Apertura de la causa de beatificación del P. Alberto Ferri Garavelli

El 22 de octubre se abrirá en Portoviejo (Ecuador) la causa de beatificación del misionero comboniano P. Alberto Ferri Garavelli (1935-2009). La decisión fue comunicada por la curia de la archidiócesis de Portoviejo, tras un minucioso trabajo de recopilación de datos y testimonios, mediante decreto del arzobispo monseñor Edoardo Castillo el pasado 15 de septiembre.

Originario de Cologno al Serio, en la provincia de Bérgamo, el P. Alberto Ferri Garavelli ejerció su ministerio en Ecuador, en las parroquias de Limones y Viche (Vicariato de Esmeraldas) y, posteriormente, en diversas comunidades de la archidiócesis de Portoviejo, provincia de Manabí. A su muerte, acaecida en Cologno al Serio el 16 de octubre de 2009, por deseo de los fieles que lo habían conocido y amado, su cuerpo fue trasladado a Ecuador y enterrado en la iglesia de Honorato Vásquez (Manabí), donde había dedicado trece años de su vida visitando y formando numerosas comunidades cristianas.

La gente sigue recordándolo con gran afecto y dando testimonio de su santidad. Por ello, el 22 de octubre, Mons. Castillo abrirá la fase diocesana de la causa, en presencia de numerosos fieles, sacerdotes y una delegación de la provincia comboniana de Ecuador.

Con gratitud al Señor por su vida y testimonio misionero, invocamos para todo el Instituto la gracia de renovar, a la luz de su ejemplo, la pasión misionera que lo animó.

Fecha de nacimiento: 05/09/1935
Lugar de nacimiento: Cologno al Serio/BG/I
Votos temporales: 09/09/1954
Votos perpetuos: 09/09/1960
Fecha de ordenación: 18/03/1961
Fecha de fallecimiento: 16/10/2009
Lugar de fallecimiento: Cologno al Serio/Bergamo/I

«Ánimo y adelante en el Señor, trato de aceptar todo por voluntad de Dios y por la esperanza de volver pronto a la misión. Gracias, P. Ravasio, por los contactos que mantienes por mí con los superiores mayores, que me ayudan a sentirme parte viva de nuestro Instituto». Estas son las últimas frases de una carta, quizá una de las últimas, enviada desde Bérgamo al P. Pietro Ravasio. En estas palabras se pueden ver los dos grandes principios que motivaron la vida y la misión del P. Alberto: la pasión por la evangelización y la pertenencia al Instituto.

El P. Alberto Ferri nació el 5 de septiembre de 1935 en Cologno al Serio, cerca de Bérgamo, tierra de familias llenas de fe y amor a la Iglesia. Era el primogénito de una familia de clase media y su padre quería que continuara su trabajo en la empresa familiar. Tras vencer la resistencia inicial de su padre, el joven Alberto ingresó en la escuela apostólica de Crema: en aquellos años, un numeroso grupo de jóvenes respondía a una eficaz animación misionera de la diócesis de Bérgamo. Alberto emitió sus primeros votos en el noviciado de Florencia el 9 de septiembre de 1954 y comenzó el escolasticado en Verona, pasando luego, para el curso de teología, a Venegono. Emitió sus votos perpetuos el 9 de septiembre de 1960 y fue ordenado sacerdote por el cardenal Giovanni Battista Montini, en la catedral de Milán, el 18 de marzo de 1961.

Su primer destino fue España, donde colaboró con el P. Enrique Faré en la administración de nuestras revistas.

Enviado, después de dos años, a Ecuador, comenzó su apostolado en Quito ocupándose de los indígenas de la periferia de la ciudad. Mientras tanto, el norte de Esmeraldas necesitaba misioneros generosos y atentos a las necesidades de los pobres. El P. Alberto fue enviado a Limones, una isla del Pacífico, donde realizó su labor pastoral con el P. Luigi Zanini, el P. Alberto Vittadello, el P. Lino Campesan y el P. Rafael Savoia. Desde Limones, repartiéndose el trabajo, atendían a las numerosas comunidades de afrodescendientes de los ríos Onzole y Santiago. Permaneció en Limones hasta 1972. Después de las vacaciones y del Curso de Renovación en Italia, que le impulsó a profundizar en el estudio de los documentos conciliares y de la nueva eclesiología de comunión, fue enviado por el obispo Mons. Angelo Barbisotti a Viche, en la carretera de Quinindé, para iniciar una nueva parroquia.

Todas las cartas de este período se recogen en un libro publicado por EMI, 1976, «Una Iglesia sobre los ríos». Reproducimos dos breves extractos, de los que se puede entender el estilo muy personal que el P. Alberto adoptó, desde los primeros años, como su metodología misionera permanente.

Viche, 8 de abril de 1978: «El Sábado Santo, durante la celebración de la Vigilia de Resurrección, bauticé a unos treinta nuevos cristianos, muchos de ellos adultos… El Señor ha resucitado verdaderamente y esto lo cambia todo. Lo anuncié el día de Pascua en tres zonas: Viche, Male y Lagartera. Me da mucha alegría y esperanza ver también en este mundo la victoria sobre la muerte, el mal, la injusticia, la miseria, el hambre, sobre todo lo que el Señor ya ha vencido con su resurrección».

Chigue, 3 de junio de 1972: «Aquí seguimos talando árboles para poder empezar a sembrar… He visitado zonas en las que nunca había estado, caminando por los ríos, pasando de cabaña en cabaña y reuniendo a la gente por la noche en un lugar preestablecido, llevándoles el poco consuelo que puedo, con medicinas y algunas risas… Para visitar una nueva capilla, estuve tres horas con el barro hasta las rodillas y con la mochila a la espalda, y creo que nunca había sudado tanto, y eso sólo para llegar a la primera cabaña. Toda mi vida es así: un continuo anunciar al Señor y un continuo despertar a esta pobre gente aislada».

En 1978 formó parte del primer grupo de combonianos que, fieles al carisma y atentos a las necesidades de otras diócesis, se prestaron a salir de Esmeraldas para iniciar una nueva experiencia misionera en la diócesis de Portoviejo, mucho más extensa que Esmeraldas y que contaba con muy pocos sacerdotes. Eligió la difícil zona de Honorato Vásquez donde, junto con el P. Livio Martini, dedicó trece años de su vida visitando y formando numerosas comunidades cristianas.

Tenía una metodología que nosotros, los combonianos en Ecuador, hicimos nuestra y que dio muchos frutos pastorales. Consistía en involucrar y comprometer a la gente: a los laicos locales, no sólo a ser fieles a las promesas bautismales, sino también a comprometerse con la construcción y el crecimiento de su comunidad cristiana. De esta atención surgieron los diversos ministerios, con personas que seguían los distintos cursos de formación para convertirse en guías de comunidad, catequistas, ministros de la Eucaristía, ministros de la salud, ministros de la capilla y de los pobres. El P. Alberto también supo responsabilizar a los laicos en la administración del dinero de la comunidad, hasta el punto de iniciar, como su última obra, una cooperativa de ahorro.

De esta implicación de la gente, pero sobre todo de su ejemplo y de su estilo de vida, nacieron las primeras vocaciones a la vida religiosa, misionera y diocesana en una tierra donde era difícil prever tanta riqueza. Además, precisamente en este período y en línea con el fuerte compromiso que el P. Alberto pedía a los cristianos, nació el grupo de las «misioneras laicas», chicas que se comprometían al servicio de la Iglesia local para una actividad misionera en las zonas de la diócesis que, por diversas razones, requerían una presencia misionera. Este grupo se fue definiendo cada vez mejor, hasta convertirse en una asociación de personas consagradas, aprobada por el obispo.

Recordemos que Mons. Mario Ruiz, arzobispo de Portoviejo, repetía siempre que la metodología del P. Alberto era «admirable», pero no «imitable».

De hecho, era extremadamente meticuloso y exigente a la hora de programar las visitas a las comunidades sin dejar ninguna de lado y, sobre todo, a la hora de ser fiel, a cualquier precio, al compromiso adquirido con Dios, con la gente y con el Instituto. Había hecho suyo el lema de Comboni: «Tengo una vida, ojalá tuviera mil para entusiasmar al mundo con las misiones».

Honorato Vásquez lo envió, con gran sufrimiento por su parte, a El Carmen, para continuar la labor pastoral en las numerosas comunidades rurales, donde permaneció siete años. Sin embargo, el P. Alberto quería ocuparse de «Manga de cura», donde los cristianos eran más numerosos, y así, desde 1988 hasta su muerte, permaneció en esa zona, con el P. Antonio Mangili. Fundó la parroquia de La Bramadora y El Paraíso-La 14 y también tenía en proyecto las parroquias de Santa Teresa y Santa María.

Durante todos estos años, se construyeron numerosas capillas e iglesias con la colaboración de la gente, muchas aulas de catequesis y edificios para albergar los cursos de formación de sus colaboradores. En muchas capillas, la comunidad crecía con tanto fervor que dejó allí la Eucaristía.

En 2008, los médicos le diagnosticaron un tumor en el páncreas, pero después de un ciclo de quimioterapia, el P. Alberto quiso volver a su misión de La 14 para ayudar a los jóvenes sacerdotes de la archidiócesis a continuar su labor pastoral.

En abril de 2009 pidió a la Dirección General permanecer en familia para recibir cuidados en la casa de su hermano Mario, en Bérgamo, cerca del hospital «Beato Luigi Palazzolo». En las últimas semanas, su hermana quiso llevarlo cerca de su madre, de 103 años, también gran misionera como su hijo. Murió serenamente, abrazando al P. Enea Mauri, que había ido a visitarlo, en la tarde del 16 de octubre en Cologno al Serio, en la casa paterna.

Sólo la insistencia de los obispos locales y de la gente impulsó a los familiares a aceptar que el cuerpo del P. Alberto regresara a tierra manabita para permanecer allí y ser un «punto de referencia misionero y sacerdotal para los obispos, el clero y los fieles manabitas», en particular durante este año sacerdotal.

El P. Alberto fue un verdadero hijo de San Daniel Comboni. Se le puede aplicar lo que se escribió sobre el Fundador en los documentos para la canonización: «Desde que tomó conciencia de la autenticidad de su vocación misionera, toda su vida se convirtió en una dedicación sin reservas, coherente y constante frente a todas las dificultades. Su celo parecía sostenido constantemente por la fe en el valor universal del sacrificio de Cristo y por la urgencia de su mandato de evangelizar a todos los pueblos».

Tomado del Mccj Bulletin n. 242 suppl. In Memoriam, octubre de 2009, pp. 70-76.

10 días de animación misionera en España

Por: José de Jesús García
desde Palencia, España

La Hna. Sonia De Jesús García (mi hermana), originaria de Chilpancingo, Guerrero, realiza su misión en Zambia, África. En Zambia, la lengua oficial es el inglés.  Sonia al venir de vacaciones para México, tuvo la oportunidad de pasar a España del 25 de agosto al 04 de septiembre para visitarme. Tiempo que aprovechamos para realizar animación misionera visitando comunidades combonianas, amigos e incluso la feria del libro en Palencia.  Al día siguiente de su llegada partimos hacia Granada, al sur de España.

En Granada se encuentra el Escolasticado Comboniano y una Comunidad de las Misioneras Combonianas. El miércoles 27, la Hna. Lilia Karina Navarrete Solís, comboniana mexicana, organizó con las hermanas de su comunidad la Santa Misa y una comida para dar la bienvenida a Sonia.  Lilia y Sonia fueron compañeras de grupo y se prepararon juntas en Roma para su profesión perpetua. En la misa, durante la homilía Sonia, nos compartió su experiencia misionera, en Zambia, todos escuchamos con gran interés. Y durante la comida, las Hnas. Isabel González y Carmen Martín le hicieron muchas preguntas a nuestra misionera visitante, sobre las dificultades y esperanzas en la misión. Sonia les dio respuestas, con la alegría y el optimismo que la caracterizan. 

Posteriormente el viernes 29, partimos de mañana en autobús hacia Palencia. En nuestra comunidad comboniana, Sonia fue recibida con grande alegría. Actualmente vivimos 13 misioneros, la mayoría ya mayores.  El domingo siguiente, me tocó presidir la Santa Eucaristía en nuestra casa y Sonia compartió sus vivencias misioneras durante la misa, estando presentes: el P. Ángel Lafita, el P. José Javier Parladé y el P. José Luis Vale Insua, grandes veranos de la misión. Fue un tiempo oportuno, en que Sonia nos compartió su experiencia reavivando en ellos, los tiempos buenos, en que ellos estuvieron activos en las misiones.

El lunes 1 de septiembre visitamos a la familia Lorenzo Pérez, en Relea de la Loma, ubicada a 70 kilómetros de distancia de Palencia. Una familia, amiga de los combonianos y bienhechora desde hace más de 50 años, fuimos el P. Juan Manuel Rodríguez (español), Sonia y yo. Fue un día muy alegre, para recordar a muchos misioneros que pasaron por Palencia y también en Saldaña (ciudad próxima a Relea), lugar donde muchos años antes, estuvo una casa comboniana, y por falta de personal se tuvo que cerrar. La familia aprovechó para hacer muchas preguntas sobre la misión de Sonia en Zambia. Sonia animó a dicha familia a continuar orando por los misioneros y a no dejar que se apague o enfríe su fe.

El martes 2 de septiembre viajamos de Palencia a Madrid. Nos recibió Sor Elena Hernández González, religiosa de la congregación de las Hijas de María, Madre de la Iglesia, congregación que lleva adelante su pastoral centrada en la educación escolar de niños de primaria y secundaria. El colegio que atienden se llama Colegio San José. Tiene un número aproximado de 300 alumnos. Sor Elena nos compartió parte de lo que es su carisma y también aprovechó para preguntar a Sonia cuales son los retos y desafíos en tierras africanas. Sonia, después de responder a sus preguntas y felicitarla por su trabajo en la educación, la invitó a organizar voluntarios misioneros, que apoyen en la salud o la educación, que estén dispuestos a salir de su pequeño mundo y vean que hay otras realidades de misión que nos esperan.  

El miércoles 3 de septiembre, La Hna. María del Prado Fernández Martín, misionera comboniana, nos invitó a su comunidad. Fue un encuentro muy emotivo. En su comunidad hay 25 misioneras combonianas mayores, de las cuales varias conocen a Sonia, de muchos años atrás, porque habían coincidido en México, Perú, Ecuador, Zambia o incluso en Roma, Italia. La Hna. Prado es consejera de la nueva provincia comboniana: Europa Unida (Italia, España, Portugal, Inglaterra y Escocia). Es también la responsable de los medios de comunicación de su comunidad y de su nueva provincia y también del SCAM (Servicio Conjunto de Animación Misionera a nivel Nacional de España). Aprovechando nuestra visita, pidió entrevistarnos a los dos. Dijo que era un momento especial y único, por estar dos hermanos de sangre misioneros juntos y sobre todo por pertenecer a la misma congregación. Le preguntó a Sonia cómo fue que ella se decidió a ser misionera. Sonia dijo que desde muy pequeña sentía ese deseo e inquietud y que por mucho tiempo estuvo buscando en diferentes congregaciones, donde sentía, que Dios la llamaba. Explicó que hasta que conoció a las misioneras combonianas, se sintió plenamente identificada con el carisma misionero comboniano. Gracias a Dios hoy se está realizando como misionera. Es superiora de la comunidad comboniana ubicada en la localidad de Kaande, situada al sur-oeste del país.

Fueron 10 días intensos, pero llenos de alegría y de esperanza misionera. Hacía más de 10 años que Sonia y yo no nos veíamos en persona, porque por nuestra mamá, que gracias a Dios vive, alternamos nuestras vacaciones y no coincidimos nunca. Escribo este artículo para compartir a nuestros bienhechores, familiares y amigos, esta rica experiencia de ser misioneros. Y sobre todo para agradecerles, por todo lo que ya han hecho por las misiones. Y para pedirles que continúen orando por las vocaciones misioneras y también colaborando para que la buena noticia siga llegando hasta los últimos rincones de la tierra.

Reabierto el proceso de beatificación de Mons. Antonio María Roveggio

El 5 de septiembre de 2025, en el palacio episcopal de la diócesis de Verona, el obispo Domenico Pompili abrió la investigación diocesana relativa a la fama de santidad del Siervo de Dios Mons. Antonio María Roveggio, segundo sucesor de Daniel Comboni. Su ejemplo, relatado en numerosas biografías, ha inspirado la vida de muchos misioneros combonianos. Su causa de beatificación se inició en 1952, se reanudó varias veces, pero nunca se completó.

Antonio María Roveggio, joven sacerdote, ingresó en el Instituto fundado por San Daniel Comboni en 1884 y en 1887 partió hacia Egipto. En 1895, con solo 37 años, fue nombrado Vicario Apostólico de África Central, sucediendo a Mons. Fracisco Sogaro, primer sucesor de Comboni. Con caridad y humildad, animado por una profunda devoción al Corazón de Jesús, se dedicó con todas sus fuerzas a la proclamación del Evangelio en Egipto y entre diversas etnias de Sudán. Agotado por el esfuerzo, murió en Berber, en el tren, mientras viajaba hacia Egipto. Tenía 43 años.

El superior general, padre Luigi Fernando Codianni, y su consejo han confiado al padre Cosimo De Iaco, postulador general del Instituto de los Misioneros Combonianos, la tarea de continuar la causa, prosiguiendo la valiosa labor del padre Arnaldo Baritussio, postulador emérito.

La sesión de la investigación diocesana fue presidida por el obispo Domenico Pompili. Durante el momento de oración inicial, el prelado subrayó que la reanudación de la causa de beatificación de una persona fallecida hace más de un siglo no tiene como objetivo celebrar el pasado, sino mantener viva la memoria de un testigo del Evangelio que puede inspirar el presente y el futuro de la Iglesia.

Mons. Roveggio junto a sus padres

En su discurso de bienvenida, el padre Cosimo señaló tres aspectos que hacen actual la figura de monseñor Antonio María Roveggio y relevante su causa: la total dedicación al anuncio del Evangelio, la convicta adhesión a las exigencias de la vida religiosa y la profunda devoción al Corazón de Jesús, cuya humildad y mansedumbre imitó para dedicarse a todos.

Además de los oficiales del tribunal diocesano de Verona, participaron en el evento los hermanos de la casa madre de Verona, algunas hermanas combonianas y un buen número de amigos. Esperamos que la causa pueda avanzar rápidamente, para que la figura de Mons. Roveggio pueda ser conocida, imitada y rezada, junto con San Daniel Comboni, el Beato Giuseppe Ambrosoli y el Venerable Bernardo Sartori.

comboni.org

Nuestros pies nos llevan a donde está nuestro corazón

Del 22 al 27 de julio, siete jóvenes provenientes de diversos lugares de la República Mexicana, vivieron en Sahuayo, Michoacán, el preseminario realizado por los Misioneros Combonianos. Ahí, los muchachos que, previamente fueron acompañados en su camino vocacional, experimentaron durante unos días la rutina cotidiana del seminario, es decir, probaron diversos momentos marcados por la oración, la formación, la vida comunitaria, el apostolado y también la diversión.

En un ambiente de fraternidad y calidez se desarrollaron diversos temas, algunos de ellos fueron la «Vocación de los apóstoles», impartido por el padre Mario Alberto Pacheco, mccj; «¿Quién soy yo?», ofrecido por el sacerdote Wédipo Paixão, mccj; «¿A qué soy llamado?», expuesto por el diácono José Hernández, mccj; mientras que el padre Víctor Mejía, misionero comboniano que vivió durante muchos años en China, compartió el tema de «La identidad, carisma y espiritualidad comboniana». Finalmente, el padre Josef Etabo, comboniano originario de Kenia, presentó su testimonio vocacional y misionero, enriqueciéndonos con su historia y su cultura.

El día 22, fiesta de santa María Magdalena, recordamos que ella estuvo motivada por su amor a Jesús, razón por la que va a llorar a su tumba, pero no se encuentra con un cadáver, sino con el Resucitado. El Evangelio del día nos ayudó a reflexionar sobre la importancia de «escuchar la voz del Señor y buscarlo», para ser cautivados por Él y vencer obstáculos.

En ese contexto, meditamos que vivimos una época con muchas facilidades, con medios de comunicación y transporte accesibles; donde moverse o informase ya no es tan complicado como antes. Pero ante tantas comodidades, nos desafía una realidad un tanto triste: el miedo a tomar una decisión para seguir al Señor.

De hecho, se invitaron y acompañaron vocacionalmente a muchos jóvenes, pero sólo respondieron y asistieron unos cuantos. Por ello, interpretamos las palabras del Evangelio: «muchos son llamados, pero poco los elegidos» (Mt 22,14), y nos preguntamos: ¿Por qué son tan pocos los que responden?
Hay quienes se dejan dominar por el miedo, otros prefieren continuar sus propios proyectos y permanecer en sus comodidades. No nos falta vocación, ¡nos falta valor para decir «sí»! Falta el ímpetu para buscar, y eso sólo es posible cuando realmente se ama a Jesús.

Nuestros pies nos mueven en la dirección de aquello que amamos. Y para lo que es prioritario y esencial, encontramos los medios y modos para conseguirlo. Si tomamos nuevamente el Evangelio de Juan (20,1-18) que nos dice que Magdalena va a buscar a Jesús, podemos ver que sus pies la llevan en la dirección de aquello que su corazón busca, en este caso, el Maestro. Ella pensaba ir a llorar ante un túmulo, donde aparentemente la vida se termina, pero se encuentra con la piedra movida y al Señor resucitado.

Esto nos enseña dos cosas: primero, que Jesús nos llama para la vida, «anda, ve y di a mis hermanos que voy a mi Padre, que es el Padre de ustedes; a mi Dios, que es también su Dios» (cf Jn 20,17) y segundo, que quien ama vence los obstáculos y no se conforma con una simple respuesta; quien ama, cree necesario ir más allá. ¿Hacia dónde está orientado nuestro corazón? ¿Hacia dónde se dirigen nuestros pies (nuestros proyectos)?

Hay quienes piensan que los seminaristas se pasan todo el día rezando, y aunque la oración es importante, el acontecer de un seminarista comboniano está sostenido por cuatro pilares: vida, oración, estudios y comunidad-apostolado; por tanto, tiene una dinámica interna que ayuda a los jóvenes a responder a la vocación a la que están siendo llamados; y al mismo tiempo, que se preparan para ir a las misiones.

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Finalmente, toda elección no está libre de retos y obstáculos. Todo el tiempo optamos por hacer elecciones de forma consciente y, en muchos casos, de manera inconsciente, puesto que no podemos hacer de todo y ser todo a la vez. Por ejemplo, sabemos cuánto nos cuesta dejar a los papás, pero en determinado momento de la vida tendremos que hacerlo, ya sea por causa de estudios, trabajo o incluso para formar la propia familia.

Dejar no significa abandonar. «Cortar el cordón umbilical» para construir la propia experiencia implica que la familia siempre nos acompañará con su amor, pero no podrán vivir nuestros proyectos, porque esos son personales. San Daniel Comboni tuvo que elegir ante la situación de sus papás (pues era hijo único) y su amor por África; al final eligió ésta última, y confiado en que alguien los cuidaría, partió para la misión.

A cada uno de ustedes que reciben la revista Esquila Misional, le pedimos sus oraciones por la perseverancia de los jóvenes que participaron en el preseminario y respondieron con un «sí» al llamado de Jesús, un primer paso en su etapa formativa para prepararse y partir a las misiones.

Animación misionera en el Valle de Santo Domingo

Por: P. Fernando Cortés Barbosa, mccj

Los padres combonianos José de Jesús Nieto, Mateo Téllez y Fernando Cortés, durante una semana realizaron en El Valle, específicamente en Cd. Constitución, BCS, una animación misionera en las parroquias del Santuario de Guadalupe, Nuestra Señora de Lourdes y San Judas Tadeo, con ocasión de los 25 años de vida sacerdotal y misionera del padre Víctor Alejandro Mejía Domínguez, misionero comboniano, que pasó más de 20 años entre Macao y Taiwan, cuya celebración de acción de gracias se llevó a cabo en el Santuario de Guadalupe, el pasado 23 de agosto en La Paz, BCS. La ceremonia estuvo presidida por Mons. Miguel Ángel Espinoza, obispo coadjutor de la diócesis, acompañado por Mons. Jaime Rodríguez, misionero comboniano, obispo emérito de Huánuco, Perú, y por una treintena de sacerdotes diocesanos y combonianos. En la santa misa también se hicieron presentes los papás y familiares del padre Víctor (o “Vicho” como le conocemos), y de una abundante feligresía. Todos a una sola voz agradecieron a Dios el don del sacerdocio y de la vocación misionera que lleva a anunciar el evangelio más allá de nuestras fronteras.

Los padres combonianos José de Jesús, Mateo y Fernando, desde una semana antes de dicha celebración, fueron recibidos calurosamente por el padre Hugo Chavira, párroco del Santuario de Guadalupe, en Cd. Constitución, quien facilitó en todo momento la animación misionera en El Valle. Fue así como los combonianos pudieron celebrar misas, hacer confesiones, visitar grupos y movimientos, acompañar a jóvenes y anunciar su revista de misiones Esquila Misional y Aguiluchos para fomentar la conciencia misionera entre la feligresía. También se pudo tener un encuentro con algunos medios de comunicación para presentar la labor de Misioneros Combonianos en el mundo y un recuento de lo que hicieron en BCS, sin dejar de lado la oportunidad para la promoción vocacional, invitando a los jóvenes a que apuesten por la vocación misionera.

Lugar del accidente mortal del P. Cenghia

Con esta animación misionera, además de promover los 25 años de sacerdocio misionero del padre Vicho y haciendo cordial invitación a todos a participar de su celebración, se buscó mantener viva entre la gente la memoria de la labor evangelizadora de Misioneros Combonianos, provenientes de Italia, quienes en 1948 iniciaron su labor de evangelización en el sur de la península, llegando al Valle de Santo Domingo hacia 1951 y de ahí se expandirían por todo el Estado y después pasarían hacia el centro de México. Por cierto, fue en María Auxiliadora donde, a causa de un accidente de avioneta, fallece en 1955 el primer padre comboniano, Bartolo Cenghia, originario de la extinta Yugoslavia. Se levanta en su memoria una gran cruz blanca justo en el sitio donde perdió la vida con otras tres personas que viajaban con él. Hacia tal lugar nos llevó don José Rivera, pionero agricultor del Valle, que conserva un archivo rico de información de los inicios de la labor agrícola y de la misión de los primeros combonianos, como Elio Sasella y Jorge Canestrari.

Misión de San Javier

Los misioneros tuvieron la oportunidad, siempre bajo la guía del padre Hugo Chavira, de hacer un recorrido por algunas misiones que desde finales del s. XVII levantaron los padres jesuitas: Loreto (1697), primera capital de las californias, y San Javier (1699), considerada joya de las misiones. También se visitó la misión de San Luis Gonzaga (1740). Se trata de misiones construidas en medio de un árido desierto, en condiciones hostiles, que no hacen sino dar testimonio de la fe, del arrojo y la valentía de aquellos primeros misioneros por llevar el evangelio a todos los grupos humanos sin escatimar energías, tiempos ni distancias. Labor que después continuarían los Misioneros Combonianos, levantando iglesias, escuelas, salones y talleres, no pocas veces moviéndose a lomo de mula y a caballo, entre rutas de difícil acceso para llegar a las más remotas localidades soportando las inclemencias del tiempo. Todavía queda en el recuerdo de la gente aquellos primeros misioneros que llegaron a conocer y que les reconocen su dedicada labor en El Valle, como los padres Constante Ferrante, Manuel Gutiérrez, Marcelo Panozzo, Mario Negrini, Tonino Marrochi, José Infante, Pedro Cadé, Renato Mazzon, etc. También recuerdan de modo especial a Mons. Juan Giordani, cuya casa museo se encuentra en la localidad de Las Pocitas, donde pasó sus últimos años viviendo en total austeridad, visitando las rancherías de alrededor. Misionero hasta el último suspiro, sus restos descansan en la capilla del Santísimo, en la catedral de La Paz.

Generalmente los animadores misioneros tienen por objetivo ofrecer algo, animar a la gente. Pero esta vez fueron ellos los que pudieron recibir más de lo que dieron: cultura general de las primeras misiones, aprecio de la labor de los misioneros que les precedieron y la hospitalidad de la gente que con brazos abiertos acogen a los anunciadores de buenas nuevas. A todos infinitas gracias. Dios los colme de bendiciones.

Jubileos sacerdotales

Por: Hno. Raúl Cervantes y P. Ismael Piñón

El pasado 16 de agosto, San Juan Atenco (Puebla) fue escenario de la celebración del 25 aniversario sacerdotal del P. Armando Máximo Aquino en compañía de sus seres queridos, amigos y familia comboniana provenientes de distintas partes del país, así como parte de la feligresía de San José Comalapa (Veracruz), parroquia donde realiza su servicio misionero -y donde también celebró el 30 del mismo mes-. Fue un día muy importante para el P. Armando, pues quedó demostrado el cariño y testimonio mutuamente entregado desde que comenzó su misión en Chad y, posteriormente, a través de diversas comunidades de nuestro país, como Ciudad de México, Sahuayo y Comalapa.

El P. Armando Máximo Aquino celebró sus 25 años sacerdotales en San Juan Atenco, Puebla.

Una semana después, concretamente el 23 de agosto, fue el P. Víctor Alejandro Mejía quien celebró su jubileo sacerdotal en el Santuario de Guadalupe, en la ciudad de La Paz, BCS, su ciudad natal. El P. Víctor también estuvo acompañado por su familia, sus amigos, un buen grupo de misioneros y misioneras combonianas y varios sacerdotes diocesanos -incluidos Mons Miguel Ángel Espinoza, obispo coadjutor de La paz, y Mons Jaime Rodríguez, misionero comboniano y obispo emérito de Huánuco, Perú. El obispo titular de La Paz, Mons. Miguel Ángel Alba, no pudo estar presente por su delicada situación de salud.

El P. Víctor Alejandro Mejía celebró sus 25 años sacerdotales en La Paz, Baja California Sur.

La ceremonia, durante la cual el P. Víctor renovó sus promesas sacerdotales, fue seguida a través de las redes sociales por varias comunidades cristianas de Macao y Taiwan, donde el P. Víctor trabajó por más de 20 años y a quienes dirigió unas palabras en chino para agradecer su apoyo y su cercanía. El P. “Vicho”, como todos lo conocen, es el primer comboniano originario de Baja California, lugar al que llegaron los primeros combonianos hace ahora 77 años.

El próximo mes de noviembre será el turno del P. Lauro Betancourt, quien celebrará sus 25 años sacerdotales en Zacatecas, y en diciembre del P. Aldo Sierra, actualmente en Sudáfrica.