P. José Luis Valle Castellanos

Fecha de nacimiento: 01/12/1940
Lugar de nacimiento: Tepatitlán / México
Votos temporales: 09/06/1972
Votos perpetuos: 03/04/1976
Fecha de ordenación: 04/10/1976

Fecha de fallecimiento: 09/05/2024
Lugar de fallecimiento: San Francisco del Rincón / México

José Luis nació el 1 de diciembre de 1940 en Tepatitlán de Morelos, en el estado de Jalisco. Ingresó en el Colegio Apostólico de Sahuayo, en el estado de Michoacán, y cursó secundaria y bachillerato. En 1967, se trasladó al Colegio-Noviciado de Xochimilco para realizar sus primeros cursos de filosofía. El 13 de noviembre de 1968 tomó el hábito, y el 10 de octubre de 1970 comenzó el noviciado de dos años, también en Xochimilco, donde hizo su primera profesión religiosa el 9 de junio de 1972. Permanece un año más en Xochimilco para completar los cursos de filosofía. Al año siguiente estuvo en Francia para aprender francés y, en octubre de 1973, comenzar los cursos de teología, en Issy-Les-Moulineaux (París).

El 19 de enero de 1976, cuando se acercaba el final de los estudios teológicos para José Luis, los dos responsables de la formación en el escolasticado de París, el P. Vittorio Moretto y el P. Fabio Gilli, enviaron al Superior General, el P. Tarcisio Agostoni, un informe sobre él, con una valoración más que positiva: “José Luis está muy comprometido con la vida comunitaria. Actúa con espontaneidad, tratando de ser él mismo en todo. Se dedica fielmente a la oración personal y participa activamente en la oración comunitaria. Está muy comprometido con el estudio de la teología, con resultados satisfactorios. Su “historia” personal y lo que sabemos de él nos llevan a creer que su llamada a la vida comboniana viene de Dios”.

El “sí” del Consejo General no tardó en llegar, pero en la carta del Superior General había una noticia destinada a entristecer no poco a Luis: “No partes inmediatamente para la misión, como hubieras deseado… A partir del 1 de julio de 1976, después de tu profesión religiosa perpetua, estarás a disposición de tu Superior Provincial, el P. Giampiero Pini, y de su consejo”. Luis pone buena cara y responde: “Acepto lo ‘poco’ de hoy, en espera de lo ‘mucho’ de mañana”.

El 3 de abril de 1976, Luis hizo su profesión perpetua y fue ordenado sacerdote el 4 de octubre en Tepatitlán de Morelos, de manos de Mons. Francisco Javier Nuño y Guerrero, arzobispo de San Juan de los Lagos (Jalisco). Inmediatamente después, fue destinado al Colegio Apostólico de Sahuayo, como formador de jóvenes seminaristas. Allí permaneció hasta finales de 1980.

Tras una primera carta de destino a Kenia, el padre Alois Eder, sólo un mes después, le escribió una segunda: “Hemos recibido confirmación de su Superior Provincial, el padre Jaime, de que prefiere ir a una misión francófona… Nos apresuramos a cambiar su destino y le destinamos a la Provincia de Centroáfrica a partir del 1 de noviembre de 1980”.

El padre Luis voló a Bangui, donde le esperaba el superior provincial, el padre Luciano Benetazzo. Se lanzó a aprender la lengua local y el 1 de julio de 1981 ya era vice párroco en la misión de Dékoa. En 1984, se trasladó durante un año a la misión de Doba (Chad), donde el superior de la comunidad era el padre Michele Russo, que se convertiría en el primer obispo de la diócesis de Doba desde 1989 hasta octubre de 2013, cuando fue expulsado por su postura crítica con la gestión gubernamental de los recursos petrolíferos.

En 1985, el padre Luis fue destinado a la misión de Grimari, en la República Centroafricana, primero como ecónomo de la comunidad local y luego como vice párroco. También pasó unos meses en Mongoumba.

En julio de 1989, fue llamado de vuelta a casa, destinado al seminario de San Francisco del Rincón, como formador. El P. Luis regresó de buen grado a México: tenía una rica experiencia misionera en África y creía que podía aportar algo específico y valioso a los futuros combonianos de su provincia. Permanece allí hasta junio de 1997. Sin embargo, cada año, cuando envía sus mejores deseos a los superiores mayores, les recuerda: “No olvidéis que siempre sueño con África”.

En febrero de 1997, el Superior General, padre David Glenday, le comunica que ha sido destinado a la Provincia de Centroáfrica, a partir del 1 de julio de 1997. Le siguieron palabras de agradecimiento por su trabajo en el seminario mexicano.

El padre Luis se marchó inmediatamente. En agosto de 1987 estaba en Boda, como superior de la comunidad y dedicado al ministerio. En 1999 volvió a Grimari, diócesis de Bambari, donde se estableció un Centro Catequético. Es el lugar con el que el padre Luis siempre soñó, y allí permaneció hasta 2006, cuando el superior provincial le llamó a Bangui, a la residencia provincial, como ecónomo de la comunidad. La capital le brinda muchas oportunidades para lanzarse al ministerio de la animación misionera de la Iglesia local, en el que destaca.

La última carta de destino le llegó del padre Teresino Serra, Superior General, en marzo de 2009. A partir del 1 de julio, el padre Luis volverá a su provincia de origen. Sabe que tal vez ya no tenga la oportunidad de volver a África. ¿Qué hace entonces? Durante cuatro meses se queda en Centroáfrica y visita todas las misiones en las que vivió durante los dos periodos que pasó allí. En noviembre, coge el vuelo de vuelta y disfruta de tres meses de merecidas vacaciones. A mediados de enero de 2010, se instala en Guadalajara, en el Centro para misioneros mayores, llamado Oasis, como ecónomo local. Allí permanece hasta julio de 2011, cuando es destinado al Postulantado, situado en Ciudad de México, de nuevo como ecónomo. El 1 de julio de 2011, el Postulantado fue trasladado a San Francisco del Rincón, lugar del “propedéutico”. Dos años después, el padre Luis es llamado ahí como formador de postulantes. En 2016, es elegido probus vir de la provincia: signo de que los hermanos lo estiman y lo consideran una persona sabia.

Nunca más se moverá de San Francisco del Rincón. Y es aquí donde el Señor le llama a sí el 9 de mayo de 2024, rodeado del cariño y cuidado de sus hermanos, que le recordarán durante mucho tiempo como un misionero comboniano ejemplar por su dedicación y duro trabajo, que siempre realizó con espíritu alegre.

(Padre Ramón A. Orendáin Camacho, mccj, y Padre Franco Moretti, mccj)

Mi experiencia en las misiones de Oaxaca

Por: Jair Antonio Castillo Solis
Liga Misional Juvenil, Merida (Yucatan)

Comencé esta misión con muchas inquietudes, pero volvería a salir de mi hogar como cada Semana Santa, no como siempre he misionado en mi estado, sino llevando la experiencia y formación como una bandera para representar a mi amada arquidiócesis de Yucatán. Quería dar lo mejor de mí y de mi hogar. Con mucho entusiasmo empezamos formándonos y recordando que a la misión no se va solamente a enseñar a Cristo Resucitado, sino a aprender de la gente que nos recibe, porque ellos también tienen a Cristo Resucitado en su corazón y lo aman.

Se me encomendó formar parte del grupo que se quedaría en el municipio de San Pedro Sochiápam para apoyar en la cabecera parroquial y vivir la Semana Santa acompañado de sus costumbres y tradiciones. Comenzamos el viaje con toda la actitud y entusiasmo, las adversidades del camino fueron muy pocas. Siempre traté de estar en oración e ir concentrado para que el Señor obre en mi y mostrar la mejor cara de un Cristo joven  a las personas de la comunidad. Afortunadamente las personas del municipio fueron alertadas de que estábamos en camino y vinieron a buscarnos para llevarnos de manera segura a la comunidad más cercana y de allí dividirnos para llegar cada uno a la comunidad donde se quedaría. No tardamos mucho y llegamos a la cabecera parroquial con la bendición de Dios y un gran entusiasmo. Nos encontramos con la grata sorpresa de que en la comunidad nos esperaban, y con un gran gesto de buena voluntad, se tomaron la molestia de servirnos una deliciosa cena para poder convivir con ellos y así empezar a conocernos de corazón.

Llegó la mañana del Domingo de Ramos y empezamos con muchas ganas para iniciar la Semana Santa. Algo que sin duda no voy a olvidar es la forma tan bella de sus tradiciones, que me hacían ver lo grande que es la fe y el mundo. La gente empezó a juntarse para iniciar la procesión con sus palmas de huano acompañando a Jesús, adornadas con las flores y ramas de las plantas que crecen allí. También Había una persona que les ayudaba a representar ese momento tan especial en el que Jesús entra en la ciudad montado en un burro. Eligieron a un joven para que entre junto con ellos en un burro hasta llegar a la iglesia, donde empezó la misa y, con ella, este tiempo tan importante para nosotros los católicos: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesús.

Los días empezaron a transcurrir, y la verdad es que se vivía un ambiente diferente. Los más emocionados, gracias a Dios, eran los jóvenes, que tenían la inquietud de conocernos y de aprender de nosotros. Nuestro objetivo principal era acercarlos a la Iglesia. Dios nos dio las palabras para poder decir de manera coherente las cosas y poder tener ese tacto con ellos. Dimos nuestros temas de formación en los primeros días, referentes al Triduo Pascual y a todo lo que estábamos a punto de vivir, pues teníamos que hacer que sus corazones empezasen a desarrollar esa pequeña llama en ellos y puedan ser luego los formadores de la primera pastoral juvenil del lugar. Les hablamos de quienes éramos y de dónde veníamos, así como lo que hacíamos y como llegamos a formar parte de esta Obra de la Propagación de la Fe. Quedaron fascinados y mostraron un gran interés por buscar su lugar en la Iglesia, a pesar de muchas dudas en sus corazones. Nos las expusieron y empezaron así a dar el primer paso para integrarse como miembros activos y empezar a participar en la Iglesia. Afortunadamente la tecnología estaba a nuestra disposición y ellos incluso formaron su grupo de chat para poder estar avisados siempre y comunicarse.

Los hombres y las mujeres adultos mostraban una gran devoción y deseo de seguir en la Iglesia, sin embargo les había carcomido la tristeza de ver cómo muchos de sus hijos y nietos se alejaron de ella. Nuestra misión era animarlos y apoyarlos para que se dieran cuenta de que tienen que acercarse a ellos, pues pueden ayudarlos mucho. Tienen bellas tradiciones, como sus cruces de huano y muchas más cosas. Nosotros les dijimos que su tarea ahora es tomar como discípulos a sus hijos y nietos para enseñarles esas tradiciones. De esa misma manera deben hablarles del amor que tienen a Dios y del por qué de ese amor, para que los jóvenes lo entiendan y se acerquen a Él para conocerlo y luego adorarlo.

Mi experiencia en este lugar me dejó con un vacío y una tristeza en mi corazón, porque me quedé con las ansias de seguir fortaleciendo a aquella comunidad. Sin embargo, me he dado cuenta que ese es el sentimiento que he experimentad, de amor a la comunidad, así como de la acogida me han brindado. Ellos a mi me enseñaron que no se trata solo hacer las cosas de una manera, sino que hay muchas más formas de dejar llevar mi creatividad, de que el amor se puede demostrar en muchas realidades.

Hoy mi corazón está lleno de gozo y me siento feliz, porque me ayudaron a abrirme y a dar el primer paso para ser un mejor joven y misionero; a darme cuenta que es uno mismo el que a veces tropieza en la misma piedra del camino. Son las ataduras del pasado y de los miedos lo que nos hace caer, pero sobre todo lo que nos hace tener un corazón de piedra y ser ese grano que no tiene vida y se hace infértil. A pesar de que uno conozca sus errores, no actúa verdaderamente para cambiar. Ahora me doy cuenta de que no es sólo saber, sino que es necesario dar un paso más profundo para acercar mi corazón al cambio con la ayuda del Señor.

Los Ángeles, una misión entre católicos

Por: P. Enrique Sánchez, mccj
desde Covina, California (USA)

Son las 7 de la tarde, está oscuro y a lo lejos se escucha sólo el rumor de los vehículos que van y vienen de los lugares de trabajo, que aquí nunca se detiene. Estamos a unos cuantos kilómetros de Los Ángeles, California, en donde abunda lo grande y lo bello; pero al mismo tiempo, el dolor y el sacrificio de muchas personas que llegaron a este país con un sueño, y que se alcanza con lágrimas y desvelos.
Las historias se multiplican y detrás de cada una de ellas se esconden años de trabajo, miedo a ser deportados, noches de desvelo, humillaciones y desprecios. Asimismo, encontramos ejemplos extraordinarios de superación, de resiliencia ante los obstáculos, de logros profesionales y de experiencias de fe simplemente maravillosas.

Cae la tarde, cuando toca con fuerza la puerta de nuestra casa un hombre con el semblante triste y preocupado. Busca a un sacerdote que pueda ir al hospital para ungir a su madre que se está muriendo y no puede dejarla ir sin ponerla en manos de Dios, a lo mejor esperando un milagro. Sus palabras hacen eco de las pocas nociones de catecismo que le enseñaron y lo único que recuerda de los mandamientos es que tenía que honrar a su padre y madre.

Es un mundo donde los más pobres guardan como tesoro una fe que aprendieron balbuceando Padres nuestros y Aves Marías, en el regazo de sus madres y que conservan como la única herencia que les han dejado. La fe vivida por esta gente nos evangeliza antes de que podamos ser evangelizadores. Vamos aprendiendo que su fe es algo vivido y sentido en cada momento, sobre todo cuando todo parecía perdido.

Otra lección de misionología

«Hoy vine a confesarme aquí con ustedes –me dice una señora que hizo más de una hora para llegar a nuestra misión– porque nadie habla nuestra lengua en mi parroquia. Pedimos una misa en español, pero no hay quien nos atienda. Juntamos más de 800 firmas para que nos tomaran en cuenta; pero en la oficina nos han dicho que no hay tiempo para eso y que es imposible que nos la concedan». De repente, nuestra misión comboniana se convierte en oasis de escucha y misericordia, y donde cientos de personas vuelven a sentir que son hijas e hijos de un Padre que no los abandona.

En estas ciudades que circundan la urbe de Los Ángeles también abundan las iglesias, los predicadores, las ofertas de experiencias espirituales; al igual que un mundo subterráneo por donde circulan adivinos, santeros, lectores de cartas, hechiceros, brujos y curanderos con sus ofertas de soluciones fáciles a todo tipo de problemas y dificultades. Hay de todo y para todos los gustos. Pero lo más triste es constatar que para muchas personas, lo que tiene que ver con la religión, lo espiritual o lo sagrado simplemente es un tema que no se toca por respeto a los derechos individuales.

Así, casi sin querer, nos encontramos en una misión en la que nos toca entender que sirve más el testimonio que los elocuentes discursos o sermones para invitar a quienes viven simplemente indiferentes a lo que podría ser y hacer Dios estando a su lado.

Vivimos rodeados de lo más moderno y sofisticado. A nadie parece faltarle lo necesario, porque lo que abunda aquí, son cosas con las que, muchas veces, quieren llenarse espacios existenciales. Sin embargo, encontramos mucha gente que no esconde su necesidad de crecer y conocer su fe; de vivir la experiencia de ser cristianos en el seno de una comunidad en donde se sientan hermanos.

Muchos padres de familia se han empeñado en transmitir los valores cristianos a sus hijos; muchas veces llegan preocupados y angustiados a decirnos: «Padre, ¿en qué me equivoqué? Sufro al ver que mis hijos no quieran acompañarnos a la iglesia. Se han alejado sigilosamente y han abandonado lo que nos esforzamos por enseñarles».

Una realidad donde lo que cuenta es tener y sobresalir; una dinámica interna de esta sociedad que propone otro estilo de vida. Aparece como lo más importante e irrenunciable la exaltación del yo, de mis intereses y conveniencias; una existencia en donde Dios y los valores del Evangelio pasan a segundo término. Muchos de ellos son jóvenes generalmente buenos, respetuosos, inteligentes, sensibles con el cuidado de la naturaleza y capaces de comprometerse con causas que defienden los derechos de los demás. Pero Dios, la Iglesia, la vida en comunidad y el encuentro con la Buena Noticia, parece lejano a sus intereses.

La misión va adelante, aunque no lo percibamos

En ese contexto, ¿qué hacer para tocar el corazón de nuestros contemporáneos? Lo primero es liberarnos de la idea de que todo será como antes, cuando el mundo casi era cristiano, y aceptar serenamente que, pese a todo, Dios trabaja en su obra; la misión de Jesús se sigue realizando y va creciendo, ciertamente no de manera cuantitativa como nos gustaría.

El Espíritu es el protagonista de la misión y nos invita a ser sus colaboradores para mostrar a nuestros hermanos dónde pasa Dios en nuestro mundo. Seamos más testigos que protagonistas; que nos mueva más la escucha y acogida del que está solo, necesitado y sufre, y menos, las enseñanzas. Estemos más orientados al servicio, la caridad y la entrega discreta, y menos, a pretender ser los que llegamos a realizar grandes transformaciones.

San Daniel Comboni diría que estamos llamados a ser piedras escondidas en los cimientos de la gran construcción. Misión en una realidad de contrastes: California es considerado el estado más rico de todo Estados Unidos, pero la pobreza y la miseria son los dramas de muchas personas que han caído en las trampas de esta sociedad. Estafas que son las drogas, el alcohol, el desorden moral, el individualismo y la indiferencia. Nuestra misión consiste en estar presentes, ser un rayito de esperanza y confianza para quienes buscan a Dios.

Nuestra misión se convierte en experiencia de oración silenciosa, y mediante ella, nos volvemos intercesores de tanta gente que se acerca a nosotros anhelando consuelo y fuerza para seguir adelante. Con sencillez, esta misión nos empuja al anuncio del Evangelio, porque estamos convencidos de que en él se encuentra la fuente de todas nuestras alegrías.

La tarde cae, y en la capilla de la misión, una pequeña comunidad cristiana entona el canto de entrada para la celebración eucarística… La esperanza seguirá creciendo en el corazón de estas personas a quienes acompaño en un tramo del camino hacia el encuentro del Señor. La tarde va cubriendo los bellos escenarios de Disneylandia, Hollywood, Santa Bárbara y las bellas playas californianas, y en mi ánimo misionero brilla la esperanza en esta misión tan extraordinaria, compuesta por gente con un corazón que desborda amor, porque ha sido purificada por el sacrificio y el dolor.

Día del niño y de la niña en México

El 30 de abril se celebra en México el día del niño y de la niña. No dejemos pasar este día sin pensar en tantos niños y niñas mexicanos que no pueden disfrutar plenamente de todos sus derechos por razones económicas, sociales, políticas o de cualquier otra índole.

Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México

En el año de 1924, en México, se señaló el 30 de abril como Día del niño siendo presidente de la República el General Álvaro Obregón y Ministro de Educación Pública el licenciado José Vasconcelos. Esta decisión fue tomada con la finalidad de lograr reafirmar los derechos de los niños y crear una infancia feliz para un desarrollo pleno e integral como ser humano. Lo anterior debido a que el 20 de noviembre de 1959, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instituyó la celebración del día internacional de los niños, sin embargo, cada país ha decidido un día especial a fin de celebrar a los pequeños de todo el planeta; no obstante, la ONU declaró el 20 de noviembre el Día Universal del Niño, fecha en que se aprobó también la Declaración de los Derechos del Niño y la Convención Sobre Los Derechos del Niños.

El objetivo del Día Universal del Niño es recordar a la ciudadanía que los niños son el colectivo más vulnerable y, por tanto, que más sufre las crisis y los problemas del mundo, de igual manera es un día para dar a conocer los derechos de la infancia y concienciar a las personas de la importancia de trabajar día a día por su bienestar y desarrollo.

Es por ello que, en 1924 el entonces secretario de Educación Pública, durante el mandato del expresidente de México Álvaro Obregón, exhortó a todas las instituciones a fomentar la fraternidad y la comprensión hacia esa población, así como a desarrollar actividades para la promoción de su bienestar de sus derechos. José Vasconcelos decía que había que hacer de cada escuela “un palacio con alma”, para que los niños pobres, descalzos y hambrientos vivieran en palacios las mejores horas de su vida y guardaran recuerdos luminosos.

De acuerdo al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) el desarrollo de la infancia que va de los seis a los trece años de edad, es clave para consolidar las capacidades físicas e intelectuales, para la socialización con las demás personas, y para formar la identidad y la autoestima.

Respecto al marco legal, los Derechos Humanos de niñas, niños y adolescentes están mencionado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los tratados internacionales y en las demás leyes aplicables, esencialmente en la Convención sobre los Derechos del Niño y en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (publicada el 4 de diciembre de 2014). Por otro lado, podemos hacer mención de los 8 derechos fundamentales de los niños:

  1. Derecho a la vida;
  2. Derecho a la educación;
  3. Derecho a la alimentación;
  4. Derecho a la salud;
  5. Derecho al agua;
  6. Derecho a la identidad;
  7. Derecho a la libertad; y
  8. Derecho a la protección.

En la actualidad el mundo entero se encuentra invadido por una crisis sanitaria debido al COVD-19. La pandemia ha puesto de manifiesto las lagunas no sólo en campos tan vitales como la educación, sino en necesidades tan básicas como el acceso al agua, a los alimentos y al trabajo. Todos ellos causan un impacto directo en millones de niños que verán afectado su crecimiento y que necesitan protección por parte de instituciones internacionales, gobiernos, ONG y sector privado. Este 20 de noviembre es una oportunidad más para alzar la voz en nombre de los que no pueden hacerlo.

Siguiendo esta línea, el Grupo de Referencia del Comité Permanente entre Organismos sobre Salud Mental y Apoyo Psicosocial en Situaciones de Emergencia (GR IASC SMAPS), junto con el apoyo de expertos mundiales, regionales y nacionales de los Organismos Miembros del GR IASC SMAPS, además de padres, cuidadores, profesores y niños de 104 países, elaboraron y publicaron un libro infantil titulado “Mi Héroe eres tú’”, en el cual los menores podrán conocer más sobre el coronavirus.


P. Jesús Lobato: 25 años de melodía sacerdotal

El sábado 13 de abril el P. Jesús Wolfango Lobato, misionero comboniano originario de Apizaco, Tlaxcala, celebró los 25 años de ordenación sacerdotal. Misionero y músico por vocación, dio gracias a Dios por su sacerdocio acompañado de amigos, compañeros de congregación, sacerdotes y hasta dos obispos.

La ceremonia tuvo lugar en el mismo templo donde, hace ahora 25 años, recibió la ordenación sacerdotal: la Basílica de Nuestra Señora de la Misericordia de Apizaco, en el Estado de Tlaxcala, su tierra natal. La misa estuvo presidida por Mons. Juan Pedro Juárez, obispo de Tula. Fue él quien lo recibió en el seminario cuando el P. Lobato era un joven con deseos de entregar su vida al Señor. También estuvo presente Mons. Julio César Salcedo, obispo de Tlaxcala, quien dio gracias a Dios por la vocación del P. Jesús. Además de los dos obispos, varios misioneros combonianos, sacerdotes diocesanos, familiares y amigos venidos de diferentes lugares del país acompañaron al P. Jesús en su jubileo sacerdotal.

En su homilía, Mons. Juárez hizo una bella referencia a la misión y a la vocación misionera, pidiendo al P. Lobato que siga poniendo al servicio del Evangelio los dones con los que Dios lo ha bendecido y deseándole que «sigas siendo un sacerdote misionero feliz y contento allá donde te encuentres». Uno de esos dones es su pasión por la música. De hecho, al final de la misa, el P. Jesús entonó una canción compuesta por él mismo en sus años jóvenes, en la que expresaba su deseo de ser como San Daniel Comboni.

Recién ordenado sacerdote el 30 de enero de 1999, el P. Jesús fue destinado a la misión de Kenia, donde estuvo 13 años. En 2013 regresó a México para prestar un servicio misionero en su país de origen. Aquí trabajó últimamente entre el pueblo mixteca, en la parroquia de Santiago Apóstol de Cochoapa el Grande, en el estado de Guerrero. Apenas una semana después de celebrar sus 25 años de sacerdote, tomará el avión para regresar a su misión de Kenia, donde seguirá realizando su labor misionera y enriqueciendo a los que le rodean con sus grandes dotes musicales.

Cuatro pautas para el Año de la Oración

La Hna. Ruperta Palacios, misionera afromexicana de la congregación de las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, nos propone cuatro pautas para el ‘Año de la Oración’ en preparación al Jubileo 2025.

ADN-CELAM

De camino a vivir el Jubileo 2025, «tiempo de gracia» hasta la apertura de la Puerta Santa, el Pontífice pide a los fieles «intensificar» la oración. Es por esto que anima a dedicar este año 2024 a una gran “sinfonía” de oración.

El Vaticano invita a las diócesis y comunidades religiosas a buscar caminos que lleven a redescubrir la centralidad de la oración. Por lo que invita a promover momentos de oración individual y comunitaria a través de acciones como: «peregrinaciones de oración» hacia el Jubileo o itinerarios de escuelas de oración con etapas mensuales o semanales, presididas por los obispos, en las que participe el Pueblo de Dios.

Redescubrir el valor de la oración

En atención a vivir de la mejor manera este momento íntimo con Dios, la hermana Ruperta Palacios Silva, una religiosa oaxaqueña y afromexicana que pertenece a las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, nos da algunas pistas de como orar y educar en la oración.

Inicia resaltando que para orar es importante en primer lugar, dejar pasar por el corazón orante el llamado de Jesús de Nazaret, quien nunca dejó de orar a pesar de las circunstancias vividas. “Su oración no la apartaba del compromiso de los hermanos y hermanas, al contrario, lo lleva a un mayor servicio de los mismos. Jesús, siempre enseñó el valor de la oración e invitó a ser perseverantes e insistentes en ella”.

Asintió que el pueblo de Dios sabe orar a su manera, pero dijo que, en ocasiones las religiosas menosprecian la forma como lo hacen, “pareciera que nosotras somos las «expertas» en oración”, por ello, expuso, que Dios tiene su manera de conducir a los pueblos por el camino de la oración”.

La oración desde el ámbito de la amistad

Observa que como parte de la familia Carmelita a la que pertenece, ha tratado de asumir el modo de orar carmelitano, herencia tomada de Santa Teresa de Jesús, quien decía: «la oración es un trato de amistad con quien sabemos nos ama». A partir de esto dice que, “cuando se descubre el valor de la oración desde el ámbito de la amistad, cambia todo.

“Mi relación con Dios es como la de un amigo. Me relaciono con él de acuerdo a mi estado de ánimo, en las alegrías y tristezas de la vida, en este sentido voy creciendo en confianza y me abandono en Dios”, subraya.

La oración en la vida religiosa debe llevar a un cambio

Desde la mirada de la Vida Consagrada en el continente de América Latina y el Caribe, dijo que no se puede bajar la guardia y antes bien, se debe intensificar la invitación que se hace a vivir este año de la oración con iniciativas propias de su carisma. “Cada Congregación tiene una espiritualidad propia para ir guiando su camino espiritual: retiros espirituales, ejercicios espirituales cada año, oración diaria personal y comunitaria”.

Evocando de nuevo a santa Teresa de Jesús quien decía «la oración es para que nazcan obras», dijo que sería en vano multiplicar los tiempos de oración, si no hay un cambio en la vida de cada religioso(a) y en el compromiso serio con el mundo exterior en lo que se refiere a la justicia social y la cercanía con los más vulnerables.

“Si no hay una verdadera oración, no podrá haber un compromiso serio por las causas sociales, por la justicia, los desaparecidos, los migrantes, entre otros. La oración me tiene que llevar a ese compromiso. Si vivimos desde esa hondura nuestro caminar cristiano y nuestro testimonio será creíble para las nuevas generaciones de religiosos y religiosas”, anotó.

Concluyó refiriéndose a este tema indicando que “resulta imprescindible la exigencia de soledad y silencio de la vocación contemplativa, la necesidad de estar “muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (v 8,5). En una palabra, dijo “es necesario hacer la experiencia del desierto, dejando que un amplio espacio permanezca vacío y que un largo tiempo transcurra en silencio para que la presencia de Dios pueda ocuparlo”.

Hna. Ruperta Palacios - Año oración

Las tecnologías al servicio de la oración

Por otra parte, abordando el tema de la tecnología en un mundo globalizado, donde las personas están buscando respuestas inmediatas, señala, que esto “no es malo, pero no se puede caer en los extremos”. Agrega que, en parte la tecnología ha llevado a que se pierda el gusto por la oración y la espiritualidad, “sin pelearnos con ella”, advierte.

Con el propósito de acercar a las comunidades a través de los medios tecnológicos, la religiosa acertó en decir que la Iglesia se debe preparar para elaborar contenidos y ofrecer insumos que lleven a vivir momentos de reflexión y oración a nivel personal y familiar. “Valorar los espacios de silencio, oración y espiritualidad para formarnos y fortalecer nuestra vida como seguidores de Jesucristo, a través de estos medios de comunicación”.

Asimismo, agrega que “en la era digital no es tanto la soledad física lo que nos espanta sino el estar “desconectados”, incomunicados de esta especie de ‘anima mundi’ en que se ha convertido el mundo virtual de internet y de las redes sociales”. Asegura que esta ausencia de conexión (y no ya de relación) provoca angustia en el ser humano, “nos proyecta hacia atrás en una ineludible confrontación con nosotros mismos”.

Subsidios Año de la Oración

El Dicasterio para la Evangelización ha publicado algunos subsidios que buscan ayudar a los fieles y a las comunidades a vivir con fe este tiempo tan importante: está disponible online, y descargable gratuitamente en el sitio web, en versión digital de “Enséñanos a orar”. INGRESE AQUÍ