El sentido maternal de las Misioneras Combonianas

«Pías Madres de la Nigrizia» es el nombre oficial que usamos las Combonianas en Israel. En documentos oficiales y a la entrada de nuestra casa en Betania, junto al muro que divide Israel y Palestina está escrito el nombre, Pie Madri della Nigrizia. Parecería un poco arcaico, pero este nombre nos confiere más que nunca una misión y nos da identidad. San Daniel Comboni entendió la nigrizia como la representación de la pobreza y el abandono extremos en el mundo, y en respuesta, nos quería presentes y cercanas con corazón de madre en esas realidades desgarradoras.

Po: Hna Cecilia Sierra, smc

Desde 1872, año de nuestra fundación, san Daniel Comboni nos llamó Pie Madri della Nigrizia o «Piadosas Madres de la Negritud». San Daniel Comboni entendió la nigrizia como la representación de la pobreza y el abandono extremos en el mundo, y en respuesta, nos quería presentes y cercanas con corazón de madre en esas realidades desgarradoras.

Inspiradas por el carisma de nuestro fundador, abrazamos nuestra vocación como madres compasivas, llevando consuelo y esperanza a quienes más lo necesitan en las nigrizias contemporáneas: las partes más pobres y abandonadas de nuestro mundo. De ahí que por opción y por vocación estemos presentes en las periferias, fronteras y lugares, donde en tantos casos, somos la única presencia de Iglesia.

Comboni nos propuso a las mujeres del Evangelio como el modelo clave de seguimiento a Jesús. Como María y las mujeres que seguían a Jesús y permanecieron junto a Él en su ministerio, sufrimiento y muerte en cruz, las Misioneras Combonianas estamos presentes en las situaciones difíciles ofreciendo consuelo y esperanza.

Como madres, compartimos el dolor y el exilio del pueblo sudanés. Debido a la guerra, en mayo de 2023, todas las combonianas tuvieron que abandonar el país después de más de 150 años de presencia. Como miles de sudaneses, nuestras hermanas dejaron atrás colegios, dispensarios, clínicas, casas, parroquias, sin perspectivas de retorno a corto plazo. En una carta a la Madre General, el papa Francisco elogió su valentía, «le agradezco por el testimonio valiente de amor que sus hermanas han manifestado hacia sus hermanos en contextos bastante difíciles y arriesgados para su integridad física».

Así como las mujeres estuvieron al pie de la cruz y muy de mañana se encaminaron al sepulcro, nos hacemos compañeras de camino, pan partido en las alegrías y tristezas de pueblos y comunidades donde la esperanza y la fe languidecen. La comboniana, Rachele Fassera, por ejemplo, persiguió valientemente a los secuestradores del Lord’s Resistance Army (LRA). Eran 139 las chicas secuestradas del Colegio St. Mary’s de Aboke, Uganda, dirigido por nuestras misioneras. Nuestra hermana los siguió por los montes y, desesperadamente, tocó todas las puertas diplomáticas en África, Estados Unidos y Europa.  Su persistencia logró la liberación de la mayoría de las estudiantes. Su compromiso y amor, así como sus reuniones con autoridades políticas y religiosas dieron fuerza a la lucha contra el uso de niños en conflictos armados.

Como María Magdalena, Salomé y las mujeres que acompañaron a Jesús durante su ministerio, las Combonianas acompañamos a personas y pueblos en su viaje de fe, siendo testigos de la esperanza y la transformación que trae el Evangelio. En mis 34 años de vida misionera, he conocido hermanas con corazón de madre, como Odette, egipcia en Sudán del Sur, quien sabiamente guiaba la comunidad y era consejera del obispo en tiempos de guerra, además de valerosa y emprendedora.

En la celebración del Día de la mujer de marzo pasado, el presidente de Egipto honró a la comboniana Samiha Ragheb, directora de la Escuela de San José, en Zamalek, por sus más de 50 años de servicio educativo en Egipto, y por recibir varios premios, certificados de aprecio y honores de foros locales e internacionales. La Escuela de San José fue establecida por las combonianas en 1888. Debido a la revolución mahdista, combonianos y combonianas tuvieron que abandonar Sudán y se refugiaron en Zamalek, en El Cairo. La hermana Samiha ha contribuido a la educación de cientos de niñas durante sus 50 años de generoso y cualificado servicio.

Hay otras madres en los evangelios que también ofrecen lecciones valiosas. Por ejemplo, la madre del joven endemoniado, que buscó desesperadamente la ayuda de Jesús para liberar a su hijo. Francisca Sánchez, misionera comboniana en República Democrática del Congo, destaca en su labor maternal por rescatar a niños rechazados, señalados como «brujos». El centro Saint Laurent recibe a niños de la calle, muchos acusados injustamente, ofreciéndoles educación y apoyo emocional. A través del teatro y la música, les brinda medios de expresión y fortaleza.

Otra madre es la viuda de Naim, cuyo hijo fue resucitado por Jesús. De manera similar, las combonianas aportamos esperanza y vida a comunidades que han sido golpeadas por la pobreza, la enfermedad y la violencia. En el hospital italiano de El Cairo, la comboniana Pina De Angelis brinda ayuda a las familias afectadas por la violencia en Gaza. En sus 38 años de servicio, se esfuerza por dar apoyo a quienes lo necesitan. El hospital, fundado en 1903 y único en África (con una iglesia y una mezquita) continúa recibiendo a niños palestinos heridos.

Inspiradas por el carisma de nuestro fundador, abrazamos nuestra vocación como madres compasivas, llevando consuelo y esperanza a quienes más lo necesitan en las nigrizias contemporáneas: las partes más pobres y abandonadas de nuestro mundo. De ahí que por opción y por vocación estemos presentes en las periferias, fronteras y lugares donde, en tantos casos, somos la única presencia de Iglesia.

La solicitud de María en las bodas de Caná, donde pide a su hijo un milagro para resolver una necesidad práctica, refleja la actitud de las misioneras de buscar soluciones concretas a los problemas que enfrentan las comunidades. Esto lo evidencia la gran trayectoria de otra comboniana: Adela González, enfermera española de gran corazón y muy versátil. Ha estado en México, Ecuador, Sudán del Sur y Kenia. Una vida de entrega en diversos dispensarios en la misión y, últimamente, en un hospital en Lomin, frontera con Uganda, donde, desde la post guerra, atiende con corazón de madre a quienes lo han perdido todo.

Además, la figura de la madre de los hijos de Zebedeo, quien buscó un lugar prominente para sus hijos en el Reino de Dios, nos inspira a abogar por la igualdad y la superación profesional a través de la educación. El 28 de febrero de 2023, el Ministerio de Educación de Etiopía premió a los mejores estudiantes y escuelas secundarias del país. Unos 273 alumnos fueron reconocidos por su desempeño sobresaliente, cinco de ellos, de la Escuela Secundaria Superior Comboni. Su directora, la hermana Lucia Disconsi, recibió el premio en nombre de la comunidad. Este logro refleja nuestro deber de mejorar la educación en Etiopía y en otros países.

La historia de la Siro-fenicia, una madre que imploró a Jesús curara a su hija enferma, encuentra eco en el compromiso de las combonianas de interceder por quienes sufren. Son muchas nuestras hermanas ancianas y enfermas, quienes después de años en África, Asia y América regresan a Italia y continúan su misión perseverante en su búsqueda de justicia y sanación para los marginados y oprimidos a través de la oración.

El lema de Comboni «Salvar África con África» se encarna en las combonianas africanas que se hacen hermanas y madres de jóvenes nativas. Benjamine Kimala, de Chad, tras 21 años de misión fuera de su país, hoy acompaña a 20 chicas en su educación universitaria en medio de las dificultades. Su trabajo también aborda la prevención de la trata de personas, una problemática relevante del país. Además, se dedica a la orientación vocacional, la animación misionera y al desarrollo de la juventud local.

Como lo expresan nuestras Actas Capitulares, las combonianas nutrimos el «sentido del misterio», contemplando a Cristo y su Palabra con amor, «deteniéndonos en sus páginas y leyéndolas con el corazón». Esto se hace realidad en nuestros centros de espiritualidad en Limone Sul Garda, en el Monte de los Olivos, en Uganda, en Ciudad de México y otros sitios. El abandono a Dios también se forja a través de la formación de nuevas misioneras, como el caso de Maite Rivera, Rosita y otras religiosas en casas de formación en Italia, Texas, Zambia, Uganda y Eritrea. La comboniana mexicana Ylenia Ramos se dedica en Zambia a formar futuras misioneras. Su experiencia previa incluye labor en Uganda, donde se desempeñó como educadora de jóvenes y en la prevención del tráfico de niños.

En el último Capítulo General reafirmamos nuestra misión de «ser alimento para quienes tienen hambre de pan, de justicia y paz, y compartir las esperanzas y el sacrificio de tantos pueblos al ofrecer la Palabra de vida que puede hacer nuevas todas las cosas». Desde esta perspectiva maternal y compasiva, en diversos espacios –educación, cuidado de la salud, apoyo a refugiados y promoción de la justicia social–, nos comprometemos a continuar el legado de san Daniel Comboni.

Nuestro sentido maternal encuentra su raíz en el ejemplo de las mujeres del Evangelio, que acompañaron a Jesús con amor y dedicación hasta la cruz y al sepulcro, y fueron testigos de la resurrección. Así como las mujeres del Evangelio, queremos ser madres compasivas en medio de las nigrizias contemporáneas, llevando consuelo, esperanza y amor a quienes más lo necesitan en nuestro mundo. Y con ellos esperamos y celebramos la resurrección.