reuniones de las aldeas, el joven es invitado a escuchar al anciano.
En mi experiencia, lo que más atrae de un misionero no son sus discursos u homilías, sino la constante y sencilla entrega de cada día. La gente recuerda gestos de amabilidad, paciencia, apoyo y ternura. A veces, el hecho de venir de otro país y cultura ya atrae a la gente: ¿por qué esta persona viene de tan lejos para hablarnos de la Palabra de Dios? ¿Qué o quién lo motiva? Este testimonio de desprendimiento realmente los conmueve.
Compromiso por la justicia, la paz e integridad de la creación: La justicia es la base para crear una verdadera paz, como decía el papa Pablo VI dirigiéndose a los jóvenes en 1972: «Si quieren paz, trabajen por la justicia». El establecimiento de la justicia requiere de mucho esfuerzo, concientización, lucha por el respeto a los derechos humanos y oposición a todo régimen opresor. La justicia empieza por cultivar buenas relaciones basadas en la colaboración. Ser justos significa dar a cada realidad su verdadero valor, también expresa amor a la verdad, pues ésta nos hace libres (In 8,32). Por desgracia vivimos en un mundo en que la verdad, sobre todo en política y medios de comunicación, cada vez importa menos. Justicia, paz y verdad van de la mano y no se concibe una sin las otras dos. La integridad de la creación es un elemento clave, sobre todo para el papa Francisco en Laudato si’ y Fratelli tutti, donde conceptos como la recuperación y conservación del planeta, entendido como casa común, y la conversión ecológica, han sido grandes temas a desarrollar y tareas pendientes. En pocos años hemos mermado la capacidad de vida de la casa común, con tanta contaminación del aire, del agua, de los bosques y auditiva. El calentamiento global tiene que revertirse. El misionero aporta si, junto a quienes es enviado, transforma la realidad con pequeños actos: separa desechos, impulsa el reciclaje, fomenta la reforestación de los bosques, evita el desperdicio de energía y alimento, etcétera.
Como formador, mi labor es despertar y activar los valores que hay en los jóvenes. Me alegra que hoy la mayoría de misioneros en África sean africanos; almas sensibles, sociales, inteligentes… El candidato africano es capaz, innovador, creativo y sin miedo a los retos.
El continente tiene un gran futuro en sus propias manos. Ahora entiendo por qué san Daniel Comboni basó su estrategia misionera con el lema: «Salvar África con África». Todo su plan muestra la confianza y el optimismo para transformar la realidad africana por medio de la educación y formación de la gente local, y a su vez, ayuden a sus coterráneos.
Agradezco de todo corazón esta experiencia, así como el aporte de mi granito de arena en la construcción de este sueño. A fin de cuentas, el misionero es promotor de la vida y dignidad de la persona a la que es enviado a compartir su mensaje de esperanza. Crear entusiasmo en los jóvenes que se preparan a la misión es un privilegio y un compromiso.
El lingala es una de las lenguas nacionales de República Democrática del Congo (RDC). «Pasika ya biso» quiere decir «nuestra Pascua». Tiene un profundo sentido envolvente de la persona y de la comunidad.
Por: P. Eduardo Pesquera, desde Isiro (RDC)
Para el congoleño que ha optado por Cristo, la Pascua es el centro de su vida, es la experiencia de Jesús que refleja en su ser y acontecer. Una vida llena de oscuridad y dificultad, de vacío y decepción, de guerra e inseguridad, y, al mismo tiempo, una experiencia llena de esperanza, de alegría, de luz, de música y de Dios. Cuando la gente dice «nuestra Pascua» es porque no puede dejarla pasar así nada más. A pesar de las tempestades, ellos saben que es su punto de referencia para vivir.
En este contexto, cada año se prepara la Pascua en esta tierra africana. El año pasado estuvo marcado por la pandemia y, hasta nuestros días, no nos deja tranquilos. Pese a que en RDC la enfermedad no pegó muy fuerte (gracias al clima o a que esta nación ha aprendido a vivir en medio de circunstancias difíciles) hubo disposiciones que se tenían que respetar con un espíritu de protección y solidaridad con el mundo entero.
Una de ellas fue la suspensión de celebraciones religiosas. Con el lento desarrollo de los medios de comunicación en Isiro, las misas y otros actos se realizaron en las iglesias y se difundieron por medio de bocinas; así los cristianos pudieron seguir las celebraciones desde sus casas. Es increíble cómo la gente de nuestra parroquia no dejó su fe, pese a la distancia y a la falta de contacto físico con la eucaristía. Llegó marzo y con ello la Cuaresma, tiempo por excelencia para prepararse a la gran fiesta de Resurrección. Sin embargo, como en casi todo el mundo, no se abrieron las puertas de nuestras iglesias y no se dejó entrar a la gente. Pero no faltó la conversión; tampoco faltaron el viacrucis, la oración y el ayuno. En tiempo de pandemia hubo solidaridad en todo momento.
Con la Cuaresma, el cristiano comienza un proceso de purificación y cambio. La eucaristía y el sacramento de la reconciliación son importantes en este deseo de renovar la vida, y quienes no pueden acercarse a ellos, buscan la presencia de Dios. En esta preparación, el viacrucis es importante, ya que el recorrido de la pasión de Jesús se identifica con el propio sufrimiento. Esto mantiene viva su fe: saber que, quien resucitó, pasó por los sufrimientos que no son ajenos al pueblo, y después de ellos, alcanzó la vida eterna. Para la gente es comprensible esta lógica: un hombre que sufre, un Dios que resucita y nosotros con él.
Durante la Cuaresma, la gente se reúne en sus comunidades para tratar temas relacionados a la conversión, el amor y la ayuda al prójimo. Esto les da fe y esperanza en medio de una situación social, política y económica inestable y aparentemente sin salida. Desde la visión del congoleño, la Pascua de Jesús es ya una respuesta a este laberinto. Por eso dicen: «Pasika ya biso», que quiere decir: «nuestra Pascua, nuestra esperanza, nuestro camino».
En este tiempo los distintos grupos parroquiales se comprometen a realizar actos de solidaridad tales como: juntar ayudas para visitar a los enfermos y necesitados, visitar a los presos en la cárcel y animarlos; ayudar a los alcohólicos y drogadictos a dejar sus vicios; sensibilizar a la gente sobre las injusticias dando a conocer sus derechos como ciudadanos y compartir la experiencia de fe para ayudar a los que están hundidos en la desesperación.
En ese contexto, la liturgia también es esencial e importante. Para la gente en RDC la liturgia es manifestación de la vida. Cada gesto tiene un valioso significado relacionado con la experiencia cotidiana. Por ejemplo, la invocación de los ancestros y de los santos pidiendo su protección; el momento de paz después de la reconciliación como signo del proceso de renovación de la relación con Dios y con los semejantes; el canto y la danza.
Estos gestos forman parte de la atmósfera creada en la celebración del Rito Congoleño, que después de controversias fue aceptado por El Vaticano, gracias al cardenal Malula en los años 70, y se presentó como oportunidad y gran apertura de la Iglesia a la inculturación del Evangelio a las realidades propias de los pueblos. En el caso de los congoleños, desde hace muchas décadas viven gran inestabilidad.
Por eso, este pueblo vive la liturgia desde lo más profundo de su realidad. Y en este tiempo de preparación para recordar y revivir la resurrección de Jesús, igualmente se prepara para vivir «su propia resurrección», aún en medio de dificultades e incertidumbres. Las celebraciones son sobrias y profundas, y se realizan con la escucha de la palabra de Dios, que llama a la conversión, a la lucha por la justicia y la igualdad y a la esperanza de la vida en Dios. El corazón y el cuerpo se preparan, y la comunidad también lo hace ante este gran acontecimiento que es la resurrección de Jesús y la resurrección del pueblo.
Este 2021 hemos iniciado nuestro camino hacia la Pascua. Los misioneros, junto con el pueblo congoleño, tenemos puestos los ojos en Dios con mucha fe, alegría y esperanza. Estamos seguros que será nuevamente: «Pasika ya biso».