Sínodo de la Sinodalidad: Una experiencia de vida y esperanza

–Presencia en el Sínodo de la Sinodalidad–
Quiero compartir la experiencia vivida desde el 30 de septiembre hasta el 29 de octubre de 2023, como delegada invitada al Sínodo de la Sinodalidad. Una experiencia que considero un tiempo de esperanza, de conversión. 

Por: Hna Dolores Palencia, hsj *
Fotos: Synod.va

1. La preparación: oración, aportes y búsqueda
El papa Francisco dijo al inicio de la preparación del Sínodo de la Sinodalidad y lo repitió varias veces: «Sin oración no habrá Sínodo» y esta convicción marcó el camino de construir sinodalidad, fraternidad, comunión, diálogo y escucha.

Todos fuimos convocados a orar por el Sínodo y a implicarnos en la preparación de los temas prioritarios para esta Asamblea, desde nuestra oración, reflexión y participación, en nuestros lugares, grupos, iglesias, desde nuestra vocación específica, y sobre todo desde nuestra conciencia de bautizados y bautizadas que nos hace responsables de participar en igualdad y activamente en el camino eclesial.

En los diversos continentes, en grupos locales, diocesanos, nacionales, se compartieron encuestas y se recogieron los frutos y la colaboración de todos los niveles; a través de las Conferencias Episcopales se redactaron las síntesis que se enviaron a los organismos eclesiales como el CELAM, y desde ahí, a la secretaría del Sínodo. La secretaría sintetizó estos primeros aportes y reenvió el documento de la etapa continental. Nuevamente se devolvió de diversas maneras al pueblo de Dios y en el caso de América Latina y El Caribe se hicieron cuatro asambleas regionales: CAMEX, CARIBE, BOLIVARIANOS Y CONO SUR, en las cuales, en grupos internacionales, con delegados enviados por cada país, siguiendo el método de la conversación espiritual, buscamos consensos y disensos de prioridades, puntos a profundizar y propuestas o intuiciones.

El CELAM recogió la síntesis del continente, junto con varios aportes de teólogos, pastoralistas y participantes, y se unió a las otras síntesis: África y Madagascar, Asia, Europa, América del Norte, Oceanía, Oriente Medio –Iglesias Orientales– y el aporte del Sínodo Digital. Toda esta consulta y participación dio origen al Documento de Trabajo (Instrumentum Laboris), que fue publicado en la página del Sínodo para que estuviera al alcance de toda persona. La sinodalidad, es decir, hacer juntos el camino, empezó desde la preparación, donde se invitó a la mayor participación posible del pueblo santo de Dios.

2. Preparación espiritual: oración ecuménica y retiro de tres días
Los participantes sentimos fuertemente el llamado a orar y la responsabilidad de poner nuestra vida, capacidades, límites y todo lo que vivimos cada día, ante Dios nuestro Padre-Madre, en seguimiento de Jesús y pidiendo la luz, la fortaleza y la guía de su Espíritu al servicio de su Reino como Iglesia.
La cita era el 30 de septiembre en la plaza de la basílica de San Pedro para una velada ecuménica, en la que participaron varios representantes de diferentes confesiones cristianas, de las Iglesias orientales, de otras religiones y el Papa. Asistieron también muchos peregrinos venidos a Roma para confirmar y acompañar con su oración esta Asamblea, que desde el principio fue vista por varias personas como un Kairos, un tiempo de gracia para todo el pueblo fiel a Dios.

Había en la plaza varios grupos de jóvenes con camisetas alusivas y con frases significativas: «una Iglesia de todos, todos, todos…». Un deseo profundo y una urgencia para que sea posible ese camino de un yo, a un tú, a un nosotros, ampliando el espacio de nuestra tienda, de nuestros corazones, sin prejuicios, con amor y reconciliación.

Esta vigilia orante fue el primer momento de encuentro con los diferentes participantes: cardenales, obispos, miembros de dicasterios o de comisiones, delegados elegidos, invitados, delegados fraternos (re-presentantes de otras confesiones cristianas); oramos juntos por el Sínodo y también por la paz y por la unidad de los cristianos. Pedimos para todos la presencia y la guía del Espíritu y la apertura y disponibilidad de cada uno de los participantes para dejarnos llevar y salir de nuestro confort e ir al encuentro del otro y en especial de quienes están en las periferias existenciales.

Terminada la vigilia, esa misma noche fuimos a las afueras de Roma para comenzar el retiro espiritual de tres días. Los responsables de animar este retiro y de acompañar espiritualmente durante todo el mes a la asamblea, fueron el padre Timothy Radcliffe, op, y la hermana María Ignacia G. Angelini, osb. Cada mañana, sus aportes nos orientaban para la oración personal y para entrar en las temáticas propias que el documento de trabajo del Sínodo nos había presentado. Las comidas nos permitían socializar, conocernos, acercarnos unos a otros, esforzándonos con los idiomas para darnos a entender, para hacer sentir a los demás nuestro deseo de comprensión y escucha.

Durante las tardes empezamos con ayuda de las y los facilitadores a practicar el método de la «conversación espiritual» en grupos pequeños. Un primer momento para conocernos, saber nuestros orígenes, de dónde veníamos, nuestra vocación y ministerio, cómo deseamos que nos nombraran. Situar a cada persona y nombrarla con respeto y cercanía, fue un primer paso fundamental, un camino sencillo de empatía, para romper el hielo y acercarnos.

En pequeños grupos compartíamos lo central de nuestra oración a partir de una pregunta sencilla; no era importante dar ideas, teorías ni clases, sino compartir el paso de Dios que reconocíamos en los sentimientos, movimientos, intuiciones e inquietudes que nos habitaban… Se fue dando la escucha atenta y respetuosa, con cierto límite de tiempo para permitir que todos se expresaran y un tiempo de silencio al terminar de escuchar, para acoger y sentir, cómo Dios, desde la palabra de los otros, toca nuestra vida, nuestros puntos de vista y suscita preguntas.
En un segundo momento –no en debate para convencer a otros– compartimos aquello que aparece como nuevo, lo que nos transforma, nos confirma y nos enriquece; lo que nos inquieta o es difícil comprender o aceptar. Al terminar esta ronda, nuevamente hicimos silencio para recoger lo que el Espíritu nos dice. Finalmente, tratamos de hacer entre todos, con la ayuda de un secretario y del facilitador, una pequeña síntesis de los consensos, los puntos divergentes o las diferencias, así como las inquietudes.

Cerramos cada día con la eucaristía. Tuvimos también la oportunidad de vivir, si lo deseábamos, el sacramento de la reconciliación. Deseábamos ser vasijas nuevas, para vino nuevo.

Esta metodología de la «conversación espiritual», que estuvo presente desde las asambleas regionales en América Latina y El Caribe, fue la manera de trabajar los temas del Sínodo; fue un camino de discernimiento, de conversión que implica salir de uno mismo, de libertad interior, de pasar del «yo» de mis posiciones y puntos de vista, para encontrarme con un «tú», con el pensamiento y la visión del otro con su experiencia de Dios, para caminar juntos y guiados por el Espíritu hacia un «nosotros».

3. Primera etapa: comunión, participación y misión
El 3 de octubre por la noche regresamos a Roma y nos prepa-ramos para vivir al día siguiente la eucaristía inaugural del Sínodo en la Plaza de San Pedro, presidi-da por el papa Francisco. Una experiencia marcada por la celebración de san Francisco de Asís. La plaza estaba adornada con flores y plantas, recordando nuestra responsabilidad y convivencia en la Casa Común con toda la creación, la urgencia de defenderla y cuidarla. Presenciamos el anuncio de la Laudate Deum, la continuidad de la Laudato si´. Fue un hermoso día para poner en manos de Dios nuestro camino eclesial. El Sínodo de la Sinodalidad, tiene tres temas importantes: comunión, participación y misión.

La experiencia diaria de la Asamblea estuvo marcada por la oración. Al inicio del día, algunos Salmos del Oficio, acompañados por tres hermanos de Taizé que habían hecho la propuesta; al término de la mañana casi siempre el Ángelus a María. En ocasiones, al iniciar la tarde, realizábamos la oración compuesta especialmente para el Sínodo, Adsumus Sancte Spiritus, o alguna otra, dependiendo del ritmo de trabajo. Algunos días, nos desplazamos juntos para participar en el rezo del rosario por la paz, o para la oración por los migrantes ante el monumento que los hace presentes, o para acompañar a los peregrinos de la plaza. El Papa también nos invitó en dos ocasiones a vivir, junto con todos los cristianos, el ayuno por la paz.

Desde el 4 octubre, con la presencia del Papa en el Aula Paulo VI, comenzamos a trabajar en grupos, los temas recogidos a través de las síntesis de las Asambleas continentales en el Instrumentum Laboris o Documento de trabajo. Se realizaron 35 mesas redondas con 12 personas cada una. En cada mesa había una persona que era facilitadora, así que el resto éramos delegados con voz y voto. Estos grupos cambiaban cada vez que empezaba un nuevo tema, así participamos en cuatro mesas diferentes.

El arreglo de esta aula, conocida por muchos obispos y cardenales, fue la primera sorpresa y un símbolo de un cambio importante. No había lugares de jerarquía, todos nos sentamos alrededor de la mesa, con los mismos materiales: tableta electrónica, micrófono, audífonos de traducción, libro para las oraciones, cuatro pantallas centrales para seguir de cerca a las personas que tomaban la palabra y una gran pantalla al fondo en la que podía verse todo lo que sucedía. Alrededor de las mesas estaban los expertos, teólogos o canonistas, los ayudantes de secretaría, los tecnólogos y los aparatos de traducción.

Las mesas tenían número y había mesas de italiano, inglés, español, francés y portugués. Las personas que necesitaban traducción al alemán podían recibirlo, aunque estuvieran en otro grupo de idioma. El cardenal Czerny diría al final del Sínodo, en una entrevista, que las mesas redondas eran el ícono del Sínodo de la fraternidad.

Todo estaba preparado de la mejor manera para dialogar, para escucharnos, para facilitar una comunicación profunda y verdadera; escuchar juntos lo que el Espíritu quería decir al pueblo fiel de Dios, a su Iglesia.

Al iniciar cada tema, recibíamos una orientación espiritual muy valiosa por parte del padre Timothy Radcliffe, y de la hermana María Ignacia G. Angelini, así como los aportes de algún experto o experta en teología o en otro campo y los testimonios de personas que, por su compromiso y claridad, iluminaron nuestra reflexión desde su experiencia.

Cada tema se trabajó en los círculos menores (los grupos de cada mesa). Al terminar los tres momentos de la conversación espiritual, se entregaba a la secretaría general el aporte votado por el grupo, con los consensos o no consensos y las propuestas. Cada persona quedaba en libertad de presentar su propio aporte y entregarlo firmado. Los aportes de los círculos se leían en lo que llamábamos «congregación general», de manera que, con la traducción simultánea, todos los participantes pudimos seguir el aporte de todas las mesas.

Al término de esta relatoría, se abría un espacio para compartir con libertad un aporte individual a toda la asamblea, inscribiéndonos para pedir la palabra, que se iba dando por turno, de preferencia a las personas que no habían hablado antes. Todo esto se pudo organizar gracias a una tecnología muy avanzada.

El Papa no estaba todos los días presente, tenía otros asuntos y encuentros, pero casi siempre estaba al inicio del tema y al final cuando se presentaban en la Congregación General todos los aportes. Llegaba temprano para saludar, permanecía como todos en una mesa redonda, junto a quienes conducían la asamblea. Alguna vez hizo una aportación que de acuerdo al tema le pareció pertinente.

Finalmente, se llevó todo a la comisión de redacción, cuyos miembros fueron propuestos previamente por cada asamblea continental y a la que el papa Francisco añadió tres personas más, entre ellos, a una mujer.

Se presentó a la asamblea sinodal el texto de la Carta al Pueblo de Dios y se recibieron todas las propuestas de correcciones y modificaciones, que produjeron un nuevo y hermoso documento, que podemos orar y reflexionar como un envío (el texto está a disposición en el sitio del sínodo: www.synod.va).

La redacción de la síntesis de todos los temas y propuestas que surgieron requirió mucho más trabajo y tiempo. Pero el 28 de octubre se pudo votar párrafo por párrafo, de manera individual y secreta, la síntesis del trabajo de esta asamblea. Consta de una introducción y tres partes; en total 20 números, y en todos ellos el mismo formato: «convergencias», «cuestiones que afrontar» y «propuestas» (el texto se encuentra en varios idiomas en el sitio del Sínodo).

4. El camino para todos los bautizados y bautizadas
Tenemos que leer, profundizar y dialogar sobre estos temas de la Síntesis; toca varios temas importantes: el rostro sinodal de la Iglesia, hacia una Iglesia que escucha y acompaña, la Iglesia es misión; ser discípulos misioneros, la centralidad de los pobres, las Iglesias orientales y latinas, el rol de la mujer en la Iglesia, la vida consagrada y los movimientos laicales; el rol del obispo y del Obispo de Roma, la misión digital, el clericalismo, la renovación en la formación en seminarios y las primeras etapas de vida consagrada, las estructuras de participación y varios temas más.

Ahora corresponde compartir ampliamente estos textos al pueblo de Dios, vivir en salida y al encuentro. Acercar la experiencia sinodal a las periferias para que su voz se escuche directamente, a quienes se han alejado de la Iglesia y a los jóvenes; favorecer que las voces no escuchadas y sus grandes cuestionamientos lleguen a la segunda etapa del Sínodo y, nuevamente, aportar desde la oración, desde la conversión personal, pastoral, ecológica, y desde el discernimiento.

Toca también practicar la conversación espiritual, como un medio para profundizar los temas, para dialogar las diferencias y diversidades, para la toma de decisiones; debemos ampliar el espacio de nuestras tiendas, desde la escucha y el acompañamiento mutuo, y dar nuestros aportes y reflexiones; en las «propuestas», ver si algo puede intentarse o empezarse a vivir. No importa que nos equivoquemos o nos ensuciemos, dice el Papa, hay que intentarlo con audacia y discernimiento, con compromiso y pasión por el Reino.

Durante toda esta etapa del Sínodo, el Concilio Vaticano II fue muy recordado y citado, se volvió a sus textos, a su manantial, como un llamado todavía vigente en muchos aspectos; pero no para hacer una memoria del pasado, sino para iluminar el presente, que nos impulse a vivir el futuro con confianza en el amor (texto del Papa sobre santa Teresa del Niño Jesús: «C’est la Confiance», Es la Confianza, su camino espiritual). Jesús nos acompaña siempre, sea en el camino de la oscuridad y confusión como a los discípulos de Emaús, y sea como a las mujeres del alba en la resurrección.

A todos nos corresponde escudriñar la aurora y, con pasión y valentía, salir al encuentro, anunciar la esperanza y participar activamente en el camino sinodal de la Iglesia, para que el Reino de Dios, la vida en abundancia, vaya siendo una realidad para toda la humanidad y la Casa Común.

Esquila Misional, enero 2024, pp. 21-28

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* La hermana María de los Dolores Palencia es religiosa mexicana de la congregación de las Hermanas de San José de Lyon. Es la responsable del Albergue Decanal Guadalupano, para migrantes en paso, ubicado en Tierra Blanca, Veracruz. Fue una de las presidentas delegadas del Sínodo de la Sinodalidad que tuvo lugar en Roma en octubre pasado. 

La religiosa mexicana Dolores Palencia, Presidenta Delegada del Sínodo

Cuando el Vaticano publicó la lista de los 363 participantes de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos convocada por el Papa Francisco, que se reunirán en Roma el próximo mes de octubre, el nombre de la mexicana María de los Dolores Palencia, Hermana de San José de Lyon, era uno de los primeros que se destacaba. Aparecía en el grupo de Presidentes Delegados, a quienes se confía la delicada misión de presidir la asamblea sinodal “en nombre y por autoridad del Sumo Pontífice” cuando él no esté presente. Se trata de una tarea que desde San Pablo VI hasta nuestros días normalmente han ejercido algunos cardenales y obispos. De ahí que en esta oportunidad la Hna. Dolores y la japonesa Momoko Hishimura, visibilizan la importante participación y el liderazgo de las mujeres en la Iglesia.

Crédito: Óscar Elizalde. ADN CELAM

Aquel viernes 7 de julio, América Latina se despertaba con la ‘buena nueva’ de que, en total, serían 79 latinoamericanos los participantes de la Asamblea del Sínodo de la Sinodalidad. Asimismo, de los nueve Presidentes Delegados por el Papa Francisco, tres son de este continente: el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Ciudad de México y expresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam); Mons. Luis Gerardo Cabrera Herrera, arzobispo de Guayaquil y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, y la Hna. María de los Dolores Palencia, quien ha desempeñado importantes servicios en su congregación religiosa, fue vicepresidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas/os (CLAR) entre 2006 y 2009, y participó como delegada de la vida consagrada en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Aparecida (2007).

Con los migrantes centroamericanos

“Estoy muy emocionada, muy tocada”, fueron las primeras palabras que me compartió la Hna. Dolores, quien ese viernes, como todos los días, madrugaba a recibir a los migrantes que llegaban al “hogar de paso” que las Hermanas de San José de Lyon animan en Tierra Blanca, una obra de misión al sur del Estado de Veracruz, en México. “Tú sabes que ellos no tienen nuestros horarios, ni nuestros tiempos”, me dijo.

Recordé que durante una de las Asambleas Regionales de la Fase Continental del Sínodo de la Sinodalidad, que se celebró en San Salvador, en la que ella fungió como facilitadora y ‘gran maestra’ en la aplicación del método de conversación espiritual, me había compartido sobre sus faenas diarias. Buena parte de los migrantes que llegan a las puertas del Albergue Decanal Guadalupano –así se llama el “hogar de paso”– han decidido emprender su travesía hacia los Estados Unidos abordo de ‘La bestia’, como se le llama al tren de carga que es usado por miles centroamericanos para transportarse ‘sobre su lomo’, gratuitamente, asumiendo todo tipo de riesgos y peligros.

“Por Tierra Blanca pasa el tren –explica la Hna. Dolores–. Muchos llegan maltratados y lastimados”. “Todos los días pasa el tren y todos los días trae migrantes –continúa–, la mayoría han tenido que caminar 18 o 20 días a pie, para cruzar la frontera de Guatemala con México antes de subirse al tren”. Cada semana la religiosa mexicana es testigo de decenas de historias de dolor y desarraigo, de asaltos en el camino, de robos y de tantas otras vejaciones que padecen quienes se encuentran en esta situación de movilidad y, además de su pobreza, experimentan al extremo la vulnerabilidad.

“El viernes pasado no tuve mucho chance de asimilar el nombramiento que me ha hecho el Papa Francisco, porque al abrir el albergue temprano ya había una fila de migrantes hondureños, otros eran venezolanos, y había también un salvadoreño y un guatemalteco”, me cuenta, anticipándome que a esa hora ya sabía que llegaría otro tren trayendo más migrantes. Ese día le llamó particularmente la atención la fragilidad de una mujer y de tres menores de edad, uno de ellos de ocho años.

‘Samaritanear’

Lo suyo es ser ‘buena samaritana’ o ‘samaritanear’, como diría el Papa Francisco. Transmitir la ternura de Dios, prestarle sus brazos para abrazar a los más pobres entre los pobres –en su condición de migrantes–, y poner en práctica la caridad cristiana con el apoyo de un grupo de generosos voluntarios. “Los migrantes llegan todos los días, de noche o de madrugada, porque el tren pasa en varios momentos del día. Aquí les damos las tres comidas, se les atiende, se les da lo que necesitan a nivel humanitario y a nivel de salud, se les da ropa, y les damos orientaciones sobre las situaciones a las que se enfrentarán en la frontera del norte. Ah, también les hablamos sobre sus derechos”. Detalla que los migrantes “en ocasiones se quedan a dormir, pero hay algunos que continúan su camino inmediatamente. Entonces son personas que muchas veces solo vemos durante un día, aunque hay algunos que se quedan dos o tres días”.

De igual forma, comenta con tristeza que “algunas veces los volvemos a ver porque en Migración los detienen más adelante y los regresan, y como para algunos ni siguiera hay posibilidades de retorno, como les pasa a muchos venezolanos, nicaragüenses, haitianos y cubanos, que no pueden regresar a sus países, no son deportados y generalmente los vemos pasar otra vez. Así es que, pues este es el lugar en donde estoy”.

A medida que la escucho no puedo evitar pensar en aquel pasaje bíblico del ‘juicio final’ –en el capítulo 25 del evangelio según San Mateo–, al que tantas veces se ha referido el Papa: “vengan, benditos de mi Padre, reciban en herencia el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me recibieron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y fueron a verme”.

Arriesgarlo todo por un sueño

Me voy dando cuenta que antes de hablar de sí misma y del importante e inédito nombramiento que le ha hecho el Papa Francisco, la Hna. Dolores prefiere referirse a la realidad de los migrantes que acompaña y a lo que ellos le han enseñado. “Aquí es donde esta noticia me encontró, y pues es este pueblo, desde este lugar, desde estos estos migrantes que tanto me han enseñado lo que significa soñar, y lo que significa dar todo por un sueño y arriesgarlo todo por un sueño, y  vivir con la libertad de no llevar nada que no sea necesario para el camino o indispensable para realizar el sueño, es desde aquí que yo podré colaborar con la asamblea del Sínodo en octubre”.

Por eso está convencida de que “este nombramiento y esta designación que el Papa Francisco me ha hecho, como Presidenta Delegada, es una gracia muy grande, un llamado, y lo considero una invitación que viene directamente de Dios a poner lo que soy y lo que puedo aportar al servicio de la Iglesia y del mundo”, dice.

Es consciente de la gran responsabilidad que le espera. Sabe bien que ahora hace parte de un grupo pequeño y cercano al Papa Francisco, y también tiene claridad sobre las implicaciones de esta importante asamblea de obispos, en la que Bergoglio ha abierto inusitados mecanismos de participación. Por ejemplo, 54 de las 85 mujeres que participarán, tendrán derecho a voz y voto. Sin duda, es un paso adelante en la reforma de la Iglesia que viene impulsando.

Una nueva forma de ser Iglesia

“El Papa Francisco nos está mostrando que quienes hacemos parte de la Iglesia somos diversos, tenemos capacidades y potenciales distintos, y que hay que poner todo esto en común para que juntos y juntas podamos avanzar”, subraya la religiosa mexicana. “Ciertamente estoy en un grupo que es especial y diferente, en el que realmente nunca me hubiera pensado o imaginado, pero bendigo a Dios porque es una posibilidad de crecimiento y de aprendizaje, y, al mismo tiempo, es una oportunidad para abrir espacios a lo que las mujeres podemos aportarle a la Iglesia y al mundo, buscando siempre la voluntad de Dios y el bien común”.

¿Qué aporte podrá ofrecer la Iglesia latinoamericana a este Sínodo?, le pregunto. “Será un aporte significativo desde la comunión, la participación y la misión, a partir del caminar que ya se ha hecho con el Sínodo Panamazónico, con la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), y ahora a través de la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA), que es una nueva conferencia eclesial, no episcopal, que está marcando un nuevo paso en la historia de la Iglesia”.

La Hna. Dolores valora la receptividad y la actitud proactiva que ha tenido la Iglesia latinoamericana y caribeña frente a la propuesta del Papa se ser una Iglesia en salida a las periferias y sinodal, “con una participación real de todos los bautizados, es decir, del Pueblo de Dios, desde la reflexión, el discernimiento y la construcción de muchos y muchas para abrir los caminos que nos permitan estar presentes, acompañando las realidades de nuestros pueblos, como se está haciendo en la Amazonía, pero también en tantos otros lugares donde habitan los pueblos originarios y los pueblos afro, desde sus raíces y culturas”.

Su experiencia en medio de los migrantes, en la Iglesia latinoamericana y caribeña, y en tantos otros espacios donde ha participado como religiosa desde hace 54 años, le dan la certeza de que algo nuevo está surgiendo. “Vivimos un proceso muy interesante y revelador, trabajando en conjunto con laicos y laicas, gente misionera, equipos de vida religiosa, sacerdotes, obispos, donde lentamente, con aciertos y errores, se va gestando una nueva forma de relacionarse, sin esas estructuras que a veces nos dividen y jerarquizan de una manera innecesaria, y que también hacen sentir como si unos fueran mayores y otros fueran menores de edad. Es un caminar  como pueblo, que nos está ayudando a volver a los valores del Evangelio y da origen a una nueva forma de ser Iglesia”.

Finaliza Encuentro de la Fase Continental de México y Centroamérica: una experiencia espiritual de sinodalidad

ADN-CELAM

El pasado 17 de febrero se clausuró el primero de los 4 encuentros de la Etapa Continental del Sínodo 2021-2024 en América Latina y el Caribe. Los representantes de las iglesias de México y Centroamérica se han reunido en San Salvador, la tierra donde vivió uno de los grandes profetas de la Iglesia del Continente, San Oscar Romero.

Presencia decisiva del Espíritu Santo

En rueda de prensa se ha hecho un balance de un encuentro donde la presencia del Espíritu Santo ha sido decisiva, “pues sin él no sería posible estos encuentros eclesiales, él nos ilumina, él nos inspira, él nos fortalece”, como destacó Mons. Miguel Cabrejos. El presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), destacó que ha sido una experiencia sinodal, siguiendo la metodología de la Asamblea Eclesial, con una presencia de todo el pueblo de Dios. Una experiencia valiosa, inédita y eclesial que “es un aporte del Celam a la Iglesia universal” y que se va a repetir en las otras 3 regiones en que se divide el Celam, para después elaborar la síntesis que será enviada a la Secretaría del Sínodo.

Una experiencia de sinodalidad vivida por Mons. Romero, que “supo escuchar el Evangelio y en el Evangelio escuchar a los pobres, escuchar a los obreros, escuchar a los campesinos, escuchar a la Iglesia también y escuchar a la realidad, los signos de los tiempos”, señaló Mons. Rafael Urrutia. El Canciller del Arzobispado de San Salvador ve en San Romero a alguien que supo escuchar y discernir, imagen del Buen Pastor hasta dar la vida por las ovejas.

Espíritu de apertura, libertad, escucha

Una experiencia espiritual, de sinodalidad, en palabras de la Hna. María Dolores Palencia, destacando el pedido hecho a Mons. Romero al inicio del encuentro “para que tuviéramos ese espíritu de apertura, de libertad, de escucha”. Siguiendo el método de la conversación espiritual, “que quiere llevarnos a un discernimiento profundo y nos ayuda a escucharnos sin debatir, sin respondernos, sin querer convencernos y permitir que esa escucha entre en el corazón y mueva algo en nuestros corazones a partir de la palabra de todos”.

La facilitadora del encuentro llamó la atención sobre el “distinguir lo que el Espíritu está haciendo entre nosotros y entre nosotras, y nos permite hacer un camino juntos y juntas, nos permite ir descubriendo el camino que el Espíritu quiere hoy para la Iglesia”, y junto con ello a ver este momento como “una experiencia de recibir y acoger lo que el Espíritu va moviendo”.

Un espacio de pequeñas comunidades donde cada uno ha podido abrir su corazón con mucha libertad y sinceridad, afirmó la Hna. Laura Yax. La religiosa destacó la escucha profunda y sin prejuicios que se dio durante el encuentro, donde se compartieron experiencias pastorales en diferentes ámbitos eclesiales, desde la experiencia de misión de la Iglesia en la región. Algo que ha ayudado a ensanchar la tienda, pues en la diversidad hay riqueza, lo que la ha llevado a sentirse hermana del otro, a querer escuchar lo que el Espíritu quiere decir en este momento. Una experiencia de sinodalidad, de escucha y apertura.

Teología del pueblo de Dios

Una experiencia que ha transformado la vida de los participantes, como testimoniaba Mauricio López, que insistía en la pregunta que marca el recorrido del proceso sinodal: ¿Cómo la Iglesia, fiel a su identidad, al anuncio del Evangelio, está siendo sinodal o puede ser más sinodal?”. Un momento de acción de gracias por la “Teología del pueblo de Dios en el corazón del Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium que sigue marcando un rumbo”, a través de hitos, destacando el papel del Sínodo para la Amazonía, de la Asamblea Eclesial y del actual proceso sinodal, donde destaca la amplia consulta llevada a cabo y recogida en el Documento para la Etapa Continental, que siguiendo el método de la conversación espiritual está llevando a la Iglesia de todo el mundo a realizar aportes para la elaboración del Instrumentum Laboris. Un camino en el que “San Oscar Romero nos ilumina, nos inspira para esa parresia que es tan urgente en este tiempo presente”.

La novedad de este proceso está en “esta experiencia de escucha y diálogo, que justamente es lo que nos falta, sentarnos, escucharnos y dejarnos iluminar por el Espíritu”, según la Hna. Laura Yax. Una experiencia que muestra la capacidad de cada uno exponer su postura respetándonos hasta que encontremos un punto en común, destacó la religiosa, que llamó a “contagiar a toda la Iglesia para que entremos en esta dinámica de diálogo”. Un proceso marcado por el escuchar, discernir, actuar o decidir, matizó Mons. Cabrejos, que hizo ver la necesidad de no volver atrás en este modo de actuar dentro de la Iglesia y en la relación entre la Iglesia y la sociedad.

Los puntos en común aparecidos es seguir buscando los medios para escuchar más a los jóvenes, recordar que las mujeres tienen un aporte, un capital a ofrecer, pero también necesitan recibir el espacio, el cuidado de las familias, la centralidad de Jesucristo en el caminar, la importancia de una oración enraizada en la realidad y que toma en cuenta los signos de los tiempos, la atención y escucha a las periferias, a los alejados, abriendo espacio para acogerlos, según relató la Hna. María Dolores Palencia.

Temores a ensanchar la tienda

A ello ha añadido Mauricio López la necesidad de una Teología de la Ministerialidad Bautismal y de incorporar mecanismos y estructuras que permitan que la sinodalidad siga viva y adelante, con una mayor participación del laicado, de las mujeres en los espacios de toma de decisiones. Todo ello reconociendo los temores a ensanchar la tienda y la necesaria presencia en el continente digital, así como el reconocimiento de los pueblos indígenas y afrodescendientes y el cuidado de la casa común.

Se ha insistido en que se trata de un proceso de aprendizaje, pues estamos ante un Sínodo que no es temático y sí un nuevo modo de ser Iglesia en el que se insiste en la capacidad de escucharse, de abrirse, de dialogar e interiorizar lo que el Espíritu nos va diciendo. Una sinodalidad que no es fácil de practicar, lo que demanda aprender a caminar juntos, inclusive con los que no nos entendemos, como destacó Mons. Cabrejos. Eso no fácil en una estructura eclesial piramidal y en las tensiones presentes ante diferentes realidades, lo que demanda preguntarse cómo se vive el compromiso bautismal, que lleva a un cambio en las maneras de actuar y de ser, según la Hna. María Dolores Palencia. Todo ello en un proceso de discernimiento serio que lleve a buscar y hallar lo que Dios me quiere decir, lo que el Espíritu Santo quiere suscitar como protagonismo, algo muy complejo en palabras de Mauricio López.

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Un encuentro en el que ha estado presente la situación que se vive en Nicaragua, ante la que el Celam, como hacía ver su presidente, ha seguido la postura del Papa, lo que también han hecho diferentes conferencias episcopales, expresando cercanía, oración, acompañamiento a la Iglesia en Nicaragua, a todas las personas que forman parte de ella. Mons. Miguel Cabrejos ha llamado al bien común, superando el bien particular, y a pensar en la dignidad de la persona como hijos e imagen de Dios.

Crédito: ADN-CELAM