Ilaria y Federica, misioneras laicas combonianas italianas en Carapira
Este mes pasado recibimos nuestro “primer bautismo africano”, o mejor dicho, las dos nos contagiamos de malaria. Esto nos sorprendió mucho, pero nos permitió reflexionar mucho sobre lo que viven cada día cada uno de los mozambiqueños con esta enfermedad, los que pueden permitirse el tratamiento, y los que pierden la vida por no tener dinero para acceder a la prueba y empezar el tratamiento, y la lucha por recuperar la energía para volver a ponerse en marcha.
Por todo ello, a principios de junio tuvimos que despedirnos con gran dolor del párroco de la parroquia de Carapira, que tuvo que regresar urgentemente a su tierra a causa de la malaria continua. Su sufrimiento era muy grande, tanto por lo que estaba viviendo a causa de la malaria, como por tener que dejar esta tierra que tanto amaba. Para nosotras fue como un rayo, porque antes de ser un buen párroco, era un hermano humilde que estaba siempre al servicio de todos, era un hermoso testimonio para ver y tocar. En cualquier caso, también estamos muy contentas con los Combonianos que están aquí con nosotras, realmente estamos viviendo y respirando tanta plenitud y vida profunda con ellos en este momento.
Cada día, encontramos por ambas partes como ‘una pequeña excusa’ para encontrarnos siempre y construir pieza a pieza una comunión de fraternidad y de verdadero testimonio. Aquí, cerca de la casa, hay también algunas monjas que pertenecen a otro instituto religioso, pero incluso con ellas se ha creado una hermosa relación de armonía y complicidad. Esto es ciertamente muy importante, porque nos permite conocernos y sentirnos como una familia ampliada, pero sobre todo nos hace sentirnos al lado de los hermanos más solos y abandonados, y nos permite ayudarnos mutuamente a llevar las cargas de los demás.
También recibimos la gracia en estas fechas de vivir la vigilia y la fiesta patronal de la parroquia de Carapira… éramos más o menos 200 personas y fue emocionante vivirlo y respirarlo junto a ellos. Pensad que la vigilia duró unas buenas cuatro horas, pero se pasaron en un abrir y cerrar de ojos… fueron muchas las comunidades que vinieron de lejos, con presencia también de un buen número de jóvenes. Bueno, qué decir de la gente de Macua… cada vez nos asombran más y realmente nos sentimos en casa entre ellos y con ellos… creo que es la expresión más adecuada y correcta para hacerles entender lo que nos hacen experimentar en la verdadera profundidad y esencialidad de la persona humana.
Cada día nos sentimos más pequeñas en medio de ellos, precisamente porque vemos que su presencia nos enriquece mucho en nuestra vida. En realidad son más ellos los que nos forman, que lo que nosotras intentamos ayudarles. Deberíais ver por vosotros mismos con vuestros propios ojos y tocar concretamente con vuestras propias manos, cuánta belleza se esconde aquí en sus heridas y sufrimientos. Evidentemente, todo esto nos hace cuestionarnos mucho sobre diversos aspectos de nuestra vida, nuestras relaciones y cómo malgastamos energía y tiempo en cosas inútiles. Aquí la belleza y la esencialidad es precisamente el famoso “estar ahí” tal y como somos y nada más, que es siempre lo que seguimos comprendiendo y siendo más fuertes y conscientes dentro de nosotros mismos y a lo largo de nuestro camino.
Al final, lo que cuenta no es lo que hacemos, el servicio en el que nos gastamos o el logro de algo o de uno mismo, sino el amor con el que amamos a estos hermanos y hermanas. Sabemos con certeza que no somos nosotras quienes salvamos a nadie, sino que son ellos quienes nos salvan a nosotras, los “occidentales”. Cuánta alegría nos da estar en medio de ellos, intentar decir algunas palabras en su idioma, abrazarlos, bromear con ellos, hacerlos sonreír, y dejar que Dios haga la obra de comunión con ellos.
El otro día leímos esta pequeña frase de Don Tonino Bello, que sigue resonando en nosotras en este momento: “Os invito a dejaros evangelizar por los pobres. Tantas veces pensamos que somos nosotros los que llevamos la buena noticia a los pobres. Pero ellos viven mejor que otros ciertos valores, como el abandono confiado en la Providencia, la solidaridad en el sufrimiento’.
¡Aquí pensamos que esta frase puede representar muy bien lo que está escrito más arriba! Cuántas cosas quisiéramos deciros y tratar de compartir con vosotros… cuánto quisiéramos que el amor que toca nuestros corazones os llegara también a vosotros. Cuánto quisiéramos que esta gracia se expandiera para ellos. Pero de una cosa estamos seguras… que el Señor sabrá hacer florecer nuestras vidas junto a las vuestras con ellos. Estamos seguros de que el Señor de la Vida ya está obrando en ello. Nunca dejaremos de daros las gracias por todo el amor que nos enviáis, por la unión y comunión de esta iglesia universal que sigue expandiéndose y de la que cada uno de nosotros nos sentimos parte. Gracias porque vuestra presencia nos hace sentir como una gran familia que el hogar no es un lugar, sino que son las personas que lo habitan y te hacen sentir allí… y sentimos que este hogar es tan grande que abraza nuestra tierra, con esta nueva tierra. Para muchos de vosotros será un tiempo de descanso, os deseamos de corazón que este tiempo os haga redescubrir lo esencial de los valores y las relaciones. Como cada día, os recordamos en nuestras oraciones ante Jesús Eucaristía, y os pedimos que sigáis rezando por este pueblo, y también una oración por el Padre Pinzón Robayo Jaider Hernán, para que pronto recupere la salud y pueda continuar su ministerio allá donde el Señor le lleve. Y como dicen aquí “Koxukhuru vanjene” (Muchas gracias).
Con mucha gratitud y cercanía
Ilaria y Federica
Misioneras Laicas Combonianas