Tag Misioneros Combonianos

Desaprender para aprender

Texto y fotos: P. José Vieira
Desde Quillénso, Etiopía

El servicio misionero, especialmente en un nuevo contexto lingüístico-cultural, comienza con un proceso de (des)aprendizaje para preparar el camino hacia el nuevo mundo de la cultura anfitriona donde el enviado debe insertarse.

En este proceso inicial de deconstrucción, Cristo Jesús, el misionero del Padre, es el paradigma. Un himno cristológico de la Iglesia naciente proclama que «Él, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó de sí mismo, tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Siendo hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» ( Filipenses 2:6-8).

Al inicio de cada envío misionero está este proceso de humilde despojo de experiencia humana y cristiana, de referencias para abrazar un nuevo modo de ser persona y de creer, a través de la lengua y de la cultura, de vivir.

Confieso que es difícil para un adulto aceptar volver a ser niño y reaprender la vida casi desde cero. Sin embargo, sin este “salto”, es imposible emprender una misión inculturada y aceptar al pueblo anfitrión como su nueva patria.

Tenía casi 33 años cuando llegué a Etiopía el 9 de enero de 1993. Robe, maestro de primaria en la misión Qillenso, me dio mis primeras clases de guji. Tras comprender la mecánica del idioma, cambié sus lecciones por socializar con los niños, quienes, a diferencia de los adultos, no tuvieron ningún problema en corregir y burlarse de mis errores gramaticales.

Me costaba balbucear “buenos días” en guji —que literalmente significa “¿Tuviste una buena noche?”— con las palabras jugando al escondite en mi memoria… Una vez, viajaba a Adís Abeba (la capital de Etiopía), casi 450 kilómetros, por una mezcla de tierra y asfalto. A mitad de camino, sediento, paré en una tienda de carretera. Quería pedir un refresco (lasselasse) y me dieron un Trinity (Selassie). Me di cuenta de la confusión al ver la cara de asombro del vendedor.

Para aprender un idioma, es necesario superar el miedo a cometer errores e intentar pensar en el idioma local en lugar de realizar una traducción mental simultánea. El proceso requiere tiempo y una ruptura radical con la lengua materna. Esto dificulta que los “nativos digitales” —que pasan gran parte de su tiempo en línea en su propio idioma— aprendan el idioma anfitrión.

La evangelización inculturada requiere conocimiento de la cultura local. Ilustrar el mensaje del Evangelio con un proverbio o una historia es muy útil. Un anciano, vecino de la misión de Haro Wato, mi segundo hogar en Etiopía, fue un apoyo fundamental. Al preparar la homilía dominical, lo visitaba, leíamos juntos el Evangelio y luego le preguntaba si había algún dicho similar al mensaje de Jesús. Sigo haciéndolo hoy, con la ayuda de la cocinera —quien, cuando no sabe, le pregunta a su padre— y de una pequeña colección de proverbios publicada por un colega mexicano.

Otra experiencia estimulante es aprender cómo se habla de Dios en su propia cultura. Los guji comienzan sus oraciones tradicionales evocando a Dios como «nuestro padre y madre, nuestro abuelo y abuela, nuestro bisabuelo, quien nos dio la vida». Y tienen muchas historias y proverbios sobre Dios. El uso de este lenguaje localiza el mensaje del evangelio, diluyendo su impronta extranjera.

El proceso de aprendizaje también es físico. Soy de Cinfães, un pueblo en medio de la sierra de Montemuro, en Portugal. Pensaba que era demasiado alto. Qillenso, mi hogar en Etiopía, está a 2300 metros sobre el nivel del mar, y mi cuerpo tardó casi un año en adaptarse al aire enrarecido y húmedo del bosque donde vivimos. Después de doce años en estos lugares, todavía me siento un poco mareado cuando celebro en la capilla de Gosa, a 2800 metros.

Hay otras cosas que aprender: el ritmo de vida (cuando no había luz, nos acostábamos con las gallinas y nos levantábamos con los gallos); hacer tiempo para las reuniones con la gente en lugar de para la agenda (en África, el tiempo no se cuenta, se crea); descubrir nuevos conceptos de justicia y equidad (en un proceso de reconciliación tradicional, nadie es completamente culpable ni nadie es completamente víctima); ralentizar la rutina diaria; los alimentos locales (que a veces provocan algún malestar intestinal).

Se dice que la paciencia es el mayor escudo del misionero. Es cierto: la paciencia se aprende y se practica en los diversos procesos en los que participamos. Un proverbio africano enseña que solos vamos más rápido, ¡pero juntos llegamos más lejos! Los gujis dicen que «el huevo caminó lentamente» para explicar que el proceso de crecimiento (de huevo a pollito) lleva tiempo.

La gramática del (des)aprendizaje puede parecer hecha de pérdidas, luchas y sacrificios. Sin embargo, esto es lo que hace de la vida misionera la aventura más privilegiada de todas, una experiencia humanizadora que lleva al misionero a abrazar nuevas formas de ser humano y experimentar a Dios. Al fin y al cabo, ¡lo que nos falta es lo que tenemos!

Fuente: agencia.ecclesia.pt

40 años del martirio del P. Ezequiel Ramin

Este domingo, 20 de julio, la Comunidad Padre Ezequiel Ramin celebró un hito histórico y simbólico: los 40 años del martirio del misionero comboniano Ezequiel Ramin y también los 40 años de existencia de la propia comunidad que lleva su nombre, en el municipio de Mirante da Serra (RO). El evento reunió a unas 300 personas, con representantes de las comunidades vecinas y del Asentamiento P. Ezequiel, que también celebra los 25 años de su fundación.

La celebración formó parte del programa de la 10ª Romería del Padre Ezequiel Ramin, que tendrá lugar el próximo 27 de julio en la Comunidad P. Ezequiel Ramin, en Rondolândia (MT). La Romería tiene como objetivo mantener viva la memoria del joven misionero, que entregó su vida en defensa de los pobres, los trabajadores rurales y los pueblos originarios de la Amazonia.

«Esta memoria está viva»: la emoción de Fabiano Ramin, hermano menor de Ezequiel

Uno de los momentos más emotivos de la celebración fue la presencia y el testimonio de Fabiano Ramin, hermano menor del padre Ezequiel, que vino especialmente desde Italia para participar en el programa del 40 aniversario del martirio y la fundación de la comunidad. En su discurso, marcado por una emoción contenida y una profunda gratitud, Fabiano destacó la fuerza de la memoria que permanece viva entre el pueblo al que Ezequiel decidió servir con su vida.

«Tengo ganas de llorar, pero no voy a llorar. Los ancianos tienen ganas de llorar cuando están muy emocionados. Así que estoy en esa situación. Soy el menor de la familia Ramin y les estoy muy agradecido por esta fiesta, por esta ocasión en la que se recuerda no solo el asesinato del padre Ezequiel, sino también el nacimiento de la comunidad, el bautismo de un pueblo que sigue luchando».

Con sencillez y firmeza, Fabiano no escatimó palabras al recordar lo que le sucedió a su hermano: «Fue un asesinato. Lo mataron porque creía en una sociedad basada en la justicia, porque defendió a los campesinos, a los ‘posseiros’, a los indígenas, y eso molestaba a mucha gente».

Reiteró que la celebración no es solo un recuerdo del pasado, sino un acto de esperanza y continuidad: «Estoy muy contento de ver que esta comunidad está viva. Lucha, resiste, se organiza. Como decía el párroco, son sacrificios, tiempo, esfuerzo. La misión del cristiano, como escribía Ezequiel, es anunciar y denunciar. Denunciar la injusticia es parte de la fe. Y ustedes continúan esa misión».

A pesar de sus dificultades con el portugués, Fabiano logró expresar con intensidad el vínculo entre el martirio de su hermano y el compromiso actual de la comunidad: «No solo recordamos su vida, sino el hecho de que ustedes también están vivos y mantienen viva esa memoria. Eso es lo más importante. La vida es bella, como decía mi hermano, y vale la pena darla».

Su discurso fue recibido con emoción por todos los presentes, siendo un testimonio vivo de la dimensión internacional e histórica del legado de Ezequiel Ramin. Un legado que traspasa fronteras, une generaciones e inspira, aún hoy, a las comunidades a luchar por un mundo más justo.

Misioneros combonianos: presencia junto al pueblo

La presencia de los misioneros combonianos en Mirante da Serra durante la Semana Misionera reafirmó la continuidad del carisma y la misión del padre Ezequiel Ramin, que también era comboniano. Participaron en actividades pastorales, visitas domiciliarias y momentos de escucha y oración junto a las familias de la parroquia Nossa Senhora dos Migrantes, diócesis de Ji-Paraná.

Durante la celebración, el padre Cosmas, comboniano actualmente en misión en la región, destacó la importancia de que la comunidad mantenga viva la memoria de Ezequiel: «La Comunidad Padre Ezequiel Ramin cumple 40 años y sigue honrando la vida y el testimonio del siervo de Dios. También nos estamos preparando para la 10ª Romería, que se celebrará el 27 de julio en Rondolândia. Es un momento de comunión y renovación de la fe».

La actuación de los combonianos esta semana ha demostrado que la espiritualidad que dejó Ezequiel sigue arraigada en la realidad del pueblo: una fe comprometida con los pobres, encarnada en la vida cotidiana de las familias, marcada por la escucha, la solidaridad y la defensa de la vida.

La presencia misionera refuerza la dimensión internacional y liberadora de la Iglesia en tierras amazónicas, una Iglesia que camina con el pueblo, escuchando sus dolores y esperanzas. Al visitar las casas, los combonianos fortalecieron los lazos comunitarios y también reavivaron el espíritu misionero de Ezequiel: una fe que denuncia la injusticia y anuncia la esperanza.

«Recen por nosotros», pide el padre Tiago

La celebración eucarística fue presidida por el padre Tiago, párroco local, que centró su homilía en el aspecto espiritual y vocacional del camino de Ezequiel. Destacó la importancia de la fidelidad a la vida sacerdotal y religiosa: «Hoy celebramos los 40 años de existencia de nuestra comunidad, pero también recordamos los 40 años de la muerte del padre Ezequiel Ramin. […] Que recen por nosotros». Su discurso destacó el papel de la comunidad en la vida de la parroquia y el valor de la misión como respuesta al llamado de Dios.

Fe, cultura y resistencia: la memoria popular

La celebración continuó con un almuerzo comunitario, la escucha de los residentes, la presentación del payaso Liro y la clausura con un bingo comunitario.

Uno de los momentos más simbólicos fue la representación mística realizada por jóvenes de la comunidad, que retrató la lucha por la tierra y denunció las estructuras que llevaron al martirio del padre Ezequiel: «Fue asesinado porque defendió a los sin tierra, a los ocupantes ilegales, a los indígenas. Porque creía en una sociedad justa».

La comunidad recordó que la lucha por la tierra, la justicia y la dignidad sigue viva y es necesaria, especialmente en tiempos de retrocesos y amenazas a la vida en el campo.

Próxima romería: 27 de julio en Rondolândia

La comunidad se prepara ahora para la décima edición de la Romería del P. Ezequiel Ramin, que tendrá lugar el próximo domingo 27 de julio en Rondolândia (MT), bajo el lema: «P. Ezequiel Ramin: Mártir de la Esperanza» y el lema: «El Señor dijo: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Yo respondí: Aquí estoy. Envíame» (Is 6,8)».

La Romería reafirma el compromiso con la memoria del mártir de la esperanza, un misionero joven, alegre y comprometido con la vida de los más pobres de la tierra.

Instituto P. Ezequiel Ramin

Más información sobre la vida y el asesinato del P. Ezequiel AQUÍ

Fase comboniana del Jubileo de los Jóvenes en Roma

LMC-España

El Jubileo de la Juventud en Roma se celebrará del 28 de julio al 3 de agosto de 2025. Este evento forma parte del Jubileo 2025, cuyo lema es » 
Peregrinos de la Esperanza «, y estará dedicado a jóvenes de todo el mundo. En los días previos (del 24 al 27 de julio), jóvenes —en su mayoría europeos— que comparten el carisma de Comboni se reunirán en diversos grupos en las comunidades combonianas italianas de Milán, Verona, Florencia y Roma. El programa de la fase comboniana incluye momentos de oración, reflexión, celebraciones litúrgicas, encuentros, intercambio y recreación.

» Esperar es lo difícil, en voz baja y vergonzosamente.
Y lo fácil es desesperar, y esa es la gran tentación
 .»

Así escribió el francés Charles Péguy en 1911, alabando la esperanza, la segunda virtud teologal que consideraba hermana de las otras dos, a saber, la fe y la caridad. El poeta parece insinuar la dificultad y complejidad de la esperanza, especialmente la paciencia para cultivarla. Recuerda la observación que el papa Francisco expresó al comienzo de «Spes non confundit» , la bula de convocación del Jubileo Ordinario del año 2025 (en adelante SNC ), que sitúa bajo el lema de la esperanza: «La imprevisibilidad del futuro […] suscita sentimientos a veces contradictorios: de la confianza al miedo, de la serenidad a la desesperación, de la certeza a la duda. A menudo nos encontramos con personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad» ( SNC , 1).

Con esta declaración, el predecesor del Papa León XIV compartió las preocupaciones de toda la humanidad. Nuestro mundo está marcado por desafíos globales como la crisis climática, la desigualdad económica, la explotación de los pueblos, la migración forzada y la tendencia hacia una espiritualidad que olvida a Dios, Creador y Padre de todos. Estas situaciones nos hacen comprender que la vida se pone a prueba y destrozan las esperanzas de muchas personas.

Cabe decir, sin embargo, que quizás rara vez se habla de la esperanza, quizás sea poco conocida, pero todos esperan, porque vivir es esperar, y esperar es vivir. Si hay algo que distingue al hombre de otras criaturas, es, en mi opinión, la esperanza. Es lo que nos mantiene vivos, y también podríamos decir que donde se extingue la esperanza, también se extingue la vida.

El Jubileo es necesario y, por lo tanto, nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre temas cruciales como la justicia social, la ecología integral y la dignidad de cada persona —valores fundamentales de nuestra fe—, así como sobre una espiritualidad sana capaz de fomentar la pasión por el cuidado de nuestro ser interior y del mundo que nos rodea. Todas estas preocupaciones son la esencia de la misión comboniana, que, con su atención a las periferias existenciales y la promoción de la dignidad de cada persona, nos impulsa a construir un futuro más justo y sostenible. La Familia Comboniana en Europa cree, por tanto, que este evento eclesial puede ser una oportunidad para reavivar la esperanza, especialmente entre los jóvenes que cada vez manifiestan más su falta de fe en un futuro mejor. Con el deseo de contribuir al camino de la Iglesia en la celebración del Jubileo, hemos decidido organizar una peregrinación para los jóvenes que encontramos en nuestras misiones en Europa.

Creemos que para los jóvenes que participarán con nosotros, el Jubileo será una oportunidad para que la misericordia de Dios y la experiencia de la Iglesia como pueblo en camino, que viviremos en diversas etapas, ilumine sus vidas y sus decisiones diarias. Por lo tanto, están invitados a vivirlo como un momento de gracia, no solo para ellos mismos, sino también para sus comunidades de origen.

Al participar en el «Momento Comboniano» (del 24 al 27 de julio de 2025), que, según nuestro enfoque, pretende ser una preparación para el Jubileo de la Juventud en Roma, los jóvenes, además de la amistad y la alegría de estar juntos con sus compañeros, tendrán la oportunidad de explorar uno de los desafíos globales que acabamos de enumerar, que más les interesa y que eligieron al inscribirse. Por lo tanto, serán acogidos en diferentes grupos en diferentes comunidades combonianas (Milán, Verona, Florencia) con diferentes ministerios en Italia:

  • El grupo de Milán reflexionará sobre el desafío de la participación juvenil. Esto implica abordar la importancia del liderazgo juvenil a pesar de la incertidumbre actual, en la que los jóvenes «a menudo ven sus sueños destrozados […], el futuro parece incierto e impenetrable para sus sueños, la educación no ofrece oportunidades y la falta de trabajo o de un empleo suficientemente estable corre el riesgo de anular sus deseos» ( SNC , 12). El encuentro y la escucha que tendrán con sus compañeros comprometidos tanto en la vida civil como en la eclesial puede, en nuestra opinión, ser un estímulo y una fuente de esperanza para ellos.
  • El grupo de Verona explorará el tema de la información crítica. Esto implicará reflexionar sobre el llamado a » Comunicar (con) Esperanza » en este contexto de crisis que enfrenta nuestro mundo. Es imperativo que los jóvenes se comprometan con una comunicación responsable y con discernimiento, libre de prejuicios, resentimiento, fanatismo, ideología y violencia. De hecho, creemos que corresponde, sobre todo, a los jóvenes de hoy participar en una comunicación capaz de escuchar el clamor de quienes no tienen voz y acoger a los vulnerables.
  • Los peregrinos acogidos en nuestra comunidad en Florencia serán guiados en su reflexión sobre el cuidado de la creación, uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo. Sin embargo, esta época tiende cada vez más a enfatizar modelos sociales que priorizan la búsqueda del lucro en lugar del cuidado de las relaciones (con los demás, con la creación y con Dios).

Todo se desarrollará en un ambiente fraterno y acogedor, en un contexto internacional y multicultural. Esto se logrará inspirándose en la Palabra de Dios, la experiencia humana y la figura de nuestro Fundador, San Daniel Comboni, y su carisma. Durante la primera etapa, los participantes tendrán la oportunidad de escuchar testimonios de jóvenes de su edad, participar en talleres temáticos, momentos de oración y actividades de servicio que les inspirarán un estilo de vida capaz de transformar su vida diaria.

Desde estas comunidades, los jóvenes viajarán luego a Roma, el 28 de julio, donde participarán, junto a otros jóvenes de todo el mundo, en los encuentros programados para esa semana.

El viaje puede ser un momento para recordarnos que hay peregrinaciones que nadie querría emprender jamás: aquellas que llevan a jóvenes, niños y familias enteras a dejar su tierra y su hogar. Este mismo viaje juntos a Roma puede ayudarnos a comprender mejor la primera comunidad cristiana que, desde el asentamiento de los apóstoles, se vio a sí misma como un « nosotros », donde la vocación de cada persona se vive desde un sentido de pertenencia compartido y recíproco.

La Familia Comboniana en Europa desea que esta experiencia pueda convertirse en un punto de (re)partida para todos los jóvenes del mundo, y particularmente para aquellos que han elegido vivir estos momentos con nosotros.

P. Raoul Sohouénou Cakpo Edènan, mccj

Mons. Tesfaye Tadesse, nombrado miembro del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

El papa León XIV nombró esta mañana a Mons. Tesfaye Tadesse, misionero comboniano y obispo auxiliar de la archieparquía de Addis Abeba, Etiopía, miembro del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Mons. Tesfaye Tadesse fue superior General de los Misioneros Comboninanos de 2015 hasta 2024. Había sido elegido en el Capítulo de 2015 y reelegido para un nuevo mandato de seis años en el Capítulo de 2022, que se celebró con un año de retraso a causa de la pandemia del Covid-19. El 6 de noviembre de 2024 el papa Francisco lo nombró obispo auxiliar de la Archieparquía de Addis Abeba, Etiopía, asignándole la sede titular de Cleopátide. Había participado también en la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad. Este nombramiento hizo que los combonianos tuviesen que elegir un nuevo superior general.

El 24 de junio de 2025, el papa León XIV lo nombró miembro del dicasterio vaticano que se encarga de todo lo relacionado con los institutos religiosos y las sociedades de vida apostólica.

70 años de presencia comboniana en Esmeraldas

Los Misioneros Combonianos llegaron a Ecuador el 2 de abril de 1955. De inmediato – 11 días más tarde – asumen el trabajo pastoral de la Prefectura de Esmeraldas. El Papa Pio XII había invitado a los Combonianos a abrir esta nueva misión, fue, movido por la situación de extrema pobreza social y religiosa de los grupos afrodescendientes. Hoy, 70 años después de la llegada a Esmeraldas, el Consejo General ha enviado un mensaje a los misioneros combonianos que trabajan en Ecuador, que publicamos a continuación. (En la foto, Mons. Eugenio Arellano, obispo emérito de Esmeraldas).

Mensaje del Consejo General

Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza;
denle gracias, alaben su nombre.
” (Salmo 100,4)

Queridos Cohermanos,
reciban nuestro saludo fraterno en esta memorable celebración del 70 aniversario de nuestra llegada a las hermosas tierras de Esmeraldas en Ecuador.

Ha sido un largo y fructífero camino de presencia misionera comboniana iniciado con una inspiración del Espíritu Santo, Quien a través de la invitación fraterna del Papa Pío XII invitó a los Misioneros Combonianos a tomar la misión de Esmeraldas.

La actividad pastoral en la Prefectura de Esmeraldas, iniciada bajo el liderazgo de Monseñor Angelo Barbisotti, ha sido siempre una oportunidad para servir al Señor, caminando con el pueblo de Dios en estrecha comunión con los pastores, que fueron también Misioneros Combonianos, Mons. Enrique Bartolucci y Mons. Ezequiel Eugenio Arellano. Particular atención en el servicio misionero se ha prestado siempre a las diversas zonas y etnias del Vicariato, especialmente afro e indígenas. Al estilo de San Daniel Comboni, nuestros misioneros se esforzaron siempre por hacer causa común con la gente. Por ello la pastoral afro nació en Esmeraldas y a partir de Esmeraldas se ha expandido a toda América Latina. El reconocimiento ofrecido por la Universidad Católica a nuestro cohermano P. Raffaello Savoia por su compromiso en el campo de la pastoral afro, atestigua que el corazón de Comboni sigue alimentando un gran amor y cuidado pastoral por los afros a través de sus misioneros.

La misión continúa y nuestra presencia actual en las parroquias de La Merced, de Borbón y de San Lorenzo son un signo claro de nuestro humilde servicio en el Vicariato. Renovamos nuestro compromiso de seguir trabajando junto a muchos laicos comprometidos que comparten con nosotros la pasión de San Daniel Comboni.

A toda la familia comboniana, a las personas que caminan con nosotros y al Vicario Apostólico Antonio Crameri, SSC, nuestra gratitud de corazón.

Que el Señor de la Misión siga concediendo a todos el don del Espíritu Santo en un renovado entusiasmo por la misión en el Vicariato de Esmeraldas.

Fraternalmente,
El Consejo General
Roma, 4 de junio 2025

comboni.org

Luces y retos que nos dejó el papa Francisco para la vida consagrada

“Como consagrados tenemos que estar vigilantes para no acomodarnos en estilos de vida que no nos comprometan. Hemos recibido en estos años un testimonio extraordinario –gracias al paso del Papa Francisco– de lo bello que es ser Cristianos y de la alegría que produce en nuestro corazón vivir para el Señor. Que las luces y los retos que nos ha dejado el papa Francisco nos ayuden a seguir adelante siendo signos de esperanza, de confianza y de fe en esta hora de nuestro mundo que nos va tocando vivir.” (P. Enrique Sánchez González, en la foto, en una audiencia del Papa Francisco con los Misioneros Combonianos, en 2015)

Por: P. Enrique Sánchez González, mccj

Luces y desafíos que el Papa Francisco nos dejó
como nuevas generaciones de vida consagrada

Para poder hablar del legado que nos ha dejado el Papa Francisco, considero que es necesario ir al pasado, antes de que Francisco fuera el Papa Francisco. La figura de un Papa extraordinario, que todos tenemos en este momento en nuestra memoria, es algo que encuentra sus orígenes en los primeros pasos que Jorge Mario Bergoglio dio, cuando decidió consagrar su vida como religioso y jesuita, y tal vez ya antes, cuando desde pequeño dejó que la pasión por Cristo entrara en su corazón.

Sus palabras, sus acciones como pastor, su sensibilidad por los marginados, la alegría que acompañó su personalidad, su capacidad para romper con protocolos, su estilo de vida, pobre y austero. Todo esto, y mucho más, no le vino a su mente y a su corazón el día que apareció en el balcón de la Basílica de San Pedro saludándonos con el nombre de Francisco.

Lo que el Papa Francisco nos ha dejado en sus 12 años de pontificado no ha sido, sino un poco más de todo lo que había ido sembrando en tantos lugares de Argentina, de Latinoamérica y de toda la Iglesia como un pastor que amaba transmitir el olor de sus ovejas.

Eso que nos apasiona y nos anima hoy, recordándolo como el pastor que supo guiarnos por caminos seguros y que nos entusiasmó en el seguimiento de Jesús; todo eso no es más que el ejemplo de vida, el decir con los hechos y con su compromiso lo que llevaba dentro. Un amor por Cristo que lo llevó a gastarse hasta el último minuto de su vida, sirviendo y amando.

Eso que hoy nos toca guardar como tesoro y herencia del Papa Francisco es lo que ha producido el Evangelio en el corazón de alguien que ha sabido entregarlo todo, olvidándose de sí mismo y poniendo como prioridad de su vida el servir a Cristo en los últimos, en los que no cuentan a los ojos del mundo. Diciendo esto, me parece que la primera cosa que nos ha dejado el Papa Francisco a los consagrados es el ejemplo, un icono bello de lo que nos toca vivir cada día cuando decimos que hemos entregado nuestras vidas al Señor.

Ante la figura de Papa Francisco no se necesita hacer mucha teología de la vida religiosa, ni es necesario perder mucho tiempo con tratados de espiritualidad de la vida religiosa. Sin exagerar, creo que acercándonos a la vida del Papa Francisco podemos darnos cuenta de que la vida consagrada, como religiosos y religiosas al servicio del Evangelio, no es otra cosa más que una vida entregada con sencillez y alegría a los demás en los pequeños detalles de cada día. Y eso vale para consagrados y para cualquier bautizado, pues a final de cuentas, se trata de vivir en Cristo y para él.

Luces que nos ha dejado el Papa Francisco y que nos seguirán iluminando por mucho tiempo

Entre las muchas cosas que significan luces que iluminan nuestras vidas hoy, y que reconocemos como algo que hemos descubierto gracias al paso del Papa Francisco por nuestras vidas, podríamos traer a nuestra memoria las siguientes que no siguen un orden o jerarquía porque todas son importantes.

  • El testimonio de una vida entregada con alegría a Jesús, al Evangelio, a la Iglesia y a los más pobres.

Algo que seguramente a todos nos ha impactado desde el inicio del pontificado del Papa Francisco ha sido el tono de alegría que transmitía a través de sus palabras, de la espontaneidad y libertad de sus gestos y las maneras de acercarse a las personas. Con él se entraba en confianza inmediatamente y hacia que nos sintiéramos acogidos, como si nos conociera desde siempre. La alegría era algo que para él nacía de la acogida del Evangelio. El mensaje de Cristo contiene esa alegría que transforma el corazón y llena el espíritu de confianza y de esperanza.

De ahí nacía su entrega y su dedicación a la misión que abrazó como consagrado y de esa entrega surgían las fuerzas para afrontar cualquier obstáculo y las dificultades, que no faltaron a lo largo de todo su ministerio. Aquí, como en todo lo que iremos diciendo sobre el legado del Papa Francisco, lo más importante y lo que caracterizó su consagración fue el ejemplo, el testimonio de vida, el silencio de las palabras y la fuerza de los gestos y las opciones.

Por ejemplo, más que hablar sobre el problema de los migrantes, uno de sus primeros viajes fue a Lampedusa, el lugar de mayor sufrimiento de los migrantes que atraviesan el Mediterráneo. Su presencia ahí fue anuncio del Evangelio y denuncia de un sistema inhumano e injusto que trata a las personas como objetos.

Nos hay duda de que se trata de una luz intensa que nos ilumina cuando nos preguntamos en dónde tenemos que estar como consagrados hoy, cuáles tienen que ser nuestras opciones y preferencias, en dónde tiene que estar nuestro corazón, aunque estemos lejos geográficamente de los lugares del dolor. El testimonio del Papa Francisco es algo que enseña a los consagrados de hoy en dónde está lo bello de la entrega y qué es lo que le da sentido a la renuncia que implica el haber dejado todo para seguir al Señor.

  • El entusiasmo y la pasión por la evangelización y por el compromiso misionero.

La evangelización y la dimensión misionera de la Iglesia no fueron simple estrategia proselitista en el proyecto de Iglesia del Papa Francisco. En su mente estaba claro que la Iglesia tiene que ser misionera y la tarea de evangelizar no se reduce a la enseñanza del Evangelio. El objetivo de la misión iba mucho más allá, se trataba, y se sigue tratando, de anunciar a Cristo siempre presente entre nosotros como buena noticia para el mundo.

La misión que nace del encuentro con el Señor, el Papa Francisco la vivió como una experiencia que le entusiasmaba y lo apasionaba, moviéndolo a ir hasta los extremos del mundo y a los lugares más lejanos, no sólo geográficamente, en donde Jesús no era conocido.

Él nos enseñó que la razón última de nuestra consagración es el anuncio del evangelio que estamos llamados a llevar con entusiasmo y generosidad a quienes todavía no han tenido la oportunidad de encontrarse con el Señor. Basta recordar a dónde lo llevaron sus viajes apostólicos y nos damos cuenta de que la preocupación de su corazón estaba en los más lejanos del Evangelio.

  • La fuerza del ejemplo personal en el compromiso como consagrado a Cristo.

Ya lo mencionaba anteriormente, una de las luces más intensas en la vida y en el ministerio del Papa Francisco que nos quedan hoy es, sin dudarlo mucho, el ejemplo de vida. La capacidad de anunciar con obras muy concretas, usando menos palabras y más acciones, aunque se pudiese correr el riesgo de equivocarse en algún momento.

Para hablarnos de pobreza no dudó en irse a vivir a Santa Martha, en renunciar a buenos carros, a percibir un salario que por derecho le correspondía. Pero más que privarse de cosas materiales el Papa Francisco supo renunciar, desde hacia mucho tiempo, a la tentación del poder, de la comodidad, del instalarse en un estilo de vida que no fuera solidario con los pobres.

Fue obediente, tratando de hacer la voluntad de Dios en su vida y aceptando una misión que no entraba en sus planes, cuando había llegado al Cónclave con la idea de regresar a Argentina para disponerse a su retiro. Fue obediente, cumpliendo la recomendación que le habían hecho de no olvidarse de los pobres.

Fue alegremente casto entregando su corazón, amando a quienes más lo necesitaban, a los prisioneros, a los vagabundos de Roma, a los enfermos que visitaba en los hospitales, a los pecadores que escuchó en los confesionarios, a los migrantes que supo defender hasta unas horas antes de su muerte en el último encuentro que tuvo con el vice presidente de Estados Unidos.

  • Los valores a los que nunca se puede renunciar: la misericordia, la bondad, la opción por los más lejanos y por los excluidos, el servicio por encima de la autoridad y del poder.

Entre los muchos valores que el Papa Francisco ha puesto en evidencia, seguramente, para quienes vivimos una vocación especifica como consagrados, aparece claro que la visión del Papa estaba fincada sobre aspectos que hablaban de su experiencia de Dios.

La centralidad de la Misericordia reflejaba en él un encuentro continuo y profundo con Dios sentido como Padre. Como un Padre bueno dispuesto siempre a acoger, a abrazar, a perdonar. Sentir a Dios de esa manera no podía traducirse más que actitudes de cercanía y de aprecio por quienes se sentían o se sabían alejados del derecho a reconocerse hijos amados.

Acercar a Dios a quienes se sentían excluidos no era en el Papa Francisco un gesto de filantropía o el humanismo en sus extremos que algunas personas han querido reconocer en él. En Francisco era un movimiento que surgía de lo más profundo de su ser, en donde se vivía la experiencia más clara de Dios. Era la expresión de su consagración a Dios, de su vivir en Dios.

Para él, por lo que pudimos conocer a través de su sencillez y humildad, la consagración se confundía o se convertía en servicio y en disposición a darlo todo, como lo pudimos ver en aquel gesto único de ponerse a los píes de los líderes políticos de Sud Sudán cuando les suplicó que hicieran posible la paz para su nación.

Papa Francisco tenía muy claro en su mente y en su corazón que vivir como consagrado significaba poner el servicio y la humildad por encima del poder y la autoridad. Eso fue lo que les recordó a los Cardenales de la curia romana en su primer saludo de Navidad al inicio de su pontificado. Y, así lo vivió, en sus visitas a los presos, en sus diálogos con las víctimas de abusos en la Iglesia, en la elección de una vida simple y desprendida de lo que podía traerle honores o reconocimientos especiales.

  • La importancia del saber incluir a todos en una comunidad familia en la que estamos llamados a reconocernos hermanos. Nuestra misión será crear fraternidad, todo lo demás pasa.

Como consagrado él mismo, nos enseñó el valor que tiene el trabajar en comunión, el saber crear familia, el apostarle a la amistad profunda. En una palabra, nos iluminó con su experiencia invitándonos a trabajar siempre unidos teniendo como meta el llegar a reconocernos como hermanos.

Como consagrados, no tengo la menor duda, sabemos que el sentido más profundo de nuestra vida está en el llamado a crear fraternidad en un mundo en donde se vive hoy el drama de la violencia, del miedo, de la inseguridad que destrozan la vida de tantos inocentes y desamparados. Su ejemplo fue muy en sintonía con el nombre que escogió como pontífice, Francisco, el hermano universal.

  • Apostar por una iglesia con rostro sinodal, en donde todos sean involucrados y partícipes. Una Iglesia en camino y en salida, no autoreferencial y libre, capaz de aprender de sus límites y de sus pobrezas.

El gran sueño del Papa Francisco fue el de colaborar en la construcción de una Iglesia que viviera las intuiciones del Concilio Vaticano segundo. Un concilio que le apostó al acercamiento a un mundo en cambio, a expresiones culturales nuevas, a experiencias religiosas más profundas y personalizadas.

Las ideas del Papa cuando hablaba de una iglesia en salida, en camino seguramente tenía en mente su experiencia como pastor preocupado por dar espacio a todos para que aportaran su riqueza. Soñaba con una Iglesia en donde la participación de todos creara una comunidad con rostro nuevo, en donde nadie fuera excluido.

Sus intuiciones y sus propuestas pastorales ciertamente son luces que iluminan nuestro ser consagrados, pues por nuestra entrega estamos llamados a vivir en comunidad, a aportar nuestras riquezas y nuestros límites; estamos llamados a caminar juntos, para que el mundo crea en el Señor que nos llamó.

  • Por el diálogo, todos llamados a crear puentes que favorezcan la cercanía, el respeto y la paz.

Finalmente y no porque sea lo último, el Papa Francisco nos ha ayudado a entender que por nuestra consagración estamos llamados a ser constructores de puentes, a trabajar en todo aquello que favorezca la cercanía entre las personas y entre los pueblos. Se trata de ser hombres y mujeres de diálogo, abiertos a enriquecernos con las cualidades y virtudes de los demás, y, al mismo tiempo, disponibles a llevar con alegría la riqueza del Evangelio como instrumento que abre caminos a la construcción de la paz.

Retos y desafíos que no podremos ignorar como consagrados

El ejemplo de vida y el testimonio de entusiasmo de fe, la alegría de su entrega sin límites, su capacidad de empatía y de cercanía a toda clase de personas. La claridad en sus opciones personales y pastorales, la identificación con su carisma como jesuita, su pasión por Cristo y por la Iglesia, su valentía para asumir compromisos y para tomar distancias de lo que niega la dignidad de las personas.

Estos y muchos otros valores que hemos visto e iremos descubriendo y profundizando en la medida que pasa el tiempo, son sólo algunas de las muchas luces que quedan ante nosotros como retos que nos desafían y nos invitan a un discernimiento sobre nuestra manera de ser y de vivir nuestra consagración religiosa hoy.

  • Ahí queda su radicalidad y coherencia como un reto que nos cuestionará siempre en nuestros estilos de vida consagrada, algunas veces cómodos y aburguesados.
  • Salir de nuestros capillismos. La capacidad del Papa Francisco para salir al encuentro, incluso de los más distintos y lejanos de nuestras formas de pensar y de sentir, es un reto que cuestiona fuertemente nuestra tentación a permanecer en lo conocido y seguro de nuestros institutos. Es lo que puede permitir que rompamos con la incapacidad de trabajar en colaboración, abiertos a enriquecernos con los carismas de los demás.
  • Superar la autoreferencialidad que empuja a encerrarse a vivir en el temor de desaparecer como institutos.
  • El sueño de una Iglesia más sinodal y participativa, como la quería el Papa Francisco, nos desafía fuertemente a superar nuestra mentalidad cerrada que nos mueve a ponernos en el centro de todo y de todos considerándonos los únicos y los mejores.
  • Trabajar en la construcción de una Iglesia que transmita alegría y esperanza como fruto del anuncio del Evangelio como Buena Noticia. Como consagrados nos toca asumir el reto de ser presencia alegre de Dios en el mundo en que nos toca vivir. El “hacer bulla”, como decía el Papa Francisco nos reta a pasar un mensaje de optimismo en una sociedad cargada de experiencias traumáticas, en donde la soledad y el abandono ganan terreno y en donde la frustración de muchos jóvenes hace que aumente la desesperanza y la falta de confianza en el futuro. Como religiosos consagrados al servicio del Evangelio tenemos que ser rostro de una Iglesia que se sabe depositaria de una propuesta de vida plena y de una respuesta al anhelo de felicidad que todos llevamos en el corazón.
  • Superar el clericalismo para reconocer el valor y la riqueza que posee cada bautizado y favorecer una comunidad en donde haya mayor participación y comunión. Como consagrados tenemos que superar una mentalidad que pretende hacernos creer que somos personas diferentes o especiales, con privilegios y una autoridad que nos sitúa por encima de los demás. Superar el clericalismo nos pone en una situación de mayor disponibilidad al servicio y al reconocimiento de los demás como tesoros que nos hablan de la presencia de Dios entre nosotros.

La tentación del olvido y el riesgo de acomodarnos

Me gustaría concluir diciendo una palabra para ponernos en guardia y que no nos dejemos sorprender para caer en la tentación del olvido. Es fácil que, pasando los días, también vayamos perdiendo de vista todo lo que el Papa Francisco ha venido a sembrar en nuestros corazones. Nuevas propuestas y diferentes proyectos seguramente llegarán para hacer que la Iglesia siga creciendo y haciendo su camino en el tránsito por este mundo. Pero es importante que no olvidemos aquello que el Papa ha sabido sacudir para ayudarnos a vivir más profunda y auténticamente nuestra fe en Jesús.

Como consagrados tenemos que estar vigilantes para no acomodarnos en estilos de vida que no nos comprometan. Hemos recibido en estos años un testimonio extraordinario de lo bello que es ser Cristianos y de la alegría que produce en nuestro corazón vivir para el Señor.

Qué las luces y los retos que nos ha dejado el Papa Francisco nos ayuden a seguir adelante siendo signos de esperanza, de confianza y de fe en esta hora de nuestro mundo que nos va tocando vivir.

comboni.org